fipCIOS DE SÜSCRIGION. PUNTOS DE SÜSCRICION. Diex seis reales al mes eo Madrid. Estñu^ero. Diríjííendo libranza, 76 rs. trimestre, franco deperte; y hecha em casa de les eomkiíamados, H. Oirigiendo iiraaza 991». triroestra, frajico de p*rte y echa jtn C«M d« ]«s cumisioaadoi, 194. r i l i p i a u T América Xspa&oU. Ci«Bt«veiiitereales trimestre, frasee de f erte. rroTiaeias. BirigieHde libranza 41 rt. yor trimestre, y Si haciende la sHscricion per los ceraisiotadet. AÑO XVII- CORTES. SCNAOO. SetíQn de ayer. Juraron y tomaron asiealo los Sros. Mar In Barattevo, conde de CasaTRuli, García de la Gotera y conde de Goyeneche. ConUstaeion a¿ discurso regio. jici Sr. Bkarques da Hiraflorai: El dict ¡men de Is Comisión es una páVifrasis sencilla, ordenada, mo* desta'yattamente codservadona del diicurso déla Corona, que no ofrece para mí ningún género d<í observación y que merece mi humilde aprobación. No ¡tengo, pues, nada que decir relativamente i este punto. No me sucede asi eo I« oue hace referencia al dts> cur^D de la Corona; ye piao al Senado me perdone por pl largo rjsto.que le íjpupé ayer, y espero no m,e falla.ri hoy sii benevolencia. BrgoBíernopuko en'íos augustos labios deS. M. que eí estado'de la monarquía no era tan satisfactorio como sería de desear; y esto, señores senadores, es m\iy. importante y encierra una gran v.eraiad. Ahora ,bien, ¿cuál es el dijber de los legisladores del parsTEf de íaquirír cotí prudencíi y con mesura las daúsás dé ése estado, y M e» preciso, formular el r e medio. Para esto, eo primer llagar, es índispfinsable anteponer las cuestiones de cosas A las de personas, dejando á un lado las pasiones y las miserias de los indÍTÍdaos. Éu segundo lugar, es, á mi modo de ver, indispensable que sea el queiuere el que se encuentre ¡i la cabeza de la gobernación d(;l Estado, no lo mire como una propiedad suya, sino que se persuada de que'eit propiedad de una gl'an nación, cuya historia. se pierde en la serie de Icís siglos, y que no consta solo de hombres públicos,, sino que contiene IG miiloflss de almas, á quienes interesa el que se mire por sus intereses materiales, sin que les importe co^aa alguna de esas miserias, que no hacen mas que perjudicarles, no díbiémlose atender en la provisión de los empleos mas que á la capacidad, en lugar de distribuirlos entre los parientes, amigos y paniaguados. - EÍi tercer lugar, y esto-oo deja de s(»r difícil, hay necesidad de buscar una fórmula con que modiucar ja ley electoral, que es un gúrmen de trastornos y de .agitaciones que imposibilitan la buena admínistra'eiofldel Estado. Respecto á la Hacienda, aun cuando no soy competeote, séame lícito decir que durante la unión liberal se ha gastado mucho^ si ss quiere, muy útilmente, porque la riqueza pública In prosperado, se han construido ferro-camtes, se ha hecho mucho 'para fomentar todos los intereses materiales; pero, -.Hin embargo, acaso se ha gastado demasiado; y sí ajenes útil todo lo que se ga=ta reproductivamente, «s preciso no hacer gastos que no sean necesarios ' para evitar conflictos en este st'ntído. i*or último, es menestitr que todos sacrifiquemos jiWfitro amor propio y nut-stris aspiraciones á ser gobierno, agrupándonos alrededor del Trono de nuestra augusta Reina, personificación de la regeneración política de nuestra nación, ayudándola y contribuyendo con todos nuestros esfuerzos á hacer íiaii y sencilla la gobernaciuii del Estado, á fin de ,<jue ¡wdamos llegar á una situación' satisfactoria, en la que en vez de aquella fa'mnsa salve del año 4'J, (jueel Senado recordará,'p)daiiio< decir nosotros: «Oíos ha salvado á la K í u a , Dios ha salvado al país.» El Sr. Marques d e Molías: Voy a rectificar al!un.os liedlos cuan brevemente rae sea posible, y a WceriTie cargo de aigunjs alusiones que se me liau <jlirígidopor los Sres. Llórente, ministro de Estado y marques de Miraflores. La primera y mas grave equivocaciun.en que ha ioedi^rido fiísefior mioi,síro dn Estado ha sido en dexír que yo había venido aquí á hacer cabalas, agüe^iM j pronústicos, cuando iío he hecho semejante cosa, «no que he traído cifras que no se contestan con las palabras tan fáciles de su señoría, porque liada' mas cíerío que el hecho que yo senté de que el ministerio aetunl había hecho la promoción mas numerosa de senadores que ha tenido lugar desde que se estableció este Senado. Tarapoeo es una cabala, sino que es enteramente «actü, que el número de individuos de que se coinjiune tite alto Cuerpo es mayor que el que ha tenido coastaateniente antes de ahora, y escede al de todos los Senados de Europa, Y aun de América, y hasta a iodos los que ha habido desde que se conoce el munVfó constitucional. Estas aseveraciones son tan evidentes que no es posible negarlas. Su seiioria me atribuyó también una cosa que yo no Jiabia dicho respecto á la educación de una augusta Mrsoua que yo no habia nombrado siquiera, porque tiene dos inviolabilidades; la del Trono que le alcanza, y la de la inocencia, que aun conserva; jelijeñor raíoistro de Estado So tenia derecho para líri^iÑe coa es{e moliro palabras duras y hasta injui'iosás. • . . . ' Yo dije sencillamente que para la gobernación del Estado se necesitaba mas el estudio de la historia que «1 de ¡ü láctica, y también recuerdo haber dicho en uao de los períodos de mi discurso que el príocíoe de Gales había ido á la Universidad; pero no cité para .nadala persona augusta á que su señoría se ha referido, y no sé de dónde ha podido deducir que yo diera la preferencia i esta ó a la otra educación, y mucho menos ha