Ficha Vitolo -2 - Renacer Buenos Aires

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FICHAS DE DANIEL Y GABRIELA VITOLO
TRABAJANDO EN EL PROCESO DEL DUELO
¿Qué significa superarlo?
Andrea Gambill es una mujer que vive en California, U.S.A. y participa en un Grupo
Nacional de Ayudaque existe en ese país para padres que han perdido hijos,
denominado Los Amigos Compasivos. Esta madre ha escrito algunos pensamientos
a un boletínque dicho grupo publica trimestralmente, y hemos tomado contacto
con ese material gracias a la colaboración de nuestra amiga Eliana Shasha, del
Grupo de Madres. Sobre la base de las reflexiones de Andrea, hemos dado cuerpo a
este documento que acercamos al Grupo para su discusión y reflexión,
incorporando a su contenido experiencias e impresiones recogidas. Daniel y
Gabriela Vítolo
UNA PREGUNTA FRECUENTE
Una de las preguntas más espinosas y frecuentes que asalta siempre a todos los
padres dolientes es cuándo podrán superar su dolor o su proceso de duelo. Cuándo
van a salir de él. Seguramente también tú te lo preguntas.
LA INCOMPRENSIÓN DEL DOLOR DEL ALMA
Obviamente, la tristeza de quien ha perdido un hijo surge y se transmite por
mucho más tiempo del que muchos observadores cercanos sienten que es
necesario. Y el alma de quienes nos acompañan en el dolor se siente animada – o al
menos sino animada, no deja de querer llegar a estarlo – para acompañarnos y
sostenernos en nuestro dolor. En este sentido ellos desean que tengamos una
pronta recuperación; y que también prontamente, nuestra tristeza vaya
desapareciendo, y nuestro dolor aminorando. Por ello quizás se preguntan a sí
mismos, respecto de cuándo podremos superar nuestro dolor, o salir de nuestro
“duelo”. Sin embargo, reflexionemos un momento en el sentido de que la misma
persona que muestra esta clase de actitud hacia el doliente, probablemente, nunca
imaginará ni se le pasará por la mente preguntar a un individuo a quien se le ha
quitado una pierna, cuándo podrá superar el dolor de que esa pierna le haya sido
amputada. Y es fácil entender la diferencia: la herida del alma no se ve. No se
advierte patético y directamente la pérdida. Tampoco impacta del mismo modo la
tragedia al observador. Sus sentidos no son agredidos directamente. Es evidente
que si la pérdida es “ visible” a los ojos de los demás ( y sobre todo una clase de
pérdida, que nadie imagina podría ocurrirle a él – como en el caso de la pierna -),
existe una mayor tolerancia y paciencia para poder adaptarse a la situación, y para
no imaginar preguntas que – a criterio del observador – debería hacerse la víctima.
A pesar de ello, y aunque no pueda verse con los ojos, la muerte deja una herida
abierta; y la pérdida de un hijo es – en rigor – una verdadera amputación. Pero en
nuestro caso hay que admitir lo que ocurre generalmente. Diversos estudios han
indicado que – frente a la muerte –las personas no dolientes son tolerantes
respecto del dolor y del duelo de los demás por unas pocas semanas pero, luego, su
paciencia se vuelve más débil y su compasión, generalmente se agota. Desde ya que
existen excepciones; pero lo cierto es que la sociedad, en general , no está
preparada para consolar por todo el tiempo que a ellos ( los dolientes )les gustaría
ser acompañados. Y ello es – no guste o no – así; una realidad que debemos asumir
sin que necesariamente tengamos que emitir sobre ella juicios de valor.
Simplemente, la sociedad no está preparada. No asumir esta realidad y rebelarnos
contra ella no cambiará mágicamente a la sociedad, y sólo nos traerá mayor
sufrimiento.
NOS FORMULAMOS LA PREGUNTA: “¿CUÁNDO?”
