Título: La Nueva Gerencia Pública. Neoliberalismo en administración pública Autor: Omar Guerrero Editorial: México, Fontamara, 2004. Autor del comentario: Dra. Alicia Poderti (CONICET) LIBROS PARA LEER es una sección de comentarios de obras recientes de alta relevancia vinculadas con los desafíos éticos del desarrollo y la movilización del capital social. COMENTARIO DEL LIBRO: El estudio que presenta este libro de Omar Guerrero es el resultado de varios años de investigación en el espectro de temas sobre la teoría contemporánea de la administración pública y, más precisamente, acerca de los procesos de reforma administrativa producidos recientemente en el mundo. La publicación de Guerrero, apoyada en las experiencias administrativas anglosajonas de Estados Unidos y el Reino Unido, así como también de Canadá, Australia y Nueva Zelanda, pone sobre el tapete un tema controvertido y que se remonta a la historia de los tiempos. Por ello, es útil analizar la composición de la portada del libro en la que puede observarse un fragmento de la pintura titulada “Alegoría del Mal Gobierno” de Ambrosio Lorenzetti. Este ciclo de cuadros pintado entre los años 1337-1339, en la Sala del Nuevo Palacio Público de Siena es una de las primeras obras que representan las consecuencias del “mal gobierno”. La carestía, el asesinato, los saqueos, la violencia, la pobreza están contenidas en las figuras alegóricas de la Crueldad, la Discordia, la Guerra, La Perfidia, el Fraude, la Ira, la Tiranía, la Avaricia y la Vanagloria. La intención del artista al plasmar estas imágenes altamente sugestivas es denunciar que si la administración de la cosa pública tiene sus principios en la Justicia Social, el pueblo disfruta del beneficio del gobierno público, tal como puede verse en la contraposición con otros frescos que integran el ciclo, como la “Alegoría del Buen Gobierno”. ALEGORÍA DE UN NUEVO GOBIERNO Inserto en este marco simbólico, uno de los temas principales de análisis del libro de Guerrero es la “materia prima” del nuevo manejo público, que no es otra cosa que las categorías de la economía neoclásica, entre las que destacan: el consumidor, el mercado y la competencia. Esa clasificación deriva en una disciplina que permitirá entender un modelo gerencial cuya naturaleza difiere completamente de la índole de la administración pública. Por ello, sin pretender profesar como propia una disciplina ajena, el autor se ciñe a desarrollar solamente los conceptos referidos directamente a la nueva gerencia pública. Hasta el momento este problema había sido soslayado por la literatura conocida sobre el tema. Esta carencia se refleja en una falta de comprensión fidedigna del Estado y del mercado, así como del complejo de relaciones que posibilitan o inhiben el funcionamiento mercantil en el seno de la administración pública. El libro de Guerrero abre la perspectiva hacia la exploración de las categorías económicas que dan fundamento a la nueva gerencia pública (public management) en su lugar natural: la economía, y los procesos inherentes a ella, como las transacciones mercantiles, la función de la competencia y los precios, el papel empresarial y el estatuto que se asigna al consumidor. Como expresa Omar Guerrero en su repaso historiográfico del tema: “Marshall observó incluso que el concepto de competencia había adquirido el matiz de egoísmo y de indiferencia hacia el bienestar social, y que en la economía moderna hay más egoísmo que antaño (Alfred Marshall, Principios de Economía, Barcelona, El Consultor Gráfico, 1931. (1920, tomo I: 22-23). Sin embargo, con el paso del tiempo la economía neoclásica hizo más riguroso el concepto de competencia. Hacia fines del siglo XIX los economistas hicieron explícito lo Documento incluido dentro de la Biblioteca Digital de la Iniciativa Interamericana de Capital Social, Etica y Desarrollo 1www.iadb.org/etica que antes era implícito, es decir, que la competencia exige en todo comercio o industria la existencia de un considerable número de vendedores en recíproca comunicación” (Guerrero, 2004: 126). A partir de allí, Friedrich Hayek pregona que en tanto el Estado, especialmente en su forma de Estado de bienestar, destruye el orden civil, los mercados no lo hacen porque prosperan a partir de la iniciativa individual. De modo similar al orden civil, los mercados, cuando son dejados al gobierno de su propio movimiento, proporcionan mayor bienestar a la sociedad que el Estado. Los mercados, en fin, son concebidos como máquinas perpetuamente funcionales que sólo requieren un marco legal y la no interferencia del Estado para brindar un crecimiento ininterrumpido (Friedrich Hayek, The Road to Serfdom, Chicago, University of Chicago Press, 1944:. 