28 Reseñas de lecturas sobre geopolítica y economía global ESADEgeo, bajo supervisión del Profesor Javier Solana y del Profesor Javier Santiso. Why Nations Fail: The Origins of Power, Prosperity and Poverty Acemoglu, Daron y Robinson, James A., (2012), Profile Books LTD, London. “Las instituciones políticas y económicas, que en última instancia son una elección de la sociedad, pueden ser inclusivas o fomentar el crecimiento económico. O pueden ser excluyentes y convertirse en impedimentos para el crecimiento económico.” “La desigualdad mundial actual existe porque durante los siglos XIX y XX algunas naciones supieron cómo sacar ventaja de la Revolución Industrial y la tecnología y métodos de organización que trajo consigo mientras que otros no fueron capaces de hacerlo”. “El crecimiento generado por instituciones excluyentes es muy diferente en su naturaleza al creado bajo instituciones inclusivas. Lo más importante es que no es sostenible.” “Mientras las instituciones políticas [en China] sigan siendo excluyentes, el crecimiento seguirá siendo por naturaleza limitado, como lo ha sido en otros casos similares.” Sinopsis En su libro Why Nations Fail, Daron Acemoglu y James A. Robinson presentan su teoría institucionalista como explicación última de la desigualdad mundial y la pobreza. Dicha tesis sitúa el tipo de instituciones políticas, y como resultado de estas las económicas, como responsables del desarrollo económico de un país y su nivel de riqueza. Ni la hipótesis cultural, ni la geográfica ni la que señala la ignorancia de los líderes políticos es válida para estos autores y para contradecirlas elaboran un extenso análisis de casos concretos (como el de las dos Coreas) que avalan su teoría. Son las decisiones políticas por construir un sistema de instituciones inclusivas las que marcan el destino de una nación. Dichas instituciones, que garantizan el cumplimiento de leyes que fomenten el desarrollo de cualquier individuo, premien su talento y salvaguarden la propiedad privada y el libre mercado conducen a una base económica propicia para un crecimiento estable y duradero. Además, crean la inercia positiva con la que el sistema se mantenga y ninguna élite pretenda cambiarlo. Usurpar el poder no sirve de nada en este sistema, donde la ley marca férreamente los límites del que lo sustenta. Por otro lado, si bien hay casos en los que instituciones políticas excluyentes llevan a un desarrollo destacable –el caso de la Unión Soviética y hoy China–, esta trayectoria es para los autores perecedera y no sostenible en el tiempo. El cambio de instituciones excluyentes a inclusivas pasa por un punto de inflexión, un acontecimiento que, como 1 la Revolución Gloriosa en Inglaterra y la Francesa preparen el campo de cultivo propicio para que surjan acontecimientos definitorios como la Revolución Industrial. Los autores Daron Acemoglu es un economista turco actualmente profesor de Economía en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), donde ocupa desde 2004 la cátedra Charles P. Kindleberger de Economía Aplicada. Sus principales focos de investigación recientemente han sido la economía de desarrollo y la economía política. Es co-editor de Econometrica, Review of Economics and Statistics, y editor asociado del Journal of Economic Growth. En 2006 fue elegido miembro de la Academia Americana de Artes y Ciencias. Es autor también de Introduction to Modern Economic Growth y, junto a James Robinson, de Economic Origins of Dictatorship and Democracy. James A. Robinson es un economista estadounidense que ocupa la cátedra David Florence como profesor de Gobernanza de la Universidad de Harvard y es miembro asociado del Instituto de Ciencias Sociales Cuantitativas en el Weatherhead Center for International Affairs. Sus principales campos de investigación se centran en la economía comparada y las políticas de desarrollo con especial atención en América Latina y África subsahariana. Durante años ha sido profesor invitado en la Universidad de los Andes, Bogotá. Entre sus obras publicadas destacan The Role of Elites in Economic Development y Natural Experiments of History. Idea básica y