Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano padecer necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad 1 Jn. 3, 17 - 18 Bastan solo dos monedas… Hace unos días estaba preparando una reunión de niños católicos y en una lluvia de ideas surgió el tema de la generosidad. ¿Cómo se puede ser generoso en estos tiempo?, me pregunto. Y me respondo: se puede ser generoso compartiendo el tiempo para escuchar al amigo en sus tristezas y alegrías, dando un vaso de agua al que tiene sed, compartiendo el pan con el que no lo tiene... En pocas palabras, ser generoso es dirigir nuestros pensamientos y nuestro actuar hacia los demás, más que hacia uno mismo. El Colegio donde trabajo tiene un poco más de 700 alumnos. Allá por el mes de septiembre del año pasado, participamos en una campaña llamada: “POR UN MÉXICO SIN HAMBRE”. La meta era reunir en diez días la cantidad de mil kilogramos de alimento (arroz y frijol) para la gente que pasa hambre, gente muy necesitada que vive en nuestra ciudad. La campaña inició muy lenta. La cooperación era poca; sin embargo, al tercer día, Juan Pablo, un alumno de quinto grado, trajo al Colegio la increíble cantidad de 46 kilos de arroz. Su estrategia fue ingeniosa: Juan Pablo fue tocando a las puertas de las casas de todos sus vecinos pidiendo arroz y frijol para las personas necesitadas. El padre de este alumno, también hizo su parte. Prometió apoyar a Juan Pablo con un kilo de arroz por cada kilo de alimento que el niño reuniera. Y al final, valió la pena el esfuerzo: Juan Pablo juntó 23 kilos de alimento en dos tardes y su papá lo apoyó con la misma cantidad: 46 kilos en total. Obviamente, el acto de nobleza de este alumno se dio a conocer a todos los niños y se le brindó un aplauso en el patio principal de la escuela. La respuesta de los demás niños no se hizo esperar… al día siguiente, llegó una niña con más de 30 kilos que juntó usando la misma estrategia que Juan Pablo. Más de diez niños trajeron mucha ayuda al día siguiente… Wow! Todos los niños en el Colegio se “contagiaron” de entusiasmo y cada uno, en la medida de sus posibilidades, cooperó hasta alcanzar y hasta superar la meta. Hubo quien trajo él solo, más de 50 kilos de alimento. Un pequeñito trajo 4 y algunos más solo pudieron cooperar con un kilo. Cada uno dio en la medida de sus posibilidades. ¿El resultado? Al finalizar la campaña, logramos reunir más de 7,000 kilos de alimento. La meta fue superada por mucho!!! Hubo historias increíbles en medio de todo el esfuerzo. Una alumna rompió su alcancía y sacó todos sus ahorros. Los estaba juntando desde hacía dos años para ir de vacaciones a Disneylandia. Con el dinero que obtuvo compró más de 80 kilos de alimento…y todos los donó para la campaña! Definitivamente, como educadores y en el acompañamiento de los niños y jóvenes, debo tener siempre muy en cuenta que al hablar de la generosidad, estamos hablando de una manifestación del amor. La generosidad, como virtud, permite a la persona comunicar la posibilidad radical de amar en unos actos de servicio. Los motivos que tienen las personas en cada momento son diferentes pero como «Dios es Amor» el motivo final tiene que ser por amor de Dios. En la vida cotidiana nosotros mismos y nuestros alumnos necesitamos ayuda para actuar congruentemente con lo que sabemos que es nuestro fin último. Estas ayudas permiten dar sentido a nuestro ser y manifestar su inclinación hacia el bien y ponerlo por obra. Educar en la generosidad en este sentido no es opcional. Es fundamental para que la persona llegue a su plenitud y para que sirva mejor a Dios y a los demás. En el evangelio de Marcos, en el capítulo doce, aparece un hermoso pasaje de una viuda pobre que echa dos moneditas de poco valor en la limosna del Templo. Jesús, aprovecha el momento para dar una enseñanza a sus discípulos diciendo que esa viuda en su pobreza ha dado más que todos los ricos, porque la viuda no ha dado lo que le sobra, sino todo lo que tenía para vivir. A Jesús no le es indiferente cuanto podamos hacer, sobre todo, cuando son pequeñas menudencias que sólo Él ha visto y que sabrá premiar en su debido tiempo. Por eso, cuando se trata de dar, entre generosidad y codicia, bastan solamente dos monedas… eso es lo que hace la GRAN diferencia.