Venganza, castigo y justicia en El castigo sin venganza de Lope de

Anuncio
449
Venganza, castigo y justicia en
El castigo sin venganza de Lope de Vega
y en El médico de su honra de
Calderón de la Barca1
Hélène Tropé
Université Paris 3 Sorbonne Nouvelle (CRES – LECEMO)
N
umerosas obras maestras del teatro áureo español tienen “el sexo, el
poder y la justicia como elementos vertebradores” (Pedraza Jiménez,
2007, 11); el adulterio es un tema recurrente y también lo es la honra cuya
fuerza dramática ensalza Lope en el Arte nuevo.
Ambos temas aparecen en dos obras escritas y representadas con pocos
años de diferencia: El castigo sin venganza de Lope de Vega (Kossoff, 1989)
y El médico de su honra de Calderón (Cruickshank, 2010). El manuscrito de
la primera está fechado en Madrid el 1 de agosto de 1631 y se publicó por
primera vez, en forma suelta, en Barcelona en 1634. La segunda se escribió
entre 1633-1635 y se publicó en Madrid en la Segunda Parte de las comedias
de Don Pedro Calderón en 1637.
Me propongo estudiar el tratamiento que en ellas reciben la venganza,
el castigo y la justicia, analizando en especial el papel de los maridos deshonrados, ambos nobles.
Los homicidios de las dos esposas no pueden enjuiciarse con la mentalidad actual; sólo cabe abordarlos desde el sistema jurídico y de valores de
su época, que evolucionó desde la venganza privada al castigo público y es
precisamente en ese punto intermedio en el que se pueden situar estas obras.
En El castigo la acción transcurre en el ducado italiano de Ferrara en un
tiempo imaginario. El médico se sitúa en Sevilla, durante el reinado de Pedro
I, apodado el Cruel por sus enemigos y el Justiciero por sus partidarios, que
reinó de 1350 a 1369. Interesa, pues, revisar el tratamiento del adulterio en
las Edades Media y Moderna y empezaré analizando las leyes relativas a la
infidelidad femenina para mostrar que, en ambas obras, se resuelve entre la
medieval venganza privada y el moderno ajusticiamiento público si bien en
los dos casos los maridos uxoricidas se tornan víctimas.
1
Mi trabajo se beneficia de mi vinculación a los proyectos de investigación financiados por el
MICINN con los números de referencia FF12011-23459 Y CDS2009-00033.
450
HISPANISMOS DEL MUNDO: DIÁLOGOS Y DEBATES EN (Y DESDE) EL SUR
El adulterio: leyes y casos
En los siglos pasados el matrimonio era una relación asimétrica. Lo
que en la Baja Edad Media se llamaba la “marital corrección”, es decir, los
castigos que el marido imponía a la mujer para enderezarla y educarla, era
una conducta aceptada e incluso esperada. Corregir, castigar, corrección
y castigo eran términos con connotaciones pedagógicas que aparecían en
contextos educativos (García Herrero, 2008, 39-71).
Ya el Fuero Juzgo de Castilla ordenaba que se entregara a adúltera y
cómplice al esposo ofendido quien podía matarlos con impunidad siempre
que diese muerte a ambos (Collantes de Terán, 1996, 201-228). Después, en
las Partidas de Alfonso X el Sabio (1252-1369) se decretó que, en caso de
que la pareja fuera sorprendida en flagrante delito, el marido podía matar al
hombre si era villano pero no si era noble, en cuyo caso tanto éste como la
esposa ofensora quedaban en manos de la justicia.
Si tras la acusación y el juicio la culpabilidad de los adúlteros quedaba
probada, se condenaba a muerte al varón y a la mujer se la azotaba y se la
recluía en un monasterio, perdiendo ambos sus bienes. Sin embargo, en
virtud de las Leyes del Reino, el marido podía matar al hombre sorprendido
en flagrante delito aunque fuera noble: así lo confirmaba el Fuero Real (4, 1,
7) y como tal se recogió en la Nueva Recopilación (8, 20, 1) de Felipe II en
1569 (Felipe II, 1982 [1640], 346-347). La impunidad del marido traicionado
se justificaba apelando al dolor y a la defensa de su honor.
Por el contrario, si no se les sorprendía en el acto (caso de estas obras) se
condenaba a la adúltera a penas de azote y enclaustramiento y ambos perdían
la dote y las arras pero el marido no podía tomarse la justicia por su mano
aunque si lo hacía, los jueces solían ser bastante benevolentes con él, sobre
todo cuando el adulterio femenino era cosa pública pues atañía al honor del
esposo. Los casos de uxoricidas perdonados en la Baja Edad Media y aun
en la Moderna no son escasos ya que, a pesar de las leyes, estos asuntos se
seguían resolviendo privadamente con la muerte de la culpable.
