diario de un cuerpo

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LA NUEVA NOVELA
DIARIO DE UN CUERPO
DANIEL PENNAC
Traductor: Manuel Serrat Crespo
Págs.: 336 · PVP: 21,90 e
Fecha de publicación: 14 de junio de 2012
Edición en catalán: editorial Empúries
SINOPSIS
Diario de un cuerpo es una reinvención
absoluta de un género literario, el de los
diarios, tan antiguo como la propia literatura. Porque en este libro no se nos narran
las circunstancias externas que configuraron la vida del protagonista, sino los estados físicos que su cuerpo fue experimentando a lo largo de toda su existencia o,
mejor dicho, desde su preadolescencia en
1936 hasta su fallecimiento en 2010.
Así pues, Diario de un cuerpo no es otra
cosa que la historia de un cuerpo humano. Usando el recurso literario del diario
encontrado, en este caso un montón de
cuadernos entregados por la hija de un
hombre fallecido al propio Pennac, el autor francés nos muestra la vida de un intelectual «taciturno, irónico, tieso como
una escoba, aureolado por una reputación
internacional de viejo sabio» que recorrió
el siglo xx con cierta parsimonia, sin hacer
demasiado ruido y sin implicarse en los
acontecimientos históricos más allá de lo
estrictamente necesario, pero que escribió, de los doce a los ochenta y siete años,
un «diario físico» –expresión que hay que
entender como contraposición al término
«diario íntimo», en el que se cuentan los
hechos externos y su influencia en la propia
existencia– que, tras su muerte y por orden
notarial, habría de ser entregado a su hija a
modo de «regalo post mórtem de papá».
El narrador decide iniciar el diario tras una
experiencia traumática vivida a la edad de
doce años, cuando un grupo de niños lo
DIARIO DE UN CUERPO
atan a un árbol y unas hormigas empiezan
a subir por sus piernas. El preadolescente,
aterrado por esta invasión de su cuerpo,
entra en pánico y no consigue controlar
sus esfínteres. Al día siguiente, asombrado
por la reacción de su cuerpo ante un hecho tan emocional como el miedo, decide
iniciar un diario físico que, de algún modo,
le ayude a «proteger en adelante mi cuerpo contra los asaltos de mi imaginación,
y mi imaginación contra las intempestivas
manifestaciones de mi cuerpo». De este
modo arranca un diario que habrá de convertirse en una forma de conocimiento
en torno a su propio cuerpo y, también,
en una forma de control sobre el que tal
vez sea el otro gran protagonista de esta
novela: el miedo (a la enfermedad, a la
muerte, al dolor, a la pérdida de control,
la locura, etc.).
«Quiero escribir el diario de mi cuerpo
también porque todo el mundo habla de
otra cosa. Todos los cuerpos son abandonados en los armarios de luna. Quienes
escriben su diario a secas, Luc o Françoise, por ejemplo, hablan de todo y de
nada, de las emociones, de los sentimientos, de historias de amistad, de amor, de
traición, de interminables justificaciones,
lo que piensan de los demás, lo que creen
que los demás piensan de ellos, los viajes
que han hecho, los libros que han leído,
pero jamás hablan de sus cuerpos» (13
años, 1 mes, 8 días / Miércoles, 18 de noviembre de 1936).
Realmente, en Diario de un cuerpo solo
conocemos las circunstancias externas en
la vida del narrador a través de las manifestaciones de su organismo. Por ejemplo,
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descubrimos el odio hacia su madre a través de las reacciones físicas al estar cerca
de ella, y lo mismo ocurre con el amor hacia su cuidadora Violette, a quien añorará
durante toda la vida; hacia el padre muerto
durante su infancia, un hombre marcado
por su experiencia en las trincheras de la
Primera Guerra Mundial; hacia su hermano imaginario Dodó, una invención que el
narrador empleó como encarnación de su
propio cuerpo; hacia su esposa Mona, con
quien compartirá fielmente –salvo en una
ocasión– toda su vida; hacia sus hijos, en
especial Lison, a quien entregará el diario
tras su muerte; hacia sus nietos, destacando el pequeño Grégoire, que pronto
revelará su homosexualidad y que morirá
demasiado joven; hacia sus amigos, sobre todo hacia los del internado y los de
su época en la Resistencia, y hacia todas
las personas que, habiendo compartido
algún instante de su vida, dejaron huella
en su cuerpo.
