LA IDEA DE LA JUSTICIA Y LOS VALORES JURIDICOS

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2. La Idea de la Justicia
y los Valores Juridicos
Así, PUES, LA CONSIDERACIÓN
SOBRE la funcionalidad esencial de
lo jurídico nos avoca indispensablemente al problema sobre la justicia,
que es el tema clásico de la Filosofia del Derecho a lo largo de veinticuatro
siglos en el pensamiento occidental.
En suma, este es el problema que se ha conocido con las denominaciones de llDerecho natural", uDerecho racional", "idea de justicia", "fin
supremo del Derecho", "Deontología Juridica", "ideales juridicos",
"crilica ideal del Derecho", etc. Yo prefiero denominarlo EJtimati1la
jurídica, porque con esta expresión se denota con toda claridad la esencia
del problema y no se prejuzga sobre la solución que se dé al mismo. Este
tema de la justicia, del Derecho que debe ser, de los valores jurídicos, ha
preocupado siempre y en todo momento, no sólo a la conciencia vital de
los individuos y a la opinión pública de los pueblos, sino también de un
modo central a la especulación filosófica.
Si contemplamos en panorámica perspectiva la historia del pensamiento, caeremos en la cuenta de que, salvo dos o tres ocasos escépticos,
la Filosofia ha vertido siempre amorosamente su atención sobre este tema.
Este tema fue negado tan sólo en algunos momentos escépticos: en el
pensamiento de los sofistas, centralmente preocupados por esta cuestión,
pero para negar todo criterio válido de justificación -animados
de un
travieso espiritu nihilista-; en la escepsis radical de Pirrón, que es pura
suspensión
de todo juicio tanto teórico como práctico, plenaria absten-
ción; y en la Filosofia de la Academia Media. De otra parte, brotan
algunos ensayos de duda escéptica en el Renacimiento, con Charrón y con
Montaigne, que no llegan a cuajar en el pensamiento de su época. Y,
finalmente, en el segundo tercio del siglo XiX, al advenir las corrientes
naturalistas (materialismo, evolucionismo, etc.), de una parte, y el positivismo a ultranza de los segundones de esa escuela, por otra parte, el
pensamiento queda mutilado, la filosofia es negada, y se instaura lo que
certeramente se ha llamado la tiranía terrorista de los laboratorios, que
i07
d
obra sobre el campo de los estudios jurídicos suprimiendo toda Filosofia
del Derecho. Pero ninguna de esas crisis escépticas fue definitiva ni
consiguió ~nstalarse p~rmanentemente en el pensamiento. Antes bien, por
c~ cantrano, todas dlcron lugar él nuevos florecimientos mucho más
vIgorosos y depurados de la Filosofla general y de la teoría de los ideales
jurídicos.
¿En qué estado hemos recibido de los sistemas del inmediato pretérito
este asunto? Pues sobre todo en la forma en que lo encontramos
.
.'
en la
de~nición de. la justicia que da Stammler, quien pretendió, siguiendo
melados kantIanos, dcscrib!T una idea de justicia universalmente válida
a.bsoluta e in.condicionada; para lo cual consideraba que era necesa~
na mente prec,so que dentro de esta idea de la justicia no hubiese ninguna
:efe~e.nclaa c~ndlclones concretas históricas; de suerte que esta idea de la
JustICIaconstItuyera un método formal de aplicación a todas las situaciones habidas y por haber.