Poco a poco estos asuntos pasaron a la esfera pública. Según Las Leyes
de Toro de 1505, si el marido mataba a los adúlteros no podía disponer de
sus dotes y bienes y así se fue impidiendo la venganza personal. Las dos
obras que nos interesan ilustran ese punto intermedio.
Entre la venganza privada y el castigo público:
de lo individual a lo colectivo
En El castigo se pasa del conflicto particular al público mediante la
transformación de una ofensa privada en un problema político, de sucesión.
ANEXO DIGITAL
451
Inspirándose en el caso histórico acontecido en Ferrara a principios del
siglo XIV, donde el adulterio de la esposa y el hijo bastardo de Nicolás III
de Este concluyó con la decapitación de los culpables después de tres días
de juicio, Lope escenifica los amores de Casandra (joven esposa del duque
de Ferrara) y el hijastro de este último. Cuando el duque se entera, descarta
un juicio que daría a conocer su deshonra pero tampoco puede matarlos él
mismo porque atentaría contra la ley natural y se convertiría en asesino de
su propia familia; escudándose en la ley divina y actuando como padre – y
no como marido – castiga a su hijo y restaura así el orden social: “Seré
padre y no marido / dando justicia santa / a un pecado sin vergüenza / un
castigo sin venganza”. Con astucia transforma un delito sexual privado en
un asunto político de traición: instiga a su hijo a apuñalar a Casandra sin
saber que es ella y, una vez cometido el crimen, lo acusa de querer eliminarla
para impedir que el futuro hijo de ella le prive de su herencia. Así escenifica
Lope la tensión entre venganza familiar y tratamiento judicial del adulterio,
entre conflicto privado y público.
En la obra de Calderón el recurso a la venganza privada aparece a las
claras como reacción ante la impotencia de la justicia real para solucionar
el problema generado por el incesante cortejo al que el infante Enrique (se
trata de Enrique de Trastámara hermano bastardo del rey, quien dará muerte
al monarca en Montiel en 1360) somete a Mencía, esposa de Gutierre. Después de hallar la daga del infante en el cuarto de su mujer, Gutierre acude a
Pedro I a pedir justicia pero, durante la entrevista que el rey mantiene con su
hermanastro, éste lo hiere sin querer y aterroriza al monarca, que interpreta
el torpe gesto como un presagio del hado fatal que le aguarda. El justiciero
se convierte entonces en un ridículo incapaz y Gutierre, que lo ha presenciado todo oculto tras una cortina, decide matar a Mencía para que cesen los
desórdenes morales y políticos: “Arranquemos de una vez / de tanto mal las
raíces. / Muera Mencía; […]”. El uxoricidio deja de ser un asunto personal y
aparece como el último remedio de un conflicto que afecta no sólo al honor
de una casa sino a la imagen de la monarquía. Esto se confirma cuando, al
final de la obra, el rey perdona al ofendido y lo casa con Leonor, avalando la
versión oficial de la muerte accidental de Mencía, aun sabiéndola falsa. La
imagen de Pedro I se ha ido degradando y de “Justiciero” pasa a ser “Pedro
el Injusto” (Vitse, 2002, 163-186).
El adulterio trastorna el orden y causa problemas políticos. No es de
extrañar que la eliminación de la esposa culpable tome, en ambas obras, la
forma de un sacrificio ritual y el castigo de los culpables se considere un
acto público, ejemplar y hasta espectacular. Los dos asesinatos poseen una
importante dimensión simbólica pues los maridos agraviados se desdoblan
metafóricamente en “juez” y “médico” de su honor y se las arreglan no
452
HISPANISMOS DEL MUNDO: DIÁLOGOS Y DEBATES EN (Y DESDE) EL SUR
sólo para que sean terceros quienes ejecuten a sus mujeres sino para disfrazar su venganza. Además, ambos desenlaces son públicos y conllevan una
dimensión metateatral evidente que insiste en la exhibición notoria de los
cadáveres de las víctimas.