«Una de las virtudes de este diario habrá
sido la de preservar cada uno de los estados de mi cuerpo» (73 años, 2 meses /
Martes, 10 de diciembre de 1996).
Pocas veces se ha visto en la historia de la
literatura contemporánea una sinceridad
tan desacomplejada respecto a la evolución del propio cuerpo. El narrador emplea
un lenguaje directo, sencillo, en ocasiones
poético –«¡las palabras son pétalos!»–
para hablarnos sin ningún tipo de pudor
sobre secreciones, olores, enfermedades,
defecaciones, eyaculaciones y demás realidades corpóreas que en otras novelas suelen aparecer descritas a través de largas
perífrasis y otras figuras oblicuas. Pennac
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habla sin tapujos de la realidad corporal,
incluyendo algunos momentos cargados
de humor –incluso chistes– y reflexiones
filosóficas que, hablando del estado físico,
revelarán verdades universales: «¡Estoy
solo como el hombre!».
LAS EDADES DEL
CUERPO
-De los 12 a los 14 años (1936-1938):
Descubrimiento de las reacciones físicas
que provocan las emociones (por ejemplo,
placer ante la comida cocinada por su cuidadora Violette o estremecimiento ante
el recuerdo del padre muerto). Deseo de
desarrollar la musculatura y sorpresa ante
la evolución del cuerpo: el vello púbico, el
hambre, las poluciones nocturnas, la fiebre, etc.
«¡El miedo no te protege de nada, te expone a todo!»
-De los 15 a los 19 años (1939-1943): Exploración de las posibilidades del cuerpo:
el deporte (boxeo, tenis y balón-tiro), el
sexo (la masturbación y el miedo al fracaso
durante el coito), el baile (dificultad para
seguir el ritmo), etc. Intercambio de conocimientos con los compañeros del internado y primer fracaso sexual con una chica:
«¡Dios mío, esa sensación de inexistencia que le da al hombre la flacidez de su
sexo!» (19 años, 2 meses, 21 días / Jueves,
31 de diciembre de 1942). Paralelamente,
estallido de la Segunda Guerra Mundial y
DIARIO DE UN CUERPO
decisión, algo forzada, de formar parte de
la Resistencia.
ses, 20 días / Viernes, 30 de diciembre de
1966).
«Por eso mi cuerpo se convierte en el
objeto de mi curiosidad. ¿Qué sorpresa
habrá mañana? Nunca se sabe cómo va a
sorprendernos el cuerpo» (16 años / Martes, 10 de octubre de 1939).
-De los 50 a los 64 años (1974-1988):
Nacimiento de los nietos, en especial Grégoire, y remembranzas de la propia infancia a través de la observación del comportamiento de dichos nietos. Aparición de
los primeros síntomas inequívocos de la
vejez –frecuentes olvidos, principio de cataratas, pruebas médicas– y primeros accidentes al tratar de comportarse como un
joven, sin darse cuenta de que el cuerpo
ya no reacciona con la rapidez y agilidad
de antaño.
-De los 21 a los 36 años (1945-1960):
Silencio durante los dos años en la Resistencia, ya que la guerra hace que el cuerpo
funcione perfectamente y los achaques no
aparecen hasta el fin de la contienda. Pérdida de la virginidad, experiencias sexuales varias y enamoramiento de Mona, su
futura esposa. Nacimiento de los dos hijos, Bruno y Lison. El temor a la muerte por
enfermedad se acrecienta.
«Al llorar, te vacías infinitamente más que
orinando, te limpias infinitamente mejor
que zambulléndote en el lago más puro,
dejas el fardo del espíritu en el andén de
llegada. Una vez licuada el alma puedes
celebrar el encuentro con el cuerpo» (21
años, 9 meses, 4 días / Sábado, 14 de julio
de 1945).
-De los 37 a los 49 años (1960-1972):
Aparición de la angustia como acontecimiento físico que aplasta el cuerpo y temor a una enfermedad crónica o mortal.
Aceptación absoluta de la realidad corpórea: los olores, las averías, las operaciones,
la depresión, los angiomas... En definitiva,
los primeros síntomas de deterioro del
cuerpo.
