Nación, Estado y Nacionalismo Violentista Nación, Estado y nacionalismo violentista Javier Tantaleán Arbulú “Una nación es una grande solidaridad constituida por el sentimiento de los sacrificios que hacen aquellos que han dispuesto de hacerlo. Ella supone un pasado, ella se resume en el presente por un hecho tangible: el consentimiento, el deseo claramente expresado de continuar la vida común. La existencia de la nación es un plebiscito de todos los días”. Ernest Renán Qu’est-ce que une nation?, París, Calmann-Lévy, 1882 El nacionalismo como ideología Un tema que fascina a los historiadores es lo relativo a la génesis y el desarrollo de la nación y su relación con el Estado y el nacionalismo. Brian Barry define a este último término como una ideología: “Si una ideología es un modo general de pensar sobre el mundo que tiene consecuencias prescriptivas para la política, entonces el nacionalismo es una ideología y, con mucho, la ideología más poderosa del mundo. Como modo de pensar el mundo, acentúa la importancia de las naciones en su explicación del desarrollo histórico y su análisis contemporáneo de la política, y proclama de un modo característico que el ‘carácter nacional’ es un factor determinante en la diferenciación de los seres humanos” (Subrayado nuestro).1 1 Barry, Brian, Nacionalismo, Enciclopedia del pensamiento político, dirigida por David Miller, Madrid, Alianza Editorial, 1989, p. 419). )51( )51( Sobre la Violencia Pensamos que Barry tiene razón en hacer mención al concepto ideología como focus de su definición, y situar en su contexto epistémico al nacionalismo.2 El primero en acuñar el término ideología fue uno de los philosophes franceses, seguramente no de los más destacados y conocidos: Antoine-Louis-Claude Destutt de Tracy, como designación de la “ciencia de las ideas”. En su obra Eléments d’Ideologíe (Elementos de ideología), que comprendía Ideologíe (1801), consideraba a la ideología como el examen de las facultades, como instrumento para dilucidar el origen y formación de las ideas, y por lo tanto como “propedéutica” para la aplicación de los resultados del análisis a los demás ámbitos del conocimiento. La ideología que tiene por finalidad el estudio de las ideas, en sentido general, los hechos de la conciencia, sus leyes y su relación con los signos que la representan; el estudio de la expresión de las ideas. La nación y el nacionalismo Un problema metodológico que encontramos para el estudio de la nación, el Estado y el nacionalismo es la cantidad de definiciones y significados, algunos de los cuales se superponen, en ciertos casos parcialmente. Por eso, para guardar rigurosidad en el tratamiento de la temática se intentará seguir determinado ordenamiento. El término nación se deriva de natio ––palabra latina, natus––, que etimológicamente viene de nascere, y designaba en la Edad Media a un grupo humano, grupo social, tribu o etnia que presuntamente tenía un lugar común de origen como multitud ab uno principio orta. El origen común podría ser el lugar de nacimiento, comunidad de sangre, la génesis étnico-geográfica, quizá también el lenguaje, una “lengua maternal común” como decía Turgot.3 Para Levini, R.A. y Campbell, D.T. (Ethnocentrism. Theorie of Conflict, Ethnics Attitudes and Group Behaviour, Nueva York, Willey, 1972), el nacionalismo es la forma más evolucionada y quizá incluso la única forma de etnocentrismo, que implica la construcción de una unidad política multiétnica, a través de procesos administrativos, pero especialmente de comunicación social, construcción que supone una lengua común y una ideología de unidad histórica de distinción y unicidad de otros, y que contiene símbolos del Estado, de sus confines y de sus elementos, reales o ficticios, símbolos con los cuales la población se identifica directamente y que pueden ser una causa de movilización. Por su parte, Ernest Gellmer (Naciones y nacionalismo, Madrid, Alianza, 1988) opina que el nacionalismo no sería la única fuerza operativa bajo las condiciones modernas pero que es extremadamente poderosa y dominante. Mientras que Ariño (1997: 145) sostiene que el nacionalismo “es una cosmovisión (sistemas de creencias articulados: JTA), implica una narrativa (estructuras lingüísticas que exponen en forma de relato la trama de un conjunto de acontecimientos: JTA) y puede ser... una ideología”. Opinión diferente a la de Barry es la de Huntington (2001: 77), para quien la religión es la fuerza fundamental que motiva y moviliza a la gente. Opinión muy influida, especialmente, por los movimientos fundamentalistas musulmanes, pero en todo caso sería interesante saber qué piensan los etarras vascos de esta concluyente afirmación. En definitiva, es muy complejo a inicios del tercer milenio llegar a definiciones genéricas que pierden contenidos en el estudio de casos específicos. Lo que interesa en este capítulo, en todo caso vale la pena aclarar, es la génesis y el desarrollo histórico del nacionalismo en Occidente como ideología. 3 Cit. en Guenée 1967 y en Hayes, C. The Historical Evolution of Modern Nationalism, Nueva York, 1931. 2 )52( )52( Nación, Estado y Nacionalismo Violentista De las definiciones consultadas4 se ha elegido la de Van der Plank.5 Para este especialista la nación es la proyección ideológica de un grupo que expresa el deseo de un destino común. El Estado sería la materialización de esta ideología en normas jurídicas y sociales, en poder político y militar, en vínculos económicos y culturales. La lengua, en cambio, sirve para identificar a la etnia. (Aunque evidentemente el criterio de etnicidad va más allá que la lengua común, con otros factores como lugar de origen, compartir ciertas pautas culturales, la naturaleza subjetiva de cómo las personas se clasifican a sí mismas y a sus orígenes, que lo estrictamente objetivo. Las relaciones de parentesco pueden también ser un componente importante.6) La nación pensada como un todo individual, como una pluralidad de individuos y sobre todo tematizar la relación casi mística, mítica, que existe entre los individuos. A partir de aquí hay una variante romántica de la nación, concepción que reenvía a la idea de la nación-divinidad, del alma colectiva. Esta concepción romántica reposa sobre la siguiente trinomía: unidad, individualidad y personalidad; está presente en autores alemanes como Novalis, Schlegel, Arndt, Herder, Müller, Fichte, etc. Especialmente para Novalis (más poeta que filósofo), que afirma: “... los individuos son espirituales y vivientes, entonces el Estado deviene (en una entidad) más viviente y personal. De cada ciudadano se deriva la divinidad del Estado (que es evidentemente y necesario en el sentido organicista del término), tal como una comunidad religiosa; un dios personal se revela bajo miles de formas”.7 Al concebir al Estado-nación como una individualidad cerrada sobre sí misma, se aleja de toda modalidad de constructivismo, de racionalismo y se define como la resultante de un proceso natural. Por eso es que en los alemanes se releva la idea de la Nación-cultura; antes que un Estado-nación, los alemanes son una nación de una “cultura superior”, con la lengua como marca distintiva y como signo de la “superioridad de una nación”. Y como afirma Novalis: Shafer, B.C. (Nationalism: Mith and Reality, Londres, Collancr, 1955); Hayes (1931); Girardet, R. (“Autour de l’ideologie nacionaliste. Perspectives et récherches”, en Revue Française de Science Politique, 3, 1965); Smith, A.D. (Las teorías del nacionalismo, Barcelona, Península, 1967); Gellner, E. (Naciones y nacionalismo, Madrid, Alianza, 1988); Rossolillo, Francisco (“Nación”, en Bobbio y Matteucci, 1986); Incisa, Ludovica (“Nacionalismo”, en Bobbio y Matteuci, 1986a); Gubert, R. (1986); Sosoe, Lukas (“Nation”, en Dictionnaire de philosophie politique, bajo la dirección de Phillippe Raynaud y Stéphane Rials, Paris, PUF, 1996); Borja, Rodrigo (Enciclopedia de la política, México, FCE, 1998); Barry (1989); Breuilly (1990); Kohn, Hans (Historia del nacionalismo, Madrid, 1984); Smith, A.D. (“Nación-Estado”, en Enciclopedia de las instituciones políticas, Vernon Bogdanov, ed., Madrid, Alianza Diccionearios, 1991a); Gellner, Ernest (“Nacionalismo”, en Enciclopedia de las instituciones... 