Patología - Elsevier

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Rev Esp Patol. 2011;44(4):189---190
R E V I S TA
E S PA Ñ O L A
D E
Patología
www.elsevier.es/patologia
EDITORIAL
Patología infecciosa
Infectious pathology
Nuestra revista está consolidando unos fuertes cimientos,
y ello se debe a que los autores confían cada vez más en
nuestra publicación y envían sus trabajos para que se publiquen en el órgano de expresión de los patólogos españoles,
Revista Española de Patología. De los manuscritos que se
reciben, los hay de diferentes temáticas, pero poco a poco
van siendo más habituales los que tratan las materias acerca
de la patología infecciosa. A uno, que le agrada este campo
de patología y sobre todo su estudio, le halaga considerablemente recibir estos manuscritos y poderlos publicar. Se trata
de trabajos que podrían ser publicados en revistas con factor de impacto, pero afortunadamente ven la luz en nuestra
revista. Este hecho se puede considerar un acicate importante para estimular un mayor interés de los patólogos hacia
la patología infecciosa. En relación a esta realidad surge el
presente escrito que pretende resaltar la importancia de la
patología infecciosa en el contexto de la Patología, en el
que se desgranan los siguientes puntos de reflexión.
En el último Congreso de ambas sociedades celebrado en
Zaragoza tuvimos el honor de disfrutar de la presencia de un
patólogo excepcional, el Dr. Robin A. Cooke, de Australia.
Algunos lo recordarán activo con su cámara fotográfica en
ristre realizando excelentes fotografías de todo aquello que
le producía inquietud, que son muchas cosas. Se trata de una
persona entrañable, amena y con una inquietud científica
admirable. Lo pudimos comprobar unos cuantos patólogos
que asistimos a las charlas que impartió en el Club de Patología Infecciosa. Un patólogo que no ha escatimado ningún
esfuerzo buscando los cimientos científicos de la patología;
él mismo explicaba que, entre otras acciones, había ido al
Hospital Guy de Londres a revisar las preparaciones histológicas en las que el Dr. Hodgkin diagnosticó el linfoma de
Hodgkin. Los que tuvimos la oportunidad de oírle en sus
ponencias pudimos comprobar la pasión que ponía en las
explicaciones de sus conocimientos. En sus investigaciones
no solo ha profundizado en patología tumoral, sino que lo
ha hecho con mucha mayor constancia en la patología infecciosa, y además comentaba que es la que más ha satisfecho
sus inquietudes científicas. Fruto de ello son sus múltiples
trabajos científicos y su magnífico libro Infectious Diseases1 .
Para él, el conocimiento de la patología infecciosa es la base
del conocimiento de la patología. Un muy buen punto de
vista a destacar.
Pero este tema no es nada nuevo, otros muchos patólogos
lo han dicho con anterioridad y han profundizado en el estudio de la patología infecciosa. Sin ir más lejos, en nuestro
país, hace unos años, un eminente patólogo aragonés discípulo de don Santiago Ramón y Cajal, el Dr. Tello Muñoz,
ya hizo gran hincapié en este tipo de patología. Se puede
comprobar en la magistral obra que realizó junto a su maestro y que fue publicada unos años después del fallecimiento
del primero, Manual de Anatomía Patológica y nociones de
Bacteriología Patológica2 . En este libro, más de 150 páginas
de las 500 de que consta la obra están dedicadas a las Flegmasías infecciosas. En esas páginas se expone todo el saber
que acumuló en sus años de estudio. Tuvo un buen ejemplo
y estímulo, y no podemos olvidar que su profesor y amigo, al
inicio de su larga vida investigadora, obtuvo óptimos resultados estudiando el Vibrio cholerae. Se deduce que antaño
la formación del patólogo era más compleja y completa,
abarcando amplios campos del diagnóstico morfológico.
No sólo los patólogos han dado importancia en sus textos
a esta temática, sino que también lo hacen los bioquímicos
y los clínicos. En uno de los libros básicos sobre laboratorio, «el Balsells», en su vigésima edición3 , los autores nos
deleitan en el capítulo 33, que trata las infecciones, con
88 páginas del total de 855 que tiene el texto. Valga decir
que el siguiente capítulo está dedicado a los marcadores
tumorales y solamente ocupa 20 páginas. Algo puede significar esta apreciación.
Sin embargo, un elevado porcentaje de patólogos creen
que lo más importante y lo que da más juego en su campo
de trabajo es la patología tumoral. Puede que tengan razón,
pero si partimos que más del 20% de los tumores tiene génesis infecciosa4 y bastantes patologías autoinmunes también,
puede que la balanza tienda a inclinarse en otros sentidos.
