Crisis 29 HMC 1. Resume los dos textos: •Texto A: ¿cómo explica la crisis? ¿Qué fases señala? ¿Qué causas encuentra? ¿La crisis fue coyuntural o estructural?. Explica las diferencias entre coyuntura y estructura. •Texto B: ¿cómo explica la crisis? ¿Qué fases señala? Señala cuatro factores por los que, según el texto, la crisis pasó de ser coyuntural a estructural. Explícalos. ¿Cómo explica el texto el nuevo papel del Estado? 2. ¿A qué causas internas se refiere el texto A, en su segundo párrafo? 3. Compara las dos visiones de la crisis: •Señala las diferencias •Intenta explicar los intereses políticos que pudiesen encontrarse tras estas dos interpretaciones. 4. El texto A habla, en su primer párrafo de «una recesión cíclica normal», ¿a qué se refiere?. 5. Esquemáticamente señala los factores que nos permiten hablar de una crisis estructural de 1929. 6. De las ideas expuestas en el texto B, señala que medidas para salir de la crisis podrían deducirse. 7. Trata de identificar el texto B. 8. Todos los países tendieron a externalizar las consecuencias de la cisis, especialmente los países centrales. Unos lo consiguieron y otros no, y unos lo hicieron sobre la base de su imperio colonial y otros sobre la de la necesidad de la creación de un espacio dependiente. Realiza un breve esquema sobre este asunto. 9. Explica las causas económicas del nazismo. Crisis 29 HMC A En un sentido amplio, la causa primera de la Gran Depresión fue la guerra de 1914-1918. Sin la guerra, no se hubiera producido una depresión de análoga dimensión. Hubiera podido producirse una recesión cíclica normal, pero, con la periodicidad habitual, este reajuste incluso no se habría localizado probable- mente en esta época particular, y no se habría transformado en la Gran Depresión. La Gran Depresión constituyó un proceso en dos etapas, compuestas de varias fases. Nosotros tuvimos una recesión normal debido a causas internas, que se inicia con el crack bursátil de octubre de 1928, y nos encontrábamos en camino de recuperarnos cuando las dificultades europeas se alzaron con la fuerza de un huracán y nos alcanzaron en abril de 1931. Así, la Gran Depresión no había comenzado verdaderamente en Estados Unidos antes del hundimiento europeo. Se ha afirmado que el crack bursátil americano había demolido la economía mundial. De hecho no es así. Un estudio de la Oficina Nacional de Investigación Económica afirma: "varios países habían entrado en una fase de recesión en 1927 y en 1928, bastante antes de la fecha tomada de ordinario para marcar el comienzo de la crisis en Estados Unidos, es decir, el crack de Wall Street en octubre de 1929." El informe enumera entre los países que se encontraban en una fase de recesión antes del crack bursátil americano a Bolivia, Australia, Alemania, Brasil, India y Bulgaria (...). Gran Bretaña, Canadá, Holanda, Suecia y Japón se encontraban también en recesión antes del crack bursátil (...), Francia también había mostrado signos de quiebra antes del crack americano. El índice del curso de las acciones francesas hacía caído de 543 en enero a 491 en junio. En todo el mundo, vastas zonas no son muy sensibles a las fluctuaciones económicas, como China, Rusia, Asia central y África central. Si no se tiene en cuenta a estos países, la situación económica mundial ha comenzado a declinar en más de las cuatro quintas partes de las naciones que son sensibles a tales fluctuaciones, antes del comienzo de la recesión americana. Nosotros no podíamos dejar de ser afectados por estas fuerzas que, en otros lugares del mundo, engendraron una degradación de la situación económica. Nuestro punto débil inmediato era la orgía de especulación bursátil que comenzaba a hundirse en octubre de 1929. La inflación que conlleva esta situación fue una causa importante de nuestras propias dificultades. Las causas secundarias nacieron de ocho años de producción creciente. Gracias al dinamismo de nuestro espíritu de invención y de empresa, habíamos elevado nuestra producción por cabeza a niveles todavía desconocidos en el mundo (...). De este progreso se derivan distorsiones, algunos reajustes se produjeron necesariamente. Durante