Olivares Marzo de 2011 Coordina: José Manuel Delgado Adorna La mujer justa. Sándor Márai Esta novela está encuadrada dentro del “nouveau roman” que apareció en Francia dentro de la década de los cincuenta, “el amante de Marguerite Duras es su paradigma, y fuera de la literatura francesa “el cuarteto de Alejandría”. No se trata de una novela realista o de intriga, se pasa del objeto al sujeto, son las voces las que dan la pauta a los sentimientos y percepciones de sus protagonistas. La mujer justa. Sándor Márai. Biografía Sándor Márai, 1900-1989, nació en Kassa (hoy Košice en Eslovaquia), una pequeña localidad del antiguo Imperio austro-húngaro. Descendiente de una familia acomodada de origen sajón, su infancia y su pubertad fueron algo conflictivas, ya que se escapó de casa varias veces y por ello fue ingresado en un internado religioso. Posteriormente se instaló en Leipzig para estudiar periodismo, carrera que abandonó. Durante su juventud viajó por Europa, sobre todo por Europa Central, y visitó París, la capital cultural de la época, donde convivió con algunos de los representantes más destacados de las vanguardias estéticas del momento. Tras decantarse en un principio por escribir en alemán (lengua que dominaba desde pequeño), se decidió finalmente por su lengua materna, el húngaro, y en 1928 se instaló en el pequeño barrio de Krisztinaváros, en Budapest. Durante la década de 1930 se labró un gran prestigio por la claridad y precisión de su prosa de estilo realista, prestigio que pocos años después era casi comparable al de Thomas Mann o Stefan Zweig. Sus obras se vendían por cientos y se traducían a todos los idiomas cultos. Si bien alabó con entusiasmo los Acuerdos de Viena, en los que la Alemania nazi obligó a Checoslovaquia y a Rumanía a devolver a Hungría parte de los territorios perdidos por ésta en el Tratado de Trianon, escribió contundentes artículos en contra del nazismo y se declaró "profundamente antifascista", algo poco recomendable en la Hungría del momento. No obstante, su inmensa fama lo tuvo a salvo de represalias de calado. Su estrella empezó a apagarse con la ocupación soviética de Hungría y con el establecimiento del régimen comunista. Tildado de "burgués" por los comunistas, Márai abandonó definitivamente su país en 1948 y, tras una breve estancia en Italia, emigró a Estados Unidos. La subsiguiente prohibición de su obra en Hungría hizo caer en el olvido a quien en ese momento estaba considerado uno de los escritores más importantes de la literatura centroeuropea. Así, habría que esperar varios decenios, hasta el ocaso del comunismo, para que este escritor fuese redescubierto en su país y en el mundo entero. Márai se quitó la vida en 1989 en San Diego, California, pocos meses antes de la caída del Muro de Berlín. Aunque Sándor Márai destacó sobre todo por su obra narrativa, también escribió poesía, teatro y ensayo, además de múltiples colaboraciones periodísticas, entre las que se encuentran algunas de las primeras reseñas sobre las obras de Franz Kafka. En sus novelas, escritas originariamente en húngaro y cuidadosamente desarrolladas, Marai analiza la decadencia de la burguesía húngara durante la primera mitad del siglo, en títulos como Divorcio en Buda, El último encuentro o La herencia de Eszter. Además de sus novelas, Marai escribió libros de memorias que retratan las convulsiones sufridas por Hungría durante la primera mitad del siglo XX, como la Primera Guerra Mundial (retratada en Confesiones de un burgués) o las invasiones del ejército nazi, primero, y soviético, después (en ¡Tierra, tierra!). (Diario El País) El escritor húngaro Sándor Márai goza en la actualidad de gran éxito en España. Sus novelas El último encuentro, La herencia de Eszter, Divorcio en Buda, El amante de Bolzano y La mujer justa, así como su autobiografía Confesiones de un burgués (todas en Salamandra), cautivan a un público variado en virtud de algo que las caracteriza: la magia que sólo tiene la "gran literatura". De estructuras similares -extensas conversaciones y largos monólogos-, densas y cuajadas de pensamientos brillantes; teatrales, "psicológicas", de escasa acción y peripecia, y hasta de tono melodramático y sentimental, las novelas de Márai son, con todo ello, absorbentes y difíciles de soltar una vez que nos sumergimos en sus páginas y nos dejamos atrapar por sus meandros. Las palabras