Queridos hermanos y hermanas, “Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos”. Vale la pena hacer el ejercicio de ponernos en la piel de los discípulos para entender de primera mano todo lo que están viviendo: Es domingo al anochecer. El jueves abandonaron a Jesús. Lo dejaron solo. Contemplaron la pasión, de más lejos o de más cerca. Uno de ellos había traicionado al maestro. Han pasado tres años de su vida con Jesús y ahora todo se ha acabado... Algunos han empezado a marchar (discípulos de Emaús) Imaginad la sensación de fracaso, de tristeza, de desesperanza, de angustia, de pena, de proyecto que se hunde, de falta de sentido, de desasosiego... Y en este contexto Jesús resucitado se aparece, y por dos veces seguidas dice: “paz a vosotros”. Jesús siempre atento a lo que necesitamos. Qué expresión tan apropiada en aquellos momentos de inquietud, de angustia, donde lo que no tenían era paz. Decimos que la Palabra de Dios es viva, ¿qué quiere decir? Quiere decir que toda palabra de Jesús que se dirige a los discípulos, a mí Jesús me la está dirigiendo, exactamente como a ellos, ni más, ni menos. Por tanto, hoy Jesús a nosotros nos dice “Paz a vosotros”, hoy Jesús nos da su paz. Hay muchas cosas que nos inquietan, que nos preocupan, y Jesús como a los discípulos, nos ofrece su paz, una paz que llega a lo más profundo de nuestra persona y desde la cual todo coge otro sentido. Recuerdo que cuando me convertí, con unos 24-25 años, pensé: “ahora sé que es la paz”. Hasta entonces no tenía experiencia de la paz. Hemos de contemplar esta escena cada vez que nos inquiete alguna cosa y recibir su paz, hacernos presente a Jesús delante nuestro dándonos su paz, una paz que nos penetra... ¡Hay tanta gente que vive sin paz en su corazón! Hemos de rezar por ellos y sentirnos enviados a ellos... “ir a las periferias” dice el papa Francisco. Porqué esta es la segunda idea: hoy Jesús a cada uno de nosotros nos dice: “Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. Dios Padre envía a Jesús al mundo para salvarlo. Jesús nos envía a nosotros al mundo para salvarlo. No nos hemos de sentir urgidos a evangelizar porqué el sacerdote es un poco pesadito y nos lo dice mucho, nos hemos de sentir urgidos a evangelizar porqué nos lo propone, nos lo exhorta, el mismo Cristo. Últimamente, ha surgido una iniciativa muy bonita (“Una luce nella notte, Una luz en la noche”). Consiste en salir al encuentro de los jóvenes que están en las calles por la noche, y proponerles que vayan a una iglesia a encontrarse con Jesús. Está teniendo un éxito sorprendente, y hay historias muy bonitas vinculadas a esta experiencia. En Barcelona la hacen cada dos meses. Dice el iniciador de esta experiencia, Andrea Brugnoli;” La evangelización de la calle es el retorno al espíritu de los orígenes, que es el espíritu de la Iglesia. Es volver a evangelizar. Es volver al Evangelio, conscientes de la urgencia de la misión confiada. En la Iglesia hemos discutido mucho sobre como evangelizar, pero entre tanta discusión a lo mejor nos hemos olvidado de hacerlo (...) Cuando un hombre se está ahogando en el mar, no se nos ocurre debatir cual es el método mejor para salvarlo, sino que nos lanzamos aún a costa de las olas, para llevar a la vida aquella persona. Eso es lo que hacemos en Una Luz en la Noche: lanzarnos a las olas de la calle a rescatar a los jóvenes que se ahogan". “Lanzarnos a las olas de la calle a rescatar a los jóvenes que se ahogan”. Dice Jesús: “Vosotros sois la luz del mundo… Así ha de lucir vuestra luz ante los hombres”. (Mt 5, 14.16) No nos conformemos con que sean buenas personas. Jesucristo ha muerto por ellas, para comunicarles su vida (“Y para que creyendo, tengáis vida en su nombre” “Dichosos los que crean...”). Una constante en todas las apariciones de Jesús resucitado, es que quien vive este encuentro, lo va a comunicar en seguida... Como en la Vigilia Pascual, recibíamos la luz del Cristo resucitado (cirio pascual) y en seguida, la comunicábamos a los que nos rodeaban. La experiencia de que Cristo ha resucitado, y me resucita, no nos la podemos quedar para nosotros... Que la comunión con Cristo resucitado nos dé su paz y el deseo intenso de comunicar esta paz.