Laura Minguzzi La historia rechazada, historia como vida significante1 Antes de que empezáramos a escribir, imaginé un texto colectivo de historias individuales como lecho por el que fluye el río de la historia viviente, que es nuestra historia. La historicidad de la figura de la historiadora nos fortalece, nos une en un vínculo y en una libertad que crea un horizonte y nos hace de guía, un camino que encauza la pasión, da unidad al tiempo. Según María Zambrano, recuperada por Milagros, el camino es un método fluido que deja pasar el color, el sabor, el calor de la historia y lo contrapone al paradigma racional que olvida los contextos y los sentimientos. En el lecho de la historia viviente de Marirì yo recupero mi historia. Mi hermano negacionista no quiere recordar. Quiere la cancelación de la muerte violenta de nuestra madre, pero cubierta por un recuerdo formal. Lleva las flores al cementerio una vez al año, mantiene en orden la tumba familiar. A mis preguntas responde: “No sé, no me acuerdo… Déjalo, no sirve para nada hablar de eso…”. También mi madre se quedó huérfana cuando era muy joven. Su madre se llamaba Rosa. Pero es lo único que sé. No hay fotografías. Mi hermano, que la conoció porque es mucho mayor que yo, no quiere recordar, no quiere responder a mis preguntas. El mismo negacionismo sirve para su propia contribución a la muerte del mar. Ya no hay peces, el Adriático norte es un mar muerto. Aguas muertas, pero él, que trabajó como obrero técnico especializado, ahora jubilado, en una fábrica química, ¡no tiene nada que ver con eso! Quería dedicarse a la pesca, su afición favorita, al jubilarse, pero ahora descubre que cuando sale al mar no pesca nada o casi nada. Pero no ve la conexión. Y, sin embargo, cuando en los años sesenta decidió abandonar la tierra, el campo, la casa recién construida para él, que iba a casarse, pues prefería la ciudad y el trabajo en la fábrica química, mi madre se opuso, se resistió y cayó en DUODA Estudis de la Diferència Sexual / Estudios de la Diferencia Sexual 40 | 2011 un estado de profunda depresión. Al cabo de unos años se suicidó. Ella no quiso doblegarse a la voluntad superior de la industrialización forzada a costa de la agricultura. Ella amaba la belleza del campo: cultivar la tierra, el huerto, cuidar los animales, las vacas, las gallinas, los conejos, el cerdo, el asno… Ir al mercado a vender los productos de la tierra, los quesos que elaboraba ella misma con la leche fresca que ordeñaba… era su vida. Lo irrenunciable para ella. De pequeña yo miraba maravillada cómo ella ordeñaba las vacas y hacía los quesos. Se comunicaba con quien no tenía un logos, una palabra; de hecho, no le gustaba demasiado hablar, se expresaba haciendo crecer plantas y animales. Era su manera de expresarse, o tal vez una filosofía de vida; no era sólo el apego al lugar, era logos, “el logos del Manzanares”; era razón pero razón de amor.2 No conseguía imaginarse un futuro diferente para sí misma. Aunque para mí deseaba los estudios, la universidad, porque veía que era lo que yo prefería. Cuando leía o estudiaba no me interrumpía nunca y estaba contenta, no me pedía que la ayudara en las labores domésticas. A las cinco solía traerme té con galletas a mi habitación mientras yo hacía los deberes y estudiaba. Quién sabe dónde habría aprendido esa costumbre inglesa. ¡Ella, que era tan analfabeta! Un doble sí a su manera, pero desgarrador porque mi hermano lo planteó como un dilema. Él, en realidad, se oponía a su deseo y al mío. Al suyo, de vivir en el campo y labrar la tierra; al mío, de seguir estudiando. Él ya me había colocado en un papel secundario de hija mujer, de hermana que no debe tener pretensiones, que no puede irse de casa para estudiar, imaginarse un futuro propio. Contradicción desgarradora, irresoluble. Él era el hijo hombre, el primogénito, que quería imponer su voluntad, su propia imagen del futuro. Ella no tenía suficiente autoridad para impedir la venta de la tierra, de la casa, necesaria para que todos nos mudáramos a la ciudad. Así, yo pude seguir estudiando a costa de la muerte, de su sacrificio. Pues sí, el sentimiento de culpa de todos por no haber sabido evitar que el conflicto se transformase en tragedia fue lo que permitió que yo fuera a Venecia con algunas amigas, donde juntas continu- 67 La història vivent / La historia viviente, Tema monogràfic Laura Minguzzi amos los estudios lingüísticos en la universidad Cà Foscari, o sea que pudimos realizar nuestro deseo común. Por eso no puedo permitir la cancelación de su historia, la historia de mi madre. Siento la necesidad y el deseo de hacerle justicia. Pero ¿cómo introducir