Historia de la filosofía IES DRAGO - CURSO 2016/2017 C APÍTULO 1 Sabiduría y felicidad en la filosofía Antigua. De cómo en la Grecia y la Roma antigua antigua, desde el siglo V a. C hasta el siglo I de nuestra era, los primeros filósofos buscaron la sabiduría articulando sistemas complejos de pensamiento ajenos a la tradición mítica y religiosa. S ECCIÓN 1 Sócrates “La vivacidad de su palabra le jugaba frecuentemente malas pasadas: le golpeaban, le tiraban de los pelos, se burlaban de él; pero él soportaba todo con calma imperturbable, hasta el punto de que, habiendo recibido una vez una patada, permaneció impasible y a uno que se sorprendió de ello le preguntó si a un burro que da una coz merecería o no denunciarlo. A diferencia de otros filósofos, no tuvo necesidad de viajar: se quedó siempre en su ciudad, Atenas, conversando con sus amigos y buscando no tanto combatir sus opiniones como descubrir con ellos la vedad.” Diógenes Laercio, Vidas de filósofos ilustres. Clase 1. Donde entenderemos que hay que tomar en serio a los Oráculos. «Cuando supe la respuesta del oráculo, dije para mí; ¿Qué quiere decir el Dios? ¿Qué sentido ocultan estas palabras? Porque yo sé sobradamente que en mí no existe semejante sabiduría, ni pequeña, ni grande. ¿Qué quiere, pues, decir, al declararme el más sabio de los hombres? Porque él no miente. La Divinidad no puede mentir. Dudé largo tiempo del sentido del oráculo, hasta que por último, después de gran trabajo, me propuse hacer la prueba siguiente: —Fui a casa de uno de nuestros conciudadanos, que pasa por ser uno de los más sabios de la ciudad. Yo creía que allí mejor que en otra parte encontraría material para rebatir al oráculo y presentarle un hombre más sabio que yo, por más que me hubiere declarado el más sabio de los hombres. Examinando, pues, a este hombre, de quien baste deciros era uno de nuestros grandes políticos, sin necesidad de descubrir su nombre, y conversando con él, me encontré con que todo el mundo le creía sabio, que él mismo se tenía por tal, y que en realidad no lo era. Después de este descubrimiento me esforcé en hacerle ver que de ninguna manera era lo que él creía, y he aquí ya lo que me hizo odioso a este hombre y a sus amigos que asistieron a la conversación. Luego que de él me separé, razonaba conmigo mismo y me decía: —Yo soy más sabio que este hombre. Puede muy bien suceder que ni él ni yo sepamos nada de lo que es bello y de lo que es bueno; pero hay esta diferencia, que él cree saberlo aunque no sepa nada, y yo, no sabiendo nada, creo no saber. Me parece, pues, que en esto yo, aunque poco más, era mas sabio, porque no creía saber lo que no sabía.» Platón, Apología de Sócrates. 2 Clase 2. En la que aprenderemos a no tener miedo de los peces torpedo (o tembladera). Sofistas. Los sofistas eran profesores de retórica y filosofía que, en el siglo V antes de J.-C., enseñaban el arte de hablar en público. Proponían a los jóvenes de familias adineradas una formación superior de tres o cuatro años a cambio de una suma elevada de dinero. Con sus alumnos visitaban diferentes ciudades y daban exhibiciones de su saber para atraer a nuevos alumnos; pero era sobre todo en la democrática ciudad de Atenas donde se asentaron. «El oficio de partear, tal como yo lo desempeño, se parece en todo lo demás al de las matronas, pero difiere en que yo lo ejerzo sobre los hombres y no sobre las mujeres, y en que asisten al alumbramiento, no los cuerpos, sino las almas. La gran ventaja es que me pone en estado de discernir con seguridad, si lo que el alma de un joven siente es un fantasma, una quimera o un fruto real. Por otra parte, yo tengo de común con las parteras que soy estéril en punto a sabiduría, y en cuanto a lo que muchos me han echado en cara, diciendo que interrogo a los demás y que no respondo a ninguna de las cuestiones que se me proponen, porque yo nada sé, este cargo no carece de fundamento. Pero he aquí por qué obro de esta manera. EI Dios me impone el deber de ayudar a los demás, a parir, y, al mismo tiempo, no permite que yo mismo produzca nada. Ésta es la causa de que no esté versado en la sabiduría y de que no pueda alabarme en ningún descubrimiento que sea una producción de mi alma. En compensación, los que conversan conmigo, si bien algunos de ellos se muestran muy ignorantes al principio, hacen maravillosos progresos a medida que me tratan y todos se sorprenden de este resultado, y es porque el Dios quiere fecundarlos.Y se ve claramente que ellos nada han aprendido de mí y que han encontrado en sí mismos los numerosos y bellos conocimientos que han adquirido, no habiendo hecho yo otra cosa que contribuir con el Dios a hacerles concebir.» Platón, Teeteto. 3 La clase en casa El conocimiento del bien conduce al bien. Sócrates pensaba que tenía por dentro una voz divina y que esa «conciencia» le decía lo que estaba bien. «Quien sepa lo que es bueno, también hará el bien», decía. Quería decir que conocimientos correctos conducen a acciones correctas. Y sólo el que hace esto se convierte en un «ser correcto». Cuando actuamos mal es porque desconocemos otra cosa. Por eso es tan importante que aumentemos nuestros conocimientos. Sócrates estaba precisamente buscando definiciones claras y universales de lo que estaba bien y de lo que estaba mal. Al contrario que los sofistas, él pensaba que la capacidad de distinguir entre lo que está bien y lo que está mal se encuentra en la razón, y no en la sociedad. Quizás esto último te resulte un poco difícil de digerir, Sofía. Empiezo de nuevo: Sócrates pensaba que era imposible ser feliz si uno actúa en contra de sus convicciones. Y el que sepa cómo se llega a ser un hombre feliz, intentará serlo. Por ello, quien sabe lo que está bien, también hará el bien, pues ninguna persona querrá ser infeliz, ¿no? ¿Tú qué crees, Sofía? ¿Podrás vivir feliz si constantemente haces cosas que en el fondo sabes que no están bien? Hay muchos que constantemente mienten, y roban, y hablan mal de los demás. ¡De acuerdo! Seguramente saben que eso no está bien, o que no es justo, si prefieres. ¿Pero crees que eso les hace felices? Sócrates pensaba que no. Jostein Gaarder, El mundo de Sofía (1991). Menos pragmático que los sofistas -y posiblemente con menos expectativas respecto a la democracia- Sócrates se presenta como el ilustrado comprometido con en la reforma de las conciencias, tanto públicas, sobre todo, privadas. Se le conocía como “el tábano”, que aguijoneaba y avivaba la conciencia adormecida de sus conciudadanos. -jamás predicó en el sentido habitual del moralista al uso, ni escribió absolutamente nada-. Sócrates pensaba que los valores sociales, morales, políticos -ámbitos que en la mente del griego se superponían- podrían y debían fundamentarse en valores universales y necesarios, independientes de la época, cultura, convenciones sociales. “Sólo sé que no se nada”, solía decir, entre humilde e irónico, frente a los que juzgaba detentadores del poder y el saber. Tampoco, para él, la virtud es sin mas el privilegio de una clase social. La virtud es, sobre todo, cuestión de conocimiento. Quien hace el mal no es porque sea intrínsecamente malo, sino porque es ignorante respecto de que sea el bien. Pero la ciencia de la virtud no se puede enseñar a la manera de los sofistas, transmitiendo un saber teórico. Más bien es una destreza que debe ser despertada en cada uno de los humanos dotados de razón. El maestro no puede enseñar (transmitir) nada al aprendiz sino, en todo caso, dirigir el proceso de aprendizaje, provocarlo, suscitar el saber que ha de ser, en definitiva, autoconocimiento (al igual que la comadrona no tiene los hijos, sino que ayuda a tenerlos a otras mujeres, que son quienes han de pasar, personalmente, por el trance). Magdalena García, Luces y sombras. El sueño de la razón en occidente. La definición de lo universal y el procedimiento inductivo. Los sofistas, Sócrates y la ciencia de la virtud. Por aquel entonces han comenzado a aparecer en la vida pública ateniense unos personajes, orgullosos creyentes en el poder de la razón humana. Se autoproclaman sabios, aunque habrá quien acabe llamándolos, entre peyorativo, sofistas (frente al sophós, que es el auténtico sabio), creídos tal vez de su propio saber. Son viajeros impenitentes, conocedores, por tanto, de los usos y costumbres de muchos pueblos y ciudades diferentes. Enseñan a los ciudadanos, a cambio de unos honorarios, el arte de discurrir, de hablar en público, de argumentar. Preparan, por tanto, para ser buenos ciudadanos. Profundos demócratas, hacen del ser humano el gozne sobre el que toda la realidad ha de girar, independientemente de qué tipo de ser humano se sea. Desarrollan un pensamiento ilustrado, antropocentrista, relativista (no es posible afirmar nada con carácter absoluto, fuera del contexto en el que se ha originado), lo que hará clamar contra ellos a Sócrates, su eterno antagonista filosófico. Según Aristóteles, dos cosas se pueden atribuir a Sócrates: “lo razonamientos inductivos y la definición de lo universal; y ambas se refieren al principio de la ciencia” (Metafísica, 13, 4, 1078 b). Efectivamente, la pregunta fundamental que hace Sócrates es “¿Qué es...?” y espera que el otro le conteste con una definición. El método socrático se encamina, pues, a la construcción de definiciones, las cuales deben encerrar la esencia inmutable de la realidad investigada. De este modo, Sócrates se opone al convencionalismo de los sofistas, e inaugura el camino de la búsqueda de las esencias. El procedimiento para llegar a la definición verdadera es inductivo: examen de casos particulares y ensayo de una generalización que nos dé ya la definición buscada. Sócrates concentró su búsqueda en torno a conceptos morales y curiosamente esa búsqueda -tal y como aparece en los primeros diálogos de Platón- terminó sin resultado. Así los diálogos Eutrifón (sobre la piedad), Cármides (sobre la templanza) y Lisis (sobre la amistad) concluyen con un aparente fracaso. Cesar Tejedor Campomanes, Historia de la filosofía en su marco cultural. 4 S ECCIÓN 2 ¿Y que los prisioneros no tendrán por real otra cosa que las sombras de los objetos artificiales transportados? Platón Es de toda necesidad Vivió entre el 427 y el 347 a. C.; fue discípulo de Sócrates, y como él, vivió siempre preocupado por las injusticias y el deterioro de la vida política y social de la democrática Atenas, situación de la que culpaba en parte a las enseñanzas relativistas de los Sofistas; en la República describe una sociedad ideal guiada por una ambiciosa concepción del Bien y la Verdad. Clase 3. Donde dejaremos que se nos explique a través de una alegoría. SÓCRATES.- Represéntate hombres en una morada subterránea en forma de caverna, que tiene la entrada abierta en toda su extensión, a la luz. En ella están desde niños con las piernas y el cuello encadenados, de modo que deben permanecer allí y mirar sólo delante de ellos, porque las cadenas les impiden girar en derredor la cabeza. Más arriba y más lejos se halla la luz de un fuego que brilla detrás de ellos; y entre el fuego y los prisioneros hay un camino más alto, junto al cual imagínate un tabique construido de lado a lado, como el biombo que los titiriteros levantan delante del público para mostrar, por encima del biombo, los muñecos. GLAUCÓN.- Me lo imagino. Imagínate ahora que, del otro lado del tabique, pasan sombras que llevan toda clase de utensilios y figurillas de hombres y otros animales, hechos en piedra y madera y de diversas clases; y entre los que pasan unos hablan y otros callan. Extraña comparación haces, y extraños son esos prisioneros. Pero como nosotros. Pues en primer lugar, ¿crees que han visto de sí mismos, o unos de los otros, otra cosa que las sombras proyectadas por el fuego en la parte de la caverna que tienen frente a sí? Claro que no, si toda su vida están forzados a no mover las cabezas. ¿Y no sucede lo mismo con los objetos que llevan los que pasan del otro lado del tabique? Indudablemente. Pues entonces, si dialogaran entre sí, ¿no te parece que entenderían estar nombrando a los objetos que pasan y que ellos ven? Necesariamente. Y si la prisión contara con un eco desde la pared que tienen frente a sí, y alguno de los que pasan del otro lado del tabique hablara, ¿no piensas que creerían que lo que oyen proviene de la sombra que pasa delante de ellos? Examina ahora el caso de una liberación de sus cadenas y de una curación de su ignorancia, qué pasaría si naturalmente les ocurriese esto: que uno de ellos fuera liberado y forzado a levantarse de repente, volver el cuello y marchar mirando a la luz y, al hacer todo esto, sufriera y a causa del encandilamiento fuera incapaz de percibir aquellas cosas cuyas sombras había visto antes. ¿Qué piensas que respondería si se le dijese que lo que había visto antes eran fruslerías y que ahora, en cambio, está más próximo a lo real, vuelto hacia cosas más reales y que mira correctamente? Y si se le mostrara cada uno de los objetos que pasan del otro lado del tabique y se le obligara a contestar preguntas sobre lo que son, ¿no piensas que se sentirá en dificultades y que considerará que las cosas que antes veía eran más verdaderas que las que se le muestran ahora? Mucho más verdaderas. Y si se le forzara a mirar hacia la luz misma, ¿no le dolerían los ojos y trataría de eludirla, volviéndose hacia aquellas cosas que podía percibir, por considerar que éstas son realmente más claras que las que se le muestran? Así es. Y si a la fuerza se lo arrastrara por una escarpada y empinada cuesta, sin soltarlo antes de llegar hasta la luz del sol, ¿no sufriría acaso y se irritaría por ser arrastrado y, tras llegar a la luz, tendría los ojos llenos de fulgores que le impedirían ver uno solo de los objetos que ahora decimos que son los verdaderos? Por cierto, al menos inmediatamente. Necesitaría acostumbrarse, para poder llegar a mirar las cosas de arriba. En primer lugar miraría con mayor facilidad las sombras, y después las figuras de los hombres y de los otros objetos reflejados en el agua, luego los hombres y los objetos mismos. A continuación contemplaría de noche lo que hay en el cielo y el cielo mismo, mirando la luz de los astros y la luna más fácilmente que, durante el día, el sol y la luz del sol. Sin duda. Finalmente, pienso, podría percibir el sol, no ya en imágenes en el agua o en otros lugares que le son extraños, sino contemplarlo cómo es en sí y por sí, en su propio ámbito. Después de lo cual concluiría, con respecto al sol, que es lo que produce las estaciones y los años y que gobierna todo en el ámbito visible y que de algún modo es causa de las cosas que ellos habían visto. Es evidente que, después de todo esto, arribaría a tales conclusiones. Platón, La República, Libro VII. ¡Por Zeus que sí! 5 Clase 4. Del verdadero conocimiento; del soñar y del no estar sano. SOCRATES.- He aquí, por ejemplo, querido Cratilo, una cuestión que se me presenta muchas veces como un sueño; lo bello, el bien y todas las cosas de esta clase, ¿debe decirse que existen en sí o que no existen? CRATILO.— Yo, Sócrates, creo que existen. SÓCRATES.— No se trata de examinar si existe un bello semblante o cualquiera otro objeto de esta naturaleza, porque todo esto me parece que está en un movimiento perpetuo. Lo que importa saber es si la belleza misma existe eternamente tal cual es. CRATILO.— Necesariamente. SÓCRATES.— ¿Si lo bello pasase sin cesar, podría decirse con propiedad, primero, que es tal cosa; y después, que es de tal naturaleza? ¿No sucedería necesariamente, que mientras hablábamos, se habría hecho otra cosa, habría huido y habría mudado de forma? CRATILO.— Necesariamente. SÓCRATES.— ¿Cómo podría existir una cosa, si nunca apareciera de una misma manera? Si existe durante un instante de la misma manera, es claro que, durante este tiempo, no pasa. Si subsiste siempre de la misma manera, y siempre la misma, ¿cómo podría mudar y moverse, no saliendo para nada de su esencia? CRATILO.— No podría. SÓCRATES.— Una cosa, que estuviera siempre en movimiento, no podría ser conocida por nadie. Mientras que se aproximaba para conocerla, se haría otra y de otra naturaleza; de suerte que no podría saberse lo que es y como es. No hay inteligencia que pueda conocer el objeto que conoce, si este objeto no tiene una manera de ser determinada. CRATILO.— Es cierto. Platón, Cratilo. SÓCRATES.- ¿Y si aquel del que afirmamos que opina se encoleriza contra nosotros y arguye que no decimos la verdad? ¿No tendremos que apaciguarlo y convencerlo de que se calme ocultándole que no está sano? Platón, La República. * SÓCRATES.- El que cree que hay cosas bellas, pero no cree en la belleza en sí ni es capaz de seguir al que conduce hacia su conocimiento, ¿te parece que vive soñando o despierto? Examina ¿No consiste el soñar en que, ya sea mientras se duerme o bien cuando se ha despertado, se toma algo semejante a algo, no por semejante sino como aquello a lo cual se asemeja? GLAUCÓN.- En efecto, yo diría que soñar es algo de esa índole. SÓCRATES.- Veamos ahora el caso contrario: aquel que estima que hay algo Bello en sí y es capaz de mirarlo tanto como las cosas que participan de él, sin confundirlo con las cosas que participan de él, ni a él por estas cosas participantes, ¿te parece que vive soñando o despierto? GLAUCÓN.- Despierto. SÓCRATES.- ¿No denominaremos correctamente al pensamiento de éste, en cuanto conoce, conocimiento, mientras al de otro, en cuanto opina, opinión? GLAUCÓN.- Completamente de acuerdo. 6 Clase 5. En la que aprenderemos a defender la democracia. todos. Además de la disposición de las viviendas, recordarás cuáles eran los bienes que acordamos concederles. Y una vez llegados a los cincuenta de edad, hay que conducir hasta el final a los que hayan salido airosos de las pruebas y se hayan acreditado como los mejores en todo Recuerdo, en efecto –dijo-, que nos parecía conveniente que nadie poseyera sentido, tanto en los hechos como en las disciplinas científicas, y se les debe forzar ninguna de las cosas que ahora poseen los demás y que, cual, atletas de la guerra y a elevar el ojo del alma para mirar hacia lo que proporciona luz a todas las cosas; y, guardianes de la ciudad, les prescribiríamos un salario por su labor, que consistiría tras ver el Bien en sí, sirviéndose de éste como paradigma, organizar durante el en la alimentación anual a entregar por los otros ciudadanos. Ellos, en cambio, resto de sus vidas –cada uno a su turno- el Estado, los particulares y a sí mismos, deberían atender al cuidado de sí mismos y de la ciudad”. pasando la mayor parte del tiempo con la filosofía pero, cuando el turno llega a cada uno, afrontando el peso de los asuntos políticos y gobernando por el bien del Platón, La República. Estado, considerando esto no como algo elegante sino como algo necesario. * Cada uno a su turno, por consiguiente, debéis descender hacia la morada común de los demás y habituaros a contemplar las tinieblas; pues, una vez habituados, veréis mil veces mejor las cosas de allí y conoceréis cada una de las imágenes y de qué son imágenes, ya que vosotros habréis visto antes la verdad en lo que concierne a las cosas bellas, justas y buenas. Y así el Estado habitará en la vigilia para nosotros y para vosotros, no en el sueño, como pasa actualmente en la mayoría de los Estados, donde compiten entre sí como entre sombras y disputan en torno al gobierno, como si fuera algo de gran valor. Pero lo cierto es que el Estado en el que menos anhelan gobernar quienes han de hacerlo es forzosamente el mejor y el más alejado de disensiones. * Ea, pues, Glaucón, hemos convenido en que en una ciudad debidamente regida habrán de ser comunes las mujeres, los hijos y toda la educación y, así mismo, cuantas actividades tengan relación con la guerra y con la paz. Serán reyes de ella aquellos hombres que se distingan entre todos en lo concerniente a la filosofía y a las artes bélicas. Sí, en esto hemos quedado –asintió. Nuestro acuerdo se extendía también a lo siguiente: admitíamos que, una vez instituidos los gobernantes, llevarían a los guerreros a unas viviendas como las descritas, en las que no existiría nada de carácter particular, sino común, para 7 Clase 6. En la que aprenderemos cómo separar el alma del cuerpo. a tener las mismas costumbres y los mismos hábitos, lo cual la impide llegar nunca pura al otro mundo; por el contrario, al salir de esta vida, llena de las manchas de SÓCRATES.- Los filósofos, al ver que su alma está verdaderamente ligada y pegada ese cuerpo que acaba de abandonar, entra a muy luego en otro cuerpo, donde echa al cuerpo, y forzada a considerar los objetos por medio del cuerpo, como a través raíces, como si hubiera sido allí sembrada; y de esta manera se ve privada de todo de una prisión oscura, y no por sí misma, conocen perfectamente que la fuerza de comercio con la esencia pura, simple y divina. Platón, Fedón o del alma. este lazo corporal consiste en las pasiones, que hacen que el alma misma encadenada contribuya a apretar la ligadura. Conocen también que la filosofía, al apoderarse del alma en tal estado, la consuela dulcemente e intenta desligarla, haciéndola ver que los ojos del cuerpo sufren numerosas ilusiones, lo mismo que los oídos y que todos los demás sentidos; la advierte que no debe hacer de ellos otro uso que aquel a que obliga la necesidad, y la aconseja que se encierre y se recoja en sí misma; que no crea en otro testimonio que en el suyo propio, después de haber examinado dentro de sí misma lo que cada cosa es en su esencia; debiendo estar bien persuadida de que cuanto examine por medio de otra cosa, como muda con el intermedio mismo, no tiene nada de verdadero. Ahora bien; lo que ella examina por los sentidos es sensible y visible; y lo que ve por sí misma es invisible e inteligible. El alma del verdadero filósofo, persuadida de que no debe oponerse a su libertad, renuncia, en cuanto le es posible, a los placeres, a los deseos, a las tristezas, a los temores, porque sabe que, después de los grandes placeres, de los grandes temores, de las extremas tristezas y de los extremos deseos, no sólo se experimentan los males sensibles, que todo el mundo conoce, como las enfermedades o la pérdida de bienes, sino el más grande y el íntimo de todos los males, tanto más grande, cuanto que no se deja sentir. CEBES.- ¿En qué consiste ese mal, Sócrates? SOCRATES.- En que obligada el alma a regocijarse o afligirse por cualquier objeto, está persuadida de que lo que le causa este placer o esta tristeza es muy verdadero y muy real, cuando no lo es en manera alguna. Tal es el efecto de todas las cosas visibles; ¿no es así? CEBES.- Es cierto, Sócrates. SÓCRATES.- ¿No es principalmente cuando se experimenta esta clase de afecciones cuando el alma está particularmente atada y ligada al cuerpo? CEBES.- ¿Por qué es eso? SÓCRATES.