opinión En Why Nations Fail, Acemoglu y Robinson elaboran un exhaustivo repaso a la historia reciente y la más remota para argumentar su tesis principal, la teoría institucionalista, que es, según los autores, la base más certera para explicar el desarrollo económico de los países. Dicha teoría se basa en la afirmación de que ni la geografía, ni la cultura, ni la ignorancia de los líderes son los responsables de que algunas naciones se declaren fallidas y otras no. La razón del declive y de la pobreza de los países reside así en sus instituciones políticas, que a su vez diseñan las instituciones económicas en las que se apoya su mercado y su sociedad. En este sentido, son los políticos los que, conscientemente, deciden en algunos países pobres adoptar instituciones no inclusivas que llevan a que sólo una élite pueda beneficiarse de la riqueza y las oportunidades que se presentan. Así, las instituciones económicas también serán excluyentes en un círculo vicioso que solo beneficia a unos pocos. En este ambiente negativo surge más fácilmente la violencia en forma de guerras civiles en una carrera por alcanzar el poder, que es el único camino que hay en esos lugares para el crecimiento personal. Sin embargo, y pese a que no se puede negar en estos tiempos lo positivo de un análisis sobre la economía de desarrollo y las instituciones políticas, el libro puede recibir varias objeciones. Resulta evidente que el modelo que defienden los autores, aunque sea de forma indirecta, sea el estadounidense (libre mercado, democracia participativa, fomento del talento personal…) sin un ápice de autocrítica hacia una 2 nación que mucho ha tenido mucho que ver en el negro destino de varios de los países que los autores señalan como fallidos. Las instituciones internas de cada nación y la manera en la que los líderes políticos consiguen que éstas sean inclusivas son para los autores la única variable del desarrollo o no de los países. Dejan de lado así la influencia de factores externos en las oportunidades de triunfo de unos y otros. El colonialismo español, por ejemplo, se señala como causa de la pobreza actual en América Latina, donde los líderes postrevolucionarios mantuvieron el mismo esquema institucional exclusivo de los colonos, basado en la encomienda o tributo que los indígenas debían pagar a los españoles. En Norteamérica, sin embargo, la colonización se describe como un proceso más pacífico (debido entre otras cosas a que los indios no poseían, como ocurría al sur, esas cantidades de oro) donde los indígenas no fueron forzados a trabajar. El intento de los británicos por establecer un sistema abusivo como el español en Latinoamérica fue aplazado por los colonos instalados en el territorio norteamericano. Éstos optaron en la independencia por un modelo político estable, aperturista e igualitario. En ambos casos, según los autores, la herencia de aquellos primeros años de colonización sigue hoy presente: en el caso del sur, se refleja en una élite social que sigue monopolizando la riqueza. En el caso de África, donde si bien se admiten las tropelías británicas y holandesas, la responsabilidad de su situación actual cae en cambio en los políticos de la descolonización, cuya único objetivo fue, como sus antecesores, enriquecer a una élite y hundir a la gran mayoría de la población. Aunque hubo países como Botsuana, que supieron cambiar el rumbo de su historia tras la independencia, otros muchos, como Sierra Leona o Zimbabue, mantuvieron el mismo sistema abusivo heredado de los colonos. Los autores se extienden además sobremanera en una revisión de casos históricos que, pese a ser muy interesantes y repletos de anécdotas, no se ven apoyados por referencias bibliográficas, quedando así a libertad del lector creer en su versión. Su tesis se expone con casos que la avalan, pero se construye ignorando muchos que su teoría no los explicaría. Al basarse en situaciones como la de la Venecia de la Edad Media, el Imperio Romano o el Maya, los autores, además de caer en varios prejuicios, parecen en ocasiones interpretar los acontecimientos de manera que encajen con la teoría institucionalista. En el caso