Análisis especial internacional Veinte años del Tratado de Libre Comercio de América del Norte Por Gerardo Ojeda1 El Tratado de Libre Comercio de América del Norte, más conocido como NAFTA por sus siglas en inglés, aparece en un contexto muy específico de México. Ese contexto fue el boom petrolero, donde el propio presidente José López Portillo (1976 a 1982), decía que estábamos listos para “gobernar en la riqueza”. Lamentablemente, el mal manejo político y económico nos hizo caer en una compleja crisis. De repente entramos a un periodo de devaluación muy grave de nuestra moneda y una crisis económica muy fuerte, a la que años más tarde denominarían el “Efecto Tequila”, por sus repercusiones a nivel mundial. Y que además tuvo como anécdota el terremoto de 1985 en la ciudad de México, que fue la representación de que ese boom petrolero y esa riqueza que íbamos a gobernar, se habían derrumbado completamente. Después de ese periodo crítico de diez años llegó Carlos Salinas de Gortari (1988 a 1994), quien anunció que “venía la recuperación económica”. Esa recuperación y esa riqueza, según Salinas de Gortari, iban de la mano de entablar relaciones comerciales con Estados Unidos y Canadá. A estos países les interesaba generar un mercado norteamericano sólido, con base en la unidad. Entonces se firmó, a finales de 1993, el NAFTA. Los mexicanos tuvimos la inquietud de saber qué ganaríamos entablando este acuerdo comercial con dos potencias económicas, siendo nosotros un país en vías de desarrollo. Era evidente que existía un desequilibrio que parecía que nuestros gobernantes no querían ver. Era verdad que entre el 70 y el 80 por ciento de las exportaciones de México, al igual que las de Canadá, iban hacia Estados Unidos. Era evidente que abrir los cánones arancelarios, impuestos y normas establecidas para que la importación de mercancías y de servicios pudiera fluir sin ningún problema, iba a repercutir en la economía mexicana. Sin embargo, también era evidente que, a pesar de que nosotros exportábamos una gran cantidad de productos al norte, eran más los productos que iban a llegar desde esos países. Y no fueron productos de primera gama, como se ha demostrado en estos 20 años. La mayoría de esos productos siguen siendo sus excedentes de comercio o productos chatarra. En ese mismo sentido, como se sabe, los mexicanos no solamente exportamos mercancías, también exportamos mano de obra. Lo sorprendente es que nosotros creímos que aquellos compatriotas que viajaron a Estados Unidos para trabajar en la industria y en el campo, iban a conseguir su regularización y bienestar, siendo considerados como parte de ese mercado. Lo que sucedió fue todo lo contrario. Fueron las industrias norteamericanas las que se trasladaron al norte de nuestro país y montaron nuevas empresas, utilizando la mano de obra mexicana. Estas fueron las famosas maquiladoras, que empezaron a sacar nueva producción, 1 Mexicano de nacimiento. Investigador “Prometeo” de la Asamblea Nacional del Ecuador y Secretario Técnico de la Asociación Española de Cine e Imagen Científicos (ASECIC). bajo nuevos esquemas. Y aquella gente que pensaba que se iba a beneficiar con el acuerdo comercial, descubrió que se encontraba realizando el mismo trabajo para una empresa extranjera, cobrando salarios mínimos, sin garantías sociales y sabiendo que esa mercancía era trasladada a otros mercados fuera de México. Por último, lo que también quiero señalar sobre estos veinte años del NAFTA, tiene que ver con la industria cultural mexicana. Nuestro país es un gran generador de contenidos culturales y artísticos. Pensamos que ese mercado se iba a ver impulsado y beneficiado, ya que México tenía mucho para decir. Rápidamente descubrimos que la industria mexicana desaparecía y que sería la industria cultural americana y en cierta medida la canadiense las que invadirían nuestro país.