Los efectos de las políticas de ajuste en el rol de la mujer agricultora en el Altiplano Occidental de Guatemala Ing. Marco Antonio Abac Yax Facultad de Ciencias Agrícolas y Ambientales Facultades de Quetzaltenango Universidad Rafael Landívar Octubre de 2003 Guatemala posee una riqueza envidiable. Gracias a la diversidad de clima, suelos y topografía, el país cuenta con un mosaico denso y único de alrededor de 15 ecosistemas tropicales y subtropicales en sus 108,000 kilómetros cuadrados. La diversidad de etnias que habitan el país es igualmente amplia, las cuales también presentan una riqueza igualmente grande de idiomas y lenguas. Sin embargo, Guatemala posee aún una de las estructuras agrarias más deformadas de Latinoamérica, lo que se refleja en una alta concentración de las mejores tierras en una minoría de agricultores. Como consecuencia, la mayoría de los agricultores producen en terrenos de ladera, altamente susceptibles a la degradación. En el Altiplano, donde viven dos tercios de la población del país, el modelo de propiedad de la tierra tiene consecuencias devastadoras para el ambiente. Los agricultores privados de suelos fértiles se ven obligados a abrirse paso en las tierras marginales o boscosas, que técnicamente son inadecuadas para la agricultura. Como consecuencia, la deforestación produce un efecto crítico de erosión que repercute en las cuencas y sistemas fluviales. Por otra parte, la economía del Altiplano se basa principalmente en pequeñas parcelas con cultivos de subsistencia para la población indígena. Cada sociedad ha construido una división genérica del trabajo, y por muchos años se ha considerado que la actividad agropecuaria en el país es fundamentalmente de naturaleza masculina. Los hombres son los agricultores, productores, los que realizan la mayor parte del trabajo en el campo; las mujeres, en cambio se limitan o son las responsables principalmente del trabajo reproductivo de criar los hijos y mantener el hogar, sin que este rol se perciba como trabajo real. En muchas sociedades, hombres como mujeres realizan trabajo productivo, bien sea bienes y servicios para subsistir o para el mercado, pero el masculino tiene en la producción un valor más elevado. Una de las características de la actual situación de la mujer guatemalteca, ha sido la creciente feminización de la agricultura en pequeñas fincas familiares conforme los hombres han buscado trabajo asalariado en otras actividades o han emigrado a las áreas urbanas para encontrar empleo. Las cifras de la Organización Internacional del Trabajo muestran un porcentaje muy alto de mujeres que realizan trabajo agrícola en calidad de asistentes familiares. Pese a lo anterior, la planificación del desarrollo del país, no ha logrado reconocer de manera integral ni sistemática la contribución de las mujeres al proceso de desarrollo rural. Así las estrategias agrícolas siguen dirigidas a los hombres y las mujeres tienen poco acceso a los recursos y servicios públicos existentes. Los censos y encuestas sobre hogares se diseñan bajo un mismo supuesto: “Los activos son los hombres, porque por definición son ellos los agricultores mientras que las mujeres son las “inactivas” por su estatus de “ama de casa”. En países como el nuestro, el número de hogares cuya cabeza es una mujer ha venido creciendo tanto en las áreas rurales como en las urbanas, acompañado de un incremento de actividades domésticas de las mujeres, lo que se ha llamado trabajo reproductivo. Según datos estadísticos, las mujeres rurales trabajan jornadas más largas (15 horas en tareas agrícolas combinadas con los trabajos domésticos) ilustrando con ello que las mujeres son agentes activas del desarrollo. Entre los factores que determinan la participación y limitación de hombres y mujeres en la agricultura pueden mencionarse: a) Las relaciones de producción imperantes, las diferencias de los sistemas agrícolas, el tamaño de las explotaciones y los niveles de pobreza rural que determinan estrategias de supervivencia específicas, así como la vinculación de las unidades de producción a los mercados locales. Además, inciden variables como la estructura y composición familiar por edad y sexo, flujos migratorios, el origen étnico y racial. Como tendencia general, la participación femenina rural es mayor entre las unidades más pobres de menor extensión y cuando los hombres y jóvenes de ambos sexos