1 CUADRANTEPHI No. 20 Enero - junio de 2010, Bogotá, Colombia Cómo concibe Kant racionalmente una Iglesia Ana María Moreno Botía Facultad de Filosofía Pontificia Universidad Javeriana Bogotá-Colombia Anita_2989@hotmail.com Resumen En estas líneas me propongo allanar posibles caminos de respuesta a la pregunta por cómo concibe Kant una iglesia, en su texto La religión en los límites de la mera razón. A continuación, abordaré hermenéuticamente cómo el triunfo del principio bueno se puede representar filosóficamente bajo la fundación de un reino de Dios sobre la tierra. Posteriormente, presentaré lo que significa el concepto de iglesia para Kant, pues a mi modo de ver, la pretensión del autor persiste en comparación con el anterior capítulo, donde señaló la necesidad de personificar el principio del bien, por medio del Hijo de Dios; en esta parte también mostraré la necesidad de representar por medio de la iglesia el reino de Dios sobre la tierra. Y así, finalmente, presentar a manera de conclusión la respuesta a la pregunta que me convoca este texto. Palabras claves: Kant, Dios, Iglesia, comunidad ética, comunidad civil, bien y mal. 2 CUADRANTEPHI No. 20 Enero - junio de 2010, Bogotá, Colombia Abstract In the following lines I intend to solve the question as to how does Kant perceive a Church, in his work Religion within the Limits of Reason Alone. Next, I will address hermeneutically how the triumph of the principle of good can be represented philosophically under the foundation of God’s Realm on Earth. Subsequently, I will put forward the concept of Church as understood by Kant, for, as I see it, the author’s purpose persists in comparison to the previous chapter, where the necessity of embodying the principle of good, via the Son of God, is addressed; in this part I will also show the need to represent God’s Realm of Earth by means of a Church. And thus, finally, conclude with the answer to the question invoked in this article. Keywords: Kant, God, Church, ethic community, civil community, good and evil. 3 CUADRANTEPHI No. 20 Enero - junio de 2010, Bogotá, Colombia La tesis principal de este texto consiste en afirmar la iglesia como instrumento más adecuado para que el principio del bien se imponga sobre el principio del mal en la sociedad. En este sentido, Kant intenta en esta tercera parte hacer una eclesiología. Sin embargo, lo que el filósofo alemán pretende mostrar es cómo, a partir de su reflexión, se desarrolla una argumentación racional para ver cómo es posible una Iglesia, y cómo debería ser ella a la luz de la razón. Para Kant, una religión no debe fundamentar la moral, sino estar fundamentada bajo la moral; en esa medida la religión es razonable. No obstante, para Kant las grandes religiones en principio son buenas, pero aun así considera que la protestante – luterana supera las deficiencias de la otras, pues ataca la imposición del poder de unos cuantos hombres sobre otros; ejemplo de ello podría ser la inquisición. La religión que propone Kant, entonces, es una religión con iglesia, la cual se funda bajo principios razonables, hecha por hombres que actúan bajo la voluntad divina y por mor del deber. 1. La lucha interna del hombre contra las asechanzas del mal En el hombre, entre el querer y el deber se interponen las inclinaciones de la sensibilidad que lo mueven a acciones contrarias al imperativo de la razón. La voluntad del hombre no es santa, pues “el estado moral en que puede estar el hombre siempre es la virtud, es decir, la intención moral en lucha, y no la santidad en supuesta posesión de una completa pureza en las intenciones de la voluntad” (KprV, p. 108). La voluntad ha de hacerse santa respetando en su conducta la ley santa e inviolable, pero para ello es necesario que el hombre se oponga a sus inclinaciones. Esto implica una lucha interior para cumplir sus leyes morales. De esta manera, esta lucha interior permite que el principio del bien pueda mantenerse y sostenerse frente a las asechanzas del principio del mal. Sin embargo, la única ganancia que tiene como resultado esa lucha es “la liberación respecto al dominio del principio malo” (“La Religión…”, p. 93), porque, si bien obtener la libertad es la mayor ganancia que puede adquirir todo hombre (pues sin ella no sería posible la moralidad), es la moralidad la que nos revela la idea de