Fiorella Fenoglio Agustín R. Vázquez Introducción La Sexta Declaración de la Selva Lacandona (SDSL) —emitida por el EZLN en el año 2005— define cuatro ejes o ruedas que caracterizan al modo de producción capitalista: explotación, despojo, represión y desprecio. A tres años y medio de la convocatoria dirigida a los trabajadores del campo y la ciudad, se realizó —a finales de diciembre del año 2008 y principios del año 2009— el Primer Festival Mundial de la Digna Rabia con el objetivo de que se encontraran las luchas nacionales e internacionales de los adherentes a la SDSL y de otros colectivos y organizaciones no adherentes que están luchando. A lo largo del encuentro, algunas de las organizaciones y colectivos asistentes ofrecieron el diagnóstico sobre el modus operandi del capitalismo y sus efectos sobre las condiciones de vida de millones de personas. Además, algunas de ellas presentaron los modos y formas que han creado para tratar de cambiar y superar este modo de producción, el cual no ha sido el único —ni lo será— en la historia de la humanidad. En este artículo se plasma la palabra de las y los participantes y ponentes de la mesa “Las cuatro ruedas del capitalismo: Explotación”. La explotación es la relación social que define la condición estructural del capitalismo y —a pesar de su ocultamiento en los discursos gubernamentales y académicos y de la amnesia que promueve la supuesta izquierda institucional— se ha acrecentado a partir de la ampliación del mercado mundial de fuerza de trabajo, resultado de la incorporación de trabajadores de Europa del Este y China y por las condiciones de vida actuales de la clase trabajadora1. Primero, nos enfocaremos en una de las caras de la explotación: la maquila, que es la expresión carcelaria de las condiciones de reproducción de los trabajadores de nuestro tiempo. Desde hace dos décadas, la maquila se ha convertido en la forma dominante de organización del trabajo que viven los proletarios del sur social de la nueva geografía que ha configurado el capitalismo y que —en el caso concreto de México— se inaugura con la operación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Cerraremos el artículo con algunas reflexiones en torno al sindicalismo, expresadas por los participantes de la mesa. 15 Explotación “Nosotras no entendemos cómo en la sociedad se prohíbe el aborto, mientras en las maquilas se dan cientos de casos donde las mujeres abortan debido a los químicos que manejamos”. (Coalición por Justicia en las Maquiladoras- Tamaulipas) La explotación se vive de manera cotidiana por todos aquellos que son trabajadores del campo, la ciudad y el mar al no ser los propietarios de los medios de producción con los cuales se transforman las materias primas en mercancías que serán vendidas en el mercado. La ganancia del propietario de los medios de producción —el capitalista o burgués— proviene de aquella parte del tiempo de trabajo que le entregan los trabajadores durante la jornada de trabajo y que no les es retribuida. Esta parte del trabajo que el capitalista se apropia se convierte en plusvalía. Como los capitalistas nunca sacian su sed de ganancias, han buscado diferentes mecanismos para obtener cada vez más. Como por ejemplo, combinar la intensificación de la producción con el alargamiento de la jornada de trabajo. Las trabajadoras de la maquila viven este mecanismo de extracción del plusvalor en su forma más extrema. Su jornada de trabajo oscila entre las doce y las catorce horas diarias, durante las cuales están bajo constante vigilancia y observación por parte de supervisores o celadores, quienes se encargan de asegurar que las trabajadoras no descansen ni un momento, 16 obligándolas a operar a ritmos continuos, transformándolas más en máquinas que en trabajadoras. Las experiencias narradas por las compañeras de la Coalición por Justicia en las Maquiladoras (CJM) —organización trinacional que, cuyos centros de lucha, en México, se ubican en la ciudad de Tijuana y en las ciudades fronterizas de Tamaulipas, y que laboran en fábricas propiedad de corporativos trasnacionales como Sanyo, LG, Safe-Key System, entre otras— son ejemplo claro de este tipo de explotación. La compañera Reyes Edelmira Rodríguez Hernández nos explica: “Somos tratados como máquinas, ya nuestro cerebro va encaminado a que me levanto todos los días a las seis de la mañana para ir a trabajar, me