los diecisiete primeros meses, la intensidad de la recesión no era tal que constituyese una depresión mayor; nuestra fuerza interna nos permitía comenzar a entrar ciertamente en convalecencia durante los tres primeros meses de 1931. Si ninguna influencia externa nos hubiera afectado, es cierto que habríamos salido a poco de la depresión. El gran centro de la tempestad fue Europa. Esta tempestad se puso en marcha lentamente hasta la primavera de 1931, fecha en la que estalla bajo la forma de un tifón financiero. En este momento, las enormes destrucciones de la guerra, las consecuencias económicas del Tratado de Versalles, de las revoluciones, de los presupuestos en desequilibrio, los gastos de armamento fuertemente aumentados, la inflación, la superproducción gigantesca de caucho, de café y de otras materias primas engendrada por el exceso de controles artificiales del mercado, y de otras numerosas consecuencias de la guerra [...], acabaron por hacer inútiles todos los esfuerzos que tendían a contener estas fuerzas explosivas. Las heridas de Europa eran tan profundas, que el hundimiento total de la mayor parte de las economías europeas, a mediados de 1931, nos hunde en los abismos nunca vistos desde nuestras depresiones de 1820, ]837 y 1872. Es interesante hacer notar que la época en la que se ha producido la depresión europea correspondía al ritmo aproximadamente decenal de los hundimientos económicos que siguieron a las guerras napoleónicas y las guerras de los años 1860 y 1870 en Europa y en América. Crisis 29 HMC B Una mirada a la situación actual, nos da idea con claridad de que la igualdad de oportunidades ya no existe. Nuestras estructuras industriales han sido definitivamente construidas; el problema, pues, es si en determinadas condiciones pueden ser reconstruidas. Nuestra última frontera ha sido alcanzada hace tiempo, y prácticamente ya no hay tierra libre. Más de la mitad de nuestro pueblo no vive en las granjas o en las tierras y no puede lograr un modo de vida cultivando su propiedad. No hay una válvula de seguridad para quienes se han lanzado a trabajar las praderas del oeste, porque las maquinarias económicas del norte, pueden inventar una nueva salida. No estamos autorizados a invitar a la emigración de Europa para que comparta nuestra abundancia sin fin. Ahora nos preocupamos en buscar una vida segura para nuestro pueblo. Nuestro sistema de elevar constantemente las tarifas se ha vuelto al fin contra nosotros, hasta el punto de cerrar nuestra frontera canadiense en el norte, nuestros mercados europeos en el este y varios de nuestros mercados latinoamericanos en el sur, y una buena parte de nuestros mercados del Pacífico en el oeste, por causa de las tarifas protectoras de esos países. Ha forzado a varias de nuestras grandes instituciones industriales que exportaban el exceso de producción a esos países, a establecer instalaciones en ellos, dentro de los muros arancelarios. Esto ha producido la reducción de la actividad de las fábricas americanas y de las oportunidades de empleo. Desde el momento en que ha cesado la libertad de la pequeña empresa, también la oportunidad en los negocios ha disminuido. Es aún cierto que los hombres pueden emprender pequeñas empresas, confiando en la astucia natural y en la capacidad de mantenerse al lado de los competidores; pero sector tras sector ha quedado ocupado casi totalmente por las grandes corporaciones, e incluso el campo, del que aún no se habían preocupado. El pequeño terrateniente empieza a estar en desventaja. Las estadísticas en las tres últimas décadas demuestran que el hombre de negocios independiente corre en una carrera perdida. Tal vez su destino sea ese; tal vez no pueda pedir crédito; tal vez quede «estrujado» según palabras de mister Wilson, por ciertas corporaciones muy organizadas de competidores, como puede decíroslo el tendero de la esquina. Últimamente se ha hecho un estudio cuidadoso de la concentración de negocios en los Estados Unidos. Demostró que nuestra vida económica estaba dominada por unas seiscientas compañías, que controlaban a los dos tercios de la industria americana. Diez millones de