1991); Smith, A.D. (“Nacionalismo étnico”, en Enciclopedia de las instituciones... 1991b); (“Nacionalismo”, en Enciclopedia Hispánica..., vol. 10); Thinès, Georges y Agnès Lempereur (Diccionario general de ciencias humanas, Madrid, Cátedra, 1978). 5 Cit. en: Gubert 1986: 1144-1155. 6 Smith, A.D. The Ethnic Origins of Nations, Oxford, Blackvell, 1986; Eades, Jeremy, “Etnicidad”, en Enciclopedia de las instituciones... 1991). 7 En Sosoe 1996: 412. 4 )53( )53( Sobre la Violencia “La universalización del carácter alemán no es como la romanidad, la helenidad o la britanidad, limitada a un solo Estado... (sino que) la germanidad (Deutscheit) es el cosmopolitismo mezclado a una poderosa individualidad”. Esta sería la vertiente romántica del Estado-nación elaborada en la filosofía alemana. La otra vertiente del Estado-nación, en la que la nación se identifica con el Estado, viene como parte y herencia de la Revolución Francesa, de donde se desprende la idea de una nación como una asociación de personas, unidas por lazos contractuales, que manifiestan libremente vivir bajo las mismas leyes. De esa forma se condensa los aportes de Sieyés y Renán8, y se constituye el calificativo de Estado-nación voluntarista y constructivista. La nación se define por la libre adhesión a los principios de una comunidad política, no por el nacimiento, los lazos de sangre, la etnicidad, el territorio o la historia.9 Sin embargo, en el caso alemán, influidos por las críticas radicales de Edmund Burke a la Revolución Francesa, a quien los historiadores asumen como uno de los más destacados exponentes de la reacción conservadora a dicha Revolución, en su texto Reflections on the Revolution in France,10 conduce a los pensadores alemanes a asumir posiciones cada vez más críticas frente a ese hecho histórico. Conviene, sin embargo, precisar el caso del filósofo Johann Gottlieb Fichte (1762-1814), de una prolija y abundante obra,11 dentro de la que nos interesan sus Reden an die Deutsche Nation12, que son una definición del nacionalismo alemán y de su orgullo herido frente a las derrotas que Napoleón les infringió. Los padecimientos del pueblo alemán en la era napoleónica definieron, junto con Kant, sus posiciones y pensamientos. Fichte, siendo más joven e influido por los escritos de Rousseau, defendió la Revolución Francesa en obras como Die Zurückforderung der Denkfreiheit von den Fürsten Europes (Reivindicación de la libertad de pensamiento frente a los monarcas europeos que hasta ahora le han reprimido, 1793), en el que denuncia la opresión y el paternalismo, reclamando un individualismo extremo cuasi anarquista dentro de un estado contractual mínimo. El Fichte maduro se sitúa en el terreno del nacionalismo en la síntesis crítica de las concepciones revolucionarias y románticas, desechando tanto el cosmopolitismo frío como la razón calculadora, reconciliando la idea cosmopolita Qu’est-ce que une nation? 1882. Esta manera de concebir la nación se aplica a los Estados Unidos, donde por ejemplo uno de los personajes que no habían nacido en su territorio como Henry Kissinger, de origen judío-alemán (Fuerth, 1923) llegó a ser secretario de Estado entre 1973 y 1977 con los presidentes Nixon y Ford, dirigiendo la política exterior del país más poderoso de la sociedad-mundo. 10 En Burke, E. Textos políticos, México, Fondo de Cultura Económica, [1769-1790], 1984. 11 Ferrater 1969, T. I: 654-657. 12 Discursos a la nación alemana, Madrid, Editora Nacional [1807-1808], 1977. 8 9 )54( )54( Nación, Estado y Nacionalismo Violentista de que el patriotismo no podría plenamente concebirse como un avance de la humanidad entera. El nacionalismo y la nación alemana definida en lo esencial por su lengua y por su carácter colectivo orgánico, como lo plantea Roger Hausheer.13 En Fichte “(la nación alemana) apelará a sus no demostradas fuerzas espirituales y asumirá una misión civilizadora. La educación y el adoctrinamiento llevaron al alemán a considerar que su nación es ‘una extensión de su propio yo’, en la que alcanza su más alta libertad y para la que debe estar permanentemente dispuesto a inmolar su yo empírico”. Si bien Fichte se lanza a criticar el egoísmo de sus compatriotas, en sus obras posteriores expone las doctrinas del pangermanismo, la realpolitik y la figura del líder, un pedagogo compulsor coactivo nacional, sosteniendo que quien tiene “el más alto entendimiento tiene el derecho a obligar a todos a seguir sus intuiciones”. En otro aspecto, considera que en las relaciones entre los Estados “no hay ley ni derecho, sino sólo el derecho del más fuerte”. La nación tiene la propensión natural “a incorporar en su seno a toda la especie humana”.14 De cualquier manera, con el propósito de situar la noción de nacionalismo, elegiremos una vez más a Van der Plank, para quien el nacionalismo es “una ideología consistente en una serie de valores, símbolos, normas y expectativas, que vive en una colectividad social (grupo) y que se fundamenta en la creencia en una ascendencia común y, por consiguiente, en un destino común tan fuerte, que se desea mantener, reforzar o crear una sociedad organizada formal y legalmente”. De allí, como afirma R. Gubert, el nacionalismo es un instrumento integrador de pueblos con identificaciones, lengua y origen diferente.15 Kelman sostiene que la ideología nacionalista supone que la coincidencia entre confín político y confín nacional garantiza mejor los intereses de la población, le otorga al Estado nacional la máxima autoridad en materia “Fichte”, en Enciclopedia del pensamiento político, dirigida por David Miller, Madrid, Alianza Editorial, 1989: 2000. Como lo sostiene Hausheer (1989: 201), con mayor o menor razón Fichte ha sido considerado prácticamente de todo; idealista, liberal, anarquista, antisemita, nacionalista, chauvinista, profeta de política de masas y precursor del nacionalsocialismo, el primer defensor del líder genial como artista de la materia humana; filósofo del romanticismo y padre de la sicología profunda; socialista y comunista; nihilista y principal antepasado del existencialismo, del voluntarismo y del pragmatismo filosófico; imperialista agresivo y amante cosmopolita de la paz. “Sus ideas conservan todavía una poderosa influencia en nuestro mundo”, afirma Hausheer. (Su obra Der geschlossene Handelsstaat, ein philosophischer entwurf als Anhang zur Rechtslehre, 1800. El Estado comercial cerrado, un bosquejo filosófico como apéndice a la teoría del Derecho, considerada por Jean Jaurès como una etapa esencial en la historia de las concepciones socialistas; Renaut, Alain, “Fichte”, en Dictionnaire de philosophie politique, bajo la dirección de Philippe Raynaud y Stèphane Rials, París, PUF, 1996: 250) 15 Un punto de vista diferente se lee en la Encyclopedia Britannica (“Nationalism”, Cambridge, Cambridge University Press, 11ra. edición, 1911, vol. XIX), que en resumen sostiene que los atributos que distinguen el nacionalismo son un sentimiento común y una demanda organizada, sin que pueda resumirse en una “definición estricta”. Definición que nos parece demasiado restrictiva e incompleta. 