El referendo, la impunidad y la agenda en el Congreso

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El referendo, la impunidad y la agenda en el
Congreso
Pedro Santana Rodríguez
Presidente Corporación Viva la Ciudadanía
El presidente de la República Álvaro Uribe Vélez, siempre ha tenido por costumbre
decir y prometer algunas cosas y al final termina haciendo todo lo contrario. En su
manifiesto de los 100 puntos que fue su primer programa de Gobierno, se
comprometió a derrotar a la politiquería y al clientelismo al tiempo que señaló que
para la provisión de los cargos públicos emplearía el método de la meritocracia, es
decir, el concurso de las hojas de vida y el nombramiento por los méritos y no por
los padrinos. Nada más alejado de la realidad durante los siete años de ejercicio
del mandato. Desde el primer día de Gobierno se alió con los manzanillos
liberales, conservadores e independientes, para repartirse el aparato burocrático
del Estado. Las embajadas han servido para satisfacer los compromisos
burocráticos y se han convertido en agencias propagandísticas del Gobierno muy
lejos de la representación del Estado y de todos los compatriotas que requieren de
sus servicios. Hoy se sabe que repartió dinero y notarias a un gran número de
caciques de los partidos que él mismo contribuyó a crear, para que se aprobara la
reforma constitucional que permitió su reelección. Organismos técnicos se han
convertido en verdaderos fortines clientelistas como el Ministerio de Hacienda,
Planeación Nacional, el Departamento Nacional de Estadísticas, DANE,
Contraloría General de la República, etc. También se sabe que desde su Gobierno
se puso en marcha una masiva y macabra interceptación de las comunicaciones
no sólo de líderes de la oposición sino de defensores de derechos humanos y
magistrados de las altas cortes de justicia, el propio Uribe lo admitió cuando dijo
que: “En la oposición había muchos que tenían muy floja la lengua y que él se
enteraba de lo que decían y hacían”. Hoy sabemos que lo hacia porque el destino
final de la información que se obtenía con las interceptaciones o “chuzadas”
ilegales que se hacían desde el DAS y antes desde la Policía Nacional, deberían
tener como su último destinatario, precisamente, al presidente Uribe.
Ahora, también se sabe que los grupos paramilitares decidieron apoyar su
campaña electoral desde el año 2001 y que por esos nexos se encuentran
investigados 86 parlamentarios de los cuales más de 70 son de la coalición de su
Gobierno. Uribe les sigue manteniendo sus cuotas en las regiones y en el
Gobierno Nacional. Batalla por deslegitimar a la Corte Suprema de Justicia y se ha
asociado a montajes que buscan desprestigiar a sus magistrados para lo cual no
ha dudado en prestar aún a la casa de Nariño para urdir estos montajes. Dos de
esos montajes han sido desmantelados sin que haya habido justicia alguna. Nos
referimos al montaje de alias Tasmania contra el magistrado coordinador de la
investigación sobre la parapolítica, Iván Velásquez Gómez. Luego se preparó una
verdadera conspiración con enviados de Diego Fernando Murillo, alias “don Berna”
para que desde la propia casa de Nariño se fabricaran pruebas contra los
magistrados de la Sala Penal en la cual también participó el Departamento
Administrativo de Seguridad, DAS. Éste intento también fracaso aunque logró
poner en tela de juicio por un homenaje en Neiva a alguno de los magistrados de
dicha sala.
La Fiscalía es clave para garantizar la impunidad
En Colombia existe una estructura institucional que garantiza la impunidad y esto
es lo que precisamente trata de hacer el presidente Uribe ahora con motivo de la
terminación del período del Fiscal Mario Iguarán Arana y la postulación de la terna
para que la Corte Suprema de Justicia elija a su sucesor por los próximos cuatro
años. El balance de Iguarán Arana es mediocre si se le mira desde los procesos
fundamentales en los cuales debe intervenir la Fiscalía General de la Nación. La
impunidad sigue estando por encima del 90% y en temas relacionados con
derechos humanos es superior al 97%. La jurisdicción de Justicia y Paz como
mecanismo de justicia transicional ha sido un fracaso si se le mira a la luz de sus
resultados y pese a que Iguarán fue uno de sus defensores más acérrimos.
