I ENCUENTRO INTERNACIONAL DE EDUCACIÓN Espacios de investigación y divulgación. 29, 30 y 31 de octubre de 2014 NEES - Facultad de Ciencias Humanas – UNCPBA Tandil – Argentina I.1 Políticas universitarias, instituciones y territorios Universidad y territorios: ¿nuevas políticas de ruptura con la hegemonía neoliberal? Baigorria, María Silvina sbaigorria@hum.unrc.edu.ar Acosta, Claudio Cesar cacosta@hum.unrc.edu.ar Universidad Nacional de Río Cuarto - Argentina Introducción El devenir de los procesos estructurales en términos globales marcó un horizonte claro y preciso, la modificación de la relación Estado - Educación Superior desde la re-definición de las estructuras que regulan la producción y circulación del conocimiento en la economía global. Las políticas educativas neoliberales se implementaron en un contexto de constante disputa y negociación entre las presiones externas, la adecuación a los nuevos lineamientos y las posiciones ético-políticas de trabajadores, estudiantes, intelectuales que resistieron conformando un campo de oposición crítica al neoliberalismo. La hegemonía neoliberal fue encontrando lugar en el campo académico, sobre un asidero en donde las culturas previas no desaparecieron. Más bien se dio lugar a luchas y conflictos político-ideológicos sobre los sentidos de la universidad pública contraponiendo los parámetros de mercado a los profundos sentidos de democratización y de transformación social identitarios de nuestra historia de universidad pública. Existe en la actualidad cierto consenso en relación a la pérdida de la hegemonía neoliberal, o por lo menos en aceptar la coexistencia de tendencias opuestas, algunas de continuidad y otras de ciertas rupturas en relación a la década de los años 90. Este trabajo intentará transitar y problematizar algunas de estas tendencias que, por supuesto se dan en marcos institucionales complejos y contradictorios. ¿Es posible avizorar en las políticas educativas en educación superior estas tendencias opuestas? ¿Cuáles serían las líneas que permitirían marcar algún nivel de ruptura con la hegemonía neoliberal? ¿Las actuales experiencias y prácticas de vinculación el territorio permiten señalar una nueva tendencia en las políticas educativas universitarias? Estos interrogantes se dan en un contexto regional latinoamericano de variados y diversos procesos de lucha social instituyentes y antagonistas al orden existente. Podemos advertir que este debate conlleva variadísimas experiencias sociales que son parte de la luchas emancipatorias, en este sentido incluimos la lucha por la producción, apropiación y circulación del conocimiento como bien público. Hoy se han abierto nuevas instancias de vinculación entre universidad y territorios que promueven una recíproca relación entre universidad y movimientos /organizaciones sociales; apertura que posibilita 2 se repiensen los sentidos de la propia institución, los procesos de democratización del conocimiento, la re-significación de las políticas de vinculación, la creación de espacios institucionales de participación comunitaria, la curricularización de la extensión, las prácticas socio-comunitarias, entre otros. Desde el área de Sociología de la Educación consideramos que la docencia debe estar dialécticamente relacionada con la extensión universitaria, relación que remite al sentido de la praxis en la perspectiva de la Educación popular desde un anclaje con los territorios, a través de prácticas que re-definan los sentidos mismos del quehacer universitario. De esta manera, este trabajo presenta líneas de discusión y análisis a partir de experiencias de formación y vinculación social. No es ésta la presentación de una experiencia, sino la discusión de cómo este tipo de prácticas se inscriben en políticas institucionales de diferentes órdenes, en conjunción con las estrategias de construcción de poder popular propias de los movimientos y organizaciones sociales. De esta manera estamos pensando en la formación no sólo de profesionales, sino de sujetos sociales comprometidos con las problemáticas de su tiempo, con un ineludible sentido de responsabilidad social. Se trata también de superar las fragmentaciones existentes presentes en la formación universitaria, disociación entre teoría y práctica, entre reflexión y acción, entre los contenidos disciplinares y las dimensiones de abordajes, etc. Y promover – considerado un desafío- un trabajo permanente de reflexión crítica del para qué de las propuestas de vinculación, formación e investigación en la Universidad. La universidad en la hegemonía neoliberal Según De Sousa Santos (2001) el proyecto global económico ha transformado la forma de concebir el bien público de la Universidad, convirtiéndolo en un amplio campo de valorización del capitalismo educativo. Desde esta perspectiva, las mejores posiciones para la competitividad serían facilitadas por la “responsabilidad” que las universidades deberán asumir en la producción de conocimiento disponible para las necesidades del mercado. 