Introducción DEL PERSONAJE A LA CONSTRUCCION DE LA PERSONA No es fácil trabajar un personaje, el género biográfico ha caído en un desprestigio justificado, ya que frecuentemente se trata de hagiografías dirigidas a creyentes y no de esfuerzos de reconstrucción del personaje, y de su puesta en valor dentro la historia. No hemos querido hacer este tipo de trabajo fácil, por respeto al personaje estudiado y porque nuestra forma­ ción profesional nos abría interesantes perspectivas para su estudio. En efecto, desde nuestros primeros acercamientos a Mons. Pedro Pascual Farfán, su vida y escritos suscitaron en nosotros un respeto que se convirtió en exigencia profesional, nos propusimos entonces devolverle su lugar en la historia del pensamiento y de la Iglesia del Perú, más allá de la informa­ ción parcial o el juicio de parte. Por ello, este trabajo lo hace­ mos como una propuesta de estudio de historia de las menta­ lidades, área histórica poco trabajada en nuestro medio y que es lo más opuesto de la hagiografía. En esta perspectiva analítica podremos percibir los alcances y significación histó­ rica de Mons. Pedro Pascual Farfán. Con frecuencia, cuando nos confrontamos con libros de historia nos encontramos con una serie de acontecimientos sin explicación, cuyo desarrollo aparece como producto de la intervención cuasi mágica de determinados héroes o persona­ jes. La historia estaría hecha por algunos personajes singu­ lares, excepcionales, cuyas motivaciones para la acción nos [2 5 ] 26 Im e l d a V e g a - C e n t e n o B . escapan, y la carencia de un análisis historiográfico no permite llegar a las explicaciones causales de dicha acción. El decurso histórico está jalonado por acciones de hombres comunes y corrientes que intervienen en la historia con su bagaje personal de pasiones y cualidades, pero lo hacen como miembros de sociedades y culturas situadas y fechadas, con­ densando en ellos la herencia social acumulada en la larga duración (Samaran, 1969; Basadre, 1974). Para estudiar a un personaje es preciso rastrear en su arqueología mental el conjunto de factores e influencias que lo construyen, a él y a su medio cultural a lo largo de décadas y aún de siglos, para no caer en los anacronismos sicológicos de juzgarlos con categorías culturales o ideológicas actuales, cuando su lógica se refiere en realidad a un contexto socio-cultural completa­ mente distinto (Fevre, 1928). Justamente, algunos datos presuntamente analíticos respecto a Mons. Farfán, y que han sido bastante difundidos, pecan de estos anacronismos analíticos. En un conocido ar­ tículo sobre la Iglesia peruana, Luigi Einaudi (1969) saca de contexto una frase de una Carta Pastoral donde Mons. Farfán habla de la misericordia, al ejemplo de Santa Rosa; esta frase, según el “progresista” autor, probaría la profunda actitud re­ accionaria de la Iglesia peruana de 1937 en materia social, y sobre todo la del entonces Arzobispo de Lima (Ib., 1969, p.464; Pike, 1967, p.313; Klaiber, 1988, p.318). Otro autor, de signo ideológico completamente opuesto al de Einaudi, Wilfredo Kapsoli en su trabajo sobre los movimientos campesinos, opone la acción del Patronato de la Raza Indígena a la acción del Comité Pro-Derecho Indígena Tawantinsuyo, el primero sería simple manipulación del gobierno de Leguíay debía estar a favor de los hacendados pues lo presidía el obispo; el segundo era “auténticamente campesino y revolucionario”, etc. (Kapsoli, 1977, p.44-79; Delran, 1979, p. 168-169); oposi­ ción que niega la labor desarrollada durante casi ocho años por los patronatos, algunas de cuyas acciones son excepcio­ nales, como es el caso del Patronato cusqueño presidido por Mons. Farfán. El propio Luis. E. Valcárcel, en sus Memorias, cae también en el anacronismo sicológico denunciado por In t r o d u c c i ó n 27 Fevre cuando, al recordar su participación en el patronato cusqueño, dice que éste se reunía para escandalizarse