Píramo y Tisbe eran dos jóvenes que vivían en casas vecinas en el lejano pueblo de Semíramis. (PASAR MEDIA LÁMINA) Ella, Tisbe, la más hermosa de las muchachas. (PASAR A LA SIGUIENTE LÁMINA) 2 Él, Píramo, era un joven de gran belleza. Se conocían desde pequeños y estaban enamorados el uno del otro, pero sus padres se oponían a la relación. (PASAR A LA SIGUIENTE LÁMINA) 3 Los enamorados conversaban todos los días a través de un pequeño hueco en el muro que separaba ambas casas. Tan sólo podían hablar, pues la rendija no permitía que se dieran besos y ambos se lamentaban. “¿Por qué, pared, eres un obstáculo para nosotros?”, preguntaba ella, “¿Por qué no permites que unamos nuestros cuerpos o, si te parece un deseo excesivo, que simplemente nos besemos?”, añadía él. (PASAR A LA SIGUIENTE LÁMINA) 4 Un día decidieron salir a escondidas y verse fuera de la ciudad, junto a un árbol de frutos blancos donde brotaba una fuente. Tisbe engañó sin problemas a sus guardianes y llegó antes de lo convenido y se sentó a esperar. (PASAR A LA SIGUIENTE LÁMINA) 5 Pero mientras esperaba apareció una leona sedienta. Traía el hocico manchado de sangre. Cuando Tisbe la vio, huyó de allí, pero dejó caer sin darse cuenta su velo. (PASAR A LA SIGUIENTE LÁMINA) 6 La leona, una vez saciada su sed, jugueteó con el velo antes de volverse a internar en el bosque. (PASAR A LA SIGUIENTE LÁMINA) 7 Cuando Píramo llegó al lugar no vio a su amada, pero sí su velo ensangrentado a los pies del árbol. Se agachó a recogerlo y lamentó la suerte de su enamorada. “Mi dulce Tisbe, yo te dije que vinieras hasta aquí. Al no llegar yo el primero he causado tu muerte. Justo es que muera yo también. No merezco vivir si Tisbe está muerta”. Y nada más hablar se clavó la espada que llevaba. La sangre que brotaba de la herida tiñó de negro y rojo los frutos blancos que estaban cerca. (PASAR A LA SIGUIENTE LÁMINA) 8 Al momento llegó Tisbe. Se acercó y vio en el suelo el cuerpo de su amado. Se arrojó sobre él y entre sollozos gritaba: “¡Píramo, mi amado Píramo, escúchame. Soy Tisbe, mírame”. (PASAR A LA SIGUIENTE LÁMINA) 9 Se fijó entonces Tisbe en el velo que sujetaba la mano derecha de Píramo. Cuando vio que era el suyo y que estaba lleno de sangre, se dio cuenta del malentendido. “Tu amor por mí te llevó a matarte”, se lamentaba. Esta sangre que tiñe el velo fue la que te perdió. Aunque así lo creíste, no era mía; ahora sí lo será. Mi mano también será fuerte; yo también te quiero. Seguiré tus pasos. La muerte no nos separará”. Así dijo y cogió la espada aún caliente y antes de clavárselo se dirigió al árbol: “Y tú, árbol, guarda en tus ramas nuestra muerte y produce siempre estos frutos negros, señal de luto por nosostros”. (PASAR A LA SIGUIENTE LÁMINA) 10 Las última palabras de Tisbe fueron oídas por los dioses e hicieron que el moral tuviera un nuevo aspecto, pues negro es el color del fruto cuando madura. (PASAR A LA SIGUIENTE LÁMINA) 11 Sus desdichados padres también escucharon a Tisbe y, una vez incinerados los cuerpos guardaron sus restos en una única urna para que estuvieran juntos por toda la eternidad. FIN Adaptación del mito “Píramo y Tisbe” Ilustradores y adaptadores: Alumnos de 3º de la E.S.O. de Cultura Clásica I.E.S. Ribera del Arga - Peralta Curso 2009-2010 Coordinadora : Ana Esparza 12 Lo que ahora os contamos es una historia de enamorados Tisbe y Píramo se amaban aunque sus padres no les dejaran. Salir deciden ocultamente y encontrarse en una fuente. Una leona y un velo serán motivo de duelo; un equívoco fatal justo al lado de un moral, los alejará de la suerte y los llevará a la muerte. El moral que fue testigo de luto vistió sus frutos. Los cuerpos de los amantes una única urna comparten. (PASAR A LA SIGUIENTE LÁMINA) 1