duo juridico - Facultad de Derecho

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El control de constitucionalidad de oficio
Autores
Klein, Jorge Antonio
Vago, Fernando
Estudiantes UBA
INTRODUCCIÓN:
El Art. 31 de la Constitución Nacional refiere “Esta Constitución, las leyes de la
Nación que en su consecuencia se dicten por el Congreso y los tratados con las
potencias extranjeras son la ley suprema de la Nación: y las autoridades de cada
provincia están obligados a conformarse a ellas, no obstante cualquiera disposición
en contrario que contengas las leyes, o constituciones provinciales, salvo para la
Provincia de Buenos Aires, los tratados ratificados después del Pacto del 11 de
Noviembre de 1859”.
La norma citada más arriba contiene, entre otros, uno de los principios
sustantivos del ordenamiento jurídico de la República Argentina: el principio de
“Supremacía Constitucional”. El mismo establece la supremacía de la Constitución
Nacional por sobre todo el orden jurídico Argentino. Éste debe subordinarse a aquella y
no debe modificarla sino es por el procedimiento establecido en el Art. 30 de la ley
suprema. No obstante ello, las normas inferiores a la Constitución Nacional, de orden
federal o local, generales o particulares, pueden en los hechos vulnerar sus
disposiciones. Ahora bien, el mismo Art. 31 de la Constitución Nacional que proclama
su supremacía, nada dice acerca del procedimiento, alcance del control o sujetos
destinados a impedir la violación de aquella preeminencia. Además, de ello sin
pronunciarse expresamente sobre el punto, el Art. 116 de la Carta Magna dispone que
“Corresponde a la Corte Suprema y a los Tribunales inferiores de la Nación, el
conocimiento y decisión de todas las causas que versan sobre puntos regidos por la
Constitución…”. Del juego armónico de estas normas (Arts. 31 y 116 CN) se da
sustento al control de constitucionalidad, estableciendo que todos los Tribunales que
componen el Poder Judicial Nacional y Provincial, tienen insita la facultad de constatar
la correspondencia entre una norma inferior a la Ley Madre, siendo en última instancia,
el encargado de ello, la Corte Suprema de Justicia de la Nación. En virtud de ello,
resulta que éste control es difuso ya que cualquiera de ellos puede ejercerlo aunque la
Corte Suprema de Justicia de la Nación, es la última y definitiva instancia de revisión
extraordinaria.
ORIGEN:
El leading case “MARBURY VS. MADISON” -resuelto por la Suprema Corte de los
EE.UU en 1803- es señalado como el origen del control de constitucionalidad difuso. A
partir de allí, y en forma muy simplificada, puede advertirse que fueron construyéndose
dogmática y judicialmente- ciertas reglas para su ejercicio, las cuales pueden
sintetizarse en:
i) El control se ejerce en el marco de un caso concreto y no en abstracto.
ii) Quedan exentas de revisión judicial las cuestiones políticas no justiciables.
iii) La declaración de inconstitucionalidad no deroga la disposición.
iv) La declaración de inconstitucionalidad es excepcional, y los jueces ante la duda
estarán por la validez de la norma o acto, pues “las leyes, los decretos y las
sentencias se presumen acorde a la Constitución Nacional”.
v) La declaración de inconstitucionalidad debe oponerse como defensa y no puede
ser declarada de oficio y debe causar gravamen en los derechos del particular, lo
cual debe ser alegado y probado por aquél.
En forma sustantiva, todas estas reglas, elaboradas en su mayoría por la Suprema
Corte de EE.UU. fueron adoptadas paulatinamente por la Corte federal
Argentina.
Ha reiterado la Corte Suprema de Justicia de la Nación que el control de la
constitucionalidad es función suprema y fundamental del Poder Judicial. Ello, por
cuanto los jueces, en los casos que se llevan a su conocimiento deben constatar si las
leyes ( o actos administrativos), guardan o no conformidad con los preceptos
constitucionales y abstenerse de aplicarlos en su caso, pues es una manera de
garantizar la supremacía del derecho de la Constitución, ante posibles abusos de los
demás poderes del Estado.