podido tomar de aquí motivo para defÁt si yo podría desear una educación jesuítica, cuana o , á decir verdad, en el diá no preferifi» jjinguna, perqué á Jos seis aios ni se pu^de estudiar táctica «i historia, ni se pueie ir á la universidad; y por otra farle, n«; como senador ni CQÍIJO mínígtri) creo que «^4«he iatervenir en la ca^á de |4 jléifla; pero vol- Í MADRID. LA viendo á la frase que ha usado su señoría de educación jesuítica, y que es preciso que su señoría esplique o modifique, debo manifestar que no consi<l«ro autorizado á nadie para dirigir palabras de doble sentido, que pueden ser interpretadas según el diverso modo de ver de cada uno. . En el Pic( ionarío de la lengj^a tiene esa palabra dos sentidos: el uno, el que se refiere á la eírucaq'íon de la copíipañía de lems, y el otro que es equivalente i hipócrita, y yo no lo .soy, ni aquí ni en ninguna parte. Últimamente, su señoría, y en esto contesto también á los demás señores senadores qap han dictio algo en el mismo asentido, se entretuvo en kablar d.e ilusiones y de poesía refiriéndose á mi persona, sin considerar que .se puede muy bien esgrimir la csjpada y gobernar perfectamente .al Estado, aun cuando se dedique algún rato á la poesía, de lo cual tenemos muchos ejemplos y no creo que sus señorías tendrían por itowíottAS (o q«e yo bacía cuan lo con el digoisimo señor general' Narfaiií'^eMtribuíai resista-en el año.48 los motines, y cuando estando al frente del departamento de JMarina'procuré con todas mis fg^^erzas el restabJecim>')oto de nuestra árm,a((a, ycjiaudo ' ejecutaba ptros actos de que no hay pi^rá qué liaccr mención. ' ' El $.r. Miiiiitro de Estado: Brevemente cont:?tafé al señor'marques de Molins, que so ha manifestado sétitido de algunas espresíones que pronunéié en mi discurso y creo que eon la esplicacion que dé quedará convencido su señoría de que no ha uabido motivo para que .se dé por agraviado. 'Hablaré primero ije lo que su señoría si' ha ocupado en la última parte de su rectíncácíon, principiando por recordarle Jo que dije al hablar de los oradores que me habían precedido' en el uso de la . palabra, respecto á su señoría, que estuvo reducido a manifestar que la imaginación no tenia lugjr en la gobernación del Estado; y al referirme á la poesía, 1)0 lo hice en el .sentido en que su señoría parece haberlo tomado, porque bien sé que hay ilustres generales que manejan la espada del mismo modo que la pluma, y grandes hombres dé Estado que, al mismo tiempo que despachan los negocios mas arduos, no se desdeñan de ocuparse de la poesía. Yo bien sé que no hay ese antagonismo, pero también su señoría reconocerá una gran verdad, y e.s que la gobernación del Estado es una cosa enteramente práctica, y donde no tienen aplicación ningumrde aquellas ilusidaes tan propias de la poesía, en que se tiene mas en cuenta lo bello y lo sublime que lo práctico y lo posible; y no creo que hacía ninguna ofensa á su señoría al decirle que era algo aficionado á lo sublime, de lo que fácilmente podía dejarse llevar al hacer uso de la palabra eon la elocuencia con 3ue síe'mpre lo hace su señoría. Y esto nb tiene nada e estrjño; antes al contrario, es una cosa que sucede con mucha frecuencia. Y asi es, señores, qi\e cuando el que tiene esa facilidad escribe en prosa, lo hace muchas veces poéticamente, y eito suele ser una galanura'del estilo, y á nadie sti le ha Reprochado. Pues bien, yo decía que en el discurso del señor marque de Moíins había habido mucha poesía. Cree su señoría quo le he ' llamado cabalista ó agorero; nada de eso: manifesté que en aquel momento se había entregado d las calillas y á los¡ números, y sin dudar de la ei.ictitud de los que citaba, me opuse á las consecusncías que deducía y que eran de una conslderaciun iinport.tnttsima. Se trataba nada menos que de la pérdida de la libertad y de la ruina del Trono, y ante la perspectiva de tan tremendas catástrofes tuve que protestar algún tanto duramente, porque ademas esas deducciones no eran exactas, pue.sto que aquí faUuba la principal circunstancia de coincidencia ,Vque es el deseo en el ministerio, apoyado por la corte, ^ destruir las instituciones del Esrado, que fue fo que produjo la revolución de julio éu Francia ,'y no esa serie de números que nos reQfió el señor marques de Molins, con los que, y sin loj qué, la catástrofe habría venido indudablemente. También ss ha quejado su señoría por lo que le be atribuido respecto á la educación del príncipe de Asturias. Yo, señores, no sé sí por alucinación ó por cierto sentimiento de pronóstico, oí al señor marques de AIolíus una alusión que me pareció que iba enderezada al gobierno, diciendo quo mas vale s i ber liistoria que táctica; y como luego habló de la educación del príncipe de Gales, creí quo se referia al decreto que hace poco dio «I .Gabinete. 5¡n embargo, yo no haré á su señoría ni á nadie la ofensa de suponer que desea para el principe de A,s.turias una edúcácioii que no fuera conveniente jjara los altos destinos que tiene qué desempeñar en el porvenir; pero no estoy conforme con la teoría de que el gobierno no ha dej tener intervención en la educación de la persona que ha de regir la monarquía española. Véase, pue,s, como en nada de cuanto manifesté hay ofensa alguna para el señor marques de Molins. El Sr. Marques de Moliiis; Quedo satisfecho. El Sr. Baraudez de Castro: Habiendo anunciado el señor ministro de Estado que el de Hacienda contestaría^ á la parte de mi discurso relativa á su 'departamento^ yóraereservaría el derecho de rectificar para después que lo hielera, P Sr. Ministro de Hacienda: Después de los discursoípótíticos que sé han prohunciado, ocuparse dé Hacienda, es ooasionado al tedio; perO lo hago para cumplir con el deber imprescindible de aclarar ciertos hechos y ciertas aserciones contradichas pqr el Sr. Bermuclez de Castro, cuyo discurso se redujo en su primera p^rte á defender la administración de la unión liberal, y luego á censurar loque yo Ije hecho, y aun lo que no hé hecho, combatiendo la pintqr.