- Porque cada placer y cada tristeza están armados de un clavo, por decirlo así, con el que sujetan el alma al cuerpo; y la hacen tan material, que cree que no hay otros objetos reales que los que el cuerpo le dice. Resultado de esto es que, como tiene las mismas opiniones que el cuerpo, se ve necesariamente forzada 8 La clase en casa amor volará el alma «a casa», al mundo de las Ideas, donde será librada de la «cárcel del cuerpo». Jostein Gaarder, El mundo de Sofía (1991). El mundo de las ideas, el cuerpo y el alma. Acabamos de ver que Platón pensaba que la realidad está dividida en dos. Una Como un organismo: cada órgano cumpliendo su función. parte es el mundo de los sentidos, sobre el que sólo podemos conseguir conocimientos imperfectos utilizando nuestros cinco sentidos (aproximados e ¿Qué sistema era este que, frente a la democracia de su tiempo, pretendía instaurar imperfectos). De todo lo que hay en el mundo de los sentidos, podemos decir que Platón? Un sistema en el que, conocidas las reales aptitudes de cada hombre o «todo fluye» y que nada permanece. No hay nada que sea en el mundo de los mujer, desde el punto de vista de sus tendencias anímicas, se organizara la sentidos, solamente se trata de un montón de cosas que surgen y perecen. La otra sociedad orgánicamente, dividiéndola en tres grupos humanos según ese criterio parte es el mundo de las Ideas , sobre el cual podemos conseguir conocimientos antropológico: personas con predominio de lo racional, que tras larguísimos años ciertos, mediante la utilización de la razón. Por consiguiente, este mundo de las de preparación, estarían dedicadas al gobierno (sin recompensa, sin más interés Ideas no puede reconocerse mediante los sentidos. Es el Mundo de lo que “es”. Por que la salud de la República); personas con predominio de lo pasional en su más otra parte, las Ideas son eternas e inmutables. noble sentido (empuje, coraje, agresividad) que estarían al servicio de la comunidad para su protección y defensa; por último, aquellas personas en las que Según Platón, el ser humano también esta dividido en dos partes. Tenemos un predominara lo pasional en su sentido más material, más apegado a lo corporal, cuerpo que «fluye», y que, por lo tanto, está indisolublemente ligado al mundo de físico, animal, a lo instintivo, en suma, estarían dedicadas a producir bienes para el los sentidos, y acaba de la misma manera que todas las demás cosas pertenecientes sustento de la comunidad. No es posible, en es te sistema, el cambio social. Ni se al mundo de los sentidos (como por ejemplo una pompa de jabón). Todos nuestros asciende ni se desciende. Es más, la salud de la república, expresada por la virtud sentidos están ligados a nuestro cuerpo y son, por tanto, de poco fiar. Pero también de la justicia, consiste en este “ajuste” de estas tres partes para que cada una tenemos un alma inmortal, la morada de la razón. Precisamente porque el alma no cumpla bien su cometido. Así el todo, el Estado, funcionará. Si los gobernantes es material puede ver el mundo de las Ideas. Las Ideas son eternas e inmutables. usan bien su razón (prudencia), los guardianes ponen su empuje al servicio del gobierno (fortaleza) y si los trabajadores moderan sus instintivas tendencias Ya he dicho casi todo. Pero hay algo más, Sofía. ¡Te digo que HAY ALGO MÁS! (templanza) tal ajuste (justicia) será posible y el Estado marchará sobre ruedas. Platón pensaba, además, que el alma ya existía antes de meterse en un cuerpo. Magdalena García, Luces y sombras. El sueño de la razón en occidente. Érase una vez cuando el alma se encontraba en el mundo de las Ideas. [...] Pero en el momento en que el alma se despierta dentro de un cuerpo humano, se ha olvidado ya de las Ideas perfectas. Entonces, algo comienza a suceder, se inicia un proceso maravilloso. Conforme el ser humano va sintiendo las formas en la naturaleza, va teniendo un vago recuerdo en su alma. El ser humano ve un caballo, un caballo imperfecto, pero eso es suficiente para despertar en el alma un vago recuerdo del «caballo» perfecto que el alma vio en el mundo de las Ideas. Con esto, se despierta también una añoranza de regresar a la verdadera morada del alma. A esa añoranza Platón la llama eros, que significa «amor». Es decir, el alma siente una «añoranza amorosa» por su verdadero origen. A partir de ahora, se vive el cuerpo y todo lo sensible como algo imperfecto e insignificante. Sobre las alas del 9 S ECCIÓN 3 Aristóteles Vivió entre el 384 y el 322; fue alumno y amigo de Platón, al que criticó su teoría de las Ideas apostando en su lugar por un estudio de la naturaleza en el que no fuera preciso salir del propio mundo natural. Sus obras abordan con profundidad y espíritu científico una vasta variedad de temas; de la física, la biología a la metafísica y la lógica, pasando por la estética, la ética o la política. Fundó otra famosa escuela griega, el Liceo, en la que tuvo como alumno al célebre Alejandro Magno. En sus obras éticas y políticas siempre defendió la polis tradicional griega a pesar de la crisis en la que ya estaba sumido el modelo de ciudades estado; pensaba que la aspiración de los hombres a la felicidad solo podía realizarse a través de la virtud y que esta no era imaginable fuera de la vida ciudadana. Clase 7. Donde, entre otras cosas, comprobaremos que la amistad no está reñida con el desacuerdo. Si se separa de esta manera el ser de la forma, no habrá ya ciencia posible del ser, y las formas, por su parte, no serán ya seres; y entiendo por separación que en el ser bueno no se encuentre la forma sustancial del bien, o que en la forma sustancial no se dé el ser bueno. Digo que no hay ciencia, porque la ciencia de un ser es el conocimiento de la forma sustancial de este ser. Esto se aplica al bien y a todos los demás seres; de suerte que si lo bueno no se encuentra unido a la forma sustancial del bien, el ser tampoco estará unido a la forma sustancial del ser, la unidad o la forma sustancial de la unidad. Además, o la forma sustancial es idéntica al ser respecto de todas las ideas, o no lo es respecto de ninguna; de suerte que si la forma sustancial de ser no es el ser, lo mismo sucederá con todo lo demás. Añádase a esto que lo que no tiene la forma sustancial del bien no es bueno. Luego es indispensable que el bien y la forma sustancial del bien sean una sola y misma cosa; que haya identidad entre lo bello y la forma sustancial de lo bello; y que lo mismo suceda con todos los seres que no son atributos de otra cosa, sino que son primeros y en sí. [...] Resulta de lo que precede, que cada ser sólo constituye uno con su forma sustancial, que le es esencialmente idéntica. Resulta igualmente que conocer lo que es un ser es conocer su forma sustancial. Y así resulta de la demostración que estas dos cosas no son realmente más que una sola cosa. Aristóteles, Metafísica, Libro VII. 10 Clase 8. En la que entenderemos la sutil diferencia entre movimiento y acto. Puesto que de las acciones que tienen límite ninguna es fin, sino que todas están subordinadas al fin por ejemplo del adelgazar es fin la delgadez, y las partes del cuerpo, mientras adelgazan, están así en movimiento, no existiendo aquellas cosas a cuya consecución se ordena el movimiento, estos procesos no son una acción o al menos no una acción perfecta (puesto que no son un fin). Acción es aquella en la que se da el fin. Por ejemplo, uno ve y al mismo tiempo ha visto, piensa y ha pensado, entiende y ha entendido, pero no aprende y ha aprendido ni se cura y está curado. Uno vive bien y al mismo tiempo ha vivido bien, es feliz y ha sido feliz. Y si no, sería preciso que en un momento dado cesara, como cuando adelgaza; pero ahora no, sino que vive y ha vivido. Así pues, de estos procesos unos pueden ser llamados movimientos y otros actos. Pues todo movimiento es imperfecto: así, el adelgazamiento, el aprender, el caminar, la edificación; estos son, en efecto, movimientos, y, por tanto, imperfectos, pues uno no camina y al mismo tiempo llega, ni edifica y termina de edificar, ni deviene y ha llegado a ser, o se mueve y ha llegado al término del movimiento, sino que son cosas distintas, como también mover y haber movido. En cambio, haber visto y ver al mismo tiempo es lo mismo, y pensar y haber pensado. A esto mismo llamo acto, y a lo anterior, movimiento. Aristóteles Metafísica, LIX,6, 1046 b 11 Clase 9. En la que descubriremos si perseguimos o no un fin último en nuestras acciones. Como, a lo que parece, hay muchos fines, y podemos buscar algunos en vista de otros: por ejemplo, la riqueza, la música, el arte de la flauta y, en general, todos estos fines que pueden llamarse instrumentos, es evidente que todos estos fines indistintamente no son perfectos y definitivos por sí mismos. Pero el bien supremo debe ser una cosa perfecta y definitiva. Por consiguiente, si existe una sola y única cosa que sea definitiva y perfecta, precisamente es el bien que buscamos; y si hay muchas cosas de este género, la más definitiva entre ellas será el bien. Mas en nuestro concepto, el bien, que debe buscarse sólo por sí mismo, es más definitivo que el que se busca en vista de otro bien; y el bien que no debe buscarse nunca en vista de otro bien, es más definitivo que estos bienes que se buscan a la vez por sí mismos y a causa de este bien superior; en una palabra, lo perfecto, lo definitivo, lo completo, es lo que es eternamente apetecible en sí, y que no lo es jamás en vista de un objeto distinto que él. He aquí precisamente el carácter que parece tener la felicidad; la buscamos siempre por ella y sólo por ella, y nunca con la mira de otra cosa. Por lo contrario, cuando buscamos los honores, el placer, la ciencia, la virtud, bajo cualquier forma que sea, deseamos sin duda todas estas ventajas por sí mismas; puesto que, independientemente de toda otra consecuencia, desearíamos realmente cada una de ellas; sin embargo, nosotros las deseamos también con la mira de la felicidad, porque creemos que todas estas diversas ventajas nos la pueden asegurar; mientras que nadie puede desear la felicidad, ni con la mira de estas ventajas, ni de una manera general en vista de algo, sea lo que sea, distinto de la felicidad misma. Aristóteles, Ética a Nicómaco, Libro I. 12 Clase 10. En la que entenderemos la relación que existe entre la sabiduría y la actividad contemplativa. En efecto la actividad contemplativa es la más excelente (pues el intelecto es lo mejor de lo que hay en nosotros y está en relación con lo mejor de los objetos cognoscibles); también es la más continua, pues somos más capaces de contemplar continuamente que de realizar cualquier otra actividad. Y pensamos que el placer debe estar mezclado con la felicidad, y todo el mundo está de acuerdo en que la más agradable de nuestras actividades virtuosas es la actividad en concordancia con la sabiduría. Ciertamente, se considera que la filosofía posee placeres admirables en pureza y en firmeza, y es razonable que los hombres que saben, pasen su tiempo más agradablemente que los que investigan. Además, la dicha autarquía se aplicará, sobre todo, a la actividad contemplativa, aunque el sabio y el justo necesiten, como los demás, de las cosas necesarias para la vida; pero, a pesar de estar suficientemente provistos de ellas, el justo necesita de otras personas hacia las cuales y con las cuales practicar la justicia, y lo mismo el hombre moderado, el valiente y todos los demás; en cambio, el sabio, aun estando solo, puede teorizar, y cuanto más sabio, más; quizá sea mejor para él tener colegas, pero, con todo, es el que más se basta a sí mismo. Esta actividad es la única que parece ser amada por sí misma, pues nada se saca de ella excepto la contemplación, mientras que de las actividades prácticas obtenemos más o menos, otras cosas, además de la acción misma. Aristóteles, Ética a Nicómaco, libro X. 13 La clase en casa perdemos unas para ganar otras nuevas que nos vayan aproximando a esa “forma final”, perfecta. En cada momento somos ya algo, pero estamos en disposición, a la Amigo de Platón, pero más amigo de la verdad. expectativa, de ser otras muchas cosas que aun no somos. El cambio el movimiento no son sino el paso desde lo que es una mera posibilidad hasta su realización Como los filósofos anteriores a él, Platón deseaba encontrar algo eterno e efectiva. Y todo ello guiado por una espontánea e internalizada búsqueda de inmutable, en medio de todos los cambios. Encontró las Ideas perfectas, que nuestra perfectibilidad (tanto en una piedra como en un ser humano). La estaban muy por encima del mundo de los sentidos. Platón opinaba, además, que consecución del bien no es, por tanto, tarea que nos supere, por cuanto su las Ideas eran más reales que todos los fenómenos de la naturaleza. Primero estaba cumplimiento está previsto en el orden natural. De hecho, decir “naturaleza” es ya la «idea de caballo», luego llegaban todos los caballos del mundo de los sentidos estar hablando de ese principio de actividad que hace que los seres estén siempre galopando en forma de sombras en la pared de una caverna. Esto quiere decir que en tensión hacia su perfección final. la «idea de gallina» estaba antes que la gallina y que el huevo. Aristóteles pensaba Somos seres biológicos, pero lo que nos hace humanos es la racionalidad, que se que Platón había dado la vuelta a todo. Estaba de acuerdo con su profesor en que el expresa en la capacidad la convivencia política y en la comunicación. Y como seres caballo individual «fluye», y que ningún caballo vive eternamente. También estaba racionales, nuestro fin propio, nuestra meta, nuestra perfección es alcanzar un de acuerdo en que el «molde de caballo» es eterno e inmutable. Pero la «idea de estado peculiar. la felicidad de un pollo consiste en desarrollarse para llegar a ser caballo» no es más que un concepto que los seres humanos nos hemos formado ave madura, cumpliendo así con su funcionalidad propia, con su “tarea”, con su después de ver un cierto número de caballos. Eso quiere decir que la «idea» o la plan. La felicidad humana, aquello a lo que, según Aristóteles, todos tendemos, «forma» de caballo no existen en sí. «Forma» del caballo es, para Aristóteles, las consiste en poder cumplir nuestra función específica, nuestra tarea de humanos, cualidades del caballo o lo que hoy en día llamamos especie. Para ser más preciso: que no es otra que la de dirigir nuestra conducta, nuestra vida, desde la razón. con «forma» del caballo, Aristóteles quiere designar lo que es común para todos Cuanto más racionales seamos -o nos dejen ser- tanto más felices seremos. No se los caballos. [...] Para Aristóteles las formas de las cosas son como las cualidades trata , claro, de una razón teórica, sino del cálculo sabio, prudente acerca de las específicas de las cosas. Esto quiere decir que Aristóteles está en desacuerdo con decisiones que tenemos que ir tomando, para que éstas se ajusten siempre a un Platón en que la Idea de «gallina» sea anterior a la gallina. Lo que Aristóteles llama ideal de moderación y mesura. Magdalena García, Luces y sombras. El sueño de la «forma de gallina», está presente en cada gallina, como las cualidades específicas razón en occidente. de la gallina [...]. Jostein Gaarder, El mundo de Sofía (1991). Teleología en Aristóteles. Efectivamente, si se observan los procesos vitales parece que una ley de finalidad los preside, los dirige. Desde las plantas a los mamíferos superiores, el desarrollo de un organismo supone la paulatina complicación en aras de una finalidad, alcanzar un estado de madurez, de perfección orgánica, tras de la cual se producirá la corrupción orgánica y la muerte. “¿Por qué hay cambio?”, se pregunta Aristóteles. Y él mismo se da cuenta de lo erróneo de la pregunta. Más bien hay que preguntar “¿para qué hay cambio?”, como parecen indicarnos los procesos vitales. Cada vez que algo cambia (o se mueve) avanza un paso en el cumplimiento de un plan. Somos (toda la realidad) una materia que va adquiriendo sucesivas formas: 14 S ECCIÓN 4 Los epicúreos Epicuro nace en Samos en 341 a.C. y muere en Atenas hacia el 270. Muy joven se inicia en el estudio de la filosofía del atomista Demócrito. En el año 306 funda el Jardín de Atenas, villa en la que acoge a sus discípulos y amigos, que viven en comunidad y llevan una vida frugal y sobria, a ejemplo del maestro. Hombre de porte y gustos refinados, con gran dominio sobre sí mismo, siempre sereno aun en la dolorosa enfermedad que sufre en la vejez. Ana María Andaluz, Historia de la Filosofía a partir de los textos (1991). familiarizados con sus propias virtudes, acogen a los que les son semejantes, considerando como extraño lo que les es discorde. Acostúmbrate a pensar que la muerte nada es para nosotros, porque todo bien y todo mal residen en la sensación y la muerte es privación de los sentidos. Por lo cual el recto conocimiento de que la muerte nada es para nosotros hace dichosa la mortalidad de la vida, no porque añada una temporalidad infinita sino porque elimina el ansia de inmortalidad. Nada temible hay en efecto, en el vivir para quien ha comprendido realmente que nada temible hay en el no vivir. De suerte que es necio quien dice temer la muerte, no porque cuando se presente haga sufrir, sino Clase 11. En la que descubriremos el fármaco que cura el temor a los dioses y a porque hace sufrir en su demora. En efecto, aquello que con su presencia no la muerte. perturba, en vano aflige con su espera. Así pues, el más terrible de los males, la Nadie por ser joven dude en filosofar ni por ser viejo de filosofar se hastíe. Pues nadie es joven o viejo para la salud de su alma. El que dice que aún no es edad de filosofar o que la edad ya pasó es como el que dice que aún no ha llegado o que ya pasó el momento oportuno para la felicidad. De modo que deben filosofar tanto el joven como el viejo. Éste para que, aunque viejo, rejuvenezca en bienes por el recuerdo gozoso del pasado, aquél para que sea joven y viejo a un tiempo por su impavidez ante el futuro. Necesario es, pues, meditar lo que procura la felicidad, si cuando está presente todo lo tenemos y, cuando nos falta, todo lo hacemos por poseerla. Tú medita y pon en práctica los principios que siempre te he aconsejado, teniendo muerte, nada es para nosotros, porque cuando nosotros somos, la muerte no está presente y, cuando la muerte está presente, entonces ya no somos nosotros. En nada afecta, pues, ni a los vivos ni a los muertos, porque para aquellos no está y éstos ya no son. Pero la mayoría unas veces huye de la muerte como del mayor mal y otras veces la prefiere como descanso de las miserias de la vida. El sabio, por el contrario, ni rehúsa la vida ni le teme a la muerte; pues ni el vivir es para él una carga ni considera que es un mal el no vivir. Y del mismo modo que del alimento no elige cada vez el más abundante sino el más agradable, así también del tiempo, no del más duradero sino del más agradable disfruta. Quien recomienda al joven vivir bien y al viejo morir bien es necio no sólo por lo agradable de la vida, sino también por ser el mismo el cuidado del bien vivir y del bien morir. Epicuro, Carta a Meneceo. presente que son elementos indispensables de una vida feliz. Considera en primer lugar a la divinidad como un ser viviente incorruptible y feliz, según la ha grabado en nosotros la común noción de lo divino, y nada le atribuyas ajeno a la inmortalidad o impropio de la felicidad. Respecto a ella, por el contrario, opina todo lo que sea susceptible de preservar, con su incorruptibilidad, su felicidad. Los dioses ciertamente existen, pues el conocimiento que de ellos tenemos es evidente. No son, sin embargo, tal como los considera el vulgo porque no los mantiene tal como los percibe. Y no es impío quien suprime los dioses del vulgo, sino que atribuye a los dioses las opiniones del vulgo, pues no son sino falsas suposiciones los juicios del vulgo sobre los dioses. De ahí que de los dioses provengan los más grandes daños y ventajas; en efecto, aquellos que en todo momento están 15 las falsas opiniones de las que procede la gran perturbación que se apodera del Clase 12. En la que descubriremos qué vínculo hay entre el placer y la felicidad. alma. Parte de nuestros deseos son naturales, y otra parte son vanos deseos; entre los El más grande bien es la prudencia, incluso mayor que la filosofía. De ella nacen las naturales, unos son necesarios y otros no; y entre los necesarios, unos lo son para demás virtudes, ya que enseña que no es posible vivir placenteramente sin vivir la felicidad, otros para el bienestar del cuerpo y otros para la vida misma. sensata, honesta y justamente, ni vivir sensata, honesta y justamente sin vivir con Conociendo bien estas clases de deseos es posible referir toda elección a la salud placer. Las virtudes están unidas naturalmente al vivir placentero, y la vida del cuerpo y a la serenidad del alma, porque en ello consiste la vida feliz. Pues placentera es inseparable de ellas. actuamos siempre para no sufrir dolor ni pesar, y una vez que lo hemos conseguido ya no necesitamos de nada más. Por eso decimos que el placer es el principio y fin del vivir feliz. Pues lo hemos reconocido como bien primero y connatural, y a partir de él hacemos cualquier elección o rechazo, y en él concluimos cuando juzgamos acerca del bien, teniendo la sensación como norma o criterio. Y puesto que el placer es el bien primero y connatural, no elegimos cualquier placer, sino que a veces evitamos muchos placeres cuando de ellos se sigue una molestia mayor. Consideramos que muchos dolores son preferibles a los placeres, si, a la larga, se siguen de ellos mayores placeres. Todo placer es por naturaleza un bien, pero no todo placer ha de ser aceptado. Y todo dolor es un mal, pero no todo dolor ha de ser evitado siempre. Hay que obrar con buen cálculo en estas cuestiones, atendiendo a las consecuencias de la acción, ya que a veces podemos servirnos de algo bueno como de un mal, o de algo malo como de un bien. La autosuficiencia la consideramos como un gran bien, no para que siempre nos sirvamos de poco, sino para que cuando no tenemos mucho nos contentemos con ese poco; ya que más gozosamente disfrutan de la abundancia quienes menos necesidad tienen de ella, y porque todo lo natural es fácil de conseguir y lo superfluo difícil de obtener. Los alimentos sencillos procuran igual placer que una comida costosa y refinada, una vez que se elimina el dolor de la necesidad. Por ello, cuando decimos que el placer es el objetivo final, no nos referimos a los placeres de los viciosos -como creen algunos que ignoran, no están de acuerdo o interpretan mal nuestra doctrina-, sino al no sufrir dolores en el cuerpo ni estar perturbado en el alma. Porque ni banquetes ni juergas constantes dan la felicidad, sino el sobrio cálculo que investiga las causas de toda elección o rechazo y extirpa 16 La clase en casa afueras de la ciudad, rodeada, efectivamente, por un jardín o huerto (motivo que, a partir de entonces se consagrará en la literatura, junto al del retiro), en el que el El cálculo de los placeres (o cómo comer chocolate). grupo