Neocolonialismo y sus consecuencias Extraído de Escuelapedia La industrialización del continente había marcado un intenso proceso de expansión económica. El crecimiento de los parques industriales y la acumulación de capital hicieron que las grandes potencias económicas de Europa buscasen expandir sus mercados anhelando una mayor cantidad de materia prima a bajo costo. Fue en este contexto que, desde el siglo XIX, estos países buscaron explorar las regiones de África y Asia. Cada vez más, los gobiernos europeos intervinieron políticamente en estas regiones con el interés de satisfacer la demanda de sus conglomerados industriales de gran tamaño. Distinguido del colonialismo en el siglo XVI, este nuevo modo de operación estaba destinada a que las áreas de mercados dominados por grandes consumidores de sus productos industriales y, al mismo tiempo, los centros de abastecimiento de materia prima. Además, el crecimiento acelerado de la población europea hizo de la dominación afroasiática una alternativa frente al excedente poblacional de Europa que, ya en el siglo XIX, albergó a más de 400 millones de personas. A pesar de tener grandes espacios de dominación, el control de las regiones seleccionadas por el neocolonialismo estimuló la práctica una incitación política fuerte entre las potencias europeas. Los monopolios comerciales mantenidos por las grandes potencias industriales hicieron del período del siglo XIX un ambiente lleno de tensión política. Como resultado de la intensa competencia de los países de Europa, el siglo XX abrió sus puertas a la era de la Primera Guerra Mundial. Además de los intereses de orden político-económico, la práctica imperialista buscaba justificarse con un apoyo ideológico en sus bases. La teoría del darwinismo social de Herbert Spencer, llevo a la interpretación de una hegemonía de Europa sobre la evolución de las sociedades humanas. En contraste, África y Asia eran consideradas las poblaciones débiles con civilizaciones consideradas como primitivas e infantiles. Siguiendo este concepto de predominio en la época neocolonial, el escritor británico Rudyard Kipling defendía que el repaso de los ‘desarrollados’ conceptos de la cultura europea a la de Asia y África representaba la carga del hombre blanco en el mundo. Con respecto a África, podemos destacar la Conferencia de Berlín (1884 – 1885) en la que varias potencias europeas se reunieron el fin de dividir los territorios coloniales en África. En esta región podemos destacar el notable proceso de la dominación británica, que garantizaba el monopolio en el Canal de Suez, en el norte de África. Estableciendo este vínculo entre el Mar Mediterráneo y el Mar Rojo, esa gran construcción fue de enorme importancia para las demandas económicas del Imperio Británico. En el sur, los británicos emprendieron la formación de la Unión de Sudáfrica gracias a los logros militares obtenidos en la Guerra de los Boers (1899-1902). En la India, la presencia británica también ha figurado como una las principales potencias coloniales en la región. Después de la victoria en la Guerra de los Siete Años (1756 – 1763), Inglaterra logró construir un vasto imperio marcado por una fuerte demanda en su estructura política y administrativa. La opresión inglesa fue el blanco de una revuelta indígena que estalló en la Guerra de los cipayos, que se produjo entre 1735 y 1741. Para evitar esto, la colonia de la Corona británica se convirtió en la parte india del Imperio Británico. Resistiendo históricamente el proceso de resistencia a la ocupación, desde el siglo XVI, Japón fue capaz de evitar la dominación durante siglos de sus territorios. Sólo en la segunda mitad del siglo XIX, las tropas militares de EE.UU. lograron forzar la apertura de la economía japonesa. Con la entrada de los valores y conceptos de la cultura occidental en Japón, se produjo una reforma política y económica que industrializó al país. Este hecho fue conocido como la Revolución Meiji. Con estas reformas, Japón salió de su situación económica para entrar en las disputas feudales de los imperialistas. En 1894, los japoneses declararon la guerra a China y tomaron el control de la región de Manchuria. También estuvieron interesados en la exploración de la misma región los rusos quienes disputaron la región china en la Guerra Ruso-Japonesa de 1904. Después de confirmar el dominio de Manchuria, los japoneses también disputaron regiones del Océano Pacífico con los EE.UU., que se tradujo en conflictos entre estos poderes, entre los años 1930 y 1940. Otras guerras y conflictos son el resultado del neocolonialismo. Entre ellos, podemos incluso poner de relieve la Primera Guerra Mundial y la Segunda Guerra Mundial. Finalmente, nos dimos cuenta de que la solución obtenida por las naciones industriales frente a la cuestión de superproducción económica tuvo consecuencias desastrosas. El imperialismo fue responsable de un total desmantelamiento de las culturas africanas y asiáticas. Hoy vemos que las guerras civiles y los problemas socio-económicos dominados en esas regiones están estrechamente relacionados con la acción imperialista.