Si a ello le añadimos que cada vez se están obteniendo más
diagnósticos por otras vías no clásicas para los patólogos,
como son la genética y la biología molecular, o por medio
de animales amaestrados, el potencial del patólogo como
1699-8855/$ – see front matter © 2011 SEAP y SEC. Publicado por Elsevier España, S.L. Todos los derechos reservados.
doi:10.1016/j.patol.2011.09.002
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generador de diagnósticos puede verse mermado. Además,
si hay oncólogos que dicen que el cáncer tiene los lustros
contados, puede que el patólogo en el futuro vea más patología infecciosa que tumoral. Por supuesto que de ello hay
mucho que hablar y mucho que escribir.
De lo escrito, lo hay para todos gustos, y recientemente
he tenido en mis manos un libro muy curioso, titulado Cancer
is a fungus5 . El autor viene a decir que en un porcentaje muy
elevado de cánceres la causa radica en hongos, en concreto
a hongos del género Candida. Personalmente ----téngase en
cuenta que mi campo de investigación son los hongos---- creo
que esta aseveración está fuera de todo contexto y que se
debe tomar con mucho cuidado. Hay gustos y escritos para
todos.
Asimismo, este último verano he podido leer en el número
419 de agosto de Investigación y Ciencia (edición española
de Scientific American)6 que los diablos de Tasmania, especie de marsupial muy famoso, están en peligro de extinción.
La realidad es que la población de estos animales se ha reducido en un 95% en algunos de los parques donde habitan.
Su causa es que padecen un cáncer cutáneo transmisible
y «las células cancerosas constituyen el agente infeccioso».
Este cáncer se transmite como resultado de sus amoríos,
y los mordiscos peribucales que propina el macho transmiten a la pareja células tumorales que, cuando se desarrollan,
producen una tumoración que a la larga le impide comer.
Los autores se plantean dos cuestiones: ¿Pueden pasar a
los humanos? ¿Se puede considerar un cáncer infeccioso?
Nada nuevo, ya que a principios del siglo xx, concretamente en 1911, el Dr. Peyton Rous ya descubrió que la causa
de sarcoma en los pollos era un retrovirus, y fue el primero en describir el oncovirus o Rous sarcomavirus (RSV).
Él mismo pudo transmitir el proceso a otros pollos, y por sus
experiencias le fue otorgado el premio Nobel en 1966. Más
recientemente, otro gran investigador también fue premio
Nobel en 2008: el Dr. Harald zur Hausen, por establecer la
relación entre el virus del papiloma y el cáncer de cérvix.
Y aún podríamos seguir con algunos otros ejemplos.
Para no ser muy insistente, quiero finalizar dejando a los
patólogos una importante y profunda reflexión. Según mis
conocimientos, no me puedo aventurar a decir qué son más
antiguas en la humanidad, si las infecciones o los tumores.
EDITORIAL
Pero parece ser que en algunas momias del antiguo Egipto se
han encontrado estigmas que orientan a que ya 3.000 años
antes de nuestra era algunos ciudadanos podían haber padecido importantes infecciones. La deducción es muy fácil,
y es que llevamos más de 5.000 años conviviendo con las
infecciones. No hay conocimientos concretos de que la patología tumoral haya convivido con los seres humanos desde
hace tantos años.
Lo que sí puede atreverse uno a decir es que en breve
periodo de tiempo, a pesar de la extensa gama de tumores
que afectan al ser humano, los conocimientos científicos,
su diagnóstico y las terapias selectivas que se están desarrollando y se van a aplicar van a dar un gran zarpazo
a este cáncer que es el cáncer de la sociedad. Mientras
esto ocurre, la patología infecciosa, emergente o de novo,
va avanzando en los pobladores de la Tierra produciendo
epidemias y pandemias. Mucho se ha conseguido contra
los agentes biológicos, pero enfermedades como el sida,
la gripe aviar, la gripe porcina o la de cualquier otro animal salvaje o doméstico puede poner a temblar a toda la
humanidad, y los patólogos debemos estar preparados para
ello.
Bibliografía
1. Cooke RA. Infections Diseases. Sidney: McGraw Hill; 2008.
2. Ramón y Cajal S, Tello y Muñoz JF. Manual de Anatomía Patológica y nociones de Bacteriología Patológica. 10.a ed. Barcelona:
Científico-Médica; 1942.
3. Prieto Valtuena JM. La clínica y el laboratorio. Balsells. 20.a ed.
Barcelona: Elsevier-Masson; 2006.
4. Velázquez E, Peix A, Gómez-Alonso A. Microorganismos
y cáncer: Evidencias científicas y nuevas hipótesis. Cir Esp.
2011;89:136---44.
5. Simoncini T. Cancer is a fungus. 2.a ed. Pisa, Italia: Lampis; 2007.
6. Jones ME, McCallum H. El cáncer del diablo. Investigación
y Ciencia. 2011;419:22.
Emilio Mayayo
Servicio de Anatomía Patológica, Hospital Universitario
Joan XXIII, Tarragona, España
Correo electrónico: emilio.mayayo@urv.cat
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