Marinos vascos en la Armada Republicana Al caer el frente Norte, la mayoría del personal de la Marina de Guerra Auxiliar de Euzkadi consiguió llegar a puertos franceses. En Francia quedarían definitivamente algo más de la mitad de estos marinos, entre ellos los comandantes Manuel Galdós, Francisco Elortegi, José Antonio Sopelana, los capitanes y muchos de los patrones de los dragaminas y la mayoría de los responsables de los servicios de tierra de la Jefatura de Marina. El resto cruzó la frontera catalana y prosiguió la guerra en las filas republicanas. Un grupo de más de medio centenar ingresó en la Marina Republicana. Entre ellos figuraban el 1º oficial del Bizkaya, Rafael Menchaca, y el del Donostia, Amadeo Uribe, y personal que había servido en el José Luis Díez y en los buques republicanos refugiados en Francia. Un grupo algo menor, encabezado por el comandante del Iparreko-Izarra, Pedro Ruiz de Loizaga, y el jefe de máquinas del Bizkaya, José Martínez González, ingresó en las unidades de Carabineros de Mar. Los demás pasarían al Ejército de Tierra y a la DCA (Defensa Antiaérea). Entre los profesionales de la Armada, el número de vascos no era especialmente significativo. Sin embargo sí lo fue en la Reserva Naval formada con el personal procedente de la Marina Mercante, donde los oficiales vascos eran quizá el núcleo más numeroso. El escalafón de la Reserva Naval incluía al menos 17 vascos entre los más de cincuenta capitanes de corbeta y comandantes maquinistas inscritos, 27 tenientes de navío y capitanes maquinistas de setenta y seis, 7 alféreces de navío y tenientes maquinistas de cincuenta y otros varios entre los auxiliares y categorías inferiores. Algunos pasarían después, mediante cursos abreviados, al Cuerpo General de la Armada, como los capitanes de corbeta Enrique Bilbao Bilbao y Pedro Marcos Bilbao que acabarían la guerra como tenientes de navío del Cuerpo General. Es más difícil precisar el número de vascos entre los maestres y marineros pero también debían ser bastantes pues su presencia se puede constatar en todos los buques de la Flota y también en algunos barcos menores y auxiliares y en la Infantería de Marina. Desde el comienzo: el «Xauen» para la República Marinos vascos estuvieron presentes en casi todas las acciones de importancia de la guerra desde el mismo estallido de la sublevación. Como ejemplo podría hablarse del caso del guardacostas Xauen (TN Eduardo Armada). La rebelión le sorprendió atracado en El Ferrol. Al iniciarse la lucha su comandante, que estaba decidido a incorporar el buque a los rebeldes y desconfiaba de su tripulación, salió con el buque hacia La Coruña en la medianoche del 20 de julio. Allí esperaba recibir auxilio para reducir a los que se le opusieran. Sin embargo, la noche del 21 al 22, cuando él y su segundo comandante esperaban el resultado de sus gestiones con los militares sublevados en La Coruña, la dotación les sorprendió, les encerró en sus camarotes y se hizo con el control del barco. Varios marineros vascos que cumplían el servicio militar a bordo del Xauen participaron en la acción y uno de ellos, Félix Iribar Ardanza, de Elanchove, que estudiaba entonces para piloto de la Marina Mercante asumió el gobierno del buque y lo condujo a Málaga, donde entró la noche del 24 al 25, después de bordear toda la Península. El Xauen fue el único de los buques de la Base Naval de El Ferrol que pudo incorporarse a la Flota Republicana. En agosto embarcó como capitán mercante Fernando Delicado Valle, de las Arenas. El guardacostas tomó parte en el desembarco en Mallorca y acabó bloqueado en Málaga a comienzos de 1937. Allí fue hundido el 8 de febrero para evitar su captura. Parte de la tripulación, entre ellos Félix Iribar y el grupo de vascos pasó al submarino C-4. Iribar llegaría luego a alférez de navío en el destructor Lepanto. Fernando Delicado, por su parte sería hecho prisionero a bordo del Galdames tras el combate de Cabo Machichaco. En los submarinos En el C-4 iba de comandante el teniente de navío de la Armada Jesús Lasheras Mercadal, donostiarra y simpatizante de los franquistas. Varios tripulantes más eran de origen vasco. El submarino fue enviado al Cantábrico en mayo de 1937 y operó desde Santander. Su actividad en el Norte fue nula por la acción saboteadora de su comandante que después de la evacuación de Santander, condujo su buque a La Verdon el 28 de agosto y allí desertó. El C-4 no regresaría al Mediterráneo hasta abril de 1938. Varios oficiales vascos