de sus personajes cautivan y seducen; tal como debieron de seducir las de su creador -así se atestigua- cuando hablaba en sociedad, pues solían ser pausadas y bien meditadas, incisivas, lúcidas e insoslayables. La mujer justa (Sinopsis) Escrita en los años 40, es una mirada retrospectiva, en la que se cuenta una historia de pasión y traición empleando tres monólogos que nos trasladan hacia un triángulo amoroso desde varias perspectivas, con tres personajes: Marika, Peter y Judit, como protagonistas de una fracasada relación sentimental que recala en los aspectos más íntimos y febriles del amor. Es la frustración amorosa como resultado del sacrificio de la propia identidad. Estilo Contada en primera persona, la novela está dividida en tres partes, las dos primeras aparecieron en 1944, y la tercera en 1949. Tres monólogos que nos dan su particular punto de vista de su relación amorosa. La primera esposa, Marika, aparenta ser una mujer simple que intenta representar su papel correctamente hasta que la realidad se hace presente y no puede ignorarla. (Me resultó aburrida) El marido, Peter, un burgués de los que pertenecen a una casta, convencido de su posición en el mundo e incapaz de amar si ha de renunciar a su personalidad. Es la parte donde abundan las reflexiones muchas incoherentes , y el personaje se va desprendiendo de su “culpa” hasta quedarse en la soledad más completa. Y la criada- segunda esposa, Judit, la que más evoluciona, la que ejerce la venganza del proletariado al cual pertenece y deja arruinado al marido, amante liberada más tarde En la tercera parte, Judit narra el horror durante el asedio de la ciudad de Budapest, primero por los nazis y después por los rusos. ( …después del asedio pude ver claro a mi alrededor…las mujeres se vistieron de viejas, iban harapientas y tiznadas, creían que así se librarían de que los rusos las forzaran. El olor de la muerte , ese hedor a animal putrefacto de los sótanos, se había quedado pegado a nuestra ropa y a nuestra piel…en las aceras, en todas partes había bombas sin estallar…Yo caminaba por las calles entre cadáveres, escombros, carros blindados convertidos en chatarra y esqueletos sin alas de aviones de combate Rata…P. 335). La destrucción de los puentes que cruzaban el Danubio separando las dos ciudades: Pest y Buda, está contada con dolor, al igual que la desilusión y rabia contenida, cuando se vuelven a construir y los turistas los cruzan en sus lujosos coches.( …más tarde, cuando los extranjeros y los húngaros emigrados a América empezaron a venir para visitar la ciudad y rodaban por los puentes con sus lujosos automóviles, sentía una gran tristeza…la indiferencia con la que aquellos extraños miraban nuestros puentes, el desinterés y la tibieza con los que usaban, me provocaba náuseas…p.348) Aunque son los personajes los que cuentan a un oyente pasivo su historia, sin embargo parece que detrás está el autor. El narrador es el autor con sus memorias y sus vivencias. La mujer justa. Sándor Márai Algunas frases - Sólo se puede vivir si se tiene una razón para ello. (pág. 45) - No me gusta entregarme a los sentimientos…pero el sentimiento de la amistad es mucho más complicado y delicado que el del amor. (118) - Leía mucho. Pero con la lectura pasa lo mismo, ya sabes… sólo obtienes algo de los libros si eres capaz de poner algo tuyo en lo que estás leyendo. Quiero decir que sólo si te aproximas al libro con el ánimo dispuesto a herir y ser herido en el duelo de la lectura, a polemizar, a convencer y ser convencido, y luego, una vez enriquecido con lo que has aprendido, a emplearlo en construir algo en la vida o en el trabajo. (214-215) - Ahora hay tantos libros que parece que casi no queda sitio en ellos para el pensamiento… hay tantas palabras hormigueando en los libros que el pensamiento no cabe. (412) - Ya ves lo ingenuos que somos. Tendemos a creer que los asuntos propios, los verdaderos, son acontecimientos de relevancia mundial. (32) - A veces pienso que uno decide hacer algo no porque sea una cosa buena o sensata sino simplemente porque puede hacerlo. - No creo que los esposos puedan seguir siendo buenos amigos después del divorcio. El matrimonio es el matrimonio y el divorcio es el divorcio. Ésa es mi opinión. - El burgués tiene que estar toda la vida demostrando quién es. El aristócrata ya ha demostrado quién es en el momento de