3 Estos cambios en los sentidos de las universidades en Latino América y en Argentina en particular significaron por un lado un profundo proceso de metamorfosis estructural en el ámbito de la producción y por otro, punto de partida de una serie de políticas de corte neoliberal en la esfera de lo económico, como en lo político institucional. La hegemonía neoliberal se tradujo en la universidad como gerenciamiento, eficienticismo, privatización y desfinanciamiento, procesos que han impactado y gravitado hasta en los mismos sentidos de la universidad pública. Se generaron mecanismos de articulación entre las necesidades del capital transnacional y los espacios de producción del conocimiento lo que favoreció a una creciente mercantilización de la educación superior. Es muestra clara por ejemplo el aumento de la participación/incidencia del capital privado en las universidades, convertido en un actor importante a la hora de direccionar las políticas de investigación, docencia y extensión universitaria. El conocimiento se convirtió entonces en una de las claves de acumulación capitalista facilitado por un mercado trasnacional. “La activa venta de servicios crea un entorno institucional empresario…provee de financiamiento pero…se cuelga de las necesidades del capital u organismo que lo financia y con ello el condicionamiento político y tecnológico en las orientaciones de investigación y también pedagógicas…los mecanismos de mercado apuntan a debilitar la democracia interna y a generar un único compromiso de las universidades: el mercado de trabajo y las instituciones que financian, sean públicas o privadas, pero gobernadas por los intereses del capital”(Cardelli,J. 2008: 55,56). Según el sociólogo portugués la trasnacionalización universitaria es un pilar del proyecto neoliberal que convirtió a la universidades en servicios de mercado en consonancia con la reducción de financiamiento público, la liberalización de intercambios comerciales, y la revolución de las tecnologías de la información. En este sentido la geopolítica del saber y del poder divide al mundo en países consumidores del conocimiento producido por los países hegemónicos quienes a través de sus dispositivos institucionales político-económicos reasignan a las instituciones universitarias de la “periferia” una función económica para capacitar los recursos humanos funcionales al modelo vigente. Se caminó a favor de un proceso de desestructuración de la universidad “moderna” -aquélla que nos sacaría del subdesarrollo-, y cuyos “fracasos” estaban a la vista. De este 4 modo la universidad debía ser reconvertida en un emergente y “jugoso” mercado educativo “que configuró un marco de acumulación primitiva por parte del sector privado universitario a costa del sector público” (Sousa Santos, B. 2005: 25). Fue así que el proceso de mercantilización del conocimiento se dio en el marco de mercantilización del espacio social en general, abarcando la totalidad de las relaciones sociales. Las modificaciones- transformaciones al interior de la Universidad fueron bien palpables: políticas institucionales, cultura y vida académica, identidad universitaria se fueron reestructurando al compás de la dinámica señalada. El horizonte visible era una institución de gestión eficiente, dinámica en la toma de sus decisiones, libre de obstáculos para agilizar acciones, más integrada a los requerimientos de la estructura económica, que compitiese con otras instituciones, pues la universidad pública (tal como la conocíamos) “había perdido” –desde la visión dominante- la centralidad y hegemonía en la producción del conocimiento. El paquete de privatización implicó una combinación entre presiones del Mercado y mayores controles del Estado. De esta combinación resultó un modelo de Universidad heterónoma comercial y controlada (Naidorf, J.) dando lugar a un modelo de heteronomía sujeta al control externo y a los procesos de dominación político-económicos globales. ¿Hacia el fin del neoliberalismo? Esta pregunta traduce en la actualidad múltiples debates, posiciones y enfrentamientos. No obstante emerge cierto consenso acerca de la finalización del neoliberalismo como instancia hegemónica que se expresa con más claridad en algunos espacios del sistema educativo que en otros. Analizaremos aquí algunas características del contexto y ciertos lineamientos en las políticas en Educación superior que parecen marcar una tendencia diferente al modelo