Revista Empresa y Humanismo 2 Vol. II, nº 2/00 I n st i t u t o E m p r e s a y H u m a n i s m o U n i v e r s i d a d d e Nava r r a Revista Empresa y Humanismo CONSEJO EDITORIAL Presidente D. Enrique de Sendagorta D. Rafael Alvira Domínguez (Universidad de Navarra) Dª Reyes Calderón Cuadrado (Universidad de Navarra) D. Tomás Calleja Canelas (Director General, Iberdrola) D. José Luis Carranza Ortiz (Director General, BBVA) D. José Antonio García Durán (Universidad de Barcelona) D. Santiago García Echevarría (Universidad de Alcalá) D. Agustín González Enciso (Universidad de Navarra) D. Nicolás Grimaldi (Universidad de París-Sorbona) D. Alejandro Llano Cifuentes (Universidad de Navarra) D. Enrique Martín López (Universidad Complutense de Madrid) D. Miguel Alfonso Martínez-Echevarría (Universidad de Navarra) D. Antonio Millán-Puelles (Universidad Complutense de Madrid) D. José Manuel Morán Criado (Consejo Económico y Social de España) D. Leonardo Polo Barrena (Universidad de Navarra) D. Rafael Rubio de Urquía (Universidad Autónoma de Madrid) D. Alfonso Sánchez Tabernero (Universidad de Navarra) D. Eugenio Simón Acosta (Universidad de Navarra) D. Alejo Sison (University of Asia and the Pacific) D. Guido Stein (Universidad de Navarra) D. Luis Mª de Ybarra y Oriol (BBVA) Director D. Miguel Alfonso Martínez-Echevarría Editoras Dª. Marina Martínez Dª. Carmen Erro © 2000 los autores © 2000 Instituto Empresa y Humanismo Universidad de Navarra 31080 Pamplona. España e-mail: ieyh@unav.es http://www.unav.es/empresayhumanismo Suscripciones: dirigirse a la Secretaría del Instituto Empresa y Humanismo Edita: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra Diseño y Producción: Enlace. Comunicación Multimedia ISSN: 1139-7608 Depósito legal: Na 77/1999 Impreso en España NORMAS PARA EL ENVÍO DE ORIGINALES Los trabajos serán originales, no sobrepasarán los 20 folios e irán precedidos de un resumen de diez líneas máximo en español. Los autores enviarán dos copias del original e indicarán su ubicación profesional y dirección postal. Revista Empresa y Humanismo solicitará soporte informático de los trabajos aceptados. Debe indicarse claramente el sistema empleado: preferiblemente Apple Macintosh (Microsoft Word 6.0) o PC (Microsoft Word 7.0). Las referencias bibliográficas se harán del siguiente modo: • LIBROS: Alvira, Rafael (1997), La razón de ser hombre, Rialp, Madrid, pp. 18-22. • ARTÍCULOS: Calderón, Reyes (1981), “Las raíces de la economía”, Revista de Filosofía y Economía, nº 86, p. 191. • CONTRIBUCIONES: Vélaz, Ignacio (1999), “Tipología de la motivación”, en Cruz, J. y Llano, A. (eds), El ser humano, Pamplona, Eunsa, pp. 45-56. El número y la extensión de las notas se reducirá a lo indispensable. Aparecerán al final del artículo, numeradas. La bibliografía aparecerá al final del artículo. En cuanto a las reseñas de libros, en la primera página aparecerán los datos del libro (título, autor, editorial, año de edición). La firma de la persona que realiza la reseña se incluirá al final de ésta. La extensión será de entre 2 y 4 páginas. ÍNDICE ACTUALIDAD EMPRESARIAL Entrevista a John de Zulueta (Sanitas)................................ 255 LA APORTACIÓN HUMANÍSTICA A LA EMPRESA (II) Arte y estética en el mundo empresarial. Sobre el lugar y el papel del diseño en la perspectiva de la iniciativa empresarial Juan Miguel Otxotorena........................................................ 271 Retórica y empresa Kurt Spang........................................................................... 277 La filosofía en la formación del directivo Alejandro Llano.................................................................... 297 ARTÍCULOS El desencuentro entre Periodismo y Economía Angel Arrese ......................................................................... 309 Crecimiento empresarial: personas y tecnología en la nueva economía Jordi Canals.......................................................................... 337 Desde la economía como religión a la religión como economía Ricardo F. Crespo .................................................................. 371 El enigma de la innovación Miguel Alfonso Martínez-Echevarría.................................... 389 Racionalidad ética en las decisiones empresariales Domènec Melé ...................................................................... 411 Humanizar el mercado: propuestas para la sociedad post-industrial Stefano Zamagni .................................................................. 439 Un debate entre C. Rodríguez Braun y R. Termes.............. 469 Tensión económica en la Centesimus Annus Carlos Rodríguez Braun........................................................ 473 La economía de mercado y la doctrina de la Iglesia Católica Rafael Termes ....................................................................... 493 RECENSIONES D. Yoffie y M. Cusumano, Competing on Internet time. Lessons from Netscape and its battle with Microsoft, por Guido Stein .................................................................. 509 Rafael Alvira, Filosofía de la vida cotidiana, por Montserrat Herrero ...................................................... 513 Alejandro Llano, Humanismo Cívico, por Guido Stein ....... 515 Guido Stein, El arte de gobernar según Peter Drucker. Las ideas claves que están transformando el mundo y la actuación de los directivos, por Fernando Inciarte .................. 519 Federico Trillo, El poder político en los dramas de Shakespeare, por Marina Martínez....................................... 525 PUBLICACIONES DEL INSTITUTO ........................................... 529 ACTUALIDAD EMPRESARIAL ENTREVISTA A JOHN ZULUETA (SANITAS) DE El presente número incluye una entrevista a John de Zulueta, Consejero Delegado de Sanitas, una de las empresas aseguradoras más destacada del país. John de Zulueta es un directivo polifacético, interesado por la consolidación de su empresa y el bienestar de sus trabajadores, y también por la evolución de la economía y de la sociedad en general, así como por la cultura en sus múltiples manifestaciones. Desde su llegada a Sanitas hace nueve años, su principal objetivo ha sido desarrollar una organización dedicada fundamentalmente a mejorar la salud de sus asociados: un negocio guiado por principios éticos que, además, genere valor. SANITAS Y EL MERCADO DEL SEGURO SANITARIO EN ESPAÑA en 1989 la empresa británica British United Provident Association (BUPA) adquiriera el 99’65% de Sanitas, la compañía ha experimentado un proceso creciente de modernización y de consolidación en el mercado nacio- D ESDE QUE nal. En este contexto, ¿cuáles son los principales objetivos de Sanitas a corto, medio y largo plazo? Sanitas, como compañía multiproducto, sigue ampliando su cartera para dar respuesta a las necesidades de nuestros socios. Continuamos enriqueciendo los contenidos y servicios de nuestra página web (www.sanitas.es), en la que somos líderes y pioneros del sector desde 1995. En este ACTUALIDAD EMPRESARIAL: ENTREVISTA A JOHN DE ZULUETA (SANITAS) año, hemos conseguido el Premio CommerceNet a la Innovación en Comercio Electrónico en la categoría “Business to Consumer”. A partir del verano, vamos a ofrecer productos por tecnología WAP. Hemos firmado un acuerdo con Telefónica Móviles, Oracle y Sun Micro-systems por el cual Sanitas ofrecerá a los usuarios de dichos teléfonos móviles información sanitaria, la consulta de la Guía Médica de Sanitas o la solicitud de autorización de servicios. Queremos consolidar la vía de nuevos negocios más allá del enfoque puramente asistencial de la medicina tradicional. Ofrecer, bajo el paraguas de Sanitas, una serie de técnicas y servicios que procuren tanto la salud física como la psicológica de nuestros socios a lo largo de toda su vida. Nos proponemos abrir el abanico de nuestro negocio más allá del seguro de asistencia sanitaria, aunque siempre en relación con el concepto global de salud. Entre otras posibilidades están residencias geriátricas, gimnasios o servicios ya operativos que Sanitas dirige a sus asegurados para que ob- tengan descuentos en las ópticas y los tratamientos láser de la vista. Una prestación no tradicionalmente aseguradora. En una entrevista aparecida en el diario La Razón en diciembre de 1998, usted afirmaba que “muchas de las actuales macrofusiones serán macrodivorcios dentro de unos años”. A pesar de su vaticinio, el proceso de concentración de numerosos sectores de la economía internacional es evidente. Concretamente en el campo de los seguros sanitarios, casi el 50% del mercado español se encuentra repartido entre tres empresas: Asisa, Adeslas y Sanitas. ¿Cuál es la política que tiene previsto seguir Sanitas en esta carrera por ocupar cuotas de mercado cada vez mayores? ¿Es posible sobrevivir en su sector primando la calidad y el servicio al cliente por encima del tamaño? Evidentemente, no sólo es posible, sino que la calidad y el servicio al cliente son dos de las características de Sanitas que nos han convertido en la primera compañía del sector en alcanzar la cifra del millón de socios exclusivamente privados. Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 255-267 ACTUALIDAD EMPRESARIAL: ENTREVISTA A JOHN DE ZULUETA (SANITAS) Estamos en un mercado poco competitivo, donde Sanitas tiene claro que su público objetivo y sus posibilidades de expansión se encuentran en el sector privado y no en el público, mientras que las otras dos compañías que usted cita obtienen más del 60% de su volumen a través de acuerdos con el sector público (Muface, Mujeju e Isfas). Estamos hablando de negocios y de estrategias de negocio diferentes. Con respecto a las macrofusiones, existe un reciente informe de la universidad alemana Witten/Herdeche que analiza 103 fusiones entre 1994 y 1998 e indica que sólo en el 44% de los casos, la compañía resultante de la unión logra un mayor volumen de negocio que las dos empresas originales. Existe otro estudio de la consultora KPMG que extrae conclusiones similares. Las fusiones con más éxito son las que unen dos socios iguales, las llamadas “merger of equals” o del mismo país. En España es evidente el proceso de adquisición de pequeñas compañías de ámbito local o regional por otras con negocios nacionales. ¿Existe una geografía del servicio sanitario en España? ¿Cuáles son las áreas españolas en las que se centran sus expectativas de expansión en el futuro? ¿Cuál es el perfil (edad, nivel de renta, posición social) del asegurado medio de Sanitas? Existe una geografía del servicio sanitario en España en función del desarrollo económico y la renta per capita. Cataluña y Baleares son los mercados más desarrollados, luego vienen Madrid y el País Vasco. Cataluña es un área con unas características muy especiales, ya que tiene una larga tradición de medicina privada y cuenta actualmente con un grado de penetración del 21%. Sin embargo, en Sanitas no excluimos ninguna zona, ya que existe una creciente demanda social hacia toda una gama de productos y servicios que potencian el concepto de bienestar y salud. El mercado andaluz es un claro ejemplo de esta tendencia. El perfil del socio de Sanitas es una persona de mediana edad, de renta media alta y estudios superiores. Nuestro comprador es generalmente la mujer que tiene hijos o está Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 255-267 ACTUALIDAD EMPRESARIAL: ENTREVISTA A JOHN DE ZULUETA (SANITAS) pensando en tenerlos. Cubrimos un 2,5% de la población española y el 5% de los partos. Ginecología y obstetricia son los servicios que producen más gasto médico. Curiosamente, aunque baja la natalidad en España, en Sanitas sube cada año. Cada vez es mayor la tendencia de las personas a asegurar más elementos de su vida: vivienda, coche, sanidad, jubilación... En su opinión, ¿las sociedades con una mayor tendencia a “asegurarlo todo” pueden entorpecer la iniciativa individual y la capacidad para hacer frente a la incertidumbre, un factor muy importante del talante empresarial? Al contrario, el seguro es una de las razones del desarrollo del capitalismo. Empieza con el seguro sanitario y le sigue el seguro de vida. Hay un libro muy interesante titulado Against the Gods (Contra los Dioses), de Peter Bernstein, que explica la historia del riesgo. La iniciativa individual y el verdadero empresario, funcionan mejor si pueden cuantificar sus riesgos. El seguro ayuda a evitar gastos imprevi- sibles. Es el aceite en el motor del desarrollo mercantil. Un terreno con gran potencial para el futuro, dado el progresivo envejecimiento de la población española, es el del seguro de asistencia a las personas mayores. Uno de los principales obstáculos para su desarrollo es la ausencia de un marco legal claro, que defina las prestaciones públicas y, por tanto, el campo que queda para la iniciativa privada, así como los posibles incentivos fiscales que podrían aplicarse. Puesto que el tema parece prioritario, ¿qué pasos se están dando para subsanar esta carencia, tanto desde el sector público como desde el privado? Hoy se estima que hay en España 1,3 millones de personas mayores de 65 años considerados dependientes (oscila entre el 15 y 20% de la población de 6,5 millones de personas mayores de 65 años). Estas personas no pueden asumir de forma independiente las actividades de la vida diaria y precisan de ayuda, tanto económica como de terceras personas. La previsión es que un 34% de la población tendrá más de 65 años en el 2050. Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 255-267 ACTUALIDAD EMPRESARIAL: ENTREVISTA A JOHN DE ZULUETA (SANITAS) En definitiva, se trata de dar apoyo a las personas dependientes y a las familias mediante ayudas económicas, fiscales, laborales, para amortiguar la carga laboral y social de estas tareas. En España el gasto social en su conjunto se ha incrementado a partir de la década de los 80, justo cuando el resto de Europa estaba introduciendo políticas de contención del gasto público (Tratado de Maastricht) e iniciando políticas de liberalización y, por tanto, una menor intervención del Estado en la vida económica. En la actualidad existen dos posturas contrapuestas: unos defienden la necesidad de igualar el gasto social en España a la media europea y otros, la imposibilidad de incrementar el gasto público. Paralelamente se constata la insuficiencia de las actuales estructuras de provisión de servicios para los mayores de 65 años. En mi opinión, se necesitan incentivos para que éstos se desarrollen como mercado emergente promovidos por la sociedad civil y las iniciativas empresariales. También es conveniente formalizar un marco en el que desarrollar el seguro de dependencia. Es necesario que el gobierno defina su participación en el tema, sobre todo hasta dónde quiere cubrir. En este momento se está discutiendo en el Congreso de Diputados. Yo creo que el sector público y el privado tendrán que trabajar conjuntamente, porque no hay suficientes recursos públicos para cubrir el enorme gasto sanitario. ¿SANIDAD PÚBLICA CONTRA SANIDAD PRIVADA? ¿ CUÁL ES el balance personal que usted hace sobre la situación de la sanidad pública en nuestro país? ¿Cuál es la opinión que el español medio tiene sobre las prestaciones públicas que recibe en materia sanitaria? La sanidad pública en nuestro país ha alcanzado objetivamente muchos logros y un nivel de resolución de problemas muy alto. El mejor ejemplo son los trasplantes de órganos. Sin embargo, resulta claro que ha evolucionado poco en los aspectos organizativos y su masificación y burocracia son muy evidentes. Va a ser difícil Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 255-267 ACTUALIDAD EMPRESARIAL: ENTREVISTA A JOHN DE ZULUETA (SANITAS) cambiar esa imagen porque se halla muy arraigada en la sociedad y, lo que es peor, en su propio personal. El español medio se siente bien cubierto, pero está harto de listas de espera y de un trato muy impersonal. Le gustaría poder elegir sus médicos. En su opinión, ¿cuál es la principal causa de las deficiencias de la sanidad pública española? ¿Habría que gastar más dinero, o gestionarlo mejor? No es cuestión de gastar más dinero, es un tema de gestión y estructura. Hay que entender que no se pueden ofrecer todos los servicios a todo el mundo sin controlar el acceso. Un copago en muchos servicios sería útil para frenar un poco el uso indiscriminado de muchos servicios, como urgencias. El cliente que participa algo en su gasto médico exige más y usa con mayor juicio los servicios sanitarios. Resumiendo la lectura del Health-cast 2010, un informe de la consultora PriceWaterhouseCoopers, la clara tendencia es una aproximación entre los sistemas más privados (como los Estados Unidos) y los estatales (como la Unión Euro- pea). Cada uno tiene sus puntos fuertes y sus debilidades. ¿Cuál es el servicio utilizado con mayor frecuencia por los usuarios de la sanidad privada, es decir, cuál es el campo de actuación que la sanidad pública deja más abierto a la sanidad privada? La sanidad privada es capaz de atender en este momento todas las patologías, incluso las más complejas, si bien los servicios más demandados son los relacionados con la Obstetricia y Ginecología y la Pediatría. En los últimos años estamos asistiendo, sin embargo, a un poderoso auge de la Oftalmología, en dos vertientes: las operaciones de cataratas y la cirugía refractiva (cirugía de la miopía). La sanidad pública deja huecos, como la cirugía estética y la Odontología, en la que la sanidad privada es líder. Suponemos que la privatización de la sanidad es el sueño dorado de toda compañía aseguradora especializada en el sector sanitario. Aunque este sueño es hoy por hoy impensable en España, hay que tener en cuenta los sorprendentes cálculos que a comienzos de 1998 aportaba la patronal del sector, Unespa, según Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 255-267 ACTUALIDAD EMPRESARIAL: ENTREVISTA A JOHN DE ZULUETA (SANITAS) los cuales las aseguradoras sanitarias ahorraban a la Seguridad Social 280.000 millones de pesetas anuales. A la luz de estas cifras, ¿qué fórmulas de entendimiento, factibles y viables, podrían existir entre la sanidad pública y la privada en nuestro país? Hablar de privatización de la sanidad en Europa es impensable en estos momentos, cuando la mayoría de los países tienen garantizada la prestación sanitaria pública como derecho inalienable, consagrado incluso en la Constitución, como es nuestro caso. Tampoco se puede hablar de un modelo sanitario único y público como algunos partidos políticos preconizan, pues la realidad social no admite soluciones uniformadas y menos en un contexto económico de libre mercado. Siempre habrá personas que buscarán una atención diferente a lo que se acostumbra a dar en lo público, incluso con las innegables mejoras que se están introduciendo. El hecho fundamental es la libertad de elección por parte del ciudadano. El principal problema de los sistemas públicos es su financiación, con un gasto cre- ciente. Desde esa perspectiva, el sector privado actúa como válvula de escape, amortiguando el impacto económico que en el sector sanitario generan 6 millones de personas. La sanidad pública y la privada están condenadas a entenderse, a buscar sinergias y crear valor para la población que atienden. El ciudadano también debe aprender a apreciar realmente lo que tiene y a usar los servicios sanitarios de forma racional, utilizando todas las fuentes de información a su alcance, incluida Internet. ¿Cuál es el modelo sanitario que personalmente más le atrae, el norteamericano (limitadas prestaciones públicas y auge de la sanidad privada) o el europeo (desarrollado estado del bienestar)? ¿Cuáles son las ventajas y los puntos débiles de cada uno de ellos? Los dos modelos tienen aspectos buenos y otros mejorables. Sin olvidar la responsabilidad social inherente a cualquier modelo, la sanidad norteamericana tiene la ventaja de estar muy orientada al cliente o paciente, según se quiera llamar; de haber asimilado el concepto de servicio por parte del personal sanitario, de pro- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 255-267 ACTUALIDAD EMPRESARIAL: ENTREVISTA A JOHN DE ZULUETA (SANITAS) curar un trato exquisito y humano, de dar información sobre cualquier proceso y de respetar los derechos del individuo como paciente en cualquier situación. Todos los aspectos de calidad están perfectamente establecidos y medidos, incluso los resultados de las intervenciones a medio y largo plazo. Europa en estas materias tiene todavía mucho que aprender. Estados Unidos tiene la medicina de más calidad en el mundo, sobre todo en las enfermedades coronarias y el cáncer. Por eso tenemos el seguro Mundisanitas, que cubre los gastos en los Estados Unidos a través de United Healthcare. El modelo europeo ha establecido una cobertura universal, hecho muy loable, que se financia de manera solidaria por todos y que da una atención muy digna. Sin embargo, es muy proclive a la burocracia, lo que conduce a un menor interés por el paciente como persona, a sus derechos y sentimientos. Los aspectos organizativos y de calidad deberán cambiar para conseguir un más alto nivel de satisfacción de los ciudadanos. SANIDAD Y NUEVAS TECNOLOGÍAS en 1993 Sanitas diseñara su primera página web, el número de prestaciones ofrecidas por la empresa a través de la red ha ido en constante aumento. ¿Cuáles son los inconvenientes y las ventajas que Internet ofrece tanto a los usuarios como a las empresas aseguradoras? Más que inconvenientes, lo que presentaba la red en un primer momento era una serie de obstáculos que había que superar para consolidar una posición de vanguardia y sólida dentro del mercado. Para empezar, sólo hay en este momento 3,6 millones de internautas, de modo que este tipo de proyectos parece tener un alcance limitado. Sin embargo, las perspectivas eran mucho menos halagüeñas cuando Sanitas fue la primera empresa del sector en ofrecer sus productos y servicios en la red. El tiempo ha demostrado que las ventajas son mucho más numerosas que los inconvenientes, y que, tanto para las empresas como para los particulares, el acceso D ESDE QUE Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 255-267 ACTUALIDAD EMPRESARIAL: ENTREVISTA A JOHN DE ZULUETA (SANITAS) a los servicios a través de Internet ha supuesto un cambio cualitativo importantísimo, un cambio a mejor: se puede hacer casi cualquier tipo de gestión desde el ordenador. Hasta consultar con nuestro Doctor Virtual. Según el HealthCast 2010, en el año 2010 más del treinta por ciento del trabajo de un médico se dedicará al uso de herramientas basadas en Internet. Con ello, se eliminarán más de un veinte por ciento de las visitas médicas. Sin embargo, ¿no se corre el riesgo de que la relación facultativo-paciente sea demasiado fría y distante, es decir, que se pierda el calor humano, un factor muy necesario para los enfermos? El informe Healthcast 2010 es excelente y, como mencioné antes, recomiendo su lectura. Hay que tener en cuenta que no siempre hablamos de enfermos. Muchas veces las consultas en Internet facilitan la resolución de dudas, algunas de las cuales son más delicadas y difíciles de plantear en un primer cara a cara con un experto. A partir de ese punto, la información que proporcionamos es sólo orientativa. Siem- pre se remite a la consulta de un especialista. No obstante, se consigue de este modo un primer contacto y una primera ayuda que de otra forma, sencillamente, no llegaría. La relación médico-paciente sigue siendo la clave de la calidad en la asistencia. Es más, Internet, como medio de comunicación, facilitará la fluidez en esa relación y supondrá un estímulo constante de formación para un grupo de profesionales que es consciente de que los pacientes están cada vez más y mejor informados. No obstante, es importante destacar la idea de que la figura del médico y no el “médico virtual” es insustituible. Como ya se ha dicho anteriormente, Sanitas ha sellado una alianza con las compañías Telefónica, Sun y Oracle, dedicadas al desarrollo y fabricación de programas informáticos, con el fin de ofrecer servicios a sus clientes a través del teléfono móvil. Dicha alianza es simplemente una de las muchas pruebas de modernización y apuesta por el uso de nuevas tecnologías que Sanitas ha venido dando desde tiempo atrás. ¿Cómo incide esta constante renovación de Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 255-267 ACTUALIDAD EMPRESARIAL: ENTREVISTA A JOHN DE ZULUETA (SANITAS) los medios técnicos y de comunicación en la concepción empresarial de Sanitas y en su capital humano? El constante avance e inversión de Sanitas en el desarrollo tecnológico de servicios interactivos responde a la creciente demanda de los socios, por eso www.sanitas.es sigue desarrollando sus aplicaciones en Internet. La actual