conecto doce horas a una máquina, y ni siquiera puedo ir al baño porque tengo que terminar la producción, si no, no me dejan salir hasta que termine”. Para asegurar el ritmo continuo del trabajo, en las fábricas se imponen normas de comportamiento que, de no ser acatadas, implican el despido de los trabajadores, y con ello, la imposibilidad de vivir y llevar el sustento a la familia. Con esas normas de comportamiento el ambiente de trabajo en las maquiladoras es más terrible que una cárcel, pues —nos comparte un trabajador de Tijuana— “en la cárcel te pasas la mayor parte del tiempo en una celda de 3 por 2.5 metros. En la maquila, te pasas la mayor parte del tiempo en un espacio de 1.5 por 1.5 metros. En la cárcel, la celda tiene una ventana pequeña al exterior y ventilación natural, en la maquila no tienes ventanas al exterior y el aire está contaminado. En la cárcel, te dan tres comidas al día, en la maquila tienes 30 minutos para salir a comer, pagas por ello y es tan mala como la de la cárcel. En la cárcel, nadie te molesta por fumar, en la maquila sólo puedes fumar a la hora de la comida y tienes que escoger entre comer o fumar”. Continúa el compañero: “En la cárcel, la pena se acorta por buen comportamiento, en la maquila, si te comportas bien, te premian con más trabajo. En la cárcel, el guardia te abre y cierra las puertas a tu paso, en la maquila tienes que ir abriendo y cerrando las puertas con tarjetas de seguridad. En la cárcel, nadie te molesta porque veas TV o leas un libro, en la maquila no hay TV y si lees un libro te despiden. En la cárcel, no tienes que pedir permiso para ir al baño, tienes tu propio excusado y te tardas lo que te plazca, en la maquila tienes que pedir permiso para hacer tus necesidades fisiológicas, si te dan permiso, tienes cinco minutos para regresar a tu puesto de trabajo, y compartes el excusado con cientos de personas. En la cárcel, permiten que te visiten tus amigos y familiares dos veces por semana, en la maquila ni siquiera puedes hablar por teléfono con ellos. En la cárcel, tus gastos los pagan los contribuyentes y nadie te obliga a trabajar, en la maquila tienes que pagar todos los gastos por ir a trabajar y además te descuentan impuestos. En la cárcel, los custodios por lo general son unos sádicos, en la maquila se llaman gerentes y supervisores”. Este encierro diseñado por los capitalistas, con el fin de acrecentar su plusvalía y ganancia, lo comparten todas y todos los trabajadores del mundo. El Colectivo de Trabajadores Exiliados Iraníes comenta que, en 2008, los capitalistas propietarios de ingenios dejaron a más de 5 mil trabajadores, de la región sur de Irán, sin paga. Explican que, en ese país, los trabajadores se ven obligados a vender su fuerza de trabajo a dos o más patrones. Tal es el nivel de explotación que algunos han optado por el suicidio. Por su parte, el Frente Zapatista Sudcaliforniano, de Baja California Sur, explica que, en Santa Rosalía, 99 obreras de una empresa maquiladora de calamar fueron despedidas por el hecho de querer organizarse. Desde entonces, ellas luchan por su indemnización. Al igual que las trabajadoras de Tijuana, las trabajadoras de la maquila del mar tienen jornadas de trabajo de 12 horas, en la cual se repiten las formas de control y disciplina: prohibido ir al baño y permanentes violaciones a sus derechos laborales. Explican que a cada trabajador le pagaban por un kilo de calamar entre treinta y cincuenta centavos, mientras que en el mercado asiático —cuyo volumen consumido proviene en un noventa por ciento de las costas de Baja California— se vende en 14 pesos el kilogramo. Quienes explotan a estas trabajadoras de la maquila del calamar son capitalistas de nacionalidad coreana y china, cuyos países son presentados — en círculos académicos y periodísticos— como la verdadera alternativa de modelo a seguir para los países latinoamericanos. Incluso China —a juicio de un periodista— forma parte de un bloque contra el mal de nuestro tiempo: la hegemonía norteamericana. Esta visión antiimperialista de los tontos2 a las trabajadoras de la maquila no les representa nada, ya que es claro que los capitalistas son iguales, no importando su nacionalidad. El mal es el capitalismo. Los miembros de la Cooperativa de Trabajadores Democráticos de Occidente, de El Salto, Jalisco — que se convirtió de ser el Sindicato de Euzkadi, en una