de la Reserva Naval sirvieron en submarinos republicanos. Fue el caso de Ignacio Ibarzabal Egia, de Guecho, que llegó a mandar el C-1 durante el mes de agosto de 1936. Un guipuzcoano, de Deba, Fidel Emparanza Zabala embarcó en el C-6 como oficial de derrota en agosto de 1936 y actuó también como comandante del submarino durante el mes de enero de 1937. El C-6, como ya se ha visto en otras páginas, fue el más activo de los submarinos republicanos. Subió al Cantábrico en mayo de 1937 y actuó allí hasta su hundimiento el 20 de octubre. Además fue el único que embarcó tripulantes procedentes de la Marina de Guerra Auxiliar de Euzkadi. Fidel Emparanza, ascendido a capitán de corbeta, pasó luego un corto período como oficial del crucero Libertad. En 1938 fue nombrado 2º comandante del C-4 mientras estaba en Burdeos y regresó con él a Cartagena en abril de 1938. Más adelante ocupó el mismo cargo en el C-1, realizando cruceros de vigilancia por la costa mediterránea hasta que el barco fue hundido en un bombardeo aéreo en Barcelona la noche del 8 al 9 de octubre de 1938. Otros oficiales vascos embarcados en submarinos fueron los capitanes de corbeta Victoriano Espinosa Echevarría, bilbaino, que estuvo de oficial de derrota en el C-2 durante la campaña del Norte, y Esteban Hernandorena, portugalujo, que también participó en las operaciones de traslado a Cartagena en 1938 del C-2 y del C-4, refugiados en Francia desde septiembre de 1937, y fue luego oficial de derrota del José Luis Díez. En cruceros y destructores La escasez de oficiales del Cuerpo General de la Armada hizo que fueran muy numerosos los oficiales mercantes de la Reserva Naval que ocuparan puestos relevantes en los principales buques de combate de la Armada Republicana. Embarcaron generalmente como ofíciales de derrota y algunos llegaron a 2º comandante e, incluso, a mandar algún buque. Estaban entre ellos los capitanes de corbeta Francisco Amézaga (de Plencia, oficial del Almirante Miranda y 2º comandante del Libertad), Rafael Menchaca (de Plencia, oficial del Císcar, 2º comandante del Almirante Antequera, José Luis Díez y crucero Cervantes), Rafael Inda Ajuria (de Guecho, oficial del Almirante Ferrándiz y Méndez Núñez, 2º comandante del Jorge Juan), Pedro Marcos Bilbao (de Bilbao, 2º comandante del Escaño, comandante del Almirante Antequera), Lucio Acha Mota (de Bilbao, 2º comandante del Gravina y del Antequera), José Aguirre (de Vitoria, oficial del Sanchez Barcáiztegui, falleció en un bombardeo aéreo en Cartagena), Joaquín Palacios (de Elanchove, 2º comandante del Jorge Juan), los tenientes de navío Manuel Azkune (de Algorta, oficial del José Luis Díez y Almirante Valdés), Carmelo Larrasquitu Torre (de Erandio, oficial del Almirante Miranda), ... Entre los oficiales profesionales estaba el guardiamarina tolosarra, ascendido durante la guerra a capitán de corbeta, Juan Antonio Castro (2º comandante del crucero Méndez Núñez, comandante del Císcar y del José Luis Díez) y los capitanes maquinistas Pedro de Loyola (de Bermeo, jefe de máquinas y 2º comandante del José Luis Díez), Rodolfo Babío (portugalujo, jefe de máquinas del Císcar y del Escaño),... En el Cuerpo de Auxiliares de Sanidad ingresó Anastasio Arbe Oleagoitia (de Bilbao, en el Císcar y Miguel de Cervantes) que antes había sido practicante del bou Araba. Además había marineros vascos repartidos por todos los buques, con grupos superiores a treinta personas en el Méndez Núñez, Císcar y José Luis Díez; eso sin contar los más de 200 tripulantes que llegaron a embarcar en ambos destructores, procedentes de la Marina de Guerra Auxiliar de Euzkadi. Los vascos participarían así en las principales operaciones de la Flota Republicana en el Cantábrico y Mediterráneo, en las escoltas de convoyes, combate de Cherchel (7-9-37), hundimiento del Baleares (6-3-38), ... En los barcos auxiliares También en los guardacostas y buques auxiliares de la Marina de Guerra Republicana había un buen número de marinos vascos. En 1937, para proteger el tráfico mercante en aguas costeras, la Marina Republicana organizó varias Flotillas de Vigilancia y Defensa Antisubmarina agrupando a los guardacostas, dragaminas y lanchas antisubmarinas situados en las diferentes bases navales repartidas por el litoral levantino: la de Cartagena (2-1-37), Cataluña (7-6-37), Almería (26-6-37), Valencia (17-8-37) y la de Baleares (31-10-38). Desde octubre de 1937 estas flotillas se coordinaron a través de un organismo denominado Jefatura de la Defensa