Aspectos que deben evaluarse en Educación Inicial En este apartado se habla de la Evaluación en Educación Inicial, la cual está dirigida a los agentes educativos de la modalidad escolarizada y no escolarizada como apoyo para el trabajo con los niños, ya que la evaluación es un proceso integral que consiste en recabar información, formular juicios y tomar decisiones para mejorar, logrando identificar como aprende cada niño a su propio ritmo y experiencia. Para el Modelo de Atención con Enfoque Integral las experiencias que rodean al niño y un ambiente emocional seguro son imprescindibles para su desarrollo, es por eso que es importante propiciar ambientes educativos desafiantes, donde la evaluación juega un papel fundamental para el trabajo con los niños. Una de las herramientas necesarias para evaluar es la observación, porque a partir de la información que se obtiene se diseñan nuevas propuestas para los niños y se valora lo que se realiza en base a las características de los niños. La evaluación y la observación son procesos que se entremezclan, y funcionan como punto de partida para poder planificar, pues permite ajustar las actividades según se requiera, logrando resolver imprevistos y atender nuevas necesidades. La evaluación es un proceso intenso que se realiza durante la puesta en práctica de lo que se planifico, en relación a las reacciones de los niños, a las actividades y al uso de los materiales, por lo cual es importante considerar las participaciones de los niños, las actividades que realizan y el papel del agente educativo. Una de las herramientas principales para evaluar es: Identificar las capacidades con las que cuentan los niños, para reconocer con cuales se va a trabajar a partir de la observación realizada. Elaborar un diagnóstico de las acciones cotidianas que realizan los niños y de la información que brindan las familias. Elaborar un registro de acciones cotidianas y de las observaciones relevantes que detecten durante el día de trabajo, así como los logros, las reacciones, las dificultades de los niños, los estados de ánimo, las relaciones que establecen con otros niños, la autonomía, entre otros. El observar cómo juegan los bebés y los niños pequeños permite conocerlos mejor, descubrir que les gusta, como se relacionan, cuáles son sus gustos y sus emociones. Es importante que las observaciones sean continuas lo que permitirá dar un seguimiento, así conocerlos y comprenderlos mejor, respondiendo a sus necesidades y procesos de aprendizaje. La información que se obtiene de la observación deberá de registrarse en algún instrumento, bitácora, diario, narrativa, o grabación de video o audio. Durante la observación se definen tres momentos: la obtención de evidencias o registros, la sistematización y el análisis de la información obtenida, ya que después de observar, registrar y analizar las situaciones de juego, las actividades y las interacciones, se podrán tomar decisiones de cómo trabajar con ellos de manera individual o en grupo. Se puede utilizar la observación descriptiva: registrando todo lo que sucede, la observación enfocada: observando aspectos específicos del comportamiento y la observación selectiva: en la que se observan únicamente ciertas actividades. Generar espacios de diálogo con los niños para conversar acerca de lo que les gusta, impresiona o desagrada. Dialogar con los padres de familia sobre las actividades que realizan durante el día, tanto las actividades que realizan en la escuela como en casa. Reflexionar sobre la intervención del agente educativo, analizando si se promovió el desarrollo de capacidades, si se organizaron bien los recursos, si se acompaño a los niños, etc. Para evaluar es necesario que el agente educativo mantenga una actitud abierta, aprender junto con los niños, observar, revalorar lo que conoce, desarrollar una intencionalidad pedagógica siendo capaz de mirar más allá de lo obvio, de comprender lo no dicho y de dar respuesta a cada una de la necesidades de los niños. La intervención del agente educativo para el Modelo de Atención con Enfoque Integral implica un quehacer dinámico, estar en constante evaluación, pensando, reflexionando, actuando, dialogando e intercambiando opiniones con otros agentes educativos favoreciendo el trabajo colaborativo logrando otras opciones de intervención con los niños, así como la resolución de problemáticas concretas de los niños, de las familias, sobre la didáctica y las necesidades de los niños.