de Venecia, su expansión económica en la Edad Media le llevó a convertirse en la ciudad más rica del mundo y se produjo a raíz de cambio en las instituciones políticas y económicas como la creación del Gran Consejo como centro político de la ciudad. Sin embargo, esta tendencia inclusiva sufría de una tensión latente: la destrucción creativa que suponía la llegada de nuevos emprendedores que se enriquecían rápidamente para detrimento de las élites. Esta situación llevó a un repliegue de dichas élites y a la construcción a su alrededor de instituciones políticas y económicas excluyentes que limitaban el sistema de libre mercado que había 3 enriquecido la ciudad. Aquello, y más tarde la nacionalización de las vías de comercio para mantenerlas en manos de la nobleza supuso el principio del fin de la prosperidad veneciana. En 1500 el índice de población había caído en picado. Muchos discutirían, sin embargo, si no explicaría este declive mejor que la teoría institucionalista el hecho de que las rutas comerciales a mediados del siglo XVI se trasladaran del Mediterráneo al Atlántico. El Imperio Romano, por su parte, también murió de éxito y su declive, según destacan los autores, no fue causado por las invasiones bárbaras, sino por las instituciones excluyentes que comenzó a instaurar Augusto, con una centralización del poder en manos de la aristocracia. Resulta quizá más interesante cuando sus ejemplos se centran en el proceso que debe seguir una nación para transformar sus instituciones de exclusiva a inclusivas. Un paso esencial es el punto de inflexión, como lo fue la Revolución Gloriosa en Inglaterra, que ayudó a allanar el camino hacia la Revolución Industrial, o la Revolución Francesa, que instauró en Europa el rumbo hacia las instituciones inclusivas. Para que un país pueda alcanzar el nivel de igualdad y desarrollo que solo las instituciones inclusivas consiguen se debe antes vivir un punto de inflexión, una revolución, algo que nazca de una sociedad harta de que sólo un estrato de la misma se beneficie y enriquezca. Sin embargo, como bien recuerdan los autores, solo algunos países, o más bien los nuevos líderes que surgen de esas revoluciones, son capaces de tomar responsable y generosamente el mando de su país. Ejemplos de éxito son para los autores EEUU, por supuesto, o Botsuana, que supo construir un estado igualitario tras la colonización. No así el resto de naciones subsaharianas o Latinoamérica, lastradas por los vicios de los colonos españoles. Aquí de nuevo se percibe una selección de ejemplos históricos muy amable con la teoría institucionalista. Se evita nombrar otros cuyo éxito o fracaso no se basa tanto en ella, sino los factores históricos, culturales o incluso geográficos que tan rápido desechan. El ejemplo de Nogales, Arizona, y Nogales, Sonora, la ciudad dividida con una parte estadounidense, mucho más desarrollada y rica, y otra mexicana, es para los autores el perfecto que demuestra que son las instituciones y los políticos los que marcan el desarrollo de un lugar. Obvia aquí sin embargo la influencia que las políticas EEUU han tenido en los problemas de México. Why Nations Fail se trata por lo tanto de una buena exposición de la teoría institucionalista, una obra para aprender y comprender las instituciones en algunas partes del planeta a lo largo de la historia, pero no tanto para validar dicha teoría ni aprender a aplicarla en el futuro. Instituciones inclusivas y excluyentes Las instituciones políticas son las que determinan qué instituciones económicas tiene un país. Y en función de ellas se explica la desigualdad en el mundo. Así, las instituciones económicas inclusivas son aquellas que permiten y fomentan la participación de todos sus ciudadanos en actividades económicas en las que se 4 aproveche su talento y sus conocimientos y que permiten a los individuos elegir lo que quieren hacer. Como destacan Acemoglu y Robinson, para ser inclusivas, las instituciones económicas tienen que asegurar la propiedad privada, un sistema legislativo seguro y servicios públicos en los que las personas puedan interactuar e intercambiar conocimientos. Así mismo, proporcionan