[WWW.DARTAGNAN.CL] Mayo de 2016 Fijación de precios de uva vinífera: un brindis complicado. Como buen francés que soy, algo sé de vinos po´oye. Me inquieta el tema porque estamos en pleno período de fijación de precios (finales) de la uva vinífera por parte de los compradores. Nótese que hablamos de fijación de precios y no de negociación, como si fuera algo natural. Esto ya nos debería dejar “cachúos”. No se trata del poder negociador de Porter; se trata, por desgracia, de un mercado de tipo oligopolio-oligopsonio. En mi columna “Concha y Toro y su gran bondad: gato por liebre” (03/03/2016, disponible en www.estrategia.cl y www.dartagnan.cl), expuse que: a) Chile es un productor menor en el mundo, y por lo tanto, una sobre o sub producción local no le hace ni cosquillas al precio internacional; b) La uva vinífera, insumo esencial del producto final vino, tiene una función de demanda derivada de la demanda del vino y, por ende, es más inelástica que la demanda del producto final; c) Mientras más caro es el vino, el costo de la uva es bastante menor como porcentaje del producto final, y su demanda es más inelástica; d) Debería haber una relación estable y similar en los países productores de vino, entre el precio de la uva y el precio del vino a granel de una determinada calidad; e) En Chile hay una nula consideración a los precios externos por parte de los grandes compradores de vino y revistas supuestamente especializadas en las actividades del campo. Hasta hace poco, la estrategia comunicacional de las grandes viñas fue la catástrofe que causaba la sobreproducción de uva en Chile, augurando una “Dura vendimia a la vista” y santificando con ello los bajos precios pagados. La gran bondad del principal comprador hacia los pequeños productores lo motivó a comprar uva a pesar de que “no se necesitaba”, asegurando un precio mínimo de $100/kg u otras opciones. Ya expliqué el gato por liebre de tal piadosa medida. [WWW.DARTAGNAN.CL] Mayo de 2016 Si antes el problema era la (supuesta) sobreproducción, capaz que ahora el problema sea la baja producción, acentuada por el calamitoso diluvio. ¿Se dará un paso en falso, nuevamente? Sáquenme de una duda: una menor oferta, y ante una demanda inelástica constante (o incluso creciente), tiene como resultado un mayor precio, hasta por lo menos alcanzar la paridad de importación, ¿o no? Pero en un mercado imperfecto todo puede pasar. Advierto que un paso en falso de este tipo no sólo desafía a las leyes de oferta y demanda, sino también es abanicarse en las leyes de la competencia. Recordemos que existe una denuncia por abuso de posición dominante interpuesta ante la FNE por parte de Coalición Interregional de Viñateros, que representa a más del 95% de los viñateros de las regiones Metropolitana, VI, VII y VIII. Su presidenta, Yenny Llanos (aguda mosquetera con quien no he tenido el placer de dialogar en torno a un buen sangiovese) enfatiza que el promedio de $105/kg en Chile está lejos del precio pagado en California, dando cuenta de competencia desleal tanto para envasadores chilenos como de otros países. Muy delicado, porque todo el prestigio ganado se puede ir a la papelera -sin reciclaje- si los productores de vino de California u otros acusan -en tribunales extranjeros- de competencia desleal a empresas chilenas que compran vino abusando de su posición dominante. Por favor tomen nota los bien pagados señores Directores, porque por ahorrase unas chauchas, la gracia puede salir cara. Yo nos les diré nada a mis celosos compatriotas franceses, por ahora. Como referencia, según el USDA, en 2015 los precios promedios por kilo de uva en California (que aún a la baja, produce más del doble que el peak en Chile) fueron US$0,78 y US$0,54 para cepas tintos y blancos, respectivamente. Es decir, unos $517 y $356 el kilo. Pero esos son precios promedios. Muchas de nuestras viñas producen uvas para vinos de buena calidad. Para los distritos de Sonoma y Napa en California, por ejemplo, estamos hablando que los precios promedio por kilo fueron US$4,86 (unos $3.210) para Cabernet Sauvignon, US$2,2 (unos $1.450) para Chardonay, y en torno a US$2,5 (unos $1.650) para Carmenere y Merlot. Ojo, para que no nos vendan la “pescá” que los precios en California cayeron, dicha caída fue menor que la revaluación del dólar a nivel internacional. Y, en todo caso, en el contexto que estamos hablando, la tendencia es absolutamente secundaria al desenfocado nivel de precios interno. No me vengan a contar cuentos. El costo de este mercado imperfecto no es solo la gran transferencia unilateral de riqueza desde los pequeños productores de uva hacia los compradoresproductores de vino, que se cuentan con los dedos de una mano (y sobran). Las señales distorsionadas de precios afectan las decisiones de inversión y asignación de recursos: mientras Chile debería aprovechar sus ventajas comparativas y aumentar drásticamente las hectáreas de uva vinífera, la [WWW.DARTAGNAN.CL] Mayo de 2016 superficie plantada ha disminuido, reconvirtiéndose a otros productos más rentables. A los precios internacionales que corresponden, estaríamos hablando de otra industria del vino en Chile. Tremenda embarradita. Este serio embrollo puede ser una oportunidad o una amenaza para los principales compradores de uva. Oportunidad, para que corrijan esta situación y salgan ganando, incluso con brindis con la FNE que los tiene bajo la lupa: que el precio a pagar a los productores de uva en la cosecha actual sea el equivalente internacional; no se trata de solo un reajuste (porcentual) en los precios, sino más bien un ajuste importante (de nivel), pero sería un verdadero “pedir perdón”, una señal efectiva que garantiza el primer paso hacia mercados competitivos, cuyas reglas imperarán en todo el mundo, tarde o temprano. Amenaza, si eligen el ancho camino de la cortada, la excusa y los subterfugios, e insisten en analizar el mercado chileno encapsulándolo del resto del mundo y se refugian en el discurso de “que el mercado ha operado así por siglos”. El Directorio podría beber un trago del vino más amargo y encontrarse en la incómoda situación de dar explicaciones a sus accionistas, entre otros, si, ante pruebas de que esta integración vertical ha sido nefasta para la competencia, se obligue a dividir la empresa en dos, separando el negocio de la producción de uva y el de la elaboración y comercialización de vino, con el fin de garantizar correctos precios de transferencia. Finalmente, y tan de moda que están, unas capacitaciones en cursos de competencia (pero cursos de los buenos) bien podrían ayudar a Directores y ejecutivos a pensar en su futuro, mire que alegar ignorancia en estos tiempos – maña también de moda- es muy peligroso. www.dartagnan.cl