Apenas un condenado y cargos parciales contra un número que no llega a veinte
jefes paramilitares no pueden ser esgrimidos -como se hace a menudo- como si
se tratara de un proceso exitoso. El primer gran fracaso consiste en la extradición
de 14 de los jefes del paramilitarismo en el cual el propio Iguarán ha conceptuado
que no existían razones para su extradición. La verdad es que algunos de estos
jefes se dieron cuenta que con el fallo de la Corte Constitucional sobre la Ley de
Justicia y Paz no estaba garantizada la impunidad y comenzaron a contar de sus
apoyos políticos, de sus apoyos militares y de policía y de sus apoyos
empresariales. A todas luces esto terminaría enredando a un Gobierno
fuertemente apoyado por los paramilitares en sus campañas electorales. Algunos
de ellos comienzan a hablar en los Estados Unidos confiando en que la
colaboración con la Justicia en Colombia les sirva para reducir sus penas, mejorar
sus condiciones carcelarias y eventualmente poder trasladar a algunos de sus
familiares y allegados a los Estados Unidos.
Lo que muestran como exitoso es igualmente cuestionable. Han reconocido el
asesinato de más de 22 mil personas entre líderes sociales, miembros de la
oposición y simples ciudadanos que se resistieron a su dominio o porque ellos
sospechaban de que pertenecían a redes de apoyo a las guerrillas. En la mayoría
de los casos esto no era cierto. Las consecuencias de la actuación de los
paramilitares fueron desastrosas para el país. Estos grupos son responsables por
el 37% del total del desplazamiento forzado que según CODHES, ha sobrepasado
los 4.5 millones de personas desde el año de 1986. El Gobierno reconoce 3.1
millones desde el año de 1998. No se sabe aún cuantos desparecidos se han
registrado en Colombia en las últimos dos décadas. La Fiscalía General de la
Nación indaga por ello y estima que podrían ser entre 15 mil y 50 mil. El despojo
de tierras de los campesinos en los últimos 11 años fue de 5.5 millones de
hectáreas de tierra, en fin, el recuento sería muy extenso. Pero quizás una de las
consecuencias más nefastas para el Estado fue su colapso en las distintas
regiones del país. Se calcula que más de 250 alcaldías cayeron en manos de los
paramilitares así como cerca de 12 departamentos. La infiltración también abarcó
a la justicia, a las Fuerzas Armadas, a la Policía Nacional así como a la propia
Fiscalía, a los organismos de control y al Congreso de la República. Los
paramilitares han entregado fosas en donde se encuentran más de 2.200
personas. Por ello no puede hablarse de éxito como señala el saliente fiscal
general Mario Iguarán. Muchos de los desmovilizados han sido asesinados y ya
van cinco asesinatos de mandos medios que comenzaban a hablar sobre nexos
con sectores políticos, miembros de las fuerzas armadas y sectores
empresariales.
Las postulaciones a organismos públicos por parte de este Gobierno han sido
desastrosas para la independencia de los poderes. Investigaciones recientes
muestran que la cooptación de organismos como la Procuraduría General de la
Nación, la Defensoría del Pueblo, la sala disciplinaria del Consejo Superior de la
Judicatura, y la influencia sobre la Fiscalía General de la Nación no sólo
entorpecen las labores de la justicia sino que muestran un excesivo influjo por
parte del Ejecutivo en la rama judicial del poder público. Uribe siempre ha
postulado ternas de uno para que elijan personas incondicionales en organismos
como la Corte Constitucional, el Consejo Superior de la Judicatura y ahora ha
postulado una terna de cero para la Fiscalía General de la Nación.