cooperativa, hoy ya con el 50 por ciento de los medios de producción, de la fábrica, en propiedad de los propios trabajadores—, cuentan que ellos padecieron el ser trabajadores del hombre más rico del mundo, que es Carlos Slim Helú. “Ya que la planta —no solamente la fábrica de Euzkadi, de llantas, sino también la planta de General Tire, de San Luis Potosí— fue adquirida por este empresario voraz. Con ello, Carlos Slim Helú adquirió cuando menos el 40 por ciento del control de la producción de llantas en México. Que fue lo que le vendió a la Continental, en 1987. Cuando llega la Continental, pretende imponer un agresivo paquete de productividad, que incluía el alargamiento de la jornada de ocho horas a doce horas diarias”. El alargamiento de la jornada de trabajo no tiene exclusividad. En Europa —continente que se precia por haber conquistado derechos para la clase obrera—, los intereses capitalistas no se quedan atrás. La Confederación General de Trabajadores (CGT), del Estado Español, nos dice que el actual gobierno español —encabezado por José Luis Rodríguez Zapatero, del Partido Socialista Obrero Español (PSOE)— tiene entre sus objetivos reestablecer en la Constitución de dicho país la jornada de trabajo semanal en 65 horas. La reducción de la jornada de trabajo, conquista de la clase trabajadora, está siendo atacada por los capitalistas, apoyados en los gobiernos de derecha o de izquierda, da igual. Como ejemplos, tenemos el régimen “comunista” de China y el actual gobierno de la Ciudad de México —encabezado por Marcelo Ebrard—, que se vanagloria de apoyar a los jóvenes en sus estudios a través de “becas”, pero, a cambio, los jóvenes —de entre 14 y 17 años— deben trabajar en los servicios públicos los fines de semana. 17 Otra forma de ampliar la parte del trabajo que se apropia el capitalista sin pagar por ella, es mediante la subcontratación. Un trabajador de la Volkswagen (VW), empresa alemana productora de automóviles, describe que en esta industria muchos de los procesos de trabajo que antes se realizaban al interior de la empresa, se han transferido a empresas más pequeñas, cuya nacionalidad es múltiple y cambiante con el tiempo. Con esta fragmentación y deslocalización de los procesos de trabajo se reducen los costos directos e indirectos de la producción, lo que resulta en una mayor ganancia para los capitalistas. Estas empresas proveedoras tienen contratos laborales similares a las maquiladoras, ya que los trabajadores no cuentan con prestaciones sociales, derechos de antigüedad y, para colmo, el pequeño monto de ahorro de los trabajadores se utiliza como fuente de financiamiento de los corporativos a través de títulos accionarios. El trabajador de la VW explica que los trabajadores de dichas empresas proveedoras están sujetos a despidos continuos, ya que la empresa les solicita a estos trabajadores que cedan su antigüedad a cambio de ser recontratados por la empresa. El temor al desempleo se ha convertido en un arma de la clase capitalista. Ahora, su principal arma es el contrato laboral conocido como outsourcing y que es el esquema común al que pueden aspirar quienes acceden al actual mercado de trabajo. Representa el nuevo contrato laboral de trabajadores calificados y semicalificados que laboran en empresas y en el sector público. Es también el único esquema de contratación laboral que se les impone a las trabajadoras de limpieza de los rascacielos de las principales ciudades de los Estados Unidos, tal y como nos cuenta Valery, de la Campaña Justice for Janitors. Esta pulverización de los derechos laborales —a través de contratos laborales negociados en lo individual— se agrava con el peso de un ejército industrial de reserva que imposibilita la capacidad de negociación de la fuerza de trabajo por derechos laborales; lo cual ha permitido que la burguesía desprecie la vida de la clase trabajadora al desaparecer el pago de servicios de salud por parte de las empresas. Un trágico ejemplo nos lo muestran los trabajadores de la Cooperativa de Trabajadores Democráticos de Occidente quienes explican que una de las estrategias empleadas por la 18 empresa Continental Tire, para intentar doblegar la huelga que sostuvieron por mil 141 días, fue suprimir el derecho a la salud de los compañeros huelguistas. Como resultado, murieron cuatro compañeros. Las compañeras de la Colectiva Feminista Binacional y de la CJM