Móvil Marítima. Varios oficiales vascos sirvieron en estas unidades de defensa costera, como el teniente de navío Iñigo Renteria Aurrekoetxea, inspector del rastreo de minas de la Flotilla de Vigilancia de Almería o el capitán de corbeta Angel Chicot Badiola, de Bermeo, 2º comandante del cañonero Laya, buque insignia de la Flotilla de Vigilancia de Valencia hasta que fue hundido en un ataque aéreo (15-6-38). Varios más sirvieron en la Flotilla de Vigilancia de Cataluña, por ejemplo el teniente maquinista Pedro Etxaniz (ex 2º maquinista del Gipuzkoa), destinado a la Plana Mayor; el primer mecánico Moisés Larrabeiti Bilbao (antes en el D-8), embarcado en la lancha antisubmarina Ella; el auxiliar de artillería Francisco López Rico (cabo de cañón del Donostia); el patrón Guillermo Anduiza Goicoechea, comandante del dragaminas D-195, los subdelegados del rastreo de minas en La Selva y Guixols, Santiago Azcorra y José Mª Artategui, ... También los había en los buques auxiliares. Más de una quincena tripulaba el buque tanque Elcano y bastantes más estaban repartidos por diversos transportes de guerra. En el SAC-2 (luego denominado Transporte T-C) estaban los tenientes de navío de la Reserva Naval Lucio Solaegi, de Guernica, y Mario Agirre Arretxe, de Lequeitio, como comandante y 2º comandante respectivamente; el capitán maquinista Francisco Llona Menchaca, de Urduliz, durante un tiempo jefe de máquinas del buque, y los alféreces de navío Luis Goicoechea Eguía, de Lequeitio, y Gerónimo Zabala Zarraga, de Bermeo. Lucio Solaegui había mandado antes el transporte Poeta Arolas (Transporte T-A), hundido en un bombardeo aéreo de Cartagena (12-7-38). Además de los ya citados, el capitán de corbeta Joaquín Palacios estuvo también embarcado en el transporte Almirante Lobo. Varios más estuvieron en mercantes armados dedicados al tráfico con la URSS o entre los puertos republicanos del Mediterráneo: los capitanes de corbeta Eugenio Montilla Escudero, de Corella, y Rafael Inda Ajuria se alternaron al mando de los mercantes armados Cabo San Agustín y Cabo Santo Tomé. Al efectuar un viaje éste último, bajo el mando de Rafael Inda y cargado de armas desde Odessa (URSS) para Valencia, fue atacado por buques franquistas cerca de la costa argelina el 10 de octubre de 1937. Venía camuflado con bandera inglesa y nombre falso de Korsu, cuando fue interceptado por los cañoneros Dato (CC Joaquín Bustamante) y Cánovas (CC Pascual Cervera) frente a Galita que le cañonearon e incendiaron. El mercante, con una artillería inferior a la de sus oponentes, no pudo hacerles frente y fue a embarrancar en la costa; entre sus tripulantes hubo 1 muerto y 7 heridos. El Cabo San Agustín quedaría internado en Feodosia (URSS) al finalizar la guerra y se incorporaría luego a la Marina Mercante soviética. Otro buque destinado a este mismo tráfico fue el Artea Mendi (Transporte TM), que estuvo bajo el mando del teniente de navío Vicente Artolazaga, de Gatica, sustituido en los últimos meses de la guerra por Mario Agirre. El «Tramontana» y el «Vita» Pero el buque con mayor proporción de vascos de toda la Marina Republicana fue el transporte armado Tramontana. Originalmente era un bacaladero de la compañía PYSBE, gemelo del Mistral, luego transformado en bou Gipuzkoa. No llegó a incorporarse a la Marina Auxiliar de Euzkadi porque en septiembre de 1936 fue reclamado por el ministro de Marina y Aire, Indalecio Prieto cuando estaba seleccionado para ser artillado. El Tramontana operó el resto de la guerra en el Mediterráneo convertido en un buque muy singular. Se le destinó a cometidos especiales, generalmente bajo dependencia directa del Estado Mayor de la Marina Durante toda la guerra mantuvo a la mayoría de su primitiva tripulación de PYSBE que encabezaba el capitán de corbeta de la Reserva Naval Mariano Manresa, santanderino; como lº oficial iba el lequeitiarra Isaac Echave, con categoría de teniente de navío; de jefe de máquinas, el capitán maquinista Alvaro Arechavaleta, de Erandio; de 2º, Manuel Aberasturi, de Arteaga, y de 3º Eduardo Echaniz, de Elgoibar. Más adelante se incorporarían los alféreces de navío de la Reserva Antón Brouard, de Lequeitio, y Amadeo Uribe, de Busturia. También la mayoría de los subalternos y marinería eran vascos y alguno cántabro. Prieto reclamó el buque para dedicarlo al traslado de oro del Banco de España desde Cartagena a Marsella con el fin de pagar compras de material militar hechas en Francia. El Tramontana realizó cuatro de estos