libertad. Recordemos que para Kant la libertad implica una ruptura del orden causal, en donde esta se causa a sí misma, algo que no es compresible para nuestra razón teórica, pues no va más allá del campo fenoménico. No 4 CUADRANTEPHI No. 20 Enero - junio de 2010, Bogotá, Colombia obstante, la razón teórica no puede negar la libertad (tiene una fe filosófica de que puede existir), pues ésta no conoce el mundo nouménico. Ahora bien, para la razón práctica no se puede negar tampoco la libertad, pues aunque el hombre no tenga conciencia de ser libre, sí tiene conciencia del deber y esto supone considerarse libre. De ahí la importancia de que el hombre esté siempre en vigilia y actúe moralmente1, debido a que la libertad está siempre en riesgo y expuesta a las acometidas del mal. No obstante, explicar cómo es posible la libertad, es lo mismo que explicar cómo la razón pura puede ser práctica. Esto es para Kant lo que ninguna razón humana puede explicar2, lo cual no significa que los seres finitos no luchen para ser merecedores de la libertad. Kant sabe que el hombre es por sí mismo frágil y, aunque luche por obtener el bien, sus fuerzas no son suficientes, pues al parecer el mal es más fuerte que su voluntad; esto se puede evidenciar en San Pablo cuando dice: “puesto que no hago el bien que quiero, sino que obro el mal que no quiero. Y, si hago lo que no quiero, no soy yo quien actúa, sino el pecado que habita en mí. Descubro pues, esta ley: aunque quiera hacer el bien, es el mal el que sale al encuentro.” (Romanos 7, 19-21). El hombre es débil por naturaleza y permanece engañado en las circunstancias que lo atraen hacia el peligro. Sin embargo, queda la pregunta ¿cómo alcanzar la libertad y atacar el mal que convive en medio de los hombres?, los cuales mutuamente se encargan de corromper la disposición moral haciéndose malos los unos a los otros, pues están llenos de la envidia, el ansia de dominio, la codicia y las inclinaciones hostiles ligadas a todo ello, que asalta su naturaleza débil (estos males sólo se pueden evidenciar al interior de una sociedad). Con lo anterior, la cuestión a tratar se complica, pues Kant ya no sólo pretende hablar del hombre (en sentido singular), sino que ahora es necesario hablar de los hombres, y así poder encaminar a la sociedad, que se corrompe recíprocamente, por el sendero del bien. 1 Es necesario que el hombre actúe moralmente y obtenga la libertad, porque de lo contrario el imperativo moral carecería de sentido, pues el hombre no sería libre para realizarlo. La libertad se conoce por la obligación moral que es, al mismo tiempo, el fundamento de la moralidad. 2 Cf. COLOMER, Eusebi. El pensamiento Alemán de Kant a Heidegger. Editorial Herder, segunda Edición 1993. “La razón no puede explicar la razón” 5 CUADRANTEPHI No. 20 Enero - junio de 2010, Bogotá, Colombia No obstante, “el dominio del principio bueno, en cuanto los hombres pueden contribuir a él, no es, pues, a lo que nosotros entendemos, alcanzable de otro modo que por la erección y extensión de una sociedad según leyes de virtud y por causa de ellas” (“La Religión…”, p. 94). Pues bien, esta batalla contra el principio del mal que ataca sin tregua, no sólo se trata de una disputa interna del hombre, sino de la lucha de una sociedad que se hace mediante la Razón, que convoca la unión de los hombres bajo la bandera de la virtud y el amor al principio del bien. Para el filósofo alemán, cuando los hombres están ligados bajo las leyes de virtud, se les puede llamar sociedad ética, y cuando estas leyes son públicas, sociedad civil ética. ¿Por qué se le llama sociedad civil ética? Se le llama así porque esta clase de comunidad surge en primera instancia a través de una comunidad política que tiene leyes públicas que permiten la comunión entre los hombres, la cual, bajo unión de la virtud, se hace merecedora de ser no sólo una comunidad política, sino una comunidad ética. No obstante, en estas dos comunidades hay una analogía y es el hecho de que las dos son un Estado ético, a saber: reino de la virtud, pues sean cual sean sus bases, las dos comunidades están supeditadas bajo la unión de la virtud. Ahora bien, a continuación se explicarán más a fondo las características de estos tipos de comunidades y cómo éstas en virtud del bien pueden vencer el principio del mal. 2. Triunfo del