particulares, y a tenor de esa idea se trata de encuadrar sin contradicción
alguna todos estos elementos empíricos individuales en la representación
de una totalidad ideal que articula todos los fines habidos y por haber
unitariamente. La idea de la justicia consiste, pues, en una absoluta
armonía, conforme a la cual ordenamos la materia jurídica. Hay pues
-según Stammler- una sola y única idea de justicia con valor absoluto
y universal. la cual aplicada a los diversos contenidos de la vida social de
los múltiples pueblos y momentos históricos, engendra ideales jurídicos
diferentes. Cada uno de esos ideales, que tiene tan sólo un valor relativo,
relativo al tiempo, al pueblo y a las circunstancias en vista de los cuales
fue elaborado, constituye lo que Stammler llama Derecho justo. Puede
haber y se puede pensar, por consiguiente, un número ilimitado de
sobre la justicia, se pregunta por un
~n~e~lOunIversal, necesario, absolutamente válido para la ordenación
J~ndlca. Esto es, un criterio jurídico que valga por sí y en sÍ, incondi-
Derechos justos, a tenor del sinnúmero
clOnadamente, y, p.or tanto que sea aplicable a todas las situaciones que
en e'. mu?do han SIdo, son o puedan ser. Ahora bien, si cobramos plena
conclenc,a de la enunciación del tema -dice Stammler- hallaremos en
ésta m~sma l~directriz para resolverlo. Si buscamos algo absoluto,
n~ces,ano y uOlversal, entonces es claro que ese criterio no podrá contener
circunstancias, de aquí se desprende que en consecuencia
. St~mml~rJ en su investigación
.¡
dos habidos y por haber, esto es, un método que represente una armonía
absoluta e incondicionada de todas las materias sociales reales o posibles.
Es la idea de una armonía absoluta entre todas las pretensiones y afanes
nmgun elemento que sea condicionado,
contingente,
particular ni con-
~ret~..Pero este reconocimiento equivale a mostrar que dicho criterio de
JUStl.CI~.
que. buscamos, no puede albergar dentro de sí ningún contenido
hlstonco~ nmgu~a re.ferencia a situaciones concretas, ninguna mención
de matena especIal mnguna norma de carácter particular. En suma este
criterio de justicia debe carecer de todo contenido concreto de 'toda
materi~ especial; o lo que es lo mismo, deberá ser puramente fo~mal. Así,
pues,
SI
tratamos de encontrar algo absoluro no podemos meter dentro
de ello elementos relativos. Si buscamos un principio incondicionado no
p.odemos admitir como tal las máximas cuyo contenido está co~diclonad~ a unos supuestos concretos, a un determinado tiempo, a un
d.ete~mlOado lugar y a unas especiales necesidades. Lo único, por conSigUIente, que puede constituir un criterio universal y necesario (esto es
absoluto) es un puro método formal de ordenación unitaria. LaJusticia:
~ues, dice StammIer, ?o puede consistir en ningún contenido concreto,
smo en una forma uOIversalmente válida para ordenar todos los conteni108
de circunstancias
de hecho a
regular. El método de ordenación es uno e invariable; pero como los
materiales a ordenar pueden ser diversos en cada pueblo, tiempo y
también serán
diversos los ideales jurídicos (o programas de Derecho justo) que resulten
como producto de la aplicación de la idea invariable de cada situación
social.
Esto nos llevaría a estudiar uno de los temas más dramáticos planteados a lo largo de todo pensamiento jurídico, tema que yo he llamado
"conflicto entre razón e historia" en la elaboración de los ideales de
justicia. A la exposición de este tema hube de dedicar cuatro lecciones en
esta misma casa de estudios el año pasado (1939). Por eso, vaya dejarlo
cuidadosamente aparte, para tomar exclusivamente la definición de la
justicia de Stammler y ver que es lo que la crítica que vaya desarrollar
frente a ella puede sugerirnos como una nueva doctrina.
Pues bien, esta definición ofrecida por Stammler en la primera edición
de su tratado La Filosofia del Derecho, en 1922, repite y resume todas las
definiciones que de la justicia se han dado en veinticuatro siglos. Resulta
algo raro y desconcertante darnos cuenta de que el tema de la justicia, que
tanto ha afanado teóricamente a las conciencias y que tantas luchas ha
traído en la historia a lo largo de las diversas escuelas y de los siglos, haya
variado tan poco en su definición.
Efectivamente,
si revisamos en la
historia del pensamiento jurídico todo cuanto se ha dicho sobre la idea
de justicia, experimentaremos
una gran impresión de asombro o sorpresa
109
L
4
al darnos cuenta dc la identidad radical que este tema ha conservado a lo
largo del desarrollo de múltiples escuelas; no creo que sea hiperbólico
afirmar que en toda la historia del pensamiento científico y filosófico
habrá pocas materias en las cuales se haya producido una identidad de
pensamiento fundamental como en este tema de la justicia. Claro que ello
contribuye superlativamente a ponernos en guardia. a crear una sensación
de azoramiento.