«Nunca conocemos el número exacto de
los males que nos afectan» (43 años, 2 me-
DIARIO DE UN CUERPO
«Algunos cambios de nuestro cuerpo me
hacen pensar en esas calles que recorremos desde hace años. Cierto día cierra
un comercio, el rótulo ha desaparecido,
el local está vacío, se traspasa, y nos preguntamos qué había allí antes, es decir,
la semana pasada» (55 años, 4 meses,
21 días / Sábado, 3 de marzo de 1979).
-De los 65 a los 72 años (1989-1996):
A medida que se envejece, los recuerdos
de la infancia afloran con más fuerza y,
paralelamente, los olvidos respecto a las
cosas cotidianas se incrementan. Además,
el cuerpo ya no resiste las grandes comilonas, de las que enseguida se resiente.
Mueren también los primeros amigos y el
temor a la propia muerte se incrementa.
El miedo al Alzheimer hace que cualquier
olvido sea tomado como un síntoma de la
enfermedad.
Fin del sexo con la propia esposa: «Nuestro deseo se ha agotado bajo la olorosa
protección de nuestro amor» (66 días, 10
5
meses, 24 días / Lunes, 3 de septiembre
de 1990).
-De los 73 a los 79 años (1996-2003):
Problemas de próstata que convierten
la vida en un calvario de operaciones,
sondas y revisiones médicas. La vejez es
una evidencia, pero hay una resurrección
del cuerpo –y del pene– cuando se produce un encuentro sexual con una joven
de veinticinco años. Muerte repentina de
Grégoire, su nieto homosexual, por una
insuficiencia hepática fulminante.
«Contemplar el cuerpo desnudo de Nazaré es zambullirse en su piel. Por primera
vez advierto que el mío es solo un hábito
de superficie» (74 años, 5 meses, 9 días /
Jueves, 19 de marzo de 1998).
-Agonía (2010): La muerte del nieto sume
al narrador en una desidia existencial que
le lleva a olvidarse del propio cuerpo y a
mostrarse apático. Siente que ha acumulado demasiados muertos a lo largo de su
vida: el padre, la cuidadora, los amigos de
juventud, el nieto… Por suerte, la reaparición de una amiga de la juventud le anima
y vuelve a la actividad laboral con fuerza.
Pero la muerte no espera y el protagonista
fallece.
«Me siento como una moneda que acaba de girar sobre sí misma» (86 años,
11 meses, 4 días / Martes, 14 de septiembre de 2010).
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ALGUNAS
REFLEXONES
SOBRE EL CUERPO
• Concepción del cuerpo: «El cuerpo es
un invento de vuestra generación, Lison.
Al menos por lo que se refiere al uso que
de él se hace y al espectáculo que de él se
ofrece. Pero en cuanto a las relaciones que
vuestro espíritu mantienen con él, como
caja de sorpresas y bomba de deyecciones,
el silencio es hoy tan denso como lo era en
mi tiempo».
• El pudor: «Cuando creces, la gente que
mejor te conoce no sabe ya nada de tu
intimidad. Todo se vuelve secreto. Y luego, mueres y todo vuelve a aparecer» (14
años, 10 meses, 23 días / Viernes, 2 de
septiembre de 1938).
• La impotencia: «Del pánico de ser demasiado joven al terror de ser demasiado
viejo, pasando por la enfermedad de impotencia que mató a Pavese y mandó al
Octave de Stendhal a morir por la independencia de Grecia, el espíritu y el cuerpo se acusan mutuamente de impotencia,
en un silencioso y horrible proceso» (44
años, 9 meses, 26 días / Lunes, 5 de agosto de 1968).
• La defecación: «Sobre un cagarro irreprochable, de una sola pieza, perfectamente liso y moldeado, denso sin ser pegajoso, oloroso sin hediondez, de sección
neta y de un pardo uniforme, producto de
un único impulso y de un paso sedoso, y
DIARIO DE UN CUERPO
que no deja rastro alguno en el papel, esa
ojeada de artesano satisfecho: mi cuerpo ha trabajado bien» (37 años, 6 meses,
2 días / Miércoles, 12 de abril de 1961).
• La enfermedad: «Algunas enfermedades, por el terror que inspiran, tienen la
virtud de hacernos soportar todas las demás» (72 años, 2 meses, 2 días / Martes, 12
de diciembre de 1995).
• La angustia: «La angustia se distingue de
la tristeza, de la preocupación, de la melancolía, de la inquietud, del miedo o de
la cólera en que carece de objeto identificable» (43 años, 8 meses, 26 días / Jueves,
6 de julio de 1967).
