Píramo y Tisbe

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Píramo y Tisbe eran dos jóvenes que vivían en casas vecinas en el lejano
pueblo de Semíramis.
(PASAR MEDIA LÁMINA)
Ella, Tisbe, la más hermosa de las muchachas.
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Él, Píramo, era un joven de gran belleza. Se conocían desde pequeños y
estaban enamorados el uno del otro, pero sus padres se oponían a la
relación.
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Los enamorados conversaban todos los días a través de un pequeño
hueco en el muro que separaba ambas casas. Tan sólo podían hablar,
pues la rendija no permitía que se dieran besos y ambos se lamentaban.
“¿Por qué, pared, eres un obstáculo para nosotros?”, preguntaba ella,
“¿Por qué no permites que unamos nuestros cuerpos o, si te parece un
deseo excesivo, que simplemente nos besemos?”, añadía él.
(PASAR A LA SIGUIENTE LÁMINA)
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Un día decidieron salir a escondidas y verse fuera de la ciudad, junto a un
árbol de frutos blancos donde brotaba una fuente. Tisbe engañó sin
problemas a sus guardianes y llegó antes de lo convenido y se sentó a
esperar.
(PASAR A LA SIGUIENTE LÁMINA)
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Pero mientras esperaba apareció una leona sedienta. Traía el hocico
manchado de sangre. Cuando Tisbe la vio, huyó de allí, pero dejó caer sin
darse cuenta su velo.
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La leona, una vez saciada su sed, jugueteó con el velo antes de volverse a
internar en el bosque.
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Cuando Píramo llegó al lugar no vio a su amada, pero sí su velo
ensangrentado a los pies del árbol. Se agachó a recogerlo y lamentó la
suerte de su enamorada. “Mi dulce Tisbe, yo te dije que vinieras hasta
aquí. Al no llegar yo el primero he causado tu muerte. Justo es que muera
yo también. No merezco vivir si Tisbe está muerta”. Y nada más hablar se
clavó la espada que llevaba. La sangre que brotaba de la herida tiñó de
negro y rojo los frutos blancos que estaban cerca.
(PASAR A LA SIGUIENTE LÁMINA)
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Al momento llegó Tisbe. Se acercó y vio en el suelo el cuerpo de su
amado. Se arrojó sobre él y entre sollozos gritaba: “¡Píramo, mi amado
Píramo, escúchame. Soy Tisbe, mírame”.
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Se fijó entonces Tisbe en el velo que sujetaba la mano derecha de Píramo.
Cuando vio que era el suyo y que estaba lleno de sangre, se dio cuenta del
malentendido. “Tu amor por mí te llevó a matarte”, se lamentaba. Esta
sangre que tiñe el velo fue la que te perdió. Aunque así lo creíste, no era
mía; ahora sí lo será. Mi mano también será fuerte; yo también te quiero.
Seguiré tus pasos. La muerte no nos separará”. Así dijo y cogió la espada
aún caliente y antes de clavárselo se dirigió al árbol: “Y tú, árbol, guarda en
tus ramas nuestra muerte y produce siempre estos frutos negros, señal de
luto por nosostros”.
(PASAR A LA SIGUIENTE LÁMINA)
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Las última palabras de Tisbe fueron oídas por los dioses e hicieron que el
moral tuviera un nuevo aspecto, pues negro es el color del fruto cuando
madura.
(PASAR A LA SIGUIENTE LÁMINA)
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Sus desdichados padres también escucharon a Tisbe y, una vez
incinerados los cuerpos guardaron sus restos en una única urna para que
estuvieran juntos por toda la eternidad.
FIN
Adaptación del mito “Píramo y Tisbe”
Ilustradores y adaptadores: Alumnos de 3º de la E.S.O. de Cultura Clásica
I.E.S. Ribera del Arga - Peralta
Curso 2009-2010
Coordinadora : Ana Esparza
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Lo que ahora os contamos
es una historia de enamorados
Tisbe y Píramo se amaban
aunque sus padres no les
dejaran.
Salir deciden ocultamente
y encontrarse en una fuente.
Una leona y un velo
serán motivo de duelo;
un equívoco fatal
justo al lado de un moral,
los alejará de la suerte
y los llevará a la muerte.
El moral que fue testigo
de luto vistió sus frutos.
Los cuerpos de los amantes
una única urna comparten.
(PASAR A LA SIGUIENTE LÁMINA)
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