- :-^ew^f.-T -^1.1 ) ' *5«;í ' "w?- m^m}mhmyi^mmjmM¥m'^m'^í^<^mM^^m<^m •¿*i W68e. MOHI^ -^y ^f rOLU VSv >v\\ ^Vn^ í jj ^ :\V \Nn 1 1 //, )::íÍÍ j ^ÍMífTilS& -í; ;^\^ íLLii.^ ^ dRARY AT URBANA CHAMPAIGN STACKS = En la del Mármol Quietud 5: m ^ THERESE WILMS MONTT En la Quietud del Mármol 1918 CASA EDITORA BLANCO Madrid 7 Del mismo autor INQUIETUDES SENTIMENTALES Buenos , 2.^ edición Aires, R. A. 191 (agotado) LOS TRES CANTOS, 2.^ edición Buenos Aires, R. A. 1917 EN LA QUIETUD DEL MÁRMO L Madrid, 19 iS Próximamente ANUARI, con un prólogo de D. Ramón del Valle Inclán. En prensa EN LA CALLEJUELA DE LA VIDA Y DE LA MUERTE, novela. LO G S e \ Thérése de la t" Los que la ven pasar, esbelta y rítmica, con sus "pelos" cortados y su bastoncillo insolente, se preguntan si es una bailarina de los bailes rusos, o una parisiense fantástica, o una norteamericana tan millonaria que hasta para sus ojos ha comprado las dos esmeraldas más grandes y más puras que hay en el mundo. Yo, en realidad, no sé de dónde es a punto a fijo. Pero sé, eso sí, que no es de aquí, que viene de tras los mares, de tras los cielos, de tras las razas, tal vez de tras las almas, y que, como un personaje de Maeterlinck, parece buscar una corona en el fondo de una fuente milagrosa de oro y de bruma. ¡Teresa!... /o Thérese? ¡Y de la Cruz!... Y sin que ella lo piense, sin que ella lo quiera, detrás de la cruz, el diablo. Porque ahí está, para nosotros, pobres hombres sensibles, el compañero malo de San Antonio, con todas sus t evitaciones y todos sus halagos. Mas ella sabe decir a los que se le acercan pidiendo una limosna de labios: ''¡Che, que somos compañeros!" . . . . . : . . : Esta mujer que lleva a cuestas la Y es cierto. maldición de su belleza no es sino una escritora, una gran escritora que si fuese hombre y tuviese barbas formaría parte de todas las Academias y llevaría todas las . . condecoraciones. Sólo que, ¡ay!, es una mujer, y es lo más bonito de las mujeres. ¿Quién no ha estado enamorado de ¿Quién no ha sentido ante su boca de lobo ella? adolescente la terrible emoción del infinito?... ¿Quién no la ha ofrecido su alma entera en cambio de una sonrisa? Ella ha contestado siempre . . . . . . —Che... Sólo un día, tal vez ante dos ojos locos en una faz de mártir, sus esmeraldas claras, muy claras, se humedecieron. Pero entonces, sacudiendo su melena de leona niña, tuvo el heroísmo de abrir su pecho y de enseñar un cadáver. Porque esta niña genial y loca, que atraviesa la existencia regando las perlas claras de su sonrisa, es una pobre atormentada que padece más por alguien que no existe que los que se mueren por ella. Yo la digo Usted no es para aquí; usted es de otro pueblo, de otra raza; usted no puede vivir sino en el bosque de la princesa durmiente o en un panteón de reyes; usted es una ídola para adoradores de especie diferente Márchese usted; por Dios. Ella ríe con risa de niña y de demonia. ¡No sea usted loco! ¿Quién lo es más de los dos? Ella, en todo caso, tiene como excusa el genio, que es un signo magnífico y fatal de locura. Yo no poseo nada, nada más que los dos ojos de mártir que despiertan a los muertos amados. . — . . — . . . . . GÓMEZ CARRILLO En «El Liberal», Mayo 18 de 1918. . í \ INTRODUCCIÓN. No pues quiero suprimir seria ocultar el una sola de estas lineas matar su dolorosa espontaneidad, y angustioso tormento que sufria el alma de quien las escribiera. ? I OFRENDA Traigo a tus pies la suave ofrenda de mi bro, que deposito en me de mi inspiración. En el largo gar donde ellos, como el camino que separa más sutil li- perfu- la farsa del lu- yaces en sublime y casta quietud de mármol, he ido despojando mi alma de sus misetú humanas; he ido purificándola mediante cruentos martirios, para traerla hasta ti, clarificada como el agua de una fuente que no ha sido desflorada por la luz del día. rables ataduras No temas que mis páginas dejen en una huella impura. Si bien tú te tu lecho has sublimado con la muerte, yo me he redimido perdiendo mi envoltura de fango en el torbellino incontenible del dolor. ^ Puedes como mis admitir flores, mi ofrenda tan dulcemente que ni éstas ni aquéllas turbarán tu sueño. Acéptala; la la te ofrezco con los ojos límpidos, mundo que ha de ligero y vano como el frente serena, vuelta hacia el juzgarme, con humo de un el espíritu incensario. Madrid 1918. Thérése Wilms. 8 Para Anuarí: que duerme en este féretro el sueño eterno. Para él... Anuarí mío, que nadie puede disputár- melo; porque mi amor, mi amor y mi dolor, me dan derecho a poseerlo entero. Cuerpo dormido y alma radiante. Sí, Anuarí, este libro es para una diste tú lo pe- manos en las mías, en tus tu boca en mi boca, en intima co- y yo, toda alma, te dije dote hondo en medio del corazón. ¿ Te acuerdas, Anuarí ? ? ¿No me tarde, tus ojos mis ojos, muni()n ti. : Sí, — besán- II Oh! ya no puedo escribir tu nombre sin que un velo de lágrimas oculte mis ojos, nudo extrangule mi garganta. ¿ Por qué te fuiste, amor pregunto mil, dos mil veces ? ¿ y un apretado Por qué al dia. Y ?, me lo no acierto a hallar respuesta alguna que alivie el feroz dolor de mi alma. Si; ¿ contigo por qué te fuiste, Anuari, y no me llevaste ? Mirando tu retrato, con la pasión de una madre, de una novia, de una amante loca de amor, trato 10 — de arrancar de tu mirada destrozado tu vida y ¡ Ah, mi criatura la gran enigma que ha el mía. Cuando ! la suerte impía me arrebató a esas dos hijas de mi sangre, creí que el no dolor mío