plenamente mi historia en la narración de la historia de la Italia de la posguerra, que fue la violenta transformación de un país agrícola a un país industrial? Pero ¿a qué precio se consiguió la modernidad? El precio de esa industrialización forzada nunca se ha calculado. Yo he empezado a echar cuentas a partir de mi historia. Y en la partida doble de la vida considero una grave pérdida, incalculable, la pérdida de mi madre, Eva, cuando yo sólo tenía veinte años. Un nudo irresuelto que ha abierto un agujero en mis entrañas, donde yo caigo de repente, de forma impredecible; como me ocurrió, sin duda no por casualidad, en una cena de cumpleaños en la que el anfitrión, un militar jubilado, hablando de su pasado, nos enseñó a los comensales, con orgullo, su fusil de ordenanza; al verlo yo reviví la escena de mi madre que se quita la vida con la escopeta de caza de mi padre, y de repente me transformé en un cuerpo de dolor, agredí al anfitrión como una furia, a él, que con inocencia enseñaba su trofeo de guerra y no entendía mi reacción, a sus ojos desmesurada, anómala. Nudo irresuelto que ha creado una zona de sombra donde se introduce constantemente la duda sobre el presente que estoy viviendo, que a veces ha tomado la forma del laberinto, donde yo pierdo la orientación hasta que renace el deseo del retorno a la fuente maravillosa del origen, del nacimiento. El deseo de un nuevo inicio, donde sea comprendido el deseo de mi madre. Sólo así puede reescribirse una nueva historia, reviviendo aquel episodio y, en aquella bifurcación, conseguir que hoy enfilemos un camino diferente, que contemple al mismo tiempo nuestros dos deseos, en tensión, no en una contradicción excluyente. Una reanudación del punto de giro, de ruptura, con un lenguaje atento a la vida, capaz de hacerse cargo y rescatar las circunstancias también aparentemente DUODA Estudis de la Diferència Sexual / Estudios de la Diferencia Sexual 40 | 2011 insignificantes, como insignificante parece el pequeño río Lamone, el Manzanares del pueblo en el que nací, Torri di Mezzano. Una civilización en la que el río esté en el centro, con sus aguas limpias, donde una podía zambullirse en verano. Yo y mi madre con nuestros dos deseos no podíamos estar más alejadas, pero un punto nos unía: el amor por la cultura y por la tierra y el mundo animal que requieren una cultura, un saber. La elección de mi hermano por el trabajo en la fábrica química de la ciudad, en Rávena, era el símbolo de una civilización en las antípodas, destructora, aunque para él, comprendo hoy, fuera una elección para liberarse del trabajo de la tierra, que no amaba. No avergonzarse del propio origen. Una alumna mía de origen francés, madre francesa y padre italiano, una vez escribió que de pequeña se avergonzaba de ser bilingüe y quería ser igual a los demás, se esforzaba por esconder el origen, la fuente maravillosa. Luego un día descubrió que poseía una riqueza, conocer dos lenguas, y salió de la caverna, del laberinto. Negar el propio origen desorienta. “Los caminos, cuando no quieren llegar a ninguna parte, se hacen laberintos.”3 Así pues, de adolescente también yo tuve la tentación del negacionismo. Intentaba ocultar a mis compañeras de clase, chicas de ciudad, mis orígenes campesinos. Me daban vergüenza. Pero vestía la ropa de ciudad con inseguridad, solía perderme por las calles, me faltaba orientación. Subía siempre a los autobuses que iban en dirección contraria. Hoy a veces me ocurre cuando no estoy plenamente convencida de ir a algún sitio, cuando no me convence plenamente una meta propuesta. Inevitablemente subo al tren equivocado, pierdo el avión, etc. Son señales de la voz de las entrañas que nunca ha sido acallada completamente y que se manifiesta. Es su manera de hacerme pensar, hacerme cambiar de camino, romper los límites del yo, escuchar otras cosas, otras razones que habitan en la oscuridad, la sombra, e intentan hacerse oír, para no caer en el olvido. 69 La història vivent / La historia viviente, Tema monogràfic Laura Minguzzi ¿Por qué mi hermano no quiere recordar? ¿A quién le interesa el olvido? A quienes no quieren reconocer, pagar una deuda al origen, al propio nacimiento, generalmente a quienes tienen un poder simbólico que defender. Mi hermano defendía su propia elección de mundo contra su, mi madre, y contra mí, su hermana, recurriendo a métodos violentos. La ciencia médica estaba de su parte. El cuidado de la depresión de mi madre fue feroz, como lo fue en esa época la difusión masiva del electrochoque, sobre todo contra las mujeres que se resistían a las elecciones de la familia patriarcal. Recuerdo un ir y venir de los hospitales