plataforma tecnológica desarrollada por Sanitas es ya la tercera versión del web y permite la más amplia gama de servicios transaccionales on-line del mercado, tales como contratar en tiempo real, consultar la guía de profesionales, consultas de pólizas, modificación de datos, etc. Si hasta ahora la web brindaba la comodidad de acceder a los servicios desde el domicilio o el lugar de trabajo, ni siquiera hará necesaria la presencia de un PC. Porque los principales servicios estarán disponibles desde su teléfono móvil: es la nueva tecnología WAP. Por ejemplo, los socios de Sanitas podrán consultar desde su teléfono –a cualquier hora del día y desde cualquier lugar– la guía de facultativos o conseguir la autorización para las prescripciones médicas. Y cuando entre en servicio el UMTS (la 3ª generación) en telefonía móvil, podremos hablar de imágenes y texto a la vez, igual que la pantalla de un PC. ¿Hacia qué modelo de empresa aseguradora caminamos? ¿Cómo afectarán los cambios que ya se están experimentando y los que vendrán en el futuro próximo a las plantillas de las compañías aseguradoras? Servicio y calidad son elementos clave y diferenciadores, como ya se ha visto en mercados más desarrollados. Hay que adaptarse y aprovechar las oportunidades que brindan las nuevas tecnologías para ofrecer las mejores prestaciones y la mayor agilidad que esos medios permitan siempre en beneficio de los socios. Ellos son quienes eligen y, por tanto, quienes deciden en última instancia el rumbo que las empresas deben tomar. JOHN DE ZULUETA Y SANITAS STED HA SIDO el protagonista de una de las últimas campañas publicitarias de Sanitas en te- U Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 255-267 ACTUALIDAD EMPRESARIAL: ENTREVISTA A JOHN DE ZULUETA (SANITAS) levisión. ¿Se humaniza más el márketing cuando el principal responsable de una empresa se acerca al usuario? ¿Cuáles considera que han sido sus mayores aportaciones al proyecto empresarial de Sanitas desde su llegada a la empresa? Ciertamente, yo no tenía mucho empeño en aparecer en el anuncio de Telefónica, pero nuestra gente de marketing insistió, y no lo lamento. Ahora me conocen en todas las ciudades de España. Lo que nos ha permitido la publicidad es explicar el estilo Sanitas y nuestros principales servicios, todo ello sin coste. Mi meta –en los nueve años que llevo dirigiendo Sanitas– ha sido crear una organización con una misión clara, una dedicación real al servicio, un verdadero interés en mejorar la salud de sus asociados. En la página 70 de su libro Buscando El Dorado. Reflexiones sobre los negocios en España, 1980-1996 afirma que “hay pocos empresarios de verdad, pocos quieren correr algún riesgo con su dinero y el sistema político en su totalidad favorece poco a los capitalistas de riesgo”; unas páginas más adelante comenta que “la economía española es notoria- mente hostil con los nuevos empresarios”. Desde que estas líneas fueron escritas han transcurrido seis años, en los que la economía española ha experimentado evidentes cambios. ¿Cuál es su balance actual de la clase empresarial española? ¿Se muestra más esperanzado que hace seis años? Sí. En los seis años pasados y desde luego en el último lustro, con el crecimiento de las empresas de Internet, estamos por fin asistiendo al nacimiento de una nueva cultura. El hecho de que sistemas Terra pueda comprar un importante portal como Lycos indica ciertamente que hay algunos inversores que se arriesgan en gran medida en la clase empresarial española. Estoy muy esperanzado con las últimas tendencias de negocios. Tras desempeñar parte de su carrera profesional en otras compañías, como Schweppes o PepsiCo, ¿considera que con su labor en Sanitas ha alcanzado el culmen de sus expectativas profesionales? ¿Cuáles son las metas que le quedan por alcanzar? ¿Qué retos ofrece todavía Sanitas para un directivo de su categoría? Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 255-267 ACTUALIDAD EMPRESARIAL: ENTREVISTA A JOHN DE ZULUETA (SANITAS) Durante los más de diez años que pasé en compañías de productos de consumo como PepsiCo y Schweppes, realmente siempre mantuve mi perspectiva de asesor. Mi primer trabajo después de mi formación académica fue como consultor con el Boston Consulting Group en Menlo Park, California, el auténtico corazón de Silicon Valley. Los retos que plantea transformar Sanitas en una compañía destacada del sector sanitario –pues, como ya he mencionado antes, nuestros planes son ir mucho más allá de los seguros de salud– son tremendos. Yo no creo que hayamos alcanzado aún la cima, aunque estamos empezando a ver las nubes por encima del bosque. Cada día nos enfrentamos a nuevos retos, por lo que todavía queda mucho por hacer. Cuando los cazatalentos me llaman ofreciéndome grandes oportunidades, rehúso educadamente. Mi satisfacción personal, como antiguo asesor, procede de crear un negocio con principios éticos, valor y, por supuesto, beneficios. Si lo consigo, Sanitas continuará funcionando bien mucho después de que yo me haya ido. Esa es la prueba real de creación de un valor duradero. Motivar a las personas que trabajan en una empresa, hacerlas partícipes de un proyecto común, es un factor fundamental del éxito y de la cohesión interna de toda organización. ¿Cómo motiva usted a sus empleados?, ¿cómo los selecciona? En definitiva, ¿cómo los dirige? Mi punto de vista en la selección de personal y en la motivación es muy simple. Intento contratar a la mejor gente, pagarles bien y dejarles solos. Obviamente, aunque suene tan sencillo, no puede ser tan fácil. Porque es preciso crear un espíritu y una meta que motive a la gente, que les haga tener deseos de acudir a trabajar, y que se diviertan con su empleo. Yo haré todo lo que esté en mi mano para evitar que el trabajo sea una parte aburrida, tediosa y estresante de la vida de uno. Y este entorno apasionante debería percibirlo un visitante a los cinco minutos de entrar en nuestras oficinas. Si no fuera así, entonces yo diría que he fracasado. Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 255-267 ACTUALIDAD EMPRESARIAL: ENTREVISTA A JOHN DE ZULUETA (SANITAS) Incidentalmente, nuestro nuevo “e-dificio”, ecológico y electrónico al mismo tiempo, será de gran ayuda en este empeño. Vamos a inaugurarlo este mes en Madrid. También estamos cambiando la mayor parte de nuestras oficinas en provincias. Queremos ser como una tienda a la calle, con acceso fácil para nuestros socios y clientes potenciales. Para finalizar, una pregunta obligada en nuestras entrevistas: para una persona como usted, Consejero Delegado de una de las compañías aseguradoras más destacadas del país, e interesado por la economía, la evolución de la sociedad y la cultura, ¿humanismo y empresa son términos opuestos o complementarios? En este sentido, ¿cómo podríamos contribuir a que el proyecto del Instituto Empresa y Humanismo, que busca la colaboración entre los mundos empresarial y académico desde una visión que tiene al hombre como principal protagonista, resulte útil en ambos ámbitos? Como dice tan bien Rafael Alvira, uno de sus expertos: “un directivo no humanista no construye sociedad”. Para eso es para lo que yo estoy trabajando, para conseguir una sociedad mejor y, sobre todo, una sociedad más saludable. Y yo creo en la ética empresarial como contribución esencial para esta meta. La esfera académica es útil en los negocios, porque te permite estudiar y poner el punto de mira en cuestiones que van más allá del beneficio de este trimestre. Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 255-267 LA APORTACIÓN HUMANÍSTICA A LA EMPRESA (II) ARTE Y ESTÉTICA EN EL MUNDO EMPRESARIAL. SOBRE EL LUGAR Y EL PAPEL DEL DISEÑO EN LA PERSPECTIVA DE LA INICIATIVA EMPRESARIAL JUAN M. OTXOTORENA* El diseño es inseparable de la adecuación de los objetos a las exigencias derivadas de su función; considerar separadamente forma y función resulta insuficiente, porque la forma interviene de manera activa en la funcionalidad. La ausencia de diseño constituye también, por fuerza, una apuesta concreta planteada en términos de diseño. Palabras clave: diseño de producto, estética, forma, función. H ACE YA ALGÚN tiempo, bajo un enunciado paralelo y en un foro similar, hice un discurso -muy ligado a mi experiencia de arquitecto- que venía a decir algo así como que el diseño es una ganga y todo un horizonte a descubrir porque no cuesta tanto cuanto vale, en la medida en que incorpora un importante valor añadido al producto. Sobran los ejemplos; basta pensar en la singular experiencia del museo Guggenheim-Bilbao, recientemente erigido, donde la apuesta decidida por la creatividad y el diseño ha rendido beneficios más que espectaculares. Ahora bien, decía que el diseño “no cuesta” pensando en el régimen vigente para la determinación de los honorarios profesionales en mundos como el de la arquitectura y el urba- * Juan M. Otxotorena es Director de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad de Navarra y de su Departamento de Proyectos. JUAN M. OTXOTORENA nismo. En realidad, fuera de ámbitos tan fuertemente mediatizados por la intervención administrativa, el diseño de calidad parece más bien extraordinariamente caro. Lejos de estar al alcance de todas las fortunas, el buen diseño parece reservado para operaciones especiales como precisamente la del museo Guggenheim-Bilbao, en cuyo marco se pueda rentabilizar. No es difícil en efecto concluir que, en la mente de los protagonistas o los elementos activos de la iniciativa empresarial: • el diseño tiende a actuar y a ser visto, de entrada, como una especie de artículo de lujo que aparece más allá de la utilidad y de los argumentos funcionales, en tanto objeto de específica especulación y explotación comercial: en este caso estarían los perfumes Chanel y los bolsos Loewe, los vaqueros Levis o Armani, la decoración de una oficina de director general en la sede central de una entidad bancaria, o un generoso chalet con muchos mármoles y vidrio proyectado por un arquitecto famoso en un paraje idílico, probablemente en California; • complementariamente, y más en general, aparece como una suerte de componente marginal del producto: un ingrediente siempre inevitable e importante pero más bien accidental y accesorio; tal sería el caso de la mayor parte de los productos industriales: desde un billete de autobús hasta un mono o uniforme de trabajo, un culebrón televisivo, un producto farmacéutico, un servicio administrativo u hospitalario o una vivienda de protección oficial. Puede ilustrarlo lo visto ya, en los últimos tiempos, en el mundo de la arquitectura: vamos pasando de la generalización del modelo del arquitecto artesano al imperio de las grandes firmas dispensadoras de un servicio estandarizado y eficiente, si bien algunas veces “sin alma”, siempre compatible con el sofisticado y caro producto personalizado que puede ofrecer un arquitecto que ha logrado afianzar el prestigio de su firma y alcanzar su consagración como autor. Con carácter general, en efecto, la economía deja casi siempre muy poco margen para adornos y florituras. Ésta sería la conclusión: el diseño Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 271-275 ARTE Y ESTÉTICA EN EL MUNDO EMPRESARIAL de calidad resulta sin duda digno de aprecio y aun, si se quiere, de la mayor atención; pero está ahí para quien pueda permitírselo. No obstante, es preciso ir más allá de esta síntesis tan inmediata, ciertamente fácil y ‘tranquilizadora’. Puede resultar inexacta y demostrarse ‘perversa’. En efecto: • en primer lugar, las cosas tienen siempre forma; la decisión sobre la forma de las cosas existe aun cuando no se le preste atención: el diseño, en muchos casos, no es que falte, es que es malo; • y además, el diseño no siempre cuesta o significa encarecimiento; un objeto o producto bien diseñado no siempre necesita resultar más caro: piénsese, por ejemplo, en la sonrisa o la elegancia y corrección en el vestir de un médico o una enfermera como ingrediente del producto que constituye una prestación asistencial o un servicio en el ámbito de la salud. Hay que reajustar la premisa y concluir que el diseño no es un valor añadido sino un valor propio (principal, nuclear) del producto. Eso sí, es precisamente la naturaleza de este re- ajuste lo que hace que tenga un lugar asignado (como algo necesario y previsible) en el marco de nuestra tradición cultural, personal y colectiva, a modo de llamada a una toma de conciencia histórica. Cabe en todo caso constatar que el diseño va poco a poco ampliando su campo, llenando cada vez más espacio en el gran hiato que parece haber separado dos extremos representados por su consideración alternativa, como artículo de lujo o como componente marginal del producto. De este modo, entre otras cosas, el objetivo del diseño de calidad y el de lograr un producto competitivo y dirigido a las masas se demuestran compatibles. Las griferías danesas son todas de diseño de Arne Jacobsen; y lo mismo se comprueba en el cine: las películas más cuidadas en los planos artístico y técnico no tienen por qué fracasar. Sólo la generalización de la cultura del diseño, su puesta en valor, puede hacer que la exigencia vaya aumentando y que la sociedad no se conforme con los sucedáneos que es capaz de expender por todas partes la oferta estandarizada Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 271-275 JUAN M. OTXOTORENA de la consabida multinacional. En consecuencia, percibimos la llamada a esperar una progresiva sensibilización del público (consumidor) que conviene impulsar pero, a la vez, sin duda se dará (aunque sea por efecto de los consiguientes procesos de emulación y competencia). ERO VEAMOS el asunto desde otro punto de vista, que puede resultar revelador. Leí hace muy poco una columna periodística en la que se destacaba la contraposición de las posturas de algunos novelistas famosos, a raíz del espectacular éxito editorial de la nueva novela de Tom Wolfe. Algunos nombres de culto marcaban sus distancias despreciando su valor literario y relativizando el significado de su alto índice de ventas, hasta el punto de verlo como algo negativo en sí o, cuando menos, sospechoso. Vender mucho, decían, no significa hacerlo bien. El periodista contraponía la actitud de los estilistas depurados, sin éxito de ventas, a la del escritor popular cuya calidad literaria ponía en duda; y concluía diciendo (como para compensar) que, en último ex- P tremo, hay una cosa de la que nos cabe estar seguros: los novelistas no suelen dar nunca una medida cierta de la calidad de su propio trabajo; no son buenos críticos literarios ni jueces adecuados de sí mismos. Creo que la cuestión resulta ilustrativa y que esta conclusión merece una atención que la refiera a su contexto y la revise, añadiéndole matices importantes: a) por un lado, tal conclusión resulta relativamente fácil y directa porque es obvio que uno no es nunca buen juez de sí mismo, y porque consta que en el mundo de los autores o creadores se vive inevitablemente de las comparaciones, y circulan gratitudes, amistades, rencores y, sobre todo, envidias y circuitos de relaciones que mediatizan de manera decisiva la visión; b) pero, por otro, no es exacta o completamente cierta, ya que son justo los autores quienes están en mejores condiciones de actuar como críticos, debido a que tienen una conciencia más real y cercana de la compleja y exigente disciplina de la creación literaria (los críticos son a menudo me- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 271-275 ARTE Y ESTÉTICA EN EL MUNDO EMPRESARIAL diadores más o menos interesados, o a su vez mediatizados, demasiado ajenos a ella); c) también es cierto, no obstante, que los autores no están a menudo preparados para racionalizar su propia experiencia o sus análisis y juicios con suficiente distancia y perspectiva. Por lo demás, yendo a la cuestión de fondo, acaso quepa proponer una reflexión del orden de la siguiente: • por una parte, se trata de géneros distintos y en ambos hay espacio y margen para la calidad; lo prueba el hecho de que existan obras literarias de altura y calidad incontestable que han tenido un éxito de público importante; en cualquier caso, el producto de ventas masivas no se caracteriza por estar carente de diseño o por permanecer al margen del diseño (el diseño también es decisivo en él, lo que pasa es que es un diseño de orden y lenguaje distinto: así, por ejemplo, a menudo el género del best-seller apoya más su eficacia y valor en la efectividad de la elaboración del argu- mento que en la exquisitez formal de la escritura); • con todo, también es cierto que la falta de cultura literaria del público indiscriminado constituye un dato de partida incontestable, que hace que el éxito de masas constituya una prueba de calidad literaria totalmente insuficiente. Poniendo en relación los dos razonamientos esbozados, concluiremos: • que siempre hay espacio para el diseño, un espacio o margen específico, sea cual sea la naturaleza y economía global del producto; • que este espacio resulta merecedor de una atención y dedicación rigurosa y seria (el diseño de un best-seller no es tan fácil ni carece en absoluto de mérito); • y que se impone irlo reconociendo con progresiva decisión desde todos los puntos de vista, aunque sólo sea porque, tarde o temprano, el propio curso de los acontecimientos nos obligará a hacerlo. Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 271-275 RETÓRICA Y EMPRESA KURT SPANG* El propósito global del artículo es mostrar la utilidad de la retórica en el desenvolvimiento de las tareas empresariales. Esta disciplina no sólo tiene interés por sus potencialidades persuasivas, sino también por su capacidad de fomentar la comunicación entre los colaboradores y el arte de discurrir. Para mostrarlo, se describen las cinco fases de la elaboración de comunicaciones verbales y su aplicación directa a las circunstancias empresariales. Palabras clave: retórica, empresa, comunicación. INTRODUCCIÓN semanario alemán Der Spiegel publicó a principios de enero de 1999 un artículo en la sección “Cultura de empresa” (encabezamiento ya muy significativo) con el título: “Good bye Mr. Brutalo” y añadía como resumen entre otras cosas: “Consenso en vez de bochinche. El ideal del guerrero de oficina ya oficial- E L CONOCIDO mente jubilado; en las empresas se requiere al jugador de equipo”. ¿Qué significa todo eso? Pues que ha terminado la era de los tan vilipendiados explotadores empresariales y exprimidores maquiavélicos, y que la nueva consigna para la convivencia entre los colaboradores de una empresa es la colegialidad y la solidaridad. Considerar los negocios como una especie de guerra de la * Kurt Spang es profesor ordinario de Teoría de la Literatura y Subdirector del Departamento de Literatura Hispánica de la Universidad de Navarra. KURT SPANG jungla y concebir el papel del manager como el de un guerrillero solitario ya está “out”. Se acabó -anuncian- el capitalismo agresivo de competencia inmisericorde y se apuesta por la comunicación y la solidaridad, la globalización… y las fusiones. Basta comparar este panorama con el cuadro que presentan los hermanos Llano en el interesantísimo artículo “Paradojas de la ética empresarial”1 para ver confirmada esta tendencia. ¿Y cómo se va a conseguir este cambio? Se lo diré: ¡Con la retórica! Posiblemente esta afirmación no coincida con la concepción actual y cotidiana de la retórica y con las finalidades que normalmente se le atribuyen. Acaso suene también un tanto exagerado, pero desde luego, jugará un papel destacado en el cambio porque no queda más remedio. El cambio se producirá a la fuerza con los instrumentos que brinda la retórica y, naturalmente, también con la ayuda de las ideas de los empresarios, economistas, filósofos y políticos. Y no por último -no hay ningún motivo para ocultarlocon la ayuda de Rafael Alvira y su equipo de Empresa y Humanismo. LA RETÓRICA COMO HERRAMIENTA OMNIPRESENTE E IMPRESCINDIBLE otras disciplinas del saber humano la Retórica tiene vocación de visión de conjunto y de coherencia. Lo suyo es abarcar un tema, presentar un ámbito en sus implicaciones, crear cohesión, ordenar con lógica, comunicar con éxito y llegar eficazmente a todos los públicos. En esta capacidad abarcadora, la Retórica se opone por ejemplo a la gramática y a casi la totalidad de las ramas del saber actuales, obsesionadas con la especialización cada vez más intensa. Por esta razón predican y ponen por obra procedimientos fundamentalmente disgregadores y atomistas; parece que veneran la diversidad haciendo caso omiso de la unidad. Tienen los ojos fijos en los detalles y pierden de vista la totalidad; ven sólo árboles, mientras que la Retórica ve el bosque. Nos tiene comido el coco el afán de diversidad, de variedad, de innovación por la innovación en todos los niveles de la vida, también o más concretamente C OMO POCAS Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 277-295 RETÓRICA Y EMPRESA en la economía y la empresa. Precisamente por ello hacen falta modos de pensar en categorías globalizadoras, cohesivas, abarcadoras; la Retórica brinda el instrumental adecuado. Acaso la Retórica no es globalizante a través de los contenidos concretos que pueda aportar, sino por las capacidades que fomenta, por las habilidades que crea en los que la dominan y practican. La Retórica es, en este sentido, instrumental y adaptable a muchas circunstancias diversas. La prueba es que lleva dos milenios y medio de vida y le quedan muchos por delante. Además tiene una virtud muy apreciada no sólo en el mundo empresarial: la capacidad de motivar. Desde sus inicios, la Retórica estaba pensada como instrumento de mover a actuar en diversos ámbitos: mover a los jueces y jurados a fallar en un determinado sentido, mover a los parlamentarios a votar una determinada propuesta, mover al público en general a asentir o disentir, a obrar o dejar de obrar según determinadas circunstancias. SOMERA DEFINICIÓN DE LA RETÓRICA de este artículo solo me limitaré a dar una breve introducción en algunos aspectos fundamentales del llamado arte del buen decir. Que vaya por delante que no es arte de adornar brillantemente el vacío -como sugiere la opinión común-, el arte de no decir nada con floridos rodeos, o simplemente la capacidad de hacer mucho ruido con pocas nueces. Al contrario, la Retórica es un potentísimo transmisor de cuatro valores fundamentales que, por así decirlo, mantienen el universo en orden y ayudan considerablemente a comprenderlo; estos valores son la unidad, la verdad, la bondad y la belleza. Como son aplicables a toda la vida, obviamente, también lo son al mundo empresarial, en el que se manifiestan como visión global de los objetivos y responsabilidades, como transparencia y competencia en las decisiones, como calidad, rigor y claridad de los productos y servicios. Las posibilidades y el alcance de la Retórica no se agotan, por tanto, en el mero manejo del lenguaje comercial, E N EL MARCO Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 277-295 KURT SPANG publicitario y administrativo, sino que intervienen en la totalidad de las actuaciones verbales y extraverbales de la empresa. De modo que el arte del buen decir es el instrumento más eficaz para el funcionamiento eficiente de la empresa. La caracterización más usual de la Retórica es la de arte de la persuasión, o capacidad de hablar en público, de exponer coherente y convincentemente cualquier tipo de comunicación, proyecto e idea. Evidentemente esta atribución de propiedades es correcta, pero habría que añadir que una definición de esta índole sólo remite a la punta del iceberg; claro que, lo que se percibe externamente de la práctica retórica es el uso de la palabra, la comunicación verbal. Sin embargo, además de esta capacidad eminentemente necesaria para el buen funcionamiento de la empresa e imprescindible para la convivencia humana en general, la Retórica fomenta otras actividades notablemente más formativas. Se trata de operaciones y funciones, por así decirlo, preverbales, previas a la propia formulación de las comunicaciones, y que intentaré esbozar brevemente más adelante. Digo actividades preverbales porque son previas a la presentación verbal de la comunicación. No obstante, son las que posibilitan la presentación y por eso son de suma importancia para activar la movilidad y disciplina intelectuales y, a mi juicio, su dominio es por lo menos tan importante y fructífero como el de la presentación del discurso. Si es cierto -como suelen afirmar- que es conveniente pensarse lo que se pretende comunicar antes de decirlo o escribirlo, no cabe duda de que una herramienta capaz de orientar y perfeccionar nuestras actividades intelectuales es muy útil. Ahora bien, tampoco hay que olvidar que toda actividad intelectual es esencialmente