49-50). Concepción del neoliberalismo Para entender cómo enmarca Guerrero su planteo, debemos detenernos en su concepción del liberalismo, ligado estrechamente al de la escuela austríaca, que difiere en variados aspectos del liberalismo antiguo. Básicamente, la diferencia consiste en que el nuevo liberalismo se concibe como una teoría que se interesa exclusivamente en la conducta del hombre en el mundo, por lo cual debe ocuparse de su progreso y bienestar materiales. Por lo tanto, no focaliza sus necesidades metafísicas, espirituales e internas, sino que se centra en la satisfacción de los deseos obtenidos del mundo externo. Se critica por ello al nuevo liberalismo tachándolo de “materialista”. Pero según Guerrero, este liberalismo también se concibe como un ideario, una teoría científica montada sobre la mecánica de una sociedad que ilustra acerca de la conducta cívica que le conviene adoptar al hombre. Además, el funcionamiento del mercado exige un marco normativo apropiado dentro del cual funcione sin obstáculos. Incluso se puede aceptar, incluso, que existen fuertes razones para entender que el gobierno preste, al margen del mercado, algunos servicios que el mercado mismo no puede ofrecer. Esto no quiere decir que el Estado tenga el monopolio de alguna actividad, y menos que pueda monopolizar algunas sectores. En síntesis, los principios del liberalismo dentro de esta línea de pensamiento, se condensan en una palabra: “propiedad”, o sea todo lo que implique el dominio privado de los factores de producción, pues los bienes de consumo tienen una condición privada intrínseca. Este nuevo ideario liberal superó las tesis de los fundadores de la escuela a través de una más nítida y precisa comprensión de la mecánica del mercado, merced a los progresos de la ciencia económica. CATALAXIA, ANTROPOCRACIA Y FISIOCRACIA Luego de exponer estas perspectivas que sobreviven actualmente, Guerrero acude a varios conceptos que le resultan operativos para concebir a la nueva gerencia pública, concebida como diversa y hasta opuesta de la imagen tradicional de la administración pública. Los trasplantes o adaptaciones tecnológicas de fenómenos mercantiles de intercambio son definidos como “Catalaxia”, término utilizado por Hayek y tomado del griego clásico (Katalaktein) y que designaba el trueque o intercambio (Guerrero, 2004: 112 y sgtes). Sobre los conceptos de “antropocracia” y “fisiocracia”, Guerrero se explaya diciendo: “La situación narrada parece haberse ahondado a raíz del abandono del interés humanitario por parte de la economía política, a favor de la idolatría por la eficiencia. En ello colaboraron tanto los economistas, como los sociólogos interesados en la economía, engendrándose una bifurcación que hizo de la economía una fisiocracia y de la política una antropocracia. Por cuanto los economistas debemos recordar que los fisiócratas sostenían que el orden natural funciona con base en sus propias reglas, y que está dotado con mecanismos espontáneos y automatismos reguladores. Ellos argumentaron que la curación de los males de la sociedad es similar a la curación de las enfermedades del ser humano, pues en ambos casos es necesario el conocimiento de sus respectivas fisiologías. Siendo la economía la base del orden social, su conocimiento previo es necesario para resolver los problemas sociales. Este conocimiento descansa en conocer el funcionamiento de leyes económicas objetivas, que operan con independencia de la voluntad humana, y que son discernibles a través de la razón. Esas leyes, y no los hombres, son las que rigen a la economía y sucedáneamente al orden social” (Guerrero, 2004: 24). Documento incluido dentro de la Biblioteca Digital de la Iniciativa Interamericana de Capital Social, Etica y Desarrollo 2www.iadb.org/etica LA UTOPÍA NEOGERENCIAL De esta manera, la experiencia del nuevo manejo público es la empresa privada moderna, que está más orientada hacia el comerciante que hacia el productor, pues aquel es quien conoce mejor al cliente. Por ello, el mercader es que debe diseñar los productos, desarrollarlos y buscar fabricantes que hagan los artículos según sus diseños, especificaciones y costos. Así, la nueva gerencia pública se ha propuesto realizar cambios y metamorfosis profundas dentro del sistema, a través de los cuales no se reemplace a sus elementos esenciales, sino que solamente se les desplace. La burocracia existente pervive para dar vida al modelo posburocrático, burocracia que coexiste sin discriminaciones con el gobierno empresarial. En síntesis, y como expresa Omar Guerrero en su libro, la nueva gerencia pública constituye una utopía, en el sentido que al término le da Herbert Marcuse y rescatan Sánchez Casas y Felipe Guerra en su libro: Fourier, ¿Socialista utópico? (Madrid, Promoción del Pueblo, 1973: 7): “Utopía es todo cambio en un sistema de vida que se pretende realizar dentro y conviviendo con el sistema establecido, contando sólo con la aprobación de conciencias iguales a las de sus creadores...” Y como concluye Guerrero: “En efecto, la reforma administrativa estadounidense no se propuso abolir al Estado administrativo, sino más bien, acomodar en su seno a la nueva gerencia pública con todos sus rasgos mercantiles y competitivos. Este es el sentido de utopía que tomamos de Marcuse” (Guerrero, 2004: 262). Documento incluido dentro de la Biblioteca Digital de la Iniciativa Interamericana de Capital Social, Etica y Desarrollo 3www.iadb.org/etica