de epicúreos, se solazaba mientras filosofaba... o viceversa. No se trataba de una escuela en sentido académico del término, sino más bien de un lugar apacible Epicuro fundó alrededor del año 300 una escuela filosófica en Atenas (la escuela para que una reducida comunidad de amigos viviera en paz meditando y de los epicúreos). Desarrolló la ética del placer de Arístipo y la combinó con la disfrutando. Porque la filosofía es una actividad útil, a juicio de Epicuro, para teoría atomista de Demócrito. Se dice que los epicúreos se reunían en un jardín, quien nadie es ni demasiado joven ni demasiado viejo par filosofar: ¿y cuál es la razón por la cual se les llamaba «los filósofos del Jardín». Se dice que sobre la utilidad y provecho de semejante actividad? Algo que ya había sospechado entrada al jardín colgaba una inscripción con las palabras «Forastero, aquí estarás Sócrates: procurarse la salud del alma (quizás nosotros diríamos hoy la “salud bien. Aquí el placer es el bien primero». Epicuro decía que era importante que el mental”). Hay, pues, para Epicuro, en la filosofía, una profilaxis y una terapéutica resultado placentero de una acción fuera evaluado siempre con sus posibles efectos convenientes a nuestra alma, a nuestro espíritu, a nuestra mente. Por eso desde el secundarios. Si alguna vez te has puesto mala por haber comido demasiado propio círculo de seguidores se hablaba de un tetrafármaco epicúreo, una chocolate, entenderás lo que quiero decir. Si no, te propongo el siguiente ejercicio: cuádruple medicina o remedio, auténtica panacea que, como el bálsamo de coge tus ahorros y compra chocolate por valor de 200 euros (suponiendo que te Fierabrás de don Quijote , evitaría y curaría de todo mal: “no ha que temer a los guste el chocolate). Es muy importante para el ejercicio que te comas todo el Dioses (ellos están a lo suyo); no hay que temer a la muerte (es pura chocolate de una sola vez. Aproximadamente media hora más tarde entenderás lo insensibilidad); el bien es fácil de procurar; el mal es fácil de soportar”. Estos que Epicuro quería decir con «efectos secundarios». Epicuro también decía que un principios, deducidos de la sabiduría que llega a quien filosofa, procurarán la resultado placentero a corto plazo tiene que evaluarse frente a la posibilidad de un felicidad, la eliminación de toda preocupación de toda angustia, de todo dolor; placer mayor, más duradero o más intenso a más largo plazo. (Por ejemplo si ataraxia le llamaban ellos. Porque el fundamento de esta felicidad no es otro que decides no comer chocolate durante un año entero porque eliges ahorrar todo tu el placer. dinero para comprar una bici nueva o para unas carísimas vacaciones en el constructora de paraísos artificiales? Nunca estuvo una filosofía más alejada de extranjero.) Al contrario que los animales, los seres humanos tienen la posibilidad todo esto que el epicureísmo. El placer es la ausencia de dolor, un bienestar que no de planificar su vida. Tienen la capacidad de realizar un «cálculo de placeres». Un consiste tanto en sentir o experimentar sensaciones (en hacer algo) como en chocolate delicioso es, evidentemente, un valor en sí, pero también lo son la alcanzar un equilibrio anímico, mental o psíquico, estable, antidoloroso. [...] bicicleta y el viaje a Inglaterra. No obstante, Epicuro señaló que el «placer» no Epicuro nos traza un austero plan de vida para que alcancemos esa felicidad tenía que ser necesariamente un placer sensual, como, por ejemplo, comer placentera, que no reside tanto en tener como en ser. Y lo fundamental de chocolate. También pertenecen a esta categoría valores tales como la amistad y la semejante plan consiste en el cálculo del placer que puedo obtener cuando soy contemplación del arte. Condiciones previas para poder disfrutar de la vida eran consciente de mis deseos y necesidades reales. Sólo los deseos naturales y los viejos ideales griegos tales como el autodominio, la moderación y el sosiego, necesarios han de mover nuestros afanes. Magdalena García, Luces y sombras. El pues hay que frenar el deseo. De esta manera también la calma nos ayudará a sueño de la razón en occidente. ¿Equivale esto a una declaración escapista, transfuga de la realidad, soportar el dolor. Jostein Gaarder, El mundo de Sofía (1991). Jardines, tetrafármacos y un poco más sobre el cálculo de los placeres. Tenía treinta y cinco años cuando fundó su escuela, a la que se acabaría conociendo, metonímicamente, como el Jardín, por encontrarse en una casa a las 17 S ECCIÓN 5 Los estoicos El fundador de la escuela estoica, llamada así porque nace en la Stoa, en los pórticos de Atenas, es Zenón de Citio (335-263 a. C.); le suceden Cleanto y Crisipo, que sistematiza la doctrina. El estoicismo se difunde en la época imperial romana, con el cordobés Séneca, el emperador Marco Aurelio o Epícteto. bastante vehemente, entendiéndose por «vehemente» el que está lejos de la serenidad de la naturaleza. Cicerón, Disputaciones tusculanas. Entre los vicios y las enfermedades pone Zenón la misericordia. El sabio nunca se mueve por benevolencia; nunca perdona el delito de nadie; nadie es misericordioso si no es tonto y frívolo; no es propio de un varón ser doblegado por súplicas ni ser aplacado. Cicerón, Disputaciones tusculanas. Clase 13. En la que entenderemos qué significa vivir conforme a la naturaleza. Zenón fue el primero que, en el libro De la naturaleza del hombre, dice que el fin es vivir conforme a la naturaleza, que quiere decir vivir según la virtud, puesto que la naturaleza nos conduce a ella... así mismo, que vivir según la virtud es lo mismo que vivir según la experiencia de las cosas acaecidas conforme a la naturaleza, como dice Crisipo en el Libro I De los fines, pues nuestra naturaleza es una parte de la naturaleza universal. Así, el fin viene a ser el vivir conforme a la naturaleza, que es según la virtud propia y la de todos, no haciendo nada de lo que suele prohibir la ley común, que es la recta razón a todos extendida. Diógenes Laercio, Vidas de filósofos célebres. Los estoicos sostienen que la virtud es cierta disposición permanente de la parte principal del alma y una fuerza generada por la razón; más aún, suponen que ella misma es razón armónica, firme e inmutable. Y piensan que lo pasional e irracional no está separado de lo racional por alguna divergencia y por la naturaleza del alma, sino que la misma parte del alma a la que llaman pensamiento y guía, completamente mudada y transformada en las pasiones y en los cambios referentes a la disposición y el hábito, engendra el vicio, igual que la virtud, sin tener en sí nada de irracional, pero que se llama «irracional» cuando se deja llevar por un exceso de deseo, se torna violenta y prevalece con alguna extravagancia sobre la razón persuasiva. Y que, por consiguiente, la pasión es una razón perversa e impúdica, que extrae su vehemencia y su fuerza de una elección vil y equivocada. Plutarco, Sobre la virtud moral. La definición de la perturbación, que considero bien utilizada por Zenón. Así, en efecto, la define: la perturbación es un sacudimiento del alma, desviado de la razón y contrario a la naturaleza, o, más brevemente, la perturbación es un apetito 18 Clase 14. En la que aprenderemos a distinguir entre la sabiduría y la ignorancia. Paréceles, en efecto, a Zenón y a los filósofos estoicos que lo siguen que hay dos clases de hombres, la de los sabios y la de los ignorantes; que es propio de los sabios practicar las virtudes durante toda la vida, y de los ignorantes practicar los vicios. Por eso, a los unos les corresponde acertar siempre en todas las cosas que emprenden, y a los otros, equivocarse. Y el hombre sabio, aprovechando las experiencias de la vida en las cosas que realiza, todo lo hace bien, con sabiduría y templanza y conforme a las demás virtudes; el ignorante, por el contrario, [todo lo hace mal]. Y el sabio es grande, crecido, alto y poderoso. Grande, porque puede lograr las cosas que residen y están bajo su albedrío; crecido, porque está bien desarrollado en todas las direcciones; alto, porque participa de la elevación que corresponde a un varón noble y sabio; poderoso, porque conserva la fuerza que le ha tocado, y se hace invencible e inexpugnable. Por eso, ni es obligado por nadie ni a nadie obliga; no es impedido ni impide; no sufre violencia de nadie ni a nadie hace violencia; no domina ni es dominado; no perjudica a nadie ni él mismo es perjudicado; no tropieza con los malos [ni hace que otro tropiece con ellos]; no es engañado ni engaña a otro; no miente ni ignora ni [nada] se le oculta, ni, en general, acoge lo falso. Es, en gran manera, feliz, afortunado, dichoso, rico, piadoso, amigo de los dioses, venerable, regio, apto para el mando militar, sociable, buen administrador de la casa y del dinero. Los ignorantes poseen todas [las] cualidades contrarias a éstas. Estobeo, Églogas. Si la pobreza es un mal, ningún mendigo puede ser feliz, aunque sea sabio. Pero Zenón se atrevió a decir que éste no sólo es feliz, sino también rico. Cicerón, En defensa de Murena. Sólo los sabios, aunque muy indigentes, son ricos. Sólo los sabios, aunque muy contrahechos, son hermosos. Cicerón, En defensa de Murena. 19 La hora feliz a los seguidores de estas enseñanzas como los filósofos de la Estoa o, simplemente, los estoicos. Ya el lugar elegido por Zenón nos dice algo del carácter de esta La virtud como único bien. filosofía, que pretende llegar a todo el mundo, exhortando al cambio desde la predicación doctrinal y la presentación modélica de un modo de vida. Se trata de ir Únicamente al hombre, como ser racional, le está dado conocer el gobierno de la al encuentro del gran público, de ahí su ubicación en el ágora auténtico ombligo de ley divina y orientarse por ella en su actuación consciente. De ahí que la vida de la vida ateniense, como lo hizo Sócrates. acuerdo con la naturaleza sea la palabra clave de la ética estoica. Puesto que el hombre es un ser racional por su naturaleza, la vida de acuerdo con la naturaleza ¿Y cuál es el mensaje que el estoico pretende lanzar a la vox populi griega? Que es, para el hombre, una vida de acuerdo con la razón. En esto consiste la única somos parte integrante de una totalidad ordenada, armónica, el cosmos, virtud, y en esto consiste la única felicidad. Todo ello significa lo mismo. gobernado por una única ley universal -el logos- de carácter eminentemente racional, con rasgos divinos; y a ese orden gobernado por semejante ley debemos Semejante virtud es el único bien. Frente a ella, hay un solo mal; la perversidad plegarnos, someternos voluntariamente. Tenemos con la naturaleza la misma que consiste en la vida no conforme a la razón, y por ello no conforme a la virtud. relación de sumisión y dependencia que una piedra una planta o un pájaro. Sólo Todo lo demás: la vida, la salud, las posesiones, el honor, que los otros tanto que nosotros poseemos una dignidad peculiar, que compartimos con la Razón estiman, igual que la edad, la enfermedad, la muerte, la pobreza, la servidumbre, el legisladora: su racionalidad; y esta capacidad, lejos de ser un trampolín para deshonor, de los que los demás abominan, no es para los estoicos ni bueno ni malo, intentar subvertir ese orden determinado y necesario, ha de poder permitirnos sino indiferente. cumplir con nuestro papel en la naturaleza con plena consciencia, sabiduría y dignidad. Así, la felicidad para los estoicos también es sinónimo de sabiduría Se trata, pues, sólo de reconocer qué es lo bueno, qué es lo malo y qué es lo obtenida mediante la filosofía, puesto que esta nos enseña a “vivir conforme a la indiferente. Tanto en el conocimiento de los valores correctos como en nuestro naturaleza”; en ese mandato radica la única virtud y, por lo mismo, la única afán de orientarnos en la acción por los valores conocidos, somos estorbados por felicidad. los afectos (instintos, pasiones). Ellos turban la razón, hacen que lo indiferente o lo malo nos aparezca como valioso y nos impulsa a aspirar a ellos. La tarea del ser En las convulsiones de un mundo en crisis, como era el del periodo helenístico, en humano es, por ello, la lucha continuada contra los afectos. El fin de la virtud solo el que uno podía acostarse rico y amanecer pobre -o no amanecer en absoluto- el se logra cuando estos han sido superados y el alma está libre de pasiones. A este estoicismo es la réplica a la posible desesperación. Es el culto a la resignación estado los estoicos le llaman ausencia de pasión (en griego, apatheia; de ahí soberana, dueña de sí misma, autosuficiente. “Aguantar el tipo”, “mantenerse nuestras palabras “apatía” y “apático”). Joachim Störing, Historia universal de la firme”, “no querer cambiar el curso de las cosas” (que, por supuesto, cae fuera del filosofía. alcance de nuestras posibilidades), son las consignas de esta sabiduría. Quien deje de actuar -se entiende que para no intentar violentar el rumbo natural- y soporte con gallardía los embates, buenos o malos, del destino habrá conseguido que nada Naturaleza y apátheia. exterior le afecte y será por tanto, en su imperturbabilidad o apátheia, feliz. Abstinere et sustinere será la traducción latina de este mandato: no hacer nada y Zenón de Citio, de origen chipriota, llegó a Atenas a los veintidós y al poco tiempo, aguantar. Magdalena García, Luces y sombras. El sueño de la razón en occidente. quizá tratando de imitar los encuentros de Sócrates con sus condiscípulos, se dedicó a difundir sis ideas en el Pórtico Pintado de la plaza ateniense, del ágora. Como quiera que esa galería recibía en griego el nombre de Stoa Poikile, se conoció 20 C APÍTULO 2 Fe y razón en la filosofía del medievo. De cómo en Europa, a partir del siglo II y hasta el siglo XIV, los pensadores cristianos trataron de conciliar la racionalidad propia del filosofar con la fe en la palabra revelada. S ECCIÓN 1 seos se reunieron y se presentaron ante Pilato, diciéndole: "Señor, nosotros nos he- Jesús según San Mateo ré". Ordena que el sepulcro sea custodiado hasta el tercer día, no sea que sus discí- mos acordado de que ese impostor, cuando aún vivía, dijo: "A los tres días resucitapulos roben el cuerpo y luego digan al pueblo: "¡Ha resucitado!" Este último enga- El Nuevo Testamento es la parte de la Biblia compuesta por un conjunto canónico (autorizado por la Iglesia) de libros escritos después del nacimiento de Jesús de Nazaret. Se le designa así desde Tertuliano en la Iglesia Cristiana. Al contrario del Tanáj o Antiguo Testamento, los cristianos no tienen esta parte de la Biblia en común con los judíos. El Nuevo Testamento comienza con los cuatro Evangelios, que narran los hechos más importantes de la vida de Jesús y sus enseñanzas. Cada evangelio recibe el nombre de su autor: Mateo. Marcos, Lucas y Juan. El quinto libro se llama Hechos de los Apóstoles. Contiene una breve historia de las primeras comunidades cristianas y del nacimiento de la Iglesia. A continuación aparecen 21 Cartas escritas por algunos discípulos a las primeras comunidades cristianas. El último libro del Nuevo Testamento es el Apocalipsis, que enseña verdades sobre Dios y sobre el futuro del mundo. ño sería peor que el primero". Pilato les respondió: "Ahí tienen la guardia, vayan y Clase 1. Donde conoceremos el relato bíblico de la muerte y la resurrección de Jesús. tos. El Ángel dijo a las mujeres: "No teman, yo sé que ustedes buscan a Jesús, el «Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, las tinieblas cubrieron toda la región. Hacia las tres de la tarde, Jesús exclamó en alta voz: "Elí, Elí, lemá sabactani",que significa: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" Algunos de los que se encontraban allí, al oírlo, dijeron: "Está llamando a Elías". En seguida, uno de ellos corrió a tomar una esponja, la empapó en vinagre y, poniéndola en la punta de una caña, le dio de beber. Pero los otros le decían: Espera, veamos si Elías viene a salvarlo". Entonces Jesús, clamando otra vez con voz potente, entregó su espíritu. Inmediatamente, el velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo, la tierra tembló, las rocas se partieron y las tumbas se abrieron. Muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron y, saliendo de las tumbas después que Jesús resucitó, entraron en la Ciudad santa y se aparecieron a mucha gente. El centurión y los hombres que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y todo lo que pasaba, se llenaron de miedo y dijeron: "¡Verdaderamente, este era Hijo de Dios!" [...] Al atardecer, llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también se había hecho discípulo de Jesús, y fue a ver a Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Pilato ordenó que se lo entregaran. Entonces José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo depositó en un sepulcro nuevo que se había hecho cavar en la roca. Después hizo rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, y se fue. María Magdalena y la otra María estaban sentadas frente al sepulcro. A la mañana siguiente, es decir, después del día de la Preparación, los sumos sacerdotes y los fari- aseguren la vigilancia como lo crean conveniente". Ellos fueron y aseguraron la vigilancia del sepulcro, sellando la piedra y dejando allí la guardia. Pasado el sábado, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a visitar el sepulcro. De pronto, se produjo un gran temblor de tierra: el Ángel del Señor bajó del cielo, hizo rodar la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella. Su aspecto era como el de un relámpago y sus vestiduras eran blancas como la nieve. Al verlo, los guardias temblaron de espanto y quedaron como muerCrucificado. No está aquí, porque ha resucitado como lo había dicho. Vengan a ver el lugar donde estaba, y vayan en seguida a decir a sus discípulos: "Ha resucitado de entre los muertos, e irá antes que ustedes a Galilea: allí lo verán". Esto es lo que tenía que decirles". Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y corrieron a dar la noticia a los discípulos. De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: "Alégrense". Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él. Y Jesús les dijo: "No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán". Mientras ellas se alejaban, algunos guardias fueron a la ciudad para contar a los sumos sacerdotes todo lo que había sucedido. Estos se reunieron con los ancianos y, de común acuerdo, dieron a los soldados una gran cantidad de dinero, con esta consigna: "Digan así: "Sus discípulos vinieron durante la noche y robaron su cuerpo, mientras dormíamos". Si el asunto llega a oídos del gobernador, nosotros nos encargaremos de apaciguarlo y de evitarles a ustedes cualquier contratiempo". Ellos recibieron el dinero y cumplieron la consigna. Esta versión se ha difundido entre los judíos hasta el día de hoy. Los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado. Al verlo, se postraron delante de él; sin embargo, algunos todavía dudaron. Acercándose, Jesús les dijo: "Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, entonces, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo"». San Mateo, Evangelio, Nuevo testamento (70-100) 22 La hora feliz avance en la comprensión de la figura de Jesús: es Dios, sin que ello signifique que no sea hombre, como lo manifiesta el hecho central de su crucifixión». Dos versiones del mensaje de Jesús en tensión. «Existieron tensiones entre ambas versiones, como se puede leer en los mismos «En el Nuevo Testamento pueden encontrarse dos grandes versiones del mensaje Hechos de los apóstoles, o como se deduce en diversos pasajes de las epístolas de de Jesús que no son totalmente compatibles. Por una parte está la que podemos San Pablo. Lo importante es que los años en los que se fue consolidando el mensaje asociar más directamente al círculo de sus discípulos inmediatos, asentado en o doctrina cristiana, jamás se renunció a ninguna de las dos versiones y ambas Jerusalén. Ve en Jesús el Mesías prometido por las escrituras y contempla el reino permanecen en el Antiguo Testamento». Magdalena García, Luces y sombras. El como una restauración de la soberanía de Yahve, unida a una destrucción de un sueño de la razón en occidente. orden social en el que los privilegiados oprimen a los más débiles. Es un mensaje teñido de un fuerte nacionalismo político. La muerte de Jesús abre un breve período de espera antes de la instauración definitiva del Reino, situado en el futuro, pero en este mundo, en el que los pobres serán saciados y a los ricos se los despedirá con las manos vacías. De ahí que proponga una ética radical de interinidad, con absoluta despreocupación por lo más inmediato, abandono de la familia, puesta en común de las riquezas, desinterés por el trabajo... Los nuevos cristianos no se consideran fuera del pueblo judío y dirigen a éste en su mensaje sin prestar excesiva atención a los gentiles. En su formulación más radical, esta versión del cristianismo acabó posiblemente cuando Jerusalén fue destruida por los romanos en el año 70». «La otra versión es elaborada por los judíos que viven alejados de Jerusalén, en ciudades profundamente helenizadas o romanizadas. Se centra principalmente en el hecho de la muerte y resurrección para hacer una relectura completa del mesianismo veterotestamentario [del Antiguo Testamento]. Rompen con el marco nacionalista judío y consideran que el mensaje de salvación de Jesús va dirigido a todos los seres humanos, judíos o gentiles. El reino de los Cielos no está ya en el futuro, sino en el presente: la conversión a Cristo, obra de la fe y la gracia nos permite vivir aquí y ahora de acuerdo con las expectativas del reino. Esto supone, por una parte, una clara espiritualización del Reino de los Cielos. Por otra parte mantiene una venida definitiva de Cristo al final de los tiempos, lo que significa que los cristianos viven en un tiempo en el que ya se ha cumplido la promesa, pero todavía no es definitiva. La humanidad tiene una historia que comienza en la creación, alcanza un momento culminante en la encarnación de Dios y se desenvuelve en un periodo de espera hasta la consumación de los tiempos en la resurrección final, momento en el que la creación entera será reconciliada con Dios, su creador. Por último, llama a Jesús Señor, con lo que muestra un claro 23 S ECCIÓN 2 San Pablo, el apóstol. Pablo de Tarso, o san Pablo, nace entre el 5 y el 10 d. C., en Tarso de Cilicia (actual Turquía centro-meridional) y muere martirizado bajo el gobierno de Nerón entre los años 58 y 67 en Roma. Es conocido como el Apóstol de los gentiles, el Apóstol de las naciones, o simplemente el Apóstol. Pablo se constituyó en artífice de primer orden en la construcción y expansión del cristianismo en el Imperio romano; sus epístolas, escritas en los años 50 de nuestra era, forman hoy parte del Nuevo Testamento. pientan, porque El ha establecido un día en el cual juzgará al mundo en justicia, por medio de un Hombre a quien ha designado, habiendo presentado pruebas a todos los hombres al resucitarle de entre los muertos. Y cuando oyeron de la resurrección de los muertos, algunos se burlaban, pero otros dijeron: Te escucharemos otra vez acerca de esto. Entonces Pablo salió de entre ellos. Pero algunos se unieron a él y creyeron, entre los cuales estaban Dionisio el areopagita, una mujer llamada Dámaris y otros con ellos». Hechos, Nuevo Testamento. Clase 2. Donde aprenderemos cómo San Pablo difundió la buena nueva cristiana entre los atenienses. «Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se enardecía dentro de él al contemplar la ciudad llena de ídolos. Así que discutía en la sinagoga con los judíos y con los gentiles temerosos de Dios, y diariamente en la plaza con los que estuvieran presentes.También disputaban con él algunos de los filósofos epicúreos y estoicos. Y algunos decían: ¿Qué quiere decir este palabrero? Y otros: Parece ser un predicador de divinidades extrañas -porque les predicaba a Jesús y la resurrección-. Lo tomaron y lo llevaron al Areópago, diciendo: ¿Podemos saber qué es esta nueva enseñanza que proclamas? Porque te oímos decir cosas extrañas; por tanto, queremos saber qué significan. (Pues todos los atenienses y los extranjeros de visita allí, no pasaban el tiempo en otra cosa sino en decir o en oír algo nuevo.) Entonces Pablo poniéndose en pie en medio del Areópago, dijo: Varones atenienses, percibo que sois muy religiosos en todo sentido. Porque mientras pasaba y observaba los objetos de vuestra adoración, hallé también un altar con esta inscripción: “Al Dios desconocido”. Pues lo que vosotros adoráis sin conocer, eso os anuncio yo. El Dios que hizo el mundo y todo lo que en él hay, puesto que es Señor del cielo y de la tierra, no mora en templos hechos por manos de hombres, ni es servido por manos humanas, como si necesitara de algo, puesto que Él da a todos vida y aliento y todas las cosas; y de uno hizo todas las naciones del mundo para que habitaran sobre toda la faz de la tierra, habiendo determinado sus tiempos señalados y los límites de su habitación, para que buscaran a Dios, si de alguna manera, palpando, le hallen, aunque no está lejos de ninguno de nosotros; porque en Él vivimos, nos movemos y existimos, así como algunos de vuestros mismos poetas han dicho: “Porque también nosotros somos linaje suyo. Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la naturaleza divina sea semejante a oro, plata o piedra, esculpidos por el arte y el pensamiento humano. Por tanto, habiendo pasado por alto los tiempos de ignorancia, Dios declara ahora a todos los hombres, en todas partes, que se arre- 24 La hora feliz Para esta fecha, el cristianismo ya se había impuesto en las ciudades de todo el imperio romano, En el campo, paganismo duró más tiempo. De ahí viene la La propagación y la consolidación del cristianismo. denominación de los no cristianos como paganos, los que viven en el pagus (en latín, aldea). Hans Joachim Störing, Historia Universal de la Filosofía (1961). La propagación del cristianismo se inició con la actividad misionera de los apóstoles en el primer siglo después de Cristo, sobre todo, los tres viajes de misión de San Pablo y su estancia final y martirio en Roma. Ya hacia la mitad del siglo II había comunidades cristianas en todas las partes del imperio romano. Durante mucho tiempo, el pueblo de Roma y sus gobernantes sólo vieron en los cristianos gente que despreciaba la religión estatal romana y era enemiga del orden público. Como el cristianismo era una de las religiones cuya práctica estaba oficialmente prohibida, sus adeptos se veían obligados a celebrar clandestinamente sus reuniones y actos religiosos. Esta actitud de secreto tuvo como fatal efecto contraproducente el que se produjeran algunas calumnias de los cristianos y un nuevo odio contra ellos. A los estallidos sueltos de la ira popular contra los cristianos les sucedieron pronto persecuciones estatales organizadas, que muchas veces eran continuadas sin piedad durante años. De entre los emperadores romanos, eran a menudo los más cultos y los de mayor altura moral los que, por tomarse en serio su tarea de preservar el viejo orden imperial y social frente a la amenaza del cristianismo, más duramente procedían contra los cristianos. Las persecuciones más duras tuvieron lugar bajo los emperadores Nerón, Domiciano, Trajano, Adriano, Antonino Pío, Marco Aurelio, Septimio Severo, Decio, Valeriano y Diocleciano, es decir, desde el siglo I hasta el IV. Son infinidad los que tuvieron que abjurar de su fe o padecer horribles martirios. Es notorio que las persecuciones no acabaron con el cristianismo, sino que, al final, terminaron por hacerlo más fuerte. Pues mucho más numerosos que los que morían o eran obligados a abjurar por los horribles castigos eran aquellos a los que la grandeza moral y la perseverancia de los mártires ganaba para la nueva fe. Su fuerza atraía precisamente a los espíritus más profundos y a los caracteres más audaces. El mártir, soldado de Cristo que sufría la muerte por sus convicciones, era el modelo y el cristiano perfecto. Bajo el emperador Constantino el Grande (323-337), el cristianismo fue reconocido por el Estado, y a partir de entonces, con la interrupción de Juliano el Apóstata, favorecido frente al paganismo. La definitiva victoria externa del cristianismo la marca la prohibición general de sacrificios paganos, promulgada en el año 392. 25 S ECCIÓN 3 Los apologistas cristianos Justino y Tertuliano. En el siglo II de nuestra era se desató una gran ola de persecución contra los cristianos. Ante la situación, los apologistas Justino y Tertuliano defendieron la fe cristiana intentando demostrar a las autoridades romanas y a la opinión pública que su religión no era como la pintaban. Su finalidad era hacer frente a sus enemigos, refutar sus supuestas calumnias y dar a conocer las virtudes del cristianismo. Clase 3. Donde aprenderemos cómo hacerse amigos. «Cuanto han dicho los filósofos y los poetas acerca de la inmortalidad del alma y de la contemplación de las cosas celestes, lo han tomado de los profetas del Antiguo Testamento. De ahí que parezca que hay en ellos unas semillas de verdad que no fueron bien comprendidas, porque se contradicen unos a otros. [...] Nosotros, en cambio, hemos recibido la enseñanza de Cristo, que es el Lógos de quien participa todo el género humano. Y así, quienes vivieron en conformidad con el Lógos, son cristianos, aun cuando fueron tenidos por ateos, como sucedió entre los griegos con Sócrates y Heráclito. [...] Y del Lógos que habló por los profetas tomó Platón cuanto dijo acerca de que Dios creó el mundo transformando una materia informe [...] En cuanto a los estoicos, se muestran moderados en su ética, gracias a la semilla del Lógos, que se encuentra ingénita en todo el género humano». Justino, Apología, I (150-155) 26 Clase 4. Donde aprenderemos como hacer limpieza. «Quédese para Atenas esta sabiduría manipuladora y adulteradora de la verdad, por por donde anda la múltiple diversidad de sectas contradictorias entre sí con sus diversas herejías. Pero, ¿qué tiene que ver Atenas con Jerusalén? ¿Qué relación hay entre la Academia y la Iglesia? ¿Qué tienen que ver los herejes y los cristianos? Nuestra escuela es la del pórtico de Salomón, que enseñó que había que buscar al Señor con la simplicidad del corazón. […] No tenemos necesidad de curiosear, una vez que vino Jesucristo, ni hemos de investigar después del Evangelio. Creemos y no deseamos más allá de la fe: porque lo primero que creemos es que no hay nada que debamos creer más allá del objeto de la fe». Tertuliano, La prescripción de los herejes, VII (200). 27 S ECCIÓN 4 San Agustín: pasión y conversión de la verdad, la cual se percibe por la inteligencia mediante las cosas visibles». Agustín de Hipona, Confesiones, VII, 10 (397-401). Agustín de hipona. Nace en Tageste, ciudad norteafricana por entonces parte del imperio romano. Desde su juventud se empeña en responder al problema de la verdad y el recto proceder en la vida; pasa por diversos sistemas filosóficos hasta que en 387 se convierte al cristianismo, acontecimiento que marca su vida. En sus Confesiones explica con sinceridad y fuerza literaria el largo camino que recorre hasta llegar a Cristo. Se le considera, uno de los cuatro padres de la iglesia latina; escritores cristianos que, en los primeros siglos de nuestra era, consolidaron teóricamente al cristianismo y fortalecieron a una iglesia aun frágil. Clase 4. En la que aprenderemos a buscar tesoros en nuestro interior. «Y amonestado por ello [los libros platónicos] a retornar a mí mismo, entré en mi interior guiado por ti, y pude hacerlo porque tú te hiciste mi ayuda. Entré y vi con el ojo de mi alma, sea el que fuere, sobre ese mismo ojo de mi alma, sobre mi mente, una luz inmutable, no esta vulgar y visible a todo ojo corpóreo [...] No era esto aquella luz, sino algo distinto, muy distinto de todas estas luces. Ni estaba sobre mi mente como el aceite está sobre el agua o el cielo sobre la tierra, sino como realidad superior, porque ella me hizo a mí, siendo yo inferior, por ser criatura suya. Quien conoce la verdad, conoce esa luz, y quien conozca esa luz conoce la eternidad. La caridad le conoce. Oh, eterna verdad y verdadera caridad y amada eternidad. Tu lo eres, Dios mío, por ti suspiro día y noche. Y cuando por primera vez te conocí, tú me tomaste para que viera que existe lo que habría de ver, pero aún no estaba en condiciones de ver. Y golpeaste hiriendo mi débil mirada al dirigir tus rayos con ímpetu sobre mí, y me estremecí de amor y de horror. Y descubrí que me hallaba lejos de ti en la región de la desemejanza, como si oyera tu voz desde lo alto: “Soy manjar de grandes: cree y me comerás. Pero tú no me convertirás en ti, como el alimento en carne tuya, sino que tú te mutarás en mí”. Y comprendí entonces que tú corregiste al hombre por su iniquidad e hiciste que mi alma se deshilvanara como una tela de araña, y dije: ¿Acaso es nada la verdad porque no se extiende por espacios finitos o infinitos de lugares? Y tu me gritaste de lejos: “Más bien, yo soy el que soy”. Y oí esto como se oye en la interioridad del corazón. Y ya no había en absoluto por qué dudar, y más fácilmente dudaría de que vivo que de la existencia 28 Clase 5. En la que aprenderemos a dejarnos (o no dejarnos) iluminar Visible es la tierra, y lo mismo que la luz; pero aquella no puede verse si no está iluminada por ésta. Luego tampoco lo que se enseña en las ciencias como verdades certísimas puede ser entendido sin la radiación de un sol especial. Así pues, del mismo modo que en el sol visible podemos notar tres cosas -que existe, que esplende y que ilumina- del mismo modo se han de considerar tres cosas en el secretísimo sol divino que deseamos conocer: que existe, que resplandece en el entendimiento y que hace inteligibles todas las demás. San Agustín, Soliloquios. Pero ¿qué es lo que yo amo cuando os amo? No es hermosura corpórea ni bondad transitoria, ni luz material agradable a estos ojos; no suaves melodías de cualesquiera canciones; no la gustosa fragancia de los flores, ungüentos o aromas; no la dulzura del maná, o la miel, ni finalmente, deleite alguno, que pertenezca al tacto o a otros sentidos del cuerpo. Nada de eso es lo que amo, cuando amo a mi Dios; y no obstante eso, amo una fragancia, un cierto manjar y un cierto deleite cuando amo a mi Dios, que es la luz, melodía, fragancia, alimento y deleite de mi alma. Resplandece entonces en mi alma una luz que no ocupa lugar; se percibe un sonido que no lo arrebata el tiempo; se siente una fragancia que no la esparce el aire; se recibe gusto de un manjar que no se consume comiéndose; se posee estrechamente un bien tan delicioso, que por más que se goce y se sacie el deseo, nunca puede dejarse por fastidio. Pues todo esto es lo que amo, cuando amo a mi Dios. San Agustín, Confesiones, Libro X, 6 (397-401). 29 La hora feliz ro él opinaba que antes de crear Dios el mundo, las “ideas” existían en los pensamientos de Dios. Incorporó de esta manera las ideas platónicas en Dios, salvando Confesiones: la autobiografía y el encuentro. así el pensamiento platónico de las ideas eternas. Fecisti nos ad Te et iniquietum est cor nostrum, donec requiescar in Te. (“Nos has Pero esto demuestra como San Agustín y otros Padres de la Iglesia se esforzaron al creado a tu medida, Señor, y nuestro corazón permanece inquieto hasta que máximo por unificar la manera de pensar judía con la griega. En cierta manera fue- descansa en ti”). Esta frase incomparable figura al comienzo de las Confesiones de ron ciudadanos de dos culturas. Jostein Gaarder, El mundo de Sofía (1991) Agustin Augustino, el pensador más profundo y la personalidad más vigorosa de la patrística; en esta obra describe, en forma de una única oración y en trece libros, su vida hasta el momento de su conversión. E inquieta, prendida en una incesante búsqueda y en algunos extravíos fue de hecho su vida, hasta que encontró en el cristianismo la paz interior. Joachim Störing, Historia Universal de la Filosofía. Propagación y consolidación del cristianismo. El cristianismo de San Agustín tiene fuertes rasgos de la manera de razonar del platonismo. Así comprenderás, que no se trata de ninguna ruptura traumática con la filosofía griega, aunque estemos entrando en la Edad cristiana. Gran parte de la filosofía griega fue llevada a la nueva época a través de los Padres de la Iglesia como San Agustín. Evidentemente él mismo opinaba que era cien por cien cristiano. Pero no veía una gran distinción entre el cristianismo y la filosofía de Platón. Pensó que la coincidencia entre la filosofía de Platón y la doctrina cristiana era tan clara que se preguntaba si Platón no habría conocido partes del Antiguo Testamento. Esto es muy dudoso, claro está. Podríamos decir que fue San Agustín el que “cristianizó” a Platón. Señaló que, en cuestiones religiosas, la razón sólo puede llegar hasta unos limites. El cristianismo también es un misterio divino al que sólo nos podemos acercar a través de la fe. Pero si creemos en el cristianismo, Dios “iluminará” nuestra alma para que consigamos unos conocimientos sobrenaturales de Dios. El mismo San Agustín había descubierto que la filosofía sólo podía llegar hasta ciertos límites. Hasta que no se convirtió al cristianismo, su alma no encontró la paz. “Nuestro corazón está intranquilo hasta encontrar descanso en Ti”, escribe. Es verdad que San Agustín piensa que Dios creó el mundo de la nada. Esta es una y consolidación del cristianismo. Para Agustín, al igual que para sus contemporáneos preocupados por la difícil situación del Imperio [romano], la filosofía es ante todo la búsqueda de la felicidad; hay una adecuación entre el verdadero filósofo y el hombre realmente feliz, recogiendo la larga tradición del ideal del sabio. Eso lo lleva a afirmar que existe también una perfecta adecuación entre el filósofo y el cristiano, pues sólo el cristianismo, que nos conduce al sumo bien, nos proporciona la la felicidad que la sabiduría clásica sólo puede vislumbrar. Por otra parte, esta búsqueda de la sabiduría-felicidad es una tarea que corresponde a todas las personas y no se agota en una reflexión teórica. No hay conocimiento sin amor; es más, el amor es la auténtica vía del conocimiento que nos permite alcanzar la meta ansiada. Al mismo tiempo, el proceso que nos conduce a la felicidad es un proceso que se realiza en la profundización de uno mismo, en la vida interior: en el fondo de nuestra alma nos encontramos con Dios. Es en lo más profundo de nuestra conciencia donde está presente Dios, haciendo posible tanto la comprensión de la verdad como el amor al bien. Por último, en ese esfuerzo del alma por apartarse del mundo y acercarse a la unión con Dios, la fe y la inteligencia no van separadas sino unidas; se cree para entender y se entiende para creer, sin que parezca necesario establecer con nitidez los límites entre ambos campos dado el planteamiento global que preside su vida y su reflexión. San Agustín insistirá en que el esfuerzo de la razón para remontarse desde lo sensible, mudable y frágil, hasta la verdad inmutable y segura sólo es posible gracias a la iluminación. Dios es el sol inteligible, el Maestro interior, que con su luz hace posible el conocimiento de la verdad. Dios está, por tanto, presente en cada verdad a la que accedemos, sin perder con ello nada de su trascendencia absoluta. Es más, Dios es la realidad plena, el ser mismo, el ser verdadero e inmutable y el bien sumo. Magdalena García, Luces y sombras. El sueño de la razón en occidente. idea bíblica. Los griegos tendían a pensar que el mundo había existido siempre. Pe- 30 S ECCIÓN 5 Tomás de Aquino: la razón recuperada. Tomás de Aquino entra en la orden de los dominicos con 17 años; pese a la resistencia de su familia, marcha a París y a Colonia para ampliar sus estudios. Su maestro fue Alberto Magno; con él inició la dura aventura de asimilar la imponente obra filosófica de Aristóteles. En lugar de rechazar la filosofía, quiso convencer de que permite conocer el mundo y defender el cristianismo. Clase 6. En la que entenderemos por qué razón todas las piezas encajan. «Para la salvación humana fue necesario que, además de las materias filosóficas, cuyo campo analiza la razón humana, hubiera alguna ciencia cuyo criterio fuera lo divino. Y esto es así porque Dios, como fin al que se dirige el hombre, excede la comprensión a la que puede llegar sólo la razón. Dice Isaías 64,4: ¡Dios! Nadie ha visto lo que tienes preparado para los que te aman. Sólo Tú. El fin tiene que ser conocido por el hombre para que hacia Él pueda dirigir su pensar y su obrar. Por eso fue necesario que el hombre, para su salvación, conociera por revelación divina lo que no podía alcanzar por su exclusiva razón humana. Más aún. Lo que de Dios puede comprender la sola razón humana, también precisa la revelación divina, ya que, con la sola razón humana, la verdad de Dios sería conocida por pocos, después de muchos análisis y con resultados plagados de errores. Y, sin embargo, del exacto conocimiento de la verdad de Dios depende la total salvación del hombre, pues en Dios está la salvación. Así, pues, para que la salvación llegara a los hombres de forma más fácil y segura, fue necesario que los hombres fueran instruidos acerca de lo divino, por revelación divina». Tomás de Aquino, Suma teológica, I (1266-1276). 31 Clase 7. Donde aprenderemos a demostrar la existencia de Dios. «Vemos que las cosas que carecen de conciencia, como los cuerpos naturales, actúan según una finalidad, y esto se hace patente por el hecho de que actúan siempre, o casi siempre, del mismo modo, para obtener mejores resultados. Por tanto, se aprecia con claridad que alcanzan su propósito no al azar, sino de manera intencionada. Ahora bien, todo lo que no tiene conocimiento no puede moverse a algún fin, a menos que esté dirigido por algún ente dotado de conocimiento e inteligencia, como la flecha está dirigida por el arquero. Por eso existe un ser inteligente que dirige todas las cosas naturales hasta su propio fin. Es innegable y consta por los sentidos que en el mundo hay cosas que se mueven. Pues bien, todo lo que se mueve es movido por otro.[…] Pero si lo que mueve a otro es, a su vez, movido, es necesario que lo mueva un tercero, y este a su vez otro. Mas no es posible seguir así indefinidamente, porque así no habría un primer motor y por consiguiente no habría motor alguno, pues los motores intermedios no mueven más que en virtud del movimiento que reciben del primero, lo mismo que un bastón nada mueve si no lo impulsa la mano. Por consiguiente, es necesario llegar a un primer motor que no sea movido por ninguno. Y todos entienden que tal motor es Dios». Tomás de Aquino, Suma Teológica, I (1266-1276). 32 La hora feliz podemos, con la ayuda de la razón, llegar a las mismas verdades que las que nos cuenta la Biblia. Cristianizando a Aristóteles –¿Como es posible eso? ¿La razón nos puede decir que Dios creó el mundo en seis días? ¿O que Jesús era hijo de Dios? Durante toda la Edad Media los árabes tuvieron una viva tradición aristotélica, y –No, a esa clase de “dogmas de fe”, solo tenemos acceso a través de la fe y de la desde finales del siglo XII, árabes eruditos iban al norte de Italia, invitados por los revelación cristiana. Pero Tomás opinaba que también existen una serie de príncipes de esa región. De esta manera muchos de los escritos de Aristóteles “verdades teológicas naturales”. Con esto se refería a verdades a las que se puede fueron conocidos y poco a poco traducidos del griego y del árabe al latín. Esto llegar tanto a través de la revelación cristiana como a través de nuestra razón despertó un nuevo interés por cuestiones científicas, además de revivir la antigua innata o natural. Una verdad de ese tipo es, por ejemplo, la que dice que hay un polémica sobre la relación entre las revelaciones cristianas y la filosofía griega. En Dios. Tomás opinaba que hay dos caminos que conducen a Dios. Un camino es a los asuntos de ciencias naturales ya no se podía pasar por alto a Aristóteles. ¿Pero través de la fe y la revelación. El otro camino es a través de la razón y las en que ocasiones había que escuchar al filósofo y en cuales había que apoyarse observaciones hechas con los sentidos. Bien es verdad que, de estos caminos, el de exclusivamente en la Biblia? ¿Me sigues? la fe y la revelación es el más seguro, porque es fácil desorientarse si uno se fía Sofía asintió brevemente, y el monje prosiguió. exclusivamente de la razón. Pero el punto clave de Tomas es que no tiene que –El filósofo más grande y más importante de la Alta Edad Media fue Tomás de haber necesariamente una contradicción entre un filósofo como Aristóteles y la Aquino, que vivió de 1225 a 1274. Nació en la pequeña ciudad de Aquino, entre doctrina cristiana. Jostein Gaarder, El mundo de Sofía. Roma y Nápoles, pero trabajó también como profesor de filosofía en la universidad de Paris. Lo llamo “filósofo”, pero también fue, en la misma medida, teólogo. En aquella época no había en realidad una verdadera distinción entre “filosofía” y Aquino y el filósofo. “teología”. Para resumir podemos decir que Tomás de Aquino cristianizó a Aristóteles de la misma manera que San Agustín había cristianizado a Platón al Aquino es, por un lado, un ferviente admirador de Aristóteles, en quien ve una comienzo de la Edad Media. auténtica mina de ideas y sugerencias; en sus obras, Aristóteles será citado como el –¿No era un poco raro cristianizar a filósofos que vivieron muchos cientos de años Filósofo sin más y procurará tener traducciones directas del griego, sin el paso antes de Jesucristo? intermedio del árabe. Pero también es un hombre de fe, incluso con algunas –En cierta manera si. Pero cuando hablamos de la «cristianización» de los dos inclinaciones místicas que al final de sus días lo llevarán a renunciar a escribir. [...] grandes filósofos griegos queremos decir que fueron interpretados y explicados de Su posición es, en principio, sencilla. Si Dios nos ha creado y, por tanto, ha creado tal manera que no se consideraran una amenaza contra la doctrina cristiana. De nuestra inteligencia, no es posible en ningún caso que la razón, rectamente Tomás de Aquino se dice que “cogió el toro por los cuernos”. ejercida, llegue a conclusiones en contradicción con la palabra de Dios. Razón y fe –No sabía que la filosofía tuviera que ver con las corridas de toros. tienen sus propios ámbitos de aplicación y sus propios métodos de trabajo, que –Tomás de Aquino fue de los que intentaron unir la filosofía de Aristóteles y el deben ser cuidadosamente diferenciados. Pero la verdad es una y no hay que cristianismo. Decimos que creó la gran síntesis entre la fe y el saber. Y lo hizo esperar que se den muchos conflictos., por lo que en caso de no coincidencia habrá precisamente entrando en la filosofía de Aristóteles y tomándole sus palabras. –O que volver a revisar con cuidado todos los pasos seguidos para descubrir el error por los cuernos. No he dormido apenas esta noche, de modo que me temo que cometido en el proceso de argumentación. [...] Dejando esto en claro, podemos tendrás que explicarte mejor. –Tomás de Aquino pensó que no tenía por qué haber abordar -piensa Tomás de Aquino- con toda tranquilidad una lectura cristiana de una contradicción entre lo que nos cuenta la filosofía o la razón y lo que nos revela Aristóteles. Magdalena García, Luces y sombras. El sueño de la razón en la fe. Muy a menudo el cristianismo y la filosofía nos dicen lo mismo. Por lo tanto occidente. 