nacer. - Ése es el único dolor verdadero. La muerte de un niño. Es el modelo por el que se miden todos los demás dolores. - Las palabras verdaderas tienen un poder creador y catártico - Eso es algo más que pecado: es un error. (Talleyrand). - No es cierto que el sufrimiento nos purifique y nos haga mejores, más sabios y comprensivos. Nos vuelve demasiado lúcidos, fríos e indiferentes. - La verdadera felicidad no se deja ver como tal. - Decía que las personas sólo tenían un único rango: su carácter. - La pasión siempre tiene un toque melodramático. - La pobreza y la enfermedad cambian de forma sorprendente el valor de los sentimientos y de las complicaciones emocionales. - ¿Cree que es posible que un amor se ensanche tanto en el alma que después no permita amar a nadie más? - Si ha de ser un drama, que sea fragoroso, que tenga gritos, peleas, muertos, que se oigan tanto aplausos como silbidos. - La vida se encarga de tomar las decisiones de una forma maravillosa y sorprendente… y entonces todo resulta sencillo y natural. - En la vida de toda persona llega un momento en que se queda sola y nadie puede ayudarla. - Y entonces te das cuenta de que ésa es la verdadera venganza, la única, la perfecta: ya no quieres saber nada de él, no le deseas nada malo ni nada bueno, ya no puede hacerte sufrir. - El pequeñoburgués es ceremonioso. Lo necesita, está obligado a demostrar algo durante toda su vida. - La mayor parte de la gente no puede dar ni recibir amor porque es cobarde y orgullosa, porque tiene miedo al fracaso. - Para el pequeñoburgués, viejo amigo, la cultura y lo que ella conlleva no son experiencias sino un conjunto de datos. - Porque la soledad también es una especie de enfermedad, mejor dicho, un estado en el que nos acomodamos, una condición que transforma al hombre en un animal disecado en una vitrina. - Las personas felices no tienen títulos, no hacen distinciones de rango, no reconocen ni pretenden ningún papel inútil en el seno de la sociedad. - Las voces, las luces, las alegrías y las sorpresas, las esperanzas y los miedos que encierra nuestra niñez, eso es lo que realmente amamos, lo que buscamos durante toda la vida. - Se ve que la tierra natal no es sólo una región, una ciudad, una casa o determinadas personas sino sobre todo un sentimiento. - … a veces las personas son buenas porque no tienen inhibiciones que les impiden actuar con maldad. … Y luego están los que son buenos porque son demasiado cobardes para ser malos. - El burgués tiene que estar toda la vida demostrando quién es. El aristócrata ya ha demostrado quién es en el momento de nacer. -No es cierto que el sufrimiento nos purifique y nos haga mejores…nos vuelve más lúcidos, fríos e indiferentes. - El amor puede transformarse en un gran egoísmo. Hay que amar con humildad y tener mucha fe…Una vez vino a mí una señora que amaba a un hombre, lo amaba tanto que lo mató. No lo mató con un cuchillo sino porque no le daba tregua, lo quería entero para ella. (en la confesión con el sacerdote) - …En lo que me resta de vida, quiero entregarme a la pasión por la verdad. No voy a tolerar que sigan mintiéndome ni la literatura ni las mujeres; y no permitiré mentirme a mí mismo. - La mayoría de la gente no puede dar ni recibir amor porque es cobarde y orgullosa, porque tiene miedo al fracaso. - No estoy seguro que un hijo pueda resolver las crisis existenciales de un individuo. - Las personas se matan con el amor como a través de una emanación invisible y letal - La mujer quiere gustar a todos los del sexo masculino, para eso se acicala. Esto lo necesita un sistema productivo y un ordenamiento social en el que la mujer se considera a sí misma una mercancía. - Las mujeres no lo entienden. Sólo un hombre es capaz de entender que en la vida existe algo más que felicidad. Tal vez sea ésa la mayor y más irremediable diferencia que separa a hombres y mujeres de todos los tiempos y lugares. Para la mujer, si es una verdadera mujer, sólo hay una patria de verdad: el territorio que ocupa en el mundo el hombre al que ella pertenece. Para el hombre en cambio existe también esa otra patria enorme, eterna, impersonal, trágica, con banderas y fronteras. Con esto no quiero decir que las mujeres no sientan apego por la sociedad en la que han nacido, por el idioma en el que juran, mienten y hacen la compra, por el paisaje en el que han crecido; tampoco quiero decir