habla roto los limites humanos. Pero ; tú has hecho que mi grito desesperado llegue hasta lo el mismo trono apostrofé del Dios de los cristianos temblando de santa y fiera y indig- nación. No se tura, sin puede darle los latigazos, Sí; al ser tan cruel fuerzas con una débil suficientes cria- para soportar y abandonarla después en la agonía. tu partida silenciosa me ha dejado agonizando borde de nada y la infinita cariño, con ansia de dormir ; sola, con sed de y descansar, rendida al fin.... — 11 III En una « de tus cartas la vita resiste verdad Teresa « Nulla che Sí, escribiste, una vez : Per Vamor che rimmie «e a i me le ? é ) y ( el nuestro resistirá, » piú dolce cose lontane e triste ». Anuarí, «nulla é piú dolce e triste che cose lontane ». Y por eso te le fuiste. he releído otra vez, y siempre me deja una impresión desesperada, que sólo puedo Esa carta la traducir en sollozos. Tus 12 cartas, tus retratos, y las flores que han muerto sobre tu ataúd, son reliquias que guardo ellas forman todo mi ideal, toda mi vida, y no digo mi consuelo porque éste con avaricia enferma ya no : existe para mi. Guardo también dos impiadosa mano tornillos, que con dura e pusieron en tu féretro los ente- mi cerebro donde llevo cin- rradores, tornillos que irán clavados en mi muerte; en mi cerebro, celada tu imagen profunda e inamovible, cual el día de grietas que lian socavado los siglos en las heladas las rocas. ¡ Anuari, Anuarí Si fuera posible resucitarte, ! mi conciencia me resignaría a vivir tus pies, como una esclava, con la sola daría yo hasta postrada a ; satisfacción de mirarte, de sentirte con esa reír, de cascada de plata; sin aspirar a otra recom- risa pensa que el por una vez solamente, sentir, el beso de tu boca en mi frente. i Anuarí, resucita mis brazos, donde ! Vuelve a te cantaré, ^^^ '/ la tibia cuna de hasta convertirme en una sola nota que encierre tu nombre. — 13 •Eiíflí'í IV Reposa tranquilo, Anuarí. Seré siempre tuya. He hecho de mi cuerpo un templo, donde venero tus besos y tus caricias, con lamas honda adoración. Llevo clavada, como im puñal, tu sonrisa en punto donde se posan mis ojos; el esa sonrisa con los dientes apretados, que hacían de tu boca un capullo sangriento, repleto de blancas, relucientes semillas. Anuarí. Tu sonrisa es que mata todas mis mi mente la noche. la risas, 'SÉ:^ — tu sonrisa provoca en inquietud del relámpago en medio de Es veneno de nácar que corazón hasta paralizarlo. 14 una obsesión destructora se destila en mi V Anuarí mido ; te evoco eterno. Una sombra alma, dormido y te imagino dor- la se esparce sombra de tus pestañas, que divina formaban dos blandamente sobre mi alas de aterciopelada mariposa sobre tus ojeras. Si, Anuarí. Una noche, la más feliz de mi vida, durmió tu cabeza en mi bombro, y era tan intima mi dulzura, que mi respiración se hizo una se música para mecerte. Te dormiste, estrujado el criatura mía, después de cerebro y el haberme corazón con tus labios — 15 '^W •v"".*í^''; ^ ávidos de juventud, como una abeja lujuriosa de néctar y perfume. Y esas sombras de tus pestañas, son las cor- tinas que me ocultan la luz del sol, y me llevan en vértigo confuso hacia tu grave País. Una se la 16 "- .^ noche, la más feliz, la única de mi vida, durmió tu cabeza en mi pecho, y allí encontró delicia del sueño, y buscó la almohada eterna. VI Traigo del fondo del silencio tu mirada ; evoco y me estremezco. Aun apagados por la me producen el efecto del rayo. No ha tus ojos... muerte, perecido en ellos el poder fascinador. me muestran las irra- diaciones magnificas del Infinito son dos estrellas Son dos faros azules, que ; de primera magnitud, que miran hondo sobre mis y agrandando la huella, hasta una brecha infinita como un mundo. penas, perforándolas abrir Tus ojos adorados, que fueron reflejos de esa bellísima alma tuya, viven ahora en mi mente nu- — 17 tridos de mi propia vida, adquiriendo brillo en la fuente inagotable de mis lágrimas. Anuari. Asi tu vida, ahora como me con tentaciones de ante un abismo. 18 tus ojos me encadenaron a arrastran a tu fosa, invitándome delirio. Yo Tus ojos son dos imanes siento la atracción feroz... ; VII En la oscuridad de tu imagen envuelta en con la cido. mi pensamiento veo el pavorosa aureola de un más Te llamo, toda te llamo el surgir misterio de la muerte, allá descono- alma reconcentrada en ti y me parece que se rasgan las sombras a como el de ave herida en pleno tu paso alado, vuelo. Cuando comprendo que no te veré jamás, una onda de angustia me sube del corazón, envolviendo mi cerebro en un vértigo de catástrofe, en un ansia de masacrar la belleza de la vida. — 19 '''. Eres tan fuerte y hermoso, con tu cara serena y tu frente mirando al cielo. Anuarí. La pena no va ahondando en el en una tembladera enloquece, la pena no mata alma como un cuerpo de plomo ; infinita. Asombrada escucho mi voz, que te busca aguardando una respuesta. La negra verdad me hiere con saña. ¿Acaso tu espíritu ha muerto también ? en ¡ las noches No no ; ! ¿ el eco de Cómo es posible que tanto vigor, energía de astro, vaya a perecer en 20 M^ — el hielo eterno ? r '?" ' 'ff t"* 4 í . *: ^^Tvir-3^51^, VIII Desde que te acechando tu dos hacia mis ojos y mis oídos están fuiste, imagen.... tus pasos ; están tendi- muerte en fervorosa espera de resu- la rrección. Y en los días grises, te veo con cuando sopla viento helado, los ojos del ahna surgir blanco de tu blanco sudario, transfigurado por la serena, santa