Pasolini LAS MIL Y UNA NOCHES DAVID VERA-MEIGGS as últimas películas de Pier Paolo Pasolini salían a la búsqueda de las raíces más puras de un equilibrio cultural perdido para el racionalismo europeo, al que P.P.P. acusa de todas las represiones sociales y sexuales, las taras sicológicas y las barreras expresivas que atormentan al hombre contemporáneo, impidiéndole realizar los cambios necesarios que eviten su autodestrucción. En esta persecución de los mitos fundamentales que han movido la cultura, Pasolini, confeso de ser también poeta, novelista, marxista y homosexual y estudioso de moros y cristianos llegó a las islas olvidadas del arte popular siempre tras constante búsqueda de las fuerzas elementales que mueven al hombre a comunicarse, a agruparse y a crear y procrear. El sexo le da una respuesta. L sivas de los rostros y de los cuerpos, especialmente de los cuerpos, del proletariado rural. Él sexo es para los personajes de la trilogía, fuente de liberación y de placer casi anárquicos, lo que implica constantes conflictos que amenizan las historias. El Decamerón enfatiza las relaciones sexo-Iglesia, mostrando monjas lujuriosas, frailes incontinentes, un sinvergüenza sodomita que es enterrado como un santo y un personaje, Tingoccio, que vuelve del más allá para decirle a su compadre que hacer el amor no es pecado. Canterbury opone sexo a las convenciones sociales de la burguesía inglesa, con gran abundancia de maridos engañados, esposas insatisfechas y chistes vulgares que hablan del puritanismo de la raza insular. La presente película es fiel en todo a sus antecesoras. "Yo quería que mi Trilogía de la Vida cinematográfica fuese vista y comprendida por todos; por esto decidí abordar las formas de narración más puras y simples, e introducirme en las misteriosas redes de esos cuentos genuinos, que me parecen más fascinantes y universales que cualquier otra forma narrativa moral o ideológica". Las mil y una noches La adaptación de Pasolini no contempla ninguno de los luga- La trilogía de la vida Así surgen El Decamerón (1971), Los cuentos de Canterbury (1972) y Las mil y una noches (1974), Tres clásicos de la narrativa popular, en los que se vierten armónicamente el folklore y la forma docta, lo realista y lo mágico, la concreción terrena de los personajes con la simbología arcaica. En definitiva, tres síntesis culturales que permiten a Pasolini dar rienda suelta a su aficción por las formas elementales e innatamente expre MENSAJE No 301, AGOSTO 1981 Af icción par las formas elementales de los rostros y da los cuerpos 433 res comunes con los que suelen relacionarse estos cuentos. Las historias se engarzan mediante la búsqueda que realiza el joven Nur-ed-Din de su amada esclava Zumurrud, mujer nada sometida, a la que se le ha permitido elegir a su amo, lo que provoca las ¡ras de los despechados y adinerados pretendientes. El amor de ambos, tan libre y espontáneo como contrariado por las aventuras en que cada uno se ve envuelto separadamente, es el elemento más optimista que subsiste en esta tercera parte de la Trilogía, marcada por una constante presencia de un destino superior que hace y deshace la felicidad de los hombres, y que se visualiza claramente en el primer cuento, donde Harún-ErRashid y su esposa fomentan el amor en una pareja de jóvenes subditos. alcanzadas o perdidas, como pudiera serlo en una concepción religiosa. Pasolini es un ateo en busca de respuestas trascendentes, Pero el destino parece no permitirle su encuentro. "La verdad completa no está nunca en un solo sueño, sino en muchos". Asi' es como la desdichada historia de Aziz conduce a la felicidad de Tagi y la princesa Dunya. Oponiendo amores consumados y frustrados se estructura la película. Los cuentos se suceden, conteniéndose a veces uno dentro de otro y aludiendo a terceros, componiendo seis historias distintas que se concatenan en una unidad que poco tiene de casual y sí mucho de dialéctico. Tal tejido de relatos, con múltiples peripecias cada uno, podría resultar excesivamente barroco si no existiera tras todo "...me estoy adaptando a la degradación y estoy aceptando lo inaceptable". Distinto es el determinismo del cuento de Aziz y Aziza, bella historia donde dos mujeres dialogan en versos a través del hombre que aman. Aquí los personajes viven su pasión a pesar de sí mismos, causándose mutuamente la desdicha que no buscaron. Más profunda y trágica es la fatalidad que impregna las historias simétricas de los dos príncipes mendigos, quienes encuentran el camino de Dios después de descender cada uno a sendos subterráneos pasionales (de distinto orden sexual), en los que conocerán el rigor de la desdicha impuesta por una voluntad superior, a la que Pasolini se cuida bien de poner nombre, pese a que los personajes mencionan a Dios. El cineasta está más bien aludiendo a las circunstancias que determinan una conducta humana. Dicho entorno no es castigo ni premio de virtudes 434 esto un estilo de tal claridad y síntesis como el que utiliza Pasolini, siempre pendiente de dejar fluir la narración antes que manipularla a su servicio ideológico o dejarse tentar por el esteticismo vacuo, elementos propios de las fáciles modas vanguardistas (cuyos acólitos acusaron a la Trilogía de convencional y aburguesada). Lejos de todo intento de demostración, P.P.P. prueba su capacidad de decantar el lenguaje del cine hasta hacerlo transmitir una vivencia narrativa plenamente popular, donde se contienen, sin contradicciones, la belleza esplendorosa de las escenografías con la sobriedad pura del relato. Esto hace de Las mil y una noches una obra atractiva y entretenida, cuya ambientación oriental resulta a Pasolini mucho más grata y cercana que la de Canterbury, donde lo sajón y su visión latina no armonizaban del todo. La Abjuración Algunos de los mejores cuentos de la Trilogía de la Vida establecen estrecha relación entre el sexo y la muerte, y no ya como opuestos, sino como culminación extrema del amor o como castigo de su carencia. Aumenta progresivamente su presencia desde el alegre y despreocupado' Decamerón, hasta estas noches orientales nada de optimistas. Pasolini en su intento algo ingenuo de trasgredir las convenciones sexuales de diestra y siniestra, fue rápidamente asimilado por la sociedad de consumo (insensible a fa vitalidad pagana de las películas, pero ávida de pornografía). Esto llevó a P.P.P. a la más amarga frustración, expresada en una Abjuración donde reniega de la Trilogía, aunque sin arrepentirse de ella. Siente que ha sido instrumentalizado al servicio de una sociedad falsamente tolerante y terriblemente violenta (él estuvo siempre contra el aborto). "Así, pues, yo me estoy adaptando a la degradación y estoy aceptando lo inaceptable. Maniobro para volver a sistematizar mi vida. Estoy olvidando como eran antes las cosas". Si se veía condenado fatalmente a ser tragado por el sistema, como Saturno que devora a sus hijos, optó por filmar una obra tan dura y cruel como meditada. Saló, ios 120 días de Sodoma, su última película es, al decir de los que han aguantado hasta el final la proyección, el espectáculo más terrible y pesi mista filmado nunca, donde no queda espacio al posible voyerismo, ni menos a la esperanza. Este era el comienzo de la Trilogía de ia Muerte. Saturno esta vez se intoxicó, pero no contento con las mútiples podas que le hizo a las anteriores películas (a Chile ninguna llegó en versión completa), decidió esta vez eliminar el mal de raíz. Pier Paolo Pasolini fue asesinado atrozmente el I o de noviembre de 1975.a MENSAJE No 301, AGOSTO 1981