precedente. Los procesos de lucha se han masificado y globalizado constituyendo un espacio de resistencia a la globalización neoliberal. Expresiones heterogéneas se han podido articular (o en proceso de hacerlo) a partir de la denuncia compartida de un enemigo en común: el neoliberalismo. Quizá, como dice A. Quijano se trata de un nuevo período del conflicto 5 social, la resistencia a la globalización imperialista en su actual fase. Por eso podríamos decir que la historia de la dominación imperialista es también la historia de los procesos de emancipación social, procesos que van disputando el curso de la historia. La emergencia y consolidación de organizaciones y movimientos sociales en las últimas décadas en nuestro país y en distintos países latinoamericanos son parte de ese proceso. A pesar de ser múltiples los actores, los escenarios, las temáticas y problemáticas tratadas, se han ido configurando prácticas de construcción social que avizoran un horizonte diferente al de décadas atrás. Expresiones de este tipo son por ejemplo los movimientos de pueblos originarios, de campesinos, movimientos socio-ambientalistas, de género, organizaciones de trabajadores, etc. Las experiencias desarrolladas al interior de los propios movimientos sociales son principalmente experiencias de aprendizaje contrahegemónicas, de consolidación de nuevas relaciones sociales en un espacio de disputa material y simbólica, que fueron avanzando hacia instancias de articulación con el estado (en este caso con las universidades). Se podría hablar de una época en que la lucha excede el reclamo de derechos, de la resistencia se pasa a una ofensiva, en donde algunas prácticas se amplían a los planos institucionales como las universidades. Al compás de estos procesos sociales la universidad fue atravesada, interpelada, sacudida por nuevos escenarios que fueron hilando como “puentes de memoria”, con historia y novedad formas creativas de pensar la vinculación de la universidad con el territorio. De manera más débil al comienzo y luego con algún nivel de profundización, comenzó a expresarse en la universidad la preocupación sobre algunas consecuencias de las políticas neoliberales que parecían corroer algunos principios identitarios de la universidad pública. Este posicionamiento ha dado lugar a un debate teórico-político que evidencia una suerte de “evaluación crítica” y que abre a otras voces a la hegemonía de décadas pasadas. Se abren aquí interrogantes que obligan a enfocar el análisis hacia un planteo más general: ¿es posible pensar en un cambio sustantivo en la orientación de las políticas públicas y el rol del Estado en estas últimas décadas? Este interrogante que formula C. Suasnábar requiere de algunas consideraciones, pues el contexto social y económico no es el mismo que el de la década ´80 y ´90. Algunas de las notas centrales se podrían caracterizar en cómo el Estado comenzó a asumir funciones que había perdido en la década anterior, 6 situación que se expresa a través de la re-estatización de empresas privatizadas de bienes públicos estratégicos, los estímulos para incluir la ciencia y la tecnología a la producción y las políticas orientadas a generar mayores instancias de igualdad e inclusión, dimensiones postergadas durante el neoliberalismo. Esto se da en el contexto de una política continental que impulsa la integración regional latinoamericana, la re-industrialización, la soberanía alimentaria y de los recursos naturales, entre otros (García Delgado, D. 2014). Lejos de presentarse un escenario más o menos unificado, América Latina expresa continuidades y rupturas (…) El punto de inflexión para analizarlas está dado por la progresiva consolidación del enfoque de derechos frente a la tendencia mercantilista impulsada por el neoliberalismo…(Pulido Chaves, O. 2008: 3). Se reconoce un avance en diferentes dimensiones de las políticas públicas, que expresan una preocupación creciente por la inclusión y la igualdad educativa, basados en el derecho a la educación. A su vez, se reconoce un incremento de la inversión y se avanza hacia programas que responden a principios más universalistas para mejorar la articulación de todo el sistema educativoquizás en un intento de superar la fragmentación propia de la década anterior. No obstante también se marcan las contradicciones: M. Feldfeber (2011) argumenta cómo esta nueva orientación de recuperar el Estado para fomentar políticas más inclusivas, políticas de “nuevo signo”, co-existen con lineamientos y formas viejas de intervención estatal. Por otro lado C. Suasnábar (2005) señala cómo el conjunto de la acción gubernamental para el sistema de educación superior parece una sumatoria de medidas parciales y poco