caricia de la tierra. Y cuando el mundo, entonces sol derrocha diamantes sobre te aspiro veo en todos los árboles, de amor, en los céspedes y en todas las ñores, el te te poseo rodando, ebria de yerbas olorosas. — 21 Y los cuando la luna da su humilde bendición a hombres, te veo gigantesco, destacarte en un afilado rayo inmortal, ; veo enorme, confundido con te desparramando sobre dulgencia, aliviando náufrago dolorido imagino en Me el 22 el evocarte, de linterna en mundo tu in- de tanto desesperación aspiro en el ambiente, te misterio, te extraigo de la nada. parece que ayudarme a ; la te el lo la mundo sólo fué hecho para y para que me el sol, escabrosa ruta. sirviera ! IX Con la cabeza reclinada entre los brazos, en un afán de dormir, repito, ción : Si, mo como los niños, una ora- tu nombre. Anuari, tengo sueño, letárgico sopor que mucho turbó tu sueño; ese mis- alma antes de cerrar los adorados ojos para siempre. Como una oración, desgranan silaba por laba mis labios tu nombre, y mis manos desmayadas, buscando tibio el si- se tienden nido de tus ca- para esconderse y morir. Anuari, Anuari bellos, ¡ Como de una fuente que hierve brotan de mi — 23 i ^ -- - . •. V . . -* pecho las quejas y las súplicas. Todas van a per- derse en el caos, sin llegar tal vez a ti. Es horrible, y no comprendo cómo mi cuerpo no sucumbe al peso de tan ruda carga. La vida sin ti es una tétrica cosa, que arrastro como un harapo innoble. 24 — 7^- % X Las horas caen como goteras de plomo en un páramo se van a tu encuentro, y yo me quedo ; me quedo hastío, ; sombría, taciturna, envuelta en como en una malla de Dos meses hoy, ¡ Ya mi deseo de dos meses ataúd por la negro criatura mía, que bajaste a caverna de piedra, llevándote en lizado hasta el hierro. ! el una corazón para- llorar. Sin morir vi como entraban tu puerta del Cementerio ; por esa puerta con fauces de chacal, que no se abre jamás para las almas que En la atraviesan estos dos dormidas. meses no has tenido otra caricia — 25 que aquellas tan leves y tímidas de mis flores, mis pobres flores, que son la única prueba de amor, la ofrenda santa que temblorosa de pena, mi alma deposita sobre tu cadáver. Dos meses. Mis manos pordioseras de caricias tratan de arrancar.de tu ataúd una ternura la madera, avara del tesoro que encierra, rígida, j como un ser tu fosa, muy ! pero se hace sufrido. Sólo llegan al fondo de apagadamente, como de una jauría jana, los ruidos del los que no ha Nada, Anuarí mío ; mundo, el le- confuso vaivén de hombres, de esas sombras movibles, que no saben de dónde vienen y para dónde van, porque tienen miedo de averiguarlo. Dos meses hoy que su tic-tac pisotea mi te fuiste. cerebro, El . reloj palpita; destruyendo mis pensamientos, con sus pasos lúgubres hacia la men- tirosa Eternidad. Dos meses, y ya no 26 sufro de tanto sufrir. XI Se mueven las cortinas toda intensidad pregunto a y tiembla noche la la luz. si Con eres tú el que anima esas cosas. Anuari. De espaldas sobre golpear de mi cama, mi corazón dentro sólo oigo el furioso del pecho. Todo lo que me rodea está empapado de misterio. Los muebles hablan entre si de trágicos secretos ; las puertas se quejan de sus umbrales siempre enigmáticos, a la espera de alguien que nunca llega y en la lámpara desesperación. me parece adivinar una ; muda :^y^- Los retratos me miran expresión de pena, j con una desgarradora Anuari, Anuarí ! Ya mi grito se pierde sin eco en el impiadoso de la sé que abismo nada, pero para no sucumbir no puedo dejar de llamarte, aferrada a una ilusión que no existe. 28 — XII Como de el costumbre, hoy fui a verte ; era tu día, día de todos los dormidos eternos. Cubrí tu ataúd de rojos claveles, e imaginé que su fragancia atravesaría las maderas e iría a darte un escalofrío de dulzura. Con la cabeza apoyada en fundamente en Una el féretro pensé pro- ti. olímpica serenidad revistió de alba túnica mi alma, apagando toda su amargura. No hubo desesperación en mi dolor. Comprendí, amor mío, que para mí la gran 29 ;^y3<S»/ puerta al infinito estaba abierta de par en par, manos sublimizadas. abierta por tus que poseía alas capaces para em- Vi, también, prender me el regio vuelo del encuentro, sentí consolada. Oculta en tu féretro está puerta agobie tu y entonces la llave de la gran tú la guardas en tu diestra. Cuando : la lucha miserable mano con iré me a buscarla. Abriré beso de una madre que despierta el a su hijo, y, enlazándola a la mía, marcharemos juntos hacia en busca de su bendición nupcial. el sol, Iremos, inmortales hijos de la luz, en pos de la irradiación de los astros para coronar nuestras cabezas transparentes. Marcharemos extáticos, renos, gloriosos, alma del Creador como una al sola se- llama azul del son de acordes magistrales, que entonará nuestra reina Naturaleza. Nos deslizaremos por los límpidos espacios, su- blimes de bondad, cantando un resurrexit eterno. Al contacto de tu ataúd mi frente palidece y miran mis ojos en busca de la gran puerta. 30 — XIII Por la noche, penetro en mi alcoba como en un templo, tan fervorosamente, que mis rodillas se doblan. Porque allí está tu retrato, mirándome con esa bondad ilimitada del perdón. Beso el cristal rente tu boca, y con el reflejo helado, en me el sitio que transpa- regocijo en iluminar tus ojos de los mios brillantes de emoción. Junto mis manos sobre tu frente, y en conmoción del alma, imploro tu compañía, trágica el calor de tu protección cerca de mi lecho; y en fervoroso anhelo ruego al misterio para que tienda sobre mi el sudario del silencio. — 31 • i.'