psiquiátricos de Bolonia desde cuando yo tenía 11-12 años y asistía, sin entenderlo, a sus altibajos, a las crisis que se sucedían. Mi tía Luciana me contó después que ella intentó oponerse, protestaba, pero nadie la escuchó. Ni los médicos, ni los familiares que se encomendaban totalmente a la autoridad científica, encarnada por los médicos. Inconscientemente fue un matricidio por su parte, que permitieron ese tipo de terapias. Terapias crueles que perjudicaban tanto a las mujeres comunes, de “vidas infinitamente oscuras” como mi madre, como a las mujeres burguesas, apartadas de la vida y ocultas a la vista “sensible” del mundo civilizado e instruido de la clase burguesa. El Círculo de la Rosa: lugar público e íntimo. El Círculo, del que soy presidenta desde el año 2001, pero también antes, desde su fundación en 1990, ha sido el lugar principal de relaciones en presencia, en todos los sentidos, abierto primero sólo a las mujeres socias y sus amigas y luego también a socios o amigos de las socias. Mujeres de todas las edades, todos los orígenes sociales, todas las culturas o nacionalidades. La política, la palabra intercambiada también en la mesa, el ágape, ha dado y da momentos de ser contingentes e inmortales. La idea de la buena comida intercambiada, del cuidado del cuerpo y la necesidad de política, de simbólico, de ser más allá, comunican la imagen precisa de lo que, para mí, han significado y significan política de las mujeres e historia viviente. DUODA Estudis de la Diferència Sexual / Estudios de la Diferencia Sexual 40 | 2011 Mi práctica en el círculo, lugar público, pero también íntimo, puede definirse también como una forma de pagar una deuda simbólica. Un resarcimiento a mi madre, una especie de expiación/rescate, un hacerle justicia. He experimentado el placer y también el sufrimiento de la fusionalidad, del intenso vínculo con la otra, el otro, que proporciona la pasión política cuando la necesidad y el deseo se funden y no hay distinción nítida entre el propio deseo y el de la otra-o. Un gran impulso a la acción, un sentirse en el centro de una gran empresa, un sentimiento totalizador que consume y nos deja también agotadas y desilusionadas al primer conflicto. Un sentido de plenitud, de alegría, en ocasiones, se ha transformado en una dolorosa necesidad de resarcimiento que me llevaba siempre a la primera pérdida, a la falta, al nudo inicial del vacío dejado por la muerte de mi madre. La angustia de la orfandad, que significa estar sin mediación en el mundo. Cualquier fracaso se convertía entonces en sinónimo de muerte, cualquier conflicto, angustia de abandono; era como revivir cada vez la misma situación. El agujero en las entrañas que sentí palpable en el momento en que me comunicaron la noticia de su muerte. Me culpabilizaba, me sentía responsable de su muerte como si hubiese traicionado sus expectativas; pasivamente padecía la tormenta de los acontecimientos, sin tener la fuerza para reaccionar. Era una no aceptación de la realidad que tenía raíces en la orfandad real. ¿Algo en común con el agujero en la capa de ozono provocado por la industria química? Pensando en mi hermano, que trabajó durante años en el sector de la química, y en las hipótesis actuales (pienso en particular en la joven escritora Valentina Francolino4) de que pueda haber alguna correlación entre contaminación atmosférica del planeta y falta de conciencia por parte masculina de su interioridad, de su mundo interior, veo que tal vez haya una conexión entre la enfermedad del planeta Tierra y mi agujero en las entrañas. Pero cuando cambié de sentido su gesto y lo leí como un acto de libertad, lo negativo, el sentimiento de injusticia, 71 La història vivent / La historia viviente, Tema monogràfic Laura Minguzzi de exclusión, la rabia, la falta de palabra, el grumo oscuro, el agujero en las entrañas, bajo la lente de la práctica de la palabra intercambiada y a la luz de la experiencia positiva de la amistad política, me condujeron al cambio. Historia de nuestra Comunidad. Mis perplejidades. Cuando Luciana y Marirì propusieron que nombráramos nuestro grupo de investigación, yo estaba más bien perpleja. Nunca he sabido poner en palabras claras y definitivas mi sentimiento de no plena satisfacción por la palabra propuesta. La palabra comunidad evocaba en mí una maraña de sensaciones que no conseguía comunicar con claridad. Me generaba emociones negativas. Recuerdos de la historia que había estudiado en la escuela, de comunidades que vivían en pueblos, campesinos rusos, que se inspiraban en la religión ortodoxa y vivían en mundos cerrados, cultivando las tradiciones del pasado, sin deseo de