Realidad social latinoamericana y derecho Cátedra Dr. Galderisi Unidad II • Las raíces ideológicas del proceso independentista latinoamericano Lic. Flavio C. A. Colina. En el siglo XVIII, distintas corrientes ideológicas del pensamiento occidental comienzan a conjugarse en la particular cosmovisión hispanoamericana. Esa conjunción de doctrinas filosóficas, políticas y jurídicas se cristalizó en una conciencia continental distintiva que resultó fundamental y determinante en el proceso independentista que vivió Latinoamérica a partir de 1810. La Ilustración. Originaria de Francia, la Ilustración o Iluminismo fue un movimiento filosófico que se extendió por los continentes europeo y americano. La nueva corriente intelectual pretendió romper con un pasado de ignorancia y oscuridad para inaugurar una nueva época signada por la libertad individual y fundada en el conocimiento y en la luz que brinda la razón. El pensamiento ilustrado reconocía ciertos postulados fundamentales: La Razón es el instrumento primordial con que cuenta el Hombre para conocer las leyes naturales y que, por ello, le permite conocer la verdad acerca del universo en que se encuentra. Es por ello menester que, el individuo evite lo irracional como falso y los dogmas impuestos que no nacen de su propio análisis racional. La Igualdad entre los hombres nace de la común capacidad para razonar con que cuentan todos, y en consecuencia, gozan de los mismos derechos. La Libertad resulta entonces, un bien indiscutido. Cada individuo debe tener asegurado el respeto de sus derechos y garantizada la posibilidad para decidir de acuerdo con su propia razón aquello que le permita mejorar de acuerdo con las leyes naturales. La Naturaleza pierde la visión metafísica y sobrenatural y es asumida desde su lugar de sostén y desarrollo de la vida y del cosmos, regido a través de leyes universales dispuestas por Dios. El conocimiento de esas normas naturales, mediante la razón y la ciencia humanas, permite alcanzar el pleno saber acerca de lo bueno. El Progreso, logrado a partir del uso creciente y constante de la razón en el conocimiento de las leyes naturales, expresaba el avance del Hombre en el disfrute de la vida. 1 La Moral, abandonando los postulados religiosos, se regía por normas que, aunque Dios exigía su observación, se fundaban en el conocimiento racional del respeto de los derechos de los otros hombres. El Deísmo reconocía la existencia de Dios como creador y como presencia que se revela a los hombres a través de la razón y de las leyes naturales que Él mismo ha establecido. En virtud de estos postulados, el pensamiento ilustrado se reconoció llamado a introducir los cambios necesarios en el orden político, socio – económico e intelectual. Tarea ésta a cargo de la minoría culta e ilustrada. Los filósofos tenían, por su saber racional, la misión de conducir al mundo fuera de la oscuridad, del error y de la superstición. A través de su crítica y de su acción, se lograría el bienestar futuro que determinaban las leyes naturales para el Hombre. En consecuencia, la Ilustración se manifestaba en abierta oposición a la monarquía absolutista y a su concepción acerca del origen divino de su poder, al cerrado orden estamental de la sociedad, a la economía bajo control del estado, y a la actividad intelectual limitada por la teología y por las directivas eclesiásticas. Para esta corriente de pensamiento, el nuevo orden político, socio – económico e intelectual se sostenía sobre el respeto a la libertad y a la igualdad de los hombres. En consecuencia, la concepción política ilustrada se orientaba hacia la formación de regímenes monárquicos de raíz contractualista y limitados por instituciones parlamentarias que vigilaran el accionar de los reyes. En su condición de funcionarios políticos, los monarcas poseían una autoridad por voluntad del pueblo y por ello, debían gobernar en pos de su bienestar. Siendo en consecuencia, plausibles de ser controlados y de ser exigidos en el cumplimiento de su labor gubernamental. Los filósofos ilustrados defendían también, el establecimiento de un orden social más abierto e igualitario, donde los deberes y los derechos fueran compartidos por los distintos grupos sin importar su posicionamiento dentro de la sociedad. El ideal económico defendido por los ilustrados se orientaba hacia la eliminación de trabas económicas y comerciales y de controles estatales. Debía impulsarse un modelo productivo que, a través del libre trabajo de los hombres y del conocimiento de las leyes naturales, permitiera el enriquecimiento individual y, a partir de él, el de toda la comunidad. En el orden político y socio – económico ilustrado, la actividad intelectual también debía regirse por los principios de libertad e igualdad. Los hombres tenían que alcanzar el conocimiento de las leyes naturales a través de su propia razón, sin verse sometidos al control de dogmas indiscutidos e indiscutibles ni a la autoridad de instituciones religiosas e intelectuales. Los postulados de la Ilustración fueron sostenidos por distintos autores. Voltaire, por ejemplo, sostuvo el derecho de los ciudadanos a vivir libremente según los dictados de su razón, en tanto no perturbe el orden social. Montesquieu, por su lado, defendió la idea de un orden político