-^^' Hablo con tu sobre él flores ; retrato, criatura mía, derramando cosas pueriles y profundas, como si fueran lloro, rio y, sintiéndote en mis brazos, te canto como si Y naces de mí para todos los hubieras nacido de mi. y para mí y en mí demás estás muerto. ; vives, porque Te extraje de la sangre más noble de mi corazón y te uní a mi destino para siempre. 32 — XIV Hallo cierto alivio en la monótona repetición de mis pesares, como lo halla el loco en sus pa- labras incoherentes, en sus exaltaciones plásticas. Te amo, Anuari.... La tibieza de tu cuerpo ha quedado como un veneno insomne en mis miembros. Todos retuercen lirio ; en espasmódicas convulsiones claman por la caricia ellos se de de- aguda de tu cuerpo, de tu carne joven, perfumada de primavera. Mi boca En está sedienta de lujuria. contorsiones de poseída, aullidos desgarradores de Si, Anuari. escápanse de mi los mi carne y de mi co- 33 ^j (^ =-r<,i.Tr^ en los espasmos de placer y de pena, surge, entre los suspiros, tu nombre. razón heridos j ; Ah He quedado ávida de ! ti ; ansiosa de besos tuyos. Y ante la atracción de tu espíritu radiante, quedé ciega como Mis si mirase al ávidos, labios, sol. aguardan, entreabiertos, el néctar de tu amor. Y tiempo pasa, y su bálsamo de nieve no catriza mis llagas de fuego. ci- el El día lucia todas las deslumbradoras galas de la Primavera... Un olímpico rayo de luz vestía las flores con túnicas de diamante. Ante tan irónico esplendor mi corazón sintió con más fuerza tu soledad augusta, y despreciando la fastuosidad, fué a ofrecerse a ti, para que te protegieran los suaves velos de su melancolía. Llegué a tu nicho, a tu estrecha caverna miserable, y tuve el deseo de volverme terciopelo para arro- una impresión de cuenta, criatura mía, que parte, envolverte en mí, para darte amor; para que no te dieras todos te tomaban como a un objeto inservible. 34 No concibo el calor tú rígido y solo en del mal todas el que anima mi vida, estando cementerio. las felicidades Son explosiones que brotan fuera de esa órbita dolorosa. Anuari mío ; todo mi cuerpo se insensibiliza al solo recuerdo de tu ausencia eterna. 35 -i^TWW XV Estoy enferma. Mi mano, ardiente, resbala en triste desmayo sobre los libros para aturdirme y olvidar. No trato de abrirlos, I es Qué pueden decirme que miento de tu recuerdo 1 me donde inútil los : refugio, adivino. mi pensadejar una sustraiga Sólo lograrían negra mancha de tinta en mis pupilas luminosas de tu imagen. Mi dolor se hace agónico teza se despedaza como las túnicas ; mi tris- de los márti- res desgarradas por las fieras del circo. Me 36 „^( pesan las sienes como si las oprimieran ! dedos de un coloso, y como lozas ñmerarias caen mis párpados. los i Anuarí, Anuarí Las penas hacen pesada mi sangre, como si circulara por mis venas lava fría. Estoy enferma. A mi alrededor canta la vida, impiadosa, cruel, en su inconciencia de diosa eter- namente joven y alegre. Ese desordenado profanación de bullicio cadáveres me hace pensar en la por un saltimbanqui ebrio. La vibración del dolor ha destruido la orques- tación divina, que, en lírica unión con todas mis cuerdas intimas, amenizaba las fiestas de mi alma. Estoy tan prende la triste, como una paloma a \juien sor- tormenta, sola y fuera del nido. 37 XVI Anuarí... hoy un ramo de inmaculadas peonías. Al depositarlas sobre tu ataúd, me pareció que el Te cielo llevé había llovido estrellas sobre se apoderó de el mí un delirio él, y entonces de belleza. Quise unir mis labios a los blancos pétalos, y cielo de mi alma llovió besos, infinitos besos de amor sobre tu cuerpo insoñado. La dulzura de la timiba penetra en mi cerebro, como un baño de rosas, refrescándolo de sus ansias pasionales. Purificada está mi carne por 38 — el alba castidad de las cenizas de todos los antepasados que a tu lado reposan. Anuarí Si mi ; criatura mía. tristeza fuese siempre tan traducirla en besos con al fervor de el más flores, bendiciria al dolor una iluminada : el sobre lo buscarla dolor de haberte perdido es humano que nos une para Yo ; como nutritivo alimento espiritual. Anuarí lazo y suave como para te ti, el único siempre. amo, y lo digo en las flores que esparzo y en mis llantos, que son vigorosos como los reflujos del mar. De ese es la mi vida a tu tumba, de tu tumba a la vida, destino. — 39 XVII Anuarí, mío. Toda la felicidad de mis días estaba en tu ataúd, donde yo iba a recostar mi cabeza y desparramar mis En mi flores. inmensa soledad, era esa una dulce ocu- pación. y en mi locura de cariño, que nadie más que yo tenía derecho a tu ca- Criatura, te sentía, creí dáver. Fué como un golpe de cuando el 40 al hierro en la cabeza, penetrar en la fosa vi que no estabas en lecho familiar. Y cuando, buscándote como una leona busca su guarida, te encontré en mi dolor tan horrible, como un estrecho si nicho, fué te hubieras muerto por segunda vez. Qué frío tuve! y cómo mi cuerpo senti en el martirio de tus miembros estrechados, en esa an- gosta cárcel de piedra! AJli no podré llevarte mis municarte la sensación flores ; no podré co- de primavera, refrescando tu cofre con pétalos, besos y lágrimas. 