Las pérdidas que causan intenso dolor vienen, generalmente, acompañadas por un
profundo shock que adormece al doliente por un tiempo; pero, cuando este shock
termina o desaparece, la realidad del dolor se instala en el doliente con toda su
fuerza y en plenitud. Justamente, cuando él más necesita de ayuda y apoyo, el
sistema de soporte parece evaporarse. Así como el agua en las cacerolas se
consume y las flores se mueren, la correspondencia vuelve a traer las cuentas para
pagar, folletos y cartas intrascendentes; el teléfono deja de sonar; el mundo sigue
haciendo girar su rueda y el shock desaparece; y el doliente advierte que, en su
dolor, se encuentra en la más absoluta soledad. Como el dolor es tan agobiante, es
común que éste sea el tiempo en que el doliente se comience a preguntar cuándo
podrá superar este dolor. La pregunta no es más que un grito emocional y
desgarrador; de desesperación; una pregunta a Dios; al vacío; al fondo del deseo.
Sin embargo no es algo que pueda ser respondido con criterios mundanos.
Tampoco recibirá la pregunta – en la mayoría de los casos – respuesta alguna.
Igualmente, de nada serviría, ninguna respuesta nos puede conformar, ni
creeríamos en ella. Es que, en realidad, la pregunta debería ser reformulada, y
encararla de la siguiente manera: ¿por cuánto tiempo podré soportar esto? O,
dicho de otro modo: ¿alguna vez este dolor se irá?. Una pregunta evidentemente
poco agradable; y la respuesta dependerá de una sola cosa: primero debemos
definir para nosotros mismos, qué significa “superar”. No existe manera de que
nosotros podamos conocer si estamos yendo hacia una meta, si no sabemos cuál es
la meta a alcanzar.
PRIMERA SENSACIÓN: SUPERAR ES SOBREVIVIR
Inicialmente, es común y fácil llegar a creer que nosotros nunca volveremos a
sentir nada mejor (es el modo en que nosotros sentimos que nuestra máxima
aspiración sólo puede ser volver a funcionar, exclusivamente, de una manera
básica, elemental).Aún la mínima actividad diaria puede parecer enormemente
dificultosa durante los primeros días y semanas de dolor, y la vida puede
parecernos algo meramente puntual y carente de toda perspectiva. Es el vacío y la
nada. La falta de voluntad. Es el deseo instintivo de morir. De que todo acabe, pues
nada queda por esperar. Y, sobre todo, nada bueno. Patética sensación; pero real.
Es sólo en forma gradual que uno se da cuenta que la posibilidad para volver a
funcionar, poco a poco, retorna; comienza a llegar una gota de esperanza y algunos
pequeños entusiasmos, frente a cosas de la vida. Pro sólo eso: gotas, pequeños
signos; chispas fugaces; segundos; momentos. En el primer tiempo, es realmente
casi imposible concebir volver a reír o ser feliz nuevamente. En este momento de
nuestro proceso de duelo pareciera que “superar el dolor” puede significar
solamente, poder encarar, mínimamente, el funcionamiento diario; unarutina
básica. Esa es la máxima aspiración. SEGUNDA SENSACIÓN: UN NUEVO
SIGNIFICADO Sin embargo, el tiempo pasa y, frecuentemente, un montón de
tiempo; y el proceso de recuperación continúa. Suave y despaciosamente, empieza
a aparecer una mitigación de la sensación de soledad; empiezan a disminuir los
sentimientos de vacío, aunque no se ausentan; y hasta puede existir alguna suerte
de esperanza anticipada, frente a la posibilidad de algunos momentos felices o
puntuales actividades placenteras. En este momento , superar el dolor puede
llegar a representar para nosotros el espejismo de olvidar lo que pasó o, dicho de
otro modo, la meta de llegar a estar como estábamos antes de que sucediera lo que
sucedió. Por momentos es eso lo que nos ocurre; quizás podamos volver a ser los
mismos. Pero, a poco de andar, este concepto se rebela, en cierta forma, contra la
misma esencia del doliente, ya que nadie, como doliente, quiere olvidar a las
personas amadas; así como –también – claramente cada uno de los padres que han
perdido hijos advierte que nunca más podrá ser exactamente igual a como era con
anterioridad a que se produjera la pérdida. El espejismo se disipa; vuelve a la
realidad. Nada será igual; pero se empiezan a advertir signos de cambios; podemos
hacer “algo más” que sobrevivir.
