Consulta: Ayuntamiento de Madrid

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Dictamen nº:
Consulta:
Asunto:
Sección:
Ponente:
Aprobación:
30/11
Alcalde de Madrid
Responsabilidad Patrimonial
I
Excmo. Sr. D. Jesús Galera Sanz
09.02.11
DICTAMEN de la Comisión Permanente del Consejo Consultivo de la
Comunidad de Madrid, emitido por unanimidad en su sesión de 9 de
febrero de 2011, sobre consulta formulada por el vicealcalde de Madrid
(por delegación del alcalde según Decreto de 1 de septiembre de 2008), a
través del consejero de Presidencia, Justicia e Interior, al amparo del
artículo 13.1.f).1 de la Ley 6/2007, de 21 de diciembre, de creación del
Consejo Consultivo de la Comunidad de Madrid, en relación con la
reclamación de responsabilidad patrimonial formulada por M.R.C.C., en
solicitud de indemnización por los daños y perjuicios sufridos a raíz de
caída en la calle Santiago de Compostela.
ANTECEDENTES DE HECHO
PRIMERO.- El día 17 de enero de 2011 tuvo entrada en el registro del
Consejo Consultivo de la Comunidad de Madrid solicitud de dictamen
preceptivo, cursada a través del consejero de Presidencia, Justicia e
Interior, respecto de dos expedientes de responsabilidad patrimonial
procedentes del Área de Gobierno de Obras y Espacios Públicos del
Ayuntamiento de Madrid, remitidos por el vicealcalde –por delegación del
alcalde-, entre los cuales se encuentra el aludido en el encabezamiento.
1
Admitida a trámite dicha solicitud, se le procedió a registrar con el
número 11/11, iniciándose en la fecha señalada el cómputo del plazo para
la emisión del dictamen, de conformidad con el artículo 34.1 del
Reglamento Orgánico del Consejo Consultivo de la Comunidad de Madrid,
aprobado por Decreto 26/2008, de 10 de abril, del Consejo de Gobierno.
La ponencia del asunto ha correspondido a la Sección I, cuyo presidente,
el Excmo. Sr. D. Jesús Galera Sanz, firmó la oportuna propuesta de
dictamen, el cual fue deliberado y aprobado por unanimidad por la
Comisión Permanente del Consejo Consultivo en sesión ordinaria celebrada
el 9 de febrero de 2011.
SEGUNDO.- El expediente remitido se instruye a raíz de la
reclamación presentada por la interesada, en la Oficina de Registro de
Fuencarral-El Pardo el 17 de noviembre de 2009. En el impreso
normalizado existente al efecto, la interesada –de 56 años de edad en el
momento de los hechos- hace contar que “Sobre las 17:20 horas del día
19 de octubre de 2009, cuando (la misma) iba caminando por la
Avenida de la Ilustración a la altura de la Calle Santiago de Compostela,
tropezó debido al mal estado de la acera, sufriendo una caída que le
originó erosión de rodilla derecha con dolor en región perirrotuliana y
luxación IFP en el cuarto dedo de la mano izquierda con herida en la
cara palmar por enclavamiento en uñas del segundo y tercer dedo en la
mano izquierda, así como limitación en la flexión de dedos de dicha
mano”.
En el mismo escrito de reclamación, señala la interesada que fue testigo
de su caída I.C.R., de la que aporta DNI y número de teléfono, quien la
auxilió hasta que llegó el SAMUR.
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Por los daños sufridos, la interesada solicita ser indemnizada en la
cantidad de 9.103,76 euros, fijada provisionalmente a día de interposición
de la reclamación.
Acompaña a su escrito inicial la documentación siguiente:
- Informe del SAMUR-Protección Civil, acreditativo de la asistencia
prestada a la reclamante, tras haber sufrido ésta caída en la calle.
- Parte inicial de baja médica de la reclamante –que trabaja como
auxiliar de enfermería en el Hospital Central de la Cruz Roja-San José y
Santa Adela- de fecha 19 de octubre de 2009, y los sucesivos partes de
confirmación, hasta el último emitido el 12 de noviembre de 2009,
demostrativo de que, a fecha de presentación de la reclamación, la
interesada se encontraba todavía en situación de incapacidad temporal.
