Proyecto Oro Viejo 2010 Por qué la ballena vive en el mar (Leyenda patagónica de Argentina) Responsable del proyecto en Argentina: Carlos Silveyra Cátedra Telémaco (Fundación SM / UCM) Proyecto Oro Viejo 2010 Por qué la ballena vive en el mar Leyenda patagónica de Argentina Cierta vez, allá en el sur lejano, en la Patagonia, una de esas personas que parecen saberse todas las historias, me contó a su manera esta historia que hoy yo te cuento a la mía. Dicen que hace muchos, muchísimos años la ballena vivía en la tierra y no en el mar. Claro, era el animal más grande de toda la Patagonia. Góos, que así la llamaban los tehuelches, andaba de acá para allá, con sus treinta toneladas y su cuerpazo descomunal. Y era muy pero muy molesta. ¿Porque era feroz? ¡No! Goos era más mansa que una mariposa mansa… ¿Porque era venenosa? ¡No! Era más inofensiva que el agua pura de los hielos derretidos de los glaciares. ¿Porque tenía olores desagradables? ¡En absoluto! Góos era una ballena, no un zorrino… Aunque parezca mentira, la ballena era molesta… simplemente pero era un animal sumamente cariñoso, un animal más mimoso que el perro más mimoso. Si un perro es muy mimoso y pide caricias constantemente, se hace molesto. Pero si un animalito de más de 30 toneladas intenta frotar su cabeza contra una choza o una persona pidiendo mimos, el resultado puede ser trágico: gente aplastada por exceso de amor, chozas hechas con una ramas así nomás derruidas por una cabezota buscadora de caricias. Todo es una cuestión de tamaño: un hombre resulta un gigante terrorífico para una pulga; una ballena, por más mimosa que sea, resulta una tremenda, alucinante, descomunal pesadilla. Otro problema (hasta aquí no quise contarte nada de esto para que no te asustaras), era su boca. Y su aburrimiento. Como todo el mundo sabe, la ballena tiene una boca enorme. Pues bien, Góos se aburría casi todos los días. Y entones bostezaba. Si estaba cerca de algún arbolito… cuando bostezaba, sin quererlo, aspiraba y aspiraba hasta que se lo tragaba enterito… Y si estaba cerca de un campamento de tehuelches, y de pronto Góos se sentía aburrido… ¡Ahhhhh! Un tremendo bostezo parecía brotarle desde el fonde de su tripa y, como si fuera una poderosa aspiradora, pasaban volando palos, ollas, quillangos, perros… ¡hombres, mujeres y niños! Tragados, sorbidos, desaparecidos en aquella oscura y monumental bocaza… Lo peor del caso es que la ballena, después de bostezar, no entendía adónde se habían ido todas esas personas que hasta un momento antes estaban allí. En esos casos, Góos se ponía muy triste porque comprendía que ya nadie le haría mimos en la cabeza o en el cuello. En pocas palabras: esa gigantona, mimosa y aburrida, traía mil y un problemas a los habitantes de la Patagonia. Un día un guerrero no pudo encontrar sus lanzas, arco y flechas que había dejado secándose al sol. Otra vez, una familia que se había ido a visitar a los parientes, al regresar no pudo encontrar por ningún lado su toldo. Cierto día de tormenta, mientras estaban durmiendo, desaparecieron todos los caballos. Cuando despertaron, allí estaba durmiendo Góos que siempre había dormido allí donde la sorprendía la noche, incapaz de hacerse un nido. 2 Proyecto Oro Viejo 2010 Así que, entre curiosos y enfurecidos, los guerreros se pintaron para mostrar que estaban muy pero muy enojados, y se fueron a ver a Elal, el creador de todo lo que existía. —¿Qué pasa, Elal? ¿Hay ladrones? Desaparecen armas, caballos, personas… ¡No encontramos nuestras cosas…! Elal se puso muy serio y les respondió: —Voy a averiguar… Y allá se fue, a dar vueltas por ahí, a preguntar a quien se cruce en su camino, pero sobre todo a mirar, a mirar las huellas, las marcas. Buscando pistas como los detectives, aunque