• La muerte: «Señoras y señores, morimos
porque tenemos un cuerpo, y cada vez se
produce la extinción de una cultura» (70
años, 5 meses, 3 días / Domingo, 13 de
marzo de 1994).
• Imposibilidad de un diario sobre el cuerpo: «Escribiendo este diario para Lison me
salta a la vista todo lo que no he anotado
en él. Aspirando a decirlo todo, ¡he dicho
tan pocas cosas! Apenas he rozado ese
cuerpo que deseaba describir» (86 años,
11 meses, 1 día / Sábado, 11 de septiembre de 2010).
• La hipocondría: «Desorden de la conciencia que acarrea una percepción hipertrófica de las manifestaciones del cuerpo.
Una forma de manía persecutoria en la
que somos, a la vez, el perseguidor y el
perseguido. Mi espíritu y mi cuerpo se hacen jugarretas» (23 años, 5 meses, 30 días
/Miércoles, 9 de abril de 1947).
• La acumulación de muertos: «Mis muertos eran los muebles arrebatados que habían forjado la armonía de mi casa. ¡Cómo
me faltó, de pronto, su presencia física!
¡Y cómo me falté yo en su ausencia! Me
faltaba verlos, sentirlos, oírlos, ¡aquí y ahora!’. Pero lo que realmente echa de menos son los cuerpos de sus muertos:«¡A
mí, considerado tan poco acariciador, tan
poco físico! ¡Eran sus cuerpos lo que ahora
reclamaba yo!».
DIARIO DE UN CUERPO
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BIOGRAFÍA
Daniel Pennacchioni, conocido internacionalmente como Daniel Pennac, nació
en Casablanca (Marruecos) en 1944. Hijo
de un militar, tuvo una infancia itinerante
por guarniciones de diversos países africanos y del sudeste asiático, hasta recalar
en Niza, donde consiguió graduarse en
Letras.
Inició su actividad profesional como profesor de lengua y literatura en Soissons (departamento de Aisne, región de Picardía),
instalándose posteriormente en Belleville,
un popular y cosmopolita barrio de París
donde todavía reside. Trabajó como maestro en un liceo parisino, arrancando enseguida una carrera literaria centrada en los
libros para niños. Publicó su primer libro a
los veinticinco años. Se trataba de un ensayo sobre el servicio militar que, pudiendo enojar a su padre, le obligó a adoptar
el seudónimo de Pennac. A continuación
escribió algunas novelas de tono burlesco,
combinándolas con otros libros infantiles.
caracterizado por la multiculturalidad y
la marginalidad. Allí transcurren las aventuras de esta familia: amoríos, amistades
e incluso crímenes descritos con un tono
distendido y humorístico que refleja el estupor y la alegría ante la vida. El éxito de
esta saga permitió al autor abandonar la
enseñanza y dedicarse exclusivamente a
la literatura.
Daniel Pennac ha escrito multitud de libros infantiles, novelas y ensayos, siendo
uno de sus títulos más celebrados Como
una novela (Anagrama, 1994), un texto en
el que reflexiona sobre el goce de la literatura y donde vuelca su aprendizaje como
docente respecto al modo de crear nuevos lectores.
En 2007 recibió el Premio Renaudot por
su obra Mal de escuela (Mondadori, 2008),
donde narra sus experiencias como escolar y recoge reflexiones en torno a la
educación desde su faceta de profesor. Su
último libro publicado en España ha sido
Señores niños (Mondadori, 2011).
Daniel Pennac pasó una temporada en
Brasil, donde descubrió el género negro.
En 1995 publicó La felicidad de los ogros
(Mondadori, 2000), primera entrega de la
serie de aventuras en torno a la familia
Malaussène, a la que seguirían otras novelas, entre ellas El señor Malaussène (Mondadori, 2001). La saga de Malaussène gira
en torno a Benjamin Malaussène, investigador y hermano mayor de una familia
instalada en Belleville, un barrio parisino
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DIARIO DE UN CUERPO
ENTREVISTA
Daniel Pennac: «El tabú del cuerpo sigue
siendo muy fuerte».
La saga de los Malaussène (La felicidad
de los ogros, El hada carabina...), Como
una novela, Mal de escuela... Desde que
empezó a escribir, en 1985, Daniel Pennac
acumula éxitos y laureles. Pero este ex profesor de francés no quiere vivir eternamente de las rentas de su capital de simpatía.
