20/08/07 Los nuevos pilares del triunfo: la altura y la belleza ayudan a ganar dinero Elisa Fazzino El 9 por ciento es lo que puede verse reducido el salario de una persona con un aspecto físico menos agraciado Foto: Archivo "No todo lo que puede ser contado cuenta y no todo lo que cuenta puede ser contado". La frase, escrita a mano en el estudio de Albert Einstein, era una advertencia, pero también un desafío. Leonardo Becchetti, profesor de economía política en la Universidad de Roma Tor Vergara, recuerda la máxima de Einstein. En su libro ¿El dinero da la felicidad? (Laterza), analiza la relación entre la renta y el nivel de satisfacción en la vida. "Aplicando metodologías estadísticas y econométricas rigurosas -sostiene- se descubren nexos importantes entre variables que pueden tener una enorme utilidad para la elección de políticas económicas. Pero hay que estar atentos y evitar automatismos. Es necesaria una gran cautela e interpretar los datos razonablemente". La sociedad de la apariencia Abundan investigaciones sobre la relación entre el aspecto físico y la renta. En la sociedad de la apariencia, está demostrado que altura y belleza ayudan a ganar más dinero y a subir en la escala social. Ha sido siempre así en EEUU, donde el que quiere ser político tiene que tener dinero y gustar a la gente: George Washington, Thomas Jefferson y Abraham Lincoln eran más altos que sus contemporáneos. Y el propio Bill Clinton es más alto que el americano medio. El joven economista Nicola Persico llamó este año la atención en el Festival de la Economía de Trento con los datos sobre las rentas percibidas por los altos respecto a los más bajos. De un estudio realizado por dos instituciones estadounidenses sobre una muestra de americanos y británicos se deduce que los hombres americanos de raza blanca con unos centímetros más (en torno a los 2,5 cm.) perciben un 1,8 por ciento más de salario. Y los británicos en esas mismas condiciones, un 2,2 por ciento más. En ambos países, la cuarta parte más alta de la población percibe una retribución media de un 13 por ciento más que la cuarta parte de la población más baja. Además, la altura de los adolescentes, más en concreto a los 16 años, es la que determina una mayor o menor renta, cuando llegan a adultos. Anne Case y Cristina Paxson, de la Universidad de Princeton, observaron que, en Gran Bretaña, los más altos, desde su más tierna edad, obtienen mejores resultados en diferentes test de inteligencia. Llegados a adultos ganan más porque eligen trabajos de alto nivel retributivo, que exigen una mayor inteligencia. Y si eran ya más altos a los 16 años -añaden las investigadoras- es porque son hijos bien alimentados y educados de padres más inteligentes y ricos que la media. Los guapos ganan más El mercado laboral castiga a los más feos, que perciben un salario por horas entre un 7 y un 9 por ciento inferior, mientras los más guapos reciben un premio del 5 por ciento, según una investigación de Daniel Hamermesh y Jeff Biddle. "Se trata de estudios que se basan en observaciones empíricas, que, en algunos casos pueden ser útiles para su utilización en política y, en otros, pueden servir para estudiar algún fenómeno", dice el economista Tito Boeri, profesor de economía del trabajo en la Universidad Bocconi. Para medir la felicidad normalmente, se pide a una muestra de individuos que califiquen su nivel de felicidad en una escala del 0 al 10. El tema se discutió a fondo en el Foro Mundial de la OSCE, que se celebró en Estambul a finales de junio. Allí se alcanzó el consenso en cuanto a que no hay que basarse sólo en indicadores económicos: los datos de carácter psicológico y cualitativo son importantes, aunque no pueden sustituir a los elementos de naturaleza cuantitativa y objetiva. "Los análisis demostraron -apunta Enrico Giovannini, director de estadísticas de la OSCE- que las personas reaccionan incluso ante el mismo tipo de política económica según la aproximación más o menos positiva que tengan ante la vida". Evaluando la felicidad "A la hora de evaluar la propia felicidad, intervienen mecanismos de satisfacción y nos comparamos con grupos de referencia. Por ejemplo, el parado en una región con alta tasa de paro es menos infeliz que un parado en una región con baja tasa de paro. En definitiva, como dice el refrán, mal de muchos, consuelo de tontos". La comparación entre países es especialmente insidiosa, a causa de las diferencias culturales que plasman los datos nacionales. En la clasificación, los más felices son los daneses, mientras los estadounidenses ocupan el décimo séptimo lugar. Italianos y españoles ocupan el mismo puesto: el vigésimo sexto. Pero para consuelo de ambos, allá en la trigésima posición aparecen los franceses.