verbal de por sí, pensamos con palabras en la inmensa mayoría de los casos, de modo que también estos pasos previos a la formulación definitiva son verbales en cierto sentido. Como veremos, esto no es un obstáculo sino una ayuda en la elaboración exitosa de una comunicación y desde luego condición Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 277-295 RETÓRICA Y EMPRESA sine qua non en la formación de hábitos intelectuales. ELABORACIÓN DE LA COMUNICACIÓN VERBAL clásico de elaboración del discurso creado por Quintiliano en el siglo I d.C. sigue todavía vigente en la actualidad. Establece cinco fases o pasos de creciente complejidad que sirven de hitos a la hora de preparar la comunicación definitiva. Las tres primeras fases se ocupan de la búsqueda, ordenación y redacción/formulación de la comunicación, y las dos restantes se dedican más concretamente a la presentación oral del discurso. Para facilitar el acceso a cada una de las fases he estructurado la presentación de manera idéntica en los cinco apartados: empiezo con el cometido fundamental de la fase correspondiente; a continuación se contempla brevemente el procedimiento adecuado para realizarla y, finalmente, se consideran los efectos secundarios, por así decirlo, que produce cada fase. E L MÉTODO LA BÚSQUEDA DE MATERIALES L COMETIDO fundamental de esta primera fase es reunir materiales, informaciones, datos que tienen que ver con el tema que se está tratando. Por cierto, esta fase no se ocupa de la búsqueda del tema o asunto mismo, porque suele constar de antemano. Puede ser un pedido, una reclamación, la presentación de un nuevo colaborador o de un proyecto empresarial y las mil necesidades comunicativas que surgen a lo largo del día. Las preguntas que hay que plantearse para facilitar la búsqueda de material son, por tanto, ¿qué datos e informaciones son relevantes para la comunicación que pretendo realizar y para el público al que me dirijo? Y la segunda pregunta es: ¿dónde encuentro este material? En principio, esta búsqueda desembocará en una acumulación de informaciones que puede ser desordenada, incluso puede contener datos desechables en una selección posterior. Naturalmente, ya se pueden agrupar de antemano los datos siguiendo las necesidades del comunicador y las funciones E Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 277-295 KURT SPANG que pueden desempeñar en la comunicación definitiva: ¿cuáles pueden utilizarse para determinados públicos? Porque no es lo mismo exponer una comunicación ante empleados que ante el consejo de administración. Por otro lado, es recomendable pensar en qué datos pueden resultar apropiados para la introducción, para la argumentación, para la conclusión, etc. El comunicador experto ya irá adquiriendo mayor destreza y facilidad en este campo a lo largo de sus experiencias comunicativas. ¿Cómo y dónde se encuentran los datos necesitados? Todos sabemos que en la actualidad tenemos, casi padecemos, un exceso de información y el mayor trabajo no es buscar sino seleccionar entre los miles y miles de datos que se nos ofrecen en enciclopedias, manuales, libros y revistas especializados, estadísticas, contabilidad, documentos de cualquier índole y, naturalmente, en Internet. No por último, constituyen una valiosa fuente de información los especialistas en la materia, los colaboradores de dentro y fuera de la empresa. También se suele realizar cada vez con más fre- cuencia un brainstorming en el momento adecuado. Lo formativo y, por así decirlo, un positivo efecto secundario que se producirá a través de la práctica de esta técnica, es el fomento eficaz de la capacidad de concentración y discernimiento: crea el hábito de apoyarse en personas y medios a la hora de solucionar problemas, capacita para la adjudicación de ideas a temas, así como para agruparlas según necesidades y funciones. LA ORDENACIÓN EFICAZ DE LOS MATERIALES L COMETIDO fundamental de la segunda fase de elaboración de la comunicación verbal, a saber, la ordenación de los materiales, se refiere a la agrupación eficiente de las ideas e informaciones encontradas en la primera fase. Como ya vimos allí, son fácilmente compaginables la primera y segunda fase, pues casi se solapan la búsqueda y la ordenación, que puede convertirse en búsqueda ordenada. E Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 277-295 RETÓRICA Y EMPRESA Se trata, por tanto, de seleccionar datos según sus propiedades y su aplicabilidad en la elaboración del discurso en cuestión. Hay que ponderar su adecuada colocación en el conjunto de la comunicación. La decisión elemental es la que se refiere a la disposición de los datos al principio, en la parte central o al final de la comunicación, ya que cada una de estas disposiciones tiene -como veremos enseguida- su funcionalidad propia y conviene decir lo apropiado en el sitio apropiado. El principal objetivo es la adecuada colocación dentro del conjunto de la comunicación y la ilación eficaz de los datos y argumentos entre sí. ¿Qué posibilidades de ordenación del conjunto existen? La división de la totalidad depende también de la naturaleza y de la finalidad de la comunicación. Si se pretende demostrar las ventajas de un producto y las desventajas del de la competencia no cabe duda de que la bipartición es la forma más adecuada; así, se pueden enumerar primero los defectos del producto de la competencia y, a continuación, destacar las ventajas del propio. Pero también se ofrece en otras ocasiones, por ejemplo en el caso de entrevistas o encuestas, en las que se ha revelado eficaz la múltiple bipartición que se refleja en preguntas y respuestas. Queda demostrado el alto rendimiento de la tripartición del discurso aplicable a muchas finalidades. Esta tripartición consta de la introducción (para familiarizar a los oyentes con el asunto que se va a tocar y el propósito que se persigue con la comunicación). Empalma con la parte central, en la que se presentan los argumentos que demuestran el propósito (la bondad del producto o del servicio, lo acertado del proyecto que se propone, las excelencias de una empresa, etc.) La comunicación cerrará con la tercera parte, el final, que puede ser un resumen de lo dicho con anterioridad, siendo, por así decirlo, una mirada recolectiva hacia atrás; pero también puede ser una conclusión en el sentido de una mirada hacia delante, de un llamamiento a la actuación o por lo menos a la reacción. Naturalmente, también se pueden combinar las dos finalidades en la tercera parte. Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 277-295 KURT SPANG La ordenación no se refiere exclusivamente a las comunicaciones de una determinada extensión, al contrario, hace eficaces también comunicaciones muy breves, como una carta o una llamada telefónica, pero también los discursos realmente extensos, los informes anuales, los proyectos, hasta los artículos de revista o incluso libros pueden ordenarse de esta manera. En el fondo, el objetivo y la finalidad de esta fase es organizar la diversidad de los datos acerca de un tema, dándoles una unidad eficaz y persuasiva. También esta fase es altamente formativa desde el punto de vista de la creación de hábitos intelectuales en la persona que los practica con frecuencia; no sólo mejoran las capacidades de la comunicación particular, sino que fomentan el sentido del orden y la capacidad de abarcar conjuntos, dándoles una coherencia lógica y eficiente. Ayudan también a detectar y disponer las diversidades para insertarlas en una unidad o, con otras palabras, entrenan la facultad de ordenar aspectos diversos bajo un tema general. LA FORMULACIÓN DE LAS IDEAS HALLADAS Y ORDENADAS L COMETIDO fundamental de esta fase es la eficaz y persuasiva formulación de las ideas e informaciones encontradas y ordenadas en las dos anteriores. La finalidad es obvia: los receptores deben entender el mensaje y actuar en consecuencia. Salta a la vista que la formulación verbal, es decir, el encuentro de las palabras justas, de las oraciones y del conjunto adecuados, es de suma importancia; es así, de esta forma verbalmente formulada, como llega el mensaje a los receptores. Es la parte visible y audible de la comunicación, en la que se produce finalmente el contacto entre el emisor y el receptor y puede surtir efecto. Por tanto, a la hora de la verdad, cuando se trata de manifestar su capacidad persuasiva, sirven de poco las dos fases anteriores, los argumentos apropiados y la disposición estratégica, si no se transmiten con destreza y elegancia. En esta fase se manifiesta también el elemento estético de la comunicación E Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 277-295 RETÓRICA Y EMPRESA verbal; el arte del buen decir implica la capacidad del decir elegante. La elegancia no solamente agrada, sino que posee además un poder convincente. Es a través de la belleza de la expresión como se llega al corazón de los oyentes. Una de las condiciones imprescindibles para llevar a cabo con éxito esta fase es evidentemente el dominio lo más completo posible del idioma, un vocabulario rico y matizado, la capacidad de configurar oraciones adecuadas y elegantes y de formar párrafos con entidad y coherencia. La práctica continua de esta fase conlleva también un efecto secundario muy relevante, a saber, la capacidad de manifestar las ideas con las palabras adecuadas, el don de palabra y de negociación, y por consiguiente, la facilidad de entrar en contacto con cualquier interlocutor, el poder decir las cosas como son o como deberían ser. La admiración que se expresa con la afirmación “¡bien dicho!” se transfiere al que sabe expresarse bien. Como el criterio supremo de todas las fases de la elaboración retórica es la persuasión, el que la domina ad- quiere también capacidad de persuasión, cuya importancia no se puede sobrevalorar nunca y no solamente en la empresa. Como advertí al principio, hablando de las cinco fases de elaboración, las tres que acabamos de ver hasta ahora son suficientes en el caso de que la comunicación sea escrita. En cambio, si es oral, se añaden los dos pasos siguientes: LA MEMORIZACIÓN ¿ C UÁL ES el cometido principal de esta fase? Es el dominio del discurso libre, quiero decir, la capacidad de hablar ante un público sin permanecer pegado al papel, a una versión definitiva redactada de antemano. ¿Por qué? Es primordial el contacto visual con los oyentes. Es una forma de ganarse al receptor que se añade a las buenas ideas, su ordenación y su formulación persuasivas. Mirando al público se capta su interés y atención y también se gana su simpatía. Es un proceso que los informáticos llaman retroalimentación y que se realiza incluso si el público no responde verbalmente, una especie de ondas Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 277-295 KURT SPANG subliminares que retornan de los oyentes al hablante. La mera lectura de un texto escrito, y más aún si es monótona o rápida, o las dos cosas a la vez, puede disminuir notablemente la eficacia comunicativa y hasta ser contraproducente por ser de difícil seguimiento y en la mayoría de los casos, producir aburrimiento. Para evitar malentendidos, no se trata de memorizar literalmente todo un discurso. La mayoría de los hombres actuales, a no ser que sean actores, no tienen el hábito de memorizar, les falta práctica y, por tanto, capacidad de retener de memoria textos largos. Lo que sí pueden retener es un esquema de los aspectos más destacados del mensaje que pretenden transmitir. Quiero decir, que se puede redactar un guión más o menos detallado según las necesidades de cada comunicación y, sobre este guión, hablar libremente, por así decirlo, improvisar sobre un tema. Esto presupone naturalmente el dominio de la materia, con otras palabras, un saber que capacita para rellenar las lagunas que forzosamente deja un guión. Aquí, como en todas las fases, hace falta mucha práctica para ad- quirir cierta destreza. Pero hay que tener en cuenta que la inmensa mayoría de las veces en las que comunicamos lo hacemos de esta forma: tenemos algunas ideas y objetivos previos que transmitimos a través del código verbal, sin tener ni la oportunidad ni la necesidad de prepararlo detenidamente. La cuestión es si lo hacemos de manera estratégicamente ordenada o arbitrariamente, con las inevitables deficiencias y torpezas. No hace falta subrayar la importancia de la memoria no sólo en los negocios. Somos tan poco memoriosos en la actualidad que hasta olvidamos nuestro pasado. De esta forma, el hombre, como ser histórico, se desconecta de su historia personal y de la historia en general porque no cultiva esta capacidad imprescindible de avanzar retrocediendo, que es tan insustituible en su quehacer existencial. No hace falta subrayar que la memoria tampoco está demás en la vida empresarial, y ello no sólo para hablar libremente en determinadas ocasiones; la mitad de las batallas en las negociaciones se gana recordando datos y detalles de situaciones, contratos, acuerdos, etc. etc. Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 277-295 RETÓRICA Y EMPRESA LA PRESENTACIÓN ORAL DE LA COMUNICACIÓN I LA MEMORIZACIÓN en cierto modo ya se refiere a la presentación oral de la comunicación, dado que es su premisa material, la presentación oral propiamente dicha se refiere a dos aspectos externos: la pronunciación y la actuación, es decir, la forma en la que el mensaje llega visual y auditivamente a sus receptores. Por tanto, el cometido fundamental de esta fase consiste en ponderar la forma correcta y adecuada de pronunciar las palabras y oraciones de la comunicación y el comportamiento durante la presentación. Pronunciación correcta quiere decir en primer lugar, respetar las normas de la fonética, saber cómo se pronuncian las palabras desde el punto de vista lingüístico, pero también quiere decir encontrar la articulación adecuada al tema y al público, el volumen, la velocidad y la entonación apropiados a las circunstancias. Puede ser tan contraproducente la pronunciación altisonante, solemne, en un discurso trivial o ante un público de S menos formación retórica, como la pronunciación descuidada o negligente en una ocasión seria o solemne. El aspecto de la actuación se refiere a varios factores externos ya no referidos a lo verbal sino a los movimientos y al aspecto del propio comunicador u orador y de su entorno, es decir, a la vestimenta, la mímica, los gestos y los desplazamientos, por un lado, y el espacio, la decoración y los medios auxiliares de los que se dispone para la presentación del discurso, por otro. Parece una perogrullada, pero pronunicar bien es fundamental para hacerse entender; moverse con soltura y habilidad es imprescindible en la vida cotididana y en la empresa; vestir adecuadamente ayuda a ganar batallas. No cabe duda de que la persona que hace un esfuerzo por pronunciar bien y por desenvolverse acertadamente ante un público, durante una comunicación verbal, creará también un hábito que impregnará su forma de comportamiento incluso fuera de las situaciones expresamente comunicativas. Si es cierto lo que dice un renombrado psicólogo y sociólogo americano, uno no puede Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 277-295 KURT SPANG no comunicar, es decir, aunque no hablemos, no dejamos nunca de comunicar en el sentido amplio de la palabra. Hasta no hablar con una persona es, en cierto sentido, comunicarle que uno ha roto las relaciones. El hombre dispone de muchos códigos para entrar en contacto con el prójimo y para transmitirle informaciones. LA RETÓRICA EN LA EMPRESA APLICACIONES y efectos de la retórica en la empresa pueden dividirse en dos categorías: en primer lugar, se observan unas aplicaciones directas y prácticas que se manifiestan en las múltiples comunicaciones verbales que se producen continuamente en cada empresa y, en segundo lugar, unas consecuencias indirectas que repercuten en la mejora del rendimiento y de la eficacia de los colaboradores y, por tanto, de la empresa en su conjunto. Veamos, a modo de muestra, algunas de las comunicaciones verbales que pueden producirse en la empresa: L AS LAS APLICACIONES DIRECTAS Y PRÁCTICAS 1.1. LOS GÉNEROS DE COMUNICACIÓN VERBAL EN LA EMPRESA Por género de comunicación entiendo las formas preestablecidas, de uso repetido, en las que pueden verterse las comunicaciones; es decir, son los moldes con características invariables a las que se añaden en cada uso y circunstancia algunas variantes. Seguramente me quedaré corto con la lista de géneros de comunicación verbal típicamente empresariales que se enumera a continuación, tampoco se trata de buscar la exhaustividad, sino de mostrar en qué ámbitos empresariales puede incidir la retórica como instrumental de la comunicación verbal. 1.2. LAS COMUNICACIONES ORALES Y ESCRITAS En primer lugar cabe distinguir entre dos formas de comunicación según su modo de transmisión, quiero decir, entre los géneros orales y los escritos. Ello no impide -como veremos- que pueda haber gé- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 277-295 RETÓRICA Y EMPRESA neros practicables en los dos modos. 1.3. BREVE OJEADA SOBRE ALGUNOS GÉNEROS ORALES He aquí unos géneros orales frecuentes en cualquier empresa: no hay que olvidar que cualquier diálogo entre los colaboradores constituye una comunicación verbal; evidentemente son más empresariales en sentido estricto las que se refieren a asuntos propios de la empresa. Todo lo referido a compras, fabricación, servicios, ventas, contabilidad, etc. de una manera u otra se lleva a cabo verbalmente, y en la mayoría de los casos de modo oral. No hace falta mucha fantasía para imaginarse que una sólida formación retórica puede aumentar considerablemente el rigor y la eficacia de estas comunicaciones, evitando malentendidos, demoras y errores. La cultura del diálogo no sólo es un bien en el trato humano en general, sino que es de suma importancia para el desarrollo competente de los quehaceres de las empresas e instituciones. Las mismas observaciones se pueden aplicar a las llamadas telefónicas, sólo que aquí se añade el factor de los costes de las llamadas. Se pierden a diario miles de pesetas a causa de llamadas telefónicas ineficaces, es decir, no preparadas y no estructuradas con anterioridad según criterios retóricos. La presentación de nuevos productos o proyectos puede desembocar en un fracaso, si la correspondiente comunicación verbal no se lleva a cabo con el suficiente rigor en la elaboración. Aquí también la retórica puede echar una mano poderosa, acompañada por otras herramientas auxiliares. Obviamente este género puede realizarse igualmente de forma escrita. La presentación de un nuevo colaborador y también las entrevistas de trabajo o los informes de cualquier índole dependen en gran parte de la estructuración adecuada de la comunicación verbal que las transmite. Aquí, como en todos los demás géneros orales, se podrán aplicar las cinco fases de la elaboración retórica, que permitirán llevar a cabo exitosamente los propósitos comunicativos. No hace falta insistir en el hecho de que una comunicación más extensa, como por Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 277-295 KURT SPANG ejemplo una conferencia, no se puede realizar adecuadamente sin la debida aplicación de los preceptos retóricos a los que aludimos en el apartado anterior. Cuanto más extensa es una comunicación, tanto más imprescindible se hace una elaboración minuciosa y rigurosa, pues sólo ella garantiza el éxito persuasivo. 1.4. BREVE OJEADA SOBRE ALGUNOS GÉNEROS ESCRITOS No existe ninguna empresa -y todavía más si es de gran envergadura- que no tenga la necesidad de elaborar y mandar cientos o miles de cartas al año. Es evidente que la carta mal hecha no sólo puede retrasar y entorpecer el desarrollo de la actividad comercial que acompaña, sino llevar también a malentendidos y confusiones y, finalmente, dañar notablemente la imagen de la empresa. Esto no significa que las cartas deban ser obras de arte, pero sí elaboradas y escritas conscienzudamente teniendo en cuenta los requisitos exigidos por el arte del buen decir. Las mismas recomendaciones se pueden aplicar al fax y al correo electrónico ya que en el fondo son cartas, aunque su soporte o forma de transmisión sea distinto. Un capítulo aparte constituyen las instrucciones de uso. En algunos casos parece que están hechas más para confundir que para instruir al usuario, en otros uno tiene la impresión de que pretenden tomarle el pelo. De todas maneras, con frecuencia se echa de menos la debida elaboración. Y no hace falta insistir en las consecuencias nefastas del asunto. Las instrucciones de uso no sólo deberían servir para enseñar la correcta y eficaz utilización de un producto, sino que también deberían ser una especie de escaparate de la empresa que lo fabrica. El usuario que se disgusta con las instrucciones de uso se disgustará también con la empresa. Entre los géneros escritos más extensos se hallan los informes y balances. Su minuciosa preparación, según criterios retóricos, ofrece herramientas para su eficaz realización. Actualmente no hay empresa que pueda prescindir de la publicidad. Es evidentemente un fenómeno mucho Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 277-295 RETÓRICA Y EMPRESA más complejo que los géneros que acabamos de reseñar someramente. En la mayoría de los casos, la empresa confía la confección de anuncios publicitarios a casas especializadas, limitando su papel a decidir si acepta una u otra propuesta. Sin embargo, no debería perder de vista que también la publicidad tiene que ver con la retórica como estrategia de persuasión, aunque los anuncios no suelen ser exclusivamente verbales. Aún así, muchos criterios de las cinco fases de elaboración de la comunicación también son aplicables a la publicidad, y conviene tenerlos presentes a la hora de juzgar su eficacia. LOS EFECTOS INDIRECTOS DE MEJORA DE RENDIMIENTO QUE APORTA LA RETÓRICA EN LA EMPRESA E STAS DISTINCIONES son un tanto artificiales y muy difíciles de separar en la realidad empresarial, sin embargo, las hago para que se puedan contemplar más de cerca los efectos que produce la formación retórica. Evidentemente, hay que tener presente que la Retórica no es la panacea, no soluciona todos los problemas empresariales ella sola: quiero decir que no hace superfluos los demás esfuerzos y conocimientos de gestión de empresa, pero sí ayuda y facilita enormemente la labor empresarial, precisamente porque se lleva a cabo en gran parte a través o con ayuda de comunicaciones verbales. PARA EL INDIVIDUO EN LA EMPRESA QUE el efecto indirecto más importante, aunque no sea inmediatamente visible, es la contribución que la Retórica aporta a la formación lingüística e intelectual de los colaboradores. Y es que la Retórica no solamente es el arte del buen decir, sino también el arte del buen pensar. Quiero decir que la constante aplicación, sobre todo de las tres primeras fases de elaboración del discurso que vimos al principio, acabará creando un hábito muy sano, que es el de saber seleccionar las ideas adecuadas, el de ordenarlas y formularlas. ¿Qué otra cosa es C ONSIDERO Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 277-295 KURT SPANG pensar que seguir estos tres pasos? Pero es más, estas tres fases, sobre todo la segunda, forman también el sentido del orden, de la coherencia y la capacidad organizativa, y no cabe duda de que son cualidades muy apreciadas no sólo en los ejecutivos de una empresa sino en todos sus colaboradores. La Retórica ayuda a localizar problemas, a clasificarlos y articularlos y, con ello, facilita su solución. Y cómo no, la Retórica ayuda a “llegar” dentro y fuera de la empresa. Esto se consigue por dos vías complementarias: mediante la palabra y la creación de la imagen del nuevo empresario y colaborador. Der Spiegel lo caracteriza diciendo que el nuevo empresario es innovador sin agresividad, se impone y, sin embargo, es socialmente competente, siempre fiable y a la vez dispuesto a arriesgarse. Sobre todo es flexible, capaz de adaptarse a nuevas circunstancias, cualidad que se suele designar en la jerga empresarial con el anglicismo change-management. No hace falta insistir en el hecho de que todo ello se consigue más fácil- mente a través de los hábitos retóricos. PARA LA “COMUNIDAD EMPRESARIAL” ON EL TÉRMINO “comunidad empresarial” quiero designar la coherencia personal que debería existir en una empresa, el flujo continuo de informaciones imprescindible para el buen funcionamiento y, finalmente, el sentido de solidaridad que cohesiona a los colaboradores. Salta a la vista que una mejor y más eficiente comunicación entre colaboradores y su entorno tiene como consecuencia inmediata la disminución de malentendidos y errores, la transmisión más eficiente de informaciones; de este modo se evita lo que en el lenguaje