Sin archivo parroquial Ángel Bernal Presidente de la Asociación Histórico Cultural Maimona Unas veces estamos de enhorabuena y en otras tenemos que manifestar nuestro pesar, toca ahora lo segundo. Disculpen este comienzo tan pesimista pero no podía ser de otra manera a la vista de la manera inexorable en cómo nuestro archivo parroquial tiene prefijado su destino definitivo en Badajoz. Estoy queriendo decir, no, estoy diciendo que el archivo de nuestra parroquia, que ha vivido en ella más de 450 años, se lo van a llevar (probablemente en el momento de salida de esta revista ya esté allí) a Badajoz porque así lo han querido desde la diócesis. Ha servido de muy poco que nos hayamos opuesto con razones fundadas, que la Asociación Histórico Cultural Maimona se haya dirigido al Sr. Arzobispo para rogarle que no lo haga, que otros organismos locales, incluido un acuerdo plenario de nuestro Ayuntamiento, hayan hecho lo mismo. No ha servido de nada. El archivo parroquial, allí donde constan todos los datos de quienes desde 1559 nos han precedido en el pueblo, libros de bautismo primero, defunciones y matrimonios después, todo, la historia vivida del pueblo a través de sus habitantes, un impresionante bagaje humano, histórico y cultural recopilado por siglos en más de cincuenta mil folios, se va a Badajoz porque otros lo han decidido así, un verdadero expolio que deja al pueblo huérfano, falto de identidad humana y cultural. Se llevan todos nuestros antecedentes familiares en un montón de generaciones atrás sin ningún miramiento, bajo la simple justificación de reunirlo todo en un archivo diocesano. Porque allí irán a parar los archivos de todas las parroquias de toda la diócesis en un atropello y una falta de respeto absoluta a la historia y a sus protagonistas. Es ésta una decisión que sin duda marcará un antes y un después en la historia de nuestra diócesis y que deberá figurar como epitafio en las entradas de todos los pueblos: “El día X del mes X del año 2013, el arzobispado de Mérida-Badajoz arrebató la historia de este municipio y borró su huella humana del pasado. A partir de hoy comienza una vida nueva”. Es como si cualquiera de nosotros sufriera la desgracia de perder todos sus enseres en un incendio de su casa: empezar de nuevo desde cero, perder la identidad y la seña en que reconocerse en una familia y una tradición, nueva casa y nueva vida sin recuerdos ni objetos personales o familiares ni fotografías de infancia, juventud y antepasados. No se entienden muy bien las razones, al menos las que atañen a nuestro archivo perfecta y cariñosamente catalogado y custodiado con todo mimo por nuestro cura párroco, para concentrarlo en la capital de la provincia, allí donde acaba siempre recalando todo, mientras nuestros pueblos, que ya han tenido que soportar demasiadas sangrías humanas y pérdidas materiales, van a perder otra parte de lo poco que les queda, incluida su propia identidad. Esas gentes que inscribieron sus nombres de bautismo, de matrimonio y de defunción en los libros de registro parroquiales ¿de donde eran? ¿Es verdad que los libros son de la iglesia o de quienes los hicieron posible? No quiero entrar en ese debate, pero quiero llamar a la reflexión, porque somos un pueblo resignado, nos aguantamos con todo y lo aceptamos todo, un día se propondrán llevarse los cuadros de la iglesia, por ejemplo, so la excusa de hacer un museo diocesano o simplemente bajo el argumento de que allí estarán mejor conservados, y nos quedaremos sin ellos, es un ejemplo sí, pero, ¿por qué no podría llegar a suceder al igual que ahora se llevan el archivo? La alternativa, dicen, es ir a consultar lo que se precise allí al archivo diocesano de Badajoz, o sea poner las cosas fáciles a quienes se dedican a la investigación o simplemente a los curiosos o aficionados que quieren reconstruir su árbol genealógico o conocer algún antepasado, y si hoy no te permiten el acceso al archivo o no terminas o no encuentras lo que buscas, vuelves mañana, y al otro, y al otro y así…. Desde la Asociación Histórico Cultural Maimona hemos sugerido la posibilidad de que esos archivos, si se tienen que ir, se digitalicen previamente, así lo hemos hecho saber en el Arzobispado. Para evitar costes y facilitar las cosas nos hemos ofrecido a hacerlo nosotros personalmente, graciosamente, en nuestro tiempo libre. Tenemos los instrumentos, tenemos varios equipos de trabajo formados y organizados para abordar una tarea que durará probablemente meses, así se lo hemos trasladado y pedido al Sr. Vicario General y al responsable de los archivos. No parece que la idea haya sido acogida con ningún entusiasmo y sí con frialdad, no solo porque ni nos han contestado, es que las gestiones personales realizadas concluyeron con desdén. Tenemos la sensación de ser unos intrusos, de meternos donde no nos llaman, de interferir en los planes superiores de quienes dicen ser dueños de tales cosas, de quizá interponernos a los designios del Señor, ¡quien sabe! Lo cierto es que toda nuestra buena voluntad por trasladar a soporte digital unos papeles que llevan centurias existiendo y que quizá tengan una vida limitada, para soportarlos sobre tecnologías actuales que le puedan dar vida imperecedera e incluso ponerlos al alcance de la mano de todos los posibles usuarios sin moverse de casa, sin necesidad de molestar al sr cura párroco o al sr archivero de la catedral para visitarlos y tomar datos, NO NOS LO PERMITEN, ellos sabrán por qué. Nosotros no. Nos queda la frustración de perder lo que es nuestro y de sentir que nuestra aportación voluntaria se despacha con indiferencia, pero también nos queda la tranquilidad de haber hecho lo posible, de haberlo intentado y de que el día de mañana nadie nos pueda hacer cómplices de tamaño dislate. Vecinos, estamos de pésame. Nuestro archivo parroquial ha muerto. Nuestro pasado ha desaparecido. R.I.P.