2. Posturas doctrinarias sobre el control de oficio
Estas han variado a través de los tiempos, es así que hasta el año 1941 el máximo
Tribunal dejo vislumbrar un criterio a favor de la admisibilidad del control de oficio,
pero sen dejar sentado de forma expresa su opinión. Así encontramos los fallosMoyano
Miguel G. c. Solanes y Cia. (1870); Vicente Casares e Hijos c. Sivori y Schiaffino
(1872); Procurador Municipal c. Doña Isabel A. de Elortondo s/expropiación.
Con la aparición del fallo Ganadera Los Lagos en 1941, la Corte Suprema Fija una
postura de manera expresa y unánime, en contra de la admisibilidad del control de
oficio, sacándole esta atribución a los jueces, siendo solo posible el control de
constitucionalidad a instancia de partes.
Esta postura del Máximo Tribunal perduraría hasta el 27 de Septiembre, fecha en la cual
se conoce el fallo en los autos Mill de Pereyra, Rita Aurora c. Provincia de Corrientes,
en el cual la Corte cambia radicalmente la postura tomada hasta el momento sobre la no
admisibilidad del control judicial de oficio, inclinándose por lo opuesto y fundando su
criterio, entre otros precepto, que la admisibilidad del control de oficio no altera el
equilibrio entre los poderes produciéndose un avance del Judicial sobre los otros dos; en
cuanto carece reconsistencia sostener que el avance sobre otros poderes no se produce
cuando media petición de parte y si cuando no la hay; otros de los fundamentos es la
base de la aplicación del principio iuria novit curia, entre otros.
Mismo criterio sostuvo la Corte en el caso Banco Comercial de Finanzas en el año
2004.
A. En contra
Los argumentos más fuertes y tradicionales que se han esbozado por la negativa
al control de constitucionalidad de oficio son, básicamente, tres:
i) Vulnera la garantía constitucional del debido proceso, ya que el juez introduce
cuestiones en la causa que no fueron alegadas por las partes y consecuencia de ello es
que falla extra petita. La parte que resultase vencida se encontrara en una situación de
indefensión, dado que la sentencia contendrá elementos que no fueron considerados en
ninguna instancia del proceso.
ii) Viola la división de poderes, pues el juez se arroga facultades legislativas.
iii) Los actos de poder estatal se presumen válidos y acordes a la Constitución Nacional,
hasta que no se demuestre lo contrario.
B. A favor
Tal como se puso de manifiesto al comenzar ésta contribución, el primer jurista
argentino en plantear, en forma clara y sustentada, la conveniencia de la aceptación del
control de constitucionalidad de oficio fue el Prof. Germán J. Bidart Campos, en el año
1964.11 A partir de sus desarrollos, lentamente se fue abriendo paso la idea que bregaba
por la posibilidad del control judicial de constitucionalidad de oficio, fundándose en los
siguientes argumentos:
i) El principio iura novit curia: Este resulta ser uno de los argumentos más fuertes y
defendidos por la doctrina argentina a favor del control de oficio, y parte del siguiente
razonamiento. Si bien el juez al dictar sentencia debe limitarse a lo peticionado por las
partes, que son las que configuran el thema decidendum, tal limitación no impide la
aplicación del principio iura novit curia, por el cual se presume que el juez conoce el
derecho, debiendo aplicarlo y resolver conforme a él. Los jueces tienen el deber de
fundar su decisión, para ello caben dos posibilidades: o comparten la fundamentación
que expusieron las partes, o dan una propia y suplen el derecho que las partes no
invocaron, o invocaron erróneamente. En esta búsqueda del derecho aplicable, el juez se
ve obligado a examinar la estructura piramidal y jerárquica del ordenamiento jurídico,
en base a criterios formales y materiales o sustanciales, debiendo aplicar la norma
superior frente a una inferior que la transgreda. Se puede afirmar entonces que el control
de constitucionalidad es una cuestión de derecho, y no de hecho, con lo cual resulta
absurdo exigir que las partes deban alegarlo. Por eso el control oficioso no vulnera el
principio de congruencia ni el derecho de defensa en juicio, toda vez que el tema
introducido por el juez en la sentencia se refiere al derecho aplicable al caso, y si en ese
derecho el juez tiene la convicción de que existe una inconstitucionalidad, así debe
declararlo, so pena de una mala aplicación del derecho, que no va ha ser purgada por el
hecho de que ninguna de las partes lo haya cuestionado en el marco de la causa.