informático se designa como “ruidos”, es decir, obstáculos que impiden que el mensaje llegue y se comprenda de la misma forma y manera en la que ha sido emitido. Como primera consecuencia, esta práctica de la comunicación eficiente conlleva un ahorro de tiempo. Pero la comunicación más hábil y más concreta crea además un clima de entendimiento mutuo que C Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 277-295 RETÓRICA Y EMPRESA contribuye a evitar las crispaciones y los roces. ¡Hablando se entiende la gente! Es precisamente la creación de comunidad y de espíritu de equipo la que garantiza el mejor funcionamiento y rendimiento, un mejor clima de trabajo en la empresa. Siemens caracteriza la nueva filosofía de empresa así: “La colaboración en la empresa se distingue por la confianza, la integridad personal, el respeto mutuo y la comunicación abierta”. Es incuestionable que esto contribuye a evitar el aislamiento entre miembros de distintas jerarquías y entre los de arriba y los de abajo. Después de la derrota electoral del año pasado, uno de los reproches que se hicieron al antiguo canciller de la República Federal, H. Kohl, fue el hecho de haberse aislado en la cúpula del partido y del gobierno y haber perdido el contacto con la base. El espíritu de comunidad y de solidaridad hace surgir una especie de “familia de la empresa”. En este orden de ideas es curioso observar que los sindicatos han sido capaces de crear este espíritu de solidaridad y consenso y, en cambio, los empresarios todavía tienen que luchar contra el cliché del empresario explotador y extorsionador del siglo XIX. ¿Quién ha tenido las mejores capacidades retóricas? Además, no hay forma más eficaz de convencer, mover y motivar al hombre que a través del hábil uso de la palabra y del argumento persuasivo. Y esto no significa necesariamente manipulación en el mal sentido de la palabra. Clarificar una situación, explicar convincentemente un proyecto, arrastrar a las personas a que se entusiasmen por un proyecto no implica engaño o embaucamiento. Muy unido a este efecto va el aumento de la capacidad de solucionar problemas, y no sólo los empresariales, sino también los personales, hecho que finalmente revierte sobre el rendimiento del colaborador. El hecho de conocer sus capacidades y saber articularlas crea un sentimiento más asentado del valor propio, anima a asumir responsabilidades. Saber descubrir sus capacidades significa también saber articular problemas y conflictos. Conocer y formular los problemas es la condición más Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 277-295 KURT SPANG importante para evitar la conflictividad o solucionarla más rápida y eficazmente, porque no sin razón se afirma que “hablando se entiende la gente”. PARA LA EMPRESA EN SU ENTORNO OR ÚLTIMO quisiera rozar muy someramente la eficacia de la Retórica en la creación y la conservación de la imagen de la empresa. No se debe pasar por alto el hecho de que, a pesar de que pueda parecer paradójico, la imagen de la empresa se crea predominantemente a través de la palabra. La presentación de la empresa puede llevarse a cabo con la ayuda de imágenes y productos pero, en el fondo, lo que convence serán siempre las palabras que las acompañan. Hasta la publicidad no sólo ayuda a vender, sino también a formar y consolidar la imagen de la empresa. Es más, la mejor consideración, la mejor imagen de la empresa no sólo contribuye a una mayor consideración en el gran público, sino también en el mundo empresarial y político, es decir, se producen unos efectos de si- P nergia que aumentan el prestigio de la empresa. Ya es hora de que acaben estas consideraciones. Espero que hayan sido suficientes para hacer ver que, en el fondo, nada funciona sin comunicación verbal, ni en la empresa, ni en ninguna parte de la vida privada o de la sociedad. ¿QUÉ HACER? A PRIMERA condición para subsanar deficiencias -y no sólo las comunicativas y retóricas- en la empresa y en la vida en general es darse cuenta de que existen. Luego se pueden buscar los remedios. Suponiendo que la dirección, o algunos o todos los colaboradores se percaten de que existen carencias retóricas en la empresa, de que ciertos empleados acusan graves deficiencias lingüísticas y comunicativas, porque ya la educación básica y secundaria actual no son muy aptas para fomentar la capacidad comunicativa y discursiva, entonces, es hora de poner cartas en el asunto a través de esfuerzos continuos, mediante cursillos de retórica en general y/o sobre aspectos específicos. L Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 277-295 RETÓRICA Y EMPRESA Lo cierto es que determinados ejercicios de entrenamiento elementales se pueden hacer en cualquier momento, tanto en la teoría como en la práctica, intentando hablar correcta y eficazmente, comunicando conscientemente, cultivando una actitud autocrítica en el sentido de no considerarse un orador brillante nato y de fijarse en las habilidades y los defectos comunicativos de los demás. Sobre todo es aconsejable tener presente que “hablando se entiende la gente”, como se ha venido apuntando y repitiendo a lo largo de este artículo, es decir, que sólo comunicando, y comunicando bien, se puede aspirar a que funcione la convivencia en la vida y la colaboración en la empresa. Hay que confiar en la palabra y aprender a usarla o, lo que será el caso más frecuente, perfeccionar constantemente las capacidades retóricas que ya se posean. Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 277-295 LA FILOSOFÍA EN LA FORMACIÓN DEL DIRECTIVO ALEJANDRO LLANO* La filosofía, al contrario que las filosofías, es un saber radical que desarrolla en el hombre el sentido de profundidad, de originalidad y de creatividad. Es un saber sintético que resume otros conocimientos inconexos. La filosofía despierta en el ser humano la querencia por el valor de la realidad, algo que todo empresario necesita, junto con la profundidad, la capacidad de síntesis y la visión panorámica. Palabras clave: filosofía, sabiduría, síntesis, empresario. N O DEBE TENERSE una concepción demasiado laudatoria de la filosofía, dado que la filosofía no sirve para todo: no va ser el remedio de las carencias económicas, de las deficiencias sociales, o de las precariedades antropológicas. Además, es preciso hacer una distinción entre la filosofía y las filosofías, en su sentido, éstas últimas, de sistemas filosóficos. Si la filosofía es un indudable beneficio para la humanidad, no lo son, en cambio, todas las filosofías, entendidas como productos teóricos del hombre que se erigen a veces en saber inapelable y absoluto. En este sentido, la filosofía no constituye siempre para la Humanidad un beneficio neto sin mezcla de perjuicios, los cuales, por otra parte, frecuentemente se revisten con cierta apariencia de beneficio. En esta exposición, por tanto, hablaré de la filosofía, no de las filosofías. * Alejandro Llano es Catedrático de Metafísica en la Universidad de Navarra. ALEJANDRO LLANO La filosofía no es, evidentemente, un conocimiento o una ciencia ya dada, sino sólo una tendencia, una disposición innata del hombre. De hecho, así empieza uno de los grandes libros de la filosofía occidental, la Metafísica de Aristóteles: todos los hombres tienen por naturaleza el deseo de saber. No es que sepamos, sino que deseamos saber, siendo la filosofía, más que el saber mismo, ese deseo de saber. Lejos de ser, por tanto, un acopio seguro de conocimientos enciclopédicos, la filosofía se presenta como un deseo o tensión que tiene más de intento que de logro: el filósofo trata de llegar a conocer mejor la realidad, aunque de hecho no lo conozca todo de ella. Por tal motivo, más que sabiduría, la filosofía es amor a la sabiduría: hija de Poros —de la abundancia— y de Penia —de la escasez—, según se muestra clásicamente. Es, además, una actividad humana que se reconoce de entrada como fracasada, porque el objetivo —la sabiduría como saber completo, e incluso para algunos absoluto (tal es el caso de Hegel, por ejemplo)— es muy alto, mientras que los recursos del que lo pretende son escasos y torpes, en liza desigual. Pero, paradójicamente, este fracaso repercute óptimamente en el hombre, perfeccionándolo y vigorizándolo en su afán por llegar a ser lo que es, según la conocida sentencia de Píndaro, puesto que el hombre mismo es proyecto. La filosofía, pues, es el saber más propiamente humano. Es ésta una repercusión que llega a las entrañas de la persona, hasta sus tuétanos, encarnándose en ella. La filosofía, a diferencia de otras ciencias, y a semejanza con algunas artes, afecta a la vida personal brotando genuinamente de su interior. Prueba de ello es que del pensamiento filosófico de una persona podemos inferir la calidad de su propia vida. Esto no puede afirmarse en sentido estricto del conocimiento matemático o físico, por ejemplo, puesto que ambos precisan una mayor asepsia respecto de las condiciones vitales particulares. La filosofía, a pesar de ser el conocimiento que pretende la máxima objetividad, brota del fondo último de la persona, y en ella repercute de la manera más íntima y entrañable. Analicemos, por tanto, en qué aspectos de la persona influye y Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 297-305 LA FILOSOFÍA EN LA FORMACIÓN DEL DIRECTIVO qué repercusión tiene, a su vez, en la acción directiva del empresario. Podemos afirmar que la filosofía es una tendencia al saber radical, sintético y plenario del ser en cuanto ser. 1.TENDENCIA AL SABER A TENDENCIA hacia algo valioso y arduo enrecia los nervios del alma con el rasgo característico de quien emprende acciones para lograr objetivos difíciles. Si en algo se parecen la actividad empresarial y la filosófica es que en las dos se puede afirmar que se sufre. El estudio de la filosofía, que apunta a la meta más alta que puede pretender el ser humano, resulta valioso para el hombre con independencia de sus logros. Si no desfallece a lo largo de sus relativos o parciales fracasos, el ejercicio de esta tendencia al saber plenario se deposita en el carácter de la persona bajo la inapreciable forma de tenacidad o aptitud adquirida para el esfuerzo, brío o temple de ánimo prolongado. Esta aptitud, asimismo, resultará válida para la consecución posterior de cualquier otro objetivo, verdadera- L mente pretendido y verdaderamente alto, como es el caso de la acción empresarial en sí misma considerada. El propio cultivo de esa tendencia ya es formativo, ya es interesante de un modo radical, acompasando, a su vez, al ser mismo del hombre, en sí mismo tendencial. 2. SABER RADICAL OMO PRETENSIÓN de saber radical, la filosofía influye en el hombre desarrollando en él una cualidad que si es genéricamente importante en todo ser humano, resulta imprescindible en el director de organizaciones. La filosofía, y con ella el que filosofa, lucha por llegar a la raíz, al fondo mismo de las cosas. La pregunta por cualquier realidad, por insignificante que pueda parecer, le lleva a plantearse la cuestión más profunda, la cuestión por el ser, por la esencia de las cosas. De esta suerte, la filosofía genera, en la mujer o en el varón, planteamientos vitales originales que exigen respuestas creativas respecto a la propia existencia. Paradójicamente, muchos hombres de acción tienen un cierto temor C Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 297-305 ALEJANDRO LLANO reverencial y una docilidad casi enfermiza hacia los libros. Una actitud propiamente filosófica, al contrario, nos haría dirigir preguntas a los libros, así como plantear cuestiones nuevas sobre las circunstancias ordinarias, rutinarias incluso, de la vida, como acerca del sentido de nuestro trabajo de cada día, por ejemplo. Lejos de abarrotarse de conocimientos ajenos, el hombre de acción directiva debe hacerlos propios, integrarlos, y esto no lo logrará si no brota de él el sentido primigenio del origen, el instinto del origen. Tal instinto le conduce a una incesante búsqueda del carácter original u originario de todo saber, aquello que está en su principio o en su fuente genuina. Esto es algo que la filosofía contribuye a aportar a las gentes que la cultivan y a los empresarios de una manera muy especial. La originalidad es quizá la cualidad más propia de la acción directiva, como el nacedero de todas las demás actividades empresariales: el líder es el que va delante, el que abre camino, marcando una senda que los demás prosiguen. La filosofía nos pone en contacto con la forma más válida de la originalidad. No consiste ésta en pensar o actuar de un modo que se distingue del de los demás, ni aún para buscar la sorpresa o la ventaja sobre competidores rutinarios. El original es aquél que sabe darse cuenta de si las acciones y actitudes habituales responden a la mera rutina o, más bien, responden a la verdadera naturaleza de las cosas. Es original quien rastrea y quiere conocer el origen, el punto de arranque que tiene en sus pensamientos o entre sus manos; quien se remonta a los principios últimos y primeros de las más variadas cuestiones, repensadas personalmente desde esos principios; quien no se contenta con las respuestas dadas sino que formula las más iniciales preguntas. Esta manera propiamente filosófica de enfrentarse con la realidad es la que hace creativa a una persona: no tanto la imaginación cuanto el penetrar en la realidad de las cosas. No es creador sólo el que hace lo que otros no hicieron, sino quien es capaz de hacerlo de una manera personal, aunque lo hayan hecho muchos otros. Así, las tradi- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 297-305 LA FILOSOFÍA EN LA FORMACIÓN DEL DIRECTIVO ciones, los procedimientos, los modos usuales, pueden ser originales y creativos, como si nunca antes se hubieran hecho, porque no se han recibido en préstamo de otros, sino que se han originado en la entraña de la propia persona. Una buena parte de los errores empresariales derivan de no haberse planteado las cuestiones con originalidad, con la profundidad necesaria para entender la materia o el destino de la propia acción. Y esto no sólo en cuestiones trascendentales, sino sobre todo en asuntos triviales, con los que tiene que ver fundamentalmente nuestra vida a cada paso. Un filósofo y empresario, Carlos Llano, sorprendió a los consejeros de una empresa fabricante de toallas que estudiaba, en prolongada sesión, las causas del descenso de ventas de sus productos, a pesar de la calidad objetiva que ofrecía en contraste con la competencia. Este hombre advirtió claramente que aquellas toallas no estaban orientadas primordialmente al fin de toda toalla, que es el secar. Llano se colocó en un punto de vista distinto: pensó con originalidad. Tras remontarse al origen, los consejeros de la empresa coincidieron con él en que los usuarios de aquellas toallas no las compraban para su fin propio, sino más bien como un elemento decorativo de cuartos de baño no destinados directamente al uso familiar. 3. SABER SINTÉTICO DEMÁS DE RADICAL, la filosofía pretende ser un saber sintético. Frente a la necesidad actual de la especialización, tan enfáticamente proclamada, la filosofía subraya la necesidad de la síntesis. De ahí la falsedad en que se incurre cuando se dice que el filósofo es poco práctico. En realidad, lo que es, es poco especializado. Los seres totalmente especializados en sus funciones son los animales. El hombre, sin embargo, es en cierto modo indeterminado, como muestra en la inespecialización de sus manos. El propio Aristóteles decía que el hombre es, en cierta medida, todas las cosas, haciéndose con ellas a través del entendimiento y de la voluntad, del conocimiento objetivo y del querer. Por eso, aunque la especialización resulte necesaria, A Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 297-305 ALEJANDRO LLANO parece que va contra su peculiar naturaleza. La síntesis es absolutamente necesaria en el quehacer práctico humano, más aún que la especialización. Ninguna decisión práctica humana puede tomarse bajo la óptica de una sola ciencia y atendiendo sólo a ella. Quien toma una decisión lo hace desde un punto de vista sintético, compositivo, y no desde el campo propio de una especialidad determinada. Pero es preciso señalar que el hombre sintético no es aquél que tiene un mayor conocimiento de la suma de factores posibles, sino el que tiene la visión del conjunto, aunque, en realidad, sepa muy poco de ese asunto, sólo lo relevante. La filosofía no es un conocimiento de especialista, sino que su misión, como la de quien decide en la acción práctica —la práctica siempre es síntesis—, consiste en entrelazar, interrelacionar los diversos saberes humanos, reduciéndolos a una visión sintética que no prive de valor a los conocimientos específicos, que también enriquecen el saber del hombre. Esta valiosa capacidad de síntesis, que la filosofía fomenta y desarrolla, se hace todavía más urgente y necesaria para el hombre de nuestro tiempo, cuando los programas educativos, por fuerzas exógenas a la pedagogía misma, encarrilan cada vez más hacia técnicas especializadas o conocimientos restringidos con el pretexto de una supuesta profesionalidad. Cuanto más sucede así, cuanta más visión angosta tiene la gente que sale de las escuelas y de las universidades, más necesidad hay de personas con capacidad de síntesis. De hecho, los problemas reales no suelen ser de tipo profesional, sino que son complejos: a menudo no se sabe a qué profesión corresponde realmente un determinado problema. Frente a la presunta profesionalidad, conviene saber que quien carece de habilidad de síntesis jamás podrá dirigir a un grupo o colectivo de personas de diversa procedencia profesional, de diversa procedencia cultural y con diferentes intereses particulares. Sin esa habilidad, es imposible dirigir a un grupo heterogéneo hacia un fin verdaderamente común, principal objetivo de la acción directiva, de la habilidad de gobierno y del liderazgo. Con esto no se quiere afirmar que la auténtica destreza de síntesis sólo se adquiera mediante el saber filo- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 297-305 LA FILOSOFÍA EN LA FORMACIÓN DEL DIRECTIVO sófico, si bien es cierto que tal saber desarrolla en nosotros tal cualidad, hasta el punto de que si su estudio lo realiza una persona con el carácter adecuado, trae consigo una importante consecuencia vital, una actitud sintética de cara a los más heterogéneos saberes humanos. 4. SABER PLENARIO LA PAR QUE a los elementos anteriores, la filosofía tiende a un saber que integre los diversos conocimientos y temáticas humanas en una perspectiva global y universal; se trata de un saber plenario que sitúa a la persona abierta ante el gran horizonte del conocimiento, con capacidad, por tanto, de colocar las diversas disciplinas en el correspondiente ámbito de la realidad (decían por ello los clásicos que “sapientis est ordinare”, o sea, que el ordenar es propio del sabio). Un saber plenario, por otro lado, que no se contenta con soluciones sencillas, con remedios caseros, de cara a dar solución a problemas que sólo aparentemente son parciales y domésticos. Entiéndase bien que la filosofía no ofrece esta apertura del diafragma visual, esta A visión panorámica, para solucionar los problemas que cada campo de estudio presenta, sino al contrario, para entenderlos mejor en su misma condición de problemas. Como se señaló al principio, al preguntar de una manera radical, la filosofía no contesta más fácilmente, sino con mayor profundidad, con una visión más universal. En último término, antes que soluciones fáciles y provisionales, lo que la filosofía ofrece al hombre son posibilidades de orientación en la maraña de su ignorancia. No le regala, afortunadamente, una lista de soluciones, que casi siempre reclamamos de una manera equivocada, sino algo mucho más valioso que una compilación de recetas: la actitud vital de quien, como dice el poeta contemporáneo, “mira los claros ojos abiertos, señas lejanas, y escucha orillas del gran silencio”. El ignorante no es quien tiene problemas, sino quien cree equivocadamente no tenerlos y que únicamente los tienen los demás, incluso dentro de la misma empresa. La tendencia al saber plenario, frustrada por naturaleza, deja en medio de su frustra- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 297-305 ALEJANDRO LLANO ción un importante poso en la persona que se empeña en proseguir con denuedo tal tendencia: adquiere un sentido de orientación frente a la enredada problemática de la vida. Se dota a sí misma de una consistencia de criterio para poder discernir con amplitud, con visión panorámica, qué postura adoptará ante los abigarrados y cambiantes escenarios de la existencia. Dicha persona logra situarse dentro de esos escenarios y, finalmente, adquiere la claridad de ideas que proviene de ensanchar los estrechos caminos ya trazados, abriéndose a un horizonte en donde todo se encuentra aún por hacer. 5. SER EN CUANTO SER PARTE DE SER objeto de la metafísica, el ser en cuanto ser es, en este caso, el objeto correlativo a un saber verdaderamente radical, dado que el ser es la fuente y raíz de toda realidad. Es por ello el tema que corresponde a una genuina síntesis, porque en el ser se adquiere la unidad sintética: no una generalidad igualatoria, sino la universalidad. Finalmente, es la materia propia del A saber universal, porque sólo en el ser la realidad parcial adquiere la unidad universal que le corresponde a un saber plenario. Pero, además, el ser en cuanto ser significa algo superior y distinto que debe subrayarse especialmente hoy. Ser en cuanto ser significa la relación del ser consigo mismo, su interna consistencia y persistencia, eso que Zubiri llama el de-suyo de las cosas, que no depende de lo que nosotros pensemos de ellas o hagamos con ellas, sino de su estructura interna. Significa su independencia, su carácter en cierto modo absoluto respecto a mí. El estudio del ser en cuanto ser me remite, por tanto, a lo que la realidad es radicalmente, sintéticamente, plenariamente antes de su relación conmigo, antes de que a mí se me manifieste. Esta filía por el ser en cuanto ser, repercute en el hombre con un fruto óptimo, con una pasión subjetiva por la objetividad, por el valor de la realidad, acompañada de cautela ante toda opinión subjetiva, no porque sea mía, sino porque tal vez no sea real. A este respecto, se pueden advertir dos exigencias aparen- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 297-305 LA FILOSOFÍA EN LA FORMACIÓN DEL DIRECTIVO temente contrapuestas: la exigencia de objetividad (de suyo fría) y la de compromiso (que se muestra en entusiasmo), que corresponden, en el primer caso, al diagnóstico, y en el segundo, a la estrategia. Para realizar una estrategia, hay que ver qué es lo que uno pretende, plantearse objetivos que a veces superen los propios recursos. Si uno se propone finalidades a la altura exacta o adecuada de sus recursos, nunca avanza: siempre tiene que pedir algo más (lo que podría llamarse estirabilidad). El error más habitual suele consistir en pensar con el corazón y querer con la cabeza. El diagnóstico requiere ver el presente de forma desapasionada y neutra, mientras que la estrategia es un mirar al futuro interesado y apetente. No se debe comenzar por la estrategia, lo cual es propio del idealista utópico, si bien tampoco se debe concluir con el diagnóstico, postura en la que incurre el idealismo conservador. Hay en nuestra cultura, como decía Antonio Machado, un indudable predominio del mirar pragmático sobre el ver teorético: “ojos que a la luz se abrieron / un día para después / ciegos volver a la tierra / hartos de mirar sin ver”. La filosofía, frente a las filosofías, es un saber radical que desarrolla en nosotros el sentido de profundidad, de originalidad y de creatividad. Es un saber sintético, ya que de alguna manera sintetiza nuestros otros conocimientos inconexos, orientándonos en la babélica confusión de los saberes humanos. La filosofía inscribe cada una de nuestras cuestiones vitales (el empresario, por oficio, debe plantearse muchas) dentro de un panorama de universalidad. La filosofía, en fin, despierta en nosotros la querencia por el valor de la realidad, que es la nota característica del ser humano, y que el empresario necesita junto a la profundidad, la capacidad de síntesis y la visión panorámica. Pero no ya sólo para ser un buen empresario, sino para ser, fundamentalmente, persona. Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 297-305 ARTÍCULOS EL DESENCUENTRO ENTRE PERIODISMO Y ECONOMÍA ANGEL ARRESE* La comprensión de los acontecimientos económicos tiene creciente importancia en la sociedad actual, por lo que cabe esperar que los medios de comunicación jueguen un papel fundamental en ese proceso. Sin embargo, conforme la Economía como ciencia se ha ido haciendo más sólida y compleja, y los medios de comunicación han pasado a ser masivos, se han ido levantado una serie de barreras entre los profesionales que la investigan y quienes tienen la función de informar sobre la actualidad económica. Esas barreras se concretan en el desencuentro entre ambas profesiones, un desencuentro que se debe superar si, como parece, es un bien deseable la mejora de la cultura económica del ciudadano. Palabras clave: Periodismo, Economía, ciencia, cultura económica. INTRODUCCIÓN ECONOMÍA es la única ciencia en la que dos investigadores pueden ganar el Premio Nobel diciendo exactamente lo contrario”. Esta afirmación sobre los economistas, que forma parte de un amplio catálogo de chistes y comentarios sarcásticos -por lo demás habituales en cualquier profesión-, refleja una de las dificul- “L A tades fundamentales a la hora de informar sobre acontecimientos económicos con el necesario rigor, haciendo uso de los avances de las ciencias económicas. La Economía no es una ciencia exacta, tampoco pertenece al ámbito de las ciencias naturales, sino que plantea muchos de los problemas propios de las ciencias sociales. Pero a la vez, probablemente es una de las ciencias sociales * Angel Arrese es Director del Departamento de Empresa Informativa en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra. ANGEL ARRESE que más se ha desarrollado desde el punto de vista teórico y metodológico, que más se ha acercado al supuesto ideal de una ciencia pura, con unos niveles de complejidad formal, apoyada en las ciencias exactas, preocupantes para algunos y loables para otros. Como resultado de esta especial naturaleza, la ciencia económica se construye sobre un buen número de principios fundamentales, sólidamente establecidos desde el punto de vista científico, cuyo conocimiento es indispensable para comprender muchos de los fenómenos que acontecen en la sociedad. Pero al mismo tiempo, tampoco de forma no muy distinta a lo que sucede en otros ámbitos científicos, existen muchas áreas de discrepancia abiertas a la discusión y el debate, tanto académico como informativo. Por otra parte, lo económico, ya no desde el punto de vista científico sino como conjunto de acontecimientos de interés público, ha pasado a ocupar un lugar central en las preocupaciones de los ciudadanos, en la vida política y, en general, en el desarrollo de cualquier sociedad moderna. Los medios de comunicación, como reflejo de esa realidad, dedican cada vez más atención a la actualidad económica, lo que ha permitido que se consolide, dentro de las especializaciones periodísticas, la del periodismo económico1. Sin embargo, al menos entre los especialistas en comunicación de masas, no parece considerarse que la información económica forme parte de la denominada divulgación científica. Su naturaleza está más cercana a la de la información política, social, cultural y deportiva, que a lo que estrictamente se denomina periodismo científico2. Ante esta situación -la de una ciencia social con un alto grado de formalización científica, y la de un periodismo que debería contemplar el desarrollo de esa ciencia pero que no encaja bien en la categoría de periodismo científico- es comprensible que tenga especial interés ocuparse de los problemas que plantea la comunicación en torno a temas económicos -entendidos en sentido genérico- a través de los medios informativos3. En esa comunicación surgen, quizá de forma más extrema -aunque a veces ni siquiera se sea consciente-, los retos pro- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335 EL DESENCUENTRO ENTRE PERIODISMO Y ECONOMÍA pios de cualquier proceso de divulgación científica4. Y entre ellos cabe destacar los derivados de la necesidad de una explicación continuada, prácticamente diaria, de la actualidad económica desde bases rigurosas, a poder ser ancladas en el desarrollo del conocimiento científico. En este trabajo se pretende analizar algunas de las peculiaridades de la comunicación en torno a la actualidad económica a través de los medios informativos, una tarea cada vez más compleja pero, al mismo tiempo, más necesaria que nunca, sobre todo si se tiene en cuenta que la economía ocupa tiempo y espacio crecientes en la actualidad informativa. En primer lugar, se procederá a repasar someramente algunos de los hitos fundamentales en la relación entre Periodismo y Economía. Después se pondrá de manifiesto el desencuentro entre periodistas y economistas, para, acto seguido, plantear algunos de los retos de ambas profesiones desde el punto de vista de la difusión de ideas y conocimientos económicos. Aunque el análisis es generalizable para la mayoría de los países donde se han desarro- llado suficientemente tanto la ciencia económica como el periodismo especializado en Economía, este estudio toma como referencia fundamental el mundo anglosajón, paradigma obligado en ambos ámbitos profesionales. 1. PERIODISMO Y ECONOMÍA: UN APUNTE HISTÓRICO A ACTIVIDAD económica, tal y como hoy la entendemos, con sus múltiples facetas, siempre ha sido uno de los contenidos básicos de casi cualquier medio de comunicación. Ya desde sus orígenes, el periodismo, asociado al nacimiento de las primeras publicaciones periódicas, ha estado ligado a la información comercial5. Las primeras hojas de precios corrientes, impresas en los principales centros comerciales europeos, suministraban información de vital importancia para el adecuado desenvolvimiento de los mercados6. Con posterioridad, ya en el siglo XVIII, junto a la información comercial es posible encontrar los primeros ejemplos de comentario u opinión L Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335 ANGEL ARRESE sobre el funcionamiento de los mercados y sobre las numerosas disputas comerciales de la época. Las primeras doctrinas mercantilistas y librecambistas se airean en debate público7. Fue el siglo de la fisiocracia, un intento de propuesta de organización económica ideal para las naciones, a partir del principio de que la auténtica fuente de riqueza era el producto neto obtenido de la aplicación del trabajo a la tierra; fue también el siglo de La Riqueza de las Naciones, la obra de Adam Smith, que supuso una primera aproximación sistemática a los principios teóricos que rigen la actividad económica. La prensa ilustrada, en la mayoría de los países, sirvió de vehículo de difusión de ideas y debate en torno a un conjunto de actividades humanas que, con posterioridad, constituirían el eje de la ciencia económica. No es extraño que buena parte de los fisiócratas, conocidos también como “los economistas”, tuviesen una intensa actividad periodística en publicaciones de la época8. Durante casi un siglo, entre finales del XVIII y las últimas décadas del XIX, tanto la Economía como el Periodismo fueron objeto de un proceso de creciente profesionalización. Por una parte, la “economía política”, objeto de análisis y reflexión por parte de intelectuales, políticos y periodistas, fue dejando paso al creciente protagonismo de la “economía científica”, practicada por un número cada vez más numeroso de especialistas. Por otra, el “periodismo ideológico y doctrinario” era sustituido poco a poco por un “periodismo profesional”, dirigido a las masas, más ocupado por su labor como notario de la actualidad que por su función de tribuna de debate de opiniones e ideas. No obstante, fue éste un período de esplendor desde el punto de vista de la difusión de ideas y teorías económicas a través de la prensa9. Economistas como David Ricardo, Malthus, Marx o John Stuart Mill, por citar sólo algunos autores bien conocidos, consideraron que la prensa era vehículo indispensable para el éxito de sus ideas; periodistas como James Wilson, Walter Bagehot o Robert Giffen, siguiendo con el caso británico, fueron comentaristas de excepción de los avances que se producían en el campo de las Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335 EL DESENCUENTRO ENTRE PERIODISMO Y ECONOMÍA doctrinas económicas, y en algunos casos hicieron incluso importantes aportaciones personales10. La situación comenzó a cambiar a finales de siglo. Tras la revolución marginalista de los años setenta y la aparición de la figura del economista académico, con Alfred Marshall como uno de sus arquetipos, la ciencia económica -ciencia en sentido modernoempieza su verdadero desarrollo11. Y con él da comienzo su “alejamiento” de la actualidad, al menos de la actualidad manejable desde los medios de comunicación. El propio Marshall, en 1885, con motivo de su lección inaugural en la Universidad de Cambridge, comentaría que la profesionalización de la disciplina haría desaparecer a los “contadores de fábulas económicas”12. Sin duda, muchos de ellos escribían en los periódicos. De hecho, en la década de los años ochenta del siglo XIX cristalizan dos fenómenos editoriales que muestran bien a las claras la nueva situación. En el ámbito económico, se consolida la publicación de revistas académicas, que se con- vertirían en vehículo de difusión de teoría propio y exclusivo de la comunidad académica13. Probablemente el mejor símbolo de tales publicaciones sería el Economic Journal, nacido en 1890. En el ámbito informativo, finaliza en esos años, con el nacimiento del Financial Times, Financial News y Wall Street Journal, el proceso de aparición de los principales diarios especializados en información económica y financiera. Además de los periódicos anglosajones, existían para entonces títulos similares en Alemania, Italia y Japón, directos antecesores de los actuales Frankfurter Allgemeine Zeitung, Il Sole-24 Ore y Nihon Keizai Shimbun. Entre ambos tipos de publicaciones, títulos como The Economist y toda una generación de “Economistas” surgidos siguiendo el modelo británico mantenían vivo el recuerdo de un periodismo, entre académico y profesional, llamado a desvanecerse. Con el fin de siglo acababa la edad de oro del que, con Stigler, podríamos definir como “economista predicador”14. Los nuevos economistas se encerraron poco a poco entre los muros metodo- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335 ANGEL ARRESE lógicos de su disciplina; una disciplina que, además, como en el caso de otras ciencias sociales, siempre ha requerido un especial esfuerzo de legitimación de su estatuto científico. Por su parte, la especialización periodística, un proceso que a partir de entonces afectaría tanto a las publicaciones como a los profesionales de la información, llevaría a que sólo un puñado de ellos pudiera realizar una verdadera labor de difusión de ideas, principios y teorías, al hilo de la información sobre temas de actualidad. Además, la especialización temática de publicaciones y secciones no se correspondió con cambios significativos en la formación de los profesionales, con lo que en muchos ámbitos informativos la función del periodista no iba más allá del mero registro de los acontecimientos noticiosos y de la reproducción acrítica de la opinión de los expertos. A pesar de todo, a lo largo del siglo XX, tanto la prensa especializada como los principales títulos de la prensa de calidad, a través de excepcionales periodistas y economistas, han realizado una encomiable tarea de divulgación de los principios que rigen la actividad económica, empresarial y financiera. Llama la atención, por ejemplo, la labor realizada durante los años treinta y cuarenta por publicaciones como Fortune o The Economist, entre la prensa especializada -precisamente tras el descrédito de los diarios financieros, derivado de su incapacidad para prevenir e interpretar la crisis de 1929-; o el papel desempeñado por economistas de la talla de Gustav Cassell o John Maynard Keynes, cuyas reformulaciones de la teoría económica no sólo calaron en la comunidad académica, sino que fueron aireadas por sus autores a través de una destacada actividad de divulgación en la prensa. Es de destacar, en este sentido, la extraordinaria difusión de las ideas de Keynes, verdadero personaje público y economista paradigmático de este siglo, cuyos planteamientos teóricos dominaron la política económica de los países occidentales tras la Segunda Guerra Mundial15. Emmison ha analizado cómo, sobre todo a partir de los años treinta, el discurso en torno a “la economía” se instala en los principales medios de comunicación16; Parsons, Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335 EL DESENCUENTRO ENTRE PERIODISMO Y ECONOMÍA por su parte, estudió con detalle la difusión de las ideas keynesianas a través de la prensa de calidad y especializada, tanto en Estados Unidos como en Gran Bretaña durante los años cincuenta y sesenta17; Malabre, entre otros, se ha ocupado de la difusión de teorías o cuasiteorías más modernas como son el caso del monetarismo y la llamada revolución de la economía de la oferta18. Prensa especializada, en especial publicaciones como The Economist, Business Week, Fortune, The Wall Street Journal o el Financial Times, por citar sólo títulos especialmente influyentes; publicaciones de calidad como Time, Newsweek, The New York Times, The Times, Frankfurter Allgemeine Zeitung, Neue Zurcher Zeitung o Le Monde; periodistas de prestigio, sobre todo en el caso británico, como Samuel Brittan o Peter Jay; y economistas norteamericanos de la talla de John Kenneth Galbraith, Paul Samuelson o Milton Friedman: son algunos de los actores destacados en el proceso de divulgación de ideas y teorías económicas durante este siglo. La estructura se repite en el nivel nacional prácticamente en cualquier país que consideremos, sólo cambiando la identidad de los actores y pequeños matices del guión de contenidos. El crash de la Bolsa de Nueva York en 1929, los esfuerzos para salir de la Gran Depresión de los años treinta, el proceso de reconstrucción y desarrollo económico de la posguerra, las sucesivas crisis del petróleo en los años setenta y ochenta, el resurgir del neoliberalismo asociado a la debacle de las economías comunistas y las recurrentes crisis financieras han sido, entre otros, algunos de los grandes acontecimientos impulsores durante este siglo de la creciente presencia de temas económicos en los medios. La consecuencia ha sido el gran aumento del peso y la influencia de todo un sector de medios especializados en materia económica, financiera y empresarial, al tiempo que los dedicados a la información general conceden cada vez más tiempo y espacio a la actualidad en esos ámbitos informativos. Este proceso de divulgación de conocimientos económicos no sólo ha estado limitado por Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335 ANGEL ARRESE el reducido número de publicaciones y profesionales involucrados en él. La economía, como contenido noticioso y como ámbito de conocimiento, ha encontrado durante todo este tiempo la barrera informativa de los medios audiovisuales, poco aptos -a diferencia de lo que puede ocurrir con otros temas científicospara hacer llegar a públicos masivos contenidos complejos, altamente conceptuales, y difíciles de ilustrar con imágenes atractivas. En conjunto, por tanto, los desarrollos de la ciencia económica no se han extendido como hubiera sido deseable entre la ciudadanía, que generalmente acaba manejándose con un escaso repertorio de conceptos económicos básicos, descontextualizados y comprendidos sólo de forma superficial. Por otra parte, la prensa especializada y de calidad, y por tanto los lectores más versados en materias económicas, también sufren de forma creciente las limitaciones propias de la comprensión de unos fenómenos, los económicos, cuya explicación científica no sólo es motivo de continua controversia académica, sino que en muchos casos, debido a la complejidad alcanzada por el análisis económico, genera problemas de entendimiento entre los propios especialistas19. No sorprende que, ante esta situación, tanto para dirigirse al público en general como al lector cultivado, los medios de comunicación acaben recurriendo a la colaboración de supuestos “expertos”, capaces de ofrecer explicaciones simplificadas de la realidad, antes que acudir a verdaderos especialistas, en general incapaces de transmitir con sencillez las implicaciones de su investigación. Se puede quedar así a expensas de la divulgación de ideas y visiones interesadas, a veces poco concordantes con el consenso básico existente en la comunidad científica, pero al menos comprensibles20. Se da por tanto el caldo de cultivo para la proliferación de lo que Krugman ha definido como “policy entrepreneurs”21. Cabe preguntarse si la evolución descrita ha supuesto realmente un proceso de acercamiento entre Periodismo y Economía, o si, por el contrario, el desencuentro continúa o, de hecho, se profundiza. A este respecto, y desde la perspectiva de la reflexión Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335 EL DESENCUENTRO ENTRE PERIODISMO Y ECONOMÍA sobre la comunicación científica, el período que nos interesa es precisamente el último siglo, cuando la Economía se consolida como ciencia. Anteriormente, como ya se ha comentado, el ámbito de discusión eran más las ideas que las teorías, y la legitimidad de la interpretación de la actualidad desde aquéllas era compartida por intelectuales, “economistas”, políticos, periodistas; es más, en muchos casos era realmente difícil distinguir quién era qué en cada caso. Para adentrarse en esta cuestión, merece la pena detenerse en la visión que periodistas y economistas tienen de sus respectivas funciones en la tarea de divulgación sobre materias económicas. 2. PERIODISTAS Y ECONOMISTAS: RIGOR, INTERÉS Y PERSPECTIVA REFLEXIONES en torno a la relación entre economistas y periodistas, como concreción de la más amplia entre Periodismo y Economía, comenzaron a proliferar desde el mismo momento en que la ciencia económica empieza a L AS tener entidad y autonomía. En 1894, con motivo de la cuarta reunión anual de la British Economic Association, un profesor de Economía Política en la Universidad de Edimburgo, J.S. Nicholson, pronunció una conferencia sobre “Economía política y periodismo”. Su principal tesis era que los periodistas económicos debían poseer conocimientos teóricos profundos, los suficientes para poder tratar con propiedad las noticias de la actualidad referidas a econo-mía22. La respuesta de The Economist no se hizo esperar: “A efectos del conocimiento popular, el hombre que puede recordar de forma convincente a sus lectores que 2 más 2 es siempre igual a 4 tiene más valor que una armada de escritores entrenados para usar la terminología y formulación de la economía abstracta”23. Este debate, en términos así de simples o con una mayor sofisticación, al menos aparente, se ha mantenido, incluso agudizado, a lo largo del tiempo. Prácticamente un siglo después de las palabras de Nicholson, Michael Weinstein, economista y miembro del Consejo Editorial del New York Times, reproducía los términos del debate. Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335 ANGEL ARRESE Weinstein, en una conferencia ante la American Economic Association, describía la situación que se vive en la relación entre ambas profesiones con las siguientes palabras: “Cuando mis colegas del New York Times utilizan la palabra ‘académico’, no están haciendo un cumplido; ellos quieren decir irrelevante. Y cuando mis antiguos colegas en el ámbito académico describen el trabajo de alguien como ‘periodístico’, sin excepción quieren decir superficial”24. Unos y otros, periodistas y economistas, han dejado constancia a lo largo del siglo de las dificultades existentes para encontrar ámbitos de colaboración en la común tarea de mejorar la cultura económica de la sociedad, a partir del desarrollo científico en ese campo. Un repaso a los argumentos y comentarios realizados por prestigiosos profesionales, tanto periodistas como economistas, puede servir para entender mejor el distanciamiento existente entre ambas disciplinas. Sin la pretensión de ser exhaustivo, sino más bien de ofrecer una muestra sugerente de argumentaciones, este repaso sirve asimismo para mostrar algunas de las principales áreas de fricción alrededor de la cobertura periodística de la actualidad económica. 2. 1. COMPLEJIDAD Y RIGOR En torno al cambio de siglo, Price, tomando como referencia lo que sucedía en la primera mitad del XIX, cuando “los conocimientos de Economía Política eran considerados como bagaje necesario de todo hombre educado”, comentaba que no se podía negar el hecho de que se había producido una reducción en la estima hacia la Economía, tanto por parte de las clases populares como de las ilustradas25. Sin duda era consecuencia de la creciente complejidad del análisis económico y de la subsiguiente incapacidad del público en general para comprenderlo. De hecho, la complejidad es la primera gran barrera que dificulta la cobertura periodística de la economía, máxime si se tiene en cuenta que los asuntos económicos afectan diariamente a la vida de las personas, y casi cualquiera se atreve a hacer juicios de “sentido común” al respecto. Ya comentaba Keynes que “la economía es un asunto difícil y técnico, aunque nadie se lo crea”26. Otro gran economista, A.C. Pigou, criti- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335 EL DESENCUENTRO ENTRE PERIODISMO Y ECONOMÍA caba en 1941 la actitud de los periodistas al comentar negativamente obras teóricas con análisis matemáticos, por el simple hecho de no ser comprensibles para ellos27. Más recientemente, al comentar cómo llegaban las ideas económicas al público, a través de los medios de divulgación, Robert Solow comentaba: “Para cuando una doctrina como el monetarismo llega a la calle, incluso a Wall Street, es una doctrina mucho más rudimentaria que la teoría básica que uno puede enseñar a sus alumnos utilizando un libro de texto introductorio de macroeconomía. Es tan rudimentaria que, para ser justos, habría que decir que se convierte en una doctrina diferente”28. El reverso de la moneda de la incapacidad del periodista, o al menos de gran parte de los periodistas, para hacerse cargo de las complejidades de la ciencia económica, es la creciente dificultad del economista académico para “traducir” sus trabajos de investigación, y las consecuencias que tienen en la práctica, a textos y explicaciones susceptibles de captar la atención de los medios de comunicación, y por tanto de sus audiencias. De hecho, se carece de verdaderos divulgadores de la Economía dentro de la profesión económica. Aunque siempre han existido excepciones, algunas muy notables, falta la legitimación de la actividad de divulgación dentro del mundo académico. Stigler comentaba hace algunos años que la influencia del trabajo del economista y la estima popular, de los no expertos, normalmente guardan una correlación negativa29. Krugman, sin duda uno de esos divulgadores en la actualidad, señalaba recientemente que había comenzado una “segunda carrera” profesional -la primera era la académica-, consistente en comunicar al gran público sus ideas; una carrera que, según este autor, ya no tenía vuelta atrás, y que de alguna forma le hacía sentirse como alguien “expulsado del edén”30. 2. 