El zoquete que fue en su juventud juega, a
sus sesenta y siete años, al francotirador y
nos sale con un extraño diario, el del cuerpo y sus trastornos, un diario tan ambicioso y perturbador como logrado. En él se
habla de sexo, de goce, de enfermedades
y de muerte, lo nunca leído. Con prudente aspecto, finos anteojos sobre la nariz,
lento el ritmo pero alto y risueño el verbo,
Pennac se explica sobre ello en los hermosos salones de su editor fetiche, Gallimard.
Su anterior libro, Mal de escuela, publicado en 2007, obtuvo un considerable éxito,
con más de un millón de ejemplares vendidos. ¿Le paralizó esto?
No, de hecho estoy paralizado por otra
cosa, por la propia escritura. Estoy abonado a la duda. Una duda vinculada con la
adecuación entre el proyecto y el resultado. La experiencia no tiene en ello papel
alguno, no se capitaliza, salvo algunos tics
o automatismos, y eso no tiene nada de
bueno.
Ha tardado más de cuatro años en escribir
esta obra, que trata del cuerpo y todos sus
DIARIO DE UN CUERPO
estados. Un lapso muy largo, ¿no?
Han sido más bien cuatro años de obsesión y un año de realización, pero soy lento trabajando, es cierto. Cargo con esta
idea desde hace mucho tiempo. Cierto
día, en Vercors, con mi amigo el doctor
Postel –el que aparece en los Malaussène–
nos dijimos: ¿Por qué no hacer un libro
sobre el cuerpo? Y puse manos a la obra,
tomé notas, concebí misceláneas. Pero
necesitaba ir entrando en años para tratar
esa idea. Para poder proyectarme hacia la
gran vejez, necesitaba haber acompañado
personalmente a algunos íntimos. Luego
imaginé a ese hombre, nacido en 1923,
que llevara el diario de las metamorfosis
de su cuerpo desde los doce años hasta
los ochenta y siete.
¿Qué le impulsó a emprender esta novela iconoclasta con la forma de un diario
«físico»?
Una tranquila curiosidad y una cierta prevención contra los diarios íntimos, que
son controlados por los estados de ánimo.
Una vez pasadas las emociones, la gente
olvida lo que ha escrito. Yo mismo experimenté lo ridículo que es esto cuando, de
joven, me entregué a ello durante dos o
tres años. Mientras que mi narrador tiene
casi, sin saberlo, una ambición flaubertiana, escribe sobre el silencio, familiar y
social, que reina alrededor del cuerpo. Su
imaginación ha puesto en fuga a su organismo. Su diario será algo así como un embajador, una especie de correveidile entre
la psique y el cuerpo por el camino de la
emoción. Este era mi «proyecto literario»:
cambiar totalmente los elementos «da-
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dos» de la novela. En una novela se habla
de política, de lo social, de psicología, de
los afectos, del recuerdo, etc. Por lo general, el cuerpo apenas asoma. Quise invertir
la proporción, escribir algo donde sólo se
hablara de esta materia puramente física y
que pudiera leerse como una novela.
El narrador describirá los cinco sentidos,
vivirá múltiples experiencias, el vértigo,
el verse noqueado, la huelga de hambre
y, claro está, el sexo. Consagra usted a él
largos párrafos, a menudo muy técnicos:
eyaculación, goce, masturbación, gatillazo, próstata... ¿Para desinhibir a sus lectores e instruir a sus lectoras?
Eso espero [risas]. Y por eso, a cambio,
el narrador desea poder leer algún día el
diario que una mujer hubiera llevado de
su cuerpo, aunque solo fuese para levantar una esquinita del misterio... Lo que me
divirtió mucho fue la búsqueda de la precisión. Imaginará usted, por ejemplo, que la
masturbación no es para mí ya, desde hace
mucho tiempo, un deporte cotidiano. Aquí
se trata de una verdadera introspección [risas]. Para el resto y más generalmente, el
conflicto entre la cultura y lo vivido sigue
ahí. Los mocosos pueden meterse en cualquier página porno, pero ¿tiene eso alguna
repercusión sobre su seguridad psicológica en su comportamiento sexual? No estoy
seguro de ello. En cuanto te relacionas con
una chica y se mezcla el sentimiento, todo
se olvida, no estás ya en la mecánica de
una película.