33 Clase 5. En la que aprenderemos a dejarnos (o no dejarnos) iluminar Visible es la tierra, y lo mismo que la luz; pero aquella no puede verse si no está iluminada por ésta. Luego tampoco lo que se enseña en las ciencias como verdades certísimas puede ser entendido sin la radiación de un sol especial. Así pues, del mismo modo que en el sol visible podemos notar tres cosas -que existe, que esplende y que ilumina- del mismo modo se han de considerar tres cosas en el secretísimo sol divino que deseamos conocer: que existe, que resplandece en el entendimiento y que hace inteligibles todas las demás. San Agustín, Soliloquios. Pero ¿qué es lo que yo amo cuando os amo? No es hermosura corpórea ni bondad transitoria, ni luz material agradable a estos ojos; no suaves melodías de cualesquiera canciones; no la gustosa fragancia de los flores, ungüentos o aromas; no la dulzura del maná, o la miel, ni finalmente, deleite alguno, que pertenezca al tacto o a otros sentidos del cuerpo. Nada de eso es lo que amo, cuando amo a mi Dios; y no obstante eso, amo una fragancia, un cierto manjar y un cierto deleite cuando amo a mi Dios, que es la luz, melodía, fragancia, alimento y deleite de mi alma. Resplandece entonces en mi alma una luz que no ocupa lugar; se percibe un sonido que no lo arrebata el tiempo; se siente una fragancia que no la esparce el aire; se recibe gusto de un manjar que no se consume comiéndose; se posee estrechamente un bien tan delicioso, que por más que se goce y se sacie el deseo, nunca puede dejarse por fastidio. Pues todo esto es lo que amo, cuando amo a mi Dios. San Agustín, Confesiones, Libro X, 6 (397-401). 34 La hora feliz ro él opinaba que antes de crear Dios el mundo, las “ideas” existían en los pensamientos de Dios. Incorporó de esta manera las ideas platónicas en Dios, salvando Confesiones: la autobiografía y el encuentro. así el pensamiento platónico de las ideas eternas. Fecisti nos ad Te et iniquietum est cor nostrum, donec requiescar in Te. (“Nos has Pero esto demuestra como San Agustín y otros Padres de la Iglesia se esforzaron al creado a tu medida, Señor, y nuestro corazón permanece inquieto hasta que máximo por unificar la manera de pensar judía con la griega. En cierta manera fue- descansa en ti”). Esta frase incomparable figura al comienzo de las Confesiones de ron ciudadanos de dos culturas. Jostein Gaarder, El mundo de Sofía. Agustin Augustino, el pensador más profundo y la personalidad más vigorosa de la patrística; en esta obra describe, en forma de una única oración y en trece libros, su vida hasta el momento de su conversión. E inquieta, prendida en una incesante búsqueda y en algunos extravíos fue de hecho su vida, hasta que encontró en el cristianismo la paz interior. Joachim Störing, Historia Universal de la Filosofía. Propagación y consolidación del cristianismo. El cristianismo de San Agustín tiene fuertes rasgos de la manera de razonar del platonismo. Así comprenderás, que no se trata de ninguna ruptura traumática con la filosofía griega, aunque estemos entrando en la Edad cristiana. Gran parte de la filosofía griega fue llevada a la nueva época a través de los Padres de la Iglesia como San Agustín. Evidentemente él mismo opinaba que era cien por cien cristiano. Pero no veía una gran distinción entre el cristianismo y la filosofía de Platón. Pensó que la coincidencia entre la filosofía de Platón y la doctrina cristiana era tan clara que se preguntaba si Platón no habría conocido partes del Antiguo Testamento. Esto es muy dudoso, claro está. Podríamos decir que fue San Agustín el que “cristianizó” a Platón. Señaló que, en cuestiones religiosas, la razón sólo puede llegar hasta unos limites. El cristianismo también es un misterio divino al que sólo nos podemos acercar a través de la fe. Pero si creemos en el cristianismo, Dios “iluminará” nuestra alma para que consigamos unos conocimientos sobrenaturales de Dios. El mismo San Agustín había descubierto que la filosofía sólo podía llegar hasta ciertos límites. Hasta que no se convirtió al cristianismo, su alma no encontró la paz. “Nuestro corazón está intranquilo hasta encontrar descanso en Ti”, escribe. Es verdad que San Agustín piensa que Dios creó el mundo de la nada. Esta es una y consolidación del cristianismo. Para Agustín, al igual que para sus contemporáneos preocupados por la difícil situación del Imperio [romano], la filosofía es ante todo la búsqueda de la felicidad; hay una adecuación entre el verdadero filósofo y el hombre realmente feliz, recogiendo la larga tradición del ideal del sabio. Eso lo lleva a afirmar que existe también una perfecta adecuación entre el filósofo y el cristiano, pues sólo el cristianismo, que nos conduce al sumo bien, nos proporciona la la felicidad que la sabiduría clásica sólo puede vislumbrar. Por otra parte, esta búsqueda de la sabiduría-felicidad es una tarea que corresponde a todas las personas y no se agota en una reflexión teórica. No hay conocimiento sin amor; es más, el amor es la auténtica vía del conocimiento que nos permite alcanzar la meta ansiada. Al mismo tiempo, el proceso que nos conduce a la felicidad es un proceso que se realiza en la profundización de uno mismo, en la vida interior: en el fondo de nuestra alma nos encontramos con Dios. Es en lo más profundo de nuestra conciencia donde está presente Dios, haciendo posible tanto la comprensión de la verdad como el amor al bien. Por último, en ese esfuerzo del alma por apartarse del mundo y acercarse a la unión con Dios, la fe y la inteligencia no van separadas sino unidas; se cree para entender y se entiende para creer, sin que parezca necesario establecer con nitidez los límites entre ambos campos dado el planteamiento global que preside su vida y su reflexión. San Agustín insistirá en que el esfuerzo de la razón para remontarse desde lo sensible, mudable y frágil, hasta la verdad inmutable y segura sólo es posible gracias a la iluminación. Dios es el sol inteligible, el Maestro interior, que con su luz hace posible el conocimiento de la verdad. Dios está, por tanto, presente en cada verdad a la que accedemos, sin perder con ello nada de su trascendencia absoluta. Es más, Dios es la realidad plena, el ser mismo, el ser verdadero e inmutable y el bien sumo. Magdalena García, Luces y sombras. El sueño de la razón en occidente. idea bíblica. Los griegos tendían a pensar que el mundo había existido siempre. Pe- 35 C APÍTULO 3 Dios Desplazado: la filosofía Moderna. De cómo los filósofos de los siglos XVI y XVII desarticularon en muy distintos frentes el teocentrismo cristiano medieval. S ECCIÓN 1 El giro copernicano Clase 1. En la que aprenderemos que podemos estar del todo equivocados pese a contar con buenas razones e incluso tener de nuestro lado la palabra de Dios. Aristóteles. En su representación astronómica la tierra era esférica y estaba fija en el centro del universo. Este estaba dividido en dos espacios heterogéneos, el sublunar, en el que dominan la multiplicidad y el movimiento no circular, y el supralunar, en el que se desplazan circularmente y a velocidad constante el sol y los planetas en torno a la tierra. El conjunto de las esferas perfectas del mundo supralunar tenía por límite la esfera de las estrellas fijas. Ptoloméo. Astrónomo y astrólogo griego que vivió en Alejandría en el siglo II de nuestra era, Ptolomeo es el autor del Amagesto, un tratado de astronomía en el que perfecciona matemáticamente el modelo astronómico de Aristóteles. Algunos pasajes del antiguo testamento en los que se hace referencia indirecta al orden del cosmos. “Pusiste la Tierra sobre sus bases para que ya nunca se mueva de su lugar” (Sal 104, 5). “Dios la afirmó [a la Tierra] para que no se mueva jamás” (Sal 93,1), (I Cr 16,30). “Nace el sol por un extremo del cielo, y avanza por su circuito1 hasta llegar al otro extremo, sin que nada escape de su calor” (Sal 19,6). “Entonces Josué habló a Jehová el día en que Jehová entregó al amorreo delante de los hijos de Israel, y dijo en presencia de los israelitas: Sol, detente en Gabaón”(Josué, X, 12). 37 Clase 2. En la que aprenderemos a darle la vuelta a todo. Nicolas Copérnico. Desarrolla y defiende la teoría heliocéntrica, según la cual el sol se encuentra en el centro del universo y la tierra gira en torno a él, contra la creencia de que esta última permanecía inmóvil en el centro del universo. Los cambios profundos en los campos religioso, filosófico y científico que esta teoría produce fueron denominados revolución copernicana. La obra, De revolutionibus orbium coelestium, fue impresa por primera vez en 1543 en Nuremberg. Galileo. En mayo de 1609, Galiléo recibe una carta proveniente de Paris y escrita por un antiguo estudiante suyo, Jacques Badovere, que le confirma el rumor: un óptico holandés, Lippershey, ha inventado un telescopio que permite ver los objetos lejanos ampliándolos alrededor de siete veces. 38 La hora feliz Platón la esfera y el círculo se habían considerado las figuras geométricas más perfectas. Jostein Gaarder, El mundo de Sofía (1991). Copérnico y la revolución de los orbes celestes. — Durante toda la Edad Media los hombres habían caminado bajo el cielo mirando hacia arriba al sol y a la luna, a las estrellas y a los planetas. Pero nadie había dudado de que la Tierra fuera el centro del universo. Ninguna observación había dado lugar a que se dudase de que la Tierra estaba quieta y que fuesen los cuerpos celestes los que daban vueltas alrededor de ella. A esto lo llamamos «visión geocéntrica del mundo» es decir, que todo gira alrededor de la Tierra. También la idea cristiana de que Dios dominaba sobre todos los cuerpos celestes contribuyó a mantener esta visión del mundo. —Me gustaría que fuera así de sencillo —Pero en 1543 salió un librito, Sobre las revoluciones de los orbes celestes, escrito por el astrónomo polaco Copérnico, que murió el día que salió el libro. Copérnico sostuvo que no era el sol el que giraba en órbita alrededor de la Tierra, sino al revés. Opinaba que esto era posible basándonos en las observaciones de que se disponía sobre los astros. El que los hombres hubieran pensado que el sol se movía en una órbita alrededor de la Tierra se debía simplemente a que la Tierra gira alrededor de su propio eje, decía. Señaló que todas las observaciones de los astros eran mucho más fáciles de comprender si se suponía que tanto la Tierra como los demás planetas se movían en órbitas circulares alrededor del sol. Es lo que llamamos «visión heliocéntrica del mundo», es decir, que todo gira alrededor del sol. —Y ésa era una visión correcta del mundo? —No del todo. Su punto principal, es decir, que la Tierra se mueve en una órbita alrededor del sol, es evidentemente correcto. Pero también dijo que el sol era el centro del universo. Hoy sabemos que el sol no es más que uno de los innumerables astros, y que todas las estrellas próximas que nos rodean sólo constituyen una entre miles de millones de galaxias. Copérnico creía además que la Tierra y los demás planetas hacían movimientos circulares alrededor del sol. —¿Y no es así? —No, para lo de los movimientos circulares no contaba con otra base que aquella vieja idea de que los astros eran completamente redondos y se movían con movimientos circulares simplemente porque eran «celestiales». Desde los tiempos de Galileo Galileo: la observación de los cielos y el telescopio. Lo primero que Galileo observó con su telescopio fue la luna. Para su asombro, descubrió que la superficie de la luna no era lisa. Tenía montañas y valles que se correspondían con las características lunares que se conocían desde siempre pero que no se habían podido explicar. No se produjo mayor conmoción porque siempre se había supuesto que la luna estaba hecha de una substancia perfecta a la que se llamaba éter. Galileo observó a continuación Júpiter y descubrió sus lunas. De modo que Júpiter era un pequeño sistema solar que a su vez giraba alrededor de un cuerpo celeste mayor. Por último, volvió su telescopio hacia el sol y descubrió curiosas manchas en su superficie. Esas áreas oscuras no eran permanentes. Pudo ver cómo cambiaban de forma y posición de noche a noche, de mes a mes. Los cielos, pues, no eran inmutables e indestructibles. Em la luna se habían formado valles y por procesos que, concluyó Galileo, debían ser parecidos a los que se producían en la Tierra. Júpiter era en sí mismo un sistema planetario en miniatura y puede que hubiera muchos más de esos sistemas que no podía todavía ver con su primitivo instrumento. Y el sol era una cosa viva sujeta a cambios y que se transformaba ante sus ojos. En 1611, Galileo fue a Roma a explicar lo que había visto en un tribunal pontificio. Se llevó su telescopio. A muchos les impresionaron sus descubrimientos, cuyo significado no comprendieron al principio. Pero él les exigió que abrieran los ojos a las consecuencias. Entre otras cosas, dijo que podía demostrar matemáticamente que la tierra giraba alrededor del sol y no al revés, que Copérnico estaba en lo cierto y no Ptolomeo. E, insistió, sus observaciones con telescopio demostraban que los cielos no eran básicamente distintos del mundo sublunar. El éter no existía. Toda la materia, en todas partes, debía ser la misma o, al menos, muy similar. “No puede probar tal cosa con sus matemáticas”, le dijo el cardenal Berllamino, teólogo eminente de la iglesia católica. [...] “La realidad física no la explican las matemáticas sino las Escrituras y los padres de la Iglesia, dijo el cardenal. “Mire a través de mi telescopio y véalo usted mismo”, le contestó Galileo. Y Berllamino miró, pero no supo ver. Van Doren, Breve historia del Saber (1991) 39 S ECCIÓN 2 Escritura e interpretación Galileo. “Por cuanto tú, Galileo, hijo del difunto Vincenzio Galilei, de Florencia, de setenta años de edad, fuiste denunciado, en 1615, a este Santo Oficio, por sostener como verdadera una falsa doctrina enseñada por muchos, a saber: que el Sol está inmóvil en el centro del mundo y que la Tierra se mueve y posee también un movimiento diurno; [...] así como por responder a las objeciones que se suscitan continuamente por las Sagradas Escrituras, glosando dichas Escrituras según tu propia interpretación”. Sentencia del Tribunal de la Suprema Inquisición contra Galileo Galilei (1633). Clase 3. En la que aprenderemos a rebatir a los que aluden a un texto supuestamente sagrado para explicar cómo funciona la naturaleza. «Me parece que, al discutir los problemas naturales, no se debería partir de la autoridad de los pasajes de la Escritura, sino de la experiencia de los sentidos y de las demostraciones necesarias. Porque la Sagrada Escritura y la naturaleza proceden igualmente del Verbo divino, aquélla como dictado del Espíritu Santo, y ésta como la ejecutora perfectamente fiel de las órdenes de Dios; ahora bien, si se ha convenido en que las Escrituras, para adaptarse a las posibilidades de comprensión de la mayoría, dicen cosas que difieren con mucho de la verdad absoluta, por gracia de su género y de la significación literal de los términos, la naturaleza, por el contrario, se adecua, inexorable e inmutablemente, a las leyes que le son impuestas, sin franquear jamás sus límites, y no se preocupa por saber si sus razones ocultas y sus maneras de obrar están al alcance de nuestras capacidades humanas. De ello resulta que los efectos naturales y la experiencia de los sentidos que delante de los ojos tenemos, así como las demostraciones necesarias que de ella deducimos, no deben en modo alguno ser puestas en duda ni, a priori, condenadas en nombre de los pasajes de la Escritura, aun cuando el sentido literal pareciera contradecirlas. Pues las palabras de la Escritura no están constreñidas a obligaciones tan severas como los efectos de la naturaleza, y Dios no se revela de modo menos excelente en los efectos de la naturaleza que en las palabras sagradas de las Escrituras». Galileo, Carta a Cristina de Lorena (1615). 40 Spinoza. Por la decisión de los ángeles, y el juicio de los santos, excomulgamos, expulsamos, execramos y maldecimos a Baruch de Spinoza, con la aprobación del Santo Dios y de toda esta Santa comunidad, ante los Santos Libros de la Ley con sus 613 prescripciones, con la excomunión con que Josué excomulgó a Jericó, con la maldición con que Eliseo maldijo a sus hijos y con todas las execraciones escritas en la Ley. Maldito sea de día y maldito sea de noche; maldito sea cuando se acuesta y maldito sea cuando se levanta; maldito sea cuando sale y maldito sea cuando regresa. Que el Señor no lo perdone. Que la cólera y el enojo del Señor se desaten contra este hombre y arrojen sobre él todas las maldiciones escritas en el Libro de la Ley. Decreto de excomunión de Baruch Spinoza (1656). Clase 4. En la que aprenderemos el sentido profundo de la palabra interpretar. “El método de interpretar la naturaleza consiste primariamente en elaborar una historia de la naturaleza y en extraer de ella, como datos seguros, las definiciones de las cosas naturales; así también, para interpretar la Escritura es necesario diseñar una historia verídica y deducir de ella, cual de datos y principios ciertos, la mente de los autores de la Escritura como una consecuencia lógica. Como deba ser esta historia y qué es lo principal que debe tener en cuenta lo decimos a continuación: (1) debe contener la naturaleza y propiedades de la lengua en la que fueron escritos los libros de la Escritura y que solían hablar sus autores; (2) debe recoger las opiniones de cada libro y anotar todas las que son ambiguas o parecen contradecirse -llamo oscuras o claras aquellas frases cuyo sentido se colige difícil o fácilmente del contexto de la oración y no en cuanto que su verdad es fácil o difícil percibir por la razón, puesto que sólo nos ocupamos del sentido de las oraciones y no de su verdad-; (3) y debe describir los avatares de todos los profetas de los que conservamos algún recuerdo, a saber, la vida, las costumbres y gustos del autor de cada libro. Pero una vez que hemos descubierto su verdadero sentido, es necesario servirse del juicio y la razón para darle nuestro asentimiento. Y, si la razón, por más que proteste contra la Escritura, tiene que someterse totalmente a ella, ¿debemos hacerlo, me pregunto, con razón o sin razón y como ciegos? Si lo hacemos sin razón obramos neciamente y sin juicio; si con razón, es que aceptamos la Escritura por el solo mandato de la razón y que no la aceptaríamos si contradijera a ésta. Nunca puedo admirarme bastante de que pretendan someter a la razón, que es el don supremo y la luz divina, a las letras muertas que la malicia humana ha podido corromper». Spinoza, Tratado Teológico Político, VII (1670). 41 La hora feliz manda que este presenta de una religión adornada por imágenes y milagros; detrás Spinoza y la interpretación histórico crítica de las escrituras. –Spinoza pertenecía a la comunidad judía de Amsterdam, pero pronto fue excomulgado y expulsado de la sinagoga por heterodoxo. Pocos filósofos en la era moderna de ella, el filósofo -para el cual esa cara podrá contener contradicciones y erroresreconoce los pensamientos profundos y eternos de los grandes guías espirituales de sus pueblos y vanguardia de la humanidad. Ambos modos de interpretación están justificados. Joachïm Störing, Historia Universal de la Filosofía (1961). han sido tan calumniados y perseguidos por sus ideas como este hombre. Incluso fue víctima de un intento de asesinato. La causa era sus críticas a la religión oficial. Pensaba que lo único que mantenía vivo tanto al cristianismo como al judaísmo eran los dogmas anticuados y los ritos externos. Fue el primero en emplear lo que llamamos una visión «crítico-histórica» de la Biblia. –¡Explícate! –Negó que la Biblia estuviera inspirada por Dios. Cuando leemos la Biblia debemos tener siempre presente la época en la fue escrita. Una lectura crítica de este tipo también revelará una serie de discrepancias entre las distintas escrituras. [...] –Entiendo que ideas como ésas no fueran fácilmente aceptadas por las iglesias y sinagogas. Jostein Gaarder, El mundo de Sofía (1991). * Spinoza parte de que la Biblia no fue revelada para unos pocos elegidos, sino para todo un pueblo o para toda la humanidad. Pero ello significa que el lenguaje de la Biblia tendría que estar adaptado a las facultades de comprensión del pueblo llano, que constituye la mayoría de la humanidad. A las masas no se les habla apelando a la razón, sino por medio de los estímulos de la imaginación. Por este motivo, los profetas y los apóstoles, aplican muy conscientemente un modo de exposición que se movía en símbolos, parábolas, alegorías, etc. Por ello contaban sobre todo milagros. Pues mientras que, según Spinoza, el sabio reconoce en todas partes el poder y la grandeza de Dios, y de modo mucho más penetrante allí donde puede seguir el dominio de las grandes e inexorables leyes que rigen el curso del mundo, la multitud cree que Dios se revela precisamente allí donde el curso habitual del mundo es interrumpido por un milagro. La Sagrada Escritura, por tanto, debe ser comprendida e interpretada en un doble sentido. Tiene, hasta cierto punto, una cara destinada al pueblo, adaptada a la de- 42 S ECCIÓN 3 Una política autónoma Nicolás Maquiavelo ocupó un puesto de responsabilidad en la república de Florencia hasta 1512, año en el que tuvo que abandonar sus cargos debido al retorno de los Médicis al poder. Es este el momento en el que inicia la escritura de sus tres obras políticas: El Príncipe, Los Discursos sobre la primera Década de Tito Livio y El Arte de la Guerra. El deseo que guía la escritura de Maquiavelo en estas obras es siempre el mismo: ver a Italia unificada bajo instituciones políticas sólidas. Sus consejos siempre están fundamentados en la su experiencia política directa y en la historia de diferentes reinos e imperios, especialmente el romano. Clase 5. En la que descubriremos que a veces es conveniente gobernar como si Dios y la religión no existieran. “Un príncipe, y especialmente uno nuevo, que quiere mantenerse, debe comprender bien que no le es posible observar en todo lo que hace mirar como virtuosos a los hombres; supuesto que a menudo, para conservar el orden en un Estado, está en la precisión de obrar contra su fe, contra las virtudes de humanidad, caridad, y aun contra su religión. Su espíritu debe estar dispuesto a volverse según que los vientos y variaciones de la fortuna lo exijan de él; y, como lo he dicho más arriba, a no apartarse del bien mientras lo puede, sino a saber entrar en el mal, cuando hay necesidad. Debe tener sumo cuidado en ser circunspecto, para que cuantas palabras salgan de su boca lleven impreso el sello de las cinco virtudes mencionadas; y para que, tanto viéndole como oyéndole, le crean enteramente lleno de bondad, buena fe, integridad, humanidad y religión. Entre estas prendas no hay ninguna más necesaria que la última. Los hombres, en general, juzgan más por los ojos que por las manos; y si pertenece a todos el ver, no está más que a un cierto número el tocar. Cada uno ve lo que pareces ser; pero pocos comprenden lo que eres realmente; y este corto número no se atreve a contradecir la opinión del vulgo, que tiene, por apoyo de sus ilusiones, la majestad del Estado que le protege”. Maquiavelo, El Príncipe, XVIII (1532). 