La Corte Suprema está en serias dificultades para la elección del nuevo Fiscal
General. Ninguno de los tres postulados es penalista aunque este requisito no es
exigido por la Constitución para ocupar este importante cargo en la estructura del
Estado, toda vez que de él depende la lucha contra el crimen. En esta ocasión el
Presidente postuló una terna en que el candidato de todos sus afectos es Camilo
Ospina, ex ministro de defensa y ex embajador ante la OEA, cargos ocupados por
Ospina en su propio Gobierno. Dos problemas se han denunciado públicamente
sobre Ospina que lo inhabilitaría para asumir casos como los de los asesinatos
extrajudiciales mal llamados falsos positivos, pues, una directiva suya estableció
un sistema de recompensas para incentivar las acciones militares que a todas
luces dio pie a los asesinatos de más de 1600 personas. Tampoco podrá actuar
contra los principales implicados en la llamada yidispolítica, pues, fueron sus
colegas de gabinete en el Gobierno. Se habla en los medios de comunicación de
los nexos de Ospina con Víctor Carranza, un empresario de las esmeraldas que
ha sido varias veces mencionado por los jefes paramilitares como su aliado.
Ninguna garantía tendrá la Corte Suprema en la investigación de los
parlamentarios acusados por la propia Corte de nexos con los grupos
paramilitares. Como se sabe al renunciar a su fuero la mayoría de ellos están
siendo investigados por la Fiscalía sin resultados concretos. Uribe postula una
terna de bolsillo para garantizarles a sus aliados impunidad por sus conductas
delictivas. Pero el asunto en el caso de la terna es peor aún. Otro de los ternados,
el ex consejero de Estado Juan Ángel Palacio, ha sido salpicado con actos de
corrupción en por lo menos dos procesos. Inexplicablemente la Fiscalía archivó
dichos procesos con lo cual la terna tiene serios problemas al no garantizar la
independencia de los postulados con relación al Gobierno y a los procesos que se
siguen en contra de sus aliados. La tercera persona ternada, Virginia Uribe ni tiene
el perfil profesional para el cargo, ni tiene independencia, pues, en su hoja de vida
su experiencia ha sido al lado del hoy Presidente y actualmente es asesora del
Ministerio de Transportes.
La Corte Suprema ha aplazado por un par de semanas el proceso de elección del
nuevo Fiscal. Ni Uribe retira la terna, ni ninguno de los postulados se retira. La
Corte está en serios problemas. Como la manifestamos en carta dirigida a la Corte
Suprema, que es examinada por éste organismo, nos parece que lo más lógico es
que la Corte devuelva la terna con la exigencia a Uribe de que postule destacados
juristas independientes que sean garantía de la lucha contra la criminalidad
organizada. Sin embargo, el asunto es muy complejo para la Corte Suprema,
pues, si actúa de esta forma profundizará su enfrentamiento con el Gobierno y si
no lo hace quedará en manos de una Fiscalía aún más ligada al Gobierno de lo
que ha sido hasta ahora Mario Iguarán Arana. Difícil la decisión que tiene en sus
manos la Corte Suprema ante los malabarismo y cálculos del Presidente.
Debemos insistir que el problema de fondo es de la arquitectura constitucional.
Mientras sea el Presidente el que postule la terna su capacidad de influencia
sobre las decisiones judiciales es enorme. Una reforma constitucional podría dejar
en manos del Presidente de la República el nombramiento del Fiscal, pero de una
terna que podría ser enviada por la Corte Suprema. También habría que reformar
a fondo el fuero de funcionarios aforados como el propio Presidente, los altos
magistrados de las Cortes, etc. ellos no deberían depender de una Comisión de
Acusaciones de la Cámara de Representantes sino a lo sumo en la
responsabilidad política en materia penal deberían ser investigados por
organismos de la rama judicial del poder público.