13 14 )55( )55( Sobre la Violencia de asuntos internos y en las relaciones internacionales, y considera que los miembros de cada nación “tienen el deber primario de mantener este sistema”.16 En conclusión, la evolución histórica moderna, como se ha mencionado, en la civilización occidental, han existido dos corrientes fundamentales sobre el nacionalismo. La primera, racionalista, política y liberal, que encuentra sus raíces en el pensamiento ilustrado del siglo XVIII. La segunda, la nación constituye un ente en sí mismo y preexiste a los miembros que la componen, que es la perspectiva del romanticismo alemán. J.J. Rousseau, el autor de El contrato social (1762), abrió el sendero para la eclosión del nacionalismo al sostener la base doctrinaria de la soberanía popular y la cooperación de todos a la formación de una voluntad general. Los movimientos revolucionarios nacionalistas europeos fueron el principal instrumento de lucha contra la monarquía absoluta y contra el orden jurídico feudal. Entender el pensamiento de Rousseau es situarlo en una perspectiva histórica, cuando se había procesalmente construido unificaciones territoriales de las grandes monarquías y reinos, y además las propias estructuras económicas y sociales sufrían modificaciones profundas en el Ancien Régime del sistema de producción feudal, en una fase histórica antesala del capitalismo, cuando nuevas fuerzas sociales adquirían decisivo protagonismo, como la burguesía. El nacionalismo de la Ilustración Francesa es el de la patria, del patriotismo, con ciudadanos con iguales derechos, no como súbditos del Rey. En este caso el nacionalismo se define contra las instituciones políticas que imposibilitaban o ponían trabas a la realización libre del individuo y de la colectividad. Esta manera de entender el nacionalismo tuvo clara expresión en los movimientos nacionalistas que terminaron con la independencia de las colonias europeas en América, así como en las revoluciones europeas de 1830, 1848 y el decenio de 1860, cuando luego de la derrota de Napoleón en 1815 en Waterloo, se sucede una etapa de restauración del sistema absolutista en Europa. En el Congreso de Viena, celebrado entre 1814 y 1815 con la participación de las grandes naciones que hegemonizaban la política internacional: Austria, Rusia, Prusia, el Reino Unido y Francia (donde la monarquía se restauró con Luis XVIII) se definió el nuevo mapa europeo. Los nombres de los partícipes no dejan lugar a dudas de la representación aristocrática y monárquica: el príncipe de Metternich, el zar Alejandro I, el príncipe Karl von Hardenberg, el vizconde de Castelreagh (luego reemplazado por el duque de Wellington y después por Lord Clancarty) y el príncipe Charles-Maurice de Talleyrand, habilísimo político y diplomático que supo reivindicar la posición de potencia europea de Francia a pesar de encontrarse derrotada tras la caída del imperio de Napoleón. Tras lo cual los movimientos nacionalistas europeos logran conseguir la instauración de los regímenes democrático-liberales luego de luchas revolucionarias. 16 Gubert 1986: 1148-1149. )56( )56( Nación, Estado y Nacionalismo Violentista La otra vertiente ya analizada del nacionalismo es la del romanticismo alemán, que “puso el acento en el destino común de un pueblo. La nación era entendida como un ser vivo y autónomo, que nace y crece a impulso de una fuerza superior impresa en el alma de los pueblos, el espíritu nacional (Volksgeist), que se manifiesta a través de signos externos, como un idioma común, la fidelidad a las propias costumbres o la asunción de un pasado colectivo. Siendo éste un nacionalismo fundamentado en la diferencia, un pueblo sólo existirá en la medida en que asuma su destino común, necesariamente diferente y autónomo respecto al de los restantes pueblos, ya que, de otro modo, los conceptos mismos de nación y de pueblo tenderían a una progresiva desaparición”.17 Esta corriente tuvo ascendiente en diversos países de Europa en la segunda mitad del siglo XIX, ante el temor que había producido la proclama internacionalista del movimiento obrero que emergía con el desarrollo del capitalismo. Los nuevos poderes estimularon la concepción de la nación que superaba cualquier diferencia clasista, y por cierto fue el cimiento doctrinal de las empresas imperialista y colonialista que los estados europeos tomaron en cuenta en los últimos decenios del siglo XIX. Frente a la postura internacionalista obrera predicada por Marx (“Los trabajadores no tienen patria”),18 tiene razón Barry19 al sostener la deuda intelectual que tendría el filósofo alemán de Tréveris, en la construcción de los desarrollos de su teoría de la historia, con el nacionalismo; en la medida que toma la idea hegeliana de los actores colectivos como “fuerzas colectivas de la historia, pero traslada la identidad de la colectividad a las clases”. El profesor V.G. Kiernan,20 experto en el pensamiento de Marx y Engels, reconoce que siendo ellos muy conscientes de la naturaleza de elementos componentes de la nación, la nacionalidad en sí no era una temática que les interesaba mucho y más bien deseaban su rápida desaparición. Su focus teórico-político eran las clases sociales. Más bien sostenían que en los países de capitalismo más avanzado las nacionalidades estaban desvaneciéndose y que el propio proceso de industrialización incrementaba dicho proceso, pero que en especial en la clase proletaria el sentido nacional se había extinguido.21 “El motor de la historia no era la guerra de pueblos sino la lucha de clases” para Marx.22 En Marx la nación era Enciclopedia Hispánica... Vol. 10: 333. Marx, Karl y F. Engels. El manifiesto comunista, La Plata, Editorial Colomino [1848] 1946. Jean Jaurés (18941914), considerado uno de los principales pensadores del socialismo francés, sino el más importante, con un gran apego a Francia como patria, interpretó lo escrito en el Manifiesto comunista sobre los obreros sin patria “como que éstos han sido injustamente despojados de su lugar en la vida nacional, y deben recuperarlo” (en Kiernan, V.G. 1984a: 560). 19 Barry, 1989: 421. 20 “Nación”, en Diccionario del pensamiento marxista, Tom Bottomore, director, Madrid, Editorial Tecnos, 1984a; “Nacionalismo”, en Diccionario del pensamiento marxista, Tom Bottomore, director, Diccionario del pensamiento marxista, Madrid, Editorial Tecnos, 1984b). 21 Marx, K. Y F. Engels, La ideología alemana, Buenos Aires, Pueblos Unidos, [1845-1846], 1975). 22 Châtelet, Duhamel, Pissier, Bouretz y Colas 1993:230). 17 18 )57( )57( Sobre la Violencia la forma ideológica del Estado capitalista y el nacionalismo se releva como la ideología burguesa, algo necesario a la burguesía. Marx y Engels desconfiaban de los “filisteos que se inflaman por las nacionalidades”. Las ideologías políticas de corte cosmopolita como el liberalismo, el socialcristianismo, la socialdemocracia y el propio comunismo pueden converger con el nacionalismo. Sin embargo, la historia de los pueblos del siglo XIX y XX demuestra que en última instancia y en momentos decisivos la ideología nacionalista termina imponiéndose sobre las ideologías políticas mencionadas. La sentencia de Stalin del “socialismo en un solo país”, expresa la adaptación de una concepción societal a un esquema nacional. Por cierto, la política práctica llevó a Joseph Vissarionovich Stalin,23 el jerarca soviético más desalmado y totalitario que conoció la URSS, a tener en cuenta la nacionalidad, asumiendo determinados puntos de vista del socialdemócrata austriaco Otto Bauer (1881-1938), uno de los fundadores del partido de esa tendencia en su país.24 Stalin sostenía que la nacionalidad no es un fenómeno racial o tribal, y que tiene cinco características fundamentales: debe ser una comunidad estable, territorio definido, con un lenguaje común, cohesión económica y personalidad colectiva. Tomando una forma política real como nación bajo circunstancias históricas concretas y pertenece a una época concreta, la del surgimiento del capitalismo y de las luchas de la emergente burguesía contra el feudalismo. En sentido contrario a lo sostenido por Marx y Engels, Stalin analizaba el advenimiento de la nación relacionado con la necesidad de una industria que tuviese un mercado nacional, con una población homogénea. Teorías y tipos de nacionalismo Las teorías sobre el nacionalismo se pueden agrupar en dos grandes bloques: las “objetivas” y lo que Breuilly25 denomina las “aproximaciones sicológicas y funcionales” o más “subjetivas”. En el primer bloque la nacionalidad es un hecho natural de las personas, constituida por la lengua materna, la descendencia étnica, el territorio común, rasgos culturales, instituciones políticas y por lo tanto la organicidad de un Estado. En el segundo bloque de teorías hay diversas variaciones. J.S. Mill26 era claro en definir al nacionalismo como un fenómeno psicológico. En esta aproximación se con- Stalin, J. El marxismo y la cuestión nacional [1913], 1976. Bauer, Otto. Die Nationalitätenfrage und die Sozialdemokratie (La cuestión de las nacionalidades y la socialdemocracia, México, Siglo XXI, [1907], 1980. 25 Breuilly, 1990: 40-47. 26 Mill, J.S. Del gobierno representativo, Madrid, Tecnos, [1861], 1985. 