43 Locke. Un filósofo inglés sobre todo conocido por su libro sobre el conocimiento humano, en el que defiende una posición empirista, esto es, que el conocimiento se inicia con la experiencia sensible; al principio, antes de que los datos lleguen a través de los sentidos, la mente es como un papel en blanco. La Carta a la Tolerancia responde al violento conflicto que se vivía en Europa entre las comunidades católicas y las protestantes. Clase 6. En la que nos entrenaremos en el arte de saber distinguir entre ámbitos o esferas. “La tolerancia hacia aquellos que difieren de otros en materias de religión es tan conforme al Evangelio de Jesucristo y a la razón genuina de la humanidad, que parece monstruoso que los hombres sean tan ciegos como para no percibir claramente la necesidad y ventaja de ello. No censuraré aquí la soberbia y la ambición de algunos ni el apasionamiento y poco caritativo celo de otros. Estos son defectos de los cuales difícilmente podrán liberarse los asuntos humanos; son de tal naturaleza que nadie querrá aceptar que les sean imputados, sin adornarlos de ostentosos colores y buscar así alabanzas, mientras, pretendiendo condenarlos, se dejan arrastrar por desordenadas pasiones. Pero aun cuando algunos disfracen su espíritu de persecución y crueldad poco cristiana con el pretexto del bienestar público y de la observancia de las leyes, y otros pretendan que con la excusa de la religión queden impunes su libertinaje y licencias, estimo que nadie debe engañarse a sí mismo ni a los otros con razones de lealtad y obediencia al príncipe o de ternura y sinceridad hacia el culto de Dios; y considero que es necesario, sobre todo, distinguir la esfera del gobierno civil de la esfera de la religión y establecer los límites exactos entre una y otra. Si no se hace esto, jamás tendrán fin las controversias que surgen permanentemente entre los que tienen, o por lo menos pretenden tener, de una parte, una preocupación por los intereses de las almas de los hombres y, de otra, una preocupación por la comunidad”. Locke, Carta sobre la tolerancia (1689). 44 La hora feliz un gobernante exitoso, tienes que ser consciente de ello. Es peligroso confiar en que alguien va a cumplir sus promesas a no ser que tema las consecuencias si no lo El zorro y el León hace. Si puedes conseguir lo que quieres mostrándote amable, cumpliendo tus promesas y siendo querido, deberías actuar así (o al menos hacerlo ver). Pero si no Imagina que eres el príncipe que gobierna una ciudad-estado como Florencia o Ná- puedes, entonces necesitas combinar esas cualidades humanas con otras animales. poles en la Italia del siglo XVI. Tienes poder absoluto. Puedes dar una orden y será Algunos filósofos aconsejan a los líderes que cuenten únicamente con sus cualida- obedecida. Si quieres meter a alguien en la cárcel porque ha dicho algo en tu con- des humanas, pero Maquiavelo creía que a veces un líder eficaz tenía que actuar tra, o porque sospechas que conspira para asesinarte, puedes hacerlo. Tienes tro- también como una bestia. Los animales de los que aprender son el zorro y el león. pas dispuestas a hacer lo que les mandes. El problema es que estás rodeado por El zorro es astuto y es hábil detectando trampas, mientras que el león es inmensa- otras ciudades-estado regidas por ambiciosos gobernantes a los que les encantaría mente fuerte y aterrador. De nada sirve comportarse constantemente como un le- conquistar tu territorio. ¿Cómo deberías comportarte? ¿Deberías ser honesto, man- ón, empleando únicamente la fuerza bruta, pues correrías el riesgo de caer en una tener tus promesas, ser siempre amable y pensar lo mejor de la gente? Nicolás Ma- trampa. Tampoco debes comportarte exclusivamente como un taimado zorro: oca- quiavelo pensó que eso probablemente sería una mala idea, aunque sí deberías pa- sionalmente necesitas la fuerza de un león para mantenerte a salvo. En cualquier recer honesto y bueno. Según él, hay ocasiones en las que es mejor decir mentiras, caso, si únicamente cuentas con tu propia amabilidad y sentido de la justicia, no romper tus promesas e incluso asesinar a tus enemigos. Un príncipe no tiene por durarás mucho. Afortunadamente, la gente es crédula. Se dejan engañar por las qué preocuparse de mantener su palabra. Para Maquiavelo, un príncipe eficaz tiene apariencias. Así pues, como líder, podrás salirte con la tuya aparentando ser hones- que «aprender a no ser bueno». Lo más importante es mantenerse en el poder, y to y amable al tiempo que rompes tus promesas y actúas con crueldad. Nigel War- prácticamente todo aquello que sirva a tal propósito es aceptable. burton, Pequeña historia de la filosofía (2011). ¿Cuáles fueron exactamente los consejos de Maquiavelo y qué escandalizaron a tan- Locke: tolerancia. tos lectores? Su idea principal era que un príncipe necesita tener lo que él llamó virtù, palabra italiana que significa «hombría» o valor. Pero, ¿qué quiere decir es- El siglo XVII encontró la solución teórica al problema que Lutero había contribui- to? Maquiavelo creía que el éxito depende en gran medida de la buena suerte. La do a crear. No se pudo llegar a ninguna posición común sobre el gobierno de la Igle- mitad de lo que nos sucede se debe al azar y la otra mitad a nuestras elecciones. Pe- sia, los sacramentos, el papel de los obispos o el matrimonio del clero. Así pues la ro también creía que puedes aumentar tus probabilidades de éxito si actúas con única solución pasaba por tener a la vez varias iglesias cristianas y no solo una. La valentía y rapidez. Que la suerte desempeñe un papel tan importante en nuestras cuestión, entones, pasó a ser que la Iglesia debía ser la nuestra, en esta nación, en vidas no quiere decir que tengamos que comportarnos como víctimas. Un río pue- esta ciudad. Y este asunto siguió provocando el caos mucho después de que la idea de desbordarse, eso es algo que no podemos impedir, pero si hemos construido di- de varias iglesias cristianas hubiera sido aceptada como principio. [...] Finalmente ques y defensas para las inundaciones tendremos más oportunidades de sobrevivir. las diferencias religiosas se convirtieron en sí mismas intolerables. Los hombres En otras palabras, a un líder que se prepare bien y aproveche las oportunidades razonables opinaban que la situación tenía que cambiar. El que con mayor elocuen- probablemente le irá mejor que a otro que no lo haga. cia defendió esta postura fue John Locke. [...] Durante los dos siglos anteriores a la Carta sobre la Tolerancia, era fácil para los hombres creer que su fe les exigía tor- Maquiavelo hace hincapié en que para un líder es mejor ser temido que amado. Lo turar, matar o quemar en la hoguera a otros que estaban en desacuerdo con ellos, mejor sería ser temido y amado ala vez, pero eso es muy difícil de conseguir. Si de- aunque las diferencias de fe fueran difíciles de apreciar. En tiempos de Lutero, la pendes de que la gente te quiera, te arriesgas a que te abandonen cuando las cosas mayoría de la gente hubiera tenido dificultades hasta para entender por qué la no- no vayan bien. Si te temen, estarán demasiado asustados para traicionarte. Esto ción de matar por la religión era algo que debiera cuestionarse. Van Doren, Breve formaba parte de su cinismo, de su pobre opinión de la condición humana. Creía historia del Saber (1991). que los seres humanos son poco fiables, ambiciosos y deshonestos. Si quieres ser 45 S ECCIÓN 4 El Dios de los filósofos Descartes. La filosofía es como un árbol en el que las raíces son la metafísica, el tronco es la física, y las ramas que nacen del tronco son el resto de ciencias, que se reducen a tres principales, la medicina, la mecánica y la moral”. Descartes, Principios de Filosofía (1644) Clase 7. En la que aprenderemos a imaginar que todo empieza con el sujeto. «Puesto que deseaba entregarme solamente a la búsqueda de la verdad, opinaba que era preciso que [...] rechazase como absolutamente falso todo aquello en lo que pudiera imaginar la menor duda, con el fin de comprobar si, después de hacer esto, no quedaría algo en mi creencia que fuese enteramente indudable. Así pues, considerando que nuestros sentidos en algunas ocasiones nos inducen a error, decidí suponer que no existía cosa alguna que fuese tal como nos la hacen imaginar. Y puesto que existen hombres que se equivocan al razonar en cuestiones relacionadas con las más sencillas materias de la geometría y que incurren en paralogismos, juzgando que yo, como cualquier otro estaba sujeto a error, rechazaba como falsas todas las razones que hasta entonces había admitido como demostraciones. Y, finalmente, considerado que hasta los pensamientos que tenemos cuando estamos despiertos pueden asaltarnos cuando dormimos, sin que ninguno en tal estado sea verdadero, me resolví a fingir que todas las cosas que hasta entonces habían alcanzado mi espíritu no eran más verdaderas que las ilusiones de mis sueños. Pero, inmediatamente después, advertí que, mientras deseaba pensar de este modo que todo era falso, era absolutamente necesario que yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa. Y dándome cuenta de que esta verdad: pienso, luego soy, era tan firme y tan segura que todas las extravagantes suposiciones de los escépticos no eran capaces de hacerla tambalear, juzgué que podía admitirla sin escrúpulo como el primer principio de la filosofía que yo indagaba». Descartes, Discurso del método (1637). 46 Clase 8. En la que entenderemos al barón Münchausen. «A continuación, reflexionando sobre que yo dudaba y que, en consecuencia, mi ser no era omniperfecto pues claramente comprendía que era una perfección mayor el conocer que el dudar, comencé a indagar de dónde había aprendido a pensar en alguna cosa más perfecta de lo que yo era; conocí con evidencia que debía ser en virtud de alguna naturaleza que realmente fuese más perfecta. En relación con los pensamientos que poseía de seres que existen fuera de mi, tales como el cielo, la tierra, la luz, el calor y otros mil, no encontraba dificultad alguna en conocer de dónde provenían pues no constatando nada en tales pensamientos que me pareciera hacerlos superiores a mí, podía estimar que si eran verdaderos, fueran dependientes de mi naturaleza, en tanto que posee alguna perfección; si no lo eran, que procedían de la nada, es decir, que los tenía porque había defecto en mi. Pero no podía opinar lo mismo acerca de la idea de un ser más perfecto que el mío, pues que procediese de la nada era algo manifiestamente imposible y puesto que no hay una repugnancia menor en que lo más perfecto sea una consecuencia y esté en dependencia de lo menos perfecto, que la existencia en que algo proceda de la nada, concluí que tal idea no podía provenir de mí mismo. De forma que únicamente restaba la alternativa de que hubiese sido inducida en mí por una naturaleza que realmente fuese más perfecta de lo que era la mía y, también, que tuviese en sí todas las perfecciones de las cuales yo podía tener alguna idea, es decir, para explicarlo con una palabra que fuese Dios». Descartes, Discurso del Método (1637). 47 Clase 9. En la que descubriremos una curiosa manera de entender a Dios. Spinoza. Nace en el barrio judío de Amsterdam. Su familia procedía de Portugal, a donde habían ido a parar grupos de judíos expulsados de España. Su evolución intelectual le vale la excomunión y la expulsión de la Sinagoga en 1656. Incluso sufre un atentado en la calle y debe abandonar la ciudad. [...] Se gana la vida puliendo lentes. Desde 1661 trabaja en su obra definitiva, la “Ética demostrada según el orden geométrico”, pero ya no se atreve a publicarla. Cesar Tejedor Campomanes, Historia de la filosofía (1994) PARTE PRIMERA: DE DIOS I.—Por causa de sí entiendo aquello cuya esencia implica la existencia, o, lo que es lo mismo, aquello cuya naturaleza sólo puede concebirse como existente. II.—Se llama finita en su género aquella cosa que puede ser limitada por otra de su misma naturaleza. Por ejemplo, se dice que es finito un cuerpo porque concebimos siempre otro mayor. De igual modo, un pensamiento es limitado por otro pensamiento. Pero un cuerpo no es limitado por un pensamiento, ni un pensamiento por un cuerpo. III.—Por substancia entiendo aquello que es en sí y se concibe por sí, esto es, aquello cuyo concepto, para formarse, no precisa del concepto de otra cosa. IV.—Por atributo entiendo aquello que el entendimiento percibe de una substancia como constitutivo de la esencia de la misma. V.—Por modo entiendo las afecciones de una substancia, o sea, aquello que es en otra cosa, por medio de la cual es también concebido. VI.—Por Dios entiendo un ser absolutamente infinito, esto es, una substancia que consta de infinitos atributos, cada uno de los cuales expresa una esencia eterna e infinita . Proposición XIV: Aparte de Dios no puede darse ni concebirse ninguna sustancia, de lo que se sigue con toda claridad: (1) que Dios es único, es decir que en la naturaleza no se da más que una substancia y que ésta es absolutamente infinita; (2) que la cosa extensa y la cosa pensante son o atributos de Dios o afecciones de los atributos de Dios. Spinoza, Ética, I (1677). 48 La hora feliz Descartes, Dios convertido en garantía —Ahora Descartes se pregunta si hay algo más que reconoce con la misma seguridad intuitiva que lo de la existencia del yo como sujeto pensante. Llega a la conclusión de que también tiene una idea clara y definida de un «ser perfecto». Es una idea que ha tenido siempre, y para Descartes es evidente que una idea como ésa no puede proceder de él, porque: «La idea de un ser perfecto no puede venir de algo que es imperfecto. De modo que esta idea de un ser perfecto tiene que proceder de ese mismo ser perfecto, o, con otras palabras, de Dios». En consecuencia, para Descartes resulta tan evidente que hay un Dios como que el que piensa es un ser pensante. —Ahora me parece que empieza a sacar conclusiones demasiado rápidamente. —Si, muchos han señalado esto como el punto más débil de Descartes. Pero tú dices «conclusiones». En realidad, no se trata de ninguna prueba. Lo que opina Descartes es simplemente que todos tenemos una idea de un ser perfecto, y que resulta inherente a esta idea el que ese ser perfecto exista. Porque un ser perfecto no sería perfecto si no existiera. Y además, nosotros no tendríamos ninguna idea de un ser perfecto si no hubiera tal ser perfecto. Nosotros somos imperfectos, entonces no puede venir de nosotros la idea sobre lo perfecto. La idea de un Dios es, según Descartes, una idea innata, está impresa en nosotros desde que nacemos, de la misma manera que el artista imprime su firma en la obra. [...] — Ahora ha llegado a la conclusión de que es una persona que piensa y de que hay, además, un ser perfecto. — Con esto como punto de partida prosigue. En cuanto a todas esas ideas que tenemos de la realidad exterior, por ejemplo del sol y de la luna, podría ser que todo fueran simplemente imaginaciones o imágenes de sueños. Pero también la realidad exterior tiene algunas cualidades que podemos reconocer con la razón. Esas cualidades son las relaciones matemáticas, es decir, todo aquello que puede medirse, como la longitud, la anchura y la profundidad. Esas cualidades «cuantitativas» son tan claras y evidentes para la razón como que yo soy un ser pensante. Por otra parte, las cualidades «cualitativas» como el color, el olor y el sabor, están relacionadas con nuestros sentidos y no describen realmente la realidad exterior. —¿De modo que la naturaleza no es un sueño, a pesar de todo? —No lo es, no. Y en este punto Descartes vuelve a recurrir a nuestra idea sobre un ser perfecto. Cuando nuestra razón reconoce algo clara y nítidamente, como es el caso de las relaciones matemáticas de la realidad exterior, entonces tiene que ser así. Porque un Dios per- fecto no nos engañaría. Descartes invoca la «garantía de Dios» para que lo que reconocemos con nuestra razón también corresponda a algo real. —De acuerdo. Ahora ha llegado a la conclusión de que es un ser pensante, que existe un Dios y que además existe una realidad exterior. Jostein Gaarder, El mundo de Sofía (1991). Spinoza, Dios igualado a la naturaleza. La mayoría de las religiones enseñan que Dios existe en algún lugar fuera del mundo, quizá en el cielo. Baruch Spinoza creía, en cambio, que Dios es el mundo. Para exponer su argumento, este pensador escribía acerca de «Dios o la Naturaleza», utilizando ambas palabras para referirse a la misma cosa. Dios y la naturaleza son dos formas de describir una única cosa. Dios es la naturaleza y la naturaleza es Dios. Esto viene a ser una forma de panteísmo: la creencia de que todo es Dios. En su momento, fue una idea radical que metió a su autor en muchos problemas. Si Dios es infinito, razonó Spinoza, no puede haber nada que no sea Dios. Si descubres algo en el universo que no es Dios, éste no podría ser infinito, puesto que, en principio, Dios podría haber sido ésa o cualquier otra cosa. Todo forma parte de él, incluídas las piedras, las hormigas, las briznas de hierba y las ventanas. Todas las cosas conforman una totalidad increíblemente compleja, pero en última instancia todo lo que existe es parte de una única cosa: Dios. Los creyentes religiosos tradicionales predican que Dios ama a la humanidad y responde a sus oraciones personales. Esto no deja de ser una forma de antropomorfismo: proyectar cualidades humanas, como la compasión, sobre un ser no humano, Dios. La forma más extrema es imaginar a un hombre bondadoso con una gran barba y una dulce sonrisa. El Dios de Spinoza no tenía nada que ver con esto. Él –o, quizá mejor dicho, «ello»– es completamente impersonal y no le preocupa nada ni nadie. Según Spinoza, puedes y deberías amar a Dios, pero no esperes nada a cambio. De hecho, el Dios que describe es tan absolutamente indiferente a los seres humanos y sus quehaceres que muchos pensaban que Spinoza no creía para nada en Dios y que su panteísmo tan sólo era una tapadera. Creían que se trataba de un ateo totalmente contrario a la religión. ¿Cómo iba a ser otra cosa alguien que creía que a Dios no le importaba la humanidad? Desde la perspectiva de Spinoza, sin embargo, él sentía un amor intelectual por Dios, un amor basado en una profunda comprensión a la que había llegado mediante la razón. Esto no se parecía demasiado a ninguna religión convencional. Probablemente, la sinagoga había hecho bien en excomulgarle. Spinoza no sólo admiraba la geometría; escribió filosofía como si fuera geometría. Las «pruebas» que ofrece en su libro Ética parecen pruebas geométricas e incluyen axiomas y definiciones. Poseen, pues, la misma lógica implacable que la geometría, pero en vez de abordar temas como los ángulos de los triángulos y la circunferencia de los círculos, tratan acerca de Dios, la naturaleza, la libertad y la emoción. Warburton, Pequeña historia de la filosofía (2011). 49 S ECCIÓN 5 La crítica a la teología Hobbes. Nace en Inglaterra pero publica su obra más importante, Leviatán, en París. En ella defiende el absolutismo, pero la autoridad del soberano no está fundada en un mandato divino sino en un pacto o contrato voluntario por el que los ciudadanos abandonan la supuesta inseguridad del estado de naturaleza. Clase 9. En la que aprenderemos a desconfiar la idea de Dios y las religiones. «La curiosidad o afición al conocimiento de las causas nos lleva de la consideración del efecto a la investigación de la causa, y a su vez a la causa de la causa, hasta que necesariamente se llega, en definitiva, a pensar que hay alguna causa de la que no puede existir otra causa anterior si no es eterna: lo que los hombres llaman Dios. Así, es imposible hacer una investigación profunda en las leyes naturales, sin propender a la creencia de que existe un Dios Eterno, aun cuando en la mente humana no puede haber ninguna idea de Él, que responda a su naturaleza. En efecto, del mismo modo, que un ciego de nacimiento que oye a los demás hablar de calentarse al fuego, conducido ante éste, puede fácilmente concebir y asegurarse de que existe algo que los hombres llaman fuego, y que es la causa del calor que siente, pero no puede imaginar qué cosa sea, ni tener de ello en su mente una idea análoga a los que lo ven, así por las cosas visibles de este mundo, y por su orden admirable, puede concebirse que existe una causa de ello, lo que los hombres llaman Dios, y, sin embargo, no tener idea o imagen de él en la mente. Y quienes se preocupan poco o nada de las causas naturales de las cosas, temerosos por lo menos de su ignorancia misma, acerca de lo que tiene poder para hacerles mucho bien o mucho mal, propenden a suponer e imaginar por sí mismos diversas clases de poderes invisibles, y están pendientes de sus propias ficciones, invocando a esos poderes en tiempos de desgracia, y mostrándoles su gratitud cuando existe perspectiva de éxito: así hacen dioses de las creaciones de su propia fantasía. Por esto tenía que ocurrir que de la innumerable variedad de fantasías, los hombres crearan en el mundo innumerables especies de dioses. Y este temor de las cosas invisibles es la semilla natural de que cada uno en sí mismo llama religión, y en quienes adoran o temen poderes diferentes de los propios, superstición». Thomas Hobbes, Leviathan, I, 11 (1651). 