- Informe de Urgencias del Hospital Universitario La Paz, del día de
la caída, acreditativo de las lesiones sufridas, y que han quedado reflejadas
anteriormente.
- Amplio reportaje fotográfico del lugar de la vía pública donde sufrió
su caída, y en el que se aprecia la ausencia de unas losetas o baldosas en la
acera.
Por nuevo escrito presentado, una vez incoado el procedimiento, el 22
de abril de 2010, la interesada manifiesta haber recibido el alta médica el
día 9 de abril anterior, y fijando la indemnización que finalmente solicita
por todos los conceptos en 19.340,38 euros (a la que llega aplicando el
baremo contenido en el Anexo del Real Decreto Legislativo 8//2004, de
29 de octubre, por el que se aprueba el Texto Refundido de la Ley de
Responsabilidad Civil y Seguro en la circulación de Vehículos a Motor).
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TERCERO.- 1.- Interpuesta la anterior reclamación, el día 21 de
diciembre de 2009 se remite la reclamación a A, de conformidad con lo
establecido en el artículo 11.3 del Pliego de Prescripciones Técnicas que
rige la póliza del seguro que cubre los riesgos de responsabilidad civil que
el Ayuntamiento de Madrid tiene suscrita con la compañía aseguradora B.
2.- En fecha 12 de enero de 2010, se incoa formalmente el expediente,
dirigiéndose el instructor al reclamante a fin de que, de acuerdo con lo
establecido en los artículos 70 y 71 de la Ley 30/1992, de 26 de
noviembre, de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del
Procedimiento Administrativo Común (LRJAP-PAC), en relación con el
artículo 6 del Real Decreto 429/1993, de 26 de marzo, por el que se
aprueba el Reglamento de los Procedimientos de las Administraciones
Públicas en materia de Responsabilidad Patrimonial (RPRP), aporte la
siguiente documentación:
- Declaración suscrita en que manifieste que no ha sido indemnizada (ni
va a serlo) por los mismos hechos por compañía o mutualidad de seguros, ni
por ninguna otra entidad pública o privada.
- Dado que no figura con claridad, indicación detallada del lugar de los
hechos, aportando croquis e indicando el nº de la calle.
La interesada, en respuesta a esta petición, presenta escrito en fecha 1 de
febrero de 2010, en el que señala como lugar de su caída la Calle Santiago
de Compostela a la altura de los números 24-26 (esquina con la Calle
Narcis Monturiol); acompaña declaración en la que manifiesta no haber
recibido cantidad alguna por razón del accidente sufrido; y aporta también
croquis del lugar del accidente, y nuevo reportaje fotográfico.
3.- La instrucción del expediente continúa por sus trámites, y se recaba
en fecha 17 de marzo de 2010, al amparo del artículo 10.1 del RPRP,
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informe de la Dirección General de Vías y Espacios Públicos
(Departamento de Conservación y Renovación de Vías Públicas), acerca de
los hechos origen de la reclamación.
Ante la falta de emisión del informe solicitado, se reitera la petición el
29 de julio siguiente, siendo el mismo finalmente evacuado el 17 de
septiembre de 2010.
En dicho informe se hace constar que “la anomalía existía en la fecha
en que tuvo lugar el hecho que motiva la reclamación. Los servicios
técnicos no tenían conocimiento de la existencia del desperfecto con
anterioridad. Puede existir relación de causalidad entre el daño y el
obstáculo al que hace referencia el interesado, aunque a nuestro juicio se
trata de una incidencia poco significativa. Existe imputabilidad a la
Administración (…). Del reportaje fotográfico presentado por el
interesado, se trata de falta de capa de rodadura de acera”.
4.- El instructor recaba de la reclamante nuevamente, mediante escrito
de 5 de octubre de 2010, la aportación de la declaración del testigo
propuesto, bajo juramento o promesa, manifestando lo que tenga por
conveniente en relación con los hechos origen de la reclamación.