reafirman que no sólo son explotadas, sino que su vida peligra por trabajar en las maquiladoras, ya que el ritmo de trabajo repetitivo durante más de doce horas, el ruido de las fábricas y los materiales con los cuales desempeñan su trabajo tienden a deteriorar su salud, lo que ha provocado abortos y diversas enfermedades. Además, agreguemos a la ecuación el hecho de que no cuentan con equipo de seguridad industrial, lo que incrementa los riesgos de accidentes laborales. Como ejemplo, la Colectiva Feminista Binacional expone la historia de Eva Baylón de la Cruz —mujer de 30 años, con tres hijos—, quien perdió un ojo mientras trabajaba para la empresa Sanyo, porque no contaba con equipo de seguridad. Sanyo, una empresa que obtiene millones de dólares anuales por la venta de sus mercancías, pero que no gasta un peso en la compra de equipo de seguridad industrial. Igualmente, las trabajadoras de la maquila del calamar expresan que debido a la imposición de jornadas de trabajo extenuantes, además de que tenían que trabajar jornadas nocturnas, muchas de ellas se veían en la necesidad de recurrir al uso de drogas para aguantar la jornada, afectando así paulatinamente su salud. Israel Monroy —de la CJM— expone que “los trabajadores de Custom Trim —en Matamoros—, desde el año de 1997, luchan por mejorar sus condiciones de trabajo y denuncian a nivel internacional los daños a la salud que presentaban en los trabajadores, denunciando también la complicidad de los gobiernos municipales, sentando así un precedente en la primera queja internacional en los Acuerdos de Cooperación Laboral de América del Norte, denunciando al gobierno mexicano por permitir los daños a la salud de los trabajadores de Custom Trim”. El capitalismo no sólo explota organizando el encierro, sino que en ese encierro la vida de quienes producen se expone a la muerte en aras de que unos cuantos —los llamados capitalistas, los que viven a costa del trabajo de los demás— ganen más y más dinero. Sin importar el rastro de muerte, enfermedad y dolor que dejen a su paso. Sindicalismo Los participantes y ponentes en la mesa de explotación durante el Primer Festival Mundial de la Digna Rabia coinciden en señalar que el sindicalismo —como forma de organización de los trabajadores para la defensa de sus derechos y para su liberación como clase explotada y oprimida— está en crisis. Los sindicatos se convirtieron en un entramado de burocracias vinculadas a la patronal y al Estado. Han dejado de luchar por los intereses de los trabajadores, para dar paso al enriquecimiento de unos cuantos parásitos, instalados en las cúpulas. Considerados como una excepción en la historia del sindicalismo, la Cooperativa de Trabajadores Democráticos de Occidente —para quienes el sindicalismo en México se caracteriza por la constante dependencia entre la clase obrera y el Estado— cuestiona que la figura sindical baste para alcanzar la liberación de los trabajadores del yugo del capital, ya que el charrismo —como figura representativa del sindicato— ha trasladado la relación gobernante-gobernado, del Estado al interior de la organización de los trabajadores. “El medio sindical está totalmente prostituido entre los sindicatos corporativos, la CTM, la CROC y todos estos sindicatos que han servido solamente para explotar, o ayudarle a los patrones a explotar a los trabajadores. O esto que está apareciendo en las maquiladoras, que son los sindicatos de protección, que no existen. O sea, que son sindicatos blancos que se dedican a controlar y a reprimir a los trabajadores”. Como evidencia de ello, tenemos a los compañeros de la CJM de Tijuana, quienes han vivido en carne propia el uso del sindicalismo como mecanismo represor. Esta Coalición explica que en las maquiladoras los sindicatos se han convertido en sindicatos blancos que sirven para amedrentar y golpear las demandas de las trabajadoras de las maquilas. En Irán —por otro lado—, los sindicatos se han convertido en organizaciones que golpean y reprimen a trabajadores que se organizan con formas y en espacios distintos a las reconocidas por el Estado. Son una especie de contenedores de la rabia e indignación por libertad económica que las trabajadoras y trabajadores exigen. Así, el sindicalismo reconocido por el Estado opera como arma para impedir la unión de la clase trabajadora. Un compañero trabajador de VW explica que “otra forma