41 1 XVI 1 Anuarí; dulce criatura mía, que soplas la negia vela de mi vivir hacia el paraíso de los sueños. Grave criatura del gesto eterno, que en augusto ademán, la me señalas, ruta luminosa del Infi- nito. El que de mis hayan quitado tu labios, me produce esperación que maltrata a quien le aiTancan la el la féretro del alcance misma terrible des- corazón de una madre, cuna donde murió su hijo. Anuarí, mío. Volví del cementerio ahogada en sollozos 42 — ; mis lágrimas corrían cuentas de un empapándome escribo, están acom- de tus retratos seis como ellos les hablo, Un como collar sin fin. Aquí sobre mi cama, donde pañándome pecho, el a cada uno de ; pudieran oirme. si humilde Cristo de acero me acompaña, y yo pongo como testigo de mi pena a El murió por redimir al ese sublime hombre. mundo, y yo estoy ago- nizando por un amor inalcanzable. Somos hermanos, estamos unidos en nobles causas de la vida en íntimo abrazo, única verdad dimos en : la la vida si Parece un ; como y sohdarios de la muerte. Cristo v vo nos confun- manos todo de todos mundo el peso de mi cabeza, los seres humanos se hu- ella. sostenido por dos bloques de parece un astro en interna catástrofe. Ya no cuerpo, ahora nos estrechamos, ; haciéndonos biera reconcentrado en mármol únicas lo imposible. Siento en mis como las llevarán mis las lágrimas, manos que eran pétalos sobre tu rocío, inundarán cataratas turbulentas, destruyendo las tristes, pero nobles ruinas que eran los castillos de mi alma. f i ^43 XIX Desperté sobresaltada. El esas dos rebro Me de la campanadas como el severas, cayeron en anuncio del juicio levanté del lecho tumba, empujada Turbada de dio las dos, reloj como mi y ce- final. se levanta un muerto por una fuerza superior. misterio, sin saber qué era de mi y dón- de estaba; quise huir, y en mi ansiedad loca tropecé en la oscuridad con un cuerpo que al caer dio un golpe seco. Con las manos tendidas como una larva, buscaba, en medio de X 44 — los tentáculos las de sombras, algo me que indicara radamente un rumbo; y mis ojos, desmesu- abiertos, querían agujerear la noche. Mis pies no se movían, fijos estaban en el suelo, como dos pilares de bronce; una lluvia helada empapaba mi frente, goteando sobre mis senos lí- quido mortal. Despavorida, Hda al laberinto no encontrando sa- de mi alma, quise sucumbir. En temblorosa, momento hirió mi recuerdo una belleza de mi infancia, y, como entonces, caí de rodülas. Floreció ese en mis labios una plegaria ; una honda plegaria a mi Dios Anuarí. Con los párpados cerrados, los brazos en alto, en mística unción, mi alma imploró al cielo para que le diera el ansiado reposo. Pasaron muchas horas, tantas que lo^v-jivos tonos de la aurora envolvían de rosa a mi balcón. Esa de luz de la vida me los acontecimientos, hizo considerar la realidad y entonces ta que había pasado la noche sólo me di cuen- toda en delirante éxtasis ante tu retrato. Con una sonrisa, de esas que por recen inspiradas en las estrellas, lecho, llevando entre lo me plácidas pavolví a mis brazos la adorada mi reliquia. — 45 ^«^^ffWÍ! <!ÍV ' :• -=f5<r? Dormí, y me sentí dichosa. muerta y que era como tú, Soñé que estaba una sombra ideal y buena. Anuarí, las y Eres feliz porque regalas a un alma dos sensaciones de más intensa belleza : el dolor muerte. la Anuarí, Anuarí. Si poseyera yo una guadaña como ella aquella que tiene la muerte, para decapitar todas las depositarlas losa / 46 que me serviría flores del como un humilde homenaje te esconde. de mundo, y sobre la XX Con paso sonámbulo mi todas las noches a llego escritorio. Allí también está tu todas las cosas un tenue retrato, esparciendo sobre reflejo de amor. Cuántas veces he estrujado sobre estas páginas hasta la esencia de mi espíritu, después, en el lán- y guido agotamiento, he esperado, las manos, el la voz adorada, viniendo de un más vedado para cabeza entre llamado alontanado de tu voz, de tu las allá brumoso, almas que habitan todavía cuerpos mortales... Anuarí; vivo soñando en ti, vibrando sólo con 47 las tremendas caricias que vienes a prodigarme mientras duermo ; que agotan deleites las células de mi cerebro. Guardo peso de tu cuerpo, que al despertar el reposó sobre mi corazón; y en mis labios el fresco roce de tu boca cálida. Mi oído como un rumor de música, atesora, la penetrante cadencia de tu voz. Anuarí; ¿ recuerdas aquellas noches de invierno me largas sin estufa, cuando para engañar al frío tú tenías fuertemente las manos, y tos fantásticos de almas en me pena contabas cuen- y llegábamos hasta a tener miedo del viento que estremecía las ventanas jQué ? felices éramos entonces, y cómo nos pa- recía la vida una entretención fácil y pura, como los juegos de los niños! Y ahora que te ha tomado Cómo fuiste, ¡ la mía! he ahondado en esas sólo pertenecen a los Soy una niña años me qué gesto trágico y torvo tristes cosas, que están ya vieja, muy que viejos! Anuarí; mis veinticuatro llevan a la rastra, como aplastada por un fardo de troncos. Sólo puedo, de vez en cuando, 4S — levantar mis ojos al cielo para asegurarme de que hay dos manos, las tuyas, que me tienden abiertas como dos alas. allí en el infinito — se 49 XXT Mi boca ya no puede llamarte, que un desolado sollozo corte mi voz. Anuarí, mis suspiros son como esos vientos que j sin Anuarí, Anuaií precipitan ! encuentro de las nubes; son esas olas el que van hinchándose a medida que se acercan a la playa, para reventar violentas, envolviendo de espuma a las altivas rocas. Anuarí. Una tempestad desencadenada dentro de mi Me tino, sei*. revelo de la vida que ruge me ha ; insulto al miserable des- arrancado todos mis amores en ca-, pullo, cuando no había saboreadcj todavía su fragan- 50 — cia, ni me Mis había embriagado su