Se nos había dicho siempre que el tema de la justicia era tan arduo
tan complicado, tan dificil que después de veinte y tantos siglos d~
reflexión del pensamiento filosófico, todavía los hombres no habían
conseguido llegar a un mínimum de acuerdo sobre este asunto que. aparte
".;
de su aliciente teorético es el que tiene una mayor y honda repercusión
dramática en los problemas de nuestra existencia social. Teníamos la
,I"
impresión de que las teorías en torno al ideal jurídico, sobre el Derecho
".
Natural, acerca de las supremas directrices que deben informar al desarro-
llo histórico del Derecbo son tan múltiples en el campo de la teoría, y
sabemos que en la esfera de los hechos prácticos han dado lugar y siguen
dándolo a numerosas contiendas, la mayor parte de las Veces terriblemente dolorosas y hasta sangrientas. Pero ahora resulta que, desde los
Pitagóricos hasta nuestra fecha, de un lado todos los filósofos y de otra
parte, todos los juristas, han definido en términos radicalmente idénticos
el pensamiento de justicia como proporcionalidad o armonía. ¿Qué
ocurre aquí? ¿Q!Jé sucede en este asunto que se nos ofrece con faz tan
paradójica? Empezamos a sospechar que probablemente, el dramatismo y
la dificultad sobre la orientación ideal del Derecho no radica en la idea
justicia, en la más alta de las acepciones, como proporcionalidad de los
actos (el justo medio entre el exceso y el defecto), principio de toda virtud;
en un sentido también general pero aplicado a la vida del Estado, la
justicia es la virtud suprema, esto, es, la virtud ciudadana, la suma y
compendio de las demás virtudes, en cuanto se refieran a la comunidad
y a los sujetos que la integran; y en sentido estricto, consiste en una
proporcionalidad de la distribución de honores, bienes y cargas, y en una
equivalencia en el cambio, entre la prestación y la contraprestación, y
entre la transgresión y la pena. En Roma, Ulpiano la define como atribuir
a cada uno su derecho, darle lo que le corresponda, su valor; Cicerón
recoge parejos conceptos. Santo Tomás de Aquino dice que "es propio de
la justicia ordenar al hombre en sus relaciones con los demás, puesto que
implica cierta igualdad, como lo demuestra su mismo nombre, pues se
dice que se ajustan las cosas que se igualan y la igualdad es con otro"; y,
después. añade que la justicia versa sobre las acciones exteriores y las cosas,
conforme cierta razón especial del objeto; y consiste en dar o atribuir a
cada uno lo que es suyo, según una igualdad proporcional; entendiendo
por suyo con relación a otro, lodo aquello que le está subordinado o
atribuido para sus fines. Y Francisco de Vitoria, comentando esta doctrina
tomista, afirma que se llama justo a lo igual; y, así, se dice ya está justo,
puede ser expresada en el número cuadrado. Para Platón es la virtud
fundamental de la que se derivan todas las demás; y consiste en una
armonía entre los elementos constitutivos del Estado, por la cual cada
uno de ellos (los gobernantes, los militares y los artesanos) debe hacer lo
que le es propio, dedicarse a lo que le corresponde. Aristóteles entiende la
ya viene justo, o está ajustado, o por igual viene. Y Domingo de Soto dice
que la justicia hace igualdad entre el que debe y el otro a quien le debe; y
consiste en poner medio entre las cosas, por el cual se produzca igualdad
entre los hombres. También Grocio la define como equivalencia o
proporcionalidad en los cambios y en la distribución; y de modo análogo
la define Pufendorf. Y Vico también, quien asimismo distingue entre
justicia conmutativa (aequatrix) y distributiva (rectrix); la primera es una
igualdad aritmética entre términos iguales, y la segunda establece una
proporcionalidad
geométrica entre los términos desiguales, para la
atribución de dignidades y funciones. Wolf explica la justicia como
principio de igualdad aritmética. En Kant, la idea de igualdad se proyecta
sobre la de libertad, como igualdad en la libertad: "Libertad (independencia de la imposición del arbitrio ajeno) en cuanto pueda coexistir
con la libertad de cada cual, según una ley general"; la igualdad consiste
pues en no ser ligado por otro sino en aquello para lo que uno se puede
ligar recíprocamente. Fichte postula la plena igualdad de todos los
miembros de la sociedad en el Estado, igualdad que debe ser producida y
mantenida por éste. Fries considera la igualdad como el primer principio
de la justicia. Lasson ve la esencia de la justicia en la forma de universali-
110
111
de justicia, como proporción o armonía, sino, seguramente, en una serie
de implicaciones, de supuestos o referencias, que de ella emanan; em-
pezamos a sospechar que el centro de gravedad del asunto, no está en la
definición
de la justicia, sino en alguna otra zona teorética.