TERCERA SENSACIÓN: UN NUEVO SIGNIFICADO
Muy probablemente, en esta etapa, llegaremos a convencernos íntimamente, y a
tener la vívida sensación que “superar el dolor” no significa volver a funcionar
mínimamente, y que tampoco significa volver a colocarse en el mismo lugar en que
uno se encontraba antes de la pérdida. No significa olvidar nada; y tampoco
significa pretender negar o rechazar nuestro dolor. Comenzamos a tener claridad
sobre que cosa no es “superar” ; pero nos falta advertir que es lo que realmente
significa “superar”. Este paso es trascendente; ya sabemos que “no es”. Luego de
este paso es frecuente que llegue a nosotros un nuevo horizonte y, como un
amanecer en él, que existe una tendencia a pensar que “superar el duelo” o “salir
del duelo” puede eventualmente significar: La capacidad de amar, nuevamente, sin
desplazar el recuerdo de nuestro dolor y, más aún , considerar que le dolor de la
pérdida fue una parte del costo de haber amado muy profundamente. La
adquisición de una comprensión profunda de las transiciones de la vida; un cambio
de conceptos y de perspectivas. (Porque las personas que amamos, vivieron y
murieron, nosotros hemos tenido que aprender algo acerca de la vida. Una mayor
comprensión y compasión por el dolor ajeno, y una apertura de nuestra mente y
nuestra alma, haciéndonos más tolerantes respecto del conjunto de circunstancias
en las cuales nuestras vidas; y de la vida de los demás. Un gran deseo de dejar este
mundo mejor que como lo encontramos. Plantearnos un nuevo conjunto de
prioridades y de objetivos. Y tratar de ser nosotros mismos mejores personas
DONDE ESTABA Y DONDE ESTOY Es común que nos resulte difícil comprender
donde estábamos nosotros, actualmente, en “nuestro” proceso de superación del
dolor, ya que éste es un proceso continuo. Probablemente sólo lo advertiremos
cuando podamos mirar hacia atrás, y ver donde hemos estado anteriormente en
“nuestro”proceso de dolor. Por otra parte, el proceso de recuperación no es
siempre sostenido ni constante. Advertirás caídas, altibajos, trampas en el camino.
Puedes recuperarte y luego quebrarte. Quebrarte y quebrarte más. Surgir y
renacer mil veces. Y otras mil sentirte morir. Pero aún así notarás en el balance
cambios, mejoría. En forma casi inexplicable nuevas sensaciones y nuevos
sentimientos aparecerán. Al compartir tu dolor con otros que transitan la misma
experiencia, irás viendo reflejado en cada uno de ellos, etapas y momentos de “tu”
dolor. Ello puede ayudarte a reflexionar respecto de cómo estas y de cómo estabas.
Podrás comenzar a advertir si estás mejor o peor que cómo estabas, en qué y
cuándo. Los sentimientos vividos y los que te faltan por vivir.El dolor profundo
bloquea, generalmente, la objetividad. Compartir; escuchar; comprender;
expresarte; todo ello contribuye a tu recuperación. HAY UN RENACER DE LA
ESPERANZA EN EL AMOR Sin embargo, un día fuera de nuestra agonía, renovadas
esperanzas pueden volver a nacer. Contempla esta posibilidad. La comprensión, la
apertura y el amor pueden aparecer, con nuevos significados, que jamás nosotros
antes habíamos o habríamos entendido. Ya hemos aprendido – con una dura
experiencia – que no se elige cómo morir. Y ello nos deja una sola alternativa: lo
que sí podemos elegir es cómo vivir. Cada uno de nosotros puede elegir en qué
dirección irá nuestro camino. Aquellos que han caminado sobre el sendero del
dolor, nos han dejado elementos para elegir el camino hacia la paz y hacia la
recuperación. En su momento, nosotros podremos elegir, encontrar y ayudar a
otras personas que están sufriendo, en este solitario camino. Quizás, recién
entonces, cuando nuestras vidas vuelvan a tener destellos de esperanza, nosotros
sabremos, en forma segura, que hemos “superado el dolor”, y hemos “salido del
duelo”. En ese mismo instante comprenderemos, finalmente, en toda su magnitud,
cuál es realmente el contenido de esta expresión.
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