23 24 )58( )58( Nación, Estado y Nacionalismo Violentista sidera a los que plantean el nacionalismo en términos de la identidad cultural como el leiv motif de sus preocupaciones. La problemática surge cuando la nación está conformada de diferentes raíces culturales (caso del Perú, Bolivia y Ecuador, por ejemplo); en lo que es particular hablar de una “crisis de identidad cultural”, lo que pudiendo ser una afirmación muy fuerte no deja de tener contenido. El choque de civilizaciones de la hispana occidental y la indoamericana creó una fractura cultural, aún no superada, en términos de una identidad cultural única que no existe, y que en todo caso la nacionalidad es un nivel de abstracción, que como ideología supera estos contrastes. Esto es lo que Ernest Gellner27 ya había analizado; la relación más concreta entre la necesidad de una nueva identidad ––que supera las brechas de la identidad cultural, por ejemplo–– y el nacionalismo.28 La nacionalidad peruana va más allá de la multiculturalidad: aymara, quechua, andina, selvática (con sus prototipos o varios tipos), criolla, mestiza, de naturaleza más occidental (quizás la hegemónica); en general un país fragmentado y con fracturas históricas no resueltas: el poliedro cultural y étnico peruano. Identidades culturales que a pesar del dominio cultural occidental en la era cibernética, del infocapitalismo y de la mundialización probablemente no desaparecerán y seguirán con sus propios particularismos, por supuesto con identidades culturales no congeladas en el tiempo. La perspectiva sicológica de la nacionalidad como un sentimiento común entre los seres humanos, que puede ser una categoría superior a las divisiones religiosas que se Gellner, Ernest. Thought and Change, Londres, 1964). Huntington, S. (2001: 50-54), en el tema de las civilizaciones, asumiendo la premisa de Christopher Dawson (Dynamics of World History, Lasalle, Illinois, Sherwood Sudgen Co., 1978) de que “las grandes religiones son los fundamentos sobre los que descansan las grandes civilizaciones”; y considerando a la civilización como una entidad cultural más amplia desarrolla una tipología de siete civilizaciones: china o “sínica”, japonesa, hindú, islámica, occidental, latinoamericana y africana. ¿Dónde se ubica Rusia? Sin embargo, en la descripción de las civilizaciones latinoamericana y africana es confuso y poco convincente. Para Latinoamérica, al considerarla como una civilización diferente a la occidental, prima un argumento endeble; como “una civilización aparte”, tomando en consideración “un análisis centrado en las consecuencias políticas internacionales de las civilizaciones, incluidas las relaciones en Latinoamérica, por una parte, y Norteamérica y Europa, por otra”. Países como Uruguay y Argentina tienen más afinidades culturales y étnicas con Europa, que las que tienen los países andinos, por ejemplo. En el caso de África el argumento que da es también muy discutible: “Es muy importante que el imperialismo europeo llevara al cristianismo a la mayor parte del continente situado al sur del Sahara. Por todo África, sin embargo, las identidades tribales son generales y profundas, pero los africanos también están desarrollando, cada vez más, un sentido de identidad africano (con lo cual coincidimos: J.T.A.), y cabe pensar que el África subsahariana podría aglutinarse en una civilización peculiar, cuyo Estado central posiblemente sería Sudáfrica”. Si el centro civilizatorio del África subsahariana se va a definir por el mayor ingreso per cápita, resulta evidente que Huntington tiene razón. En todo caso, el problema es más complejo y en ello países como Nigeria, Kenia, Etiopía y la República Democrática del Congo tendrían algo que decir, lo que no pone en duda la idea de una civilización africana que exige un análisis más riguroso, y consideramos que un estudio histórico abriría respuestas y seguramente interrogantes. 27 28 )59( )59( Sobre la Violencia producen en los países, y que determinan tensiones y graves conflictos (por ejemplo: India, Pakistán, Kenia, Filipinas, China con los budistas tibetanos, Malasia, Singapur, Sudán, Tanzania y Zanzíbar, etc.). En tal sentido, mientras la religión divide a los pueblos de un país, a veces de manera sangrienta (otro ejemplo es Bosnia-Herzegovina, dividida por la guerra en grupos serbios ––ortodoxos––, musulmanes y croatas ––católicos––), la nacionalidad intenta unificar a los pueblos separados por diferencias religiosas. Un caso ensayado desde el poder para generar una nación es Singapur a inicios de los noventa del siglo XX, un país pequeño (de 639 km2, con un poco más de tres millones de habitantes), con un ingreso per cápita anual de US$ 27.000, solo superado en el Asia por Japón,29 que tiene una población dividida en 76% de chinos, 15% de malayos y musulmanes y un 6% de sikhs e hinduístas indios. El Libro blanco que exponía la postura del gobierno definía los “valores comunes” de los humanos que habitaban Singapur: “La nación antes que la colectividad (étnica), y la sociedad por encima del yo. La familia como la célula básica de la sociedad. Atención y apoyo de la colectividad al individuo. Consenso en lugar de contienda. Armonía racial y religiosa”.30 El argumento del poder en este caso es poner y utilizar el concepto de nación como factor de unidad de la multietnicidad y de las religiones. El otro tópico es sobre los tipos de nacionalismos que se han desarrollado históricamente desde fines de la era moderna, y en la era contemporánea algunos de ellos que han perdido vigencia y otros que han reaparecido:31 Enciclopedia interactiva del mundo hispano... 2003, Vol. 4: 621. Cit. en Huntington 2001: 382. 31 Smith, A.D. The Ethnic Revival, Cambridge, Cambridge University Press, 1981; Smith, A.D. The Ethnic Origin of Nations, Oxford, Blackwell, 1986; Gubert, R. La situazione confinaria, Trieste Lint, 1972; Shefer, B.C. Nationalism: Mith and Reality, Londres, Gollancr, 1955; Recalde, J.R. La construcción de las naciones, Madrid, Siglo XXI, 1982; Girardet (1965); Synder, L. The nationalism, Ithaca, 1968; Smith (1971); Kohn (1984); Gellner (1988); Brand, J. The National Movement in Scotland, Londres, Routledge & Kegan, Paul, 1978; Hayes (1931); Rosenberg, A. Fundamentos del nacionalsocialismo, Barcelona, Ban, 1979; Payne, S.G. 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Positivism and Sociology: Explaining Social Life, Londres, Allen & Unwin, 1982; Pinilla Cisneros, Susana. Revalorar la Antropología. Antropología, cultura y etnicidad, Lima, Escuela de Antropología, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Nov. 2003; Eades, Jeremy, “Etnicidad”, en Enciclopedia de las Instituciones Políticas (Vernon Bogdanov, ed.), Madrid, Alianza Editorial, 1991; Garaguso (1986). “Etnología”, en Enciclopedia Hispánica... (2001, Vol. 6: 184-185); 29 30 )60( )60( Nación, Estado y Nacionalismo Violentista i) Nacionalismo étnico. Hace referencia a la autonomía, unidad e identidad de una población, en que sus miembros se consideran una nación potencial o existente. En este caso la nación se enmarca en la tradición, la cultura, la lengua, aspectos mitológicos, recuerdos, símbolos en relación con su origen y desarrollo como pueblo. Expresa un sentimiento de pertenencia y las aspiraciones de autonomía (A.D. Smith). Etnia es una dicción derivada de la voz griega éthnos, que significa “pueblo” o “linaje”.32 Puede uno remontarse a Herodoto y Jenofonte, que nos narran de manera bastante objetiva las diferencias vivas que observaban entre la diversidad de pueblos en lo relativo a usos y costumbres.33 Anteriormente al uso de la voz etnia, se utilizaba el concepto de raza bajo una perspectiva biológica (color de la piel, forma del cráneo, talla, aspecto del cabello, configuración de nariz y boca, componentes antropométricos, etc.). Este criterio fue acogido por la antropología tradicional, tanto es así que por los años sesenta, un grupo de antropólogos, genetistas y sociólogos promovidos a laborar por UNICEF concluyó que sólo existían tres razas fundamentales: la caucásica, la negroide y la mongoloide (Borja 1998: 414). Todas las demás razas eran derivaciones de estos tres troncos. El criterio de grupo étnico sustituyó en la antropología al de raza. Existe una multiplicad de definiciones de etnia; sin embargo, se tomará en cuenta el texto