mercados inclusivos en los que se premia el talento. En este punto los autores comparan cómo consiguieron su riqueza dos famosos millonarios, Carlos Slim y Bill Gates. Mientras al primero fue la especulación y el enriquecimiento ilegítimo los que le situaron donde hoy está, apoyado por unas instituciones, las mexicanas, que según los autores son excluyentes y pensadas para mantener el estatus y la posición privilegiada de unos pocos; el segundo es fruto de su talento y un sistema propicio para su desarrollo, con instituciones políticas inclusivas, es decir, que sean lo suficientemente centralizadas y plurales. Este tipo de instituciones crea una inercia positiva que provoca que las élites, ya no beneficiadas por el sistema, no deseen volver a tomar las riendas de él al ver que la toma del poder, controlado ahora por instituciones políticas inclusivas, no les reportará ya ventajas frente al resto. Así, se crea un círculo virtuoso pacífico idóneo para el desarrollo del país. Es en la situación contraria que surgen las guerras civiles y los conflictos internos por alzarse como líder y acceder a los privilegios que guardan para unos pocos las instituciones excluyentes. Estas últimas conducen a un círculo vicioso de corrupción y pobreza de la que no es fácil salir. No es imposible, sin embargo: los autores enfocan el futuro con esperanza en todos esos lugares que parecen condenados al fracaso. Eso sí, se necesita un acontecimiento, un punto de inflexión donde la sociedad, que es la fuente primaria de la instituciones inclusivas, decida levantar y cambiar el futuro de sus países. La cuestión china Aunque los autores no recalan demasiado en la situación actual del mundo, sí resultan interesantes las afirmaciones y predicciones que guardan para China. El gigante asiático parece, a primera vista, la excepción a la teoría institucionalista. Estamos ante un estado cuyo desarrollo económico en los últimos años ha sido indiscutible y que sin embargo políticamente se apoya en instituciones excluyentes, con una única élite –el Partido Comunista– en el poder, sin libertad de prensa y con los derechos humanos en constante cuestionamiento. Acemoglu y Robinson sitúan sin embargo este país como parte de uno de los argumentos que esgriman y que afirma que países con instituciones excluyentes pueden disfrutar de un cierto desarrollo, incluso muy deslumbrante, como fue también el caso de la Unión Soviética y su plan quinquenal. Sin embargo el desarrollo bajo este tipo de bases políticas y económicas no es, según los autores, sostenible y, como ocurrió con los soviéticos, China colapsará en uno de los momentos de inflexión 5 al que todo estado no inclusivo llega en un momento u otro. En China el cambio se llevó a cabo precisamente por un cambio en sus instituciones después de la muerte de Mao (punto de inflexión necesario). A partir de ese momento se caminó hacia una economía más abierta y un mercado más libre con incentivos que permitieran un desarrollo antes impensable, primero en áreas agrícolas para luego extenderse al sistema industrial de las ciudades. Sin embargo, si China no desarrolla la “destrucción creativa” (las políticas destinadas a destruir todo lo existente para después crear un paradigma nuevo) en unos años, su freno será más que perceptible y entrará en una etapa de bloqueo. Lo mismo ocurre con India, donde los autores recuerdan que una democracia participativa no es sinónimo de instituciones inclusivas, con una política dominada por el Partido del Congreso Nacional con índices de corrupción alarmantes. El caso de las dos Coreas sirve también como apoyo de la tesis principal del libro. El desarrollo de una y otra se basa en los diferentes métodos y políticas que los líderes de ambos países adoptaron tras la división de la península. Mientras en el norte se adoptó el comunismo, “el absolutismo del siglo XX”, con todo el mecanismo de oscurantismo y control que siguió, el sur tomó la senda contraria hacia un modelo similar al estadounidense. El caso demuestra qué estrategias llevan al desarrollo y cuáles a la riqueza de una élite y la pobreza de la mayor parte de la población. 6