cuyo gobierno defendiera los derechos del Hombre y se organizara a 2 través de tres poderes iguales entre sí que se controlaran y evitaran cualquier clase de abuso contra los ciudadanos. La teoría política contractualista. Las ideas políticas ilustradas estuvieron influenciadas por la concepción acerca del origen contractualista de la sociedad humana que sostuviera el pensamiento inglés del siglo XVII. Autores disímiles, como Hobbes y como Locke, desarrollaron esa idea en sus teorías políticas a partir del análisis de las causas que dieron nacimiento al orden social y al político. En el pensamiento de Thomas Hobbes, expresado en su obra Leviatán, el Hombre originalmente es libre e igual a sus semejantes. Pero, estas condiciones provocan la mutua desconfianza ante el común deseo de disfrutar de los mismos bienes. En consecuencia, y ante la ausencia de una autoridad que garantice la vigencia de un orden político, la guerra surge entre los hombres impidiendo cualquier actividad productiva. Para ponerle fin a esa situación de conflicto, Hobbes sostiene que los hombres deben lograr un acuerdo entre ellos, utilizando su razón y apoyándose en las leyes naturales. Frente al común temor a la muerte súbita y violenta, los hombres establecerán un contrato, en el cual aceptarán, voluntariamente, renunciar a una porción de su libertad individual para otorgarle esos derechos a una autoridad política encargada de imponer y preservar el orden en la sociedad. El soberano, Leviatán en la teoría de Hobbes, actúa entonces, de un modo absolutista atento a cualquier extravío en su tarea de asegurar la paz y la seguridad de sus súbditos. Pero, mientras Hobbes argumentaba que el contrato entre los hombres había dado origen a un gobierno absolutista, Locke lo interpretó en un sentido distinto que ejerció una importante influencia en el pensamiento ilustrado del siglo XVIII. John Locke sostenía en su obra Ensayo sobre el gobierno civil, que el Hombre en sus orígenes, en su estado natural, vivía libre y ejerciendo la plenitud de sus derechos individuales. La necesidad de alcanzar su total protección y preservación determina la firma de un contrato entre los hombres. A través de él, se renuncia a ciertos derechos y se los delega en el gobierno político de la sociedad, para que cumpla con la tarea para la cual ha sido establecido. Reconociendo también, la justa posibilidad de disolverlo cuando no satisfaga los fines con los cuales ha nacido. En el pensamiento de Locke, el gobierno constituido por el contrato entre los hombres no debe asumir una forma absolutista. Por el contrario, sostenía la necesidad de dividirlo en poderes distintos que se controlaran mutuamente respetando la voluntad de la mayoría y la vigencia de los derechos individuales. Entre los representantes de la Ilustración fue Jean Jacques Rousseau quien desarrolló la teoría contractualista acerca del orden político y social. En su concepción, el Hombre vivió en perfección, libertad y felicidad en su estado natural. Pero, al formarse la 3 sociedad y comenzar a convivir en una situación de desigualdad con sus semejantes, ese individuo se hizo egoísta, frío y racional. Habiendo perdido su bondad natural por una sociedad que lo corrompe, el Hombre debe, al decir de Rousseau, recuperar su libertad original a través de un contrato social con sus pares. Ese acuerdo garantizará el mutuo respeto de los derechos individuales. Pero, para Rousseau, ese contrato nace la voluntad general. Ella es el deseo del conjunto de la sociedad, expresado a través de la decisión mayoritaria a la que todos los miembros individuales y grupales aceptan y se comprometen a respetar. El gobierno debe surgir de ella y por tanto, representar la voluntad general que además, establecerá las leyes que organicen la sociedad y designará las personas encargadas de vigilar por su cumplimiento. La Ilustración latinoamericana. La Ilustración alcanzó el espacio latinoamericano a través de España y de Portugal. Esto determinó que llegara en una vertiente particular, influida por la cosmovisión particular de los estados ibéricos. La forma más francesa de la Ilustración arribó a Latinoamérica a través de ciertos textos de filósofos. Pero, debido a las prohibiciones establecidas por las autoridades, el material llegaba de contrabando y en un número escaso. A pesar de ello, muchos grupos de profesionales y universitarios pudieron hacerse de los textos, leerlos e interpretarlos a la luz de las doctrinas políticas aprendidas en las universidades jesuíticas en el continente. Esta forma particular de llegada del pensamiento ilustrado a Latinoamérica determinó la expresión de ciertas particularidades distintivas dentro del marco ideológico general. La Ilustración latinoamericana, por ejemplo, preservó una concepción teológica. A diferencia de la vertiente tradicional de raíz francesa, Dios y la Revelación mantuvieron las características cristianas tradicionales. Esto determinó una posición menos combativa hacia la Iglesia como institución. En esta vertiente latinoamericana, la figura del rey no fue enjuiciada al modo de la Ilustración francesa. Desde la idea de un orden político de base pactista, los filósofos latinoamericanos no se opusieron a la existencia de un gobierno monárquico fuerte, aunque