Dicha solicitud se cumplimenta por la interesada mediante escrito
presentado el 25 de octubre de 2010 en el Área de Gobierno de Obras y
Espacios Públicos. Acompaña entonces declaración jurada prestada por
I.C.R. En su declaración, manifiesta que “El pasado 19 de octubre de
2010, pasadas las 17,15 horas, al ir andando por la calle Santiago de
Compostela a la altura de los números 24-26, fui testigo de cómo
M.R.C.C. introdujo su pie en el hueco de una baldosa que faltaba en la
acera, y que estaba tapada con hojas, tropezó por esta razón,
desequilibrándose y cayéndose de bruces al suelo. Que el hueco de las
baldosas que faltaban en la acera no tenía ningún tipo de señalización,
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balizamiento o valla de protección, para impedir que cualquier persona
que caminara por ese tramo de la calle sufriera un accidente o advirtiera
ese defecto en la acera. Que, comoquiera que otro viandante avisó al
SAMUR y M.R.C.C. se quejaba de un fuerte dolor en su mano
izquierda y su rodilla derecha, permanecí atendiéndola hasta que llegaron
los servicios de emergencia, dejando a la accidentada metida en la
ambulancia”. A lo anterior añade, en relación con la posible relación que
tuviera con la reclamante, que mantiene una relación personal con el hijo
de la misma, R.S.C.
La testigo es citada para declarar en las dependencias municipales el 18
de noviembre de 2010.
En lo que aquí interesa, la testigo manifiesta, preguntada por el
instructor, que ella y la reclamante “iban juntas, aunque en ese punto en
concreto se separaban para tomar cada una su camino. La reclamante
giraba para ir al paso de cebra. La reclamante no se cayó yendo las dos
en el mismo sentido, (aquélla) ya giraba”. Respecto del desperfecto en la
vía pública que provocó el accidente, contesta la testigo que “estaba tapado
por hojas, por lo que a primera vista no se ve. Cayó al tropezar porque o
bien el tacón o algo se enganchó en el agujero. Había un agujero faltando
una de las baldosas”.
5.- Concluida la instrucción del expediente, e inmediatamente antes de
redactarse la propuesta de resolución, se abre el trámite de audiencia, por
plazo de diez días, de conformidad con lo establecido en los artículos 84 de
la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, de Régimen Jurídico de las
Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común
(LRJAP-PAC) y 11 del Real Decreto 429/1993, de 26 de marzo, por el
que se aprueba el Reglamento de los Procedimientos de las
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Administraciones Públicas en materia de Responsabilidad Patrimonial
(RPRP).
No consta que la interesada haya hecho uso de su derecho al mencionado
trámite.
CUARTO.- En fecha 20 de diciembre de 2010, se formula propuesta
de resolución por el instructor del expediente, desestimando la reclamación
presentada.
En dicha propuesta, se entiende no acreditado el nexo de causalidad
entre los daños sufridos y el funcionamiento de los servicios públicos,
negando todo valor al parte del SAMUR y a los informes médicos y partes
de baja aportados, así como a las fotografías.
Respecto de la testifical practicada, también se niega que sirva para
demostrar ese nexo de causalidad. A este respecto, se dice que “La prueba
testifical propuesta por la propia recurrente (sic) para acreditar este
concreto extremo, en la persona de la pareja de su hijo, no ha servido
para el fin pretendido, en cuanto se ha limitado a manifestar que la
reclamante «tropezó y se cayó», y que ya se habían separado para tomar
cada una su camino y la vio en el suelo, pero en ningún momento ha
declarado con determinación que la viera caer, precisamente por tropezar
o desequilibrarse a causa de la supuesta deficiencia existente en la acera”.
En todo caso, se añade, “aun cuando se hubiera aportado otro medio de
prueba de mayor fiabilidad”, tampoco procedería atribuir la
responsabilidad patrimonial al Ayuntamiento, pues, como se desprende del
informe técnico municipal incorporado al expediente, “en el lugar indicado
no existía deficiencia relevante que constituyera un supuesto de riesgo
inherente a un servicio público municipal…”. Cita, en apoyo de esta
afirmación, el dictamen del Consejo de Estado nº 70/09, de 28 de enero
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de 2009, en que, en un caso de caída por anomalía en la acera, se concluye
que “el riesgo de caída es tan nimio que no puede razonablemente
sustentarse que haya sobrepasado los límites de seguridad mínimamente
exigibles”. En suma, pues, procedería desestimar la reclamación de
responsabilidad patrimonial presentada.