de control de los trabajadores ha sido negociar con las dirigencias sindicales corruptas, para tener unos estatutos, a modo, que rijan la vida interna de los sindicatos. Que no haya una educación, preparación y concientización de la defensa de los derechos de los trabajadores mediante la organización. Y se favorece a las dirigencias para no tener una clara transparencia del manejo de los recursos económicos y para reelegirse”. Esta crisis, generada por la práctica política al interior de los sindicatos, también se explica por la alteración de la composición técnica de la clase trabajadora, en la producción de mercancías de las últimas tres décadas. Valery —participante de la campaña Justice for Janitors— considera que el grueso de la clase trabajadora actual se encuentra en el trabajo de servicios. Este sector nació con una clase trabajadora que se integró a la explotación y subordinación hacia el capital sin posibilidades de negociar contratos laborales que impidieran la imposición unilateral de los propietarios de los medios de trabajo. Por ello, la campaña Justice for Janitors pretende construir nuevas formas de organización de la clase trabajadora para limitar el poder de la política laboral del actual capitalismo. Esa forma de organización —a diferencia del pasado que sólo inte- 19 graba a los gremios— se fortalece ahora con la participación de los trabajadores de limpieza directamente involucrados, así como con la activa participación de los miembros de la familia de la trabajadora, gente de los barrios y comunidades. Por su parte, el compañero trabajador de la VW señala que “la división en el sindicalismo por el control de sus dirigencias sobre sus representados, son pruebas contundentes de que el sindicalismo no tendrá la posibilidad de impulsar —en el corto plazo— un cambio social. Los trabajadores más honestos de los diversos sectores tendrán que aprender a organizarse fuera de sus sindicatos. Solamente de esta manera podrá surgir, de manera honesta, la unidad de la clase trabajadora. Las direcciones longevas no tienen visión ni necesidad de cambios, los aspirantes a la dirigencia tampoco pretenden hacer algo extraordinario. Cuando los aspirantes pretenden democratizar los sindicatos, o es un farsante o es un ingenuo, menosprecia el control gubernamental sobre las instituciones laborales, el acceso a la democracia sindical está bloqueado. Nuestro tiempo es de la mutilación, a través de las reformas legislativas. Ningún trámite legal es vía para restituir el derecho mutilado”. En este sentido, la CGT del Estado Español —organización que posee una trayectoria de independencia con relación a la figura estatal— reconoce que su forma de organización y lucha debe transformarse, siendo uno de sus actuales ejes: construir “estrategias de lucha para oponerse, inmediatamente, a la discriminación contra los trabajadores inmigrantes y su detención. Es necesario acabar con los Centros de Internamiento en Europa —verdaderos homólogos del Guantánamo que tiene Estados Unidos—, donde se detienen a trabajadores inmigrantes y donde se encuentra todo oscuro, donde no se sabe las condiciones que atraviesan durante ese encierro”. El sindicalismo representa una especie de enajenación de la clase trabajadora porque la burocracia desprendida de esta clase sustituyó al conjunto de la clase trabajadora. Esa dirigencia se convirtió en el especialista o profesional de la liberación de los trabajadores cuando, en realidad, sólo como conjunto la clase trabajadora podrá liberarse. Un conjunto que ya no sólo se encuentra en la clase obrera de la industria, sino se constituye por el jornalero agrícola, por la y el trabajador de servicios, por el trabajador informal, 20 por los y las sin papeles o inmigrantes, por todos los y las trabajadoras del campo y de la ciudad. La crisis actual: el capitalismo —por sí mismo— no se derrumba ni se reforma Mientras exista explotación, despojo, represión y desprecio seguirá existiendo el Capitalismo. (Sexta Declaración de la Selva Lacandona) En el Primer Festival Mundial de la Digna Rabia, las y los trabajadores presentaron distintos diagnósticos sobre las actuales condiciones de los trabajadores del campo, la ciudad y el mar. En ellos, la mención a la actual crisis de la economía mundial fue un tema recurrente. Todos coinciden en señalar la necesidad de prepararse y organizar alternativas a este