verbal­ mente con las denuncias que le llegaban y terminaba con re­ comendaciones “paternalistas” del obispo (Ib. 1981, p.235). Sacar de contexto una frase no es serio desde el punto de vista analítico y aún podríamos decir que es deshonesto; pero adjetivar desde posiciones políticas o ideológicas actuales lo que pasó hace más de setenta años es engañoso, se cae en el error intelectual de pedir a hombres de comienzos de siglo que piensen con categorías actuales de las ciencias sociales, o a partir de ideologías políticas que surgieron después de los acontecimientos reseñados. Se trata de una adjetivación que impide avanzar en el conocimiento cabal del período estudiado a través de los personajes e instituciones. Para poder entender la acción de los personajes que nos cuestionan desde el pasado hay que tratar de reconstruir en su complejidad el medio socio-cultural del cual surgen, con sus influencias recientes y lejanas, con los aportes y limitaciones de su contexto social y espacial; así como tener en cuenta las formas sociales que se utilizan para decir o hacer. En otras palabras, es necesario el estudio del vocabulario, del lenguaje social y de las lógicas puestas en juego de acuerdo a su situación espacio-temporal. Como diría Braudel, para acercamos a un personaje debemos tener en cuenta que en él se están jugando al mismo tiempo tres niveles de temporalidad histórica: el superficial o coyuntural, el de mediano término y el de la larga y aún muy larga duración (En: Gurvitch, 1958, 1966). Por otro lado, más recientemente, en la revista Páginas (Vol. III,n°15, V/1978) Hugo Echegaray extracta un viejo texto de la Pastoral sobre la Raza Indígena que Mons. Farfán escri­ biera en 1920 y la presenta como un texto antiguo y moderno sobre la permanente preocupación eclesial por el indio, al mismo tiempo que hace la memoria del Congreso Interdiocesano de Acción Social en el momento que se celebraba los se­ senta años de ese acontecimiento eclesial. A su vez, una tesis de bachillerato en historia da cuenta de manera monográfica de la trayectoria de Mons. Farfán frente al debate indigenista (Hurtado, 1982). Este trabajo, aunque inicial, es hasta ahora 28 Im e l d a V e g a - C e n t e n o B . el único intento de comprehensión de la obra indigenista de Mons. P.P. Farfán. En esta misma perspectiva J. Klaiber da una visión panorámica de la pastoral desarrollada por el prelado en sus tres diócesis (Klaiber, 1988). Por su parte, existen una serie de apuntes que tienden a esbozar datos para lo que sería una biografía de Mons. P.P. Farfán, lo más saltante de ello figura en las reseñas publica­ das en dos números de la revista El amigo del Clero -Organo oficial del Arzobispado de Lima- que aparecieron en 1945, pri­ mero con motivo de sus bodas de oro sacerdotales y luego con motivo de su fallecimiento (Ib. n° 1436, y n° 1444); así como las notas biográficas publicadas por C. de Losada (Revista de la Universidad Católica del Perú, Tomo XIII, n° 6-7, 1945). Revisando estos datos y, sobre todo, trabajando su archivo y bibliotecas personales, nosotros queremos resaltar algunos de los aspectos más notables de su vida y acción pastoral. Nos llama la atención su vocación sacerdotal y el humilde temor que lo embarga ante la posibilidad de ser elegido obispo, lo que le hace renunciar ante la Santa Sede a tal dignidad. La carta de respuesta del Secretario de la Pontificia Congregación para la Codificación del Derecho Canónico no sólo deniega el pedi­ do, sino que le exhorta a asumir con “la humildad que demuestra” la responsablidad del episcopado, pues entiende que no es desobediencia sino virtud la que lo hace plantearse tal eventualidad (P.P.Farfán Manuscritos, File Corresponden­ cia, Roma 18/11/1907). Entre otros gestos está su constante peregrinaje a lo largo de sus dos primeras diócesis, Huarás y Cusco, lo cual según un contemporáneo, Mons. Leonardo Rodríguez Bailón, lo