LA EDUCACIÓN Y EL ADULTO MAYOR Texto basado en entrevista realizada a: Manuel Pereira López, Director del Senama. Es sabido que uno de los principales factores de depresión en los adultos mayores es el sentimiento de que ya no están aportando nada a la sociedad, que son un estorbo, incluso para su propia familia. No es menor el auto reconocimiento de que los años han aminorado la propia capacidad física e intelectual, pues se tiende a considerar comparativamente con otras edades de la vida, Sin embargo, aquello es un error, el adulto mayor no siempre se da cuenta del enorme potencial de conocimientos que puede llegar a traspasar a los demás. Su vida es una fuente de experiencias riquísimas que la sociedad, en su conjunto, requieren permanentemente conocer. El tema educativo refiere a lo anterior, ya no simplemente a lo relacionado con el aprendizaje de alguna carrera, oficio u conocimiento en particular. Se habla de la “educación permanente” como aquella formación continua que tienen los seres humanos en relación con los demás, pues darle un sentido a la vida, querer transformarla día a día, implica un ejercicio de colaboración, de solidaridad y de afectividad. Más allá de que un adulto mayor decidiera estudiar formalmente en algún programa técnico o profesional, la educación es mucho más que sacar determinado diploma: es dejar el legado de una experiencia de vida. Toda profesión, cualquiera sea, por insignificante que parezca, demuestra que uno está haciendo cosas “para otros” y esa dimensión social es lo que otorga un sentido. Una persona puede ser albañil, cocinero, jardinero o médico, pero siempre hay alguien para el que se trabaja. En esa misma lógica siempre habrá alguien a quien enseñarle su trabajo. Como adultos mayores es posible que nos aventuremos en desarrollar actividades que antes a lo mejor habíamos mirado con otros ojos, por ejemplo, el señor que jubila y dice “me gustaría ahora realizar una actividad que siempre he querido, pero que no había tenido la oportunidad de hacer”, dirigir una junta de vecinos, pertenecer a un grupo religioso, aprender a leer, a usar un computador, etc. Si bien el adulto mayor tiene ciertas dificultades con el tema del aprendizaje, en comparación con un joven que aprende más rápido, su capacidad de aprendizaje es igual a la del joven, incluso llega a ser mayor cuando el nivel de motivación supera todos los obstáculos que nos pone el envejecimiento -nos hace andar más lento, hablamos más despacio, nos cansamos más rápido- pero de ningún modo se ve menoscabada la capacidad de aprender. Los jóvenes, en cambio, están más expuestos a la pérdida de la concentración, a desmotivarse, pues están invadidos por muchas otras cosas, y por lo mismo, es muy probable que su impulso inicial, su energía, se pierda en el camino. Entonces la ventaja inicial del joven se ve afectada y el adulto mayor ve compensada una debilidad con una fortaleza, su mayor motivación para enfrentar un desafío, junto a una mayor estabilidad emocional. El adulto mayor tiene enormes capacidades y en buena hora, porque eso le permite seguir gozando de las cosas de la vida, que implica conocer nuevas situaciones, encontrarse con la realidad de un nuevo día, como las cosas nuevas que depara la tecnología y la naturaleza. Adquiere un tipo de conocimiento más reflexivo, por ejemplo, ¡cuántos adultos mayores gozan manteniendo un jardín, o disfrutando de la vida al aire libre!, que quizás en etapas anteriores no había podido disfrutar cabalmente, quizás relegado al estrés de la ciudad, de alguna oficina o de alguna fábrica. La verdadera “educación permanente” no se relaciona sólo con el nuevo aprendizaje, sino con tener esa capacidad de estar muy atentos para recibir lo que la vida nos enseña diariamente. En la medida que el adulto mayor comprende que es una persona fundamental para el desarrollo de la cadena social, tiene la oportunidad de convertir su experiencia de vida en una valiosísima herencia para las generaciones futuras. Es estar realizándose permanentemente, comprendiendo que el tiempo es una enorme posibilidad de seguir aprendiendo, pues el aprender es recíproco. Pero si el adulto mayor se enclaustra, difícilmente pueda dejar de ser considerado una carga, pues lo que interesa precisamente es que esté en permanente actividad, que es además lo que le pide su condición. Esta es la manera de ser responsable consigo mismo y con el resto.