50 David Hume. La obras fundamentales del filósofo escocés David Hume abordan el tema del conocimiento humano; en ellas defiende, como el inglés Locke, una teoría empirista del conocimiento humano, esto es, que todo conocimiento empieza con la experiencia sensible. Suele sospecharse que su fama de ateo le impidió obtener la cátedra de Ética en la Universidad de Edimburgo; en lugar de docente se hizo bibliotecario. Clase 10. En la que aprenderemos a analizar con lupa nuestras ideas, en particular las más confusas. «Cuando pensamos en una montaña de oro, unimos dos ideas compatibles: oro y montaña, que conocíamos previamente. Podemos representarnos un caballo virtuoso, pues de nuestra propia experiencia interna podemos concebir la virtud, y ésta la podemos unir a la forma y figura de un caballo, que es un animal que nos es familiar. En resumen, todos los materiales del pensar se derivan de nuestra percepción interna o externa. La mezcla y composición de ésta corresponde sólo a nuestra mente y voluntad. O, para expresarme en un lenguaje filosófico, todas nuestras ideas, o percepciones más endebles, son copias de nuestras impresiones o percepciones más intensas. Para demostrar esto, creo que serán suficientes los dos argumentos siguientes. Primero, cuando analizamos nuestros pensamientos o ideas, por muy compuestas o sublimes que sean, encontramos siempre que se resuelven en ideas tan simples como las copiadas de un sentimiento o estado de ánimo precedente. Incluso aquellas ideas que a primera vista, parecen las más alejadas de este origen, resultan, tras un estudio más detenido, derivarse de él. La idea de Dios, en tanto que significa un ser infinitamente inteligente, sabio y bueno, surge al reflexionar sobre las operaciones de nuestra propia mente y al aumentar indefinidamente aquellas cualidades de bondad y sabiduría. David Hume, Investigación sobre el entendimiento humano (1748). 51 La hora feliz tatuas no hablan» o «nadie puede caminar sobre el agua». Hay una enorme cantidad de pruebas de que estas leyes de la naturaleza son válidas. ¿Por qué no debería- La crítica de Hume a los argumentos en favor de la existencia de Dios. Hume creía que el Argumento del Diseño estaba basado en una lógica pésima ¿Demuestra el Argumento del Diseño la existencia de Dios? Hume creía que no. Para mos creer en ellas en el caso de los milagros? Piensa en lo que dirías si un amigo tuyo entrara corriendo en la habitación y te dijera que ha visto caminar a alguien sobre el agua. él, no proporciona pruebas suficientes para concluir que debe existir un ser todopo- Para Hume, siempre hay una explicación más plausible. Si un amigo tuyo te dice deroso, omnisciente y de bondad suprema. Casi toda la filosofía de Hume se centró que ha visto caminar a alguien sobre el agua, lo más probable es que te esté enga- en el tipo de pruebas que podemos presentar para apoyar nuestras creencias. El ñando o que se haya equivocado, no que sea un auténtico milagro. Sabemos que Argumento del Diseño está basado en el hecho de que el mundo parece haber sido hay gente a la que le gusta ser el centro de atención y que está dispuesta a llegar a diseñado. Pero, argumentaba Hume, que lo parezca no significa que Dios fuera su este extremo. Ésta es una posible explicación. Y, por otro lado, también sabemos diseñador. ¿Cómo llegó a esta conclusión? Imagina una antigua balanza parcial- que todos nos podemos equivocar. Continuamente cometemos errores sobre lo que mente oculta tras una pantalla. Sólo puedes ver uno de los dos platos de la balanza. vemos y oímos. A menudo queremos creer que hemos visto algo inusual y evitamos Si ves que ese plato asciende, lo único que sabes es que, haya lo que haya en el otro la explicación más sencilla. Incluso hoy día hay mucha gente que se precipita al con- plato, ha de ser más pesado que el que puedes ver. No sabes de qué color es, si tie- cluir que todo ruido desconocido que oye a altas horas de la noche se debe a una ne forma de cubo o es esférico, si tiene algo escrito o está cubierto de piel; no sabes actividad sobrenatural –fantasmas que deambulan– antes que considerar una posi- nada. En este ejemplo, analizamos las causas y los efectos. En respuesta a la pre- bilidad más normal, como que lo ha provocado un ratón o el viento. gunta «¿Qué ha causado que el plato ascendiera? » lo único que puedes contestar es «la causa ha sido la presencia de algo más pesado en el otro plato». Ves el efecto Aunque criticó sistemáticamente los argumentos utilizados por los creyentes reli- –el plato que asciende– e intentas deducir de ello la causa. Pero sin más pruebas giosos, Hume nunca declaró abiertamente que fuera ateo. Puede que no lo fuera. no puedes decir mucho más. Todo lo que digas es mera conjetura y, sin mirar de- Las ideas que publicó se pueden leer como afirmaciones de que existe una inteligen- trás de la pantalla, no hay modo de averiguar si es cierto o no. Hume pensaba que cia divina detrás del universo, pero que no podemos decir mucho acerca de sus cua- en el mundo nos encontramos en una situación similar. Vemos los efectos de varias lidades. Hume no creía que mediante nuestros poderes racionales y la lógica pudié- causas e intentamos deducir la explicación más plausible de esos efectos. Al ver un ramos averiguar demasiado acerca de las cualidades de este «Dios». Basándose en ojo humano, un árbol o una montaña, podríamos pensar que han sido diseñados. esto, algunos filósofos creen que era agnóstico. Sin embargo, hacia el final de su Sin embargo, ¿qué podemos decir acerca de su supuesto diseñador? Tomemos, por vida probablemente era ateo. En el verano de 1776, cuando se estaba muriendo y ejemplo, el ojo. Se podría pensar que su creador ha reflexionado previamente sobre sus amigos fueron a visitarle a Edimburgo, dejó claro que no tenía intención algu- cuál podía ser el mejor funcionamiento posible. De ello no se deduce, sin embargo, na de convertirse en su lecho de muerte. Todo lo contrario. James Boswell, cristia- que este creador sea Dios Otra cuestión que Hume atacó fue el Argumento de los no, le preguntó si no le preocupaba lo que le pudiera suceder después de morir. Hu- Milagros. La mayoría de las religiones aseguran que los milagros suceden. La gente me le contestó que no tenía ninguna esperanza de que hubiera vida después de la resucita de entre los muertos, camina sobre el agua o se recupera inesperadamente muerte. Y añadió algo que podría haber dicho Epicuro: dijo que no le preocupaba de alguna enfermedad, las estatuas hablan o lloran, etcétera. Pero, ¿deberíamos más el tiempo posterior a su muerte que el anterior a su nacimiento. Nigel Warbur- creer en los milagros sólo porque otras personas nos dicen que lo hagamos? Hume ton, Pequeña historia de la filosofía (2011). creía que no. Era muy escéptico al respecto. Que alguien se haya recuperado milagrosamente de una enfermedad no significa nada. Para que algo sea un milagro, pensaba Hume, la recuperación tiene que desafiar una ley de la naturaleza. Por ley de la naturaleza se entiende algo como «nadie muere y regresa a la vida» o «las es- 52 C APÍTULO 4 Razón e historia en la Ilustración y el romanticismo. De como los pensadores europeos del XVIII y el XIX construyeron una filosofía de la historia en clave de emancipación colectiva. S ECCIÓN 1 Les philosophes Es tanta fuerza toma el movimiento ilustrado en Francia que cuando usamos el término filósofo en francés todos sabemos que nos estamos referimos a Voltaire, Diderot, D’Alambert o Condorcet. En el París del XVIII los burgueses compran y leen con pasión la nueva Encyclopedie, circulan, circulan manuscritos clandestinos con ideas provocadoras, la conversación inteligente se adueña de los salones; se destierran las viejas ideas y todo quiere alumbrarse con la luz de la razón. La iglesia y la monarquía terminarán sufriendo las consecuencias. Clase 1: en la que aprenderemos a quedar fascinados con la idea de progreso. Ha tenido lugar un cambio notable en todas nuestras ideas, y este cambio, debido a su rapidez, promete mayores cambios futuros [...] Nuestra época gusta llamarse la “época de la filosofía”. Y, de hecho, si examinamos sin prejuicios la situación actual de nuestros conocimientos, no podremos negar que la filosofía ha realizado entre nosotros grandes progresos. La ciencia de la naturaleza se enriquece día a día; la geometría ensancha sus fronteras y lleva su luz a los dominios de la física, que le son más cercanos; se conoce, por fin, el sistema del mundo, desarrollado y perfeccionado. [...] El descubrimiento y el uso de un nuevo método de filosofar despierta, a través del entusiasmo que acompaña a todos los descubrimientos, un incremento general de las ideas. Todas estas causas han colaborado en la producción de una viva efervescencia en los espíritus. Esta efervescencia, que se extiende por todas partes, ataca con violencia a todo lo que se pone delante, como una corriente que rompe sus diques. Todo ha sido discutido, analizado, removido, desde las cuestiones teológicas hasta las de la economía y el comercio, desde la política hasta el derecho de gentes y el civil. Fruto de esta efervescencia general de los espíritus, una nueva luz vierte sobre muchos objetos y nuevas oscuridades los cubren, como el flujo y el reflujo de la marea depositan en la orilla cosas inesperadas y arrastran consigo otras. D’Alambert, Ensayo sobre los elementos de la filosofía (1759). 54 La hora feliz Los ilustrados franceses: un tiempo de revuelta. –Podemos decir que el centro de gravedad filosófico de Europa se encontraba en Inglaterra en la primera mitad del siglo XVIII, en Francia a mediados del mismo siglo y en Alemania hacia finales. –Un desplazamiento del Oeste al este, por así decirlo. –Exactamente, Mencionaré brevemente algunas ideas que fueron comunes en muchos de los filósofos franceses de la Ilustración, como Montesquieu, Voltaire, Rousseau. Una primera frase clave es, como ya sabes, “rebelión contra las autoridades”. Varios de los filósofos franceses de la Ilustración visitaron Inglaterra, país que, en muchos aspectos, era más liberal que su propia patria. Quedaron fascinados por las ciencias naturales inglesas, particularmente por Newton y su física universal. Pero también fueron inspirados por la filosofía británica, muy especialmente por Locke y su filosofía política. De vuelta a su patria, Francia, comenzaron a atacar a las viejas autoridades. Pensaban que era muy importante adoptar una postura escéptica ante todas las verdades heredadas, y que el propio individuo tenía que buscar las respuestas a las preguntas. En este punto estaban influenciados por Descartes. [...] La rebelión contra las viejas autoridades se dirigía en parte contra el poder de la Iglesia, del rey y de la nobleza. En el siglo XVIII estas instituciones eran mucho más poderosas en Francia que en Inglaterra. opresión se debían a la ignorancia y a la superstición. Por lo tanto, había que tomarse muy en serio la educación de los niños y del pueblo en general. No es una casualidad que la pedagogía como ciencia tenga sus raíces en la Ilustración. –Entonces el sistema escolar data de la Edad Media y la pedagogía de la Ilustración. –Pues sí, así es. La obra más representativa de la ilustración es una gran enciclopedia. Me refiero a la Enciclopedia, que salió en 28 tomos entre 1751 y 1772, con aportaciones de todos los grandes filósofos de la Ilustración. «Aquí está todo», se decía, «desde cómo se hace una aguja hasta cómo se funde un cañón». * –Y vino la Revolución. los filósofos de la Ilustración francesa no se con-tentaron con tener puntos de vista teóricos sobre el lugar del hombre en la sociedad. Lucharon activamente a favor de lo que llamaron los «derechos naturales» de los ciudadanos. En primer lugar se trataba de la lucha contra la censura, y, consecuentemente, a favor de la libertad de imprenta. - Había que garantizar el derecho del individuo a pensar libremente y a expresar sus ideas referentes a la religión, la moral y la ética. Además se luchó en contra de la esclavitud de los negros y a favor de un trato más humano a los delincuentes. Creo que estoy de acuerdo con casi todo esto. El principio de la «inviolabilidad del individuo» fue finalmente incorporado a la «Declaración de los Derechos Humanos», que fue aprobada por la Asamblea Nacional Francesa en 1789. Esta declaración de derechos humanos constituiría una importante base para nuestra propia Constitución de 1814. –Sí en 1789. Pero las nuevas ideas llegaron mucho antes. –Pero todavía hay mucha gente que tiene que luchar por estos derechos. * –Al igual que los humanistas de la Antigüedad, como Sócrates y los estoicos, la mayor parte de los filósofos de la Ilustración tenía una fe inquebrantable en la razón del hombre. Esto era tan destacable que muchos llaman a la época francesa de la ilustración simplemente «Racionalismo». Las nuevas ciencias naturales habían demostrado que la naturaleza estaba organizada racionalmente. Los filósofos de la Ilustración consideraron su cometido construir una base también para la moral, la religión y la ética, de acuerdo con la razón inalterable de las personas. Esto fue precisamente lo que condujo a la propia idea de «Ilustración». Ése fue el punto número tres. »Ahora hacía falta «ilustrar» a las grandes capas del pueblo, porque ésta era la condición previa para una sociedad mejor. Se pensaba que la miseria y la –Sí, desgraciadamente. Pero los filósofos de la Ilustración querían afirmar ciertos derechos que todos los seres humanos tenemos simplemente en virtud de haber nacido seres humanos. Eso era lo que querían decir con «derechos naturales». Aún hoy en día se habla de un «derecho natural» que a menudo puede contrastar con las leyes de un determinado país. Todavía hay individuos, o grupos enteros de la población, que indican este «derecho natural» para rebelarse contra la falta de derecho, la falta de libertad y la represión. Gaarder, El mundo de Sofía 55 S ECCIÓN 2 Kant: le plan oculto. La ilustración alemana, no tan radical como la francesa, tiene en Kant su máximo exponente. Su imponente Crítica de la razón pura nos explica que el conocimiento humano de eso que llamamos real es en parte fruto de condiciones previas que están desde siempre en el sujeto, así que no vemos lo real tal y como es (noúmeno), sino como lo podemos ver (fenómenos). En el campo de la Ética, su Crítica de la razón práctica también ha resultado clave: en ella se defiende que nuestras acciones solo son morales cuando actuamos siguiendo el rígido deber, al margen de todo interés o deseo. como única situación en que la naturaleza puede desarrollar por completo sus planes respecto a la humanidad. 9. Un ensayo filosófico para elaborar la historia universal del mundo según un plan de la naturaleza, que aspira a la plena asociación civil en la especie humana, debe considerarse posible e incluso propulsor de este propósito de la naturaleza. Enmanuel Kant, Idea de una historia universal con propósito cosmopolita (1784). Clase 3. En la que aprenderemos a dar valor al Estado. Proposición 1. Todas las disposiciones naturales de una criatura están determinadas a desarrollarse alguna vez de manera completa y adecuada 2. En los hombres (como únicas criaturas racionales sobre la tierra), aquellas disposiciones naturales que aspiran al uso de su razón deben desarrollarse por completo sólo en la especie, pero no en el individuo. 3. La naturaleza ha querido que el hombre extraiga por completo de sí mismo todo cuanto sobrepasa el ordenamiento mecánico de su existencia animal, y que no participe de ninguna otra felicidad o plenitud que la que él mismo, libre de instinto, se procure mediante su propia razón.” 4. El medio del que se sirve la naturaleza para lograr el desarrollo de todas sus disposiciones es el antagonismo de las mismas en la sociedad, hasta el extremo de que éste se convierte en la causa de un orden legal de aquéllas” 5. El mayor problema de la especie humana, a cuya solución la naturaleza la apremia, es la instauración de una sociedad civil que administre el derecho en general. 6. Este problema es, a su vez, el más difícil y el que la especie humana resolverá más tarde. 7. El problema de la instauración de una constitución civil perfecta depende del problema de una relación exterior legal entre los Estados, y no se puede resolver sin este último. 8. Se puede considerar la historia de la especie humana en grande como la ejecución de una plan escondido de la naturaleza para llegar al estado de una constitución perfecta del Estado en el interior y, respecto a este fin, también en el exterior, 56 Clase 4. En la que aprenderemos a salir de nuestra minoría de edad La ilustración es la salida del hombre de su autoculpable minoría de edad. La minoría de edad significa la incapacidad de servirse de su propio entendimiento, sin la guía de otro. Uno mismo es culpable de esta minoría de edad cuando la causa de ella no reside en la carencia de entendimiento, sino en la falta de decisión y valor para servirse por sí mismo de él sin la guía de otro. ¡Sapere aude! ¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento! He aquí el lema de la ilustración. La pereza y la cobardía con las causas de que una gran parte de los hombres permanezca, gustosamente, en minoría de edad a lo largo de la vida, a pesar de que hace ya tiempo la naturaleza los liberó de dirección ajena y por eso es tan fácil para otros erigirse en sus tutores. Por tanto, es difícil para todo individuo lograr salir de esa minoría de edad, casi convertida ya en naturaleza suya. Incluso le ha tomado afición y se siente realmente incapaz de valerse de su propio entendimiento, porque nunca se le ha dejado hacer dicho ensayo. Principios y formulas, instrumentos mecánicos de uso racional -o más bien abuso- de sus dotes naturales, son los grilletes de una permanente minoría de edad. Quien se desprendiera de ellos apenas daría un salto inseguro para salvar la más pequeña zanja, porque no está habituado a tales movimientos libres. Por eso, pocos son los que, por esfuerzo del propio espíritu, han conseguido salir de esa minoría de edad y proseguir, sin embargo, con paso seguro. Pero, en cambio, es posible que el público se ilustre a sí mismo, algo que es casi inevitable si se le deja en libertad. Ciertamente, siempre se encontrarán algunos hombres que piensen por sí mismos, incluso entre los establecidos tutores de la gran masa, los cuales, después de haberse autoliberado del yugo de la minoría de edad, difundirán a su alrededor el espíritu de una estimación racional del propio valor y de la vocación de todo hombre a pensar por sí mismo. Pero para esta Ilustración únicamente se requiere libertad, y, por cierto, la menos perjudicial entre todas las que llevan ese nombre, a saber, la libertad de hacer siempre y en todo lugar uso público3 de la propia razón. Emmanuel Kant, Qué es Ilustración (1784). 57 La hora feliz La moralidad kantiana Llaman a la puerta. Abres y ante ti hay un joven que claramente necesita ayuda. Está herido y sangra. Le haces entrar y le socorres; haces que se sienta cómodo y a salvo y llamas a una ambulancia. Está claro que esto es lo correcto. Sin embargo, según Immanuel Kant, si únicamente le ayudas porque te da lástima, no se trataría de una acción moral. Tu compasión es irrelevante a la hora de determinar la moralidad de tus actos. Forma parte de tu carácter, pero no tiene nada que ver con lo que está bien o mal. Para Kant, la moralidad no dependía sólo de qué haces, sino de por qué lo haces. Aquellos que hacen lo correcto no lo hacen simplemente por cómo les hace sentir: la decisión tiene que estar basada en la razón, ésta te indicará cuál es tu deber, independientemente de cómo te haga sentir. Kant pensaba que la moral no debía mezclarse con las emociones; que dispongamos o no de éstas es, en gran medida, una cuestión de suerte. Hay personas que sienten compasión y empatía, otras no. Hay personas que son malas y a las que les cuesta sentirse generosas; otras se desprenden fácilmente de su dinero y sus posesiones para ayudar a los demás. En cualquier caso, ser bueno debería ser algo que cualquier persona razonable debería conseguir a través de sus propias elecciones: Para Kant, si ayudas al joven porque sabes que es tu deber, se trata de una acción moral. Es lo correcto porque es lo que debería hacer cualquiera en esa situación. Esto puede que te parezca extraño. Seguramente piensas que alguien que sienta lástima del joven y le ayude está actuando moralmente, y quizá incluso que es mejor persona por sentir esa emoción. Es lo que Aristóteles habría pensado. Pero Kant lo tenía claro: si haces algo únicamente por cómo te hace sentir, no se trata de una buena acción. Imagina que alguien siente rechazo cuando ve al joven, pero que, a pesar de ello, decide ayudarle. A ojos de Kant, la acción de esta persona es más moral que si únicamente lo hiciera por compasión. Esto se debe a que la persona que siente rechazo estaría claramente actuando según su sentido del deber, puesto que sus emociones le estarían empujando en una dirección completamente opuesta, animándole a no hacer nada. Piensa en la parábola del buen samaritano. Éste ayuda a un hombre necesitado al que ve al lado del camino mientras los demás pasan a su lado sin hacer nada. ¿Qué convierte en bueno al Buen Samaritano? Si ha ayudado al hombre necesitado porque piensa que con ello irá al cielo, según Kant su comportamiento no sería moral (pues estaría utilizando al hombre para obtener algo; sería un medio para lograr un fin). Si, como ya hemos visto, le ayuda simplemente por compasión, tampoco. Aho- ra bien, si le ayuda porque reconoce que se trata de su deber y que sería lo correcto para cualquiera que se encontrara en esas circunstancias, Kant estaría de acuerdo en que el Buen Samaritano es moralmente bueno. La opinión de Kant sobre las intenciones es más fácil de aceptar que su opinión sobre las emociones. La mayoría de nosotros nos juzgamos por lo que intentamos hacer, más que sólo por lo que conseguimos. Piensa en cómo te sentirías si te derribara accidentalmente un padre que corriera a evitar que su niño pequeño cruzara la carretera. Compáralo con cómo te sentirías si en cambio alguien hiciera lo mismo por diversión. El padre no quería hacerte daño. El matón sí. Sin embargo, tal y como demuestra el siguiente ejemplo, tener buenas intenciones no es suficiente para que tu acto sea moral. Vuelven a llamar a la puerta. Abres. Es tu mejor amiga. Está pálida, preocupada y sin aliento. Te dice que la están persiguiendo, que un tipo con un cuchillo la quiere matar. La dejas entrar y ella corre al piso de arriba para esconderse. Momentos después vuelven a llamar a la puerta. Se trata del supuesto asesino y tiene apariencia de perturbado. Quiere saber dónde está tu amiga. ¿Está en casa? ¿Se esconde en el armario? ¿Dónde está? Tú sabes que está en el piso de arriba. Pero le mientes. Le dices que ha ido al parque. Sin duda has hecho lo correcto al enviar al supuesto asesino a un lugar equivocado. Probablemente le has salvado la vida a tu amiga. Esto ha de ser un acto moral, ¿no? No para Kant. Éste pensaba que nunca se debía mentir; bajo ninguna circunstancia. Ni siquiera para proteger a una amiga de un supuesto asesino. Sin excepciones. Esto se debe a que no se puede establecer un principio general en el que todo el mundo mienta cuando le convenga. En este caso, si hubieras mentido y, sin que tú lo supieras, tu amiga hubiera ido al parque, habrías sido culpable de ayudar al asesino. En cierto modo habría sido culpa tuya que tu amiga muriera. Este ejemplo lo utilizó el propio Kant. Demuestra lo extrema que era su opinión. No había excepción alguna por lo que respecta a contar la verdad o a los deberes morales. Todos tenemos el deber absoluto de decir la verdad o, según sus propias palabras, el Imperativo Categórico de hacerlo. Un imperativo es una orden. Los Imperativos Categóricos difieren de los Imperativos Hipotéticos. Estos últimos adoptan la forma «Si quieres x, haz y». «Si quieres evitar la prisión, no robes» es un ejemplo de imperativo hipotético. Los Imperativos Categóricos son distintos. Te ordenan algo. En este caso el Imperativo Categórico sería simplemente «¡No robes!». Es una orden mediante la que se te indica cuál es tu deber. Kant creía que la moral es un sistema de imperativos categóricos. Warburton, Pequeña historia de la filosofía (2011). 