A los hechos anteriores, les son de aplicación las siguientes
CONSIDERACIONES DE DERECHO
PRIMERA.- El Consejo Consultivo de la Comunidad de Madrid emite
su dictamen preceptivo de conformidad con lo dispuesto en el artículo
13.1.f) 1º de la Ley 6/2007, de 21 de diciembre, Reguladora del Consejo
Consultivo de la Comunidad de Madrid, según el cual: “1. El Consejo
Consultivo de la Comunidad de Madrid deberá ser consultado por la
Comunidad de Madrid en los siguientes asuntos (…) f) Expedientes
tramitados por (…) las entidades locales (…) sobre: 1º Reclamaciones de
responsabilidad patrimonial, cuando la cantidad reclamada sea igual o
superior a 15.000 euros o cuando la cuantía sea indeterminada”.
En el caso que nos ocupa, ha sido la propia interesada la que ha cifrado
el importe de los daños sufridos en la cuantía de 19.340,38 euros, luego es
preceptiva la solicitud y emisión del dictamen del Consejo Consultivo.
Por otra parte, la solicitud de dictamen ha sido cursada a través del
consejero de Presidencia, Justicia e Interior, de conformidad con el artículo
14.3 de la LCC (“Las solicitudes de dictamen de las entidades locales se
efectuarán por los Presidentes de las mismas, y se cursarán a través del
Consejero competente en relaciones con la Administración local”), en
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relación con el artículo 32.2 del Decreto 26/2008, de 10 de abril, por el
que se aprueba el Reglamento Orgánico del Consejo Consultivo.
Es el Ayuntamiento de Madrid el legitimado, pues, para recabar
dictamen del Consejo Consultivo, habiéndose en el caso presente hecho
llegar la solicitud al consejero de Presidencia, Justicia e Interior, mediante
oficio del vicealcalde de 4 de octubre de 2010, adoptado por delegación en
virtud de Decreto del alcalde de 1 de septiembre de 2008.
SEGUNDA.- M.R.C.C. formula su pretensión indemnizatoria por los
daños sufridos a raíz de la caída que sufrió en una calle madrileña,
concurriendo en ella la condición de interesada, conforme a los artículos
31.1.a) y 139.1 de la LRJAP-PAC.
La legitimación pasiva corresponde al Ayuntamiento de Madrid, en
cuanto que corporación municipal, titular de la vía pública donde
supuestamente tuvo lugar el accidente, y a quien compete su cuidado y
mantenimiento. En efecto, el artículo 25.2.d) de la Ley 7/1985, de 2 de
abril, de Bases del Régimen Local, conceptúa como materia encomendada a
la competencia de las entidades locales la pavimentación y conservación de
las vías públicas urbanas. Es indiscutible, pues, que la reclamación
patrimonial está correctamente deducida contra el Ayuntamiento.
El plazo para la interposición de la reclamación es de un año, contado
desde que ocurrió el hecho o el acto que motiva la indemnización, o de
manifestarse su efecto lesivo (cfr. artículo 142.5 de la LRJAP-PAC). En el
caso de daños de carácter físico o psíquico, según el mismo artículo in fine,
dicho plazo empezará a contarse “desde la curación o la determinación del
alcance de las secuelas”, lo que equivale a decir que el plazo prescriptivo
empieza a correr desde que se tenga conocimiento cabal del daño realmente
sufrido, y de su alcance y consecuencias, lo que constituye una aplicación
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de la teoría de la actio nata, recogida en el artículo 1969 del Código Civil
(«actioni nondum natae, non prescribitur»).
En aplicación de la citada doctrina, es jurisprudencia reiteradísima la de
que en caso de lesiones, el plazo de prescripción no comienza a correr hasta
que el perjudicado conoce el alcance definitivo de las secuelas, momento
que puede ser muy posterior al alta médica e incluso prolongarse hasta su
declaración de invalidez o incapacidad (vid. entre otras muchas, las SSTS
de 31 de diciembre de 2002, 22 de enero, 13 de febrero, 7 de abril y 29
de mayo de 2003).