llevó a pasar “varios meses al año montado a caballo por caminos peligrosos de villorrio en villorrio, de caserío en caserío, fus­ tigando los vicios, sosteniendo la virtud y prodigando consue­ lo” (El Amigo del clero n° 1436). Igualmente es característica su constante preocupación por el Seminario y la formación de los sacerdotes, su preocupación por predicar a estos, mensual­ mente, un retiro espiritual cuyos sermones quedan en sus ma­ nuscritos (Cf. Cuadernos), y su volumen de Pláticas Pastora­ les. Estas actitudes son completadas con su actividad perma- In t r o d u c c i ó n 29 mente de reflexión sobre el servicio a los indígenas por parte de la Iglesia. Anotemos que esta preocupación es antigua, ya que se inicia con la preparación y sustentación de su tesis en el Seminario Sobre la lengua indígena, en 1893, y se prolonga en su pastoral en quechua dirigida a los indios en el momento de la toma de posesión de la sede episcopal del Cusco, en 1918, y en su Pastoral sobre la Raza Indígena (1920) o en la Celebra­ ción del Vo Sínodo Diocesano, cuyo tema es la evangelización de los indios, en 1922. Su preocupación no es pues oportunis­ ta ni pasajera, es una larga vocación de protector de indios en la escuela de Bartolomé de las Casas. Por su parte, la convocatoria y realización del Primer Congreso Interdiocesano de Acción Social, en 1921, reúne a las diócesis de Arequipa, Puno, Ayacucho y Cusco en un es­ fuerzo por acercar a la realidad del sur andino las enseñan­ zas de la encíclica Rerun Novarum (Calderón, 1990, p. 138). Su iniciativa de crear la Comisión de Historia Eclesiástica permite el rescate de valiosos documentos de la Gran Rebelión existen­ tes en las parroquias de Yanaoca, Pampamarca, Tinta, entre otras. A esta actividad se suma la iniciativa de honrar la memoria de Tupac Amaru con un monumento, tanto en su pueblo de origen como en el Cusco, con motivo del Centenario de la Independencia. Por último, desde 1922 su muy intensa actividad en el Patronato de la Raza Indígena del Cusco (Hurtado 1982, p.74; Klaiber, 1988; Renique, 1991). Sus con­ temporáneos subrayan también estas preocupaciones permamentes, es decir, difundir la doctrina social de la Rerun Novarum, su actividad tupacamarista y la preocupa­ ción por el estudio de la historia eclesiástica del Cusco (Comi­ sión Arquidiocesana por el Bicentenario de Tupac Amaru, 1980; Hurtado, 1982). Para terminar con las referencias biográficas diremos que Mons. Pedro Pascual Farfán nació en el Cusco el día 23 de octubre de 1870, hijo de don Máximo Farfán y doña Antonia Pascual. Quedó huérfano a los cuatro años; en 1887 ingresa al Seminario y en 1888 obtiene una beca para hacer sus estu­ dios en el Seminario Conciliar de San Antonio Abad, recibe las órdenes mayores en 1894 y, ordenado Sacerdote, celebra su 30 Im e l d a V e g a - C e n t e n o B . primera misa en enero de 1895. Ese mismo año es nombrado párroco de Belén y Santiago en la ciudad del Cusco, al mismo tiempo que enseña en el seminario del cual llegó a ser vice­ rector en 1899. En 1906, a sugerencia del Presidente de la República es escogido por el Parlamento para ser propuesto para cubrir la vacante producida en la diócesis de Huarás, el 18 de abril de 1908 es preconizado obispo y en diciembre del mismo año toma posesión de la sede. En 1913 realiza el Io Sínodo Diocesano de Huarás, diócesis donde funda el Semina­ rio Menor de San Pedro Pascual de Carhuás; visita constan­ temente su diócesis “llegando a sitios donde nunca había llegado ningún prelado y a otros donde no había llegado otro desde Sto. Toribio de Mogrovejo” (Relatos, En: Farfán, Obras Tomo I). En 1917 es propuesto por el Congreso para ser promovi­ do a la diócesis del Cusco, a la cual es trasladado en 1918, toma posesión en octubre de ese año y abre su episcopado con una carta pastoral dirigida a los indígenas de la diócesis, de la cual hemos tomado el título de este trabajo. En 1919 