Así, el duque de Ferrara recrea un juicio imaginario donde unos personajes alegóricos juzgan el caso: “[…] el honor, en la sala / de la razón
presidiendo / quiere sentenciar la causa. / El fiscal verdad le ha puesto / la
acusación, y está clara / la culpa […]” transformándose el marido ofendido
en juez que imparte “la justicia divina” y el doble asesinato (de Casandra
a manos de su amante y de éste por el marqués de Gonzaga) aparece como
una sanción moderna pues el agraviado no sólo no ejecuta a los culpables
sino que se las arregla para que, cito: “Ejecute su justicia / quién ejecutó su
infamia”. Se insiste sobremanera en que los dos cadáveres queden a la vista
de los demás personajes que, con su aprobación, transforman las muertes en
un castigo público y ejemplar.
Por su parte, en El médico, Gutierre se convierte en galeno y sana metafóricamente su honor recetando una sangría a su esposa y obligando a un
barbero a desangrarla por completo. Después, ante el rey y sus acompañantes
que han acudido a la casa, Gutierre muestra el cadáver de su mujer (ahora
honesta y no sospechosa de adulterio), convirtiendo el asesinato en trágico
accidente: “Mencía, mi amada esposa, tan hermosa como casta, virtuosa
como bella (dígalo a voces la fama) […]”.
Tan bien disfraza el marido el delito y es tan grande la necesidad de que
cese el desorden que ninguno de los allí reunidos ofrece la menor reserva.
Las palabras del esposo amenazando a Mencía con devorarle el corazón si
descubre que lo engaña y la especial insistencia en la sangre derramada nos
llevan a pensar en una venganza privada que se presenta como un sacrificio
expiatorio público que todos aprueban (Petro del Barrio, 2006). Llama en
especial la atención la actuación del monarca, empeñado en su fallida función
de mal justiciero que, aunque sabe la verdad, no sólo valida la versión del
accidente eximiendo a Gutierre de toda culpa, sino que le ofrece un nuevo
matrimonio que el leal vasallo acepta no sin antes prometer que volverá a
ser “médico de su honra” si es necesario. Del diálogo entre Gutierre y el
rey sale éste mal parado, vencido en sus desmedidas pretensiones de lucirse
impartiendo justicia y dominado hasta el final por el heroísmo del marido traicionado, inquebrantable en su defensa de unos valores aristocráticos ideales.
Sin embargo, en ambas obras los esposos ultrajados terminan siendo
también víctimas del proceso.
ANEXO DIGITAL
453
La conversión de los maridos en víctimas
No podemos ignorar las amargas quejas de los dos maridos contra un
código de honor que les ha obligado a poner fin a la vida de sus seres queridos. Ambos acaban vengados pero privados para siempre de aquellos seres
a quienes amaron.
Por si fuera poco, la ironía sofoclea hace que todo cuanto intentan los
héroes trágicos para silenciar su deshonor fracase: la deshonra del duque
es un secreto a voces y lo mismo ocurre en El médico donde todos los
personajes saben que, lejos de ser un accidente, la muerte de Mencía es
responsabilidad de Gutierre.
Desde el punto de vista ideológico, la muerte de los amantes se podría
interpretar como el justo castigo por haber puesto en peligro los valores
aristocráticos y la herencia de una noble familia (Serralta, 2007, 35-54). Esa
defensa de los ideales de nobleza se encarna en Gutierre quien consigue que
el propio rey – incapaz de hacer justicia él mismo – apruebe su mortífero
proceder.
Sin embargo, al perder a sus familiares, los vengativos esposos sólo
obtienen un triunfo parcial. Presionados por el código del honor, los ofendidos
acaban eliminando a los causantes de su infamia y convierten sus crímenes
en algo más que una simple represalia (gracias a las metáforas judicial y
médica y, en el caso de Mencía, a la ritualización) pero no logran preservar
el secreto de su agravio y pierden a sus seres amados. Y sin duda esto es así
porque la necesidad de restablecer el orden amenazado por el adulterio es
en realidad un proceso que afecta a toda la sociedad e impide que el secreto
se mantenga oculto a la vez que genera, al final, dos tipos de víctimas: las
esposas asesinadas y los maridos asesinos (Arellano, 2009, 15-49).
En conclusión, en ambas obras el conflicto privado se transforma en
conflicto político. Se escenifica el paso de la venganza privada a un castigo
público que no es ejecutado por el agraviado y cuyo valor ejemplarizante
aprueban los demás personajes.
Por otra parte, conforme a los códigos de la tragedia, todo acaba mal y el
héroe fracasa en todos sus empeños: el agravio, que debía quedar secreto, es
sabido de todos; ambos maridos pierden a sus seres queridos por defender un
ideal de nobleza y además, el duque de Ferrara no tendrá heredero legítimo.