Desde los pitagóricos, en la etapa de la filosofia presocrática, basta
nuestros días, se ha definido similarmente la idea de la justicia: Como una
armonía, como una igualdad proporcional, como una medida armónica
de cambio y distribución. Los pitagóricos la conciben como una Correspondencia o igualdad proporcional entre términos contrapuestos, la cual
s
dad y en la carencia de contradicciones, por medio de la cual la razón
reduce a armonía y unidad todas las diferencias y oposiciones. Para
Stammler -según se ha visto ya- la justicia consiste en la idea formal
de ,u?a armonía absoluta según la cual debe ser ordenaJa la materia
lundlca. Según Del Vecchio, la justicia exige que todo sujeto sea reconocIdo por los otros en aquello que vale y que a cada uno le sea atribuido
aquello que le corresponde.
enunciativo,
. ¡Formidable y radical coincidencia, a través de más de veinticuatro
SIglos de pensamIento filosófico jurídico! Claro es que no se me ocultan
las profundas. dIferenCIas, la distinción de alcance que cada una de estas
d~fimclOnes llene en sus respectivos sistemas ciertamente jamás he pretendIdo que todos los gatos sean pardos; antes bien, considero que la misión
del IOtelec,tual consiste,. principalmente, en señalar las diferencias que
eXIsten alb donde a prtmera vIsta el ojo cotidiano y habitual no las
dlstl.ngue. Por eso debemos tomar cuenta y razón de la diversidad de
valor que nos permitan establecer normativamente
sentl~o que .esa radical expresión
cobra en cada uno de los sistemas
filosoficos. SIO embargo, es también obligado el poner de manifiesto la
homogeneidad de pensamiento en alguna medida, con algún alcance. Y
entonce~ ¿,cómo se explica que opinando todos los autores mencionados,
y muchlslffiOS ,otros lo mismo, respecto del tema de la justicia, sin
embargo, sus sistemas de Estimativa jurídica difieren radicalmente de
unos frente a otros?
No hay disc~epancias de opinión sobre lo que es la justicia; y, no
obstante, son m~ll1ples y contradictorios los esquemas e ideales de justicia
tra~a~os por dIversos filósofos; y le son todavía más los programas
pohtl~os por los que se derramó la sangre. Si tan claro resulta el tema de
la JustIcIa ¿por qué es tan ~bscuro el problema del ideal jurídico, por qué
ta~ gr~ndes las luchas polltlcas respecto de las IOterpretaciones de lo que
la JustIcIa demanda en cada momento histórico?
Barrunta.mos. que la dificultad del problema no reside en la definición
d~ la Just,tela, SIno en aquello que esa idea formal de armonía o de
dlstrtbu~lOn ~eclama, para poder ser llevada a la práctica. La igualdad,
proporCIOnalidad, o ar~onía (o,nstituye un puro criterio formal, que está
sino de tarea a realizar. No tratan de expresar, de enunciar
situaciones reales de igualdad, antes bien, de proponer normativa mente
el establecimiento de una igualdad, o mejor diríamos, de una equivalencia. Un ejemplo, lo ofrecerá con toda claridad ante la conciencia de
ustedes. Igualdad, V. g., entre lo que se da y lo que se recibe. Lo importante
no es saber que los términos de una relación han de igualarse o armonizarse; lo fundamental radica en inquirir cuáles son los criterios de
la equivalencia entre
esos dos términos. Fijémonos en una humilde relación de cambio, que
fue precisamente la que tuvieron a la vista los primeros pensadores que
reflexionaron
sobre la justicia. Tanto los pitagóricos, como Aristóteles
_y tantos otros- decían que la justicia exige que en un contrato bilateral
de cambio el uno reciba del otro tanto como él le entregue. Pero adviértase
que esa igualdad entre lo que se da y lo que se recibe no puede ser una
identidad plena. Es decir, si tomásemos esa igualdad como identidad, ello
supondría que quien da un litro de leche debe recibir otro litro de leche;
que quien presta a otro el servicio de cortar un árbol, reciba de aquél el
mismo servicio. Ahora bien, es evidente que tal cosa no tiene ningún
sentido; por su carencia de todo motivo y finalidad disuelve el sentido de
la relación. Por consiguiente,
no se tata de recibir lo mismo, lo idéntico,
sino algo diferente, que, en algún modo corresponda a lo que se entrega,
que lo compense desde algún punto de vista. Es decir, se trata de recibir
no lo mismo sino algo equivalente, algo que siendo diverso valga en algún
respecto lo mismo, precisamente en el respecto que debe venir en cuestión.