principio bueno filosóficamente representado 2.1 Del estado de naturaleza ético Es más, existen dos clases de estado civil: estado civil de derecho (político) y el estado civil ético; estos comparten su fundamento en tanto que unifican la población a partir de leyes; pero se diferencian en que las leyes del primero son leyes de coacción, mientras que las del segundo son leyes de virtud. No obstante, para Kant estas dos comunidades, aunque se distinguen entre sí porque una está bajo la jurisdicción del estado de naturaleza jurídico (objetivo), y la otra lo está 6 CUADRANTEPHI No. 20 Enero - junio de 2010, Bogotá, Colombia bajo el estado de naturaleza ético (subjetivo), en ambos estados, además de no haber ninguna ley externa, cada hombre es su propio juez, pues actúan bajo el deber y no necesitan de ninguna fuerza de derecho para actuar como se debe. Ahora bien, Kant señala más adelante que toda comunidad política puede desear que en ella se encuentre un dominio sobre los ánimos según las leyes de virtud, lo que no significa que todos los estados por naturaleza políticos lo lleven a cabalidad, es decir, que sean comunidades autónomas y éticas, pues dejarían de ser simples estados de naturaleza políticos y se convertirían en una comunidad política. Esto sería lo ideal para toda comunidad política, pues al estar compuesta por ciudadanos diferentes entre sí, el juez humano no alcanza a penetrar con su mirada las entrañas del corazón de todos los hombres, y es allí donde las intenciones de virtud podrían efectuar lo requerido, pues cada ciudadano se auto-legislaría y actuaría por mor del deber, es decir, el deber por el deber. No obstante, para que la comunidad política se mantenga, ésta debe luchar por mantener una comunidad ética al interior de su comunidad civil política. Pues bien, “puesto que los deberes de virtud conciernen a todos los hombres, el concepto de una comunidad ética está siempre referido al ideal de una totalidad de todos los hombres, y en ello se distingue de una comunidad política” (“La Religión…”, p. 97). Es decir, que en una comunidad ética, por el mismo hecho de estar bajo leyes de virtud, es decir que implican a todos los seres humanos, dicha comunidad ética se encuentra en relación con un ideal que concierne a la totalidad de la humanidad. Pero la comunidad natural ética todavía no posee la estructura suficiente para imponerse en una sociedad determinada, puesto que aún depende de la subjetividad-particularidad de cada individuo. Aún así, los sujetos tienden a la unanimidad con todos los hombres, para así erigir un todo ético absoluto. Sin embargo, queda la pregunta ¿existe esta clase de comunidades éticas? Y si existe ¿cómo lo lograron? 7 CUADRANTEPHI No. 20 Enero - junio de 2010, Bogotá, Colombia 2.2 El hombre debe salirse del estado de naturaleza ético, para hacerse miembro de una comunidad ética El hecho de que el hombre pertenezca a estados naturales es lo que hace que él esté siempre en constante lucha contra el mal. Pues así como el estado de naturaleza jurídico es un estado de guerra de todos contra todos, de la misma forma lo es el estado de naturaleza ético, el cual se encuentra siempre en su devenir con incesantes ataques por parte del mal, ya que el hecho de no ser el estado de naturaleza ético una comunidad ética, es decir, bajo un principio de acuerdos comunitarios del bien, hace que los hombres, así tengan buena voluntad, por seguir cada uno sus propios intereses, corran el riesgo de caer en el mal. De ahí la importancia que ambos estados de naturaleza salgan del estado natural, y así se liberen tanto de las leyes coactivas, como de la amoralidad. Y es por eso que en esta clase de situaciones tenemos un deber de índole peculiar, pues no es un deber de los hombres para con los hombres, sino del género humano para consigo mismo, es decir, donde se unifica las decisiones personales en una decisión que afecte a toda una sociedad que involucra a cada individuo con su subjetividad, pues el bien supremo es un bien comunitario. Analizando la situación anterior, el panorama que señala Kant es, a mi modo de ver, muy complicado, de ahí que permanezca en mí la pregunta por cómo lograr tal ideal, pues universalizar las visiones subjetivas de todos los ciudadanos, unificar sus particularidades en una sociedad, no es posible bajo la tutoría de los mismos hombres. De ahí que Kant sospeche que este deber que estamos todos llamados a cumplir, necesita del supuesto de otra idea, es decir, la de un ser moral superior que con su poder unifique las particularidades, permitiendo así una comunidad ética. 