por entonces los detectives todavía no se habían inventado. En esa recorrida, Elal vio a lo lejos a Góos. Se detuvo y la siguió con sus ojos que lo habían visto todo. O casi todo. Góos caminaba, casi podríamos decir alegremente, sobre sus patitas diminutas. Se detuvo en un campo donde había un arenal, se preparó un sitio cómodo y se echó a tomar sol. Elal se acercó un poco. Entonces Góos, con el calor del sol por arriba y el calor de la arena por debajo, empezó a adormilarse. Bostezó largo… Elal vió como una víbora, una mara y un arbusto se levantaban del suelo y eran aspirados por la bocota de la ballena… ¡Esa era la causa de tantos males! Ellal llegó hasta donde estaba Góos. —A ver… Abrí grande la boca que quiero mirar adentro, le dijo. —No, no y requetenó— le contestó Góos, más caprichosa que una mula caprichosa. Después de intentarlo un par de veces, Elal se marchó. Pero no fue muy lejos. Detrás de unas bardas puso a funcionar su gran magia y se convirtió en tábano en un instante apenas. Que para eso era Elal, el Creador. Zumbando, revoloteó alrededor de la ballena que lo único que quería en su vida era dormir. Tanto y tanto la molestó que Góos pensó: —En cuantito se me acerque a la boca, la abro grande grande y me lo como. Así no va a molestarme más… Y dicho y hecho… Apenas el tábano quedó al alcance de la boca de la ballena, ésta abrió su boca de caverna, su boca de cueva negra y ¡paf!, se lo tragó. En el interior de la ballena Elal, con forma de tábano, no veía nada. Sintió voces, murmullos. Vio sombras. Comenzó a ver imágenes borrosas en la penumbra: creyó ver un muñeco de madera, aunque no, no podía ser… De pronto Góos volvió a bostezar. Y junto a un par de peñascos, entró luz… Entonces Elal vio a la gente. Eran muchas personas: hombres, mujeres y niños. Tenían cara de aburridos. De muy aburridos. Y también vio caballos, guanacos, un puma… Como todavía Elal tenía aspecto de tábano, revoloteó por el interior de la ballena e empezó a picar aquí y allá. Góos se sacudía a cada picadura, como si tuviera hipo, hasta que, repentinamente, comenzó a toser. Una y otra vez. ¡Cof!, y cinco familias volaron al mundo exterior. ¡Cof!, y siete caballos manchados y uno blanco, pasaron volando como si buscaran la luz. 3 Proyecto Oro Viejo 2010 ¡Cof! ¡Cof! ¡Cof! y una lluvia de zorrinos, maras, armas, pieles…, hasta una tropa de guanacos, cuises y un puma salieron disparados hacia la libertad y pronto se escurrieron entre las piedras y las matas silvestres. El último en salir fue Elal, que pronto recobró su aspecto de siempre. —¡Esto no puede seguir de este modo! ¿Qué vamos a hacer con tus bostezos! Góos no tenía respuesta. Trató, inútilmente, de hacerse chiquita… —Me parece que no podés vivir en la Tierra…— y llevó a Góos hasta la orilla del mar. Allí volvió a usar sus poderes, y transformó esas patitas cortas (un poco ridículas, tengo que confesarlo) en aletas y la ayudó a zambullirse. Al comienzo Góos se sentía extraña. Pero pronto descubrió que en el mar pesaba menos, y entonces podía hacer cosas que siempre había deseado pero que, con su tamaño y su peso, era imposible. Por ejemplo, se sintió feliz cuando logró dar un salto por afuera del agua. Tuvo que prometerle a Elal que nunca más comería cosas más grandes que un camarón de los más chicos. (Me parece que Elal no le creyó del todo, porque le colocó unas barbas que no dejan pasar nada más grande que una uña. Por las dudas.) Eso sí. La tierra en la Patagonia quedó chatita chatita de tanto que Góos anduvo arrastrándose por ahí. Pero me parece que no queda nada mal. Y la ballena dejó de ser una molestia para la gente. Claro que cada vez que ve una embarcación con gente, ella se acerca para que le acaricien la cabeza. Versión de Carlos Silveyra 4