Comentario de una obra de arte Pórtico de la Gloria: La imagen que se nos presenta corresponde a una obra arquitectónica – escultórica, concretamente la podemos ubicar en el arte románico (S.XI – XII y XIII). Estamos en un periodo marcado por la profunda religiosidad cristiana del occidente europeo, donde prácticamente todo el legado artístico es generado por el patrocinio eclesiástico, las iglesias se convierten en una biblia en imágenes para mostrar al pueblo iletrado las “verdades de la fe”, que encontraremos siempre en función de la arquitectura y que se alojarán en los pórticos de las iglesias (como es el caso), en los ábsides o en los capiteles de las columnas. Estamos ante el Pórtico de la Gloria, fachada principal (al oeste) de la catedral de Santiago de Compostela, que se convierte durante esta época en uno de los centros de referencia para el cristianismo como lugar de peregrinación a los restos del apóstol Santiago (junto con Roma y Tierra Santa). Hoy día desde el exterior no es visible esta portada románica, ya que durante el Barroco se añade para protegerla la fachada que hoy podemos contemplar, llamada la fachada del Obradoiro. Por las características de la obra podemos decir que posee una función religiosa, en este caso el tema tratado es el juicio final según el evangelio de San Juan, algo muy habitual en las representaciones románicas. Las figuras están esculpidas en relieve y el material usado es mármol y granito. Debemos destacar la adaptación al marco de todo el conjunto, donde podemos afirmar que existe el horror vacui, con más de 200 figuras representadas que llenan el tímpano, parteluz, arquivoltas y jambas. La obra está marcada por una clara simetría que nos relaciona con la inmutabilidad y el concepto que de ahí nos lleva a lo divino y la perfección. Haremos referencia también al uso de dos modelos de perspectiva, el de primer término por el que vemos que solo se representan de cuerpo entero las figuras que se sitúan en el primer plano y la perspectiva jerárquica por la que se representan de mayor tamaño las figuras en función de su importancia, destacando en este sentido claramente la imagen central de Cristo. Puesto que se trata de una obra románica, sigue las características propias de la escultura, por lo que se transmite grandeza y majestuosidad, así como una marcada expresividad. Pero adelanta algunos de los aspectos que veremos más tarde en el Gótico. El relieve, en algunas zonas, se ha convertido casi en bulto redondo, como en el caso de Cristo o los ancianos. Las estatuas de las jambas casi se han independizado del soporte, se manifiesta un tratamiento individualizado de los personajes (rostro y cabellos). Se imprime a las figuras movimiento y dinamismo (pliegues de los vestidos) que hace que pierdan la frontalidad y la rigidez románicas, aumenta la expresión de manera que parece que se interrelacionan entre ellas e incluso sonríen. Esto último supone un gran paso hacia el naturalismo que, a partir de ahora, marcará el camino de las artes figurativas. El pórtico consta de tres vanos que coinciden con las naves de la iglesia. El programa iconográfico tiene su punto central en la figura de Cristo en el tímpano y justo debajo de él en segundo orden de importancia tenemos en el parteluz al apóstol Santiago que recibe a los peregrinos. Sobre el pedestal que acoge al apóstol aparece la Trinidad y debajo de esta el Árbol de Jesé (que representa la genealogía de la procedencia de Cristo), en el basamento la figura de Hércules entre dos leones y detrás, oculto, la representación del propio autor. Sobre el apóstol, a modo de capitel y precediendo al dintel que da paso al tímpano, aparecen representadas las tres tentaciones de Cristo. Sobre el dintel en una inscripción encontramos el nombre del autor de la obra, el maestro Mateo, lo cual es muy llamativo, ya que en el Románico no es nada usual que aparezcan las obras firmadas, aquí sin embargo aparece nombrado y esculpido como referíamos antes. El tímpano del vano principal recrea el Apocalipsis: Cristo aparece en el centro, en actitud majestuosa (Maiestas Domini), mostrando sus llagas, rodeado por los cuatro evangelistas son sus símbolos (Tetramorfos), la arquivolta muestra a los 24 ancianos del Apocalipsis tañendo instrumentos. Al lado de los evangelistas, sobre el dintel, unos ángeles portan símbolos de la Pasión, los espacios curvos acogen a los elegidos o bienaventurados. Las jambas se apoyan sobre unos pedestales con figuras de animales, en algunos casos relacionados con demonios, aplastados por la Gloria. Sobre las jambas encontramos a los apóstoles, en el pilar derecho, y a los profetas, en el pilar izquierdo. Los profetas representan el Viejo Testamento, y los Apóstoles, el Nuevo Testamento. Las dos jambas que dan al vano central, en su fuste, representan la de la izquierda a Isaac y la de la derecha la resurrección. En las jambas de los profetas destaca la figura de Daniel por su amplia sonrisa, propia de las esculturas góticas. En los laterales del pórtico, ángeles con trompetas anuncian el juicio final, su sonido congregará a los elegidos desde los cuatro puntos cardinales. En los vanos menores del pórtico, el de la derecha representa el juicio final en sus arquivoltas, con dos cabezas en el centro que podemos identificar con Cristo y un ángel (aunque hay diversas interpretaciones) en el centro, a su derecha el cielo y los salvados y a su izquierda el infierno y los condenados. En el vano de la izquierda, también sin tímpano, solo arquivoltas, se representa en el centro a dios padre y diversas escenas del Antiguo Testamento. El Pórtico de la Gloria, sin duda es una de las obras cumbres del Románico, siendo el mayor representante de la variante hispana que marca la última fase del estilo. Por su temática, es relacionable con otros grandes pórticos de esta época como el de San Lázaro de Autum, el de San Pedro de Moissac o Santa Fe de Conques, todos además relacionados con la ruta de peregrinación jacobea, pero el Pórtico de la Gloria es diferente, porque nos da paso a una nueva concepción, que nos aleja de ese Cristo castigador a otro más humano que nos muestra sus llagas, nos lleva a una mayor cercanía y realismo de las figuras y anticipa una nueva forma de entender el arte religioso que llegará con el Gótico.