2.3 El concepto de una comunidad ética es el concepto de un pueblo de Dios bajo leyes éticas Gracias a la intervención de tal ser moral superior (Dios) es posible la comunidad ética, la cual somete las particularidades bajo una legislación, a saber, mandamientos que posibilitan 8 CUADRANTEPHI No. 20 Enero - junio de 2010, Bogotá, Colombia ese bien común; lo cual no significa que sea una legislación jurídica, porque éstas no son las leyes constitucionales, de coacción, sino que antes bien, son leyes de no coacción. Por ello, una comunidad ética no puede permitir que el pueblo sea tenido él mismo por legislador, pues estas leyes están propiamente ordenadas, para promover la moralidad de las acciones, que está en la autonomía de cada hombre, en su interior, y no bajo leyes humanas públicas, que son leyes vistas, es decir, aquellas leyes que están ordenadas sólo a la legalidad de las acciones externas, y no a las leyes morales internas. Sin embargo, las leyes éticas no pueden ser sólo originalmente de la voluntad pensadas por ese ser superior, pues no serían leyes éticas, ya que su deber conforme al cumplimiento de éstas no sería por virtud libre, sino por deber jurídico, es decir, por coacción. Siendo así, sólo puede ser legislador quien asuma los verdaderos deberes, representados también como mandamientos suyos; siendo a la vez un conocedor de los corazones, y así poder penetrar en el interior de cada uno, y como esto ha de ocurrir con toda la comunidad, tal legislador se encargará de dar a cada uno lo que sus actos se merecen. El anterior concepto es por antonomasia Dios, como ser soberano moral del mundo. Y es “así pues como una comunidad ética sólo puede pensarse como un pueblo bajo mandamientos divinos, esto es: como un pueblo de Dios y ciertamente bajo leyes de virtud” (“La Religión…”, p. 100). ¿Pero quién es el legislador de este pueblo de Dios? En una comunidad ética, se busca que todos actúen sujetos a las leyes morales escritas en su interior. No es, pues, una comunidad que funcione mediante la coacción tendiente a modificar acciones, sino que es una comunidad que se funda sobre el interior de las personas. No podemos, entonces, concebir a Dios como concebimos al legislador de una comunidad jurídica. Y así, sus leyes han de ser las leyes morales, leyes de virtud incondicionadas, que no requieren la exteriorización para ser cumplidas. Antes de pasar al siguiente tema, me parece importante señalar que Kant es claro en la distinción que hace entre la política y la religión. Pues aunque la religión ayuda a la configuración social políticamente razonable, esto no significa que la iglesia tenga un fin político. De ahí que para él la iglesia y el estado sean dos cosas totalmente diferentes. 9 CUADRANTEPHI No. 20 Enero - junio de 2010, Bogotá, Colombia 3. La idea de un pueblo de Dios bajo la forma de una iglesia La comunidad ética es la idea más elevada a la que una sociedad cualquiera puede llegar, y por eso mismo ésta se empequeñece mucho en medio de manos humanas, pues ¿cómo puede esperarse que de un leño tan encorvado sea carpinteado algo plenamente recto? Es decir, ¿cómo puede organizarse bajo la organización humana una iglesia que represente ese pueblo escogido por Dios, si nuestra naturaleza de por si es restringida y débil? En este sentido, debe decirse que la institucionalización de la iglesia no es una obra de hombres, sino del mismo Dios, pues “instituir un pueblo de Dios moral es por lo tanto una obra cuya ejecución no puede esperarse de los hombres, sino sólo de Dios mismo” (“La Religión…”, p. 101); y, aún así, Dios se vale de hombres para construir su pueblo. Ahora bien, el deseo de todos los hombres bien intencionados que esperan la Providencia de Dios es, pues, <<que venga el reino de Dios, que acontezca su voluntad sobre la tierra>>; pero ¿qué tienen que organizar para que ocurra esto? Según Kant, lo que tienen que hacer los hombres racionales es unirse como comunidad ética bajo la legislación moral divina (una iglesia). Dicha comunidad ética surge como la imagen visible de un arquetipo, que es la