2. ATRACTIVO E INTERÉS A la barrera de la complejidad, por otra parte una barrera que comparte la Economía con muchas otras ciencias, y no precisamente en grado superlativo, se ha unido tradicionalmente el impedimento de la falta de atractivo. Normalmente se asocia la información económica, y por Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335 ANGEL ARRESE extensión la Economía, con una materia “aburrida”, “poco interesante”, al menos por comparación con otros contenidos habituales de los medios de comunicación -incluidos muchos temas científicos-. Afortunadamente, existen suficientes ejemplos de profesionales y publicaciones, a lo largo de este siglo, que han refutado con su trabajo esa percepción genérica. Es más, cabe señalar que una de las claves fundamentales para mejorar la divulgación económica tiene que ver con la superación de esos tópicos. Bernard Kilgore, probablemente la figura más importante en la historia del Wall Street Journal durante este siglo, señalaba al respecto: “La Economía no es una ciencia oscura. (...) La Economía no es aburrida. Sólo la hacen poco atractiva e interesante personas que no están realmente interesadas en ella”31. Otro periodista, Geoffrey Crowther, arquitecto editorial de The Economist tras la Segunda Guerra Mundial, utilizaría el humor como uno de los elementos de persuasión fundamentales en una publicación que no puede ser tachada precisamente de frívola. Es fácil encontrar testimonios simi- lares de grandes divulgadores, y también advertir la especial atención que dedican las publicaciones más prestigiosas a combatir esa percepción generalizada. Quirt resalta, por ejemplo, el caso de Institutional Investor, una de las publicaciones que más ha hecho en la segunda mitad de este siglo para demostrar que el periodismo financiero no tiene por qué ser aburrido32. No obstante, tanto en la prensa especializada como en el resto de medios de comunicación, los problemas de persuasión planteados por la información económica siguen siendo fundamentales33. Los retos persuasivos en la transmisión de contenidos económicos a través de los medios no se pueden separar de los problemas de persuasión existentes en la propia Economía como disciplina científica. En su intento por convertirse en la ciencia social más cercana a las ciencias naturales, la Economía sufre una tensión interna que afecta a su capacidad para utilizar -o al menos para reconocer su utilización- recursos persuasivos fundamentales en cualquier proceso de comunicación34. McCloskey lleva tiempo tra- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335 EL DESENCUENTRO ENTRE PERIODISMO Y ECONOMÍA bajando en su intento de persuadir a los economistas de la necesidad de usar conscientemente la retórica, como herramienta fundamental para superar algunas de las “enfermedades” de esta ciencia y, por tanto, mejorarla35. La autora señala, como muestra de ese diagnóstico, entre otras muchas, las especiales dificultades de los economistas, a diferencia de otros científicos, para mantener una relación fluida y fructífera con los periodistas36. Si bien los argumentos de McCloskey y sus seguidores han sido criticados por muchos de sus colegas, una crítica justificable en algunos aspectos, lo cierto es que muy pocos dudan de la necesidad de mejorar la capacidad persuasiva de la Economía. Lenguaje, estilo, técnica narrativa, y otros muchos aspectos retóricos -como por ejemplo los relacionados con la personalidad del emisor-, siempre han sido claves fundamentales en la difusión de ideas económicas. Como lo han sido también la capacidad para contextualizar y dar sentido -histórico, político, humano, etc.- a las realidades económicas. De hecho, la mayor o menor capacidad para poner en perspec- tiva los asuntos económicos es otro de los caballos de batalla fundamentales al considerar las relaciones entre ambas actividades profesionales. 2. 3. ACTUALIDAD Y PERSPECTIVA Mientras que el interés periodístico está demasiado ligado a la efímera actualidad, el interés científico precisamente se ocupa de lo que permanece, o al menos de lo que subyace en los cambios que se producen en su área de estudio. Por lo que respecta a la actualidad económica, este hecho tiene manifestaciones claras. Herbert Stein, a mediados de los años setenta, comentaba que los medios de comunicación realizaban un buen trabajo de “micro-reporting”, pero no de “macro-reporting”37. La prensa, y todavía en mayor grado la televisión, se ocupan en exceso del corto plazo, convirtiendo la actualidad económica en una sucesión de indicadores, cifras, análisis de coyuntura empresarial, etc., que muchas veces ayudan poco, cuando no la entorpecen, a la comprensión de los verdaderos mecanismos de funcionamiento de la economía, los negocios y las finanzas38. Esos mecanismos Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335 ANGEL ARRESE tienen que ver con el largo plazo, con el análisis de las interrelaciones entre indicadores y acontecimientos en el tiempo, y con los procesos encadenados más que con la información sobre hechos aislados39. Si falta en los medios la perspectiva temporal y la contextualización rigurosa, desde el conocimiento científico, de los acontecimientos económicos, muchas veces carece el análisis de los especialistas de la necesaria referencia al sentido político, social y humano del acontecer económico40. Milton Friedman, refiriéndose a su etapa como columnista de Newsweek, señalaba que una de las lecciones que había aprendido gracias a la labor de divulgación era que “las perspectivas desde las que se puede abordar, casi cualquier asunto, son muy numerosas. No existe eso que podríamos denominar un tema puramente económico”41. Aunque no haya que trabajar como periodista para darse cuenta de ese hecho, sí es cierto que uno de los retos periodísticos más importantes es dar sentido a la Economía, en la vida diaria de las personas, más allá de su ámbito propio, como ciencia de los medios, poniéndola en relación con fines humanos y sociales42. Frente al economista, que en general aplica su visión “paretiana” del acontecer económico a la actualidad, el periodista tiene la responsabilidad de plantear, desde un conocimiento profundo de la realidad y sin planteamientos simplistas, consideraciones ancladas en valores como la justicia, la solidaridad o el respeto a la dignidad humana. De otra forma, puede transmitirse la errónea impresión de que la Economía, como sistema, se impone necesariamente, funciona de forma mecánica al margen de la actuación de las personas -incluso al margen de sus problemas-, y de forma autónoma respecto a ámbitos como el social o el político43. Una manifestación concreta de esta situación, entre otras muchas, es la escasa información sobre asuntos económicos poco cuantificables, sobre fenómenos relevantes pero sobre los que se carece de la información estadística necesaria para el “análisis económico riguroso”44. Un tercer problema de perspectiva que enfrenta a periodistas y economistas tiene que ver con la práctica informativa Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335 EL DESENCUENTRO ENTRE PERIODISMO Y ECONOMÍA de que las “buenas noticias no son noticia” -o al menos no son tan noticia como otras-. Normalmente los medios no sólo dedican más atención a las “malas” noticias -problemas económicos, previsiones no cumplidas, crisis, etc.-, sino que además tienden a “dramatizar” en exceso la realidad. Estas son algunas críticas habituales de los economistas hacia la cobertura periodística de los temas de actualidad. Respecto a la primera, existen estudios que confirman el aumento del interés de los medios por la Economía en períodos de crisis; por lo que se refiere a la segunda, la crítica se dirige más a los medios generalistas que a los especializados, aunque en todos la necesidad de captar la atención del lector lleva casi necesariamente a procesos de “simplificación y exageración” de los temas de actualidad. Herbert Stein, sintetizando estas dos críticas, señalaba: “La prensa comunica una visión excesivamente dramática, ansiosa y negativa de la Economía”45. Como en otros de los problemas planteados en este apartado, la naturaleza propia de la actividad periodística es responsable de estas limita- ciones. Y ciertamente no es el periodismo económico, frente a otras especializaciones, un periodismo muy dado a magnificar lo negativo y al sensacionalismo. Es más, en ocasiones, sobre todo en áreas como la información empresarial, la crítica puede ser más bien la de la existencia de una excesiva simpatía hacia el éxito empresarial y una cierta ceguera ante las miserias de los negocios. Desde el punto de vista de la divulgación científica, las reflexiones anteriores tienen también su importancia. Se puede pensar que los medios de comunicación tienen más interés en las controversias que en el consenso científico. Y así ha sido en períodos en los que doctrinas económicas enfrentadas trataban de lograr el beneplácito científico y del público. Paul Samuelson ponía de manifiesto este hecho cuando comentaba la invitación de Newsweek para que escribiera una columna regular de corte keynesiano, como contrapunto a la columna monetarista de Milton Friedman46. En su intento por mostrar interpretaciones variadas de la actualidad, en un ámbito como el de la Economía, Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335 ANGEL ARRESE donde de hecho existen abundantes temas objeto de controversia académica, los medios de comunicación pueden acabar dando la impresión de que todo es opinable -máxime cuando no es difícil encontrar visiones interesadas que defienden casi cualquier postura, al margen del consenso científico-. También se puede dar la situación contraria: que en temas donde no existe ese consenso, se informe, por desconocimiento o por interés, dando la impresión de que la ciencia económica ofrece una explicación única al respecto. Ante estos problemas, la comunidad científica comparte responsabilidad con los periodistas. En las últimas décadas han sido numerosos los llamamientos, dentro de la profesión económica, para trabajar más sobre lo que une que sobre lo que separa, tanto desde el punto de vista de la investigación científica como de la divulgación y la acción pública47. Sería deseable que este objetivo se alcanzase, y que a través de los medios de comunicación, como consecuencia, se pudiese transmitir con rigor cuáles son los principios sobre los que no hay dis- cusión científica, y cuáles sobre los que sí la hay48. 3. CIENCIA, DIVULGACIÓN Y CULTURA ECONÓMICA ¿ P OR QUÉ HABRÍA que tratar de favorecer el encuentro entre Periodismo y Economía? O dicho de otra forma: ¿qué consecuencias se derivan de la situación expuesta, que justifiquen el esfuerzo de acercamiento entre ambas disciplinas? Al fin y al cabo, se puede argumentar que desde la óptica de las ciencias económicas, para su propio desarrollo científico, sería suficiente con trabajar para conseguir el “aplauso” de la comunidad científica en general; y desde la perspectiva del periodismo, también bastaría con mejorar las técnicas de cobertura de un área especializada, pero sin preocuparse por las complejidades y exigencias propias de la información científica. La respuesta es que ambas actividades, por muy diferentes que parezcan, cumplen una función social, al servicio de la verdad, y en ese cumplimiento se necesitan entre ellas. Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335 EL DESENCUENTRO ENTRE PERIODISMO Y ECONOMÍA Tanto individualmente como en su condición de ciudadano, toda persona, al menos en entornos de libertad, tiene que tomar decisiones económicas muy variadas. Como consumidores, votantes o en el desempeño de actividades profesionales, diariamente hacemos elecciones que presuponen un cierto conocimiento de cómo funciona el sistema económico. Necesitamos, por tanto, una cierta “cultura económica” para manejarnos en sociedad -muchos estarían de acuerdo en que cada vez es más necesaria, sobre todo con la tendencia a la “economización” de la política-, y cabe suponer que cuanto más profunda sea esa cultura mejores, o al menos más fundamentadas, serán las decisiones que se adopten. En este sentido, la responsabilidad social de economistas y periodistas es elevada. Como señalan Kurdas y Majewski, si los profesionales de la Economía no son conscientes de esa responsabilidad “se corre el riesgo de que la profesión y sus descubrimientos acaben siendo irrelevantes para el público”49. Por su parte, si los profesionales del Periodismo no asumen la función didáctica, desde un conocimiento sólido, que tiene la información de actualidad sobre temas económicos, se puede estar siendo utilizado para difundir visiones interesadas de la realidad, que poco o nada tienen que ver con las verdaderas necesidades de información de la ciudadanía. El resultado de la divulgación económica que se ha hecho hasta el momento no parece que sea muy alentador. En un país como Estados Unidos, donde ambas profesiones han alcanzado un gran nivel de desarrollo, y donde probablemente más se ha trabajado en la colaboración entre Periodismo y Economía, la cultura económica de la ciudadanía no alcanza el nivel que sería deseable. Una reciente investigación de Walstad demuestra esta situación, con datos como el siguiente: sólo uno de cada tres norteamericanos adultos sabe que el índice de precios al consumo es el índice más ampliamente utilizado para medir la inflación, o que la Reserva Federal es la responsable de establecer la política monetaria50. El panorama no es muy distinto en otras latitudes. En Gran Bretaña, varios investigadores de la Universidad de Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335 ANGEL ARRESE Liverpool llegan a similares conclusiones, en este caso centrándose en el nivel de comprensión, más o menos profundo, de los procesos económicos51. A finales de los años setenta, Adoni y Cohen concluían a partir de una investigación realizada entre adultos en Israel: “La mayoría del público tiene un conocimiento y una comprensión muy pobre de los conceptos económicos básicos, repetidos hasta la saciedad en los diferentes medios de comunicación”52. En general, por tanto, se puede decir que queda mucho por hacer en la necesaria mejora de la cultura económica de las personas. Obviamente, existen más motivos que los analizados en este trabajo para explicar la situación descrita, entre ellos la consideración de los contenidos económicos que se transmiten a través del sistema educativo. Pero también es cierto que los medios de comunicación juegan un papel fundamental en los procesos de aprendizaje en torno a multitud de asuntos de interés público. De hecho, la manera en que los medios conceptualizan la economía puede ser un buen punto de partida para avanzar en el logro de esa meta53. 4. CONCLUSIONES P ARECE DE SENTIDO común que no se pueda aspirar a abarcar la complejidad de la Economía desde los medios de comunicación, como es de sentido común que no se pueda profundizar en los entresijos teóricos de muchas otras ciencias en las páginas de los periódicos o en los programas de radio y televisión. Sin embargo, cabe esperar que no sea una quimera poder informar con rigor y profundidad sobre temas económicos, y que quien lo haga -sea un periodista económico, o un economista académicono tenga por qué renunciar a la correspondiente consideración profesional por hacerlo. Asimismo, sería deseable que a través de esa actividad de divulgación mejorase la cultura económica de la población, a partir de conocimientos sólidamente fundados y respaldados por los avances que se producen en las ciencias económicas. El desencuentro entre Perio- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335 EL DESENCUENTRO ENTRE PERIODISMO Y ECONOMÍA dismo y Economía no hace sino dificultar esos procesos54. A la luz de lo expuesto en las páginas anteriores, se pueden destacar algunos retos que tienen ante sí ambas disciplinas, la periodística y la ciencia económica, para superar las barreras que les separan. En primer lugar, existe un reto de formación para ambos profesionales. Por lo que se refiere al periodismo, la exigencia de mejorar la formación económica de los profesionales de la información lleva planteada casi un siglo, sin que se hayan logrado avances significativos hasta hace muy poco tiempo. De hecho, hoy sigue siendo una de las principales asignaturas pendientes para conseguir avances significativos en el encuentro entre Periodismo y Economía 55. También la formación de los economistas, o al menos de parte de la profesión, requeriría, para hacer justicia al impacto social de su trabajo e investigación, una mayor atención a los procesos de difusión de información e ideas, y a los mecanismos de conversión de los avances científicos en pro- puestas convincentes de acción pública. En segundo lugar, existe la necesidad de profundizar en la colaboración entre economistas y periodistas, entre la comunidad académica y profesional y los medios de comunicación. La colaboración debería darse de forma más estrecha en ámbitos como el de la formación, la creación de contenidos económicos para los medios, la “mezcla” profesional -ni las redacciones compuestas sólo por periodistas, ni exclusivamente por economistas-, y en muchas otras áreas donde se hace necesario el trabajo conjunto para servir mejor a la sociedad. Por último, se debe afrontar la tarea de la divulgación económica, desde la información de actualidad y desde el desarrollo científico, con el común objetivo de mejorar eso que hemos denominado “cultura económica” de la sociedad. En esa tarea, es fundamental avanzar en la superación de los problemas que plantea la complejidad, la falta de atractivo y la necesidad de contextualización de la actualidad económica, con la búsqueda del equilibrio Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335 ANGEL ARRESE entre las exigencias informativas propias del trabajo periodístico y las exigencias educativas que plantea un ámbito de conocimiento científico. Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335 EL DESENCUENTRO ENTRE PERIODISMO Y ECONOMÍA NOTAS 1 Cfr., Quesada Pérez, Montserrat (1998), Periodismo especializado, Ediciones Internacionales Universitarias, Madrid, p. 59. 2 Lo cierto es que algunos temas económicos pueden aparecer ocasionalmente en secciones de ciencia y tecnología, pero lo normal es que se traten en espacios informativos autónomos. A pesar de ello, hay autores que reconocen la vertiente científica que tiene la información sobre economía. Cfr., Calvo Hernando, Manuel (1977), Periodismo científico, Paraninfo, Madrid, pp. 212-216. 3 A pesar del aparente interés del tema, es escasa la investigación en torno a la comunicación de acontecimientos e ideas económicas, tanto desde la perspectiva de los medios de comunicación como de la recepción pública de los trabajos e investigaciones de los economistas. Cfr., Colander, David C. y Coats, A.W. (eds.) (1989), The Spread of Economic Ideas, Cambridge University Press, Nueva York, 1989, p. 1; Gavin, Neil T. (ed.) (1998), The Economy, Media and Public Knowledge, Leicester University Press, Londres, p. 2. 4 Para una introducción a los distintos modelos que se pueden tener en cuenta al considerar los procesos de divulgación científica, vid., Bucchi, Massimiano (1998), Science and the Media. Alternative routes in scientific communication, Routledge, Londres, pp. 1-32. 5 Cfr., Dovifat, Emil (1960), Periodismo, Vol. I., UTEHA, México, p. 41. 6 Para un completo análisis del nacimiento y desarrollo de este tipo de publicaciones, vid., Nieto, Alfonso (1984), La prensa gratuita, EUNSA, Pamplona, pp. 21-110; McCusker, John J. Y Gravesteijn, Cora (1991), The Beginnings of Commercial and Financial Journalism. The Commodity Price Currents, Exchange Rate Currents, and Money Currents of Early Modern Europe, Neha, Amsterdam. 7 Vid., por ejemplo, Irwin, Douglas A. (1996), Against the Tide. An Intellectual History of Free Trade, Princeton University Press, Princeton, pp. 43-63. 8 Cfr., Schumpeter, J. A. (1994), Historia del Análisis Económico, (Versión española a cargo de Manuel Sacristán, con la colaboración de José A. García Durán y Narcis Serra, con prólogo de Fabián Estapé), Ariel, Barcelona, p. 270. 9 Fetter comentaría en 1925 que la Economía Política nunca había alcanzado tanto prestigio público como en Inglaterra durante la primera mitad del siglo XIX. Cfr., Fetter, Frank A. (1925), “The Economists and the Public”, The American Economic Review, Vol. XV, nº 1, p. 17. 10 Para un acercamiento a la actividad periodística de estos y otros muchos autores británicos durante los dos primeros tercios del siglo XIX, vid., Vissink, H.G.A (1985), Economic and Financial Reporting in England and the Netherlands. A Comparative Study over the Period 1850 to 1914, Van Gorcum, Assen/Maastricht, pp. 7-20; Parsons, W. (1989), The Power of Financial Press. Journa- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335 ANGEL ARRESE lism and Economic Opinion in Britain and America, Edward Elgar, Aldershot, pp. 7-20; Arrese, A. (1995), La identidad de The Economist, EUNSA, Pamplona, pp. 66-218. 11 Cfr., por ejemplo, Parrish, John B. (1967), “Rise of Economics as an Academic Discipline: The Formative Years to 1900”, The Southern Economic Journal, Vol. XXXIV, nº 1, pp. 1-16. 12 Citado en Vissink, H.G.A., op. cit., pp. 170-172. siness School Press, Boston, Mass., pp. 141-202. 19 “De forma creciente, mucha de la investigación de los economistas se basa en matemáticas y econometría realmente esotéricas que muchos economistas, no digamos ya la gente común, nunca llegan a comprender”, Reese, Albert (1986), “The Marketplace of Economic Ideas”, American Economic Review. Papers and Proceedings, Vol. 76, nº 2, p. 140. 17 Cfr., Parsons, Wayne, op. cit., pp. 48-112. 20 A efectos de este trabajo, centrado en la divulgación científica, no se aborda un asunto de vital importancia como es el de la participación en los medios, cada vez creciente, de economistas que defienden particulares intereses –políticos, empresariales, ideológicos- desde su trabajo al servicio de organizaciones de diverso tipo. Esta cuestión no sólo plantea problemas en el proceso de difusión de información, juicios e ideas a través de los medios, sino que plantea también serios dilemas desde el punto de vista del ejercicio de una profesión, la de economista, basada en un conocimiento científico. Aquí, por supuesto, entraría de lleno el juicio sobre decisiones políticas que afectan al ámbito económico. Cfr., Silk, Leonard S. (1972), “Truth vs. Partisan Political Purpose”, American Economic Review. Papers and Proceedings, Vol. LXII, nº 2, pp. 376-378; Herman, Edward S. (1982), “The Institutionalization of Bias in Economics”, Media, Culture and Society, 4, pp. 275-291. 18 Cfr., Malabre, Alfred L. Jr. (1994), Lost Prophets. An Insider´s History of the Modern Economists, Harvard Bu- 21 Cfr., Krugman, Paul (1994), Peddling Prosperity. Economic Sense and Nonsense in the Age of Diminished Ex- 13 Vid., Winch, Donald (1990), “A Century of Economics”, en Hey, John D. y Winch, D., A Century of Economics. 100 Years of the Royal Economic Society and The Economic Journal, Basil Blackweel, Oxford, p. 3; Stigler, George J., Stigler, Stephen M. y Friedland, Claire (1995), “The Journals of Economics”, Journal of Political Economy, Vol. 103, nº 2, pp. 331-332. 14 Cfr., Stigler, George J. (1982), El economista como predicador y otros ensayos, (Traducción de Jorge Pascual), Ediciones Folio, Barcelona, pp. 9-26. 15 Vid., Hall, P.A. (ed.) (1989), The Political Power of Economic Ideas: Keynesianism across Nations, Princeton University Press, Princeton. 16 Cfr., Emmison, M. (1983), “The Economy: Its Emergence in Media Discourse”, en Davis, H. y Walton, P. (eds), Language, Image, Media, Blackwell, Oxford, pp. 139-155. Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335 EL DESENCUENTRO ENTRE PERIODISMO Y ECONOMÍA pectations, W.W. Norton Company, Nueva York, pp. 10-15. 22 Cfr., Nicholson, J.S. (1894), “Political Economy and Journalism”, The Economic Journal, Vol. IV, nº 15, pp. 393-405. 23 “Economics and Journalism”, The Economist, 30 de Mayo de 1894, p. 794. 24 Weinstein, Michael (1992), “Economists and the Media”, Journal of Economic Perspectives, Vol. 6, nº 3, pp. 73. Es relativamente fácil encontrar testimonios significativos en esa misma dirección. Robert J. Barro, tras reconocer que en su caso ha podido compatibilizar sus trabajos académicos con una cierta actividad periodística, sin especiales problemas, relata el siguiente suceso: “El único contratiempo que he tenido ocurrió durante una reunión de la American Economic Association, en enero de 1994, cuando Bob Solow, del MIT, me acusó de estar comportándome como un periodista, descripción que, estoy casi seguro, pretendía ser un insulto”. Barro, Robert J. (1997), El poder del razonamiento económico. Cómo entender la economía, Colegio de Economistas de Madrid-Celeste Ediciones, Madrid, p. 9. 25 Cfr., Price, L.L. (1901), “Economics and Commercial Education”, The Economic Journal, Vol. XI, pp. 520-536. 26 Citado en Krugman, Paul (1998), The Accidental Theorist. And Other Dispatches from the Dismal Science, W.W. Norton & Company, Nueva York, p. 8. 27 “Un principio fundamental para estas personas [los periodistas] es que los libros sobre economía no deben contener lo que ellos consideran que son ‘altas matemáticas’. Por alguna razón, que no alcanzo a comprender, los diagramas elementales pueden, ocasionalmente, pasar el filtro, pero para una x o una y, no digamos ya para una F, no hay merced alguna. (...) La idea de quienes hacen recensiones periodísticas de que los libros profesionales sobre economía no deberían contener ‘alta matemática’ es sólo un ejemplo particular de una idea más amplia; la de que estos libros, a diferencia de las obras académicas sobre física o química, que se acepta que no puedan ser valoradas sin algún tipo de formación especial en esos campos, deberían ser comprensibles para ellos”. Pigou, A.C. (1941), “Newspaper Reviewers, Economics and Mathematics”, The Economic Journal, Vol. LI, nº 202-3, pp. 277 y 280. Llama la atención el hecho de que cincuenta años después la crítica sigue planteada en los mismos términos. Muchos periodistas siguen pensando que “los problemas susceptibles de ser abordados con soluciones matemáticas son a menudo artificiales”. Carns, Frederick S. Jr. (1991), “Journalism´s Sham Economic Commentary”, Challenge, November-December, p. 56. 28 Solow, Robert M. (1989), “How Economic Ideas Turn to Mush”, en Colander, David C. y Coats, A.W. (eds.), op. cit., p. 80. 