clásico de Frédéric Berth, Los grupos étnicos y sus fronteras, México, Fondo de Cultura Económica, [1969] 1976: 11: “El término grupo étnico es utilizado generalmente en la literatura antropológica para designar una comunidad que: 1) en gran medida se autoperpetúa biológicamente; 2) comparte valores culturales fundamentales realizados con unidad manifiesta en formas culturales; 3) integra un campo de comunicación e interacción; 4) cuenta con unos miembros que se identifican a sí mismos y son identificados por otros y que constituyen una categoría distinguible de otras categorías del mismo orden”. Los grupos étnicos son portadores de cultura con sus características de continuidad, conservación, adaptación, modificaciones y cambios. Este aspecto de la cultura es el locus de los factores (“la base crucial de un grupo étnico como forma de organización social es cultural en lugar de biológica”) de acuerdo a E. Hobsbawn (Naciones y nacionalismo desde 1780, Barcelona, editorial Críti- También se consideran como precursores en el estudio de los pueblos diferentes, a los romanos Cornelio Tácito y Julio César, y en la época medieval a Marco Polo. Como antecedentes de la etnología ––como una disciplina de la antropología-– ocupan un lugar importante, luego de la invasión de los europeos a las Nuevas Indias, Fray Bernardino de Sahagún con su Historia general de las cosas de la Nueva España, h. 1560 (considerada la primera obra etnográfica), y los trabajos de Gonzalo Fernández de Oviedo, José de Acosta, Bernal del Castillo, Pedro de Cieza de León, Guamán Poma de Ayala, Garcilaso de la Vega, etc. 33 Véase, por ejemplo, Eades (1991). 32 )61( )61( Sobre la Violencia ca, 2a edición revisada y compilada, 1992). Es evidente, como lo reconoce el gran historiador inglés que el “parentesco” y la “sangre” son factores de unidad de los miembros de un grupo y excluyentes de los extraños a él y que esto ha jugado un rol en el nacionalismo étnico. Esta forma de nacionalismo puede aplicarse a poblaciones que viven en un territorio continuo o de manera dispersa (los kurdos, por ejemplo), y carecen de organización política, es decir, lo fundamental de la nación moderna: el Estado-nación o cualquier Estado (“el nacionalismo suizo es pluriétnico”, recuerda Hobsbawn). A esta forma no constituida en instituciones políticas de los grupos étnicos es que Hobsbawn denomina “protonaciones”. Los grupos étnicos pueden organizarse en partidos políticos intentando llegar al gobierno del territorio que su grupo ocupa, con lo que pretenden crear un Estado independiente o lograr un alto grado de autonomía descentralizada al interior del Estado. Las plataformas de los partidos étnicos pueden incluir la defensa de su lengua, de su cultura y el desarrollo económico y social de su ámbito territorial. En algunos casos los partidos étnicos son una reacción organizada a un proceso de colonialismo interno. En los nacionalismos étnicos puede existir una variante de nacionalismo insurreccional que opta por la lucha subversiva contra el Estado en reivindicación de su identidad. El grupo étnico puede ser “negado” por los otros, o inclusive puede producirse una autodepreciación y autonegación, cercenando su propia identidad (Pinilla Cisneros, 2003). Pero cuando el grupo étnico negado y bajo desidentidad esencial está al margen de los espacios políticos y sociales, donde se definen los grandes proyectos colectivos y en donde se asignan los recursos, se produce la situación de una cultura oprimida, definida por Casimir como “aquella que carece de instituciones encargadas de la producción de conocimientos y de normas o estrategias para negociar, modificar y adaptar los proyectos de sociedad de sus portadores” (cit. en Calderón, Fernando; Hopenhayn, Martín y Ernesto Ottone, Esa esquiva modernidad. Desarrollo, ciudadanía y cultura en América Latina y el Caribe, UNESCO, Editorial Nueva Sociedad, 1998: 67). Entonces, como sostienen estos autores, los “otros” desarrollan estrategias de preservación y supervivencia que puede comprobarse en el arte, la música, la danza, la artesanía, el ritualismo y el sincretismo religioso, los sistemas de cultivo, las relaciones comunitarias, las reivindicaciones de territorio y el uso de la lengua aborigen. (Aspectos totalmente verificables en los plurales grupos étnicos de Ecuador, Perú y Bolivia, sólo por citar lo más cercano). El tratamiento excluyente étnico, la promoción de los nacionalismos por parte de los Estados-nación de los países desarrollados, el efecto contraproducente que vienen produciendo en determinados casos, las políticas norteamericanas “desarrollistas” (modelos de democracia, de crecimiento y ajuste económico, )62( )62( Nación, Estado y Nacionalismo Violentista ii) iii) iv) v) vi) de movilización social) y ciertas políticas de los Estados frente a los migrantes, lleva a Arjun Appadurai (La modernidad desbordada. Dimensiones culturales de la globalización, 2001: 147, 150, 165-166) a sostener la tesis que las etnicidades, tanto en contextos nacionales como internacionales, tienen a convertirse en primordialismos (fundamentalismos y movimientos extremistas étnicos): “El mundo contemporáneo está repleto de ejemplos de conciencia étnica asociados con el fenómeno del nacionalismo y la violencia étnica”. Estos grupos étnicos en la actualidad pueden ser muy vastos ––los tamiles, serbios, malayos, vascos, por ejemplo––, de los que se ignora los sentimientos de grupo que suponen un fuerte sentido de identidad. Para Appadurai la perspectiva fundamentalista (primordialista la llama) en el campo de la movilización de los actores sociales combina ideas ontogenéticas y filogenéticas del desarrollo humano, con raíces históricas que están disponibles y prontas a estallar de acuerdo a nuevos contextos históricos y políticos; la etnicidad moderna como variante del pensamiento primordialista nos quiere imponer una dialéctica de lo interior y lo exterior, en términos de una dialéctica de la “implosión y de la explosión a lo largo del tiempo como la clave de la peculiar dinámica de la etnicidad moderna”. Frente a lo cual el autor sugiere, acogiendo el llamado de los movimientos étnicos, tres líneas de acción (por llamarlo así, con más propiedad): 1) un nuevo entendimiento de la relación entre la historia de los grupos étnicos y la agenda social; 2) una nueva relación en el campo de los afectos y de la política; y 3) una nueva comprensión y relación entre los factores de gran escala y los factores locales. Nacionalismo democrático. Es el producido desde el siglo XVIII, cuando determinados actores sociales (burguesía, sectores mesocráticos, sectores del movimiento laboral y regional) se expresan contra el orden establecido, sea este el feudal, dinástico, dictatorial o autoritario. Nacionalismo de liberación. Hace referencia a cuando el pueblo y determinadas instituciones, como la burocracia y el ejército, se expresan en una lucha contra un enemigo exterior que invade el territorio del Estado nacional. Nacionalismo de opresión. Lasswell ubica en esta tipología a los grupos que estando desunidos, pero que tenían tradiciones culturales comunes o unidad política, comienzan a sentirse objeto de discriminación política, económica, educacional, lingüística, etc.; entonces los líderes y la intelligentzia organizan el movimiento nacionalista exigiendo reivindicaciones de igualdad de status. Nacionalismo de resurrección. En este tipo de nacionalismo los intelectuales logran motivar un sentimiento común, tomando como base las tradiciones de unidad cultural o política que estaban en una situación de letargo. Nacionalismo de prestigio. Hace referencia, también de acuerdo a Lasswell, a las personas que tienen un denominador común con la elite que detenta el Estado, )63( )63( Sobre la Violencia pero que viven periféricamente al mismo o en áreas no contiguas, comienzan a desencadenar procesos nacionalistas por razones de prestigio de su grupo; como en el caso de los Estados Unidos, Canadá, Australia. vii) Nacionalismo separatista. Reivindicaciones y situaciones de conflicto que se plantean al interior del sistema estatal, cuando algún grupo que tiene una tradición común se encuentra y se siente marginado del Estado. viii)Nacionalismo