iglesia invisible. Pues cuando la iglesia que no es objeto de experiencia, es decir, no es objeto de la sensibilidad, se llama iglesia invisible (una mera idea de la unión de todos los hombres rectos bajo el gobierno divino inmediato -pero moral- del mundo), tal idea de iglesia sirve como arquetipo3 para aquellas que han de ser fundadas por los hombres. De esta manera, podemos afirmar que la iglesia visible, es decir, aquella que es objeto de experiencia, al pretender ser la efectiva unión de los hombres en un todo que concuerda con aquel ideal, es la concreción del ideal racional de comunidad moral. Esta iglesia visible es la unión de la muchedumbre bajo un todo, y bajo sus superiores, es decir, sus maestros o también pastores del alma, quienes reciben el nombre de servidores de 3 Al igual que Cristo (figura simbólica e idea reguladora de nuestro comportamiento) es el arquetipo de la moral a seguir; y la iglesia es pues el arquetipo del reino de Dios sobre la tierra. 10 CUADRANTEPHI No. 20 Enero - junio de 2010, Bogotá, Colombia la iglesia. “La verdadera iglesia (visible) es aquella que representa el reino (moral) de Dios en la tierra, en la medida en que ello puede acontecer a través de hombres” (“La Religión…”, p. 102). Con la existencia de un Dios -racional- la lucha contra el mal se puede dar de una mejor manera, pues Él viene a liberar al hombre de la esclavitud amoral que no lo deja ser libre, y a través de su iglesia y sus servidores salvar la humanidad racional bien intencionada. No obstante, Kant señala que para poder distinguir la verdadera4 iglesia hay que tener en cuenta algunos requisitos. Estos requisitos me parecen que no son suficientes en la argumentación kantiana, pues no son claros en la estructura de la iglesia5, o pues bien, cuando Kant está señalando esta estructura: ¿a qué iglesia se está refiriendo? (No es la católica ni la protestante). Sin embargo, estos requisitos no afectan la propuesta kantiana frente a la idea de que la iglesia es racional, pues a lo largo de esta primera sección se justifica la existencia de ésta en la medida que busca la instauración de una comunidad ética: 1. La universalidad. La iglesia debe ser universal, pues aunque haya divisiones al interior de ella, ésta debe cobijar a todos los hombres bajo sus principios y no hacer excepción de personas. Pues la iglesia se erige sobre principios racionales que comparte toda la humanidad. 2. La calidad. Además de ser universal, la iglesia sólo puede ser dirigida bajo principios morales (purificada de la imbecilidad de la superstición y de la locura del fanatismo). Ésta no puede estar dirigida bajo principios particulares de hombres, sino bajo leyes virtuosas que cobijen a toda la humanidad; y serán virtuosas en la medida que logren independizarse de las particularidades de los sujetos y se circunscriban en el ámbito de lo meramente racional. 3. La relación bajo el principio de la libertad. En la iglesia no puede haber coacción en las leyes tanto en las relaciones internas como externas frente al poder político, es decir, nada 4 Kant con esta afirmación esta presuponiendo que hay instituciones humanas que se hacen llamar iglesia y no lo son, por eso da una serie de requisitos para distinguirlas. 5 En este punto se podría excusar a Kant, pues él no es un teólogo, ni un especialista en eclesiología. 11 CUADRANTEPHI No. 20 Enero - junio de 2010, Bogotá, Colombia de jerarquías dentro de la iglesia, pues todos los hombres son iguales en la concepción racional de Dios. 4. La modalidad de esta iglesia implica la inmutabilidad en cuanto a los principios de su constitución. Si bien la iglesia ha de contener a priori, ya en sí misma, (en sus propios principios) los lineamientos seguros para la administración de la iglesia visible, estos lineamientos administrativos pueden cambiar dependiendo de las contingencias de cada sociedad. Lo que no puede cambiar son los principios fundamentales de la iglesia invisible, pues de lo contrario estas leyes administrativas caerían en contradicción. Los principios primordiales que constituyen la iglesia invisible son inalterables, sólo los lineamientos administrativos son contingentes y dependen de cada sociedad. En este mismo orden de ideas, la organización administrativa de la iglesia no es monárquica, es decir, su constitución no está bajo la autoridad