Observaba el Prof. Bidart Campos en 1972, “la decisión judicial ha de guardar
coherencia con el ordenamiento jurídico. Una sentencia que aplica normas
inconstitucionales rompe con esa coherencia, y se subleva contra la gradación jerárquica
y piramidal del ordenamiento jurídico encabezado por la Constitución.
ii) En el sistema de control difuso, los jueces tienen la atribución de control de
constitucionalidad por la naturaleza que detentan, ejercerlo de oficio es un deber que no
depende de la voluntad expresa o tácita de las partes, no es optativo para los jueces
velar por la supremacía constitucional. “...deja la impresión - incongruente e
incompatible con la supremacía- de que aquella misma función no va anexa a la propia
del juez, sino que, en el mejor de los casos, se le acopla recién cuando el justiciable la
recaba”. La obligación de los jueces de aplicar la Constitución federal se advierte
también, claramente, en las leyes 27 y 48; del control que tienen los jueces depende que
se materialice la supremacía de la Constitución Nacional, o sea los derechos y garantías
amparados por ella.
iii) El juez no es legislador ni invade la esfera de otros poderes, porque su
declaración afecta solo a las partes. Solo verifica la norma en cuestión con los principios
Constitución federal. Si el control oficioso constituyera verdaderamente un atentado a la
separación de poderes, no parece sustento suficiente que la voluntad expresa de las
partes purgaría ese vicio, siendo que se trata de un principio tan esencial dentro de la
Constitución Argentina. “El razonamiento no es certero, ya que de la premisa no puede
derivarse ninguna aseveración que, lógicamente, pueda ser probada. En efecto, resulta
incomprensible y de improbable justificación como el 'control de oficio' es apto para
lesionar el principio de separación y equilibrio de las funciones estatales, y el 'control a
pedido de parte' esta totalmente desprovisto de esa cualidad”. Por otro lado deben
tenerse en cuenta los efectos de las sentencias hacen inaplicable la norma al caso
concreto, situación que no puede llegar a afectar la división de poderes. Bidart Campos
analiza este tema aduciendo un dilema: “que el equilibrio de los poderes se verá roto
siempre, porque el control judicial de constitucionalidad es el elemento que, en sí
mismo, perturba la armonía republicana, o, al contrario, que el equilibrio no se romperá
nunca", siendo esta ultima valida, puesto que se ha dado al Poder Judicial el papel de
"guardián de la Constitución”. El juez al preferir aplicar la Constitución esta acatando la
voluntad del pueblo volcada en ella, antes que la voluntad de los mandatarios que son
los legisladores. Esto no supone la superioridad del Poder Judicial sobre el Poder
Legislativo, sino la superioridad del pueblo sobre ambos.
iv) No se afecta la presunción de validez de los actos estatales, ya que es una
presunción provisional establecida para proveer de seguridad jurídica y la continuación
de la marcha del Estado. Pero ante la eventualidad de que un particular lleve a la justicia
determinado planteo, el juez, al cumplir sus funciones de administrar justicia y aplicar el
derecho, debe verificar la adecuación a la norma fundamental, por eso en ese momento
es donde la presunción puede caer, y no solo por la petición de la parte, sino también
por dicho análisis judicial. La presunción es iuris tantum por naturaleza, y no puede
convertirse en iuris et de iure por voluntad del litigante. El principal fundamento no es
otro que el orden público constitucional y el principio de supremacía de la Constitución
vi) Las sentencias deben ser acordes a la Constitución federal, como todo acto del
estado.
FUNDAMENTOS A FAVOR Y EN CONTRA:
En función de lo expuesto con anterioridad, es oportuno cuestionarse: ¿es
posible una declaración de inconstitucionalidad de oficio, es decir, sin que hubiese
mediado petición de parte?. Si fuera así, ¿se vería afectado el principio de defensa
en juicio de las partes?. Ante esto, ¿que rol cumple el adagio “iura novit curia”?.
Ahora bien, ¿ello no implicaría fallar extra petita, violando el principio de
congruencia?
En cuanto al primer interrogante, la respuesta dada por nuestra parte, es que no
solo puede declara inconstitucional una norma de oficio, todo magistrado
independientemente de cualquier fuero, jurisdicción y jerarquía, sino que “debe”
hacerlo.
