Edwin Ortega con su blanca tez. Su cabello corto, hacía juego con su boina negra y su impecable quepí, su nariz aguileña y sus no pocas patas de gallo que hacían ver a un soldado con experiencia. A su imagen de líder nato se sumaba la forma como llevaba su uniforme, almidonado y casi nuevo, bolsillos vacíos que parecían cosidos en sus bordes y puntas, los dobleces de la chaqueta a cuatro dedos y a la perfección; sus botas de jungla charoladas hasta los tacos con su caña verde siempre limpia; es decir, a más de mostrar un talante pulcro y muchas veces austero, proyectaba ser un soldado confiable y solvente. Fue el momento de la primera instrucción, el Batallón, formado por compañías y éstas, a la vez, por pelotones. Como Jefe de la División de Doctrina y Entrenamiento debía recibir parte al inicio de la instrucción. En aquella mañana soleada y fresca, propia de las hermosas playas de Jaramijó, el parte no daba más de ochenta comandos en formación; el poco personal trató de formar por pelotones, ni así lograban completar la mínima organización requerida para una operación. A pesar de esto, trabajamos mucho en la conducción de grupos pequeños. Se logró mantenerlos organizados por escuadras de combate; es decir, una mínima unidad donde nunca faltarían los elementos de asalto, apoyo y seguridad. La brisa y el paso efímero de las gaviotas en tan bellas playas atestiguaban uno de los tantos adiestramientos que participábamos convencidos en aquellos dos cortos años. Para ello, se escogía al personal con más experiencia en cursos básicos de combate. Las estaciones debían estar listas y siempre un suboficial como jefe de seguridad de la instrucción. La primera tenía que impartir un recorderis de conocimientos de nudos y anclajes, básica para incursiones anfibias, paso de obstáculos y seguridad en el transporte de cualquier material para operaciones especiales. Para la segunda estación, la de mayor cuidado, se utilizarían explosivos, los comandos que debían dictar la instrucción debían ser los de mayor experiencia, preferible en curso de Zapadores, ellos debían tener la máxima acuciosidad en el manejo del material. En esta estación el personal velaba, al máximo, 180