viajes el 12 y 29 de octubre de 1936, el 9 de diciembre y el 10 de enero de 1937, transportando 1.688 cajas con más de 110 toneladas de oro sin sufrir ningún percance. Una vez finalizados los transportes de oro, se dedicó a labores de transporte de guerra, realizando un viaje mensual entre Cartagena y los puertos republicanos del Mediterráneo. En el verano de 1937 se le instaló a popa una ametralladora antiaérea y desembarcó Mariano Manresa, asumiendo el mando del buque el teniente de navío Isaac Echave. Después del verano los viajes como transporte continuaron al mismo ritmo. En el transcurso de uno de ellos, el 14 de octubre, el Tramontana fue atacado por el submarino italiano Galileo Galilei (CC Alfredo Criscuolo) que, operando bajo bandera española como General Mola II, le lanzó tres torpedos. El ataque se produjo de madrugada cuando el barco cruzaba frente a Tarragona en dirección a Barcelona, a la altura del cabo de Salou. Dos torpedos pasaron por proa y popa sin alcanzar al barco y el tercero, bien centrado, pasó afortunadamente por debajo. En febrero de 1938 trasladó a Rosas 250 minas que debían servir para establecer las defensas submarinas del puerto. Durante el mes de junio se le montó en Cartagena 1 cañón Vickers de 101’6 mm. a proa, conservando a popa la ametralladora antiaérea. Nunca llegaría a emplear el cañón en acción de guerra y la ametralladora sólo en una ocasión, durante un ataque aéreo contra Barcelona. En julio fue asignado a la Flotilla de Vigilancia y Defensa Antisubmarina de Valencia, muy mermada por varios ataques aéreos, aunque el Tramontana siguió prestando los mismos servicios de transporte entre Cartagena, Valencia y Almería. El 31 de agosto desembarcó el comandante Isaac Echave y varios tripulantes, reclamados por el ministro de Hacienda para que se presentaran en Barcelona. Más adelante se trasladarían a Francia con Mariano Manresa, el antiguo comandante del buque, para hacerse cargo del tesoro de la República. A ellos se les encomendó conducirlo a México, a bordo del yate Vita. La tripulación del yate estaba formada por oficiales y marineros vascos y cántabros, bajo el mando del capitán José Ordorika, de Lequeitio, y de Mariano Manresa como administrador responsable de la operación. El tesoro llegó a Veracruz en el Vita el 23 de marzo de 1939 y sirvió para auxiliar a los republicanos en el exilio después de la guerra. A Echave le sustituyó en el mando del Tramontana el teniente de navío Manuel Hoyos Amenabar de Santurce, que sólo estaría un mes, pues a finales de septiembre tomaría el mando el alférez de navío Amadeo Uribe, antiguo oficial del bou Donostia y permanecería en él hasta el fin de la guerra. Rumbo a Bizerta El episodio final de la Guerra Civil en el mar, el abandono de Cartagena por la Flota Republicana, tuvo también nombres vascos entre sus protagonistas. El 5 de marzo de 1939, la Flota se vio obligada a abandonar su base de Cartagena al estallar en la ciudad una rebelión de signo franquista, al tiempo que en Madrid triunfaba el golpe de Estado del coronel Casado. Otros buques también siguieron a la Flota en su salida, como el Tramontana y el Transporte T-C (ex SAC-2), cargados de personas que escapaban de la ciudad presintiendo el final. En vista de que la situación no estaba clara, el Jefe de la Flota, decidió no regresar y puso rumbo a las costas de Argelia. Una de las pocas voces discordantes fue la del comandante del destructor Almirante Antequera, el ya teniente de navío del Cuerpo General Pedro Marcos Bilbao, que pretendió regresar a Cartagena para no abandonar a los republicanos que habían quedado allí, pero el Jefe de la Flota le obligó a reincorporarse a la formación. A bordo del buque insignia, el crucero Miguel de Cervantes, varios mandos socialistas y el Jefe del Estado Mayor detuvieron a una treintena de marinos, entre ellos al 2º comandante, capitán de corbeta Rafael Menchaca, por temor a que intentaran apoderarse del buque para regresar a Cartagena. Finalmente la Flota entró en el puerto tunecino de Bizerta el 7 de marzo, después de solicitar asilo para sus tripulaciones. El Tramontana, el T-C y otras embarcaciones lo hicieron en Orán el mismo día, iniciando un goteo de llegadas de buques sueltos que se prolongaría todo el mes. La guerra había concluido en el mar. Muchos marinos vascos fueron a parar a campos de concentración: Marcos Bilbao, Menchaca, Azkune, Uribe, Palacios, Iribar, Agirre, Acha, ... Para ellos empezó entonces el largo camino del exilio.