que ellas no alberguen sentimientos de afecto, abnegación, espíritu de sacrificio y lealtad, quizás a veces incluso heroísmo hacia esa otra patria, la patria de los hombres. Pero, en realidad, una mujer nunca muere por una patria, sino por un hombre. Juana de Arco y todas las demás excepciones son mujeres varoniles… Últimamente abundan cada vez más este último tipo. ¿Sabes?, el patriotismo de las mujeres es mucho más discreto, carece de las contraseñas secretas que tanto gustan a los hombres. Ellas opinan como Goethe, que decía que si la casucha de unos campesinos arde es una verdadera tragedia y, en cambio, si es la patria la que se arruina, normalmente sólo es pura retórica. Ellas vivirán para siempre en esa casucha de campesinos. Por eso la custodian celosamente, le dedican la vida y el trabajo, por ella están dispuestas a cualquier sacrificio. En esa casa hay una cama, una mesa, un hombre, a veces uno o dos niños. Ésa es la verdadera patria de las mujeres. (pág. 250-251) - ¿Hasta qué punto eres el dueño de tu existencia, y cuanto has vendido de tu ser y tu destino a los sentimientos y a los recuerdos? - Y yo añado: las decisiones de la vida entrañan riesgo: Siempre hay que renunciar se elija lo que se elija. - Nunca hice otra cosa que servirlos…primero en la cocina, y luego en el salón y en la cama. - Nunca somos del todo libres, pues lo que hemos creado también nos ata y nos condiciona un poco. - Para ellos, sus señores, lo más importante era conservar lo que habían creado con su trabajo y sus modales, con toda su existencia…como si tuvieran más de una vida al mismo tiempo, la de sus padres y la de sus hijos…la familia burguesa. - Estaba convencido (Peter) que la razón era una de las fuerzas que mueven el mundo…y al final tuvo que reconocer que los instintos son más fuertes. (recordar cómo resurge la ciudad de sus escombros) - Se avecina un mundo en el que todo el que sea bello será sospechoso. Y todo el que tenga talento. Y el que tenga carácter….porque ahora llegan ellos, saldrán de todas partes cientos de millones de ellos. Y estarán por todas partes. Los deformes. Los faltos de talento. Los débiles de carácter. Y arrojarán vitriolo a la belleza, untarán con brea y calumnia el talento, apuñalarán el carácter en el corazón. Ya está aquí…y serán cada vez más. ¡tenga cuidado!. (El escritor P 399) - Cuando quiere crear algo la vida, realiza escenificaciones perfectas. La mujer justa, de Sándor Márai “Fíjate en ese hombre. Espera, no mires ahora, gírate hacia mí, sigamos charlando”. Así comienza La mujer justa, de Sándor Márai. Una mujer conversa con una amiga en un café. Luego de la entrada de “ese hombre”, que resulta ser su ex marido, le cuenta a su amiga sobre la relación que tuvo con él. Parece algo sencillo. Casi banal. El monólogo de la mujer está cargado de trivialidades: “solía quedar aquí con mi marido a la hora del té”, “el matrimonio es el matrimonio y el divorcio es el divorcio. Esa es mi opinión”, más adelante afirma: “En todos los hombres de verdad hay un espacio reservado, como si quisieran ocultar parte de su ser y de su alma a la mujer que aman”. Poco a poco la mujer se va haciendo de carne y hueso. Su monólogo, cargado de repeticiones y modismos, tiene una cadencia muy particular. Esa cadencia, esa expresión cariñosa y a la vez distante, hacen que su discurso sea de una veracidad absoluta. Unas páginas más de lectura, y ella es más real que muchas mujeres de carne y hueso. Otras páginas más y ella resulta tan familiar… entonces pienso que se dirige a mí. No al lector, a mí. Pienso que estamos tomando el té en una elegante pastelería de Budapest. Y entonces la escucho. Pero no como si escuchara hablar a un personaje de un libro; para usar una expresión propia de Márai: “la escucho con el vientre”. Su relato es vívido, apasionado, cargado de dolor. Su esposo se ha ido; la ha dejado por otra mujer. Ella ha hecho su confesión. Y entonces comienza la segunda parte. Ahora la voz es la del ex marido. En tono confidencial, cuenta cómo dejó a su esposa para casarse con la mujer que siempre le obsesionó. Palabra a palabra, Márai esculpe a un ser humano; a un hombre que en el ocaso de su vida reflexiona sobre las leyes del cambio, la soledad, los ciclos de la vida, la memoria. Sus sueños no han pasado de ser un espejismo. No ha tenido la valentía de vivir apasionadamente. Me asomo a la