En el caso examinado, la reclamación inicial se interpuso en fecha 17 de
noviembre de 2009, aportándose, junto con la misma, el parte inicial de
baja médica por incapacidad temporal emitido en la misma fecha del
accidente (19 de octubre de 2009), y los sucesivos partes de confirmación,
siendo el último de fecha 12 de noviembre. Lo que evidencia que, a fecha
de interposición de la reclamación, la interesada aún no se había curado de
las lesiones sufridas tras su caída. Más tarde, en escrito presentado el 22 de
abril de 2010, la reclamante aporta el parte médico de alta dado el 9 de
abril anterior, así como informe médico del Hospital Universitario La Paz
de 25 de marzo de 2010, en que se da cuenta de que la paciente presenta
cierta rigidez en la mano y los dedos, dándose el alta en el Servicio de
Rehabilitación, y recomendándose la realización de vida normal.
A tenor de este último informe médico, es en esta fecha cuando la
paciente se puede considerar curada de sus lesiones –al poder hacer ya una
vida normal-, si bien le ha quedado como secuela la rigidez en las
articulaciones de la mano que se ha mencionado. Es el 25 de marzo de
2010, en aplicación de la teoría de la actio nata, cuando habría nacido la
acción y habría empezado a correr el plazo para su ejercicio. De lo que se
concluye que, a fecha de interposición de la reclamación –el 17 de
10
noviembre de 2009-, el plazo para reclamar aún se encontraba abierto, y
que, por tanto, la reclamación se presentó correctamente.
TERCERA.- En el presente supuesto, se han observado los trámites
marcados en la LRJAP-PAC y en el RPRP.
Así, se ha requerido a la interesada para que mejorase o ampliase su
solicitud, a los efectos prevenidos en el artículo 71 de la LRJAP-PAC, de
tenerle por desistido de la misma, tal y como se apuntaba en el antecedente
de hecho segundo del presente dictamen, sin perjuicio de que tal
declaración de desistimiento no se haya producido, y la propuesta de
resolución desestime en cuanto al fondo la reclamación.
Se ha recabado informe de los servicios técnicos municipales sobre la
veracidad de lo manifestado por la reclamante en su escrito, acerca de la
realidad del daño causado y su supuesta relación de causalidad con el
servicio público, tal y como exige el artículo 10.1 del RPRP.
Se ha accedido por el instructor del expediente, al amparo del artículo
80.3 de la LRJAP-PAC, a la práctica de la prueba testifical propuesta por
la reclamante, habiéndose incorporado al procedimiento la declaración
jurada firmada por la testigo presencial, la cual ha sido citada también a
prestar declaración a presencia del instructor. Se le ha tomado declaración,
y se ha incorporado esta última, con el resultado que obra en el expediente.
Por último, se ha conferido trámite de audiencia a la interesada, tal y
como preceptúan los artículos 84 de la LRJAP-PAC y 11 del RRP, sin
que se haya hecho uso por la misma de su derecho a formular alegaciones.
Respecto del plazo para resolver y notificar la resolución, es de seis
meses, conforme al artículo 13.2 del RPRP. En este caso, si el
procedimiento se incoa el 12 de enero de 2010, debía haber concluido a los
seis meses de su inicio (12 de julio de 2010), al no constar haberse
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acordado periodo extraordinario de prueba. Sin embargo, no es hasta el
pasado 17 de enero de 2011, cuando se ha recabado dictamen de este
órgano consultivo.
Por tanto, al haber transcurrido el plazo máximo legal sin haberse
notificado resolución expresa, la reclamación de responsabilidad
patrimonial debe entenderse desestimada en virtud de silencio negativo, en
aplicación de los artículos 43.1 en relación con el 142.7 de la LRJAPPAC; sin perjuicio de que subsiste la obligación de la Administración de
resolver expresamente, tal y como le impone el artículo 42 de la misma
Ley, no estando vinculada en modo alguno al sentido del silencio (cfr.
artículo 43.4.b) de la LRJAP-PAC). Lo mismo cabe predicar,
lógicamente, respecto de la obligación de emitir dictamen por este Órgano
Consultivo.