antiimperialista. Se desarrolla en los pueblos que tienen unidad política, con cultura común o multiculturalidad, pero que se afirman en el sentimiento de una sola nación y se perciben subjetiva u objetivamente por un imperio que los agrede o que potencialmente puede ser una amenaza. Otra vertiente del nacionalismo antiimperialista en su utilización en tanto factor de cohesión nacional frente a un supuesto riesgo de agresión externa de un Estado más poderoso con vocación imperialista. ix) Nacionalismo religioso. Es una modalidad de nacionalismo en la que el componente fundamental es la unidad religiosa que adquiere expresiones políticas para organizar instituciones públicas (Snyder), como los fenómenos acontecidos en el Medio Oriente. x) Nacionalismo violentista, integralista autoritario. Nacionalismo violentista, integralista autoritario Dentro de esta tipología sólo se hará mención a dos experiencias históricas concretas: el nacionalsocialismo alemán y el fascismo italiano. Ambos comparten ideas antidemocráticas, antiliberales,34 anticomunistas, antisocialistas y dignificaban la violencia y el terror como método de hacer política. Su rechazo a la democracia, el liberalismo y el marxismo se fundamentaba en que eran considerados como formas distintas del mismo mal del materialismo. Sin embargo, hay diferencias notables. El nazismo era fundamentalmente un movimiento de corte racista y con objetivos imperialistas bien definidos. Además la ideología nazi tiene antecedentes anteriores a la fecha en que Hitler desarrollara Mein Kampf (Mi lucha) (1925-1926) en el antisemitismo racista, en la filosofía anticartesia- La crítica contra el liberalismo era la denuncia al poder de la oligarquía capitalista que considera disfrazada por un sistema aparentemente democrático (Enciclopedia Hispánica... 2001, Vol. 5: 236). 34 )64( )64( Nación, Estado y Nacionalismo Violentista na y antikantiana, el darwinismo social35 y el imperialismo pangermanista que venían antes de 1919, en que Hitler se incorpora al Nationalsoziolistisch Deutsche Arbeiterpartei (Partido Nacionalsocialista Alemán de los Trabajadores). Otra analogía entre nazismo y fascismo, señalada por Ryan, es la creencia de que la mejor forma de asegurar la unidad nacional era mediante un gran Estado que estuviera dirigido por un líder supremo que fuese la encarnación de la voluntad nacional. El logro del nazismo es que fue capaz de amalgamar aspectos doctrinales contradictorios en una ideología para todos: anticomunismo para los empresarios, “socialismo” para el proletariado, nacionalismo para los conservadores de tradición y antisemitismo para todos los que buscaban una causa culposa de la derrota en la Primera Guerra Mundial y de la crisis económica que se arrastraba desde los años veinte del siglo pasado, que comenzó por señalar a la democracia de la República de Weimar como responsable de las consecuencias de la guerra. Existió, además, un sistema de valores que expresaban postulados claves en el nacionalsocialismo alemán, tales como raza, espacio vital (lebensraum), la comunidad del pueblo (volksgemeinschaft), acción, liderazgo, autoridad y tierra. En el caso del racismo, voz que viene de raza y ésta en el castellano a su vez de radia (“colectivo de radius, ‘rayo, raya’”). Puede ser probablemente también forma “semiculta del latín ratio (‘calculo, cuenta’) partiendo de su sentido ya clásico de ‘índole, modalidad, especie’, de donde se pasó a ‘naturaleza y calidad de la gente’ y ‘raza’. En castellano debió de tomarse de otras lenguas romanas (italiano siglo XIV), y al entrar vino a confundirse con el viejo y castizo raça ‘raleza o defecto en el paño’, ‘defecto, culpa’... de ahí que en su sentido racial el vocablo tome en castellano en el S. XVI casi siempre un matiz desfavorable”.36 El racismo es una teoría política y antropológica que se base en cuatro elementos: i) la idea de que existen diferencias de capacidades físicas, intelectuales, morales y culturales entre las razas; ii) la idea que sostiene que existen razas superiores e inferiores; iii) la creencia de que tienen derechos diferentes, iv) la idea de que deben recibir distinto tratamiento en la vida social; y v) que es el factor racial el que determina el destino de los pueblos; es decir, el progreso de unos y la decadencia de otros.37 Lalande38 define el racismo como la doctrina que admite en la J. Burrow (“Darwinismo social”, Enciclopedia del pensamiento político, dirigida por David Miller, Madrid, Alianza Editorial, 1989: 125) define el término darwinismo social: los intentos de crear analogías sociales “de la ley darwinista de la selección natural (o, como ha venido siendo denominada, ‘la supervivencia del más apto’) y de explicar el curso de la historia humana en función de esta ley. Se trataba de filosofías de la historia (desde fines del siglo XIX: J.T.A.), generalmente de tipo determinista, siendo su ‘ley’ o instancia determinante el conflicto o la competencia”. El darwinismo social creó y/o fomentó las consideraciones generales en términos prácticamente biológicos, como conflicto o competencia de razas. Argumento que encontró un contexto histórico para su desarrollo en pleno periodo de expansión imperialista y colonialista de los países europeos en el África y el Asia, y que tuvo resonancia en el Perú en trabajos como los de Clemente Palma, 1897, en su enfoque sobre las razas en el país. 36 Corominas, 1990. 35 )65( )65( Sobre la Violencia especie humana la existencia de razas, que son un grupo de individuos, diferentes al resto, que comparte y hereda un conjunto de caracteres biológicos, sicológicos o sociales. Mucho se ha debatido sobre el ensalzamiento de la concepción del poder totalitario del nazismo y del fascismo remontándose a Maquiavelo, Hobbes, Hegel y Friedrich Nietzsche. Los liberales como Popper ([1945] 1991) acusan a menudo a Hegel de haber sentado las bases del nazismo. Los nazis proclamaron su afinidad intelectual con Nietzsche. También se atribuye antecedentes del fascismo al filósofo francés Henri Bergson (1859-1941), al sociólogo y economista italiano Wilfredo Pareto (18431923): “profeta del fascismo”, al teórico francés del sindicalismo francés Georges Sorel (1847-1922), por realizar declaraciones que parecían simpatizar con Mussolini, pero que terminó condenando el fascismo. Pero todas estas apreciaciones son bien discutibles. Como escribe Ryan:39 “De hecho, el liberalismo conservador de Hegel era como mucho autoritario sólo en ocasiones: su insistencia en el imperio de la ley y en las garantías constitucionales para proteger los derechos privados lo apartaba en lo fundamental del nazismo. El desprecio que sentía Nietzsche por las pretensiones del Imperio Alemán es un claro signo de lo alejados que estaban sus ideales del nacionalsocialismo. Mientras que el fascismo italiano podía estar representado por (Giovanni) Gentile y el francés (Maurice) Barres (con un claro programa nacionalista extremo y antisemita: J.T.A.) y (Charles) Maurrás (‘la diosa Francia’ debería repudiar la Revolución Francesa y los basamentos de la República: J.T.A.), el nazismo intelectualmente estaba solo. Alfred Rosenberg (nacido en 1893 y ahorcado como criminal de guerra en octubre de 1946) era su único ‘filósofo’ y su obra más conocida, El mito del siglo XX (1930), es una confusa mezcla de ideas racistas y volkisch conectadas sin precisión en una historia de la cultura europea que pretende demostrar de un modo extravagante que todo lo valioso en la historia tiene un origen nórdico”. Sin embargo, esta opinión también debe ser matizada, ya que en el siglo XIX se desarrolló una amplia producción intelectual racista que tiene sus antecedentes en Johann Gottfried Herder (1744-1803), clérigo luterano y filósofo alemán “padre intelectual de la doctrina del nacionalismo que arraigó originalmente en Alemania, se extendió hacia el mundo eslavo y posteriormente hacia África y Asia” (R. Hausheer), cuyas ideas desembocaron a posterioridad en posiciones irracionales y desenfrenadas, como el racismo y el antisemitismo que predominaban en muchos ambientes culturales e intelectuales de principios del siglo XX. Sin embargo, el elemento más destacado delas teorías racistas durante el siglo XIX fue el intento de estudiar el alma a través del cuerpo (Z. Sternhell). Este autor afirma: “Fue precisamente entonces cuando dos ideas adquirieron gran aceptación en Europa: primera, la noción de que existían diferencias sicológicas Borja, 1998: 840. Lalande, 1991: 878. 