tiempo “virtual”, como cuando uno está aquí y

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tiempo “virtual”, como cuando uno está aquí y
ahora pero pudiendo traer un hecho o fenómeno,
ocurrido miles de años atrás o distante millones
de kilómetros, al pensarlo (imaginarlo) en este
mismo momento; como si se tratara de un campo
en el que la entropía termodinámica se diera,
igual que el espacio-tiempo, de manera virtual
(informática).
Lo Trascendente, como algo aproximado al
campo incognoscible de los agujeros negros o
la teoría de las cuerdas que aún es la Célula, el
Cerebro y el Cosmos, lo que como objeto de
conocimiento Kant denomina la “cosa en sí”.
En el campo de la “cosa en sí” no se sabe si ésta
transcurre en algún tiempo o espacio, y aunque
Kant lo considera apodícticamente incognoscible
en cambio es de nuestro parecer personal que
hipotéticamente poco a poco sí es cognoscible.
Lo Trascendental (razón pura), en nuestras
propias palabras diríamos que se correspondería
con aquel campo, también por fuera del espaciotiempo, del “sentir entraño” (en sí) de cada Sujeto,
comprendido este campo por las “sensaciones en
sí” y los “sentimientos en sí”, o por las “percepciones
de lo inmanente” y las “percepciones noinmanentes”.
Sobre las sensaciones y sentimientos “en sí”,
quién podría adivinar qué es lo que efectivamente
estamos sintiendo o pensando, siendo que ni
nosotros mismos podemos saber qué es lo que
queremos o somos, lo que explica por qué no
deberíamos decirle al otro que “yo te conozco”.
Lo Trascendental sería lo orgánico-latente del
“cuerpo y mundo” que somos, con profundidades
tan infinitas y abstrusas ¿eternas? que Kant trató
de aprehenderlo como un “a priori puro”; es un
campo que no sabe de leyes de causalidad ni
de entropías, ya que por ser un “a priori puro”
su entropía sería su negativa (neguentropía),
manifestándose en procesos hacia el orden
(cosmos). Es un concepto apropiado para explicar
cierta gama de percepciones extrasensoriales.
En el campo de lo Trascendental se manifiesta la
“memoria” de larga duración, que no se encuentra
confinada en ninguna región del córtex cerebral,
ni a manera de recuerdos fijos, sino aquella del
chispazo intuitivo (punto-instante) que vamos
adquiriendo a lo largo de nuestra experiencia
vivencial y existencial pero que no era susceptible
de almacenarse en un lugar específico, ya que se
ha alojado en no se qué dimensión de nuestras
profundidades y que paradójicamente pareciera
que la lleváramos a flor de piel.
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Tanto lo Trascendente como lo Trascendental
son a-causales, a-racionales e inefables. No obstante
que aún nadie le ha podido demostrar a Kant que
no es tan cierto eso de que lo Trascendente (cosa en
sí) no es cognoscible en el espacio-tiempo, por ser
éste una estructura innata (sensibilidad a priori),
fruto de un “momento trascendental” le decimos
que sí es posible que exista y que sí puede ser
cognoscible, así lo Trascendental no exista en el
espacio-tiempo. Si lo “trascendente” es propio del
Objeto y lo “trascendental” es propio del Sujeto,
podría decirse que lo Trascendente sería como lo
“latente” del Sujeto y lo Trascendental sería como
lo “inefable” del Objeto, insinuándose así cómo la
Materia es Uno.
Si integrásemos los cuatro campos en un
holismo, donde cada “momento” no participa
en la proporción fija de cuartas partes iguales,
entonces el Todo resultante sería más que afectado
por la entraña y críptica carga del momento
Trascendental, polarizándose hacia éste.
Ergo, asuntos del Momento Trascendental
Cual memoria entraña lo Trascendental sería
generado desde las estructuras de la existencia,
que por su condición estructural no podría ser
explicado simplemente mediante la neurofisiología o alguna ciencia en particular, sino por la
intuición, el sentido común o la misma filosofía.
En varios campos del conocimiento puede
presentarse una misma pregunta fundamental,
como la de ¿quién soy yo?, y desde la biología,
la psicología, la antropología, la gnoseología y
la filosofía aún no ha podido darse una última
palabra. Pero si tomáramos conciencia de que
somos Especie, ya que por naturaleza debemos
sentir, pensar y hacer como la especie que somos,
la pregunta a hacerse tendría que ser ¿quiénes
somos?
Estamos más predispuestos a captar y aceptar
el conocimiento propio del segundo momento
material-fenoménico, tal vez por aquello de que
los hechos son tozudos, mas no al producto del
momento trascendental, así a éste contra toda
evidencia se le deban esos chispazos inteligentes
que han revolucionado el campo del conocimiento.
Toca correr el riesgo de hacer el oso y someterse
estoicamente como Copérnico al “factor risa”.
Einstein, obcecado en ignorar la teoría de la
“impredecibilidad” del mundo probable que la
mecánica cuántica acababa de lanzar, también
como producto de un momento trascendental, en
1929 aparece ante la comunidad científica con su
Función “Cognoscente”
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