Energía Eólica y Competitividad En un artículo anterior se había expresado que un crecimiento económico sostenible estaba estrechamente vinculado a la productividad y competitividad del país y de sus empresas, y que un elemento clave de esa competitividad era que las empresas pudieran contar con fuentes de energías baratas y limpias. La energía eólica es justamente una de esas fuentes a que se hacía referencia. La Dirección Nacional de Energía estima que, para el año 2015 Uruguay será el país con mayor porcentaje de energía eólica en su matriz energética a nivel mundial. Para ese año se estima que habrá 718,6 megawatts (MW) instalados provenientes de energía eólica. Esto equivale a una inversión global estimada de 2.000 millones de dólares. A la fecha hay instalados y conectados a la red eléctrica nacional unos 50 MW, con más de 40 aerogeneradores en operación. Se puede observar entonces que la generación eléctrica a partir de la energía eólica ha llegado a Uruguay para quedarse. Pero, la pregunta relevante que se tratará de responder en este artículo se refiere a cómo esto puede contribuir a la competitividad y qué se puede aprender de experiencias exitosas que ayuden a minimizar los costos de la curva de aprendizaje en su aplicación. Si bien los expertos en la materia sostienen que el sistema energético actual basado en los combustibles fósiles es insostenible desde el punto de vista económico y medioambiental y que las tecnologías renovables son una parte primordial de la solución, la respuesta, tal vez más obvia, sea que este tipo de fuente de energía contribuye en la reducción de los costos de generación. Pero por obvia, esta razón no deja de ser muy importante. Por ejemplo, este es el argumento que se esgrimió en la última reunión de Jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea (UE) en mayo pasado para discutir la política energética europea común. La UE importó durante el 2012 unos 1.400 millones de dólares por día en combustibles fósiles, un 3,2% de su PIB. En palabras de Thomas Becker, consejero delegado de la European Wind Energy Association (EWEA): “El masivo incremento para los precios de los combustibles fósiles en los últimos 10 años, petróleo crudo, un 14%; el gas un 10% y el carbón un 8%, son el peligro real para la competitividad de Europa”. En contraste, según este experto la energía eólica ha evitado 7.300 millones de dólares de sobrecosto energético para la UE en 2010 y se estima que esa cifra sea de unos 32.400 millones en 2020. Y el factor fundamental de esa reducción de costos se debe a dos características de la fuente de energía utilizada: la de ser una fuente autóctona y gratis. Eso permite evitar importaciones de fuentes extra territorio y bajar los costos de generación con su correspondiente efecto en la ecuación de costos de las empresas. Pero, no solo eso es importante. El firme apoyo que ha tenido la energía eólica ha permitido no solo bajar los costos de generación energética, sino que ha incentivado el liderazgo tecnológico y la competitividad de muchas empresas del rubro. Además de permitir alcanzar la madurez tecnológica de las máquinas y equipos de generación eólica, ayudar a cumplir con los requisitos en materia ambiental derivados del Compromiso de Kioto, incentivar las exportaciones y a generar empleos calificados. El caso de España es especialmente significativo y se lo considera un referente mundial en este sentido. En ese país, la energía eólica ha sido el principal vector de crecimiento del sector. Esa priorización de la energía eólica ha permitido que sea cada vez más competitiva, con un descenso continuo del ratio costo/generación. Por ejemplo, en el proceso de aprendizaje español se han superado exigencias técnicas y operacionales a los generadores eólicos, como ser la conexión a los centros de control, los requisitos de huecos de tensión, el manejo de la energía activa/reactiva, la gestión de desvíos, una mejor previsión de producción eólica, unas redes de transporte mejoradas con mayores interconexiones y una mejor gestión de la demanda. Experiencias que las empresas han asimilado a su know how y que a su vez han incorporado a su cartera, generando nuevos negocios y posicionándolas a nivel global. Si bien es cierto que España ha sabido integrar con éxito una elevada penetración de energías renovables intermitentes en el sistema (principalmente la energía eólica), esto ha sido facilitado por un crecimiento de la generación flexible de gas (centrales de ciclo combinado) que sirven de respaldo en caso de necesidad y de la aplicación de primas e incentivos a este tipo de energía renovables, que en la actualidad van desde los 97 a 140 USD/MWh, y que ha sido muy criticado por algunos sectores de la sociedad. Uruguay puede aprovechar todas las enseñanzas del modelo español (en sus errores y en sus aciertos). De todas maneras, al estar la tecnología de generación eólica en plena madurez, muchos de los errores pasados que se han detectado en otras realidades no se van a repetir. Un ejemplo de ello es el bajo precio que se ha ofertado en las licitaciones que ha hecho el gobierno uruguayo para este tipo de energía. El precio del segundo llamado a licitación del gobierno en agosto de 2011 (63,5 USD/MWh) es uno de los valores más competitivos que se hayan registrado a nivel mundial, y que por lo tanto no va a generar ningún tipo de problema de desbalance financiero en su aplicación. Es decir que, se transita por el buen camino. Se debería de incentivar el adecuado traspaso de ese conocimiento generado a nivel internacional a empresas industriales nacionales y potenciar las sinergias necesarias para ayudar a que se materialicen. En conclusión, en nuestra opinión la sostenibilidad económica del nuevo paradigma energético uruguayo pasa por priorizar las tecnologías más competitivas y maduras (como es la eólica), un reparto equitativo de los costos y la incorporación de valor agregado nacional al sector. Luis Silveira - Investigador del Instituto de Competitividad