La conciencia, la conciencia de sí mismo y las neuronas de von

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eDiTORIal
La conciencia, la conciencia de sí mismo y las neuronas
de von Economo
Félix Bermejo-Pareja
Estamos asistiendo en las dos últimas
décadas a un conocimiento cada vez
más profundo del, sin duda, mayor
enigma neurobiológico (the hard problem), las bases de la conciencia. Los
egipcios supusieron que la conciencia
estaba en el cerebro, pero los filósofos
griegos dudaron entre el corazón, los
pulmones y el cerebro. Y fueron dualistas: la mente era espiritual, y el cerebro, quizá, su asiento. Bien es verdad
que cuando se habla de conciencia hay
que hablar de Descartes (1596-1650),
quien radicó el lugar de la unión de la
mente y el cerebro en la impar glándula pineal frente a los hemisferios cerebrales, que con su bilateralidad lo hacían menos verosímil (la ausencia de
histología no le permitió detectar que
la pineal está constituida por dos partes, es también bilateral) [1,2]. El dualismo de Descartes fue radical, lo único
verdadero en el mundo era el pensamiento (cogito ergo sum); el hombre
era racional, tenía espíritu, subjetividad, conciencia, frente a los animales,
que eran como objetos vivientes sin
conciencia y, por consiguiente, sin sufrimiento [1-3]. Pero los anatemas espirituales suelen desaparecer, y así fue.
Desde el Renacimiento se comenzó a
disecar y a estudiar el cerebro, y desde el siglo xix se analiza su fisiología.
La concepción materialista de la conciencia ha ido ganando terreno frente
a la dualista del espíritu-cerebro [1-3].
Y en el pasado siglo se comenzó a reconocer un cierto grado de conciencia,
de subjetividad en los animales, sobre
todo en los mamíferos, cuyo cerebro
tiene una construcción semejante al
humano [4]. A este reconocimiento
contribuyó decisivamente en los años
sesenta una observadora sin formación
científica, Jane Goodall, quien convivió
con los chimpancés en Gombe (lago
Tanganica, África) y estableció de forma inequívoca que éstos tenían cierta
conciencia de sí mismos y de los demás
[5]. Sus descubrimientos le valieron
reconocimiento internacional (incluso
el premio Príncipe de Asturias) y propiciaron la abolición de la experimentación invasiva con ellos. Como anécdota,
val­ga la campaña que se realizó en
Austria para que su Parlamento diera
carta de personalidad a un chimpancé
llamado Matthew Pan [6].
Pero hay muchas conciencias en la
conciencia humana [7], y una de ellas
es la conciencia del otro, de lo social,
representada por la ‘teoría de la mente’, capacidad de comprender o adivinar las intenciones de otras personas.
Poco más de una década tiene su respaldo neurobiológico, las neuronas de
Rizzolatti, o neuronas en espejo. De su
concepto inicial de neuronas que se
activan al hacer una maniobra o al ver
u oír esa maniobra en otros [8], se ha
pasado al descubrimiento de un sistema cortical de la imitación [2], posible
base del aprendizaje y, por tanto, del
lenguaje y de la cultura [5].
El río que fluye constantemente, co­
mo diría el psicólogo William James, y
www.neurologia.com Rev Neurol 2010; 50 (7): 385-386
que constituye la conciencia humana,
dispone de teorías biológicas creíbles
(es cierto que varias, y no muy distintas) [2], entre las que destaca la de
Edelman y Tononi, refinada recientemente por este último autor [9], quien
sostiene que la conciencia se debe (al
menos su contenido) a la gran capacidad de integración cerebral en un todo
de una inmensa matriz de información
(que cuantifica con la letra griega fi)
que constituyen los circuitos corticotalámicos de los módulos de diferentes
actividades corticales (sensoriales, motoras, mnésicas, volicionales). Esa integración, ese todo, constituiría la base
de ese fluido constante, de instantes
continuados de 150-200 ms de duración. que denominamos conciencia
–estímulos (visuales, por ejemplo) más
cortos de ese período no accederían a
ella, y como ellos, muchas actividades
nerviosas de nuestro cerebro– [2,9].
Pero la conciencia humana es subjetiva, tiene un yo, un sí mismo, algo que
los niños mayores de 18 meses ya reconocen en el espejo, como varios primates (bonobos, chimpancés y otros)
y como algunos mamíferos (elefantes,
delfines) lo hacen, y como no parecen
hacerlo los perros y los gatos. Este yo
mismo, o parte del mismo, parece depender en gran medida de unas neuronas, las neuronas de von Economo, que
David G. Muñoz, neurólogo, neuropatólogo y siempre neurocientífico, analiza
en una ‘Perspectiva’ de gran interés en
este número de la revista [10].
Director de Revista de Neurología.
E-mail:
fbermejop2004@yahoo.es
Cómo citar este artículo:
Bermejo-Pareja F. La conciencia,
la conciencia de sí mismo y
las neuronas de von Economo
[editorial]. Rev Neurol 2010;
50: 385-6.
© 2010 Revista de Neurología
Véase:
Muñoz DG. Base anatómica
e histológica de la
autorrepresentación y sus
alteraciones patológicas.
Rev Neurol 2010; 50: 387-9.
385
F. Bermejo-Pareja
En suma, se sigue incrementando
el conocimiento neurobiológico de la
conciencia y de sus mecanismos. Los
asertos pesimistas, a veces algo burdos, como el de Colin McGiin –quien
sostuvo que el hombre no puede comprender la naturaleza de la conciencia
como los chimpancés no pueden comprender la teoría cuántica [3]­– o los
más refinados de algunos filósofos o
del ilustre matemático de Oxford, Roger Penrose [11], dejan paso a nuevos
descubrimientos neurobiológicos que
nos hacen sumarnos a visiones más
optimistas [3]. Al fin y al cabo, la conciencia, como el lenguaje, es un fenómeno biológico de clara utilidad para
386
mejorar la supervivencia humana en
un medio muy complejo –y cada vez
más complejo– como la vida misma.
Bibliografía
1.
Vanderwolf CH. The evolving brain. The
mind and the neural control of behavior.
New York: Springer; 2007.
2. Baars BJ, Cage NM. Cognition, brain,
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cognitive neuroscience. Amsterdam:
Academic Press/Elsevier; 2007.
3. Schwartz JH. La conciencia y la
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Schwart JH, Jesell FM, eds. Principios de
neurociencia. 4 ed. Madrid: McGrawHill/Interamericana; 2001. p. 1317-9.
4. Griffin DR, Speck GB. New evidence of
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7: 5-18.
5. Ridley M. ¿Qué nos hace humanos?
Madrid: Santillana; 2004.
6. Knight A. The beginning of the end for
chimpanzee experiments? Philos Ethics
Human Med 2008; 3: 16.
7. Tirapu-Ustárroz J, Muñoz-Céspedes JM,
Pelegrín-Valero C. Taxonomía de la
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1083-93.
8. Rizzolatti G, Craighero L. The mirrorneuron system. Annu Rev Neurosci
2004; 27: 169-92.
9. Tononi J. An information integration
theory of consciousness. BMC Neurosci
2004; 5: 42.
10. Muñoz DG. Base anatómica e histológica
de la autorrepresentación y sus
alteraciones patológicas. Rev Neurol
2010; 50: 387-9.
11. Penrose R. Las sombras de la mente.
Hacia una comprensión científica de la
consciencia. Barcelona: Crítica; 2007.
www.neurologia.com Rev Neurol 2010; 50 (7): 385-386
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