modo de producción, ya que se sabe —por experiencia propia de las crisis previas— que los costos recaerán sobre las trabajadoras y los trabajadores. Un compañero trabajador de la empresa italiana FIAT nos dice: “No hay tiempo que perder en esta crisis de sobreproducción. Los obreros ya están en la miseria. Tenemos la oportunidad de superar la crisis ahora. El capitalismo ya no tiene la capacidad de absorber a todos los trabajadores en la industria y, por lo tanto, los trabajadores están en la miseria. En el borde de la subsistencia, donde las clases medias están perdiendo privilegios”. Por su parte, la CGT del Estado Español señala que esta crisis es profunda —ya que no sólo es económica—, el modelo de desarrollo como tal se encuentra en crisis porque también asistimos a una crisis política, social y ecológica. Por lo tanto, las ideas de reformismo que pretenden señalar que existe un capitalismo bueno (el industrial) y uno malo (el financiero) son una tramposa dicotomía planteada por los defensores de la propiedad privada y el Estado. Tramposa y falsa esa dicotomía porque Carlos Slim así como es dueño de empresas que manufacturan, también es dueño de empresas de servicios (como Sanborns y, en el pasado, de parte de Televisa). La familia Hank es dueña de empresas manufactureras de automóviles y de corporativos financieros; la familia Bush es dueña de partes de la industria petrolera, y es propietaria de participaciones en corporativos financieros. En este sentido, el trabajador de FIAT alerta que “los obreros no deben enfrentar la crisis con la ilusión de ver un capitalismo reformado, ni siquiera gestionado con normas transparentes. El capital financiero ha destruido al obrero y el capitalismo industrial también”. ¿Y si el bloque BRIC4 gana la hegemonía del sistema mundial? No es necesario esperar hasta su triunfo para saber lo que le espera al proletariado, basta asomarse a las favelas de las ciudades de Brasil; preguntarle a los mineros rusos sobre su jornada de trabajo y si se cumplen las condiciones mínimas de seguridad industrial; asomarse a las maquiladoras de la India o aproximarse a lo que es harto sabido: en China el trabajo es esclavo. Entonces ¿qué hacer si la crisis agudizara el encierro de las trabajadoras y trabajadores del campo, de la ciudad y del mar? ¿Si se incrementara el despojo de recursos naturales? ¿Si el desempleo y el trabajo informal aumentaran? ¿Dónde están las puertas y ventanas para salir del encierro? Algunas de las respuestas propuestas se encontrarán en un siguiente escrito —en el próximo número de Rebeldía—, sólo adelantamos que esas puertas y ventanas están en la lucha y organización del nosotros, del nosotras, las y los de abajo y a la izquierda. Además de compartir las medidas que utiliza el capitalismo para explotarlos —como la intensificación del proceso de trabajo, el alargamiento de la jornada de trabajo, medidas disciplinarias excesivas, contratos laborales sin prestaciones sociales y el reconocimiento de superar la forma de organización y lucha contra el capital conocida hasta ahora—, las y los trabajadores reconocen que las condiciones de pauperización de la clase trabajadora los acerca a quienes ya han sido excluidos del sistema económico: los desempleados y las y los trabajadores informales. A partir de este diagnóstico presentado en el Primer Festival Mundial de la Digna Rabia, se visualiza que las y los de abajo comparten con los y las de más abajo una tendencia en común: encontrarse y reconocerse para salir del encierro capitalista, y luchar por la preservación de la vida con justicia, democracia y libertad. Notas: 1. Para un análisis cuantitativo de las condiciones de vida de la clase trabajadora en México en los últimos años ver el artículo del Centro de Análisis Multidisciplinario (CAM), de la Facultad de Economía de la UNAM. Publicado en la Revista Rebeldía no. 61. 2. Expresión acuñada por Sergio Rodríguez Lascano durante su ponencia en el Primer Festival Mundial de la Digna Rabia, 4 de enero 2009. 3. El supuesto bloque antiimperialista conformado por Brasil, Rusia, India y China que se caracteriza por contar con una “activa” intervención del Estado en la economía es el intento de reeditar la tesis de “la autonomía relativa del Estado”, cuyo fin en el marco capitalista es: aumentar la acumulación del capital, o sea, explotar y controlar a la clase trabajadora. 21