El Estado Nacional Argentino, está organizado bajo la forma representativa,
republicana y federal, organizada sobre la base de tres poderes – Ejecutivo, Legislativo
y Judicial – con funciones distintas y en constante equilibrio. En lo que se refiere a la
función del Poder Judicial le compete por naturaleza el ejercicio de la jurisdicción, cuya
etimología proviene del latín que quiere decir: iuris: derecho, dictio: decir, esto es “decir
el derecho”, comprendiendo lo que la doctrina clásica establece como elementos de la
misma, a saber: a) notio, b) vocatio, c) coertio, d) iuditio, e) executio. De ello puede
entenderse que es facultad del juez, conocer, citar o llamar, traer por la fuerza pública,
decidir y ejecutar lo decidido. De estos elementos, vamos a hacer especial énfasis en el
acto de decidir. El mismo consiste en la resolución de un conflicto de intereses entre
partes y su encuadramiento jurídico. Es decir, frente a las pretensiones esgrimidas por
los sujetos procesales, el juez se encarga de determinar la norma aplicable al mismo.
Asimismo, y como planteáramos supra puede y debe realizar el control constitucional,
atento que debe garantizar la realización de la supremacía constitucional dispuesta por
el Art. 31 de la Carta Magna, el que consiste en primer lugar determinar la norma
aplicable al caso planteado, en segundo lugar determinar la adecuación de ésta a la
norma suprema y finalmente y si así fuere aplicar la misma resolviendo la pretensión
esgrimida. Al respecto, en los autos “Mill de Pereyra” el Dr. Boggiano, en su voto,
manifiesta “… que, en efecto, la atribución que tienen y el deber (el subrayado nos
pertenece)en que se hallan los tribunales de justicia – nacionales y provinciales – de
examinar las leyes en los casos concretos que se traen a su decisión comparándolas
con el texto de la constitución, para averiguar si guardan o no conformidad con esta, y
abstenerse de aplicarlas si las encuentran con oposición con aquella, constituye uno de
los fines superiores y fundamentales del poder judicial nacional y una de las mayores
garantías con que se ha entendido asegurar los derechos consagrados en la
constitución contra los abusos posibles de los poderes publico, atribución que es
derivación forzosa de la distinción entre los poderes constituyentes y legislativo
ordinario que hace la constitución, y de la naturaleza necesariamente subordinada del
segundo (“Fallos” 33:162; 33:194)”.
Si bien, la Constitución Nacional no determina expresamente que el Poder
Judicial es el encargado del control de constitucionalidad, el mismo surge, por ejemplo,
del Art. 6 de la ley de habeas corpus número 23.098, Art. 43 del Amparo Colectivo, del
Art. 31 y Art. 116 de la CN y del propio Preámbulo al establecer que tiene como objeto
afianzar la justicia, toda vez que al aplicar una norma, este debe garantizar los derechos
constitucionales proclamados en la Carta Magna. De ello se desprende que es de la
esencia del Poder Judicial verificar la validez de las normas que serán aplicadas. Esto es
lo que le confiere la característica de ser “Poder del Estado”. Esta situación, no significa
atentar contra los otros poderes del Estado, puesto que los actos públicos en general no
son perfectos, es decir, que sancionados los mismos no implican que tengan una
irrevocable validez constitucional. Estos actos no gozan de una presunción de validez
iure et de iure, sino por el contrario, gozan de una presunción iuris tantum, es decir, que
como tal admiten prueba en contrario. Por ello podemos afirmar que el control de
constitucionalidad ejercido por el Poder Judicial, favorece al equilibrio entre los poderes
que conforman el Estado, puesto que para que exista armonía debe existir siempre un
órgano de control, caso contrario, implicaría una situación autoritaria por parte de
quienes emiten esos actos. Por otra parte, el control de constitucionalidad no pretende
atacar a la norma en abstracto sino que cuestiona su aplicabilidad al caso en concreto.
En otras palabras no se cuestiona la legitimidad o legalidad de esa norma, sino que con
su efectiva aplicación se estaría transgrediendo lo establecido por los preceptos
constitucionales, obteniendo así una resolución injusta. A colación de esto, y de la
misma doctrina de los fallos de la Corte, puede concluirse que “el ejercicio de la
actividad jurisdiccional no supone en modo alguno la admisión de declaraciones en
abstracto, es decir, fuera de una causa concreta en la cual debe optarse entre la
aplicación de una norma de rango inferior en pugna con la Constitución Nacional”
(“Fallos” 303:306). Cabe dejar en claro que la declaración de inconstitucionalitas
siempre produce efectos entre las partes del pleito y nunca produce efectos erga omnes.