29 “Se podría concluir que, en general, gran popularidad y profunda influencia son rivales, no socios”. Stigler, George J. (1976), “Do Economists Matter?”, Southern Economic Journal, Vol. 42, nº 3, p. 354. Años antes, otro gran economista, Paul A. Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335 ANGEL ARRESE Samuelson, en la Conferencia Anual de la American Economic Association, había cerrado su intervención sobre la función del economista académico en la sociedad con las siguientes palabras: “En el largo plazo, el economista académico trabaja por la única moneda que merece la pena –nuestro propio aplauso”. Samuelson, Paul (1962), “Economists and the History of Ideas”, American Economic Review, Vol. LII, nº 1, p. 18. 30 Krugman, Paul (1998), The Accidental Theorist..., op. cit., p. 9. 31 Kilgore, Bernard (1963), “The Challenge of Communication in Economics”, Journalism Quarterly, Vol. 40, p. 431. 32 Cfr,. Quirt, John (1993), The Press and the World of Money, Anton/California-Courier, California, p. 205. 33 Cfr., por ejemplo, Corner, John (1998), “Television News and Economic Exposition”, en Gavin, Neil T. (ed.), op. cit., pp. 53-70; Goddard, Peter, “Press Rhetoric and Economic News: a Case Study”, en Gavin, Neil T. (ed.), op. cit., pp. 71-89. 34 “La tensión entre abstracción y concreción, lógica e intuición, ciencias y humanidades, es más que un simple inconveniente a la hora de hacer ciencia económica; es más bien su característica definitoria como área de investigación. El problema no es la existencia de esta tensión, sino la divergencia entre la percepción oficial del mundo académico y la realidad al respecto. La tensión continuada entre aparato metodológico y área de investigación habitualmente se niega, como si se temiese que ese fuese un signo de inadecuación de la disciplina a imaginarios estándares de cientifismo”. Keppler, J. H. (1998), “Economists and Language”, History of Economic Ideas, Vol. VI, nº 3, p. 37. 35 Vid., entre otros, McCloskey, D. (1983), “The Rhetoric of Economics”, Journal of Economic Literature, Vol. XXI, pp. 481-517; McCloskey, D. (1985), The Rethoric of Economics, The University of Wisconsin Press, Wisconsin; McCloskey, D. (1990), If You’re So Smart. The Narrative of Economic Perspective, The University of Chicago Press, Chicago. 36 Cfr., McCloskey, D. (1985), The Rhetoric of Economics..., op. cit., pp. 180-181. 37 Cfr., Stein, Herbert (1975), “Media Distorsions: a Former Official´s View”, Columbia Journalism Review, March/April, p. 37. 38 “Los periodistas tienen el deber de tematizar y dar relevancia a los acontecimientos de actualidad. Los economistas no trabajan bajo tales condiciones. Una consecuencia importante de esto es que aspectos o problemas económicos que podrían ser efímeros o poco trascendentales para el profesional de la Economía pueden ser interpretados de forma opuesta por el periodista”. Meyer, John R. (1972), “Communications Gap Narrows but Persists”, American Economic Review. Papers and Proceedings, Vol. XLII, nº 2, p. 379. 39 Tanto periodistas como economistas han coincidido tradicionalmente en la necesidad de mejorar el análisis y la reflexión en torno a tendencias, procesos económicos, etc. a través de los medios de comunicación. Incluso aceptando que la infor- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335 EL DESENCUENTRO ENTRE PERIODISMO Y ECONOMÍA mación económica ha mejorado en cantidad y calidad en las últimas décadas, sigue habiendo mucho que hacer en la difusión de conocimiento y análisis económico. Cfr., VV.AA. (1972), “Economists Consider Economic Reporters and Viceversa: A Discussion”, American Economic Review. Papers and Proceedings, Vol. LXII, nº 2, pp. 373-385; VV.AA. (1980), “Economists on Reporting. Reporters on Economists”, Washington Journalism Review, July/August, pp. 28-31; VV.AA. (1986), “Roundtable on Economic Education: Increasing the Public´s Understanding of Economics”, American Economic Review, Papers and Proceedings, Vol. 76, nº 2, pp. 138-144; Weinstein, M., op. cit., pp. 73-77. 40 Cfr., Nelson, Robert H. (1987), “The Economics Profession and the Making of Public Policy”, Journal of Economic Literature, Vol. XXV, March, p. 51. 41 Friedman, Milton (1972), An Economist´s Protest. Columns in Political Economy, Thomas Horton and Company, Nueva Jersey, p. ix. 42 William J. Eaton, corresponsal en Washington de Los Angeles Times, comentaba en 1980: “Los principales problemas en la cobertura de temas económicos tienen que ver con la capacidad para penetrar en la avalancha de estadísticas, para discernir las tendencias de la coyuntura, e informar de todo ello con el debido énfasis sobre su impacto en la vida de las personas”. Eaton, William J. (1980), “Reporters on Economics”, Washington Journalism Review, July/August, p. 30. 43 Sobre este peligro, vid., Emmison, M. (1983), op. cit., pp. 139-155; Jensen, Klaus B. (1987), “News as Ideology: Economic Statistics and Political Ritual in Television Network News”, Journal of Communication, Vol. 37, nº 1, pp. 8-27; Rae, John y Drury, John (1993), “Reification and Evidence in Rhetoric on Economic Recession: Some Methods Used in the UK Press, Final Quarter 1990”, Discourse & Society, Vol. 4, nº 3, pp. 329356. 44 Recientemente, en conversación con el director de la sección de economía de un prestigioso diario europeo, el Neue Zurcher Zeitung -con una redacción compuesta exclusivamente por doctores en Economía- se aducía esta razón, entre otras, para explicar la escasa atención periodística que recibe el Tercer Sector, o sector no lucrativo, que por otra parte cada vez es más relevante en la provisión de bienes y servicios tanto en las economías desarrolladas como en las que no lo están. 45 Citado en, Harrington, David E. (1989), “Economic News on Television. The Determinants of Coverage”, Public Opinion Quarterly, Vol. 53, pp. 17-18. 46 Samuelson aceptó el trabajo, pero dejando claro que su intención era analizar los acontecimientos de actualidad desde la perspectiva de un economista profesional, no de un polemista: “Mis columnas estaban escritas con la intención deliberada de que no representasen el punto de vista de un polemista. Lo que menos pretendía yo era la conversión del lector. Más que intentar comprimir la realidad en los límites deformantes de Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335 ANGEL ARRESE simples sermones, me proponía reflejar la interesante variedad de problemas económicos”. Samuelson, Paul (1987), Economía desde el corazón, Ediciones Folio, Barcelona, p. 7. 47 Cfr., por ejemplo, Silk, Leonard S. (1964), “Efficiency in the Teaching of Economics: The Problem of Communication”, American Economic Review. Papers and Proceedings, Vol. LIV, nº 3, pp. 602-603; Cairncross, Sir Alec (1985), “Economics in Theory and Practice”, American Economic Review. Papers and Proceedings, Vol. 75, nº 2, p. 13; Tarascio, Vicent J. (1997), “The Problem of Knowledge in Economics”, Southern Economic Journal, Vol. 64, nº 1, pp. 15-17. 48 En el debate organizado por la American Economic Association a principios de los años setenta, citado ya en varias ocasiones en este trabajo, Richard F. Janssen, desde la perspectiva del periodista económico, concluía: “Si llegara el día en que un periodista pudiese escribir una frase que comenzase con la expresión ‘los economistas creen’, sin provocar la carcajada general, probablemente ese día desaparecerían buena parte de los problemas entre la prensa y la profesión económica que hacen necesario un panel de discusión como éste”. Janssen, Richard F. (1972), “Friends with Points of Friction and Misunderstanding”, American Economic Review. Papers and Proceedings, Vol. LXII, nº 2, p. 388. 49 Kurdas, Ch. y Majewski, R. (1994), “The Rethoric of a Profession and Path Dependency. Can Economists Have Their Theory and Free Speech Too?”, Review of Political Economy, Vol. 6, nº 3, p. 353. 50 Cfr., Walstad, William B. (1996), “Economic Knowledge and the Formation of Economic Opinions and Attitudes”, en Lunt, Peter y Furnham, Adrian (eds.), Economic Socialization: The Economic Beliefs and Behaviours of Young People, E. Elgar, Cheltenham, pp. 162-182, citado en Blendon, Robert J. et. al. (1997), “Bridging the Gap Between the Public’s and Economists’ Views of the Economy”, Journal of Economic Perspectives, Vol. 11, nº 3, p. 116. 51 Cfr., Goddard, Peter; Corner, John; Gavin, Neil T. y Richardson, Kay (1998), “Economic News and the Dynamics of Understanding: the Liverpool Project”, en Gavin, Neil T. (ed.), op. cit., pp. 32-34. 52 Adoni, Hanna y Cohen, Akiba A. (1978), “Television Economic News and the Social Construction of Economic Reality”, Journal of Communication, Autumn, p. 68. 53 Cfr., VanSickle, Ronald L. (1981), “Implicit Operational Definitions of Economic News Literacy in the Printed News Media”, Social Education, January, pp. 68-73. 54 La situación no es muy distinta a la que se produce en otros ámbitos de información científica. Vid., por ejemplo, Gunter, Barrie, Kinderlerer, Julian y Beyleveld, Deryck (1999), “The Media and Public Understanding of Biotechnology. A Survey of Scientists and Journalists”, Science Communication, Vol. 20, nº 4, pp. 390-393. 55 Cfr., entre otras muchas reflexiones sobre esta materia, Hamilton, James T. y Kalt, Joseph (1987), FACS & FORD Study of Economic and Business Journalism, Department of Eco- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335 EL DESENCUENTRO ENTRE PERIODISMO Y ECONOMÍA nomics and Kennedy School of Government, Harvard University, Cambridge, Mass.; Del Río, Rosa (1999), La profesionalización de la información económica en España, APIE, Madrid, pp. 45-54. Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 309-335 CRECIMIENTO EMPRESARIAL: PERSONAS Y TECNOLOGÍA EN LA NUEVA ECONOMÍA JORDI CANALS* La brusca irrupción de Internet y de las nuevas tecnologías en la empresa, y la globalización de los mercados de capitales han planteado a las empresas un nuevo reto, hasta ahora, menos prioritario: la necesidad de encontrar nuevas vías para el crecimiento de la empresa. Sin embargo, la consideración del crecimiento como objetivo empresarial puede resultar, en ocasiones, algo perverso, debido, entre otras razones, a la prioridad que en la nueva economía se asigna a ciertos modelos tecnológicos adoptados por las empresas y al relativo descuido del papel de las personas capaces de diseñar aquellos modelos. En este trabajo se muestra que el crecimiento de la empresa es importante, pero que una evaluación adecuada de su potencial de crecimiento exige una consideración más seria y profunda de las personas y de las raíces humanas que definen el contexto de la innovación en la empresa. Palabras clave: empresa, crecimiento, tecnología, personas. INTRODUCCIÓN características fundamentales de la denominada nueva economía es la importancia que directivos, profesionales del mundo de la empresa e inversores conceden a las empresas con un potencial elevado de crecimiento. U NA DE LAS De hecho, un cambio llamativo en los mercados bursátiles ocurrido recientemente es que las acciones de empresas con grandes posibilidades de crecimiento -principalmente, empresas con modelos de negocio basadas en Internet- han tenido y van a seguir teniendo una prima considerable en el * Jordi Canals es Profesor Ordinario del IESE (Barcelona). JORDI CANALS precio. Este es un cambio importante porque, durante muchos años, los inversores juzgaban como empresas de mayor interés aquellas que destacaban por la calidad de la gestión y la capacidad de cumplir expectativas de resultados. General Electric, Chase, CocaCola o Procter&Gamble eran algunas de estas empresas en Estados Unidos. Sin embargo, un cambio en las expectativas de crecimiento en algunas de ellas -como ha sido el caso de Procter&Gamble o Coca-Colajunto con la emergencia de ciertas empresas basadas en Internet y sus posibilidades de crecimiento, han provocado que los inversores y los directivos dejen de considerarlas como empresas de primera. Una pregunta esencial a la hora de considerar estas realidades es la fiabilidad de las estimaciones de crecimiento que formulan los analistas de bancos de inversión y que influyen, directa e indirectamente, sobre las decisiones de inversión o desinversión de muchas personas. En efecto, una recomendación -normalmente basada en informes serios y exhaustivos sobre una empresa- puede provocar cambios importantes en la co- tización presente y futura de la misma. De otra parte, la excepcional acogida de empresas basadas en Internet como Amazon, e*Trade o AOL no radica sólo en la tecnología, sino, principalmente, en las posibilidades de crecimiento que Internet aporta a negocios tradicionales o a nuevos negocios. Sin embargo, la evaluación del potencial de estas empresas se realiza por procedimientos realmente poco sofisticados. Algunos fondos de capital riesgo suelen tener en cuenta tres grandes conceptos: el propio concepto de la empresa, el sector y sus clientes, y el equipo humano. Sin embargo, el modo de evaluar cada una de estas variables deja aún mucho que desear. Si bien desde un punto de vista cuantitativo la evaluación del sector y del propio concepto de la empresa pueda ser sencilla, no deja de estar sometida a una incertidumbre enorme. Sin embargo, el problema es aún mayor cuando se habla del equipo humano. En bastantes ocasiones, el análisis de las fortalezas y debilidades del equipo directivo no deja de ser algo simple e insuficiente. Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370 CRECIMIENTO EMPRESARIAL: PERSONAS Y TECNOLOGÍAEN LA NUEVA ECONOMÍA En este trabajo pretendemos subrayar que en la nueva economía dominada por las nuevas tecnologías y el potencial de creación de nuevos conceptos de empresa que Internet permite, el papel de las personas y de los equipos de dirección es mayor que nunca. Aunque el peso de la tecnología en este cambio sea enorme, la revolución digital coloca de nuevo a la persona en el centro del debate y, muy en particular, en el centro de la dirección de las empresas, tanto de las más tradicionales como General Electric, Philips o Volkswagen, como de los paradigmas de la nueva economía como AOL o Charles Schwab. En la nueva economía, la valoración de las empresas deberá tener más en cuenta que nunca la solidez, profesionalidad y calidad humana de los equipos de profesionales, y, por consiguiente, la realidad de la empresa como comunidad de personas. En efecto, los objetivos de crecimiento o de creación de valor para el accionista perderán importancia, porque los modelos financieros carecen de valor predictivo cuando se aíslan del contexto humano y político de la em- presa, o, como ocurre en estos momentos, cuando la incertidumbre debida al cambio tecnológico es máxima. De otra parte, la evaluación de empresas que plantean nuevos conceptos de negocio debe ir más allá de una simple valoración de los equipos directivos tal y como se formula en la realidad, que, en muchos casos, no deja de ser un apéndice engorroso a un análisis financiero y comercial que sigue constituyendo para muchos el eje de la valoración de las empresas. Este trabajo pretende reconsiderar el papel de las personas y de los equipos de dirección en las empresas de alto crecimiento y discutir su centralidad en el proceso de crecimiento, por encima de la tecnología o de otros factores. Este análisis no se centrará en la realidad ontológica de las personas y de su naturaleza, ni en sus fines, que el autor supone como la primera y más fundamental razón por la que las personas constituyen el núcleo esencial de cualquier proyecto empresarial. Más bien, el análisis se centra en un aspecto más modesto, que consiste en observar el papel de los Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370 JORDI CANALS equipos humanos y, en particular, el papel de la alta dirección de una empresa, en la orientación de su crecimiento y evolución futura. Más allá del aprovechamiento de ciertas oportunidades de crecimiento a corto plazo, la supervivencia a largo plazo de la empresa en la nueva economía depende, más que nunca, de la calidad de las personas que la integran, del contexto interno en el que tiene lugar la innovación en la empresa, de la capacidad de aquellas personas para plantear conceptos de negocio que sirvan mejor a los clientes -y que no sólo se planteen como un modo de extraer más valory del diseño de ambientes de trabajo que contribuyan a atraer y retener a profesionales excelentes. En particular, los equipos de alta dirección tienen una capacidad de influencia sobre el futuro de la organización que va más allá de la definición de una estrategia. En efecto, son las personas quienes crean y conciben nuevos conceptos de empresa, es decir, nuevos modos de organizar la actividad económica -con un uso más o menos intenso de las tecnologías- y de servir a sus clientes reales o potenciales. Además, los equipos humanos y, en particular, los equipos de alta dirección tienen un impacto en la generación de estos conceptos de empresa y, en general, en cualquier proceso de innovación, a partir de la influencia que tienen en la determinación del contexto interno de la empresa. La estructura de este trabajo es la siguiente. En la próxima sección discutiremos la importancia del crecimiento de la empresa para la propia empresa. A continuación, efectuaremos un análisis y una valoración de algunas concepciones clásicas del crecimiento de la empresa. Seguidamente, plantearemos un modelo antropológico de la empresa a partir del cual se pueda comprender mejor el fenómeno del crecimiento. Seguidamente, analizaremos la importancia de los equipos humanos en dos dimensiones concretas del crecimiento de la empresa. En primer lugar, estudiaremos la generación de nuevos conceptos de empresa orientados a servir a clientes con planteamientos innovadores; en segundo lugar, examinaremos el papel de la alta dirección en la Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370 CRECIMIENTO EMPRESARIAL: PERSONAS Y TECNOLOGÍAEN LA NUEVA ECONOMÍA determinación del contexto interno de la empresa, contexto que influye decisivamente en la innovación. LA IMPORTANCIA DEL CRECIMIENTO DE LA EMPRESA de la rivalidad global en muchos sectores de la economía y la emergencia de nuevos modelos de negocio basados en las tecnologías de la información han cambiado el contexto de muchas empresas en numerosos países. Para algunas, este cambio de contexto ha supuesto un estancamiento o un declive, como ha sido el caso de General Motors o Digital en estados Unidos, Siemens o Crédit Lyonnais en Europa o Nissan y Nomura en Japón, por citar solamente algunas empresas más conocidas. Por el contrario, en este nuevo contexto, han aparecido nuevas empresas, con nuevos modos de hacer y de servir a sus clientes finales, que han desbordado las expectativas más optimistas. Cisco, Dell o Sun Microsystems son algunas de las de más reciente crea- L A INTENSIFICACIÓN ción, pero otras empresas más tradicionales como General Electric o Intel han conseguido situarse y avanzar por esta senda. Una de las diferencias principales entre las empresas estancadas o en declive y las que se expanden no es la innovación, la tecnología o el grado de globalización. En algunos casos, entre las primeras existen pioneros tecnológicos como Digital o Siemens, u organizaciones verdaderamente globales como General Motors o Nissan. Por consiguiente, ni la tecnología ni la globalización explican la diferencia de comportamientos. En cambio sí podemos observar que unas crecen y otras no lo hacen, y deberemos preguntarnos por qué el crecimiento es importante y cuáles son los factores que lo inducen. Sin duda, la tecnología y la globalización pueden tener una contribución importante al crecimiento, pero, a la luz de la experiencia de aquellas conocidas empresas, no pueden ser la única explicación. Debemos subrayar que el crecimiento de la empresa no es un objetivo per se. La empresa es una organización for- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370 JORDI CANALS mada por personas que, con la contribución de diversos recursos (tecnológicos o financieros), pretende servir a los clientes mediante bienes o servicios diferenciados y generar el mayor valor posible en este proceso. El crecimiento no es, por tanto, el objetivo final. Sin embargo, el problema aparece cuando una empresa no crece, o crece de modo poco sólido -por ejemplo, mediante guerras de precios, o mediante productos que difícilmente generan una mayor lealtad de los clientes–. Esta situación puede indicar que sus productos y servicios conectan poco con sus clientes actuales o potenciales y sus necesidades o aspiraciones. Una empresa que no crece puede encontrar una explicación rápida a su problema argumentando que el mercado está estancado. Sin embargo, en bastantes casos, la ausencia de crecimiento muestra que la empresa no es capaz de llegar a nuevos clientes o no consigue diseñar y ofrecer nuevos productos o servicios que marquen la diferencia. Por consiguiente, el crecimiento no es un objetivo de la empresa. El crecimiento puede ser un medio para alcanzar otros ob- jetivos. Sin embargo, su ausencia prolongada puede ser un síntoma de declive futuro. La necesidad de crecer es especialmente aguda en los países de Europa Occidental, con economías maduras, tasas de crecimiento anual del PIB más bien modestas y elevado desempleo. Parece evidente que la solución a estos problemas pasa por la creación de empleo, un proceso que sólo impulsan las empresas –grandes o pequeñas– que tienen proyectos de futuro. La nueva teoría del crecimiento económico también arroja luz sobre el reto del crecimiento de la empresa. Tal y como expresa Paul Romer, la lección más importante del nuevo enfoque es que el factor clave en el crecimiento no es el capital, o las materias primas, sino activos como el conocimiento o los procesos internos de las empresas. Esto hace que las posibilidades de crecimiento de las empresas sean enormes (Lessard et alia, 1998). No obstante, no puede olvidarse que el crecimiento de la empresa es un fenómeno complejo y elusivo. Como señalan Geroski y Machin (1992), el Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370 CRECIMIENTO EMPRESARIAL: PERSONAS Y TECNOLOGÍAEN LA NUEVA ECONOMÍA crecimiento es un proceso idiosincrático de cada empresa: depende de su historia, recursos e innovaciones. De otra parte, las tasas de crecimiento de las empresas son altamente impredecibles, de manera que las pautas que se observan son de difícil generalización. Desde el punto de vista de la dirección de empresas, el crecimiento es importante, no sólo por la posible repercusión en el valor de la empresa, sino por un conjunto de razones más sutiles que pueden garantizar la supervivencia de una organización a medio plazo. Seguidamente, discutiremos algunas de ellas. LA ATRACCIÓN DEL TALENTO PROFESIONAL Las empresas no pueden conseguir otros objetivos que aquellos que la calidad profesional y personal de sus colaboradores permitan alcanzar. La correlación empírica entre talento y éxito empresarial es difícil de mostrar; sin embargo, la experiencia de muchos altos directivos revela que la contratación y desarrollo de buenos profesionales es su tarea básica. Algunas empresas conocen esta realidad muy bien y sus altos directivos dedican mucho tiempo al proceso de contratación y desarrollo de profesionales. Sin embargo, la atención que algunos altos directivos dedican a esta tarea es sólo uno de los factores indispensables. Aquellos saben que las empresas deben poder ofrecer un entorno amable y exigente, buenas oportunidades de carrera y proyectos de futuro, es decir, proyectos que puedan impulsar el crecimiento de la empresa. Si la alta dirección no muestra entusiasmo sobre el futuro de la empresa, o no impulsa nuevos proyectos de crecimiento, su capacidad de atraer personas valiosas se verá perjudicada. LA NECESIDAD DE CAPTAR RECURSOS FINANCIEROS La capacidad de captación de recursos financieros y, lo que es más importante, de lograr que los posibles inversores consideren a la empresa en cuestión como una empresa con futuro, es otra razón por la que el crecimiento es importante, especialmente en empresas que cotizan en bolsa o desean hacerlo. Los inversores evalúan sus decisiones en función de di- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370 JORDI CANALS versas variables. Una de ellas es la rentabilidad sobre recursos invertidos. Sobre esta variable inciden numerosos factores, pero es indudable que la capacidad de crecimiento saneado que tiene la empresa es uno de los más importantes. En el fondo, el valor añadido que la empresa pueda generar en el futuro es función directa de los nuevos proyectos de crecimiento que la empresa planee para asegurar su supervivencia. EL RIESGO DE SUSTITUCIÓN Y EL RIESGO DE