. U N GRUPO DE JÓVENES IMPETUOSOS. Julio Mano Santo Domingo ... Me piden escribir algún recuerdo, tal vez una o dos anécdotas que retraten la ftgura del Alvaro Cepeda que yo conocí. Sin embargo, la memoria mE?trae aAlvaro como la imagen que refleja la intensidad con la que una generación de la que hicimos parte vivió una época extraordinariamente vital. Su inteligencia inquieta y sus ganas desbordadas de vivir hacen imposible definirlo, y menos a través de episodios espec!ftcos, pues con él nunca se sabía dónde terminaba'un momento y dónde comenzaba el siguiente. ','" Cuando nos encontramos en la vida con Álvaro Cepeda, la guerra había terminado hacía pocos años, y Colombia había perdido el contacto con Europa durante todo ese tiempo. Se sentían las ganas de recuperar al viejo continente como fuente cultural, como lo había sido para nuestros antepasados, y esa era la tarea en la que estábamos empeñados muchos en aquella época, cada cual a su manera. En literatura, por ejemplo, lo que estaba de moda era el sur de Estados Unidos, y William Faulkner lo que más nos apasionaba a todos. Álvaro Cepeda tenía una fuerte inclinación hacia este tipo de escritura, y la vivía con una pasiónfuerte que sus obras reflejan muy bien. De esos temas se hablaba, de una manera atropellada y deshilvanada, en las jornadas bohemias que recuerdo en Barranquilla, muchas de ellas en "La Cueva", que era un bar de regular nivel al que acudía un grupo de jóvenes impetuosos con ganas de beberse de un solo sorbo todo lo nuevo que el mundo pudiera estar produciendo en materia cultural, y todo el trago que pudieran servirnos sobre la mesa.En esas tertulias yo tenía un papel bastante menos activo que otros.Recuerdo que Álvaro se apasionaba no sólo por la literatura y las discusiones sobre cultura en general, sino por mantener a raya a todo aquel que considerara un intruso en semejantes reuniones de cofradía, a quienes ordenaba salir del lugar sin ninguna explicación. Me sorprende que con una clientela como la nuestra no se hubiera ido a la quiebra el establecimiento, o que no nos hubiera roto la cabeza cualquiera de esos personajes expulsados arbitrariamente. Ahora que hago memoria, pienso que había algo de irifantil en todo aquello. Ibamos al cine con Álvaro casi todas las noches y acabábamos discutiendo las películas con tanta pasión como desorden. Era tal nuestra afición cinéfila, que uno podía reconstruir; escena por escena, desde las obras maestras hasta las más despreciables piezas cinematográficas. Alvaro Cepeda estaba metido hasta el cuello en esa actitud de entonces. Por . eso, al recordarlo se vuelve símbolo de la intensidad con la que los jóvenes de entonces queríamos reorientar los esfuerzos intelectuales de lo que sentíamos como un nuevo pais. En su caso, además, todo aquello estaba en marcado dentro del empeño de darle a la Costa una identidad y una fuerza particulares, impulsando las formas propias de la cultura y de la política regionales, para evitar el dominio del centralismo en ambos terrenos. La muerte se lo llevó muy pronto, quién sabe si cerrándole la puerta a un futuro promisorio o, al revés, garantizando para siempre su prestigio. Lo cierto es que dejó el vacío y el dolor que nos dejan los que se van demasiado temprano. 94 Huellas 51-52-53. Unlnorte. Barranquilla. ISSN 0120-2537 p. 94-94. dic. MCMXCVII-abr.-ago. MCMXCVIII. .Lecturas I?ominicales de El Tiempo.Bogota. 12de octubre de 1997. p. 6.