^ que he presentado del estado de la Hacienda. No es mi misión contestar á su señoría impugnando i mis «ntecesores, pues para ello necesitaría entrar en esteUsos datos, y me propongo conseguir mí objeto con muy pocos, yQiie el Sr, Salaverrla ha admiuístrado la IJaw REDACCIÓN, CALLE DE LAS T 0 B B E 3 , « Ú M . H. Librerías do. Cuesta, calle de Carretas, y de López, calle del Carmen. Estraqjero. En Paris, librería Española de Mad. C. d.Oanne Sclimitz, rué Favart, num. 2, y y Mr. G. A. Saavodra, rué de Jlichelieu núm. 97. Lóüdres, Cliidley y Cortázar, 17, Store Street, Bedfonl Square Render, 8 Little Newport Street, Leicester, Sguare. Los anuncios se reciben únicamente en la Coniisída Centra!, Calle de la Misericordia, núiiri. 4. . VIERNES 20 DE ENERO DE 1863. cienda coa inteligencia y que el Tesoro no estaba insolvente, como aseguró el actual ministro de Hacienda.» Yo no he dicho eso; no declaro á un Tesoro iuáolvente cuando la nación tiene fuer/as contributiva.s para subvenir á las cargas públicas; mas no es cierto que el 'Tesoro se halle completamente solvente. Dice el Sr. Bennudez que para los 2,0í>0 millones de deuda flotante hay recursos suficientes con que áiiiorti/aríos supuesto que tenemos 1,()30 millones de billetes hipotecarios. ¿Y dónde están';' La mitad en poder del Baüco, .300 millones de la indmnnizaciou de los marroquíes y de Gochinchina. ¿Y cuándo se realizarán e.sQS cobros? La de Marruecos en 16 años y la de Goctjinchina en ocho.—«Qiie tenemos facultad para einítir GOO millones en títulos.» Pero ¿es posible colocar esos títulos en condiciones .ventajosas'.'Yo, después de maduras f'eflexionés, me he convencido de que no puede hatierse una nueVa emisio • de deuda pública á no Sercon circunstancias gravísittaas para el Tesoro; no es posible colocar 'hoy esos títulos á 40, ni á 43, ni á 43 de su valor nomínal. Ha indicado el Sr. Bermudez que á esta baja ie los fondos ha contribuido mi conducta, diciendo q|je había dado á los capitales que se dirigen al Tesoro mayor interés que el que ganan los que se impoúají en la Caja de depósitos ó se emplean en renta públiblica. ¿Y qué me contestará el Sr. B'rmudez cuando declare que eáa conducta que taclia en mi la he heredado de mí antecesor, que fijó un 7 por 100 á los pagarés del Tesoro'.' Y todavía puedo invpcarotra autoridad mas irrecusable para su señoría, cual es la de su señoría mismo, que, siendo ministro de Hacienda hace 11 años, recibió dinero en el Tesoro á 9 por 100. ¿Y por qué'' Señores, porque lo necesitaba, que es la razón principal en esta clase de asuntos. Y no por esto puede asegurarse que han bajado los títulos, pues el dinero que va á la Caja de depósitos y el que se invierte en la compra de la deuda pública no es el mismo que se destina á las negociacienes con el Tesoro. «Que he alzado el interés de la Caja de depósitos y que por lo tanto he herido de muerte al créilíto, toda vez que los capitalistas creerán en vista de ello que el Tesoro está eu grandes apuros y retiraráu sus fottdos.» A eso respondo con lo que pasa en esa misma Caja de depósitos adonde afluyen los capitales. Y por cierto que en est'i punto el Sr. Bsrinudez ha inciurrí Jo en una contradicción, diciendo que baja el crédito del Estado porque los rentistas realizarán =• sus títulos para llevar el dinero á la Caja de depósitos. ¿En qué quedamos? Si el alza del interés es pruieha de desconfianza, si hace alarmarse á los capita listas, no sé cómo puede suceder esto. Señores, no liasta teaur talento en estas cuestiones, no basta tener buena fe, sino que es menester tener también un poco de calma y de imparcialidad; la situación del Tesoro no es desesperada, como supone que he dicho elSr. Bermudez, pero .«i es gravísima, porque la mayor parte de los recursos con que su señoría cuenta son insuñcientes é irrealizables. Y siüuiendo el Sr. Bermudez en su tarea de contradiecir al ministro de Hacienda, aseguraba que no había déficit, fundándose en que no lo hay cuando eiisten valores con que pagar las cantidades en que se valúa, ó lo que es lo mismo, que cuando un país nece.slta 300 ó (>00 millones, con emitir títulos por esa smiria, puede decirse que no tiene déficit. ¿Acepta esta teoría su señoría? Creo que no, y sin embargo, es la que su señor/a .sostiene. Los recursos de Ja Hacienda consisten en los pagarés de los comprailores do bienes nacionales rcpresentaiios por los billetes hipotecarios, y esos pagarés no soa mas que-la .representación de un cipital que se hac'o.nsumiilo, y en cimbio del cual hemos dado otro, ó íjea deuda Cínspliilada en títulos del 3 por 100. " • Señjies, yo no me causaré do repetir lo que tongo m<anifestado; y hayan dicho lo que quieran, con arrollo á sus ideas, ios .Srcs. Sierra, Lascoiti, Trúpita.y Salaverría, yo sostengo que el Tesoro español está completamente en déficit, y en un déficit creciente; presumo el impuls) á que esos señores ha movido para insistir en lo que han mariifestaijo, y creo que han obrado asi para no desalentar al puis y mantiiuer el crédito; pero yo, que no tengo esas mismas opiniones, cumplo con mi deber