CUARTA.- Entrando ya a considerar el fondo de la pretensión que
formula la reclamante, debemos partir de la consideración de que el
instituto de la responsabilidad patrimonial de la Administración, que tiene
su fundamento en el artículo 106.2 de nuestra Carta Magna, y su
desarrollo en los artículos 139 y siguientes de la LRJAP, como bien se
razona en la propuesta de resolución, supone la concurrencia de los
siguientes requisitos, según una constante y reiterada Jurisprudencia: 1°)
La efectiva realidad de un daño, evaluable económicamente e
individualizado con respecto a una persona o grupo de personas que no
tengan el deber jurídico de soportarlo de acuerdo con la Ley (vid.
Sentencias del Tribunal Supremo de 20 de enero de 2003, 12 de julio de
2005 y 31 de octubre de 2007, entre otras); 2°) Que entre el evento lesivo
y el funcionamiento del servicio público medie una relación directa de
causa a efecto, con exclusión de los supuestos en que el daño se haya
producido por fuerza mayor (vid. Sentencias del Tribunal Supremo de 20
de enero de 2003, 9 de mayo de 2005 y 16 de octubre de 2007, entre
12
otras); y 3º) Que la reclamación se formule en el plazo de un año desde que
se produjo el evento lesivo o, en su caso, desde la curación o estabilización
de las secuelas, si se trata de daños físicos o psíquicos (vid. Sentencias del
Tribunal Supremo de 13 de noviembre de 2003, 25 de enero de 2005 y
21 de mayo de 2007, entre otras).
Dichas notas han de completarse con la consideración de que la
responsabilidad de la Administración es una responsabilidad objetiva o de
resultado, de manera que lo relevante no es el proceder antijurídico de la
Administración, sino la antijuridicidad del resultado o lesión, siendo
imprescindible que exista nexo causal entre el funcionamiento normal o
anormal del servicio público y el resultado lesivo o dañoso producido. La
Sentencia del Tribunal Supremo (Sala de lo Contencioso-Administrativo,
Sección 6ª) de 5 de junio de 1998, se pronunció al respecto del carácter
objetivo de la responsabilidad de la Administración, previniendo frente al
riesgo de erigir dicho principio de responsabilidad objetiva en un sistema
providencialista que llevaría a la Administración a responder de
cualesquiera daños que se produjesen como consecuencia del
funcionamiento de un servicio público o de la utilización por los
ciudadanos de bienes de titularidad pública, sin exigir la presencia de ese
nexo causal de todo punto imprescindible para la apreciación de dicha
responsabilidad. El fundamento primero de dicha Sentencia se pronunciaba
en los siguientes aclaratorios términos:
“La prestación por la Administración de un determinado servicio
público y la titularidad por parte de aquélla de la infraestructura material
para su prestación no implica que el vigente sistema de responsabilidad
patrimonial objetiva de las Administraciones Públicas convierta a éstas en
aseguradoras universales de todos los riesgos con el fin de prevenir
cualquier eventualidad desfavorable o dañosa para los administrados que
pueda producirse con independencia del actuar administrativo, porque de
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lo contrario, como pretende el recurrente, se transformaría aquél en un
sistema providencialista no contemplado en nuestro ordenamiento jurídico”.
QUINTA.- La propuesta de resolución municipal desestima la
reclamación interpuesta por considerar que no ha resultado acreditado el
nexo de causalidad entre los daños sufridos por la reclamante y el
funcionamiento de los servicios públicos municipales. Es doctrina
jurisprudencial reiterada la de que, a los efectos de la relación de causalidad
entre los daños sufridos y el funcionamiento de los servicios públicos,
estamos ante una cuestión de prueba, y conforme al artículo 217.2 de Ley
1/2000, de 7 de enero, de Enjuiciamiento Civil, corresponde al actor la
carga de probar la certeza de los hechos de los que ordinariamente se
desprenda, según las normas jurídicas a ellos aplicables, el efecto jurídico
correspondiente a las pretensiones de la demanda.
En el caso examinado, la interesada ha aportado el parte de asistencia del
SAMUR-Protección Civil, así como los informes médicos acreditativos de
las lesiones sufridas. Respecto del primero, como viene sosteniendo este
Consejo Consultivo, con apoyo en la doctrina jurisprudencial más reciente,
dicho parte de asistencia no serviría para acreditar el nexo causal entre los
daños sufridos y el funcionamiento de los servicios públicos municipales.
