El Renacimiento El Renacimiento es un proceso que comenzó en el siglo XIV, aunque fue en el siglo XV cuando irrumpió con más fuerza. En sí, fue un periodo en el que se revalorizó la Antigüedad clásica y se inició un ciclo muy activo en el que la crítica jugaba un papel importantísimo. Las principales características de esta etapa histórica fueron las siguientes: • Se produjeron numerosas transformaciones económicas, derivadas del relanzamiento del sistema capitalista. • Se inició la subida en el escalafón social de la burguesía, la cual comenzó a imponer sus valores, según los cuales el individuo para ser alguien tenía que ir respaldado por su buena condición económica, en detrimento de su origen familiar de alto linaje. • Los movimientos de la población fueron importantes, tanto por el aumento del crecimiento demográfico, como por los desplazamientos humanos desde el mundo rural hacia las ciudades. • Se produjo un cambio en la mentalidad, comenzándose a valorar al individuo en sí mismo. • Los descubrimientos científicos fueron relevantes y empezó a admitirse la ciencia como la guía del progreso de la humanidad, dejando de lado los prejuicios religiosos. • Proliferaron los instrumentos técnicos, como la imprenta, la brújula y las fundiciones. • Se multiplicaron las posibilidades de una mayor expansión y divulgación de la cultura con la creación de las diferentes Universidades, la secularización del saber y con el impulso que adquirió el latín como lengua transfronteriza que ayudaba a la comunicación entre los distintos intelectuales de toda Europa. • Tras la irrupción de Maquiavelo, se estableció un concepto diferente de la política, en la que lo importante eran los fines y no los medios para conseguirlos. • De esta manera, se fueron asentando los cimientos del Estado moderno. • Se produjo una crisis religiosa, provocada por la fuerte influencia que ejerció la relectura del paganismo greco−romano, que desembocó en una etapa de conflictos religiosos, entre los que destacó la ruptura de la Reforma. • Se desarrolló una nueva concepción del hombre y de su papel en la sociedad, en la que los individuos eran los protagonistas, pudiendo ejercer su capacidad para intervenir y transformar el mundo, alejándose de los presupuestos estoicos sobre la predestinación divina. En la Península Ibérica Los Reyes Católicos, Isabel y Fernando lograron la unidad de las coronas castellanas y aragonesas mediante el enlace matrimonial que protagonizaron. El dominio de Castilla permitió que se trasladase a la Corona de Aragón las características absolutistas que se daban en la primera. Una de las primeras tareas de los monarcas fue la pacificación interna y el restablecimiento de la autoridad real. Y todo ello se hizo por medios de campañas contra nobles revoltosos, acoso a delincuentes comunes y diferentes medidas legislativas. Las guerras contribuyeron a reforzar la autoridad absoluta de la Monarquía. Este absolutismo regio tenía su 1 raíz ideológica en el romanismo que constituía la base de la formación de los legalistas. De esta forma, el absolutismo propugnado por la doctrina escolástica sólo estaba limitado por la Ley Divina, y no creaba conflicto con la teoría del pacto entre el gobernante y los gobernados. No obstante, este absolutismo era compatible con la gran variedad de situaciones a que daban lugar la multitud de fueros, ordenanzas y costumbres de los reinos y las ciudades. Los Reyes Católicos ejercieron una mezcla de generosidad y firmeza ante el estamento nobiliario. En algunos casos, se procuró reforzar las relaciones con la nobleza mediante alianzas matrimoniales. Así, la alta nobleza renunció a sus ambiciones políticas y se configuró como pieza esencial de la organización social y política. Las medidas tomadas por los reyes también tuvieron ese propósito de llegar a un equilibrio entre las diversas fuerzas de la sociedad, aunque teniendo en la cúspide a la monarquía. Las Cortes de Castilla fueron reunidas pocas veces, pero las que se convocaron fueron de gran importancia. Fueron 18 las ciudades que tuvieron el privilegio de enviar procuradores a las Cortes castellanas. En ellas se trataba el juramento de los herederos a la corona, la organización de los altos cuerpos administrativos, los nombramientos de los escribanos, el estado de la Hacienda, la defensa de los concejos contra la intrusión de los poderosos y muchos otros asuntos de gran interés. La verdadera labor legislativa la desarrollaron los monarcas, aunque las Cortes también emitían sus propuestas que tenían que ser confirmadas por los reyes. Éstos actuaban por medio de los secretarios reales, que se ocupaban de diferentes temas cada uno. Asimismo, existió un equilibrio entre el personal castellano y aragonés. La pieza fundamental de la organización estatal era el Consejo de Castilla, que se ocupaba de temas judiciales, gubernamentales y administrativos. Posteriormente, aparecieron los consejos de Ordenes Militares, de Aragón, de Indias y de Inquisición. En cuanto a la organización de la justicia, aparte del Consejo de Castilla en la cúspide, estaban las Chancillerías de Valladolid y la de Granada; en la de Valladolid existía la Sala de Vizcaya para los asuntos del País Vasco y, además, Galicia y Sevilla tuvieron audiencias propias. La Santa Hermandad fue empleada en primer lugar para reclutar hombres y conseguir fondos destinados a la guerra de Granada. Una vez terminada la contienda, se estableció que esta institución se encargaría de perseguir los delitos cometidos en zonas rurales por medio de cuadrilleros; disponía de cárceles propias y jurisdicción especial. Una obsesión fue el saneamiento de la Hacienda. Se establecieron diferentes impuestos, como la alcabala (sobre las transacciones), las tercias (2/9 de los diezmos) y los almojarifazgos (sobre los derechos de aduanas), etc... Entre los ingresos extraordinarios, estaban los que procedían del mundo eclesiástico, que concedió la Santa Sede en forma de subsidios del clero y bulas de la Santa Cruzada. No obstante, también fueron importantes las aportaciones realizadas por los concejos para afrontar los gastos de la guerra de Granada. Posteriormente, fueron las Cortes las encargadas de votar los diversos subsidios. Para hacer frente a los diferentes gastos que requería tanto la política interna como la externa, se tuvo que emitir deuda pública en forma de juros, e incluso se llegó a vender y empeñar joyas reales. La incorporación de los maestrazgos a la Corona, supuso el poder disponer de las rentas de las mesas maestrales y tener la capacidad para premiar ciertos servicios con la concesión de encomiendas. En el capítulo de gastos, hay que mencionar que la mayor parte de los ingresos estaban destinados a las fuerzas armadas de las dos Coronas. Los Reyes Católicos crearon un ejército profesional y permanente a través de las Guardias Reales y que, ya en 1504, contaba con más de 5.000 hombres, distribuidos casi en la misma proporción entre infantería y caballería, más un reducido número de artilleros. En los países de la Corona de Aragón, la acción reformista fue limitada por su mayor grado de independencia 2 respecto a la autoridad monárquica. Los cuatros estados tenían pocos vínculos comunes y ligados entre sí mediante un pacto con la Corona. Sus grandes logros expansivos fueron la conquista de Granada, la incorporación de las islas Canarias y las expediciones por el continente americano. También se impulsaron las relaciones con los territorios mediterráneos. El heredero de esta corona fue Carlos I de España y de Alemania. Durante cuarenta años (1516−1556), estuvo en el primer plano de los hechos ocurridos en Europa Posteriormente, fue su hijo Felipe II quien continuó en la línea sucesoria, encabezando el imperio hispánico que se extendía por Europa, América, África y Asia. Bibliografía: • Museo virtual del Renacimiento Historia Profesor: • 3