y mi conciencia; no vengo aquí á adular á na lie, ni aqn á la nación, y digo que no podemos seguir con la misma marcha que hasta ahora, á lin de qwj el p.ii3 so prepare ó no se prepare á hacer los sacrificios necísarios para variar fa situación delTesoM. Desde 1831 hasta lel dia, se ha venido con un déficit incomparabjemeinte mayor que antes, y no ha habido mas medio pajru allegar recursos qiie el uso de los capitales de la desijraortízacioo; sin contar para ese déficit con las emisiones para ferro-carriles que son 800 millones, y que tendrán que subir otro tanto. Ahora bien: ¿es posible seguir asi? Creo que no. Si hasta aliora lian podido gastarse cantidades tan enormes, ha sido, on primer lugar, porque España no teniia como ahora una carencia absoluta de lo que venia de América, que eran 190 millones de reales al año, con lo que bastaba para equilibrar los cambios, y ademas porque, en virtud de las construcciones de ferro-carriles, habia una grande circulación monetaria en el pai,s; y á consecqeqcis de esq abundancia de obra ha venido una grande alza en los salar-ios de los trabajadores. ¿Y qué ha resultado? Bajo un punto de vista, una gran ventaja para la producción, una subida en la renta territorial; mas bajo el punto de vista fiscal, una afluencia 4e capitales á la Caja de depósitos, en cuyo establecimienfq l]^b¡jen f}n4e 1§§3 perca de 2,000 millones de reales, ¡Y puede seguirse en el disfrute de esa reqta? Pfo, poi'qua ahora qo vieijef) capitales, las cqijstrucGiones de ferro-carriles son menores, se desnivelan los cambios por la falta de los sobrantes de Ultramar, y ha empezado la sacado numerario, todo lo que ha producido la baja de todos los fondos públicos. Para fen}e4iarlo, seguin qnos, t^asfa enjitir nvfeyq? tí.ti^- los; mas como yo creo que no es posible hacerlo, no hay masque acudir á un empréstito nacional que se pague con billetes hipotecarios como el gobierno tiene el hoiior de proponer á las Cortes en el proyecto de ley que he leído esta tarde en el Congreso. Y, señores, que no es posible colocar los títulos, lo demuestra el hecho de no haberlos colocado mi antecesor, á pesar de que entonces se hallaban lostresés á 51; la verdad es que ni entonces ni ahora las circunstancias ayudan para hacer una emisión de deuda (lública. Espero de las medidas especiales y urgentes qué el gobierno adoptará, con la aprobación' de las Cortes, que los capitalistas se convengan que h^n.de.dar dinero á un interés regular y no á un interés necesario. Por lo demás, y contestando al Sr. Bermudez, diré que por ahora no puedo comprometerme á bajar el dJa la Caja de depósitos, pues estudiando la historia de ese establecimiento, he visto que la disminución de un 1 por 100 ha bastado para que en dos años hayan salido á razón de 1.750,000 rs. por dia, desde mayo á noviembre do 1861, y que vuelto í subir el interés, volvieran las imposiciones hasta millón y medio diario por término medio. Mientras el gobierno con las Cámaras no adopte ciertas resoluciones enérgicas, que aquel propondrá, es preciso Jar á OLSOS capitales un interés .suficiente para que no vayan por otro lado. En íasómen, señores, demostrado como lo está que desde 1851 hemos tenido por término medio un déficit de 400 millones , y que no os'solo útil sino necesario ya decir al país que hemos llegado á una situación en que no puede continuarse , porque hemos consumido todos, absolutamente todos los productos de la desamortización realizados hasta ahora, no hay mas remedio que acudir al patriotismo y buen sentido de la nación; y esta es la conducta que me propongo adoptar y sobre la que cuando llegue el caso estoy pronto á dar las esplicaciones que sean convenientes. ,EI Sr. Bermudez de Castro: No tengo derecho para pronunciar un nuevo discurso, y voy á ceñirme estrictamente á las rectificaciones. Empezaré por el señor ministro de Hacienda, cuyos-errores rentísticos ciertamente no he tratado de disculpar, y á quien he oído una teoría económica con la que no ostey conforme, y que jamás se ha espuftSto en las Asambleas pariamentarias. Dice su .señoría que un Tesoro no es insolvente mientra» la nación tenga recur.sos, es verdad; pero ¿puede apoderarse ese Tesoro de la riqueza del país? No, seiiures; yo rechazo esa teoría. También dijo su señoría, en otra sesión, que la deuda fletante de España es sola comparable á la del imperio ruso; y no sé cómo su señoría, on su claro talento , no comprendió la alarma que sus palabras sembrarán on el estranjero y cuánto menos oportuna es osa aseveraciotr ea los momentos en que mas necesitamos del crédito. Por lo demás, yo, .sí bien dijo que era realidad la suma de 2,000 millones de deuda flotante, fundándome en datos oficiales, aseguré que había 1,000 y pico en billfites hipotecarios, y dejando aparte la realización mas ó menos fácil de esos valores, lo positivo es que su importe ha de deducirse do la deuda flotante; como igualmente los 000 millones de la indemnización de Marruecos y Cochinchína. Y sea comoquiera, señores, yo defiendo la conducta de los antecesores de su señoría al sostener el crédito de la nación; y mucho mas sien<lo verdad io quo decían como lo creo; pero, aunque no Ju fuera, aplaudiré su intención noble y pitriótica, Dijo el señor ministro da ll.iciónda liablanila del déficit"que un año ascendió á .'590 millones. Esto no ps exacto, y puíde verlo su .señoría en las cuentas deese ejercicio económico; en el año59 el déficit fue;do-11 millones; de 110 on el GO, y do 2Q3.on el 61, lo cual da un tórmluo medio al.año de 9* irjillopes, cifra que