Mas para medir la magnitud de valor de una cosa, en relación con otra
diferente, hace falta una unidad de medida, es decir, hace falta un criterio
a cuya luz se pueda homogeneizar la estimación de dos cosas heterogéneas. Y, entonces, la igualdad consistirá en que esas dos cosas o esos
dos servicios, que se cambian, encarnen a pesar de su diversidad una
magnitud pareja de valor, es decir, que sean equivalentes. Así, pues, este
de me~surabl]¡dad, para .saber de qué modo, desde qué punto de vista y
e? q.ue form~ han. de Igualarse, armonizarse proporcionalmente,
los
análisis evidencia que el centro de gravedad de la cuestión se desplaza
desde la justicia -como idea de igualdad- al problema sobre el criterio
de estimación. Lo que importa es saber cuál deba ser el criterio para
establecer la equivalencia; esto es, de qué medida nos hemos de servir para
medir la igualdad. Se propondrá tal vez como solución al ejemplo
presentado la medida del valor económico. Admitamos provisionalmente
termInas que intervienen en una relación jurídica.
esa respuesta, aunque con algunas reservas. Con algunas reservas, porque
Las expresiones de igualdad, proporcionalidad y armonía, que se
emplean para defiOlr la Idea de la Justicia, están usadas en un sentido no
el concepto de valor económico no es unívoco en la Ciencia de la
112
1 13
reclamando ~
;'02
en gnto, medIdas para establecer esa igualdad, criterios
economía; además porque no se trata aquí de una mera relación econó-
s
mica, sino que ésta se nos ofrece como debiendo ser sometida a una
norma de estimación jurídica. Y, así, ocurrirá probablemente que -salvo
en una concepción fisiocráticael valor económico no vendrá determinado solamente por el libre juego de meros factores económicos, sino
también por criterios de estimación ética, política, etc. Por otro lado, se
imponen también muchas reservas, si pensamos que la expresión "valor
económico", lejos de constituir un concepto claro enuncia una multitud
t.,
de graves problemas. ¿Será la utilidad el criterio? ¿En qué consiste la
utilidad? Es un valor de tipo doblemente relacional. Toda utilidad
significa la aptitud de servir para algo; verbigracia, un abrigo que sirve
para defenderse de las inclemencias del tiempo; pero no sólo para algo,
sino también para alguien, porque un abrigo que constituye un bien
utilitario como medio de protegerse contra el frío. Sin embargo no
desempeñaría ninguna función para un habitante del trópico. Es un bien
de utilidad para el frío, pero además para el alguien que está en necesidad
de defenderse del frío. Pero en el campo de la evaluación económica
insalubre. En ese caso, la medida para establecer la igualdad que la justicia
impone entre prestación (trabajo) y contrap~estación (salario) no debe ser
la magnitud cuantitativa de labor (presclIldamos del rango, en este
ejemplo, refiriéndonos a puros trabajos manuales pareJos). AqUl preCIsa
tener en cuenta otros criterios estimativos: el valor de la salud humana y
el valor ético de la persona que es sujeto de esa vitalidad orgánica. ¿Por
qué tomamos en consideración la ~alud? Porq.ue la salud repres.enta un
bien biológico para unos seres que tIenen una d~gmda.dmoral. ASImIsmo,
se podría decir algo parejo de todas las conslder~clOnes que susClla el
problema del justo salario (atendiendo a la personahdad moral~el obrero,
a sus necesidades materiales y espirituales, a sus deberes familIares, etc.)