En tal sentido se ha pronunciado la Corte en innumerables casos (“Fallos” 247:700;
248:702; 265:262; 264:364; 315:276; 322:528).
Por ultimo, la Corte Suprema de Justicia de la Nación, como interprete final de
la Constitución (“Fallos”, 1-340), es la encargada de asegurar la supremacía de ésta
sobre todo el orden jurídico, de las normas federales en su conjunto y de todas las
normas y actos de carácter local (“Fallos”, 102:219; 125:247; 148:62; 172:149). La
misma Corte afirma o se autodefine como “la interprete final de la Constitución”
(“Fallos” 31:125).
Además de ello, cabe resaltar que en nada altera el equilibro mencionado, el
hecho de que sea a pedido de parte o de oficio el control de constitucionalidad de las
normas, ya que si fuera así, es decir si se admitiera alguna excepción que afecte el
sistema republicano, tampoco debería admitirse que el control de constitucionalidad a
que se viene refiriendo lo sea a pedido de parte. En este sentido se pronunciaron los
jueces Fayt y Beluscio (“Fallos” 306:303) expresándose de la siguiente manera: “No
puede verse en la admisión de esa facultad la creación de un desequilibrio de poderes a
favor del Judicial y en mengua de los otros dos, ya que si la atribución en si no es
negada, carece de consistencia sostener que el avance sobre los otros poderes no se
produce cuando media petición de parte y sí cuando no la hay. Tampoco se opone a la
declaración de inconstitucionalidad de oficio la presunción de validez de los actos
administrativos, o de los actos estatales en general, ya que dicha presunción cede
cuando contrarían una norma de jerarquía superior, lo que ocurre en las leyes que se
oponen a la constitución…”.
En otro sentido puede afirmarse que el Poder Judicial es imparcial, y, por lo
tanto, el poder que tiene debe entendérselo divorciado de todo criterio partidario y
parcial, esto es, “incompatible con la política partidista”1, ya que suponer que pueda
ejercerlo en este ultimo sentido, desnaturalizaría y deterioraría su función.
Entonces, podríamos concluir que, el Poder Judicial es el órgano estatal más
idóneo para pronunciarse sobre la inconstitucionalidad de las normas, y que el mismo
resulta procedente aún de oficio. Todo lo cual constituye una facultad que deviene del
poder implícito de que gozan los poderes del Estado, en este caso el Judicial.
En cuanto a la segunda pregunta, esto es, si al declarar de oficio la
inconstitucionalidad de las normas, ¿se viola el derecho de defensa en juicio?. Previo a
responder a la misma, es importante tener muy en cuenta que la función principal del
Poder Judicial consiste en “decir el derecho”, y son las partes las encargadas de aportar
la materia fáctica. Estas esgrimen sus pretensiones, aportan todo el bagaje probatorio
que hace a su derecho, valoran las mismas, es decir, se desarrolla así un contradictorio
pleno en igualdad de posiciones. Por su parte el juez, como director del proceso, es el
encargado de determinar el marco jurídico que encuadra al hecho planteado por las
partes. Ello es así, al punto que si las partes no aportan el derecho, o lo manifiestan
erróneamente, no se constituye un impedimento para que el juez aplique la norma
correcta al caso en cuestión. De allí es que el juez no solo esta facultado, sino que tiene
el deber, de que, previo a aplicar la norma resultante, debe analizar si la misma se
adecua a la norma constitucional. En el caso de que resulte contradictoria a la Carta
Magna, y en virtud del principio de supremacía de las normas establecido en el Art. 31,
debe aplicar aquella de mayor jerarquía, esto es la constitucional. Cabe resaltar, que la
declaración de inconstitucionalidad es una cuestión de derecho y no de hecho, por lo
tanto no vulnera el contradictorio y hace a la función principal del magistrado en el
marco del proceso.