espuse y sostengo. Lo que sü señoría,ha hecho ha sido confundir el presupuesto ordinario con el estraordínario, respecto al cual,'cuando aquí se presentó la ley de los 2,000 millones, que es de donde arranca, ya so manifestó quo era porí|UP no haslaban los repursos ordinarios para las aten^ ciones que iba ;á cubrir el presupuesto estraordina^ rio. De manera que ese presupuesto no se ha entendido nunca como un déficit del ordinario, supueíto qqe es para gastos reproductivos. •fono he atribuido la baja de los fondos públicos al alza del interés de la Caja de depósitos, sino á la falta de confiínza en la situación á que el señor ministro de Hacienda pertenece. Su señoría, según nos ha dicho, ha leído hoy al Congreso un proyecto de ley que producirá profunda y penosa .sensación en el país; no entro á ocuparme de ese proyecto, pues no es la Qcasioi) do discqtirlo; y ademas, seíjQres, ¿qué discusión cabe, si estos son los únicos recursos que se proponen para salir de una situación que no hace mucho parecía desahogada? Voy á las rectificaciones de los Sres. Llórente y Benavides. Decía el señor ministro de Estado que de la cuestión del Perú no debía haberme ocupado, liar hiendo añadido antes el Sr. Llórente que sobro las instrucciones de los Sres. Salazar y Pinzón era ocioso el debate, porque no se conocían. ¿Y por qué no se conocen? Señoras, es singularísimo lo que aquí pasa; todos pueden enterarse de esta cuestión menos los representantes del país, y eso qtie (jq ciigqtq 4 l^s in^trqcqiqqes de iqs Sra.s. Salazar y Pinzón es un asunto perfectamente concluido. Decía el Sr. Llórente que defendía al Sr. Pacheco, aunque aquí el Sr. Mürchesi, y en el otro Cuerpo los Sres. Cánovas y Salaverría pqqrian Ijacarlo; yo oreo que el %. Hacfteco coráetióuna equivocación, pero SI bien es verdad que la responsabilidad del gobiernojes colectiva, también lo es que perteqece esRe^ .cialmentealniinistrqpqnqqieq S9 ajaoqta el acto; así es que no' dehíe ^er responsable el ministro de Hacienda, por ejemplo, de un acto que pertenezca al de la Guerra. De consiguiente, el argumento 4e su señoría no tenia fuerza. Tampoco estqvq su señoría esactq al suponer que el Sr.'Pacheco no había NUM. 5,182. desaprobado la ocupación de las islas Chinchas sino por la palabra relvindicarAon. Kn el DIARIO BE LAS SESIONES consta que la desaprobó completamente. Y en cuanto a lo do que la política del Sr. Pacheco mereciera la sanción del Parlamento, puedo decir que la proposición en que asi se declaraba no llegó á leerse segunda vez como prescribe el reglamento, porque se suspendieron las sesiones; pero yo tenía pedida la palabra en contra. Sin embargo, en el discurso del Sr. Pacheco se ofrecía una cosa distinta de la que consta en la circular; pues mientras aquí dijo que no se abandonarían las islas Cliinchas hasta que el Perú nos diera sali.sfaccion por todos loé agravios que nos habia inferido, luego se prestaba á abandonarlas con tal que el Perú recibiera al comisario especial de España. También me ha atribuido e: Sr. Llórente haber hecho cargos á su señoría porque hayamos respetado los contratos del guano: lo que yo fjije fue quo los peruanos se habían aprovechado de la ostraccion del guano, y quo con sus productos habían atendido i los aprestos militares contra no.sotros, y por consiguiente, esa condescendencia había sido perjudicial á España. Con este motivo negaba su señoría el hecho que cité de que una fragata blindada surcara ya el Océano con dirección al Pacífico; tiene razón su Señoría; no es una, son dos las que se han construido en Francia para el Perú, y han safido de SaintNazaire el dia 10 de este mes para Inglaterra á fin do completar su tripiilacioa; una se llama San Francisco y otra La Union. El Sr. Presidente: Señor senador, limítoso V. S. á rectificar. ' El Sr. Bermudez de Castro: Lo estoy haciendo, señor presidente. Pasó luego su señoría á la política interior y me hizo una alusión do que no puedo prescindir. Dijo su señoría que dicho.so .vo si no liabia pertenecido i ningún Gabinete cu.yos Individuos hubieran disentido; y todo el ojundo comprendió que se refería á 1 8 J 7 , en que yo fui ministro con el Sr. Mon. Es verdad que hibia tenido disensiones con el Sr. Moa en 1849; pero, .señores, no habían sido sobro pdnto alguno de doctrina política, sino sobro una operación, una cuestión concreta de Hacienda que á su señoría le parecía bien y á mí mal. Y'ademas, yo no dije que las personas que se sientan en el banco ministerial fuesen incompatibles por haberse combatido antes, sino porque se llaman campeones de un partido que yo consideraba y sostenía que está muerto, de acuerdo con el Sr. Llórente en 18J2, en cu.ya época proclamaba la necesidad de la supresión de los partidos. Por último, me censuraba el Sr. Llórente porque yo le habia preguntado las causas de su dimisión. En primer lugar, yo quiero saberlas aquí, y creo que he logrado mí objeto... El Sr. Presidente: Considere V. S. que po está rectificando... El Sr. Bermudez de Castro: Señor presidente, rectificaba verdaderamente. El Sr. Presidente: Está V. S. replicando y no lo puedo permitir. El Sr. Bermudez de Castro: Perdone V. S., pero en mi concepto no estoy replicando. EUSr. Presidente: Pues en-ol mío sí. El Sr. Bermudez de Castro: Ante esa autoridad bajo la cabeza, puoses autoridirl absoluta. Dejo á un lado la dimisión del Sr. Llórente, supuesto quo no puedo hablar do este asunto, y paso á otro. El Sr. Benavides me impugnó par lo que había dicho sóbri; la educación del príncipe de Ast'irías. Su señoría querría ver al príncipe tremolar el pendón do los Alfonsos, no-sé sí para conquistar el territorio que está aun en poder do los moros, ó eu otra parte. J o no parl,i.c¡pa,dc sus opiniones... {El sji'nr presidente affUá lu campanilla.