La crisis de la coalición de Gobierno
Finalmente en este contexto hay que mencionar la reciente crisis provocada por la
nueva composición de las mesas directivas del Congreso de la República y los
enfrentamientos dentro de la coalición de Gobierno. En primer término la coalición
de Gobierno enfrenta una crisis provocada por las contradicciones que existen
entre sectores mayoritarios de Cambio Radical que no están de acuerdo con la
reelección de Uribe y que por el contrario apoyan la candidatura presidencial de
Germán Vargas Lleras. Sobre esta contradicción se montó la candidatura de
Javier Cáceres de Cambio Radical para la Presidencia del Senado y de Edgar
Gómez Román para la Presidencia de la Cámara de Representantes. Gómez
proviene de Convergencia Ciudadana, pero, según sus propias palabras va
camino al liberalismo. Con los votos liberales, de Cambio Radical y del Polo
Democrático contando con la desbandada de los partidos minoritarios éstos
candidatos terminaron imponiéndose a los que se habían acordado desde hace ya
tres largos años entre la coalición de Gobierno. También en la elección de la mesa
directiva del Congreso pesaron asuntos burocráticos y manejos profundamente
cuestionados sobre todo por parte de Luís Carlos Restrepo, director del Partido de
la U. Los reclamos burocráticos se explican porque al Congreso han llegado más
de 40 suplentes que han reemplazado a la mayor parte de los investigados por la
parapolítica. Estos nuevos parlamentarios quieren cuota propia en la burocracia.
Uribe no les ha dado cuota porque mantiene las cuotas de los parlamentarios
detenidos y esas cuotas no las sienten como suyas los nuevos parlamentarios de
tal manera que lo que se avecina es una puja por los recursos públicos y el primer
damnificado es precisamente el proyecto del referendo reeleccionista.
Es muy temprano para declarar que el empeño de Uribe de atornillarse en el poder
haya desaparecido o que el referendo esté hundido. Es verdad que afronta serias
dificultades, pero, las principales provienen de la investigación preliminar que
adelanta la Corte contra los 86 representantes a la Cámara que votaron a favor del
mismo sin el lleno de los requisitos legales, vale decir, sin la certificación que tiene
que expedir el Registrador Nacional del Estado civil previo concepto del Consejo
Nacional Electoral. Como esta certificación no se ha expedido la investigación
sigue abierta y hay una evidente inhabilidad entre los parlamentarios y la
conciliación del referendo. Estos últimos temen a la investigación de la Corte y las
dificultades para conformar las comisiones de conciliación están principalmente
allí. A ello han venido a sumarse las contradicciones internas dentro de la coalición
mayoritariamente clientelista que rodea a Uribe. Como lo afirmó recientemente
Rudolf Hommes: “Lo que esté en el fondo es la reclamación de los nuevos
parlamentarios que quieren cuotas en el Gobierno y ahí está Uribe para
garantizarlas”. La aprobación de la ley que posibilitaría el referendo no depende
tanto de la puja burocrática dado que Uribe está presto a garantizar la satisfacción
de los reclamos clientelistas. Los problemas derivan más bien de las
investigaciones de la Corte Suprema a las que habría que sumar el reparto de
notarías que fue el precio que Uribe pago para su primera reelección. Otro factor
en contra es la oposición pública del presidente de los Estados Unidos, Barack
Obama al intento reeleccionista de Uribe y al descontento de parte de la elite
empresarial por la actitud inamistosa del Gobierno de Colombia en contra de dos
socios comerciales muy importantes para el país, Venezuela y Ecuador. Hay un
sector empresarial seriamente afectado por la errónea política de Uribe en materia
internacional. Estos sectores saben que un nuevo período de Uribe en la Casa de
Nariño podría empeorar las cosas. El asunto ahora es más complejo, pues, Uribe
no calculó las nefastas consecuencias de negociar la presencia de los
norteamericanos en cinco bases militares colombianas. Esta situación es ahora
más compleja. Echar atrás los acuerdos empeoraría las relaciones con el
Gobierno de los Estados Unidos y no dar marcha atrás empeorará las relaciones
con la mayor parte de los países de la región. El problema es más grave porque
los gobiernos de Venezuela y Ecuador comienzan a afectar el comercio
internacional y con ello afectan sectores muy poderosos de la economía
colombiana. Junto a las investigaciones judiciales estos factores pesarán más en
el proyecto del referendo que los reclamos burocráticos de los partidos
clientelistas de la coalición de Gobierno.
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