realiza el IVo Sínodo Diocesano, después de tres siglos de realizado el anterior, y visita toda su diócesis. En 1921 organiza el ya citado Congreso Interdiocesano de Acción Social y en 1922 el Vo Sínodo Diocesano sobre la raza indígena. A partir de esta fecha y durante ocho años será Presidente de Patronato de la Raza Indígena del Cusco, labor que desarrollará intensamen­ te, como veremos luego. En 1928 se realiza en el Cusco el Primer Congreso Eucarístico Diocesano realizado en el Perú. En 1933 es trasladado a la Arquidiócesis de Lima; en 1935 funda la Acción Católica y realiza el Primer Congreso Eucarís­ tico Nacional en Lima, en 1943 es nombrado Arzobispo Primado del Perú y Vicario Castrense, en 1945 realiza en Lima las Misiones Populares. En enero de 1945 celebra sus bodas de oro sacerdotales, en julio del mismo año logra dar solución a una difícil situación financiera de la arquidiócesis, problema que lo consumió durante su arzobispado en Lima, finalmente muere en setiembre del mismo año. En la celebración de sus Bodas de Oro, el Ministro de Guerra Gral. Alfonso Silva Santistevan resalta la humildad, In t r o d u c c i ó n 31 como virtud que caracterizaba al Arzobispo Farfán, quien en “un razgo en su vida simboliza esta virtud, ha dejado el Palacio Arzobispal para las funciones oficiales y ha buscado el reposo, la meditación y la plegaria, el retiro, en una pequeña casa de cura de aldea frente al ancho mar de la Magdalena" (El amigo del Clero N° 1436, p.46). Esta actitud es tan característica de Mons. Farfán que cuando, ya desahuciado, un Edecán del Presidente sugiere que se lo traslade del Hospital Loayza a “un sitio más aparente” -sugiriendo así el Palacio Arzobispal- él suplica: “llévenme a Magdalena", a su casita humilde de cura de aldea, lástima ahora lejos de sus amados indígenas... ( El amigo del clero N° 1444, p. 25-26). Ahora bien, como dijimos más arriba, no estamos de acuerdo con una biografía histórica reducida a un conjunto de gestos excepcionales de hombres igualmente excepcionales; sin embargo, no podemos dejar de resaltar que Mons. Farfán, tal como lo señalan los más serios historiadores actuales, es un obispo que desarrolla una pastoral indígena y, más aún, una actividad que puede ser considerada indigenista, justa­ mente en el período más importante de revueltas campesinas, del protagonismo estatal en materia de desarrollo nacional y de los intentos de modernización de las sociedades serranas arcaizadas durante el siglo XIX, además del consiguiente des­ arrollo de las ideas sociales en el convulsionado sur andino (Klaiber, 1988; Hurtado, 1982). Esta actitud no es común en la Iglesia peruana de la época, inclusive es considerada “sub­ versiva" por el Nuncio Apostólico, a quien Mons. Farfán debe explicar los alcances de su carta pastoral de 1920 sobre el “estado religioso y moral" de la raza indígena (File Correspon­ dencia P.P. Farfán, Carta 1921). Luego, ¿a qué se debe esta actitud atípica, si por su parte Mons. Farfán es un sacerdote peruano, con formación tan amplia y limitada como los demás sacerdotes peruanos de su tiempo y que vive en fidelidad a una Iglesia en un proceso de romanización? Además, siendo cus­ queño y perteneciendo a un sector social medio, estaba par­ ticularmente sometido a las presiones de los hacendados -tal como lo señala Klaiber- entonces, ¿qué explicación dar a su permanente actitud pro-indígena y a sus gestos que pueden 32 Im e l d a V e g a - C e n t e n o B . ser mal entendidos no sólo por los terratenientes locales, sino por la propia autoridad eclesiástica a la cual se somente en obediencia? (Klaiber, 1988, p.258). ¿ Será suficiente explica­ ción la de un autor que afirma que al haberse generado un ambiente indigenista en el Cusco “hasta el Obispo Farfán escribió documentos indigenistas”?, es decir, que se trataría de una especie de contagio ideológico al que nadie pudo resis­ tir, ni siquiera el obispo (Tamayo, 1981). Como propuesta de estudio de las mentalidades, tratare­ mos de analizar el peso de las múltiples tradiciones históricoculturales que convergen en la construcción social del perso­ naje. Por ello estudiamos en los fenómenos de la larga dura­ ción aquello que se ha denominado las mentalidades colecti­ vas, las que son un sustrato más allá de la conciencia y de la temporalidad del individuo, sustrato de profundidad de donde surge nuestra visión del mundo y de la historia y, por eso mismo, la forma cómo los grupos sociales -y las personas dentro de estos- se relacionan con la realidad, y sus intentos de transformarla. La producción social de las mentalidades atraviesa siglos y generaciones, se inscribe en el lento trans­ currir de la historia. En el estudio de la triple temporalidad vivida por Mons. Farfán encontraremos viejas y nuevas reflexiones sobre las preocupaciones permanentes de la evangelización de los pobres; el análisis del discurso indigenista eclesiástico de Mons. Far­ fán nos permitirá percibir las peculiaridades del mismo, su surgimiento a través de la larga duración, sus fuentes propias y el alcance profético de su pregón misionero desde las alturas de los Andes. Nuestra perspectiva es analítica; para entender la pasto­ ral y labor indigenista del Obispo Farfán lo situamos en el triple nivel de temporalidades que lo constituyen como perso­ naje: la larga duración, a través de la construcción de su he­ rencia social familiar (Cap.I), el largo y mediano plazo en los procesos sociales vividos por el Cusco en el siglo XIX y comienzos del XX (Cap.II), la muy larga y larga duración a través de la tradición eclesial y su visión de la evangelización de los indios (Cap. III), y su peculiar capacidad personal -corta In t r o d u c c i ó n 33 duración- para cristalizar en su acción pastoral todo este legado que es social y cultural, que es producto del medio que lo produce y que genera los problemas que él intenta resolver desde su misión eclesial (Cap. IV); finalmente analizaremos las circunstancias de su promoción a Lima y la situación de la iglesia en la década del 30 (Cap. V); para concluir con una visión analítica global sobre las fuentes, límites y alcances del indigenismo eclesiástico dentro del contexto histórico de co­ mienzos de siglo. En términos sociológicos tratamos de estudiar la manera cómo un medio socio-cultural construye la realidad en la que se desenvuelven los actores sociales, pues la realidad sociocultural es un complejo sistema de producción social, los individuos que nacen dentro de un medio dado son herederos y partícipes de estos modos sociales de producir la realidad (Berger y Luckmann, 1972; Bourdieu, 1964). A través del estudio de un personaje queremos desentrañar estos elemen­ tos constitutivos de la realidad social que Mons. Pedro Pascual Farfán recibe, percibe, y en la cual participa; es a partir de este trabajo que podremos dar explicación a la atipicidad y carac­ terísticas de su acción pastoral proindígena y de su presencia en el indigenismo de la década del 20. La realidad nos aparecerá así menos provista de ribetes mágicos, cargada de la historia de los hombres y mujeres que construyeron el Perú de ésta manera: con determinados problemas y posibilidades, con una determinada visión del mundo y de la historia, pero que, al ser herederos y participantes de la misma, querían intervenir y construir futuro, usando para ello los instrumen­ tos que tuvieron a su alcance, además de sus virtualidades, capacidades y vocaciones personales. ■ í.‘ >•„' > Inauguración del Mercado de Santa Clara, Cusco 1918. Al centro Mons. Pedro P. Farfán, el tercero a la izquierda con sobretodo en el brazo, Víctor Raúl Haya de la Torre, Secretario del Prefecto Dr. César González primero a la derecha de Mons. Farfán. Foto Martín Chambi mm M' m t t â iü W'SPl fàââgmsm0 B a tfPT- *i /••• ÉJÉra%*Éi W %• B BSp$ wg&mf W ÊÊM • !0¡8Í*S<W S*