} ftfe'nuncío lá palabra y me siento. El Sr. Ministro da Estado: Señores, no voy á decir mas que dos palabras acerca de las graves que ha pronunciado el Sr. BermuJez auunciaudo la salid,i de lüglaterra de do5 fragatas. El Sr. llennuJez quería entrar on la cuestión del Perú y lo ha hecho ocupándose de los detalles, y contra esa manera de tratar cuestiones de esta naturaleza, yo protesto con todas mis fuerzas. Su señoría no sabe cuál ha sido la conducta del gobierno; y entonces, ¿por quá le hace cargos su señoría? Las cuestiones estranjeras no pueden tratarse sino con todos los datos necesarios in totum y en ocasión oportuna, pues de otro modo puede traer consigo un resultado grave, quizá una guerra. Basta que el Senado sepa que el gobierno hace y ha hecho todo lo que debía y que por iioy no es posible hacer otra cosa, Guando sea oportuno vendrán los documentos, y entonces el Sr. Bermudez tendrá derecho para decir loque juzgue conveniente; dentro de quines dias, dentro de un mes, porque algún límite ha do haber, será el momento de ejfaminar ampliamente una cuestión de que hoy no es dable ocuparse siu peligro pa-. ra elpais. A seguida se levantó la sesión. ESPOSICION DE BELLAS ARTES. DISTBmpcIO.'S DE PBEMIOS. Aprobada por S. M. y precedida de una esposicion del Jurado en que funda su propuesta, se publica en la GwfiTA de hoy la siguiente Propuesta de premios y menciones honoríficas que presenta el Jurado de la esposicion nacional de bellas ariCS de 186í on fauor ds los artistas es~ fiOsitores que en ella se han distinguido: PINTURA DE; mSTOftIA. Medallas do primera clase.—D. Eduardo Rosales, Q.Antonio Gisbert y D. José Casado, del Alisal. A D. Antonio Gisbet, que .ya ha obtenido en dos espoposiciones medalla de primera clase, se le propone para la cruz de caballero de la real y distinguida orden de Garios IH, en vez de la medalla, con arreglo al art. 20 del reglamento. Consideración do medalla de primera clase.—Don Germán Hernández .'Vmores. Medallas de segunda clase.—D. Domingo Valdivieso, D,.Marcos Hiraldcí Acosta, D. José Marcelo Contreras y D. Antonio Caba. Consideración de medalla de segunda clase.—Don Isidoro Lozano y D. Víctor Manzaijo. Medallas de tercera clase.—Ü." Francisco Torras, D. Juan Víccns, D. Eduardo ?olcr y D. Francisco Uíaz£arreüo. Consideración de medalla de tercera ela^c.—Don Jlanuc! Gcslellano. Mencijces honoríficas especíales.—D. Francisco Vega y iWuñoz, D. Ricardo Ahkerrtiann y D. Rafael Botolla. Míücíones honoríficas.—D. Juan Antonio Vera y Calvo, D. Garios Gironí, D. Enrique Moreno y Rubí y D. Eduardo García Guerra. PINTUIIA DE RETHATOS. Medalla de primera clase.—No se adjudica. Consideraciones do medalla de primera clase.— D. Ignacio Suarez Llanos. Medallas de segunda cíase.—No se adjudican. Consideración de medalla do segunda clase .-r-Don Carlos María Esquiv'el. Medalías "de tercera clase.—D. Mqitías Moreno y D. Alejandro Ferrant. Consideración de medalla de tercera cías?.—Don Euscbio Valldeperas. Mención honorífica especial.—D. Luis Brocheton, difunto." Menciones honoríficas.—D. Eduardo Balaca, don Pablo Pardo González, D. Fodorico Friás, D. Fernando Ilouzé, p . Cosme Algarray D. Vicente Izquierdo.' PINTURA BE OÉNERO BISTÓtílCO. Me.lalla de primera clase.—No se adjudica. Medallas de segunda clase.—D. Gabriel Maureta, D. Manuel Forran, y D. Lorenzo Valles. Medallas de tercera clase.—D. Ramón Rodríguez y D. Francisco Jover. Mencioiies honoríficas especiales.—D. Federico González, D. Francisco Ortego yD. Francisco Domín. go y Marques. Menciones honoríficas.—D. Ij'rancisco do P. YanHalén, D. jasto García Vilamalay D'. Luis Jiménez Aranda. PINTORA DE GIÍNBBO. • Medalla de primera clase.—D. Julio Worms. Medalla de segunda clase.—D. Bernardo Ferrandiz y D. Luís Ruíperez. Consideraciones do medalla de segunda cla.se.— D. Benito Mercado y D. Juan García Martínez. Medallas'de tercera clase.—D. José Serra, I). F e derica Jimene? Fernandez, D. Joaquín Agrassot, D. Eduardo Zamacois y D. Manupl García (Hispaleto). Menciones honoríficas especiales. — D. Ricardo Balaca, D. José Martí y Monso, ,D. Joaquín Sigüenza. I). Marcelino Unceta, D. Antonio León yEseosura, D. Manuel Velez y Garmona, D. Pedro Sánchez Blanco, D. José Jiménez y Aranda, D. Federico Eder y Gatffjns, Mr, Tony de Berguc, D. Franci.5C0 Bushetl, D. José María listrada, D. Eduardo Ji ¡leno, D. Joaquín María Herrer y D. Simón Escobedo. Menciones honoríficas.-^D, José María Domcnech, D. José Laguna, D. Ricardo Navarreto, D. Ahgol Lucio Ludeñíi, D. Manuel Miranda. D. Eduardo Parra, D. N. Gressa, D. Bartolomé Ríb6, D. Cipriano Otaola y D. Patricio Patino. PINTURA UK PERSPECTIVA Y PAISAJE. . . Medalla de primera .cíase.—lU. Pablo Gonzal VQ quo por haber obtenido dos íoces ost.e prqraio, se ' propone para la cruz dé caballero de la 'real y dísl tinguída orden ¿e Garios III. Medalla de segunda clase.—D. Martin Rico. Medallas do tercera clase.—D. Antonio Muñoz y Dcgrain y D. Serafín Avondafio. Coasiderauinn do medalla de tercera clase.—Don Francisco Javier Parcerisa. Menciones honoríficas especiales.—D. José Texidor, D. Vicente Rodríguez Ibañez, D. Rafael Monleón, D. José Jiménez Fernandez, D. Modesto ü r gell, D. Cayetano Benavent D. Rafael Montesinos y D. José Arniot. Menciones honoríficas.