39 Ryan 1986: 422. 37 38 )66( )66( Nación, Estado y Nacionalismo Violentista intrínsecas entre las diversas razas y, segunda, que sólo las personas que tenían una misma ‘sangre’ compartían la misma herencia cultural e intelectual. El surgimiento del nacionalismo ––que implicaba una búsqueda de criterios objetivos para la definición de colectividades nacionales y que concedía gran importancia a la historia y las lenguas nacionales–– así como la larga lucha contra la Revolución Francesa y la herencia racional de la Ilustración, contribuyeron a crear las condiciones en las que el racismo pudo desarrollarse y convertirse en la base de una teoría de la historia y en una fuerza política”. El gran sistematizador del pensamiento racista del siglo XIX fue el francés Arthur Conde de Gobineau, con su obra Essai sur l’inégalite des races humaines (Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas, 1853-1855), quien señalaba que había tres razas principales: la amarilla, la negra y la blanca. De estas la blanca era la raza superior porque tenía las virtudes del amor a la libertad y al honor y cultivaba la espiritualidad. En cambio, la negra era una raza sin inteligencia. Mientras que la amarilla era materialista, sin imaginación y con una lengua incapaz de expresar ideas metafísicas. Un pueblo para su realización debe mantenerse inmune a la mezcla con otras razas, para conservar su “vitalidad”. La raza germánica es según este aristócrata, la más alta variedad del tipo blanco, superior a todas las otras variedades de razas blancas. En la raza radican, de acuerdo a Gobineau, todos los valores (o disvalores) no sólo físicos sino espirituales. La desigualdad de razas es no solamente algo físico sino además espiritual.40 Si bien Gobineau condenaba la esclavitud y no era antisemita, su explicación de la historia universal, basada en una teoría racial, fue utilizada por el movimiento panalemán como marco conceptual para su nacionalismo y antisemitismo. Z. Sternhell41 sostiene que hubo dos pensadores que influyeron directamente en Hitler. El inglés germanizado Houston Stewart Chamberlien42 y el austriaco Otto Weimenger:43 “Charbeliem creía que los judíos representaban el mal absoluto, mientras que los alemanes eran el pueblo elegido. El destino de la civilización dependía de la lucha entre el ario y el semita. La victoria del judío significaría la destrucción de la civilización; la del ario el comienzo de una revolución espiritual, el final de la presente degeneración y el nacimiento de una nueva era”. Ferrater 1969, T. I: 762. Sternhell, Z. “Anthropologie et politique au tournant du siècle”, en L’Allemagne nazie et le génocide juif, París, Gallimard-Le Seuil, 1985. 42 Chamberlien, H.S. Die Grundlagen des XIX Jahrgunderts, 1899. 43 Weimenger, Otto. Geschlecht und charakter, 1903. 40 41 )67( )67( Sobre la Violencia En el caso del fascismo, L. Incisa lo define como “un sistema político que trata de llevar un encuadramiento unitario de una sociedad en crisis dentro de una dimensión dinámica y trágica, promoviendo la movilización de masas por medio de la identificación de las reivindicaciones sociales con las reivindicaciones nacionales”. Talcott Parsons describe al fascismo como una “reacción a la ideología de la racionalización de la sociedad”. La voz “fascista” proviene del latín fasces, nombre del haz de varas de olmo o de abedul atado con cinta roja que llevaban los lictores de la Antigua Roma cuando precedían a los magistrados; esas varas simbolizaban la unidad y la autoridad. (Wilkinson). El fascismo como fenómeno histórico paneuropeo se produce en tres dimensiones: como una ideología, como movimiento político y como forma de gobierno. En el caso de la ideología fascista, esta tiene antecedentes desde mediados del siglo XIX y principios del siglo XX, en pleno proceso de modernización europea, como una reacción intelectual contrarrevolucionaria que se produce contra el liberalismo. Es con la Primera Guerra Mundial y la gran crisis del capitalismo de los años treinta que se crean las condiciones sicológicas, sociológicas y económicas para la generación de movimientos fascistas. Si intentáramos una síntesis de la ideología fascista, ésta se encuentra caracterizada por ciertos elementos: i) creencia en que las masas necesitan de un mito para ser movilizadas, con un líder “superhombre”, en el que expresa y personifica el espíritu, la voluntad y las excelencias del pueblo, identificado con la nación; ii) un sistema capitalista dirigista y controlado, que signifique el control de la política sobre la economía, privilegiando el desarrollo de una industria nacional protegida favoreciendo a los capitalistas nativos, que desarrolle la solidaridad nacional; iii) creación de un Estado totalitario: “Nuestro Estado será un Estado totalitario al servicio de la integridad de la patria”, decía José Antonio Primo de Rivera, o lo que Benito Mussolini afirmaba: “Somos... un Estado que controla todas las fuerzas que actúan sobre la naturaleza. Controlamos las fuerzas económicas” y “todo dentro del Estado, nada en contra del Estado, nada fuera del Estado”. En tal sentido, el fascismo es una ideología totalitaria; iv) articulación de la relación entre el régimen fascista y las fuerzas productivas vía el corporativismo; v) marco ideológico ultrapatriótico, ultranacionalista y promilitarista. Mussolini en 1924 escribía: “Somos aristócratas y demócratas, revolucionarios y reaccionarios, proletarios y antiproletarios, pacifistas y antipacifistas. Nos basta con tener un solo punto de referencia: la nación”; vi) construcción de un nuevo hombre y de una sociedad, con un pueblo coherente unido, como afirmaba el fascista francés Marcial Deat: “El hombre total en la sociedad total, sin clases, sin postración, sin anarquía”; vii) la guerra es considerada como un instrumento de la acción política; viii) el fascismo es una ideología de crisis. Como afirmaba Max Weber, el fascismo “vive y lucha en una atmósfera de crisis”. “Todos los fascismos se consideran como el último recurso; todos están amenazados en un mundo hostil, en un estado de sitio en el que la autosuficiencia material e ideológica es la única )68( )68( Nación, Estado y Nacionalismo Violentista esperanza”; ix) el fascismo como una revuelta contra el positivismo (G. Gentile).44 Como movimiento político se manifiesta en un gran élan de técnicas de movilización de masas, con eslóganes de impacto emocional, los simbolismos y los rituales de las organizaciones paramilitares, los uniformes, los desfiles masivos y la parafernalia de los movimientos juveniles, manipulación de los medios de comunicación para afianzar el carisma y el poder del líder. El culto a la figura cuasi sagrada del líder, pieza clave de la liturgia fascista. Como forma de gobierno es un sistema totalitario que recurre al recurso de la violencia contra toda fuerza nacional o social centrífuga y conflictiva, en que el partido se identifica con el Estado, integrando las masas dentro del Estado nacional. En el caso de Italia, el régimen de Mussolini defendía el apoyo tácito de las fuerzas tradicionales y conservadoras, que las formaban la iglesia, la monarquía, los grandes terratenientes y los intereses capitalistas (Wilkinson). El Parlamento fue sustituido en 1939 por la Cámara de los Fascios y las corporaciones, y la militancia se encuadró dentro de la milicia voluntaria para la seguridad nacional. Anteriormente en 1927, con la Carta del lavoro (Carta del trabajo), los sindicatos de clase fueron sustituidos por un sistema corporativo dirigido por miembros del partido, y se subordinaba los intereses de los trabajadores y patronos “al progreso económico de la nación”. Las escuelas fueron utilizadas como centros de adoctrinamiento, exaltando los valores patrióticos y políticas del partido. Como concluye Zeller Sternhell: “El fascismo constituye uno de los mejores ejemplos de la unidad de pensamiento y acción”. Sin embargo, sería engañoso