intercambios, de transformaciones. Recuerdos de lazos de sangre, de parentesco, vínculos con el suelo, el territorio, que sólo de pensar en ellos me cerraban el horizonte y me generaban una sensación de ahogo. Me faltaba la respiración. Temía caer en la fusionalidad que impide lo nuevo y el cambio. Tal vez era el nudo irresuelto de mi historia personal que me apretaba en la garganta y me pedía ser escuchado. En aquel período la palabra estaba de moda, nacían comunidades de todo tipo; un ejemplo por todos: la Comunidad de Filosofía de Verona Diótima. Junto al trabajo político de historia en la comunidad yo siempre he sentido la necesidad y el deseo de política en los lugares que durante años he sostenido y creado con otras. En los años setenta en Bolonia, luego en los años ochenta en Parma, en la Biblioteca de las Mujeres, y a partir de los años noventa en Milán, en la Librería y el Círculo de la Rosa. La dialéctica entre las dos dimensiones, la tensión entre los dos tiempos: el presente y el pasado, el intercambio, también conflictivo, entre las dos prácticas ha producido la metamorfosis: una nueva idea de comunidad de historia que me ha permitido ir a mis raíces, a mis orígenes. El amor por la investigación histórica de mujeres del pasado, motivada por un deseo subjetivo de historia DUODA Estudis de la Diferència Sexual / Estudios de la Diferencia Sexual 40 | 2011 femenina, ha trabajado en profundidad disgregando los fundamentos de la genealogía masculina y dando visibilidad y ciudadanía a las entrañas, al grumo oscuro que quería ocultarse en mí como en las otras.5 El cambio Palabras que resuenan de una a otra más allá de las reuniones, más allá de los encuentros con otras historiadoras, más allá de la propia comunidad, y se dirigen al mundo para romper la separación entre comunidad y mundo. No hay un procedimiento paralelo sino intercambio. El cambio de nombre y de nuestra práctica en 2006, nuestro viraje, que fue también una mutación interior, se ha cruzado con un fenómeno del tiempo presente, en el que la palabra comunidad ha tomado el cariz del miedo al otro, del localismo, del folclore, de la historia insignificante, atravesando una necesidad popular, de gente sin palabra, que, sin embargo, teme perder su propia historia en el ruidoso y veloz estruendo de la globalización. Nosotras, en cambio, con una mirada amplia y puntual hemos conseguido transformar los aspectos dañinos y destructivos en deseo de palabra sobre una misma y sobre los nudos de la propia historia. Mi angustia recurrente, mi rabia por el abandono violento, imprevisto que había sufrido, mi orfandad, reinterpretada como gesto de libertad en una narración colectiva, con la ayuda de las palabras de las otras del grupo, me ha dado las palabras adecuadas para no padecer las palabras interpretativas de los otros y no perder con mi historia el mundo entero. Podría decir que nuestra modalidad de hacer historia es un camino no triste. La alegría de recordar es una recreación del sentido del pasado, una reinterpretación simbólica de la realidad. Por eso la elección de la palabra camino se contrapone a paradigma, palabra que utiliza la historiografía tradicional; la que se refiere a la genealogía masculina, inspirada en los acontecimientos que otorgan poder sobre el mundo y dominio/control sobre las vidas de los otros, y que para nosotras es restrictiva; un achatamiento en pará- 73 La història vivent / La historia viviente, Tema monogràfic Laura Minguzzi metros lineales de espacio-tiempo que nosotras, historia viviente, sustituimos con una práctica histórica que es camino,6 y que asume la imagen de un lugar-tiempo, lugar en el tiempo, y las formas de cuerpos deseantes, pensantes, y de relaciones de diferencia, es decir, con hombres, donde los sentimientos señalen aspectos de la mutación de la realidad para desenmarañar el embrollo identitario entre historia y poder, y así recoger, rehuyendo la historia que se reduce al poder, el saber que nace de la historia viviente que inventa libertad para todos. notas: 1 María Zambrano, De la Aurora, Tabla Rasa, 2004, pág. 138. 2 Ibídem, pág. 190. 3 María Zambrano, Hacia un saber sobre el alma, Alianza, 2000, pág. 140. 4 Valentina Francolino, Il ventre della terra, Gingko edizioni, 2008, Bolonia. 5 Elena Pulcini, La cura del mondo, Bollati Boringhieri, 2009, pág.67-76. 6 Laura Minguzzi, “La strada si crea camminando”, pág. 84, en Cambia il mondo e cambia la storia, Atti del Convegno della Comunità di pratica e riflessione pedagogica e di ricerca storica a cura di Marina Santini, 29 de septiembre de 2001, Casa della cultura, Milán. 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