de un papa o patriarca; ni aristócrata, bajo Obispos o Prelados; ni democrática, como de iluminados sectarios. En definitiva, la constitución de la iglesia no es semejante a la organización política de cualquier Estado civil de derecho, pues su constitución está fundamentada directamente sobre la racionalidad, desde la cual surge una idea de Dios, y sobre tal idea se fundamenta una comunidad ética que es la iglesia; en donde los hombres, gracias a su racionalidad y a la racionalidad de la idea de iglesia, se unen de corazón entre sí voluntariamente con su legislador invisible. En cuanto a la organización administrativa de la iglesia, Kant utiliza una analogía para comprender aquello que entiende por una comunidad ética, “con la que mejor podría ser comparada es con la de una comunidad doméstica (familia) bajo un padre moral comunitario, aunque invisible, en tanto que su hijo santo, que conoce su voluntad y a la vez está en parentesco de sangre con todos los miembros de la comunidad, le representa en cuanto a hacer conocida más su voluntad a aquellos, que por ello honran en él al padre y así entran entre sí en una voluntaria, universal y duradera unión de corazón.” (“La Religión…”, p. 103). La anterior analogía puede ser interpretada como en relación respecto de una 12 CUADRANTEPHI No. 20 Enero - junio de 2010, Bogotá, Colombia iglesia de carácter espiritual, no respecto de ninguna iglesia en particular como lo puede ser la católica o la protestante; sino en relación a la idea de iglesia como arquetipo de comunidad ética. Desde luego, esta interpretación se encuentra sujeta a nuevas lecturas de la metáfora. A manera de conclusión, me parece importante señalar dos preguntas que contienen implícitamente la respuesta a la pregunta base, ¿cómo concibe Kant racionalmente una Iglesia? Por un lado, como ya hemos constatado que existe un principio bueno y uno malo que inhabitan en el ser humano, cabe preguntarnos ¿quién posibilita que el principio bueno gane la lucha contra el mal y libere al hombre? Como ya lo dijo Kant, es “Dios”, es decir la idea de Dios que surge de la necesidad de concebir una comunidad ética racional; la otra pregunta es ¿cómo Dios puede intervenir en la lucha interna del hombre contra el principio malo? Gracias a la constitución de esa comunidad ética racional, pues el filósofo alemán reconoce que el grupo humano que rodea al sujeto puede, en cierto sentido, influir en el desarrollo o contención tanto del principio bueno como del malo. Así las cosas, Kant mismo me respondió la duda respecto de cómo concibe racionalmente la iglesia, pues aunque para la razón pura - teórica - sea difícil de comprender, al ser una pregunta que sobrepasa la estructura lógica del mundo, si observamos el subtítulo del texto de esta tercera parte –El triunfo del principio bueno sobre el malo y la fundación de un reino de Dios sobre la tierra-, Kant admite que es, pues, bajo la fundación de un reino de Dios sobre la tierra, la iglesia -comunidad ética-, que interviene a través de leyes de virtud, en la lucha de todo hombre contra el mal. Como dice San Pablo: <<en mi debilidad, Dios es fuerte>>, es decir, donde la fuerza de Dios y la voluntad de Él impera, puede el hombre liberarse del principio malo, en la medida que la razón moral práctica le permite al hombre creer válidamente en un la idea de un Dios que libera los hombres del mal. Porque toda alma racional consulta a esta Sabiduría, la cual se revela a toda alma, el problema es cuando ésta la recibe con buena o mala voluntad, pues Dios nos ha dejado libres y no nos impone nada, no impone su Sabiduría, por eso muchas veces cuando el alma la recibe de mala voluntad y se deja llevar por las ilusiones que presentan los ojos 13 CUADRANTEPHI No. 20 Enero - junio de 2010, Bogotá, Colombia que dan vista hacia lo exterior, ésta se pierde y desvirtúa el efecto de la Luz, el cual no es defecto de la luz misma, sino de la ilusión causada por las cosas mundanas. Escrito de mi autoría inspirado de la obra De Magistro VIII – XIV, de San Agustín, Obispo de Hipona y padre de la iglesia. BIBLIOGRAFÍA Kant, I. (2006). La religión dentro de los límites de la mera razón. Madrid: Alianza. ……… (1788). Crítica de la Razón Práctica, Madrid: Alianza. Colomer, E. (1993). El pensamiento Alemán de Kant a Heidegger. Editorial Herder, segunda Edición.