creer que el fascismo en sus nuevas expresiones, como el caso francés con el Front National, está condenado a pequeñas expresiones políticas, sino que ya luchan por cuotas de poder importantes, en la gran capacidad que han demostrado para explotar temores y prejuicios populares, como la hostilidad a los inmigrantes, los prejuicios raciales y religiosos, especialmente antiislámicos, latentes en países europeos, más aún en periodos de alto desempleo y recesión económica. El positivismo como vocablo es una contracción de “filosofía positiva”, nombre acuñado por Auguste Comte (1798-1857), filósofo francés de la política y pionero de la sociología. En sus diferentes formulaciones históricas, el positivismo se ha basado en dos postulados fundamentales: 1) todo conocimiento acerca de los hechos de la realidad está cimentado en los datos de la experiencia; 2) más allá del ámbito de los hechos se encuentra el de la lógica y las matemáticas, que en el positivismo lógico serían considerados ciencias formales puras. El positivismo rechaza totalmente la teología y la metafísica, en la medida que el orden que se afirme como trascendental no es susceptible de ser verificado o no por los datos de la realidad. Peter Halfpenny sostiene que: “La primera filosofía de la ciencia del positivismo lógico ha experimentado tantos cambios como intentos por resolver o superar sus problemas internos. Los científicos sociales han ignorado casi todos estos intentos, a excepción del de Popper, un antipositivista declarado a quien, sin embargo, sus críticos consideran un positivista. Ha sido particularmente aplaudido por presentar como alternativa a la verificación inductiva de las leyes su método hipotético-deductivo de conjeturar leyes en un primer momento e intentar refutarlas por medio de la prueba empírica después. Analistas políticos de corte empirista siguen este método cuando someten sus hipótesis a pruebas de significación”. 44 )69( )69( Sobre la Violencia En el siglo XXI, ¿tiene significado el concepto de los modernos sobre el Estado-nación? Resulta evidente que el creciente proceso de mundialización o globalización ha afectado el margen de maniobra de los Estados-nación y su proclamada autonomía, pero creemos que el nacionalismo no es una ideología que ha perecido con dicho proceso. La formación de estados supranacionales, como la Unión Europea, demuestra que no son incompatibles los procesos de existencia de los Estados-nación con los procesos de integración económica y política. El sentimiento de los franceses de pertenencia a la patria francesa, su sentido histórico de orgullo nacional, no es algo que haya cambiado con el euro o la interacción en múltiples dimensiones que se producen con alemanes, belgas, españoles o italianos. No necesariamente se observa una contradicción entre los estados nacionales (que quieren respeto a la dignidad e identidad de sus pueblos) y la creciente interacción entre culturas de diferente signo. Para situarlos en otros términos, la Sociedad-Planeta, especialmente la civilización Occidental (y sus subsistemas afines o de círculos concéntricos) ha ido construyendo por procesos de convergencia, de lo éticamente más aceptable y racional, valores universales en medio de culturas diferentes y particulares. La peruanidad, en este caso, no es algo opuesto a la mundialización de esos valores y de los procesos de interdependencia ––aunque desigual–– en la política, la economía, las finanzas y la posibilidad de institucionalidad de estados supranacionales. Si bien es cierto que hoy existe una soberanía relativa en relación con las ideas de las soberanías a la antigua o “manto de doctrinas de soberanías atrasadas”,45 en que los mecanismos y decisiones supranacionales, en algunos casos, desbordan la toma de decisiones del Estadonación. Y que un nuevo tipo de intervencionismo se va imponiendo en los hechos de parte del país más poderoso del planeta: los Estados Unidos (que tiene un resonante nacionalismo). Stephen Steclman define el nuevo intervencionismo estadounidense como: “Son los que ven con malos ojos el principio de autodeterminación de los pueblos. Ven, en la soberanía de las naciones, un demonio oscuro que conspira” contra su concepción de lo que deberían ser los países de otras civilizaciones en términos políticos, económicos y de valores democráticos y humanistas.46 Un ejemplo de esta forma de intervencionismo en el 2003 ha sido Irak, y seguramente no será el único. En el que los argumentos expuestos como justificatorios de la intervención pueden o no tener validez, sino que lo significativo y sustancial era derrocar a un régimen político, en el ejemplo citado. Dror, Jehezkel, “Liderazgo político visionario: sobre cómo mejorar un requisito arriesgado”. Tomado de International Political Review, Vol. 9, No 1, 1988, traducción Fundación Friedrich Ebert, Lima, 1993. 46 Cit. en Tudela, Francisco. “Los nuevos intervencionistas”, El Suplemento, Expreso, Lima, 6 junio 1993. 45 )70( )70( Nación, Estado y Nacionalismo Violentista Desde otra perspectiva es evidente que la existencia de los estados-nación es un obstáculo al libre mercado único mundializado, porque pugnan por mantener un margen de maniobra política. Por eso las críticas de autores como Ulrich Beck ,47 que se han desarrollado frente al globalismo como ideología neoliberal del absoluto dominio del mercado mundial sobre cualquier otro aspecto democrático y cultural, y a la globalización como ideología y nuevo paradigma autorregulador de un proceso de crecimiento asegurado sobre la base del libre mercado. Esta construcción ideológica nos plantea que la economía sólo debe ser regulada por ella misma; el laissez faire globalizado por las multinacionales, los bancos, las compañías de colocación de fondos de inversiones, los bufetes de abogados y las agencias de rating. El sugerente filósofo y sociólogo alemán Beck nos dice que la globalización debe ser tratada como referencia esencial de la modernidad reflexiva, como fase y paso determinante del Estado-nación propio de la primera modernidad industrial a una sociedad más abierta a las nuevas formas de vida democráticas, a la invención, que corresponderían a una segunda modernidad, que sea capaz de generar un Estado transnacional con la capacidad suficiente de darle un contenido racional al globalismo, es decir la globalidad como proceso irreversible, multidimensional, policéntrico, contingente y con un componente básico de gobernabilidad. Este es y será el desafío de la humanidad en la era virtual, del infocapitalismo, el conocimiento y las tecnologías de información, donde la globalización hasta la fecha ha producido ganadores y perdedores, países globalizantes y globalizados, en el que uno de los grandes retos es también asegurar la equidad planetaria.48 Javier Tantaleán Arbulú Coordinador académico de nuestra Maestría de Gobernalidad. Ingeniero civil por la UNI, licenciado en Economía en Lovaina, magister en el Centro Universitario de Amberes, doctor en París IV, la Sorbona, y en la Universidad de Grenoble. Ha sido profesor de postgrado y pregrado de la Universidad Nacional de Ingenieria, Universidad de Lima, San Marcos, Federico Villareal, Continental de Huancayo. Fue consultor del BID-PNUD en Armenia, Georgia, Chile, Paraguay, República Dominicana y Perú. Fue jefe con rango de ministro del Instituto Nacional de Planificación del Perú. Fue Embajador ante la FAO. Ha escrito diversos libros, Emprendedores populares. Diálogo con Pablo Macera, Lima, IDESI, 2001. Su obra científica suele atravesar las disciplinas académicas y de ahí su monumental Pirv, Espacio, economía y poder, 12000 ac a 1572 dc, Tres tomos, Fondo Editorial del Congreso, Lima, 2002, vasto esfuerzo comparativo de civilizaciones andinas que llega a las l466 páginas, con innumerables cuadros de cotejo y que es obra de decenios de dedicación de su autor. De necesaria lectura para saber no solamente qué es nuestra historia sino qué han dicho los mejores historiadores nacionales y “peruanistas” y diversas escuelas de interpretación sobre la misma. 47 48 Beck, Ulrich. ¿Qué es la globalización?, Barcelona, Paidós, 1998. Streeten, Paul. ¿Quién gana y quién pierde con la globalización?, Washington, BID, 1996. )71( )71(