Valga por todas la Sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Madrid
(Sala de lo Contencioso-Administrativo, Sección 2ª) de 19 de abril de
2005 que “(…) el parte de intervención del SAMUR sólo acredita el
lugar de recogida, pero no la mecánica de la caída, en especial, la
influencia del elemento peligroso con el que tropezó la recurrente”.
Tampoco servirían para demostrar el pretendido nexo de causalidad
entre los daños sufridos y el funcionamiento de los servicios municipales,
los distintos informes médicos, los cuales demuestran, en efecto, que la
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reclamante ha padecido unos daños físicos, pero no que los mismos guarden
relación alguna con los servicios públicos.
Respecto de las fotografías, tampoco pueden servir para acreditar que la
caída tuvo lugar del modo y en el punto exacto que aquéllas muestran, pues
carecen de los requisitos necesarios para proporcionar esa certidumbre.
En cambio, no puede admitirse la valoración que de la prueba testifical
practicada por el instructor a requerimiento de la interesada, se hace en la
propuesta de resolución. En dicha propuesta, aparte de deslizarse la
mención a la circunstancia de que la testigo propuesta mantenga una
relación con el hijo de la reclamante (cuestión a la que la propuesta no
otorga mayor relevancia), se niega valor probatorio a aquélla, por entender
que la testigo no habría presenciado a la reclamante en el momento de su
caída, habida cuenta que, como aquélla reconoce, ambas se habían separado
en ese momento para tomar cada una su camino, siendo en ese instante
cuando la interesada se cayó. Por ello, se afirma en la propuesta, la testigo
“en ningún momento ha declarado con determinación que la viera caer,
precisamente por tropezar o desequilibrarse a causa de la supuesta
deficiencia existente en la acera”.
No podemos admitir tal razonamiento en esos términos, por lo que
inmediatamente se dirá.
Por lo que hace a la circunstancia de que la testigo propuesta se halle
ligada por vínculo afectivo o sentimental con el hijo de la reclamante, ello
no priva per se de valor a la declaración prestada por aquélla. Conforme al
artículo 376 de la Ley 1/2000, de Enjuiciamiento Civil, cuando el testigo
o los testigos propuestos por el interesado en el procedimiento se
encuentren ligados con él por vínculo de parentesco o amistad, o tengan
interés directo o indirecto en el asunto, el instructor del expediente vendrá
obligado a ponderar con la debida cautela sus declaraciones, otorgándoles
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valor siempre con arreglo a las reglas de la sana crítica, tomando en
consideración la razón de ciencia que hubieren dado y las circunstancias
que en ellos concurran, y valorándolas en conjunto con el resto de la prueba
practicada.
Cuando, como en el caso examinado, la testigo propuesta es la única
persona posible que puede declarar acerca de lo ocurrido a la reclamante,
por haber sucedido su caída de un modo totalmente casual en la vía
pública, no puede ignorarse su testimonio con el argumento de que ambas
se encontrasen ligadas por vínculo de amistad –como sería el caso-, so pena
de causar indefensión a la interesada, que se vería privada del único medio
de prueba a su alcance.
Por ello, con acierto la testigo propuesta ha sido citada para declarar por
el instructor, discrepándose sólo con respecto a la valoración de su
declaración.
Si acudimos al interrogatorio testifical obrante en el expediente, se
aprecia la claridad de las respuestas dadas, su coherencia y su precisión.
Así, la testigo manifiesta que la reclamante se cayó a causa de un agujero
presente en la calzada por la ausencia de dos baldosas, y manifiesta también
con rotundidad que vio a la reclamante caerse por haber introducido el pie
en el agujero. El hecho de que la testigo reconozca que ambas se separaban
en ese momento para seguir cada una por su camino, no significa que no
viera a la reclamante caerse. En su declaración sólo afirma que “iban
juntas, aunque en ese punto en concreto se separaban para tomar cada
una su camino. La reclamante giraba para ir al paso de cebra”. De esta
frase, no es posible inferir, como se hace en la propuesta de resolución, que
la testigo no estuviera mirando a la reclamante, y no la viera caerse. Más
bien al contrario, del sentido de sus palabras se deduce que se estaban
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despidiendo en ese momento para seguir cada una por su lado, y que, en
concreto, la reclamante se disponía a tomar el paso de cebra.