—D. Ildefonso Carrillo, don Francisco Torroscascana, I). Luís Ponzano, D. Man uel Criado y D. N. Arias. PORCELANA Y MINIATURAS. Medalla de torcera clase.—Mad. Delfín Fortín de Cool. PINTURA AI. PASTEL. Mención honorífica.—D. José Parera. GRABADO Y LITOGRAFÍA. . Consideración de medalla de primera clase.—Don Domingo Martínez. Medallas de segunda cla.5e.—No se adjudican. Medallas de tercera clase.-D. Ricardo Franch, D. Federico Kraus, D. Ángel Fatjó, D. Esteban Buxó y D. Bernardo Rico. mConsideracíon de medalla de tercera clase.—Don Camilo Alabern. Menciones honoríficas especiales. — D. Federico Navarrele, D. José María Calvan, D. Ignacio Tubau y D. JoséSeveríni. Menciones honoríficas.—D. Bartolomé Maurg. ESCULTURA. Medallas de primera clase.—No se adjudican. Consideración á medalla de primera clase.—Don José Bellwer. Medalla de segunda clase.—D. Jerónimo Suñol, D. Agapito Valiraitjana, D. Juan Figueras y D. Elias Martin. Consideración de medalla de segunda clase.—Don Eugenio Duque, D. Venancio Vallraitjana. JÉi¡¿''.ili,ii',l,V!i,L,,lftW vista por la dueña de la casa, que en general censuró los unos y no aprobó los otros. Sin embargo, no queríendo Mad. de Beaumesníl olvidar el objeto moral de la fiesta, interpolaba su caritativa crónica con algunas anécdotas instructivas, que acompañaba con guiños dirigidos á Sibila. Una vez era una niña que, por haber hecho mal su rezo, habia sentido le tiraban de los pies porla noche: otra un niño que, por haber tenido distracciones en la lecíion 4e catecismo, habia recibido un bofetón de una mano invisible. Estas tegaerosas historias parePRIMEllA .PARTE. cieron, por desgracia, afectar mucho mas ámoasleur de Beaumesníl que á Sibila. ¿No habia tenido aquel también la noche antes un sueño muy digno VI. de figurar entre aquellos sucesos estraordínarios? . Habla soñado que era carnero y que balaba triste•SIBILA PtSeaA DEL GRKMIO Di LA IGLESIA. mente en la cima de una elevada montaña. Mr. de Beaumesníl, para dar mas color á su retrato, se puEl menor suceso qujj vieaeá alterar por u n m o - so, á imitar los balidos, con lo que logró arrancar W«nto la. monotonía do cifrtas existencias de pro- á Sibila su primera sonrisa, déla noche. viaeia:«3 recibido por estas <ípomo una bendición. La Finalmente, en-los postres el caballero Teodoro llepday la instalación de S i ^ a bajo el techo puntiacantó algunas canciones pastoriles, y llevando su fgiidodelosBsaumesoíl hizo.físe efecto.-Una alegría exaltación al estremo, cogió de una mano á la pobre Mtde^e.sedífundió portóla, la casa, desde el salón Sibila y de la otra á la gcuesa Constanza, y empezó ¿Clitaeseoeaqueunos cíncaeiQta mandarínes senreian á danzar por la sala, terminando estrepitosamente ¡«ternaflíiente á Mr. de Beaumesnil, que eternamente su baile con echar á rodar «na columna de platos, i su vez sonreía á lo» mandarínes, hasta la cocina, con la inlerpelacian de «estúpido animal,» que su 4do8de corrió la señorita Constanza á comentar la •herraanano le Jiizo esperar mucho tiempo. yBOíicJa,.tan ligera como solo permitía su gordura. Sibila, que se consideraba como un náufrago en En cuanto al caballero Teodoro, su primer moviBiionto en esta gran circunstancia fue bajar i la bo- una tribu de caOíbal'is, esperimentó a! fin un mo,ilega,ry el segundo subir dos botellas de vino añejo, mento de bienestar cuando se vio sola instalada en tilín de hacer honor á la señorita de Ferias, rega- el dormitorio de su amiga Clotilde y acostada bajo iJáadesei si propio á la vez. Sentáronse todos á Ja sns blancas colgaduras. Ocultando entonces su ca;niesa en medio de esta agradable escitacion que, beza en los pliegues do la almohada para que no la .,$ttayemeDte manteuída por los vapores de la comi- oyese la señora Constanza, que estaba cerca, y morda, se tradujo por un desencadenamiento de varía- diendo un rizo de sus cabellos, dio rienda suelta á ijiashaWadurías.,Los vecinos y las vecinas, sus há- sus lágrimas. bitos ,Jsus opiniones políticas, sus trajes del domínAl día siguiente se presentó tempranoenla casa •go anterior, fueron sucesivamente pasados en r e - el abate Renaud. Mad. de Beaumesníl entró en cuiFOLLETÍN DK L A ÉPOCA. SIBILA. rita Constanza. Sibila, invitada á asociarse á aquel concierto vocal, obedeció. Mr. y Mad. de Ferias fueron á comer aquel día á —Esto no es nada, dijo el cura; es que he estado casa de Mad. de Beaumesníl. Esta les informó de la leyendo parre de la noche. sumisión de Sibila y del éxito completo de la espaEl almuer.^o acabó de restaurar sus fuerzas, y el ríencia, y recibió en cambio afectuosas muestras escelentú hombre, sintiéndose en las mejores dispode agradecimiento. En la comida no ocurrió incisiciones,, llevó .í su discípula á un cenador del j a r - dente alguno; únicamente estrañó Sibila que miss din. Híz;o poner allí sobre una mesita su tnzon de O'Neil no hubiese ido á verla; pero Mad. de Ferias café, def que de vez en cuando tomaba una cucha- ; alegó que se hallaba retenida por una iadisposírada, y p)rocedió á responder victoriosamente á las cion. preguntáis espinosas que Sibila le habia hecho el dia Por la noche, al irse á acostar Sibila , en el moanterior. Mad. de Beaumesníl, sentada á dos pasos, mento de besarla Mad. de Beaumesníl, descubrió bahacia media, vigilando á Sibila con ojos severos. jo los pliegues de su camisita una medalla de plata Contra la costumbre, y con gran satisfacción del que la niña habia recibido de su abuela. cura,: terminó la lección, .lin que la niña hubiera sus—¿Qué tenéis ahí, querida? le dijo. citado la menor objeción. Y se puso á examinar atentamente la medalla. —Dejad eso que yo os daré otra