REFLEXIONES CATÓLICAS SOBRE LA BIBLIA Arquidiócesis de Miami - Ministerio de formación cristiana 6 de julio de 2008 14o Domingo del Tiempo Ordinario (Ciclo A) Lectura del Evangelio según san Mateo 11:25-30 Por aquel tiempo exclamó Jesús: “Padre, Señor del cielo y de la tierra, yo te alabo porque has mantenido ocultas estas cosas a los sabios y prudentes y las revelaste a la gente sencilla. Sí, Padre, así te pareció bien. El Padre puso todas las cosas en mis manos. Nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquellos a los que el Hijo quiere dárselo a conocer. Vengan a mí los que se sienten cargados y agobiados, porque yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí que soy paciente de corazón y humilde, y sus almas encontrarán alivio. Pues mi yugo es bueno y mi carga liviana”. Comentario breve: Esta breve oración de Jesús nos revela su relación íntima con su Padre. Jesús oraba y su oración impresionaba a sus discípulos. Aquí tenemos una breve acción de gracias inspirada por los últimos acontecimientos. Has mantenido ocultas estas cosas a los sabios. Los sabios y entendidos no están excluidos de la fe, por supuesto, pero la gloria de Dios requiere que la fe nunca aparezca como un privilegio de los sabios. Había entonces en Palestina muchos “medio sabios”, pero no abundaban entre los discípulos de Jesús. Este texto refleja el rechazo que Jesús vivió en el transcurso de su ministerio en Galilea, no sólo por parte de los orgullosos escribas y fariseos, sino por parte de aquellos que habían crecido con él y no lo creían. En esta lectura, Jesús alaba a Dios por revelarle a los sencillos lo que permanece oculto a los sabios; revela su unidad con Dios y su conocimiento íntimo de Dios; e invita a los que se sientan agobiados a que “vengan a él”. Esta es una de las frases más alentadoras del Nuevo Testamento. La lectura de hoy nos presenta tres ideas importantes: • • • Los sencillos, los que confían como niños, aceptan las enseñanzas de Jesús, mientras que los sabios (escribas y fariseos) las rechazan. Aceptar la revelación de Dios es posible solamente para aquellos que están abiertos a crecer, y muy difícil para los soberbios y arrogantes. Para los judíos, el “yugo” era el símbolo de la Ley (Torá), que era un peso tan grande que ni aun los líderes religiosos cargaban. Jesús, el Maestro de la Nueva Ley, invita a todos a cargar un yugo más ligero que está basado en el amor y la sabiduría y no en legalismos (ver Eclesiástico 51:23-26). Para la reflexión personal o comunitaria: Después de una pausa breve para reflexionar en silencio, comparta con otros sus ideas o sentimientos. 1. ¿Cargo algún “yugo” que me tiene aplastado y agobiado? ¿Qué puedo hacer para encontrar descanso en Jesús? 2. ¿Qué opino de la preferencia de Dios por los sencillos que esta lectura me revela? ¿Qué me dice a mí personalmente? Lecturas recomendadas: Catecismo de la Iglesia Católica, párrafos 151; 153; 240; 542-546; 2603; 2779; 2785.