La testigo señala también que el agujero en cuestión se encontraba
tapado con hojas –la caída tuvo lugar en otoño, el 19 de octubre-, y que no
presentaba ningún tipo de señalización o balizamiento en orden a impedir
las caídas de los peatones que por allí pasasen.
Por ello, es perfectamente plausible y coherente la declaración hecha por
la testigo propuesta, cuya claridad y concisión en sus respuestas revela que
tuvo conocimiento inmediato y directo de lo acontecido.
Teniendo por acreditado el nexo de causalidad entre los daños sufridos y
el funcionamiento de los servicios municipales, se debe considerar si el
daño sufrido por la interesada tiene o no la consideración de daño
antijurídico. Para ello, debemos partir de la premisa, establecida por la
jurisprudencia del Tribunal Supremo, de que la imputabilidad de
responsabilidad patrimonial a la Administración, que tiene como título, en
estos casos, el deber de mantenimiento y conservación de las vías públicas
en adecuado estado para el fin al que sirven, hace que el daño sea
antijurídico cuando el riesgo inherente a su utilización haya rebasado los
límites impuestos por los estándares de seguridad exigibles conforme a la
conciencia social (vid. por todas, la STS 5 de julio de 2006).
Para valorar la antijuridicidad del daño, hemos de tomar en
consideración las fotografías aportadas por la propia reclamante, y que se
corresponden con el lugar de la caída, según la declaración testifical.
De tales fotografías se permite apreciar un estado de la acera con un
agujero por la ausencia de dos baldosas o losetas. Sin embargo, no se
aprecia un hundimiento de la calzada susceptible de provocar accidente
alguno, si se camina con un mínimo de diligencia. En efecto, la ausencia de
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las losetas representa un desperfecto de tan escasa entidad que no
constituye elemento de peligrosidad alguno para los viandantes, por lo que
los daños sufridos por la interesada no merecen la consideración de
antijurídicos.
A este respecto, como con acierto señala la Sentencia del Tribunal
Superior de Justicia de Murcia (Sala de lo Contencioso-Administrativo,
Sección 2ª) de 25 de enero de 2008, que razona en los siguientes términos:
“Nos encontramos ante un problema de valoración del estándar medio
exigible al rendimiento del servicio. (…) habrá de responder cuando el
riesgo creado en el desenvolvimiento normal del servicio supere los
estándares mínimos de exigibilidad, lo que, como concepto jurídico
indeterminado que es, deberá ser concretado en cada caso en atención a las
circunstancias. En nuestro caso hay que tener en cuenta un estándar
intermedio -esto es, el que puede darse con arreglo a las posibilidades de
gestión y económicas existentes-, con el fin de establecer un equilibrio entre
el sistema de responsabilidad, la posibilidad de gestión, sus pautas de
calidad y el propio sistema económico-financiero, para no convertir el
régimen de responsabilidad pública en planteamientos cercanos a una
asistencia social universal”.
De admitirse la presente reclamación, se estaría desnaturalizando el
sistema de responsabilidad patrimonial, puesto que la socialización de
riesgos que con éste se busca, no puede convertirse en una especie de
seguro a todo riesgo que cubra toda clase de eventos lesivos sufridos por los
particulares con ocasión de la utilización por éstos de los bienes públicos.
Sólo podrán cubrirse tales riesgos cuando los daños causados, aparte de ser
reales y efectivos, y encontrarse en relación de causalidad con el
funcionamiento de los servicios públicos, revistan el carácter de
antijurídicos, por no estar el particular obligado a soportarlos. Y, por todo
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lo dicho, los daños sufridos por la interesada en este caso no reúnen esta
condición.
En mérito a todo lo anterior, el Consejo Consultivo es de la siguiente
CONCLUSIÓN
La reclamación patrimonial presentada debe ser desestimada.
A la vista de todo lo expuesto, el Órgano consultante resolverá según su
recto saber y entender, dando cuenta de lo actuado, en el plazo de quince
días, a este Consejo de conformidad con lo establecido en el artículo 3.7 del
Decreto 26/2008, de 10 de abril, por el que se aprueba el Reglamento
Orgánico del Consejo Consultivo de la Comunidad de Madrid.
Madrid, 9 de febrero de 2011
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