Televisión e interés público; Jay Blumler

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Televisión e interés público:
Nuevas funciones para la televisión pública.
Hacia una nueva responsabilidad pública en la televisión.
Jay G. Blumler
13. Nuevas funciones para la televisión pública.
No resulta fácil reorientar desde fuera las energías y esfuerzos de los profesionales de la comunicación,
ansiosos de ganancias. Algunas medidas reguladoras para establecer ciertos controles en las emisiones
televisivas:
• Fijar términos equitativos de competencia para establecer cierta nivelación entre los empresarios.
• Bloquear concentraciones desproporcionadas de poder en los medios y evitar los abusos que con él y de él
se hacen.
• Mantener posicionamientos en cuestiones susceptibles de controles específicos e inequívocos.
Las sociedades democráticas desconfían de los riesgos que recaen en la libre expresión, y es por ello que la
capacidad de los reguladores externos para influir sobre la programación es limitada. Ninguna reglamentación
puede transformar las fuerzas motrices económicas que manipularán el comportamiento de empresas que
compiten por audiencia y por ingresos en un sistema multicanal de televisión. Es preciso contar con
alternativas bien estructuradas para un mercado televisivo como, por ejemplo, dotar a un sector de la
televisión pública de principios, amplios recursos, y objetivos fundados en los principios de los que antes
hablábamos. Obtendríamos una televisión pública al servicio del interés público, dando prioridad a valores
vulnerables y que los utilice como fines en sí mismos.
A lo largo de la historia de la televisión y la radio, sus ejecutivos y productores han apreciado el rico potencial
social y cultural que contienen. El equilibrio entre fuerzas públicas y privadas puede ser crucial en distintas
áreas:
• Asuntos políticos y públicos, podría determinar el esfuerzo que se consagre a defender la importancia del
argumento razonado en las opciones cívicas y electorales.
• Atención a la infancia; cuánta prioridad se le da a ensanchar sus horizontes, estimular su curiosidad y
satisfacer sus curiosidades educativas.
• Perspectiva global; cuánto material autóctono está disponible para consumo y reflexión de la televisión.
• Esfera de la producción; si la imaginación e ingeniosidad de los programadores son liberadas, desviadas o
suprimidas.
• Audiencias; si los espectadores son tratados como escapistas o como personas que quieren ser informadas y
entretenidas.
• Normas; la frecuencia con que se verifica o se niega la ecuación de televisión digna de verse, con
trivialización, normalización, homogeneización y falta de autenticidad.
La forma más tangible y común de medir éxitos o fracasos competitivos en cualquier iniciativa es de carácter
numérico. En la televisión los índices de audiencia, que en estos días dan la victoria sin rival a Gran hermano,
miden la cantidad de espectadores a quienes alcanzan los programas, en relación con aquellos que han optado
por alguna alternativa posible.
Los canales públicos deben proponerse una misión y un papel que proporcione orientación interna a sus
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políticas y que de cara al exterior justifique su derecho al apoyo de la sociedad en materia de recursos.
La televisión pública debe establecer una relación competitiva a la vez que complementaria con la privada. La
competencia se establece con respecto a los productos que las empresas distribuyen y que los consumidores
reciben. En la televisión el éxito competitivo es medido con respecto a los programas. Una referencia de su
éxito debe ser la cantidad de espectadores y la proporción que representan. No obstante, la televisión pública,
como servicio público, no debe competir con el resto de canales sólo por cotas de sintonía. Los políticos
deben entender que la televisión pública tiene que esforzarse para asegurar que la competencia sea
comprendida, para no caer en valoraciones absurdas sobre éxito o fracaso. Hay que resaltar otras valoraciones
como: calidad, innovación, profesionalidad, criterios, relevancia social, servicio a una variedad de intereses.
La función complementaria de la televisión pública surge:
• Por los imperativos limitantes del mercado.
• Del significado para los espectadores, realizadores de programas y la sociedad en su conjunto, de preservar
los valores que los canales privados tienden a dejar de lado.