integradas, algunas de ellas todavía centradas en los ejes de la agenda anterior con dispositivos de gobierno cristalizados. Hoy el debate, según este autor, gira en torno a medidas correctivas más que en nuevos ejes orientadores de la política. Todavía existe la marcada tendencia a “ciertos patrones de funcionamiento del campo de producción de las políticas de educación superior y universitarias que parecen proyectarse sobre la coyuntura actual. (Suasnábar, C.2005: 12). Por otra parte también A. Chiroleu (2012) argumenta que las medidas en temas de educación superior resultan fragmentarias, la revisión de las políticas de los ‘90 parece haber tenido mayor contundencia para otras instancias del sistema educativo pero no para el 7 sistema universitario. Según la autora los temas que tuvieron prioridad en la agenda fueron aquellos programas orientados a la ampliación de matrículas en carreras consideradas estratégicas, la internacionalización de la educación superior, como la creación de nuevas universidades. También V. Kandel argumenta que estas nuevas iniciativas están atravesadas por la lógica de lo global, al tiempo que re-significan y recuperan prácticas tradicionales de la universidad “esas prácticas están actualmente atravesadas por la lógica de los fondos concursables, la competencia y en última instancia por la rendición de cuentas (accontability)” (Kandel, V. 2013.pp209). También se advierte que a pesar de los avances y políticas de financiamiento a la investigación científico-tecnológico y al desarrollo de programas de democratización, innovación para el nivel superior se sigue explicitando e, interpelando por el espacio crítico la continuidad de una ley creada en los ´90, La ley de Educación Superior. Uno de los ejes de discusión y aguda crítica que se le realiza a la misma es haber facilitado la mercantilización del conocimiento, a partir de la apertura a los capitales privados, como estrategia de búsqueda de recursos propios. Este análisis atañe a lo que refiere a políticas de vinculación entre universidad y sociedad. Parece coexistir en la actualidad sentidos en pugna, evidenciados por las propias políticas implementadas. Es decir, por un lado se plantea un nuevo marco comprensivo de la vinculación, cuyos ejes versan en la democratización del conocimiento, el diálogo de saberes, la ciencia y tecnología al servicio de la inclusión, la educación como derecho, y por otro lado se sigue manteniendo el ingreso de fondos de terceros, vía la venta de algunos servicios, que la universidad “negocia” con el medio. Esta última situación se constituye en una condicionada estrategia que garantiza lánguidamente el funcionamiento de una universidad con presupuestos todavía acotados, siempre escasos. Si analizamos por ejemplo las políticas de extensión universitaria, podríamos agregar que aunque se intente superar el asistencialismo, voluntarismo o subsidiareidad en algunas estrategias y acciones implementadas, aún el financiamiento para la vinculación se otorga a través de convocatorias a proyectos y programas, que requieren ser aprobados por las instancias centrales. Esto implica que todavía no se ha accedido a presupuesto específico que el área de Vinculación y Extensión viene reclamando desde más de una 8 década. Además se mantiene el carácter de convocatoria a proyectos, existencia de programas que focalizan algunos lineamientos y tienen tiempos de ejecución regulados, (modalidad funcional al estilo de los ´90). Esto da cuenta de la profundidad de la reforma neoliberal y sus consecuencias en el sistema de educación superior, que cristalizó la concepción subsidiaria del Estado, entendiendo que las propias universidades son las que deben arbitrar todos los medios para conseguir financiamiento. Su materialización se traduce en mecanismos, dispositivos, normativas y resoluciones institucionales (convenios, venta de servicios, pasantías rentadas) que facilitan el paquete de relaciones “funcionales” entre ciertos grupos de investigación - extensión y empresas a las que les es útil relacionarse con la universidad pública. Si bien estos análisis son, según los autores, de carácter provisorio y tentativo, también se tiende a evaluar la presencia de ciertos “gestos positivos” que han tenido lugar en la década reciente, y que por lo menos marcan un impasse/ atenuación o debilitamiento en la orientación neoliberal. Aunque no se llega a conformar una agenda nueva, hay un intento de diferenciación de las décadas anteriores y constituyen desafíos para la universidad hoy. Parte de estos “gestos positivos” se expresan en la centralidad que asume la cuestión social para las políticas de educación superior, analizadas en este caso como las políticas de vinculación. Se