hombres de negocios de poca importancia, dividían el otro tercio. Aún más curioso es, al parecer que si el proceso de concentración continúa en el mismo nivel, al final de este siglo tendremos a toda la industria americana controlada por una docena de corporaciones, y dirigida por unos cien hombres tal vez. Desdichadamente vamos inexorablemente hacia una economía oligárquica si no nos preocupamos de evitarlo. Evidentemente, todo esto pide un reajuste de los valores. Un mero constructor de varias plantas industriales, un creador de varios sistemas de ferrocarriles, un organizador de varias corporaciones, es más un peligro que una ayuda. El día del gran promotor o bien del titán financiero, en quien se confía totalmente con tal que quiera construir o desarrollar, ha pasado. Nuestra tarea consiste ahora no en descubrir o explotar los recursos naturales, o producir necesariamente más mercancías. Es mucho más sobria y menos dramática, ya que consiste en administrar los recursos y las instalaciones que tenemos, o tratar de reestablecer los mercados exteriores para nuestra producción excesiva, enfrentándonos con los problemas de la falta de consumo o bien adecuar la producción al consumo, distribuir la riqueza y los productos de modo más equitativo, adaptando las organizaciones económicas que existen al servicio del pueblo. El día de la administración ilustrada ha llegado. Lo mismo que en tiempos antiguos el gobierno central fue el primer puerto de refugio y después de una amenaza, ahora en un sistema económico más directo la unidad financiera central y ambiciosa, ya no continúa siendo un servidor del deseo nacional, sino un peligro. Pensamos en cómo y por qué el gobierno nacional se convirtió en un amenaza en el siglo XVIII, pero no abandonamos el principio del gobierno nacional. Tampoco hoy hemos de abandonar el principio de una unidad económicamente fuerte, llamada compañía, solamente porque su poder es susceptible de un abuso fácil. En otras épocas tratamos del problema del mal gobierno central ambicioso, modificándolo Crisis 29 HMC gradualmente en un gobierno democrático constitucional. Así hoy modificaremos y controlaremos nuestras unidades económicas. TEXTO 3 Los americanos, el gobierno y la mayoría del pueblo, adoptaron el punto de vista de que los empréstitos eran operaciones comerciales. Se los consideraba como no asimilables a unas contribuciones aportadas para una causa común. Rehusaban totalmente tener en cuenta los elementos de orden sentimental o moral. Los Gabinetes Harding y Coolidge habían fijado en principio que los deudores debían pagar por completo, salvo el caso en que el pago integral fuese, de toda evidencia, por encima de sus posibilidades. La opinión pública americana se sentía aún fortalecida por el hecho de que los aliados europeos habían recibido importantes ventajas territoriales en Europa y en las colonias, mientras los Estados Unidos habían rehusado la más pequeña parte de los frutos de la victoria común. Francia había recobrado la Alsacia-Lorena y adquirido el Camerún y Siria. Italia había anexionado Trieste y el Trentino y se había apoderado de Fiume. Gran Bretaña había tomado el África Oriental y el sudoeste africano alemanes, con otros mandatos en Asia, comprendiendo Palestina y el Irak. América no había recibido ni un metro cuadrado de territorio, ni un dólar de indemnización. Europa, al contrario, olvidaba el aspecto legal de los hechos, para no considerar sino lo que ella juzgaba ser la interpretación moral de los mismos. Alegaba que la guerra mundial había sido una operación colectiva, en la que América había tenido un interés en todo momento. Pretendía que permaneciendo neutrales durante tres años, los Estados Unidos habían dejado, de hecho, a los demás beligerantes el cuidado de batirse en su lugar. Así, la tardía entrada en guerra de los americanos había impuesto pérdidas desproporcionadas a los otros adversarios de Alemania. Sobre esta base, Europa comparaba sus pérdidas en hombres y bienes con las de América. Afirmaba que había pagado en sangre y riquezas un precio que representaba el coste de la neutralidad americana. Si ella había pedido