A propósito del Nuevo Código Procesal Penal y de su reciente

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A propósito del Nuevo Código Procesal Penal y de su reciente implementación
M ARIO V. CHÁVEZ REYES
PROF. DEL CURSO DE DERECHO PROCESAL PENAL I
Desde muy pequeño, acostumbrado a ver las series norteamericanas sobre juicios e
investigaciones (Perry Mason, El Fugitivo, Kojak, Starsky y Hutch, etc.), observaba cómo en
ese país a sus casos les daban un tratamiento totalmente diferente al que teníamos en el
nuestro para hechos similares, cómo, en aquella nación, si alguien era víctima de un atentado
criminal, la policía acudía con prontitud y se avocaba a determinar la forma cómo ocurrieron los
hechos y quienes fueron los autores de éstos, para luego poner el caso y al detenido, si lo
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hubiera, en manos del Fiscal de Distrito , el mismo que debía decidir si acudía a los tribunales
a presentar el caso para obtener una condena o se avenía a establecer un “arreglo” con el
imputado, sin embargo el joven que era yo en ese momento no comprendía cómo es que se
podía llegar a un acuerdo entre el Estado (que era representado en ese momento por el Fiscal)
y el eventual procesado, pues evidentemente uno perseguía una cosa y el otro algo totalmente
diferente, porqué darle facilidades a alguien a quien se podía sancionar con todo el peso de la
ley, pero conforme fueron avanzando los años, ya en medio de mis estudios de derecho
comencé a explicarme tales interrogantes, advirtiendo que los problemas de política criminal
que enfrentaba aquel país desarrollado, en aquella época, eran enteramente disímiles a
aquellos que aquejaban a nuestra realidad, ya que la población de aquellas ciudades era
inmensamente superior a las de las nuestras, y por ende la carga de incidencia criminal era tal
que había que buscar alguna forma de manejarla, lo que dio lugar a establecer salidas
alternativas que propendían decisivamente a que los casos no se judicialicen, porque de no
haberse dado ello la carga casuística no hubiera permitido que el sistema funcione de manera
aceptable, dándole a cada caso judicializado, que son generalmente los más graves, el tiempo
y la importancia que éstos tienen; entendí también que las facilidades que les daban a sus
procesados no era cuestión de magnanimidad ni de lástima por la situación que éstos vivían,
sino que como siempre, los norteamericanos tan prácticos, hicieron en su momento un análisis
costo-beneficio sobre la cantidad de recursos que el Estado invertía en cada juicio y si esto
realmente beneficiaba a la sociedad, respondiéndose desde el punto de vista preventivo
especial que lo importante era que se le diera una lección al infractor para que éste no vuelva a
delinquir porque el Estado esta atento mediante sus autoridades para sancionar al que incurre
en delito, y desde el de la perspectiva preventivo general que basta con los casos que son
llevados a juicio para demostrarles lo mismo a los delincuentes en potencia e intentar disuadir
al grueso de la población de la adopción de una conducta criminal; pero, y esto también era
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Se llama así porque en Estados Unidos coexisten dos sistemas procesales penales, el estatal y el federal que
cuentan respectivamente con policía, fiscales y jueces estatales y federales, circuitos cuyo concurso depende de la
gravedad de los delitos que se cometen.
parte de mis interrogantes juveniles ¿porqué evitarle al imputado y evitarse el Estado un
proceso si con éste se conseguiría castigar al delincuente, y dicho proceso sólo consiste en
llevarlo ante el Juez para que éste le señale la pena que merece?; al responderme con los
años ésta pregunta advertí que no es tan simple, porque el inculpado tiene derecho a un
debido proceso, donde este pueda hacer uso de todos los medios de defensa que la ley le
autoriza, tan igual como el Fiscal, tener un plazo razonable para preparar su defensa y poder
contradecir, si así lo decide, todos y cada uno de los argumentos de la acusación, a que el
Juez perciba personal y cabalmente todas sus actuaciones probatorias, a que el pueblo pueda
presenciar su juicio, a que su abogado tenga todas las facilidades para comunicarse con él ya
que éste ejercerá su defensa técnica, lo que no obsta para que el enjuiciado pueda esgrimir su
defensa material en la parte final; pues bien el aseguramiento de todos estas prerrogativas
hacen del juicio una opción poco rentable en tiempo y en recursos, motivos que con la
globalización se han trasladado a nuestra realidad en un momento que ya comenzamos a
experimentar inconvenientes similares a los que determinaron tales medidas.