Ven ustedes, pues, como
para determinar el precio de un trabajo, ha
intervenido la combinación de una serie de ideas valorativas.
Desde luego, la Justicia, es un valor, es .un idea de valo: pero. empezamos a presentir, que ella no es el úm~o c~lteno gracias al c.ual
podamos orientar deontológicamente,
e~tlmatlvamente la rcla~16n
surgen otros problemas, por aparecer en juego nuevos factores; así. por
'urídica. Mas bien, comenzamos
ejemplo: una cosa útil objetivamente para algo y subjetivamente para
alguien no tendrá económicamente precio (en el cambio) si se da en gran
~istribuidor, de acomodador, de policía, que cuida y vigila de que, en el
mundo de las relaciones jurídicas, sea conservada la estructura propor-
abundancia,
como ocurre con el agua a orillas de un
ti0'
a representarnosla como una especie de
Bueno, pero
cional o armónica que otra serie de esencias de valor guardan entre sí, en
parece que los puntos de vista de utilinad, con todas sus complicaciones,
el reino de su idealidad; que la Justicia lo que .hace es impul.'.arnos o
no resultan suficientes para la determinación
hacernos referir a los valores que, en cada caso, vienen en cuestIono Pero
para ello, es preciso inquirir, para ello es preciso q~e nos pla~teemos ese
del valor económico;
pues
ya desde antiguo notaron los economistas que enfrente de ese criterio de
utilidad, o en interferencia con él, Seda el de evaluación por el volumen
de trabajo inserto en la cosa. Pero entonces surgen las preguntas: ¿desde
qué punto de vista se debe mensurar el volumen del trabajo? ¿Tomando
en cuenta e1trabajo realmente acumulado en la producción de ese bien o
atendiendo en el volumen de trabajo que haría falta para reproducirlo?
Pero hay además otras preguntas: ¿habrá de fijarse tan sólo en la cantidad
temporal de trabajo, o se deberá hacer además diferencias en cuanto a la
calidad y rango del trabajo? Y, en este último caso ¿cuál deberá ser la pauta
para establecer los diversos rangos de trabajo? Estos problemas habrían de
ser resueltos por consideraciones fundadas en la FilosoHa de los valores,
en tanto que ésta estudia las relaciones de jerarquía entre ellos y además
sus modos de relacionarse con los sujetos en sus situaciones reales
concretas. Pero surgen además todaVÍa más complicaciones, que hacen
referencia a otros criterios. Así, por ejemplo, vienen en cuestión también
problema de la relación jurídica o lo qu~ es lo mISmo:.preclsa que nos
demos cuenta de que la dificultad no radIca en la funclon formal.lSta de
armonía o proporcionalidad, que en la justicia se ha subrayado. SIempre
certeramente
sino en conocer cuáles son los cntenos
que vIenen en
cuestión par~ el Derecho. Una relación jurídica supone que los té~minos
de la misma y, en definitiva, sus términos fundamentales, son sle~pre
personas humanas,
participan en una serie de. conexiones. valoratlvas,
representan realidades, abocadas, llamadas, a reahzar una sene d~ valores.
Yeso lo comprenderemos mucho mejor, si ilustramos el conjunto de
consideraciones que les he expuesto, con otro ejemplo clásico, vinculado
no al de las relaciones de justicia conmutativa, sino fundamentalmente, a
valores biológicos (salud) y valores éticos. No tendrán el mismo valor
económico -en un contrato bilateral- el trabajo holgado y sano que el
una de las relaciones que se conoce con el nombre de justicia distributiva.