58 S ECCIÓN 3 Hegel y el despliegue del Espíritu Hegel construye un sistema filosófico total, en el que todos los aspectos del conocimiento están hilvanados con el hilo de una lógica oculta. El mundo y la lógica con la que entendemos el mundo tienen un engranaje dialéctico: al momento A le sigue en el tiempo su negación; pero a la contradicción entre el primer y segundo momento le sigue siempre un tercer momento de superación que volverá de nuevo a ser negado. Hegel o el idealismo alemán. Clase 5. En la que entenderemos cual es el sentido más profundo de la palabra fin. “La historia universal comienza con su fin general: que el concepto del espíritu sea satisfecho sólo en sí, esto es, como naturaleza. Tal es el impulso interno, más íntimo, inconsciente. Y todo el asunto de la historia universal consiste, como ya se advirtió, en la labor de traerlo a la conciencia. Precisamente así en la forma de ser natural, de voluntad natural, eso que se ha llamado el lado subjetivo, o sea, las necesidades, el impulso, la pasión, el interés particular, como también la opinión y la representación subjetiva, existen por sí mismos. Esta inmensa masa de voluntades, intereses y actividades son los instrumentos y medios del espíritu universal, para cumplir su fin, elevarlo a la conciencia y realizarlo. Y ese fin consiste sólo en hallarse, en realizarse a sí mismo y contemplarse como realidad”. Hegel, Lecciones sobre la Filosofía de la Historia Universal (1830). 59 Clase 6. En la que entenderemos el sentido más profundo de la palabra medio. Ahora bien, esto de que las vidas de los individuos y de los pueblos, al buscar y satisfacer sus propios fines, sean a la vez el medio y el instrumento de algo superior y más amplio, de algo que ellas no saben y que realizan inconscientes, esto es lo que podría ser puesto en cuestión y ha sido puesto en cuestión y ha sido negado también muchas veces y difamado y despreciado como fantasía, como filosofía. Pero ya hemos explicado esto desde el principio y he expresado nuestro supuesto o creencia de que la razón rige el mundo y, por tanto, ha regido y rige también la historia universal –creencia que, como se ha dicho también, será solo el resultado y no tiene aquí mayores pretensiones-. Todo lo demás, está subordinado y sirve de medio a esto, que es lo más general y sustancia en sí y por sí. Pero, además, esta razón es inmanente en la existencia histórica y se realiza en ella y mediante ella. Hegel, Lecciones sobre la Filosofía de la Historia Universal (1830). 60 La hora feliz Hegel: El búho de minerva solo vuela en la oscuridad. Piensa en la historia como en un largo trozo de papel doblado sobre sí mismo. No podemos saber lo que hay dentro hasta que lo desdoblamos. Tampoco sabemos qué hay escrito al final del papel hasta que lo hemos abierto del todo. Hay una estructura subyacente al modo en que se desdobla. Para Hegel, la realidad avanza constantemente hacia el objetivo de comprenderse a sí misma. La historia no es en absoluto azarosa. Tiene un fin. Cuando volvamos la vista atrás, advertiremos que tenía que desarrollarse así. Esta idea resulta extraña la primera vez que uno la oye. Sospecho que muchos de los que estén leyendo esto no compartirán la opinión de Hegel. Para la mayoría de nosotros, la historia es algo más cercano a la descripción de Henry Ford: «una maldita cosa después de otra». Es decir, una serie de cosas que suceden sin ningún plan global. Podemos estudiar historia, descubrir causas probables de determinados eventos y predecir algo de lo que sucederá en el futuro. Eso no quiere decir, sin embargo, que tenga un patrón inevitable tal y como pensaba Hegel. No quiere decir que tenga un fin. Y desde luego no quiere decir que progresivamente sea más consciente de sí misma. El estudio de la historia de Hegel no era una actividad separada de su filosofía, sino que formaba parte de ella: la principal, de hecho. Para él, la historia y la filosofía estaban entrelazadas. Y todo avanzaba hacia algo mejor. Esta idea no era original. Las religiones suelen explicar que la historia se dirige a un fin, como el Segundo Advenimiento de Cristo. Hegel era cristiano, pero su propuesta no tenía nada de ortodoxa. El resultado final no era el Segundo Advenimiento. Para Hegel, la historia tenía un objetivo último que antes nadie había apreciado realmente: la progresiva e inevitable toma de conciencia de sí mismo del Espíritu gracias al avance de la razón. Pero, ¿qué es el Espíritu? ¿Y qué significa que se vuelva consciente de sí mismo? La palabra alemana para Espíritu es Geist. Los estudiosos no se ponen de acuerdo sobre su significado exacto; algunos prefieren traducirla como «Mente». Hegel parece referirse con ella a algo como la mente única de toda la humanidad. Era un idealista; pensaba que el Espíritu o Mente era fundamental y que encuentra su expresión en el mundo físico (los materialistas, en cambio, creen que el mundo físico es básico). Hegel reformuló la historia del mundo en términos de incremento progresivo de la libertad individual. Avanzamos desde la libertad individual, a través de la libertad de algunas personas pero no de otras, hacia un mundo en el que todos sean libres en un estado político que les permita contribuir a esa sociedad. Él creía que nuestro pensamiento progresaba mediante el choque entre una idea y su opuesto. Hegel creía que nos podemos acercar más a la verdad si seguimos su método dialéctico. Primero alguien expone una idea: una tesis. Ésta encuentra entonces oposición, una opinión que la desafía: su antítesis. De este choque de dos posiciones, surge una tercera idea más compleja que tiene en cuenta las dos anteriores, una síntesis. Luego, la mayoría de las veces, el proceso vuelve a comenzar. La nueva síntesis pasa a ser una tesis, y se encuentra con una antítesis. Esto sigue sucediendo hasta que el Espíritu toma completamente conciencia de sí mismo. El principal impulso de la historia, pues, resulta ser el Espíritu tomando conciencia de su propia libertad. Hegel rastreó este progreso desde los pueblos que vivían bajo tiránicos gobernantes en la antigua China y la India y no sabían que eran libres hasta nuestros días. En el caso de esos «orientales», sólo el gobernante sumamente poderoso experimentaba libertad. Según Hegel, la gente común no era siquiera consciente de la idea de libertad. Los antiguos persas eran un poco más sofisticados en su apreciación de la libertad. A éstos los derrotaron los griegos, lo cual trajo progreso. Los griegos y luego los romanos eran más conscientes de la libertad que las culturas precedentes. Y, sin embargo, tenían esclavos. Esto demuestra que no apreciaban del todo la idea de que la humanidad entera debía de ser libre, no sólo los ricos y poderosos. En un famoso pasaje de su libro Fenomenología del espíritu (1807), Hegel habla de la lucha entre el amo y el esclavo. El amo quiere ser reconocido como un individuo autoconsciente y necesita al esclavo para conseguirlo, sin admitir que este esclavo también merece reconocimiento. Esta relación desigual conduce a una lucha en la que uno ha de morir. Esto es contraproducente y, finalmente, el amo y el esclavo terminan reconociendo que se necesitan mutuamente y que han de respetar la libertad del otro. Según Hegel, sólo con el cristianismo, que despertó la conciencia del valor espiritual, llega la auténtica libertad. Es entonces cuando el espíritu pasa a ser consciente de su propia libertad y, como resultado, la sociedad se organiza mediante los principios de la razón. Esto era muy importante para él: la verdadera libertad sólo surge en una sociedad debidamente organizada. [...] Según Hegel, el resultado final de toda la historia era el momento en el que él mismo tomaba conciencia de la estructura de la realidad. Creía haberlo conseguido en las páginas finales de uno de sus libros. Para él, ése era el momento en el que el Espíritu tomaba conciencia de sí mismo por primera vez. Warburton, Pequeña historia de la filosofía (2011). 61 S ECCIÓN 4 El positivismo El progreso de las ciencias y la técnica en la Europa del XVIII y el XIX termina desembocando en la formación de un movimiento que defiende sus métodos frente a la filosofía tradicional: son los llamados positivistas, entre los que destacan el francés Auguste Compte y el inglés Stuart Mill. En el punto de mira de los positivistas se encuentra el idealismo hegeliano, que consideran obtuso e irrelevante. cipal como inagotable para crear o perfeccionar los medios de conexión, ya definitiva, ya provisional. En una palabra, la revolución fundamental que caracteriza a la virilidad de nuestra inteligencia consiste esencialmente en sustituir en todo, a la inaccesible determinación de las causas propiamente dichas, la mera investigación de las leyes, es decir, de las relaciones constantes que existen entre los fenómenos observados. Auguste Comte, Discurso sobre el espíritu positivo (1842). Clase 7 En la que aprenderemos a entender la vida como una sucesión de estados. «Según esta doctrina fundamental, todas nuestras especulaciones, cualesquiera, están sujetas inevitablemente, sea en el individuo, sea en la especie, a pasar sucesivamente por tres estados teóricos distintos, que las denominaciones habituales de teológico, metafísico y positivo podrán calificar aquí suficientemente, para aquellos, al menos, que hayan comprendido bien su verdadero sentido general. Aunque, desde luego, indispensable en todos aspectos, el primer estado debe considerarse siempre, desde ahora, como provisional y preparatorio; el segundo, que no constituye en realidad más que una modificación disolvente de aquél, no supone nunca más que un simple destino transitorio, a fin de conducir gradualmente al tercero; en éste, el único plenamente normal, es en el que consiste, en todos los géneros, el régimen definitivo de la razón humana. * Esta larga serie de preámbulos necesarios conduce al fin a nuestra inteligencia, gradualmente emancipada, a su estado definitivo de positividad racional, que se debe caracterizar aquí de un modo más especial que los dos estados preliminares. Como tales ejercicios preparatorios han comprobado espontáneamente la radical vaciedad de las explicaciones vagas y arbitrarias propias de la filosofía inicial, ya teológica, ya metafísica, el espíritu humano renuncia desde ahora a las investigaciones absolutas que no convenían más que a su infancia, y circunscribe sus esfuerzos al dominio, desde entonces rápidamente progresivo, de la verdadera observación, única base posible de los conocimientos accesibles en verdad, adaptados sensatamente a nuestras necesidades reales. [...] La pura imaginación pierde entonces irrevocablemente su antigua supremacía mental y se subordina necesariamente a la observación, de manera adecuada para constituir un estado lógico plenamente normal, sin dejar de ejercer, sin embargo, en las especulaciones positivas un oficio tan prin- 62 Clase 8 En la aprenderemos a confiarlo todo a la ciencia. «No es pues ninguna exageración decir que la ciencia encierra el futuro de la humanidad; que sólo ella puede decirle la consigna de su destino y enseñarle la manera de alcanzar su fin. Hasta ahora no ha sido la razón la que ha dirigido el mundo: ha sido el capricho, ha sido la pasión. Llegará el día en el que la razón ilustrada por la experiencia recuperará si legítimo imperio, el único que es de derecho divino y guiará al mundo ya no al azar, sino con la vista clara de la meta que debe alcanzar. Nuestra época de pasión y de error aparecerá entonces como la pura barbarie. La política, es decir, la manera de gobernar el mundo como una máquina, desaparecerá en tanto que arte especial en cuanto la humanidad deje de ser una máquina. [...] Organizar científicamente la humanidad, tal es la última palabra de la ciencia moderna, esa es su audaz, pero legítima pretensión». Ernest Renan, El futuro de la ciencia (1848). 63 S ECCIÓN 5 Marx: una historia material. Lee Marx a Hegel, de quien toma el concepto de dialéctica. Pero a diferencia de Hegel, se sirve de él para interpretar el mundo sino para transformarlo. La revolución industrial del XIX había convertido a muchas ciudades en fábricas, a muchos trabajadores del campo en proletarios; a una minoría de burgueses en ricos socios capitalistas. Marx responde al drama de su época e marca nuestra historia contemporánea como ningún otro filosofo. Clase 9. En la que aprenderemos la dinámica social que mueve la historia “Todas las sociedades anteriores, como hemos visto, han descansado sobre el antagonismo entre clases opresoras y oprimidas. Mas para oprimir a una clase hace falta al menos poderle garantir condiciones de existencia que le permitan vivir en la servidumbre. El siervo, en peno régimen feudal, llegaba a miembro del Municipio, lo mismo que el pechero llegaba a la categoría de burgués bajo el yugo del absolutismo feudal. El obrero moderno, al contrario, lejos de elevarse con el progreso de la industria, desciende siempre más; por debajo mismo de las condiciones de vida de su propia clase. El trabajador cae en la miseria, y el pauperismo crece más rápidamente todavía que la población y la riqueza. Es, pues, evidente que la burguesía es incapaz de desempeñar el papel de clase dirigente y de imponer a la sociedad como ley suprema las condiciones de existencia de su clase. No puede mandar porque no puede asegurar a su esclavo una existencia compatible con la esclavitud, porque está condenada a dejarle decaer hasta el punto de que deba mantenerle en lugar de hacerse alimentar por él. La sociedad no puede vivir bajo su dominación; la que equivale a decir que la existencia de la burguesía es en lo sucesivo incompatible con la de la sociedad. La condición esencial de existencia y de supremacía para la clase burguesa es la acumulación de riqueza en manos de particulares, la formación y el acrecentamiento del capital; la condición de existencia del capital es el salariado, que reposa exclusivamente sobre la competencia de los obreros entre sí. El progreso de la industria, del que la burguesía es agente involuntario y pasivo, sustituye el aislamiento de los obreros, resultante de la competencia, con su unión revolucionaria por medio de la asociación. Así, el desenvolvimiento de la gran industria socava bajo los pies de la burguesía el terreno sobre el cual ha establecido su sistema de producción y de apropiación. Ante todo produce sus propios sepultureros. Su caída y la victoria del proletariado son igualmente inevitables”. Karl Marx, Manifiesto comunista (1848) 64 Clase 10. En la que entenderemos que nada es ajeno a la historia “Los economistas razonan de singular manera. Para ellos no hay más que dos clases de instituciones: unas artificiales y otras naturales. Las instituciones del feudalismo son artificiales y las de la burguesía son naturales. Aquí los economistas se parecen a los teólogos, que a su vez establecen dos clases de religiones. Toda religión extraña es pura invención humana, mientras que su propia religión es una emanación de Dios. Al decir que las actuales relaciones –las de la producción burguesa- son naturales, los economistas dan a entender que se trata precisamente de unas relaciones bajo las cuales se crea la riqueza y se desarrollan las fuerzas productivas de acuerdo con las leyes de la naturaleza. Por consiguiente, estas relaciones son en sí leyes naturales, independientes de la influencia del tiempo. Son leyes eternas que deben regir siempre la sociedad. De modo que hasta ahora ha habido historia, pero ahora ya no la hay” K. Marx, Miseria de la Filosofía (1847). 65 La hora feliz Trabajadores del mundo, uníos. Mientras tanto, los propietarios de las fábricas se hacían cada vez más ricos. Su principal preocupación era obtener beneficios. Poseían capital (dinero que podían utilizar para hacer más dinero); poseían los edificios y la maquinaria; y, en cierto modo, también poseían a los trabajadores. Éstos no tenían prácticamente nada. Lo único que podían hacer era vender su capacidad de trabajar y ayudar a los propietarios de las fábricas a enriquecerse. Mediante su trabajo añadían valor al material en bruto que los dueños de las fábricas compraban. Cuando el algodón llegaba a la fábrica, valía mucho menos que cuando salía. Ese valor añadido, sin embargo, se lo llevaban en su mayor parte los propietarios que vendían el producto. En cuanto a los trabajadores, los propietarios de las fábricas les pagaban lo menos posible; a menudo lo justo para vivir. Los trabajadores no tenían ningún tipo de seguridad laboral. Si la demanda de lo que fabricaran descendía, los echaban a la calle y los abandonaban a su suerte, aunque pudieran morir si no encontraban otro trabajo. Cuando el filósofo alemán Karl Marx comenzó a escribir en la década de 1830, éstas eran las penosas condiciones que había acarreado la Revolución Industrial no sólo en Inglaterra, sino en toda Europa. Y esto le enojaba. Marx se identificaba con los trabajadores. Toda la estructura de la sociedad les oprimía. No podían tener vidas plenas como auténticos seres humanos. Los propietarios de las fábricas pronto se dieron cuenta de que podían fabricar más artículos si dividían el proceso de producción en pequeñas tareas. Cada trabajador se especializaba en un trabajo particular de la cadena de producción. Sin embargo, esto hacía las vidas de los trabajadores todavía más tediosas, pues les obligaba a realizar tareas aburridas y repetitivas una y otra vez. No veían todo el proceso de producción y apenas ganaban suficiente para alimentarse. En vez de estimular su creatividad, los desgastaban y convertían en un mero engranaje de una enorme maquinaria que estaba ahí sólo para hacer más ricos a los propietarios de las fábricas. Era como si no fueran seres humanos; sólo estómagos a los que había que dar de comer para mantener la cadena de producción en marcha y a los capitalistas ganando más dinero: lo que Marx llamó la plusvalía generada por la mano de obra del trabajador. El efecto de todo esto en los trabajadores era lo que Marx llamó alienación. Con esta palabra quería decir varias cosas. Los trabajadores estaban alienados o distanciados de su auténtica esencia como seres humanos. Las cosas que hacían también les alienaban. Cuanto más duro trabajaban y más producían, más beneficios obtenían los capitalistas. Los objetos mismos parecían vengarse de los trabajadores. A pesar de que las vidas de estas personas eran deprimentes y estaban completamen- te determinadas por las circunstancias económicas, Marx creía que aún había cierta esperanza para esa gente, pues al final el capitalismo se destruiría a sí mismo. El proletariado estaba destinado a hacerse con el poder mediante una revolución violenta. Tras ese baño de sangre, emergería un mundo mejor en la que las personas ya no serían explotadas, podrían ser creativas y cooperarían entre sí. Cada cual contribuiría a la sociedad con lo que pudiera, y la sociedad a su vez cubriría sus necesidades: «De cada cual, según su capacidad, a cada cual, según su necesidad», era la visión de Marx. Tomando el control de las fábricas, los trabajadores se asegurarían de que hubiera suficiente para cubrir las necesidades de todo el mundo. Nadie tendría que morirse de hambre o carecer de ropa adecuada o refugio. Este futuro era el comunismo, un mundo basado en el reparto de los beneficios de esa cooperación. Marx creía que su estudio del modo en que la sociedad se desarrolla revelaba que este futuro era inevitable. Formaba parte de la estructura de la historia. Pero se podía echar una mano y, en el Manifiesto comunista de 1848, que escribió con Engels, hizo un llamamiento a los trabajadores del mundo para que se unieran y derrocaran el capitalismo. Haciéndose eco de las líneas iniciales de El contrato social de Jean-Jacques Rousseau, declararon que los trabajadores no tenían nada que perder salvo sus cadenas. Las ideas de Marx sobre la historia estaban influenciadas por Hegel. Éste, como hemos visto, había declarado que hay una estructura subyacente en todo, y que poco a poco avanzamos hacia un mundo que será de algún modo consciente de sí mismo. Marx tomó de Hegel la noción de que el progreso es inevitable, y que la historia tiene un patrón y no se trata únicamente de una sucesión de hechos. En la versión de Marx, sin embargo, el progreso tiene lugar a causa de las fuerzas económicas subyacentes. En lugar de la lucha de clases, Marx y Engels prometieron un mundo en el que nadie poseería tierras, no habría herencias, la educación sería libre y las fábricas públicas abastecerían a todos. No haría falta ni religión ni moral. Es bien conocida su afirmación de que «la religión es el opio del pueblo»: para él era como una droga que mantenía a la sociedad en un estado somnoliento para que no que advirtiera la opresión que sufría. En el nuevo mundo tras la revolución, los seres humanos podrían alcanzar su humanidad. Su trabajo tendría sentido y cooperarían en formas que beneficiaran a todos. La revolución era el modo de lograr todo esto; y esto implicaba violencia, pues era improbable que los ricos renunciaran a su riqueza sin oponer resistencia. Marx pensaba que los filósofos del pasado se habían limitado a describir el mundo, mientras que él se proponía cambiarlo. Warburton, Pequeña historia de la filosofía (2011). 66