migran para generar ingresos monetarios fuera de la parcela. b) Los cultivos en los cuales la división del trabajo por género es más flexible y las mujeres tienen una amplia participación como lo son las leguminosas, la papa, las hortalizas, las frutas y los cereales producidos en pequeñas unidades de producción. Las tareas que las mujeres más frecuentemente realizan son selección y producción de semillas, siembra, deshierbe y cosecha. La producción de alimentos, tanto para autoconsumo como para los mercados concentra un amplio porcentaje de la fuerza de trabajo femenina en la agricultura. En cultivos de exportación tradicional y no tradicional, como café, banano, flores y frutas, las mujeres laboran en tareas de viveros, recolección y postcosecha. c) En la producción pecuaria de las pequeñas unidades, tradicionalmente los varones se ocupan del pastoreo y manejo del ganado mayor, con el cual las mujeres realizan el ordeño y procesamiento de la leche y tareas de sanidad animal. Manejan además, la ganadería menor (aves de corral, cerdos, ovejas, entre otros). d) Las actividades postcosecha de las unidades familiares son realizadas fundamentalmente por las mujeres, especialmente labores de traslado interno, desgrane, lavado, secado y almacenamiento. En cuanto a la transformación de los principales productos de las pequeñas unidades (granos, frutas, leche, carne, entre otros) descansa prácticamente en manos de las mujeres. e) En la comercialización de los productos en el sector de las pequeñas unidades agrícolas, los estudios demuestran que las mujeres tienen una participación significativa en dicho proceso. f) La mayoría de las mujeres rurales tienen limitaciones para acceder al recurso tierra, debido a las restricciones legales que se imponen y al predominio de la línea masculina que rige los derechos consuetudinarios de herencia sobre la propiedad agraria. g) Los patrones culturales vigentes en la sociedad guatemalteca limitan la contribución de la mujer a la agricultura y al desarrollo, ya que en la mayoría de los casos son subordinadas a los varones (padres, esposos, hijos, jefes, dirigentes, etc.) h) El crédito dirigido a los pequeños productores no ha beneficiado tampoco a las mujeres, las que se ven doblemente excluidas por el hecho de que el sistema bancario exige como condición para calificar como sujeto de crédito el ser propietario(a) o socio(a) de cooperativas. i) Por lo que respecta a la tecnología y asistencia técnica, el acceso a la misma es deficiente ya que ha estado dirigida de manera exclusiva a los varones, por la concepción prevalente de que son los que trabajan en la agricultura. j) La concepción que predomina en el aparato institucional del sector agropecuario y en los centros de investigación agrícola no incorpora las diferencias de género en sus sistemas de recolección de información y análisis, lo que contribuye a perpetuar y profundizar las limitaciones que enfrenta la mujer del campo. Resumiendo, las políticas de ajuste han establecido marcadas diferencias de género, las jornadas de trabajo de las mujeres se han alargado, siendo su retribución inferior tanto en la economía formal como informal, su ingesta es menor cuando hay menos, y su educación llega de último. La participación femenina en el manejo de pequeñas parcelas y animales de corral se ha convertido en una necesidad en las comunidades indígenas, Cuando las mujeres incrementan su jornada de trabajo, su salud y bienestar se ven afectados. Debemos recordar que las mujeres con tierra o casi sin tierra que no pueden producir para la autosubsistencia de la familia deben encontrar algún modo para ganar ingresos en otros sectores de la economía. Más allá de la lectura o análisis de datos estadísticos sobre la vinculación de la mujer a la agricultura guatemalteca, debemos asumir una actitud de cambio para realmente mejorar la actual situación de la mujer del área rural. BIBLIOGRAFIA AVANCSO (1995).Trabajo, Género y Ajuste, Guatemala. AYALA, U. (1991). Mujer y empleo en el sector rural. Bogotá, Colombia. FLACSO (1998). Estrategias de sobrevivencia campesina en ecosistemas frágiles. Programa Guatemala. Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (1993). Organización y administración para el desarrollo rural. Tema especial: Género, mujer y desarrollo. San José, Costa Rica. CEPAL (1987). Mujer campesina en América Latina. Santiago de Chile.