Cuando el sentimiento se escapa, aparece
lo que llama usted el «orgasmo por principio». Un fenómeno muy masculino, ¿no?
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Sí, que en cierto modo equivale a la simulación femenina. Es extraño el deseo, adviertes perfectamente que en ese terreno
no eres dueño de la materia. Mi protagonista tiene erecciones cuando lee El contrato social; es curioso, ¿no?
Dice usted del carácter político que es
«priápico por naturaleza». ¿Piensa en alguien concreto?
-No. Pero creo que la permanente tensión
en que se encuentran los políticos por lo
que se refiere a la necesidad de seducción
es de orden priápico. Lo que no significa
que sean todos violadores en potencia...
Lo que me sorprende, cuando veo a los
políticos, es ese tenso deseo de seducción a diestro y siniestro. La única cuestión
interesante es la del bien común. Ahora bien, viéndolos funcionar, se advierte
que a menudo eso es bastante secundario. Tal vez me equivoque, pero creo que,
por ejemplo, Mendès France tiene cierto
sentido del bien común. Su imagen, tan
apaciguadora, procede precisamente de
que expresaba ante todo una inteligencia
analítica realmente puesta al servicio de
los demás.
¿Y hoy?
No veo a nadie, no.
Tenemos un miedo ontológico al trato con
nuestro cuerpo, dice usted, mezclado con
el absoluto júbilo de gozar de él. Usted,
que lee desde hace más de tres años el
Bartleby, de Melville, en el teatro, ¿siente
un miedo del mismo tipo?
DIARIO DE UN CUERPO
No. El miedo del actor es distinto. No
es, creo, el miedo al ridículo, ni el de ser
malo o tener fallos de memoria, el gran
miedo es la no-encarnación, que el texto
no se encarne en el actor. Si no eres capaz
de suscitar esta especie de milagro laico
de la encarnación, no existes en un escenario, quedas absolutamente aniquilado.
¿Son los males del cuerpo la expresión de
las taras del carácter?
He aquí un modo absolutamente contemporáneo de hablar del cuerpo solo porque
tiene un alma. El cuerpo es invitado a la
mesa a condición de que nos hable de su
espíritu... De hecho, nada ha cambiado
desde que Choderlos de Laclos sintió la
necesidad, por el decoro público, de decir
que, después de su varicela, la marquesa
de Merteuil llevaba en el rostro su alma.
El hombre, recuerda usted, se lo tiene que
enseñar todo a su cuerpo.
Sí, le enseña a andar, a mirar, a sonarse,
a envejecer, a morir. Somos hasta el final
el hijo de nuestro cuerpo, un hijo desconcertado. En eso, mi narrador es normal –
ni deportista, ni alcohólico, ni follador, ni
hipocondriaco– salvo que sus inicios de
niño enclenque no lo son. Vemos continuamente niños así, al borde de las piscinas de arena: el niño petrificado por la
energía de sus congéneres, que no tiene
cuerpo todavía a los tres o cuatro años.
Me conmueven mucho. Tuve como alumnos a varios chavales de ese tipo, apenas
encarnados, como el Ignatius J. Reilly de
La conjura de los necios.
DIARIO DE UN CUERPO
A pesar de todas sus indignaciones, no es
usted realmente un escritor comprometido...
No lo soy en el sentido en que se concebía en el pasado. De entrada, prefiero los
compromisos microscópicos a las demandas macroscópicas, que, a decir verdad,
no comprometen a nada. Trabajo con una
magnífica escuela del vigésimo distrito de
París, la Vitruve, que se apoya en principios pedagógicos muy distintos, sin adscripción normativa. Allí los maestros son
formidables, los chavales maravillosos.
También colaboro con dos asociaciones
para la enseñanza de la lectura. Leer y
hacer leer y (esta es la clave) apelar a métodos que tienen la valiosa virtud de no
depender del genio de una sola persona,
sino que son generalizables.
¿Qué piensa el ex profe del sistema educativo actual?
Vivimos en una sociedad de rentabilidad
absoluta que, al menos en estos últimos
quince años, considera la escuela como
su peor enemigo, ya que eventualmente podría impedirle de un modo tajante
practicar la prevaricación. Ese tipo de sociedad no necesita la lucidez de la juventud, sino que los mocosos sean hiperconsumidores, eso sí. Probablemente tengo
unas ideas bastante intransigentes, pero
recuerde la primerísima frase inaugural de
nuestro presidente, en materia de cultura,
sobre La princesa de Clèves. Se había indicado el tono, y todo lo demás siguió, se
había iniciado la empresa de demolición.