narcótico sublime. ojos, un horizonte umbral de la desmesuradamente negro. abiertos, miran He quedado espantada en vida, con cada en mis labios por una gran pregunta el el sofo- horror de la catástrofe. — 51 XXII Anuarí. Los hombres me juzgarían loca, vieran vagar por los cementerios, como un si me solitario chacal que por caprichos infames del destino recibió un alma de terciopelo. Anuari. Busco en los cráneos vacíos lo que he y por momentos tengo un vértigo de acontecimientos y deseo que mi pensamiento duerma en el osario del olvido. Anuarí; de llegar a precipitar ser, los quiero fundirme en tu materia fermentada por la vida vegetal y animal de la naturaleza, convertirme como tú en masa íirciUa 52 % ^íí, : en la que universal, se modelan que los es prodigiosa futuros genios. i- Anuarí. Para llegar a ti sufriría la transformación en yerba, pájaro, animal, mar, nube, éter último, pensamiento. Para llegar a que inflama la secreta fuerza ' ti me y, por uniría a y atravesaría el infinito como un meteoro, aunque sólo fuera para rozarte, como esos astros rozan la sulos vientos, perficie del cielo. Anuarí, Anuarí; dulzura que extasías mi cerebro, en lejanos ideales. la naturaleza, a Como la luz, adivinar sus he llegado a penetrar más pequeños gestos en este tiempo de inmensa soledad y dolor. Y cómo perdono a los hombres todas sus caídas y debilidades! — 53 íl:.- XXllí Como las almas que liabitan los claustros en- veladas en albos o negros tules, así la mía cambia de ropaje en sus confidencias con la vida y en sus secretas tramas con la muerte. Anuarí. verdad a a. ti, el Prefiero siempre la ilusión rosa otro ciones, para me de el eterno caos de la la vida. Uno me lleva aparta con sus infernales seduc- enfangarme en seguida en desprecia- bles placeres. Desde hace ties meses vivo recluida en tu re- cuerdo; y mi alma se ha hecho tan liviana, que puede sostenerse en 54 el aire como lo azul. Anuarí; los me arrancan de tu lado con sus promesas dulzuras y bellezas, me tientan como Lucifer al hombres de Cristo de la Montaña. Muchas veces para olvidar un poco tida ; la los he seguido horrenda pena de tu par- pero más valiera haber muerto a tus pies mutilada de dolor; más valiera haber visto con mis propios ojos la pudrición de mi carne, sanamente comida ¡ es ¿es por que el la los perforadores infamia del sombríos. mundo no Anuari; tiene limites ? dolor tan insoportable que a los buenos los hace malos y a los malos perversos El dolor santifica a las almas sublimes y arrastra a las infei riores... no hav duda. Anuari. 00 XXIV Vagando por bosques solitarios, junto a las lagunas estancadas, he pensado en toda la tristeza de esas almas, que nacen de un rayo de luna, y al mirar a su alrededor se sol o de encuentran huérfanas. Comprendo el vicio del amor, que en un espasmo de placer nos hace creer en la nobleza comprendo que en el beso y en la entrega de los ; cuerpos se busque el veneno del olvido ; porque hace del hombre un dios y de la mujer vaso sagrado, urna depositaría de la savia, que es vida ello de la creación. 56 — -.#» \? Anuarí; comprendo que ya muerto las entrañas de la amada, el dios sin recibir la dulzura esas perlas diluidas, se quiebren de dolor, manezcan que lloran tristes el y amado, solitarias, de y per- como ánforas antiguas descuido de su dueño. \ DI XXV Hoy fueron jazmines que llevé para ti. Albais flores de penetrante fragancia, que cual blancas mariposas se quedaron dormidas sobre la pied^-a. Llovía. las Rl agua cantaba tímidamente sobre baldosas y lápidas del cementerio, escurrién- dose por los huecos de las tumbas, ansiosa de refrescar la Nubes boca de negras, los nmertos. cargadas de poder divino esta- llaban ruidosas en la soledad del cielo. Mi cabeza, inconsciente de tosa la caricia de la lluvia, y 58 ?í--. la vida, recibía como un gus- pájaro, que -f;^'--7f-Kf¡^_>^-T(^-^^^'- .'^-;! 'f^^^^f!^^ím^:'":^^^i^*^-.n^f^w^ gustoso del baño, quedóse inmóvil bajo Tú cariñoso de las tibias gotas. altura de mi allí, a la extática, secreto de tranquilidad pensando estabas allí, como maque guardan un delicioso una quietud nos de los ídolos indios Tú chorrear el estabas Mis manos posadas sobre tu frente. tenían ataúd, ..-vK*---"^7. '^«v^^Toa^f •-.-/ . ,.;.-.$- -r,-:^-.;, en Nirvana. el guarecido de la lluvia en tu ca- de mármol; y dormido dormido como un niño que ha jugado mucho y se ha fatigado. Anuarí sita , muy estrecha. ¿No un mío. Tu morada sitio pequeño donde pueda, también, refugiarse tu liermanita Pero es í dormidos los acuerdan de Cuando oscureció y de ti, de como las son nmy egoístas, no se pobres mendicantes que quedan los bajo las ventanas, sin el cierre harás tú más abrigo que la pena. sentí la campana que anuncia puertas del cementerio, esa noche de agosto ¡ te me despedí acuerdas ? en que veinte veces nos besamos, diciéndonos adiós; y veinte veces volvimos a estrecharnos sin podernos separar. ¡ talla Oh, Anuarí ! ¡ cómo es que mi corazón no en una tormenta análoga a la del cielo, está tan ensombrecido por el doloi- es- cuando !Í 59 ._;--? ; 'r'rfs^íí^?... -í^l_^^W^^r V~.^ ^. XXVÍ El hielo que se filtra despóticamente por me gaduras de mis ventanas, i hace Cuan hondamente pienso en ti, las ras- tiritar. en tus besos suaves; y ansio la tibieza de tu cuerpo estrecha- mente ceñido al mío, como una cinta de piel! Tú eras mi cariño el rayito tenue y dorado que venia para alegrar la caverna sombría donde habita, como una bestia salvaje, mi escepticismo. ; i i Cómo me sentía tuya Si tú hubieras sabido a través de velos atravesaba caricia 60 í^^r ! — luminosa, qué densos mi alma, para envolverte en una para contemplarte, ungida de í'^i'!' 