La televisión pública recibe suficientes fondos de fuentes públicas y puede hacer con mayor frecuencia cosas
que no se traduzcan en altas audiencias. Así, se combinarían programas ingeniosos de masas con programas
dirigidos a gustos más definidos.
Los canales públicos deben:
• Lograr una correcta relación competencia/competitividad.
• Encontrar maneras de dar a entender sus identidades distintivas.
En los avances en la publicidad de programas se debe enfatizar los beneficios cualitativos de sus ofertas.
Intentar producir programas que les den su propia imagen de marca y publicitarlos como programas
relevantes, eventos especiales y hechos sobresalientes.
El nuevo papel de la televisión pública debe surgir de un cierto sentido de prioridades. Modelos:
• Uno daría prioridad al tipo de programa. Si la televisión comercial se concentra en entretenimiento y
noticias temáticas, la televisión pública debe ofrecer documentales, obras de teatro, educación, arte y
ciencia. Este modelo arrincona a la televisión pública.
• Otro daría prioridad a la audiencia diana. Si la televisión comercial se concentra en programas de masas, la
pública debe atender a la minoría desatendida. Excluye la mayoría de las ventajas de un enfoque de servicio
público.
• Guiado por un sentido de prioridades cualitativas que lo diferenciara del de la televisión guiada por el
mercado. Este modelo permitiría que la televisión pública fuera diferente, satisficiera las necesidades
públicas y sintonizara con todos los espectadores.
La oferta de información del sistema público debe apuntar a cinco direcciones:
• La información que proporcione debe tomar en cuenta las áreas de la realidad que estén relacionadas con
las formas de vida de los espectadores y con lo que moldee las condiciones sociales que determinen cómo
ellos puedan vivir.
• Sus reportajes deben asegurar el reconocimiento de las distintas dimensiones de un evento.
• Que el espectador controle y comprenda requiere, además, que tenga en cuenta que eventos han sido
montados, arreglados intencionadamente para producir determinadas reacciones.
• Los canales públicos deben trascender el interés que tienen las partes involucradas en la competencia en
presentarse a sí mismas de ciertas maneras, y vigilar que sus contribuciones y puntos de vista se sumen al
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debate, para permitir que los interrogantes sean examinados.
• Deben ofrecerse oportunidades de salir del círculo de inmediatez y de noticias determinadas por el evento,
buscando la consideración analítica de tendencias y procesos sociales subyacentes.
En cuanto a la oferta de entretenimiento, la televisión pública no debe imitar el estilo comercial predominante.
Se debe aspirar a estimular y acelerar la imaginación y el pensamiento. Los personajes deben representar
características que poseen las personas en la vida real. Sus conflictos deben invitar a la reflexión sobre
intereses, temperamentos. Las imágenes deben contar historias acerca de personas reales. Tampoco deben
retratarse instituciones como en El comisario, Brigada central, Ley y orden, La ley de los Ángeles, Hospital
central, y un cada vez más largo etcétera.
En la economía de televisión mixta le corresponde a la televisión pública ocuparse de las necesidades
culturales más autóctonas. Hay que resaltar la capacidad de la sociedad de encontrar para sí misma términos
apropiados de adaptación y cambio, en respuesta al flujo entrante de comunicación internacional. En
sociedades multiculturales como España son necesarios los esfuerzos de apoyo a la diversidad lingüística y el
mantenimiento de la funcionalidad del idioma como portador de la identidad cultural.
La televisión pública puede asumir la vocación de promover la frescura. El énfasis se pondría sobre
programas que fueran diferentes, que despertase a la población a nuevas experiencias o los animara a probar
nuevas experiencias. Esta filosofía daría a la televisión pública el rol pionero de marcar la pauta en el
desarrollo de nuevos programas.
Las televisiones públicas deben disponerse a dilucidar mediante la investigación aquello que los espectadores
y los productores entienden como señales de calidad; apuntar hacia una gama de programas que incorpore
criterios de calidad. Estos criterios pueden incluir los criterios de frescura, de creatividad, de capacidad para
generar el debate, de autenticidad, de relevancia social, de riqueza expresiva, de integridad.