reconocían la noción acerca del origen y de la finalidad del poder que aquel detentaba. Más allá de estas diferencias, el ideario ilustrado se afirmó en Latinoamérica a lo largo del siglo XVIII y los inicios del XIX. Los grupos intelectuales, educados en el continente y en Europa, adquirieron con él una conciencia acerca de su rol dentro del espacio americano en pos de alcanzar la verdad, la luz y el bienestar. Pero además, asumieron una perspectiva más crítica para con las autoridades coloniales, atendiendo a su accionar político y las metas ideales que reconocían como ilustrados. Son esos grupos universitarios y profesionales quienes comienzan a percibir el quiebre del pacto colonial a partir del gobierno borbónico en el siglo XVIII. La concepción 4 política de los reyes de la familia Borbón desplazaba al continente latinoamericano hacia un segundo plano político y jurídico y lo ubicaba como un centro productor de materias primas y consumidor de manufacturas de la metrópolis, poniéndolo además, bajo un régimen político fuertemente centralizado. Las ideas ilustradas y la ruptura del pacto colonial contribuyeron a definir un fuerte descontento para con las autoridades coloniales. En el marco de la peculiaridad latinoamericana de la Ilustración, el rey no era blanco de las críticas como sí, el régimen administrativo colonial. Se sucedieron así, los levantamientos de los comuneros del Paraguay entre 1721 y 1731 y de Nueva Granada en 1780, y la sublevación de Túpac Amaru en 1780. La teoría política pactista. En Latinoamérica, el pensamiento ilustrado no desconoció la teoría política contractualista, sino que la fusionó a la concepción pactista que se conocía en el continente. Enmarcados en la particular vertiente latinoamericana de la Ilustración, los filósofos locales pudieron entender el origen del orden político y social aunando las nuevas corrientes de pensamiento con sus nociones tradicionales. El pactismo fue desarrollado como teoría política por distintos pensadores cristianos. Sacerdotes como Francisco de Vitoria, Domingo de Soto y principalmente, el jesuita Francisco Suárez, defendían esa concepción que se enlazaba directamente con el pensamiento político tradicional de la Iglesia, expresado por filósofos medievales como San Agustín de Hipona, San Isidoro de Sevilla y Santo Tomás de Aquino. Esta teoría política partía del presupuesto aristotélico acerca de la sociabilidad fundamental del Hombre. Esa condición determinaba la conformación de comunidades de individuos que, a través de ellas, podían satisfacer sus necesidades naturales y espirituales. Pero, resultaba imprescindible entonces, la organización de un sistema político que ordenaran la vida social en pos de lograr el bienestar para todos y cada uno de los individuos que la componían. Para la doctrina pactista, la capacidad necesaria para conformar esa estructura política se originaba en Dios, en tanto fuente de todo poder y justicia. Pero, y a diferencia de la concepción absolutista, esa potestad no era delegada en forma directa al monarca, sino que ella iba desde la divinidad al conjunto de los hombres reunidos en la comunidad. Era entonces, la colectividad la que delegaba ese poder en sus gobernantes. Se establecía así, un pacto político entre la comunidad y el monarca. Éste poseía una autoridad legítima en tanto había sido admitido por el conjunto de la sociedad y procuraba el bienestar general; y aquella, se comprometía a respetarlo y obedecer sus mandatos. Pero, el pacto podía quedar desecho por distintas circunstancias. Si el rey no cumplía con sus obligaciones era legítima su expulsión e incluso, su muerte bajo la figura de tiranicidio. Pero también, si el monarca era destituido y reemplazado a través del recurso 5 de la violencia. En ambos casos, el poder en él delegado regresaba a la comunidad para que esta volviera a conformar un orden político legítimo. La teoría política pactista fue enseñada en los distintos centros universitarios americanos. Esta concepción permitió que no resultara del todo extraña entre los filósofos ilustrados latinoamericanos, la idea contractualista. Implicaba más bien, una suerte de relectura de aquellas enseñanzas bajo una nueva visión filosófica, con el consiguiente reaseguro de las propias certidumbres. La naciente conciencia continental se hallaba, a comienzos del siglo XIX, en un estado de inquietud intelectual ante las nuevas corrientes que introducían una visión distinta acerca del orden conocido y que rescataban los viejos postulados. Serán entonces, los sucesos europeos y americanos los que actuarán como el catalizador necesario para darle una salida práctica a ese escenario ideológico. Bibliografía consultada Beyhaut, Gustavo y Hélène, América Latina. De la independencia a la segunda guerra mundial, México, Siglo XXI, 1985. Crouzet, Maurice (Dir.), Historia general de las civilizaciones, Barcelona, Destino, 1984. Gaggero, Horacio y otros, Historia de América en los siglos XIX y XX, Buenos Aires, Aique, 2004. Halperín Donghi, Tulio, Historia Contemporánea de América Latina, Buenos Aires, Alianza, 2005. Hazzard, Paul, El pensamiento europeo en el siglo XVIII, Madrid, Alianza, 1988. Hobbes, Thomas, Leviatán, Madrid, Alianza, 1999. 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