OBLIGACIONES 341 Otro tanto ocurría cuando la causa en cuya virtud había contraído su obligación era ilícita e inmoral, como si hubiera prometido una suma de dinero para que el acreedor cometiera o se abstuviera de cometer un delito. Por eso se dice que los contratos formales valen por su forma y con independencia de las razones que determinan su conclusión. Con el desarrollo ulterior del derecho, y la admisión de los contratos no formales, que es su consecuencia, se subordina el nacimiento de la obligación contractual a la existencia y licitud de la causa, entendiéndose como tal, “el fin inmediato perseguido por el deudor al contraer la obligación”, o para emplear la terminología moderna, de la causa final. En los contratos sinalagmáticos, la causa de la obligación contraída por cada una de las partes sería la obligación que a su vez contrae la otra. Ejemplificando diríamos que en la compraventa, la causa de la obligación del vendedor de entregar la cosa, es la obligación del comprador de pagar su precio, lo que ha hecho decir que la causa de la obligación de cada una de las partes, en el contrato de compraventa, es la contraprestación que sigue o persigue al contraerla. En los contratos unilaterales la causa de la obligación del deudor radica en la prestación previamente cumplida por el acreedor; la causa de la obligación del mutuario de restituir, finca en la entrega de las cosas que en el momento de la conclusión del contrato ha cumplido el mutante o prestamista. Por ultimo, en las liberalidades, la causa de la obligación del donante sería un elemento subjetivo, el animus donandi, así considerada, la causa constituye un elemento para la validez del contrato y se distingue perfectamente del motivo que ha llevado a las partes a contratar. Ese motivo determinante, o causa ocasional, como también se le ha llamado, es el móvil que ha guiado a las partes, y puede variar notablemente dentro de cada contrato. Así, yo puedo comprar una cosa para revenderla y obtener un provecho con la diferencia del precio. La única diferencia que desde entonces subsistió, bajo este punto de vista entre los contratos no formales y los formales, fue que mientras en aquellos, alegada por el deudor la falta de causa, era el acreedor quien debía acreditar su existencia, en los últimos era el acreedor quien debía o pretendía haberse obligado sin causa, quien debía probar esa circunstancia.