mejor. En recompensa de esta docilidad, preparó inmeMad. de Beaumesnil abrió un armario y sacó una diatamente Mad. de Beaumesníl en el salón chinescaja llena de medallas de todas clases; buenas, meca una capiliita, que adornó de Conchitas é imágenes devotas, y ante la cual se puso el caballero Teo- jores y escelentes. En seguida colgó al cuello de Sidoro á entonar vísperas como .si estuviese delante bila una de estas últimas esplicándole sus virtudes particulares. de un facistol, en tanto que Sibila le miraba con asombro. A este canto sucedieron lecturas piadosas, —Bien, pero querría conservar la mia con la vueshechas alternativamente en voz de salmodia por matra, dijo Sibila. dama de Beaumesníl y la señorita Constanza, que —Podéis hacerlo, hija raía; pero no estrañeis sí se interruimpian de tiempo en tiempo para regañar la vuestra se pone en pocos dias como si fuera de á losmemdigosque se presentaban en el patio. Ellas, plomo. por su pairtc, no parecían comprender los libros —¿Y por qué, señora? que leían, pudiendo, cuando mas, dar por escusa —Es un milagro que sucede con frecuencia, dijo que eran incomprensibles. La fraseología de aquella Mad. de Beaumesnil, cuando una medalla tiene celos literatura cansada tenia la ventaja de mecer dulcede.su hermana. raeate la pereza de su entendimiento, la molicie de —¡Cómo de su hermana! ¿de qué hermana? essu alma y el sueño de su conciencia, jiareciendo, clamó la niña sin acertarse á dar cuenta de lo que por decirlo así, hasta santificarlas. Sibila, después oía: no hay mas que una Virgen, .señora. de haber procurado en vano entresacar el sentido de Mad. de Beaumesnil reflexionó por un momento. aquellas frases, acabó por dormirse, despertándose —Asi es, replicó vacilando, así es... pero eso no sobresaltada al oír la robusta voz de Teodoro que injporta. Varaos, tratad de dormir, señorita, en vez entonaba un cántico, acompañado por el contralto de charlar á diestro y siniestro como una urraca. I de Mad. de Beaumesnil y por el falsete de la señoObedeciendo Sibila á esta apremiante recomendadado por ciertas señales de fatiga que advirtió en su rostro. ción, procuró conciliar el sueño, pero permaneció despierta largo rato antes de poder sustraerse á la confusión de ideas que atormjntaban su cerebro. Los dias que siguieron á este primero de prueba fueron casi una repetición de los mismos incidentes. A las tres semanas de este régimen, Sibila, silenciosa y dulce como una paloma, era citada Con orgullo por Mad. de Beaumesnil como una neófita ejemplar, —La señorita de Ferias, decía, está ya tan bien preparada como yo para los mas altos deberes de la religión. ¡Cuál no sería, pues, la sorpresa de aquella mujer cuando una mañana, al llegar Sibila al cenador para dar su lección de catecismo, declaró tranquilamente que no la daría y que lo consideraba inútil, puesto que estaba decidida á no hacer en aquel año su primera comunión! A esta estraña salida Mad. de Beaumesnil, encendida como una amapala, se levantó sobre su calienta-pies, como una pitonisa sobre su trípode, en tanto que por el semblante del buen cura se estendía una palidez de mármol. —¿Y por qué no habéis de hacer vuestra primera comunión, .señorita? dijo Mad. ds Beaumesnil con semblante descompuesto. —Me asaltan ¡deas que no rae lo permiten, señora. —¿Y qué ideas son esas? Vamos á ver. —No puedo decirlas. -—Está bien, señorita. ¡Vaya con el arrapiezo! ¡Qué buenos azotes os daría, amiguita, si fuese vuestra madre! —Afortunadamente, señora, no lo sois, dijo Sibila. Mad. do Beaumesnil bajó de su calienta-pies, la miró á la cara por un momento, y no pudiendo confundirla se retiró. Media hora después el abate Renaud entraba en el patio del palacio de Ferias acompañado de Sibila que no habia querido darle ninguna esplicacion. Es- ta se fue á hurtadillas á su cuarto, en tanto que e pobre cura, enjugándese Jas gotas de sudor qtie le corrían como lágrimas por su rostro, se presentaba en el salón. Al saber Mr. y Mad. do Ferias la estraña dctcrniinacioh de su nieta, se quedaron aterrados: aque golpe les hería en la parte mas viva y sen.sible de sus corazóries: su ternura, .su conciencia, su dignidad, todo padecía cruelmente á la vez. Miss O'Neil, que estaba presente, com]iarlió .su aflicción. Mamlaron á llamar á Sibila , la cual so presentó inmediatamente coa el rostro cubierto de una estreraada palidez. A acercarse á su abuelo para abrazarle, el anciano la detuvo con la mano. —Hija mia, le dijo, guardad vuestras caricias, que no vienen al caso cuando nos estáis destrozando el corazón. No os reconvengo por vuestras ideas, porque no sois dueña de ellas; pero vuestra confianza depende de vos y no tenéis perdón en rehusármela. Me obligáis á deciros que tongo derecho á exigírosla, y os la exijo. ¿Oís.'' Sibila le habia estado mirando con los ojos fijos mientras hablaba. Pareció querer contestar: sus labios se agitaron vagamente; pero de repente so p u sieron lívidos, y la pobre niña cayó al suelo. Metiéronla en la cama, y á este violento síntoma sucedió un acceso de fiebre. Al volver en sí víó al marques y á la marquesa inclinados hacia ella y sonriéadole. —Mi querida niña, le dijo su abuelo, calmaos. Ha hecho mal en apremiaros. Si nos afligís, bien .sé que es á vuestro pesar, sin duda por ceder á algunos de esos escrúpulos que surgen con frecnencía en la.í conciencias delicadas. Esas quimeras se disiparán por sí mismas, cuando Dios quiera. Entretanto, en todo lo que se refiere á religión, os dejaré en completa libertad. —Sois muy bueno, dijo Sibila. {Se continuará.)