Uno de los comentaristas de Aristóteles, Miguel Efesio, para exponer
con toda claridad el pensamiento de su maestro, de que la justicia, en
punto a su función distributiva, está constituid~ por un~ rela~ión de
proporcionalidad geométrica, ofrece el siguiente ejemplo: SI AqUIles vale
114
115
~-------,¡
el doble de Ayax, habrá que darle a Aquiles el doble de lo que se concede
a Ayax. Si Ayax vale 2 y Aquiles 4, habrá de concedérsele a Ayax 6 y a
Aquiles 12. La cosa parece plausible, no creo que suscite ninguna objeción,
pero a la luz de este ejemplo, vemos todavía Con mayor notoriedad la
urgencia de desplazarnos hacia otro campo. ¿Por qué vale Aquiles el doble
de Ayax? ¿Cuál es el punto de vista que nos ha permitido establecer esa
diferenciación entre ambas personas? ¿En qué consiste la regla de medida,
o el calibre de mesura, gracias al cual hemos determinado esa diferenciación? ¿Será tal vez porque Aquiles, sea mucho más corpulento que Ayax
y pese el doble? Hipótesis grotesca; ¿a quien se le ocurriría vincular un
problema de valoración jurídica a Una cuestión de pugna de pesos? Desde
luego, rechacémoslo,
pues, como conato grotesco de solución. ¿Por qué
Aquiles sea doblemente fuene que Ayax? No; por las mismas raZOnesque
nos parece absurda e inadmisible la anterior solución, hemos de desechar
la segunda respuesta. Por Jo visto no vienen en cuestión los puntos de
vista de volumen o fuerza materiales. Bueno, pues vamos a referirnos a
otros criterios; pasemos de lo más tosco y burdo a los más egregio y
sublime: ¿Será por ventura que Aquiles es doblemente santo que Ayax?
desde luego sin suscitar ahora el problema de lo que la santidad sea,
planteando ese valor solamente a guisa de ejemplo, todos habrán de
reconocer que la santidad ocuparía la cúspide en la pirámide jerárquica
de todos los valores; pero, a pesar de encarnar en esa idea la más sublime
altura axiológica, parece que la santidad para nada interesa al Derecho;
ella es, el más egregio de todos los valores, pero el Derecho ignora la
existencia de santos y no santos; la santidad es por entero irrelevante para
el Derecho. ¿Consistirá en un valor ético de menos rango, verbigracia, en
la limpieza de ánimo? Desde luego, que en esa expresión encarnan una
serie de valores morales, que, en todos los sistemas, incluso en los más
dispares, han sido considerados como los primeros en la serie jerárquica;
y sin embargo, dificil sería concentrar a lo largo de toda la experiencia
jurídica, ningún caso en el cual esa limpieza de corazón, esa pureza de
voluntad, esa desvinculación de todo apetito sensible o concupiscible sea
tomado en cuenta por el Derecho. entonces, esos valores puramente éticos
no vendrían en cuestión para la estimativa jurídica, Algunos valores éticos
no vienen en cuestión. Pero, en cambio, sí deben ser tomados en CUenta
otros, aquellos que constituyen la aspiración o manifestación de la
dignidad moral humana, de la calidad que la persona tiene de poseer un
fin propio, de no deber jamás ser reducido a la calidad de puro medio o
instrumento,
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od.
S
por consiguiente, cntenos qu ,
°ln, ordenación jurídica, o, por lo
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presente. y después habna qu~ eterml
debe tratar el Derecho ~e rea~z~r.. I . sticia como armonía; pero se ha
No es pues un desaCIerto e Inlr ~~u
la regulación jurídica debe
de entender que esa armonía que.'e.pl e paora que guardan entre sí los
nía
. t a y ob¡enva arm
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estar basada en Ia auten IC
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1D recho Se trata de rea Izar
.
uestlón para e e
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valores que pueden vemr en c
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I
1 1 d
o éste o aque va or e
. 'd' ca de suerte que en e
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I
deber ser )un I ,
demás que den ugar a un .
'1 t análoga a la estructura que
. .d.
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d .
ordenamiento ¡un lCOse r
del Derecho. Algo análogo puede ecme
guardan los valores onentadores l.
..
amo atribución a cada uno
d d fi .r a )USnclac
respecto de los ensayos e e InI I .'
que se hace es brincar a otro
con esto o UOlCO
, .
de lo que es suyo; ya que
a la cuestión sobre los cntenoS para
suyo de cada cual. Y esta
Problema más hondo, a sab~r,
d b
nSlderarse como
. ,
determinar lo que e e ca
d be venir determinada por la parnclfijación de lo suyo de cada :d~al e los complejos de valores que tengan
, , n de las situaciones Jun lcas en
paclO.
el Derecho.
.
d
dimensiones onentadoras para
h ber logrado una elandad e
.do poco con a
'd
No creo haber consegUl
h
no se había producl o.
ideas sobre este tema, c Ian'd ad que hasta a ora
esos valores sí vienen ciertamente siempre en cuestión para
116
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