De considerar que se esta violando el derecho de defensa en juicio si el juez
declara de oficio la inconstitucionalidad, también podría sostenerse, y en sentido
contrario, que se estaría afectando el mismo cuando el juez resuelve el caso fundado en
una normativa no citada o citada erróneamente. Ante esto, puede extraerse de lo
planteado por el Dr. Boggiano en su voto en disidencia en el Fallo de los autos Ricci c/
Autolatina Argentina S.A quien advierte “… que si bien los jueces no pueden declarar
la inconstitucionalidad de la ley en abstracto, es decir, fuera de una causa concreta
sometida a su juzgamiento, de ello no se desprende que necesariamente la parte
interesada deba requerir en forma expresa el control de constitucionalidad, ya que este
constituye una cuestión de derecho, insita en la facultad de los jueces que se resume en
el adagio romano iura novit curia y que incluye el deber de mantener la supremacía de
la Constitución”
En virtud de lo desarrollado, puede colegirse de manera clara y sencilla que, el
principio constitucional que protege la defensa en juicio de todo justiciable no ha sido
transgredido en manera alguna. Asimismo, siendo que las partes aportan la plataforma
fáctica ejerciendo en plenitud la defensa en juicio, el juez ejerce como rol principal la
protección y aplicación del derecho a través del adagio iura novit curia, por lo que de
ello encontramos la respuesta al interrogante planteado en tercer término.
Como correlato al desarrollo expuesto se plantea la siguiente pregunta: el juez al
declarar de oficio la inconstitucionalidad de una norma, en ejercicio del iura novit curia
¿podemos considerar que el juez esta fallando extra petita y como consecuencia
vulnerando el principio de congruencia?
La respuesta a dicho planteo encuentra como fundamento, claro y sencillo, en lo
expuesto supra, en cuanto si la parte por omisión o por error cita una norma diferente a
la cuestión planteada, no obsta a que el magistrado aplique la norma correcta, sin que
ello implique violar la congruencia entre lo planteado y lo resuelto.
Además de ello, cabe resaltar que atento que las partes han ejercido el pleno
debate a través del ejercicio de derecho defensa, haciendo uso de la libertad probatoria,
ello lleva de manera directa a argumentar que, no se ha vulnerado la congruencia que
debe existir entre lo peticionado por las partes y lo resuelto por el juez. Ello es así,
debido a que lo dictaminado por éste proviene de la pretensión de cada parte pero no
sustentado en la normas que estos solicitan como apoyo de su petición sino, a través de
la norma que guarda directa consonancia con la Constitución, tarea necesaria en el
ejercicio de la función jurisdiccional. Esto proviene de manera directa del deber de
mantener la jerarquía normativa de nuestro orden jurídico, ya que en caso de estar frente
a una situación contraria, obtendríamos una sentencia que al aplicar normas
inconstitucionales se sublevaría en contra de aquella.
CONCLUSIONES
La función principal del Poder Judicial es el ejercicio de la “Jurisdicción”
La Jurisdicción consiste en la determinación de la materia jurídica, en un caso concreto,
siendo la misma un “Poder-Deber”.
Que en función del Art. 31 de la CN que establece que “…las autoridades…están
obligados a conformarse a ella…”, se dispone la obligación a las autoridades públicas
(incluidas la judicial), de someterse y garantizar las normas supremas. De ello deriva
que el juez encargado de determinar la norma aplicable debe primero controlar la
congruencia de ésta con su norma superior, esto es la Constitución.
La declaración de inconstitucionalidad ex officio no solo es un “Poder” sino un “Deber”
que no puede quedar supeditado a requerimiento de las partes.
La declaración de inconstitucionalidad de oficio en nada afecta los principios
constitucionales de defensa en juicio, de congruencia, como así tampoco el equilibro
entre los poderes del Estado.Entrando en la etapa final, no tenemos duda, que los jueces de cualquier fuero,
jurisdicción y jerarquía, nacionales o provinciales, tienen la facultad de examinar las
leyes en los casos concretos que se le presentan a sus decisión, comparándolas con el
texto constitucional para averiguar si guardan conformidad con ella y absteniéndose de
aplicarlas si las encuentran en oposición a la Ley Madre.Es por esa razón que
consideramos que no puede supeditarse la declaración de inconstitucionalidad de una
norma al requerimiento de las partes, por la importantes consecuencias que por la
negligencia de las partes devengaría en la aplicación de una norma inconstitucional en
un Estado de Derecho, violando los principios fundamentales de nuestro ordenamiento
jurídico.
Para evitar dicha injusticia y falta de respeto a nuestra Constitución, es que sostenemos
y afirmamos la importancia de la Declaración de Inconstitucionalidad de Oficio en el
derecho local.
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