Escuche la diferencia: cuando De Gaulle
oye en una manifestación que un tipo
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grita «¡Muerte a los gilipollas!», replica:
«Vasto programa». Hoy, tenemos el «Lárgate, pobre gilipollas». Esta es la inmensa
distancia entre el gaullismo a la salida y su
lamentable reducción a la llegada.
Al envejecer, ¿de qué tiene más miedo su
cuerpo? ¿De la memoria que falla? ¿De la
muerte que se acerca?
De hecho, jamás he tenido memoria funcional, soy «alzheimeriano» de nacimiento. De modo que el suelo que se mueve
bajo mis pies, la palabra que busco y ya no
está, es algo que conozco bien. Evidentemente, con la edad la cosa no se arregla,
y no siempre me acostumbro a ello. Por lo
que a la muerte se refiere, echo en falta a
mis amigos, físicamente. Los recuerdos no
colman el cuerpo de mi hermano muerto.
Verlo, oír su voz... Es como si me hubieran
extirpado un miembro.
Marianne Payot,
L’express (Febrero 2012)
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DIARIO DE UN CUERPO
Daniel Pennac en 8 fechas
1944 Daniel Pennacchioni nace en Casablanca (Marruecos).
1969 Enseña francés en un colegio.
1985 Publica La felicidad de los ogros, primer volumen de la saga Malaussène.
1999 Como una novela, ensayo sobre la lectura, obtiene un inmenso éxito.
1995 Abandona la enseñanza.
2007 Mal de escuela obtiene el Premio Renaudot.
2009 Lee en un escenario Bartleby, de Melville.
2012 Aparece Diario de un cuerpo.
DIARIO DE UN CUERPO
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LA PRENSA FRANCESA OPINA SOBRE
DIARIO DE UN CUERPO
«Una visión del cuerpo y de la intimidad que nos afecta a todos.»
William Sbalchiero en L’Express
«Daniel Pennac está en plena forma.»
Anne Crignon en Le Nouvel Observateur
«Empresa literaria sin precedentes en la que un hombre deja en herencia a su hija el
dominio de su vida: las exploraciones de su cuerpo desde los 12 años, 11 meses y 18
días hasta su muerte a los 87 años.»
Anne-Claire Ordas en Pelerin
«Daniel Pennac ha hecho, en Diario de un cuerpo, una especie de manifiesto contra el
éxito de la literatura egonarcisista que triunfa actualmente».
Olivier Maison en Marianne
«Daniel Pennac desarrolla una idea innovadora y arriesgada.»
Bernard Pivot en Le Journal du Dimanche
«La piel de este libro es, literalmente, la carne de su narrador.»
Daniel Garcia en Livres Hebdo
«Un libro profundamente revolucionario.»
Pierre Vavasseur en Aujourd’hui en France
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DIARIO DE UN CUERPO
«Al amparo del primer párrafo de las Confesiones de Jean-Jacques Rousseau, Daniel
Pennac se embarca en una aventura literaria tan única como sorprendente.»
Jean-Claude Raspiengeas en La Croix
«¡Qué idea más extraña y seductora ha realizado Daniel Pennac con este Diario de
un cuerpo!»
Bruno d’Epenou en TeleZ
«Una buena forma, la lectura de este libro, de sentirse humano. Pennac recorre
el cuerpo para descifrar el enigma de la encarnación: ¿cuál es la relación entre mi
cuerpo y yo? Y desvela un misterio que nunca acaba.»
Michel Abescat en Télérama
«Así es la vida vista a través de la tapa del inodoro. Esta es la historia de nuestras
fibras, de un comienzo que contiene miles de muertos, miles de resurrecciones y
miles de vidas plenas. ¡Uf! El narrador escribe una frase que resume tanto su vida
como la nuestra: “Estoy solo como el hombre”.»
Patrick Grainville en Le Figaro
«Daniel Pennac siempre surge cuando menos se le espera.»
Pascale Frey en Elle
«El tono lleno de humor no impide que se produzcan destellos de gravedad».
Marie Chaudey en La Vie
DIARIO DE UN CUERPO
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