Por último, sería interesante averiguar si esta representación del adulterio
femenino es propio de estas dos tragedias o si se vuelve a encontrar en otras
obras del teatro áureo y, dado el caso, cómo se trata el tema y en qué contexto.
Nos ayudaría a acabar de una vez por todas con aquellos juicios maniqueos
y anacrónicos de la crítica literaria sobre estos maridos presentados como
seres desquiciados e irracionales, cuando en realidad, muy al contrario, lo
454
HISPANISMOS DEL MUNDO: DIÁLOGOS Y DEBATES EN (Y DESDE) EL SUR
que Calderón está exaltando es la figura de este noble (don Gutierre) que
defiende los valores de la aristocracia incluso mejor que el propio monarca.
Bibliografía
Arellano, Ignacio, 2009. “Aspectos de la vio- Kossoff, A. David, ed., 1989. Lope de Vega, El
lencia en los dramas de Calderón”, Anuario perro del hortelano; El castigo sin venganCalderoniano, 2: 15-49.
za. Madrid: Castalia (Clásicos Castalia, 25).
Collantes de Terán, María José, 1996. “El Pedraza Jiménez, Felipe B., 2007. Sexo, poder
delito de adulterio en el derecho general de y justicia en la comedia española. Madrid:
Castilla”, Anuario de Historia del derecho Editorial Academia del Hispanismo.
español, 66: 201-28.
Petro del Barrio, Antonia, 2006. La legitimaCruickshank, Don William, ed., 2010. Pedro ción de la violencia en la comedia española
Calderón de la Barca, El médico de su honra. del siglo XVII. Salamanca: Universidad de
Madrid: Castalia (Clásicos Castalia, 112).
Salamanca.
Felipe II, 1982 [1640]. Recopilación de las Serralta, Frédéric, 2007. “Hacia una teoría de
leyes destos reynos, hecha por mandado la justicia poética en el teatro de Lope”, en
de la magestad católica del rey don Felipe Germán Vega García-Luengos, Rafael GonSegundo nuestro señor, que se ha mandado zález Cañal, eds., Locos, figurones y quijoimprimir, con las leyes que después de la tes en el teatro de los Siglos de Oro. Actas
última impresión se han publicado por la selectas del XII Congreso de la Asociación
magestad católica del rey don Felipe Quar- Internacional de Teatro Español y Novohisto el grande nuestro señor, vol. 2, Segunda pano de los Siglos de Oro (Almagro, 15, 16
parte e las leyes del reyno, Valladolid: Lex y 17 de julio de 2005), Almagro: Servicio de
nova, 1982 [facsímil de la edición de Ma- Publicaciones de Universidad de Castilla-La
drid: Catalina de Barrio y Angulo y Diego Mancha, pp. 35-54.
Díaz de la Carrera, 1640].
Vitse, Marc, 2002. “Gutierre Alfonso de SoGarcía Herrero, María del Carmen, 2008. lís”, en Marc Vitse, ed., Calderón 2000.
“La marital corrección: un tipo de violen- Homenaje a Kurt Reinchenberger en su 80
cia aceptado en la Baja Edad Media”, Clío cumpleaños, Kassel, Reinchenberger, I, pp.
& Crimen, 5: 39-71.
163-86.
Resumen:
En este trabajo se estudia el tratamiento que reciben la venganza, el castigo y la justicia en
El castigo sin venganza, de Lope de Vega, y en El médico de su honra, de Pedro Calderón de
la Barca. Después de mostrar que ambas tragedias ilustran el paso de la venganza privada al
castigo público, se sugiere que la muerte de los amantes adúlteros o incestuosos se representa
como un justo castigo por haber puesto en peligro el orden público. En El médico de su honra,
se exalta además la figura de un noble que defiende los valores aristocráticos incluso mejor
que el propio rey.
Palabras clave:
Venganza – castigo – justicia – privado – público – Lope – Calderón.
ANEXO DIGITAL
455
Abstract:
This work carries out an analysis on the way in which revenge, punishment and justice are
perceived in El castigo sin venganza by Lope de Vega and El médico de su honra by Pedro
Calderón de la Barca. Both tragedies show how private revenge results in public punishment.
The works imply the fact that lovers committing adultery or incest die represents a fair punishment because public order has been threatened. El médico de su honra highlights a character,
an aristocrat, who stands for the aristocrat values even better than the king.
Keywords:
Revenge – punishment – justice – private – public – Lope – Calderón.
Descargar