constituye aquí como fundamental la presencia de los movimientos sociales como actor protagonista de estas nuevas orientaciones, que recrean concepciones y prácticas en relación a la universidad y los territorios. Acerca de los “gestos positivos” en las políticas de vinculación Como sostenemos en otras instancias, sólo la interpelación y la lucha organizada de las formaciones sindicales y de los movimientos sociales podrán ir torciendo las fuerzas disgregadoras mercantilizadas presentes en el campo educativo y universitario. Advertimos también con satisfacción cómo en las políticas de vinculación aparece la presencia cada vez más sostenida de los movimientos sociales como actores centrales desde los cuales re-pensar el modelo de universidad; presencia que va generando un “aire fresco”, que disputa, a otros sectores, ejes, políticas y agenda. El involucramiento cada vez 9 más intenso de los actores universitarios y de los que no lo son, posibilita que estos colectivos sociales emergentes visualicen, a través de la vinculación comunitaria, la extensión, las prácticas solidarias, la oportunidad de participar realmente de los procesos de democratización del conocimiento, muchas veces eje retórico de las políticas educativas. Por lo dicho, Se problematiza, desde aquí, la concepción neoliberal de la extensión universitaria, en tanto venta de servicios, cuya importancia, para el mundo académico, consistía en cómo se tramaba la apertura/relación/respuesta al mercado. De esta manera se generaron ciertos escenarios que fueron creando algunas condiciones para re-plantear el sentido del compromiso social que las universidades públicas deben/deberían asumir. C. Suasnabar señala cómo desde el año 2003 hubo una intencionalidad dirigida a dar un renovado impulso a los programa de vinculación tecnológica y mayor coordinación de las áreas de extensión universitaria. Este impulso se montó en algunos “gestos” que re-focalizaron la dimensión de “lo social”. Por su parte, Kandel, V. (2013) sostiene que en los últimos años la Secretaría de Políticas Universitarias ha creado programas y líneas de financiamiento que posibilitan aventurar nuevos cruces y relaciones entre la Universidad y la pobreza, la vulnerabilidad y la desigualdad. Aunque se trata de programas especiales que implican aún una porción menor del presupuesto destinados al sistema de educación superior, la autora manifiesta la emergencia de políticas que señalan la necesidad de nuevos formatos para la vinculación entre las universidades y su entorno. Es decir, la cuestión social ha ingresado- aunque débilmente en relación a otros temas- como una dimensión a tener en cuenta y esto se ha concretado a través de programas específicos, que evidencia el impulso por parte de la política pública a través de líneas de trabajo que hasta ahora no habían tenido visibilidad. Esta orientación y nuevo impulso toma fuerza en un contexto que tiene también su asidero en los propios grupos de trabajo que se vinculan con el territorio (docentes, estudiantes y graduados) y parece visualizar una necesaria articulación con sectores sociales como organizaciones territoriales, de la economía social, sector industrial y productivo –Pymes-, instancias estatales, todos considerados actores importantes para la vinculación comunitaria. De esta manera se incrementa así el volumen de la capacidad para la vinculación, potenciado a través de convocatorias a proyectos que permiten la 10 participación de actores sociales no valorados por el mercado global. Políticas implementadas en varias universidades como prácticas solidarias, voluntariados, proyectos de extensión en el territorio, prácticas socio-comunitarias integradas al curriculum expresan de manera contundente un recorrido que progresivamente va marcando trazos de ruptura con aquél que señalaba al mercado como el actor privilegiado para la vinculación. Se agrega además la promoción de instancias de capacitación para trascender la división entre docencia, investigación y extensión, en la búsqueda de avanzar hacia la integralidad de tales funciones. Quizás sea un camino válido para re-pensar el modelo de vinculación universitaria y de la propia universidad y quizás sea también una estrategia de validación de la misma universidad en el contexto social. Con estas cuestiones planteadas nos preguntamos si esta “re-orientación” que tratamos de evidenciar, refiere solamente a una política incrementalista que intenta saldar algunos vacíos generados en el modelo neoliberal o estamos ante la generación de condiciones que podrían sentar las bases para una reforma que vuelva a re-dimensionar el sentido social de la propia universidad. ¿Podemos hablar de la co-existencia de expresiones que son