'Srsí^- Anuarí. pureza? La cama, almohada, y hasta la el espejo parece que guardaran tu silueta. y es tu olor el Donde quiera que yo mire estás tú, que me penetra ; hablo, y respiro, y el eco de mis palabras parece como remedo de tu voz, Tus de besos, al sembrarlos en mis labios, hicieron mi boca un campo de trigo, y ahora, en tu ausencia eterna, esos granos, se han vuelto flores de adoración ; y tus caricias dejaron en mi cuerpo cinceladas geniales llenas de sombras de nácar que no pueden animar Anuarí, estoy toda en ti; y palideces la vida. como tú todo en mi. 61 XXVTI Frente inús ojos, a cargada de inspiración. tu letrato, iiielinala frente Y yo lo miro, con el corazón rebosante de honda ternura. Avecita Si te ame Si mía por qué : } te Fuiste en el paraíso. me vo embriaga});) de tu esencia, podría un ave embriagaise de las } licor Para qué de vida, sedienta {VI ? yo sabía amarte como no encontrarás quien i me si diste a como no flores. beber en tus labios el habías de abandonarme todavía Como una lámpara sin aceite me consumo, sintiendo todas las agonías de la pena. Las ajorcas que adornan mis brazos suenan como badajo de una campana muerta, y vse derrumba estrepitosamente la torre de marfil de mis el ensueños por donde yo veía al cielo: por donde yo te veía. Mis como ojos, mi boca, mis brazos que se retuercen leños acariciados por el fuego, están preña- dos de ternuras. Pero tú no vendrás; y como un árbol que se cansó de esperar la caricia de la luna, inclinaré mi frente dolorida. 63 ' XXVIII mis papeles y mis libros, me visita, todo vestido de blanco, tu recuerdo amado. Sola, entre Tus manos, que al acariciar las buenas, de lejos y con el mías fueron tan gesto eterno, me causan daño. Su aristocrática las otras que se me belleza me hace odiar todas tienden. Sólo quiero las tuyas blancas, las tuyas que eran lirios Y enfermos de tristeza. quiero tus ojos que persistian, fraternales, en medio del huracán apasionado de nuestras caricias... Y tu boca, que siempre tenia esa mueca de niño G4: ,- — ..j!)áB... «* "^Z sabio q^Hepresentía todo, sin haber experimentado nada... Y cuerpo tu plegable estrechado al mjo en afán de muerte, y de Y vida.... cántaro sagrado que apagaba alma, tu el incendio de mis inquietudes y de mis idealismos, adormeciéndome en éxtasis de subhme Si ; sopor.... tus manos, tus ojos, tu boca, tu cueipo y tu alma si, todo mío, te llamo, te quiero, te quiero.. Te has ido avecilla mía. Te has ido, pero tus dulces congojas quedaron acariciando mi oído. ; Si hubiera sido posible morir de languidez fehz, yo habría muerto anoche, cuando en sueños niste a poner tus mejillas junto a vi- las mías. Eras suave, Anuari. Suave como una ala de cisne sobre el agua. Eres triste se pierde en Te has la ido, una ingenuidad montaña eres bueno, ; infantil, como la luz. mi quedó grabado en mi roca; pero silencio, te yo guarda como llegaré a ti. transformará en un fantasma tan atravesaré la piedra. re- interior. El secreto trágico del me quejido que el Anuari. Pero tu rostro páhdo, de tina, acariciando un murallón de como Mi pena sutil que Anuari, te espero. 65 XXIX He apagado medio de todas las luces, sólo he dejado en- la estancia, la aquella que guarda en el lamparita veladora, templo al altísimo, como y que esparce mística dulzura. La campana de davía no percibo cuando la torre el ruido llega a visitarme; de tu voz junto a mi oído, no en mi mentón sumiso. ha dado las doce, que hace tu to- espíritu, rumor roce de tu ma- no oigo todavía, ni siento el y el Tiemblo, temerosa de que no vengas, y de que todas mis ansias vayan a morir en desesperaciones 66 1kwí:= •^•, mi almohada. Tiemblo, Amiari, sobre dolorosas amor mió, dulzura mia.... Cuando te evoco hay tal pureza en mi sentir, que soy como un blanco lirio; y mi alma se vuelve una paloma que no ha ensayado aún el primer vuelo. i No vendrás ? Dejo caer mi cabeza sobre esa mano mia que tanto has besado y me parece más honda la tris- mundo, y la vida más difícil de llevar. Anuari! no vendrás, no vendrás; me lo dice mi teza del pesimismo, me voz que lo dice esa partida y la partida de todo lo que No manos vendrás; y ya no espero intangibles en de inquietud. los delirios ¿ mi auguró tu el frescor de tus y me estremezco Serán inútiles mis ruegos, inútiles de mi amor ? Sálvame, sálvame de misma, de frente, me más he amado. la vida, del terror de mi la miseria espiritual! Sálvame, arráncame de sombra mala me la tierra antes que una envuelva, arrastrándome al caos infernal del olvido y de la resignación. 67 XXX Anuarí. Miro en I Por qué rara qué, si tú, el espejo mis labios y blasfemo. tan rojos ? ¿ Por ironía están ellos que eras su encendedor, Ellos deben palidecer de dolor, como mis manos, que se de tanto implorar muerte. la has ido A flores místicas quién puedo yo ofrecer mis labios sangrientos, sin dejarle, neno de sierpe, el No como hijos del quiero su belleza... y no has de venir a mirarte en 4 ve- a pedirme besos. brillantes, los cierro asustada. 