complejidad de sus sentimientos, y entonces comienza la tercera parte. Ahora es Judit quien habla. La segunda esposa se pasa la noche en vela contándole a su amante la historia de este triángulo amoroso. Judit ha envejecido; medio desnuda, recostada junto a su amante en la habitación de un hotel en Roma, habla desde las entrañas. Ella sabe que la bondad es sólo cobardía, inhibición, represión. Ella sabe que todo cuanto ha robado le pertenecía desde siempre. Para comprenderlo hay que escucharla, esa es la única manera. Al final del recorrido hemos conocido a tres seres humanos y hemos visto a la justicia, siempre, cínica, sonreír desde la otra orilla. La mujer justa Sándor Márai La obra narrativa de Sándor Márai revela un extraordinario conocimiento de las emociones humanas. La mujer justa recrea la peripecia de tres personajes que conocen la pasión, el desafecto, la traición y la soledad. Peter pertenece a la alta burguesía centroeuropea. Su matrimonio responde a las exigencias de su clase social, pero su amor pertenece a Judit, una criada que no se conforma con ser su amante. La relación se rompe cuando se convierten en marido y mujer. Peter descubre que su amor sólo es un espejismo, una fantasía elaborada por la necesidad de sacrificarlo todo por un sentimiento. La pasión es una forma de inmolación, un acto de fe que transforma al objeto amado en un absoluto que justifica cualquier renuncia. El ascenso social de Judit no borra el resentimiento inherente a la servidumbre. La falsa humildad prevalece sobre los afectos, frustrando la entrega y el entendimiento. El criado percibe la riqueza como una deidad menor. La admiración convive con el desprecio. Cuando evoca a Peter, Judit afirma que envejece como "una boquilla de ámbar". La decrepitud física no extingue la dignidad. Peter se acerca a la muerte en soledad, pero su fracaso no ha conseguido disipar la convicción de que sin pasión la vida es un error. No ignora que el amor siempre surge de un malentendido. Sólo es posible amar mientras el interior permanece inaccesible. La transparencia acarrea el fin de la ensoñación romántica. Márai no se limita a las historias individuales. Su novela es un agudísimo retrato de la Europa de entreguerras, un paisaje dominado por una burguesía que identifica sus privilegios con el orden natural de las cosas. Las convenciones morales obligan a cultivar el secreto. Se elude la sinceridad y se exalta un pudor que justifica la hipocresía y el engaño. La experiencia del dolor no acarrea progreso moral, pero sí conocimiento y el conocimiento indica que la voluntad es impotente frente al destino. Los hechos no están predeterminados, pero hay una fatalidad que propicia el fracaso. La búsqueda de la belleza es inherente a la condición de hombre. Es un impulso trascendente, que refleja la resistencia a la mediocridad. Los personajes de Márai intentan enjaular sus sentimientos, pero casi nunca lo consiguen. Cuando la pasión se apaga, sólo queda el tibio resplandor de las cenizas, que ilumina el presente con la evocación de las promesas incumplidas. LaII Guerra Mundial pondrá fin a un concepto de civilización que había situado a la burguesía en el centro de la historia. Márai describe la aparición del comunismo en Hungría. La dictadura del proletariado se revelará como una nueva tiranía disfrazada de fraternidad. La incomprensión del proletariado ante el cambio político sólo corrobora el paradójico origen del socialismo, una utopía que brota de la mala conciencia de los hijos de la burguesía. La maestría narrativa de Márai se evidencia en el perfecto equilibrio de los tres monólogos que reconstruyen lo sucedido. Cada voz tiene un timbre propio, que recoge una amplia gama de matices y una asombrosa plasticidad para fundir lo individual y lo colectivo. Los personajes meditan sobre su experiencia, sin moralizar ni condolerse del poder letal del amor, que exige una renuncia incondicional, sin ofrecer ninguna garantía de dicha. Márai no oculta la fuerza del sexo ni el misterio de la muerte, que aletea en la proximidad de los cuerpos anudados en la penumbra. La mujer justa, que se permite un breve elogio del tabaco, es una novela perfecta, que corrobora la excelencia de una escritura donde convive el aliento poético, el estudio psicológico y ese pesimismo libre de resentimiento que circula por las páginas de los grandes clásicos.