Ahora sabemos que entre los principales principios que informan nuestro nuevo sistema
procesal penal podemos mencionar: el principio acusatorio, de inmediación y concentración; la
igualdad de armas; la presunción de inocencia; el debido proceso; el derecho de defensa; la
prohibición de la persecución penal múltiple; el juicio previo, oral, publico y contradictorio; la
gratuidad de la justicia penal; la legalidad de las medidas limitativas de derechos y la
legitimidad de la prueba; el desdoblamiento de la función persecutoria y decisoria, el juez
imparcial, natural y competente, entre otros.
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Ahora sabemos que, tal como define el jurista colombiano Rey Castro el debido proceso es el
conjunto de principios y reglas de procedimiento preestablecidas en los tratados y convenios
internacionales de derechos humanos, en la Constitución Política, la ley o el reglamento, que la
autoridad competente debe observar plenamente, en la actuación legislativa, judicial o
administrativa, a fin de garantizar eficazmente con justicia los derechos de la persona humana,
reconocidos en el ordenamiento jurídico nacional e internacional de los derechos humanos con
efectos jurídicos vinculantes. Y que este es un principio fundamental que sintetiza todas las
garantías, los derechos, principios y presupuestos mínimos e indispensables que debe reunir
todo proceso para asegurar al procesado un juicio acorde a ley, justo y equitativo. Bajo su
definición se integran numerosos principios, derechos y libertades fundamentales vinculados a
las partes y a la función jurisdiccional tales como la presunción de inocencia, el derecho de
defensa, un juez imparcial y natural, la no incriminación, ser juzgado sin dilaciones indebidas,
impugnación de las resoluciones judiciales que afecten sus derechos, entre otros que se
encuentran reconocidos en la Constitución y en convenios internacionales.
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Ernesto Rey Castro: Principio de Legalidad y Derechos Humanos. Análisis Desde La Perspectiva del Derecho
Constitucional Procesal, publicado en Derecho Constitucional y derechos Humanos. Ediciones BLG. TrujilloPerú.2005, p. 206.
Ahora conocemos que el derecho de defensa es una garantía fundamental que tiene por
finalidad proteger a toda persona incriminada de haber cometido un delito, frente al poder
punitivo del Estado. El ejercicio de este derecho esta garantizado en todas las etapas del
proceso. En efecto, toda persona goza del derecho de defensa desde el momento en que se le
imputa la presunta comisión de un delito –desde que es citada o detenida por autoridad
competente- hasta la expedición de la sentencia definitiva que pone fin al proceso y define su
situación jurídico penal.
El derecho de defensa en el proceso penal implica dos dimensiones (a) la autodefensa que la
ejerce el propio imputado directamente (defensa material), y (b) la defensa técnico – jurídica
que consiste en el asesoramiento que le presta el defensor de confianza nombrado por el
propio imputado o el Defensor de Oficio para el imputado que no cuenta con recursos para
económicos que le permitan pagar los honorarios de un abogado privado.
El ejercicio del derecho de defensa guarda relación directa con el derecho que tiene el
imputado para comunicarse personalmente con su abogado defensor y ser asesorado por éste
desde que es citado o detenido por la autoridad; el derecho a conocer las razones de su
detención, los cargos formulados contra él, así como las pruebas que existen en su contra, a fin
de permitirle presentar los argumentos de defensa y contradecir las pruebas; el derecho a no
declarar o reconocer culpabilidad contra él mismo, entre otros más.
Es por todo ello que debo poner de manifiesto que desde que ingresé al Ministerio Público mi
aspiración más grande ha sido aplicar el nuevo sistema, para lo cual los fiscales venimos
siendo preparados paulatinamente, lo que a la fecha estoy comenzando a hacer, y Dios
mediante espero que se materialicen las expectativas puestas en él, ya que se trata de una
herramienta que tiende a simplificar el proceso sin descuidar la escrupulosa observancia del
debido proceso.
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