prestadas grandes sumas a los Estados Unidos después de su entrada en la guerra, tales préstamos eran la consecuencia inevitable de una lucha llevada durante tres años sin la ayuda de América. Lo menos que se podría decir fue que los préstamos representaban una compensación obligada, y su anulación por los Estados Unidos no sería más que un acto de justicia. Esta manera de ver las cosas era general en Europa. Tenía, naturalmente, matices según los países. Los franceses invocaban sus 1 400 000 muertos y la devastación de los departamentos invadidos. Repetían que Francia había pagado largamente su parte en sangre y en ruinas. Una invitación a pagar aún y en oro les parecía como el colmo de la injusticia e incluso de la inmoralidad. Los ingleses, aprobando el principio fundamental, se colocaban en un punto de vista más práctico. Para ellos, las deudas de guerra y las reparaciones eran obstáculos al restablecimiento de la vida económica normal en el mundo entero. América, como Inglaterra, era una nación comerciante; estaba interesada en la reapertura de los mercados y en la restauración del poder adquisitivo de todos los países. Pero este renacimiento era imposible mientras la corriente ordinaria del comercio internacional estuviese trabada por la situación anormal resultante de tan enormes pagos como los de las reparaciones y las deudas interaliadas. La anulación era, pues, para los franceses un acto de justicia y para los ingleses casi un deber de buena política. Este punto de vista se encontraba en la tesis de Keynes, en la Nota Balfour, y estaba en la base de toda la concepción británica. Así, los ingleses, a quienes sus aliados adeudaban sumas considerables y que tenían derecho a cerca de un cuarto de las restituciones alemanas, no han cesado de pedir la anulación general de las deudas interaliadas y la reducción correlativa de la deuda alemana. Crisis 29 HMC Habiendo rechazado el pueblo de los Estados Unidos la tesis francesa como desprovista de todo fundamento moral, y la tesis británica porque imponía a América todos los gastos de esta operación general de anulación, los deudores europeos se encontraron ante el hecho de que América quería cobrar. Supieron también que América les notificaba la intención de rechazar el acceso de sus mercados financieros a todas las naciones que rehusasen consolidar sus deudas e iniciar los pagos. Pero, en este momento, los préstamos americanos eran todavía el fundamento de toda reconstrucción europea. Los ingleses no podían volver la libra a la par, los belgas estabilizar su divisa, los italianos poner en orden sus finanzas, sin realizar nuevos empréstitos a América. Francia se encontraba ante las consecuencias inevitables de un largo período de inflación. El gobierno de los Estados Unidos disponía por consiguiente de un poder de constreñimiento, y cuando en 1922 manifestó la intención de utilizarlo, los cuatro países en cuestión comenzaron las negociaciones, que terminaron con la firma de tratados estableciendo las modalidades de pago. Juzgándolos simplemente como transacciones comerciales corrientes, esos cuatro acuerdos no podrían ser condenados como irrazonables o injustos. Así, mientras el capital primitivo se elevaba a diez mil millones de dólares, a los. cuales se añadían más de dos mil millones de intereses, el total general de las deudas, tal como fueron fijadas por los distintos acuerdos, no fue sino de siete mil millones de dólares. Para los italianos, la reducción de la suma prestada alcanzaba casi los dos tercios, mientras que para los franceses y los belgas era de poco más de la mitad. Por otra parte, se habían tenido en cuenta las crisis interiores de todos los países fijando las primeras entregas en cifras poco elevadas. F. H. SIMONDS: Histoire de l'Europe d'apres guerre, de Versailles au lendemain de Locarno (París 1929), págs. 276-278. Guión: 1. Explica las diferentes concepciones a las que dio lugar el tema de la devolución de los préstamos y créditos de guerra. 2. Explica la importancia económicas que el tema de las reparaciones. 3. Explica la importancia económica del endeudamiento de las economías europeas. Crisis 29 HMC