La televisión pública está enraizada en el sistema social, es una institución pública y sus fuentes primarias de
financiación son públicas. La televisión se ha convertido en una influencia institucional omnipresente que
toca, penetra y doblega toda faceta de la vida social organizada a sus ritmos y requerimientos. Se tiene que
organizar y programar en cuanto a una amplia gama de bienes sociales: el ejercicio de la democracia, la
vitalidad cultural, la calidad del tiempo de ocio, entre otras.
Como institución cultural la televisión proyecta una imagen de la sociedad y de sus actividades. La televisión
pública debe definirse a sí misma como un factor influyente en la reproducción y renovación cultural y actuar
en consecuencia poniendo todos los medios necesarios para lograrlo.
Como institución política la televisión ofrece una imagen de la vida política, sus líderes, preocupaciones y
actividades. La televisión pública tiene la vocación de defender la integridad y utilidad de la comunicación
cívica para el televidente.
Como institución social la televisión pública es significativa en lo que atañe a una diversidad de funciones:
socialización, orientación normativa, comprensión multicultural.
14. Hacia una nueva responsabilidad pública en la televisión.
La salvaguarda de valores vulnerables en la televisión requiere la consideración de crear y activar foros de
responsabilidad pública. La responsabilidad pertenece a la familia de los conceptos democráticos. Aquellos
que manejan y suministran radio y televisión deben exponerse constantemente a una retroalimentación,
expresión de los intereses de los espectadores y de la sociedad en su conjunto, y se les debe invitar a no
olvidarlo. Esto abarca cuatro objetivos:
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• Sacar los asuntos a la luz.
• Poner a prueba la suficiencia de dicha gestión.
• Dar atención necesaria a las necesidades alternativas e ideas propuestas por instancias oficiales
externas de toma de decisiones.
• Inducir un sentido de responsabilidad en aquellos a quienes se responsabiliza.
Un sistema de responsabilidad público debería concebirse como un conjunto de elementos interconexos, en el
que ninguno puede hacer todo el trabajo solo.
Se puede meditar sobre procedimientos para fortalecer la responsabilidad pública en interés de los valores
sociales. Se reforzaría la autonomía y el papel de los profesionales de la comunicación. De esta manera,
encontraríamos:
• La creación de un cuerpo representativo de profesionales para discutir la política organizativa con la
dirección.
• El derecho a estar informados por adelantado acerca de ciertas decisiones y aportar ideas.
• Derechos de negarse, por razones profesionales, a llevar a cabo políticas determinadas.
• La creación de un cuerpo de conciliación para ayudar a resolver conflictos entre los profesionales y la
dirección.
• El derecho a vetar ciertas decisiones.
• La creación de un cuerpo mixto de profesionales y directivos para revisar la producción reciente a la luz de
criterios creativos.
La investigación sociocientífica de la comunicación de masas podría incorporarse más a menudo a la causa de
la responsabilidad.
Los críticos de radio y televisión, en la prensa y otros medios, son engranajes vitales en la rueda de la
responsabilidad.
Debería cultivarse un mayor intercambio entre los investigadores y los defensores del interés público;
desarrollarse formas de resumir conjuntos adecuados de hechos para su presentación en órganos reguladores y
en otras organizaciones de televisión; alentarse el apoyo a investigaciones de medios apropiadas para la
formación de políticas, captación de fondos y acceso a información. Hay que tener en cuenta que ya no se
acepta que la discusión de asuntos de televisión sea monopolizada por élites.
Las nuevas modalidades de responsabilidad pública, basadas en mecanismos interactivos de autorregulación
social, son sumamente flexibles, y a su vez permiten respetar en gran medida los intereses económicos de los
canales.
Bibliografía
* Televisión e interés público, Jay Blumler y Wolfgang Hoffman−Riem.
* El Espectador de El País, revista de cine y televisión, nº88, Domingo 28 de mayo de 2.000.
Índice
13. Nuevas funciones para la televisión pública 2
14. Hacia una nueva responsabilidad pública en la televisión 8
Bibliografía 10
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