propias de dos modelos diferentes? ¿Ese continuismo medular de los ´90 comienza a ser socavado por otra concepción relacional entre Estado, Sociedad y Universidad? Y más específicamente sobre la relación entre universidad y territorio? La profundidad de las posibles transformaciones que la universidad puede promover en la articulación con los movimientos sociales seguramente estará relacionada con la potencialidad y el nivel organizacional de los sectores del campo popular, que en todo caso ésta podrá potenciar, profundizar, abrir espacios en diferentes niveles institucionales y sociales. De la resultante entre las posibles relaciones dialécticas entre Estado-Universidad y movimientos del campo popular, serán las posibilidades que podrán construirse. La nueva agenda a construir en cuestión educativa debe incluir el avance hacia una agenda anti-capitalista en educación, no reducir la discusión sobre la democratización del conocimiento sólo (aunque es importantísimo) a la cuestión de ampliación de matrículas, retención y egreso. Esta agenda debería poder discutir cómo la democratización implica la apertura en la producción de conocimiento, diálogos y trabajo conjunto con los 11 movimientos sociales y los actores que luchan por un proyecto de emancipación social. Se expresaría en una “sociología de las emergencias” según el planteo de Boaventura de Souza Santos como las búsquedas de las alternativas en las posibilidades concretas. Para ello es preciso revisar nuestras propias fuentes de legitimidades, esa que considera a la universidad como la única capaz de conocer, de enseñar, generadora de esa “monocultura del rigor” que vuelve no creíble todo lo que cae por fuera de la ella. Ir más allá de la racionalidad hegemónica que se vincula con “los otros” considerándolos objetos de conocimiento u objetos de intervención social. Esa racionalidad ha ubicado a los pueblos del sur en el lugar de: ignorantes, retrasados, inferiores, locales o particulares e improductivos. Es preciso entonces avanzar hacia hegemonías expansivas (Gramsci) en la dirección de procesos de democratización radical, que no disuelva las demandas y luchas sociales sino por el contrario les permitan incidir en políticas públicas, en donde un uso contrahegemónico de instrumentos públicos (democracia participativa, derechos humanos, universidad) pueden avanzar en la construcción de nuevas agendas políticas que van más allá de las propuestas por el marco político –económico del Estado liberal y la economía capitalista (De Sousa Santos, B. 2010). El reclamo al derecho a la educación no es ya solamente el reclamo al Estado, los procesos de educación popular plantean cómo incidir en la educación pública y a su vez, sectores del estado (por ejemplo colectivo de educadores) discuten cómo hacer más popular la educación pública. Las propuestas educativas, el surgimiento de experiencias novedosas de economía social, de defensa de derechos sociales, se construyen desde abajo, en los colectivos, en los escenarios de conflictividad social, entendiendo la autonomía como articulación política y desde allí profundizar la relación Movimientos sociales y Universidad. A modo de cierre Entonces ¿hacia dónde avanzar en la universidad? Esta pregunta nos lleva a aventurar algunos horizontes: ecología de los saberes, nuevas formas organizativasrevisión de las lógicas administrativas, de tiempos institucionales, de requisitos formales, transformación curricular, ampliación de las matrículas, presencia de pluralidad de voces, 12 acompañamiento y sostén frente a otras instancias del estado, articulación de políticas públicas. Es decir, Universidad y Movimientos sociales es un horizonte posible por el que hay que trabajar. La universidad es parte de luchas más amplias, la transformación de la universidad se inscribe en procesos de emancipación social que la exceden pero que la abarcan. La confrontación, la negociación y la construcción conjunta amplían fronteras y posibilidades… o acaso, en plena hegemonía neoliberal, ¿podríamos haber soñado con algunos de los avances señalados? De alguna manera se tratará de institucionalizar, dejar marcas en las estructuras estatales propios de las luchas y conquistas históricas del campo popular; el estado, en este caso la universidad, tendrá que asumir, profundizar, crear políticas para llevar adelante procesos de democratización y participación reales. Bibliografía Cardelli, J. (2008) Educación superior, transnacionalización y virtualización. Un estudio de caso en Argentina. En publicación: Escenarios mundiales de la educación superior. Análisis global y estudios de casos. López Segrera, Francisco. CLACSO- Chiroleu, Adriana. 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