- Narración : La Palabra ardía en nuestro corazón Dos claretianas iban de camino, regresando de la misión. Iban cansadas pero alegres conversando. El Capítulo General estaba a las puertas, ¿qué respuestas traería a sus interrogantes? Hablaban de las experiencias, de la misión, de la vida. Mientras hablaban, no se les hacía largo el camino, aunque el sol apretaba. No se dieron cuenta que alguien se acercó a ellas y las seguía de hacía un rato. Era un caminante. Se interesó por su conversación; preguntó quienes eran y cómo iba la misión... El desconocido inspiró confianza y las hermanas empezaron a compartir sus vivencias, esperazas, pero también dificultades en la misión, falta de vocaciones misioneras, decaída de ánimo en algunas...; se preguntaban cómo y dónde el espíritu claretiano tenía lugar en este mundo. Al momento se dieron cuenta de que iban siendo un poco negativas, y reaccionaron en seguida añadiendo que ahora tienen mucha esperanza en esta nueva perspectiva del Capítulo general y que el Señor, en medio de todo seguía actuando y ellas sembraban la Buena Nueva con confianza aunque los tiempos eran difíciles. No era frecuente, de hecho, ver signos de vida y tantas veces necesitaban animarse mutuamente para encontrar nuevas inspiraciones. Algo peculiar les resultó el Personaje, sobre todo cuando empezó a hablarles, como si las conociera desde principio. Comenzó por los principios de esta Nueva Orden, por cómo nació y luego pasando por los diferentes momentos de su historia, iba explicando aquellos pasajes de la Escritura, importantes para ellas ya en los orígenes. Recordaba cómo nacieron en la Iglesia y cómo tenía que ser la traza de esta familia, de su vida y de su misión. A medida que iba hablando quedaban asombradas porque trasmitía tanto amor y conocimiento de su carisma como si fuera su autor. Se encendía su corazón al oír la Palabra, pues era la misma de siempre aunque nueva; como aquélla que al comienzo de su vocación misionera suscitó entusiasmo en su vida. Era como el fuego que daba luz y calor. Iba diciendo y explicando aquellos pasajes ya conocidos pero ahora, tocaban de nuevo su corazón. El Caminante les traía a la memoria lo más genuino de su llamada claretiana. Querían tomar apuntes, sacaron rápidamente sus cuadernos, querían sacarle la foto con el celular o grabar alguna frase, querían invitarle a tomar un refresco, a detenerse… pero de repente desapareció dejando su corazón enardecido, con una nostalgia nueva por el Señor de la Vida y por su Palabra. Cuando llegaron a casa, nadie les preguntó qué les pasó, a quién han encontrado por el camino, pues sus caras reflejaban luz y su gesto el calor inconfundible. Hicieron las maletas como siempre, deprisa y se fueron al capítulo, con el deseo de volver a escucharle al caminante, a saborear su Palabra y sus explicaciones. Cuando llegaron al lugar prefijado, notaron la misma luz en los rostros de las hermanas. Si, no cabía la menor duda que el calmante salió a su encuentro también. Por eso unánimes exclamaron, desde lo hondo de su corazón: ¡Explícanos de nuevo tu Palabra Señor! Haz arder nuestro corazón con el fuego de tu amor y conviértenos en antorchas vivas, más que por palabras, por las obras. Y … amanecía.