68 como mortal narcótico de mi tristeza. Tú ya no vendrás Miro mis ojos ? como mi corazón, han vuelto ¿ te ellos. sol, si tú Tú, que eras su luz te has extinguido como un fuego fatuo en las ondas del mar. Anuarí, ídolo mío. Contemplo mi juventud como una rosa abierta, y desprecio la morbidez que se brinda pagana, pro- vocadora, impúdica, desafiando a mi dolor que se esconde acongojado y tímido. No; ya no vendrás para arrancar de mi cuerpo la nota lírica y vibrante del espasmo, el sollozo entrecortado del placer. Anuarí, Anuarí! Plenitud de mi alma, emoción sentimiento, causa de ¿ Podrás de mi ser mi vida comprender la ! mutilación horrenda tan bruscamente y para siempre ? sacrificio de mi juventud, como una al irte Te haré el religiosa a su Dios, y será la mejor ofrenda de amor que pueda hacer a tu recuerdo. Anuarí... 69 ^ xxxr Viniste a mi; yo no te esperaba. la esperaba a Micidad. perdido todo, y todo IjcV^iabía tú No me io encontré cuando teiidiste los brazos. Tómame, te dije. Seré fiel a tu corazón, y él curará con suavidades arrobadoras las heridas pro- fundas del mío. Viviré de ojos será pecho mi apartan tus v lagada por tu ternura de 70 'A: „• la eterna — reir, ; por labios, llores, el resplandor de tus esconderme confiadamente en tu mi dicha será cuando tu luz, ti; te ; cuando vea que éxtasis interior el ; se lloraré amaré deliciosamente hate amaré con todo el fuego enamorada. . XXXII Mi vida es tuya, porque tú la has salvado para ti. Me de invitaste a la Naturaleza, vuelto a desear el mezclarme en la gran sinfonía y cuanto ya el alma mía había sol, tú te fuiste como una sombra errante hacia la noche traidora. la divina plegaria del amor vino a mi corazón tan dulcemente como el batir Anuarí, golpear de alas... Amé me el aferré a amor con él, pasión de una frenética, y porque hacía largo tiempo que corría la desolada en su busca. — 71 XXXIÍÍ Anuarí, Anuarí, por qué te fuiste ¿ ? Se retuercen mis manos; blasfeman mis labios, y mis ojos se ponen fijos, perversas que destruyen La oscura belleza del armoniosos sobre el fijos esas estrellas mal tiéndese en velos lírico mi como destino de los hombres. frente, bajando hasta mi cuerpo y envolviéndolo como plegadiza alga marina. Es el mal de la pena, de la negra pena. Anuarí.... Frente a tu lápida ya hiela 72 *íi como el mármol. el corazón no llora, se í,í»;'-iív Mis ñores como se viejecitas Sólo mueren carbonizadas por que han sufrido mucho. mi cabeza es torturada cuando el se inclina sobre la piedra, buscando ansiosa la caricia Cada día que pasa, el es sol, fría. una gota que va oradando subterráneo de mi dolor. Cual oscilante llama mi espíritu es juguete del vendaval macabro, que silba amenazante, destructor, en los huecos abandonados de mi cerebro. Ya no sé vivir, y vivo y tampoco puedo morir, porque me faltan fuerzas para cerrar los ojos. ; 73 XXXIV Me alejo... Mi único desconsuelo propias manos flores a es no poder la llevar con mis tumba avara que te guarda. Antes de irme estamparé un beso en tu frente rígida. Será como un sello de piedra sobre otra piedra. Me voy huyendo de mi, de mi cobardía y de mis inquietudes. No puedo morir de dolor y es más fuerte que la misma muerte la tortura moral que revoluciona mi 74 cerebro. >-i.-f^ii-í^:.»3j.- Me voy como aerolito estrella se precipita que desprendido de una en los espacios trágicos de la sangre. Me las voy, para aprender en otras penas a sufrir mías con más entereza. juro que hasta este surrección. He el voy, Anuari, y te momento he aguardado la re- espiado tu sueño creyéndolo leve, y huyo ahora que importa Me mundo lo sé de mármol, Anuari. ni la mediocre balanza mis actos; pocas son las No me que pesa almas que han amado, gozado y sufrido como yo. — 75 ' T'v^^' Ut^"' '- -" ; i-j;.^v'^.r:. X,^^VfCi^ral-'?f'¡p^-^::^-'^^ ';. XXXV Anuarí. Hasta pronto. mientos irán a ofrecerse a Desde aquí mis pensati cruzando desde aquí vigilaré tus restos con y el los mares más inmenso fervoroso recuerdo. Pronto nos encontraremos, amor mío. Mi cabeza es un abismo de dolor donde mis pen- samientos ruedan, sin detenerse, como ágiles piedras. Trato de meditar y mis cogitaciones se ahogan como cuentas oscuras en el despeñaderuedan y ro de la nada. Sólo existe una verdad tan grande la 76 muerte. como el sol: ÍNDICE Págíoa Portada :3 Del mismo autor 4 5 Introducción Ofrenda Para Anuarí 6 : que duerme en este féretro el sueño eterno Oh ya no En una de ! puedo escribir tu tus cartas me nombre escribiste Reposa tranquilo, Anuarí Anuarí; te evoco dormido y te 9 10 12 14 imagino dormido eterno Traigo del fondo del silencio tu mirada En la oscuridad de mi pensamiento veo surgir tu 15 17 imagen Desde que te fuiste, mis ojos y mis oídos están acechando tu imagen Con la cabeza inclinada entre los brazos Las horas caen como goteras de plomo 19 ! Se mueven las cortinas y tiembla la luz Como de costumbre, hoy fui a verte Por la noche penetro en mi alcoba Hallo cierto ahvio en la monótona repetición de mis pesares Estoy enferma Anuarí 21 23 25 27 29 31 33 36 38 Página Anuarí, mío Anuarí, dulce criatura mía Desperté sobresaltada Con paso sonámbulo llego 40 42 44 todas las noches a ; Anuarí, Anuarí ! Los hombres me juzgarían loca Como las almas que habitan los claustros Vagando por los bosques sohtarios Hoy fueron jazmines que llevé para ti El hielo que se filtra despóticamente Frente a mis ojos, tu retrato Sola, entre mis papeles y mis libros He apagado todas las luces Anuarí. Miro en el espejo mis labios Viniste a mi, yo te esperaba Mi vida es tuya Anuarí, Anuarí, ¿ por qué te fuiste ? Me mi 47 escritorio alejo Anuarí. Hasta pronto 50 52 54 56 58 60 62 64 66 68 70 71 72 74 76 .' P' yi j'»^->'.' ' .• •j^ 'TTs-y.^ •!'-'.>.;- n •^M' ;*; B'P.UOTECA DE jüñGE BOGLiANO ¡ "i^:^ '^^ I / - í