IMITACIÓN El dilema que numerosas empresas deben afrontar no es crecimiento versus estancamiento. Por el contrario, el dilema es crecimiento y renovación versus declive. La razón es que en todos sectores se producen fenómenos de sustitución e imitación de productos o servicios que pueden poner en serio peligro la supervivencia de la empresa. El fenómeno de la sustitución tiene lugar cuando aparece en el mercado un nuevo producto que sustituye en calidad y precio a otros productos existentes. Este es un fenómeno que suele aparecer en la fase de madurez de un producto. La empresa que ya se halla en ella, si no reacciona para generar nuevas ideas con las que servir a los clientes, puede quedarse desplazada del mercado debido a la mayor capacidad de innovación o al mejor servicio de otras empresas. Un caso clásico es el de IBM y su entrada tardía en el sector de ordenadores personales. Estos ordenadores, una vez conectados en red, podían suplir satisfactoriamente el concepto de “mainframes” en el que se basaba el negocio de IBM. El ordenador personal, sin embargo, parecía que podía adaptarse mejor a las necesidades de empresas pequeñas, y especialmente, llegar al gran público. El líder en el sector de informática, IBM, no fue la primera empresa en entrar en el negocio de ordenadores personales. Por el contrario, la empresa no consideró inicialmente este nuevo segmento dentro del sector. El resultado fue una serie de oportunidades de negocio que IBM perdió debido al efecto sustitución, en algunos casos, de los “mainframes” por ordenadores per- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370 CRECIMIENTO EMPRESARIAL: PERSONAS Y TECNOLOGÍAEN LA NUEVA ECONOMÍA sonales de otras empresas competidoras conectados entre sí. Un fenómeno parecido, aunque de naturaleza distinta, es el de la imitación. Este surge cuando las empresas de un sector tienden a comportarse en el mercado de manera similar. En el sector del automóvil en Europa, que puede considerarse un sector maduro, en el que el mercado apenas crece –excepto en el pico del ciclo económico–, las empresas han adoptado estrategias parecidas de aumento de capacidad para mejorar su productividad. Sin embargo, este aumento de capacidad en plantas más modernas no siempre ha venido acompañado de un cierre de las plantas menos productivas. El resultado ha sido un exceso de capacidad, guerras de precios y unos resultados mediocres, debido a la tendencia a la imitación de las acciones de los competidores.1 En el fondo, cuando todas las empresas tienden a hacer lo mismo, a adoptar la imitación como forma de conducta, no hay renovación y los resultados tienden también a ser muy parecidos y, lamentablemente, no siempre positivos. LA SUPERACIÓN DE LA MENTALIDAD DE SECTOR MADURO La idea de maduración del producto se ha trasladado con cierta facilidad al sector y se habla así de sectores maduros. Este es un concepto inadecuadamente utilizado. La madurez como concepto empresarial se refiere al producto, que intenta satisfacer las necesidades de unas personas y no tanto a un sector. Puede hablarse de empresas o sectores con productos maduros, pero no de empresas maduras o sectores maduros2. Normalmente, una empresa madura es una empresa anquilosada, que no crece, debido a los productos que tiene, pero que podría crecer con un enfoque de negocio diferente. La preocupación por el futuro, por el modo de afrontarlo, por los enfoques posibles de crecimiento, son un modo concreto de luchar (y, por tanto, de superar) contra la mentalidad del sector maduro. Una empresa que tiene un modo activo de afrontar el futuro, de reflexionar sobre nuevas formas y avenidas de crecimiento, es una empresa cuyo enfoque no consiste sólo Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370 JORDI CANALS en reducir costes, sino en descubrir nuevos modos de servir a sus clientes, de integrar a los empleados, o de ofrecer un mejor retorno a la inversión de los accionistas. Esta es la mejor mentalidad para reinventar un sector y abandonar el síndrome de los supuestos sectores malos o poco atractivos. Swatch, la empresa suiza de fabricación de relojes ofrece un ejemplo sobre el modo de superar esta mentalidad. Las décadas de los años 1960 y 1970 fueron años de declive para las empresas suizas fabricantes de relojes. Sus productos dejaron de ser innovadores, eran considerados caros por muchos compradores, y su cuota de mercado a nivel mundial decayó, frente a competidores norteamericanos y japoneses. A finales de los años 70 parecía que las empresas suizas estaban destinadas a tener una presencia minoritaria en este sector, quizá reservándose solamente el segmento más alto del mercado. Sin embargo, se veían incapaces de penetrar, con productos típicamente suizos, en el segmento del mercado masivo, que era el que estaba creciendo. La experiencia de Swatch muestra que el poder de las ideas siempre es superior al de supuestas industrias maduras o de empresas sin futuro. Para poner este objetivo en práctica, la dirección de la empresa diseñó una nueva estrategia basada en algunos puntos esenciales. El primero era diseñar sistemas de producción más eficientes y de mayor calidad. Parte de la nueva competencia de las empresas suizas procedía de Japón, cuyas empresas ofrecían productos a precios bajos, con costes inferiores. El segundo elemento consistió en reforzar la imagen de diseño, calidad y elegancia de los relojes suizos, frente a los nuevos productos procedentes de Asia, incluso en relojes de gama media o baja. Con este enfoque, Swatch logró no sólo frenar el declive del sector y de la propia empresa, sino transformar el sector y regenerar la empresa hasta convertirla en referencia de uno de los esfuerzos más serios que la industria europea ha hecho para innovar y mejorar su capacidad de sobrevivir a largo plazo. Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370 CRECIMIENTO EMPRESARIAL: PERSONAS Y TECNOLOGÍAEN LA NUEVA ECONOMÍA EL CRECIMIENTO DE LA EMPRESA: ALGUNOS ENFOQUES CLÁSICOS L CRECIMIENTO de la empresa es un fenómeno cuyo tratamiento académico ha sido parcial, limitado y casi siempre con una perspectiva reduccionista. En los próximos subapartados analizaremos los enfoques clásicos que permiten considerar este fenómeno, así como sus limitaciones; en la siguiente sección plantearemos los requisitos que debe contemplar un modelo más comprehensivo del crecimiento de la empresa en el que el papel de la persona y de los grupos humanos resulta decisivo. E EL ENFOQUE MICROECONÓMICO DEL CRECIMIENTO EMPRESARIAL Tradicionalmente, la teoría microeconómica ha considerado la empresa como un agente decisor que tiene unos objetivos específicos, normalmente, maximizar beneficios. Las empresas, en los modelos microeconómicos, son instituciones homogéneas, que tienen objetivos claros y que ocultan las características esencialmente diferentes de las personas que las integran, sus recursos y capacidades. Según este enfoque, la empresa se limita a una mera función de producción que el empresario o el alto directivo intenta optimizar. En este contexto, la empresa es un mecanismo que asigna recursos de manera eficiente, de modo similar a como lo hace el mercado.3 Por esta razón, este enfoque se interesa por los equilibrios estáticos a corto plazo; por ejemplo, cómo cambia la producción si cambia el coste variable de un recurso productivo. Sin embargo, el tratamiento que este enfoque hace de la evolución de la empresa y la eficiencia a largo plazo es una mera prolongación del análisis a corto plazo. En efecto, a largo plazo, se supone que la función de costes de la empresa es distinta de la función de costes a corto plazo, quizás porque algunos de los costes a largo plazo dejan de ser fijos. Esta concepción de la empresa impide una visión más comprehensiva del proceso de expansión empresarial. En el fondo, el crecimiento, según este enfoque, no es más que el Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370 JORDI CANALS resultado del ajuste de la empresa a un supuesto tamaño óptimo. Esta explicación puede ser correcta en algunos casos, pero es, esencialmente, incompleta. Como veremos después, el crecimiento puede responder a una reacción o ajuste a una eficiencia óptima deseada, pero no es su causa ni su principal explicación. Por su parte, la moderna teoría de juegos ha intentado formalizar de modo más refinado el proceso de toma de decisiones relativas a cuestiones como la ampliación de capacidad, la entrada o salida de ciertos sectores o la elección de una tecnología sobre otra4. Sin embargo, éstos son modelos que sólo asumen la racionalidad neoclásica en los agentes que deciden. En estos modelos -al igual que en los modelos económicos más tradicionales-, la empresa sigue siendo una caja cerrada, en la que las personas que la integran o sus capacidades desempeñan un papel casi nulo. LA TEORÍA DEL CRECIMIENTO DE LA EMPRESA DE PENROSE En su trabajo The Theory of theGrowth of the Firm (1959), Penrose ofrece la primera ex- plicación comprehensiva del proceso de crecimiento de las empresas. Su propósito es apartarse del enfoque microeconómico, que entiende el crecimiento de la empresa como una mera cuestión de ajuste a un tamaño supuestamente óptimo. Para ello, pretende basar su teoría del crecimiento empresarial en la teoría dinámica del desarrollo económico que había formulado algunos años antes Schumpeter (1934). Este autor describe al emprendedor como un agente que percibe oportunidades en el entorno que otros no son capaces de observar. Según Penrose, el factor que explica el crecimiento de la empresa es el proceso de acumulación de recursos en el tiempo. Así, subraya que la empresa no es una función de producción, sino un conjunto de recursos. La heterogeneidad de estos recursos hace que las empresas sean distintas entre sí. Los directivos son el principal recurso disponible que se halla detrás de la expansión de la empresa. De hecho, este recurso es tan crítico que su limitación o ausencia es el prin- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370 CRECIMIENTO EMPRESARIAL: PERSONAS Y TECNOLOGÍAEN LA NUEVA ECONOMÍA cipal freno al proceso de expansión de la empresa. La contribución de Penrose es importante, pues ha sido la primera en ofrecer una visión más amplia del proceso de crecimiento empresarial y, además, ha sido el punto de partida de la denominada teoría de la empresa basada en los recursos. Sin embargo, esta teoría presenta algunas limitaciones. La primera consiste en que los recursos directivos son esenciales en cualquier empresa, si bien no son los únicos y, en ocasiones, no son los decisivos. Por seguir con las personas, en empresas intensivas en tecnología, el conocimiento (y las capacidades para utilizarlo de manera adecuada) no se halla, en ocasiones, entre los directivos, sino entre los equipos de desarrollo de nuevos productos o los equipos comerciales en estrecho contacto con los clientes. Una segunda limitación de este enfoque es que los recursos son un inductor esencial del crecimiento, pero no son el único: la interacción entre recursos internos, el entorno de la empresa y la capacidad de adaptación de las per- sonas a nuevos contextos resulta crítica (Henderson y Mitchell, 1997) y no se puede olvidar en un modelo que ofrezca una explicación plausible del proceso de crecimiento empresarial. EL ENFOQUE DE LA TEORÍA EVOLUCIONISTA Nelson y Winter (1982) pretenden explicar la evolución temporal de la empresa intentando identificar aquellos factores que inciden en esa evolución. Este proceso dinámico es gobernado por rutinas o procesos que orientan a las personas que trabajan en una organización sobre las decisiones o acciones que deben tomar en cada circunstancia. De acuerdo con esta perspectiva, el crecimiento tiene límites, no tanto por la posible escasez de recursos disponibles, como señalaba Penrose, sino por la dificultad intrínseca de adaptación al cambio que surge cuando las rutinas han sido eficaces durante un largo periodo de tiempo. Por tanto, el verdadero límite al crecimiento no es la abundancia o escasez de recursos, sino las rutinas, el modo de trabajar con la información y el conocimiento acumulado Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370 JORDI CANALS por la organización en el transcurso del tiempo, factores todos ellos que dificultan los cambios en el comportamiento de las personas5. Nelson y Winter efectúan una aportación original y rica sobre la evolución de la empresa. Sin embargo, no la plantean con la pretensión de explicar el fenómeno del crecimiento, ni de sus factores inductores. De otra parte, el papel central de las rutinas no puede apartar a un segundo plano la capacidad de innovación y de cambio que las personas, al utilizar su libertad creativa, pueden desarrollar en su trabajo en una empresa. EL CRECIMIENTO DE LA EMPRESA DESDE UNA PERSPECTIVA ANTROPOLÓGICA UALQUIER explicación sobre el crecimiento de la empresa exige una definición de la empresa. Consideramos que una empresa es una organización que, mediante la contribución profesional y personal de individuos, pretende servir a clientes actuales o potenciales, contribuir a la creación de valor económico en este proceso y C ofrecer oportunidades de mejora personal y profesional a sus colaboradores. Siguiendo a Pérez López (1993), se puede afirmar que la calidad de una empresa depende del modo en que ésta consigue tres objetivos simultáneamente: la eficacia, es decir, la capacidad de lograr objetivos, entre otros, objetivos de tipo económico; la atractividad, es decir la capacidad de la organización para plantear retos de interés a sus miembros y que éstos los perciban como tales; y la unidad, es decir, la capacidad de generar en sus colaboradores una identificación con la misión de la organización. Estos tres objetivos reflejan, respectivamente, las dimensiones económica (dimensión de eficacia), sociológica (dimensión de atractividad) y ética (dimensión de unidad) de una empresa. Mientras que las dimensiones económica y sociológica de la organización han sido ampliamente examinadas en la literatura sobre dirección de empresas, no ocurre lo mismo con la dimensión ética. Desgraciadamente, muchas personas asumen en la actualidad de manera explícita o implícita una concepción de la empresa Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370 CRECIMIENTO EMPRESARIAL: PERSONAS Y TECNOLOGÍAEN LA NUEVA ECONOMÍA articulada en torno a la eficacia; si bien esta resulta imprescindible, la confusión entre fines y medios que se deriva de aquel planteamiento desfigura la realidad de las cosas (Llano, 1999). De hecho, la dimensión ética es una condición de supervivencia de la empresa tan decisiva como la dimensión económica y, sin embargo, su importancia se tiende a despreciar por la vía de la indiferencia, que acaba siendo el peor de los desprecios. Este tratamiento de las dimensiones de la empresa permite situar el fenómeno del crecimiento en una plataforma más sólida y estable. El crecimiento no es un objetivo unilateral a conseguir por la empresa. En este sentido, si fuera así, el crecimiento caería dentro de la categoría de objetivos de corte económico, descuidando otros de naturaleza sociológica o ética. Para entender el crecimiento en este contexto, es conveniente traer a colación una concepción alternativa del propósito de la empresa. Una formulación de estas características debe incluir lo que la empresa desea hacer y, por tanto, los objetivos que tiene en los planos económico, sociológico y ético. El olvido de alguna de estas dimensiones reduce el valor integrador que todo propósito pretende alcanzar. De hecho, la prueba de la consistencia y solidez de un propósito no consiste en asegurar tanto la eficacia máxima, sino el logro de la unidad en la organización en el proceso de conseguir la mayor eficacia que resulte factible. La unidad expresa el grado de identificación de los miembros de la organización con la eficacia organizativa. Esta identificación acaba orientando su acción en la organización a partir de motivos trascendentes, que va más allá de los motivos extrínsecos -incentivos externos- o intrínsecos -de mejora personal-. La unidad es un valor tan decisivo que acaba definiendo, no solamente la calidad del propósito, sino también la propia misión de la institución. A partir de esta concepción de la empresa podemos plantear un modelo del crecimiento de la misma basado en esta perspectiva antropológica. El modelo que aquí presentamos ha sido elaborado con detalle a partir de esta concepción y del estudio de varias do- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370 JORDI CANALS cenas de empresas con credenciales de crecimiento muy claras durante los últimos años6. Este modelo consta de cinco elementos que definen el crecimiento: el contexto externo de la empresa, el contexto interno de la empresa, los recursos y capacidades, el desarrollo de nuevos conceptos de negocio y las decisiones estratégicas de crecimiento propiamente dichas. Este modelo no sólo explicita algunos factores que van más allá de los modelos reduccionistas de corte económico o sociológico, sino que, además, permite colocar el objetivo del crecimiento en un contexto más amplio. Así, la dimensión económica del crecimiento queda expresada mediante el aprovechamiento de las oportunidades externas; la dimensión sociológica mediante el desarrollo de recursos, capacidades y competencias diferenciales de la organización y el desarrollo de nuevos conceptos de negocio orientados a servir a clientes; la dimensión ética mediante la creación de un contexto interno que ayuda a lograr la unidad de la organización, al tiempo que permite convertir el crecimiento en un proceso sostenible a medio plazo. Desgraciadamente, tanto en la literatura académica sobre crecimiento de la empresa como en la evaluación práctica del crecimiento -por ejemplo, por parte de analistas de inversiones- el énfasis y el núcleo del análisis suele girar alrededor de la dimensión económica del crecimiento. En los próximos apartados destacaremos las características que definen las otras dimensiones del crecimiento. Estas dimensiones resultan imprescindibles para una mejor comprensión de su proceso: la innovación y el desarrollo de nuevos modelos de empresa, de una parte, y la definición del contexto interno de la empresa, de otra. La consideración de estos elementos resulta crucial para cualquier valoración que se efectúe de las posibilidades de crecimiento de la empresa, al tiempo que constituye una condición para que aquel crecimiento sea sostenible. CRECIMIENTO E INNOVACIÓN: LA CREACIÓN DE NUEVOS Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370 CRECIMIENTO EMPRESARIAL: PERSONAS Y TECNOLOGÍAEN LA NUEVA ECONOMÍA MODELOS EMPRESARIALES N NUMEROSAS ocasiones, por empresas innovadoras entendemos aquellas que son capaces de lanzar al mercado productos verdaderamente novedosos y rompedores, como es el caso de SAP, Sony o Apple. Sin embargo, en los últimos años, empresas como Nokia, Dell o Disney han desarrollado modelos de empresa que van más allá del lanzamiento de un producto o servicio innovador. Se trata de ir a las raíces que permiten que el árbol de la innovación crezca, no sólo mediante productos finales –algo así como las ramas del árbol–, sino que su modo específico de organizar las actividades –lo que podríamos denominar el tronco del árbol– sea diferente, eficiente y contribuya a la creación de valor para los clientes7. La noción de concepto de negocio que presentaremos en esta sección comparte algunos elementos con ciertos conceptos previos definidos en el campo de la estrategia de la empresa. Así, Drucker (1994) ha propuesto la denominada teoría de la empresa, concepto E que incluye todas las hipótesis y supuestos que una empresa tiene respecto de su entorno, misión y competencias diferenciales. Por su parte, Hamel y Prahalad (1994) proponen la idea del punto de vista sobre el futuro del sector, así como las acciones que una empresa puede desarrollar para influir en ese futuro. Asimismo, presentan el concepto de arquitectura estratégica que indica el tipo de beneficios que la empresa aportará a sus clientes en el futuro, así como las competencias diferenciales que ésta necesita para hacerlo realidad. El concepto de negocio es un modelo mental que los directivos de una empresa han desarrollado acerca del modo de servir al cliente y de organizar las actividades de la empresa (marketing, operaciones, logística, compras, etc.) para crear valor al ofrecer aquel servicio. Cualquier empresa tiene un concepto de negocio explícito o implícito. El concepto de negocio emerge de la visión que la empresa tiene sobre las necesidades de sus clientes en el futuro, la evolución de la rivalidad en el sector y el papel de la propia empresa en la configuración de éste. De Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370 JORDI CANALS acuerdo con esta perspectiva, los directivos deciden maneras específicas de organizar las actividades de la empresa. El proceso de crecimiento de Nokia, el grupo empresarial finlandés que se convirtió en la empresa líder a nivel mundial en teléfonos móviles a finales de la década de los años 90, desbancando a Motorola (la empresa líder durante muchos años), muestra la importancia del desarrollo de un concepto de negocio innovador. Nokia aceleró su crecimiento en el sector de telecomunicaciones durante la segunda mitad de los años 80 con el desarrollo de nuevos productos y la decisión de aumentar su capacidad de fabricación. Durante estos años demostró ser un jugador habilidoso al establecer acuerdos de cooperación con Alcatel para desarrollar nuevos sistemas celulares para una red europea, y con AT&T para desarrollar semiconductores. Sin embargo, a comienzos de los años 90, el posicionamiento de Nokia en aquel sector no era muy claro y, en términos de cuota de mercado, estaba aún por detrás de otros fabricantes europeos, norteamericanos y japoneses. La alta dirección de la empresa adoptó entonces algunas decisiones críticas: el compromiso de recursos adicionales para apoyar el desarrollo y la investigación en nuevos productos, y el diseño de alianzas con algunos proveedores para mejorar la calidad y expandir la capacidad de producción -problema complejo si el mercado crecía rápidamente y Nokia no disponía de capacidad de fabricación suficiente-, y, finalmente, la desinversión progresiva en ciertos sectores, como aparatos de televisión y ordenadores. Esta orientación coincidió con el establecimiento del GSM, el nuevo estándar digital en telefonía para Europa. Este proceso de estandarización permitió a Nokia concentrar esfuerzos en el desarrollo de unos pocos modelos que pudieran ser adaptados fácilmente a las diversas frecuencias en distintas partes del mundo. Nokia y Ericsson pudieron aprovechar este crecimiento del mercado europeo y centrar su atención en el desarrollo de nuevos productos. En el extremo opuesto, Motorola, el líder del mercado, tuvo que Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370 CRECIMIENTO EMPRESARIAL: PERSONAS Y TECNOLOGÍAEN LA NUEVA ECONOMÍA operar en un mercado norteamericano dominado por el estándar analógico. Podría pensarse que Nokia tuvo suerte y Motorola no. Sin embargo, más allá de la fortuna, Nokia desarrolló un nuevo concepto de negocio, que fue apoyado con el compromiso de un volumen importante de recursos. Finalmente, este concepto de negocio resultó exitoso y, sin él, la suerte de la definición de un estándar digital en Europa hubiera sido para otro. LOS ELEMENTOS DEL CONCEPTO DE NEGOCIO El concepto de negocio comprende diversas dimensiones. El primer elemento del concepto de negocio es una visión estratégica a largo plazo. Esta visión incluye una aspiración o deseo acerca de cómo la empresa puede tener un impacto en sus clientes y en la sociedad, igual al que Henry Ford tenía al pretender que cada familia norteamericana tuviera un coche. Asimismo, aquella visión debe referirse al ámbito competitivo en el que la empresa quiere desarrollar sus actividades y definir aquellos valores corporativos propios. El desarrollo de un punto de vista sobre el modo de servir a los clientes es un segundo elemento del concepto de negocio. Es preciso matizar que ese punto de vista debe tener en cuenta no sólo lo que la empresa podría desear hacer, sino los espacios existentes entre las expectativas de los clientes finales y la realidad de servicio de las empresas actualmente existentes. Muchas veces, al observar estos espacios entre expectativas y valor finalmente percibido por el cliente, aparecen numerosas vías de mejora, tanto para las empresas ya existentes como para las nuevas que desean entrar en el sector. Una de las ventajas con que cuentan las nuevas empresas, en este caso, consiste en que comienzan de cero y pueden contemplar con una mirada nueva los modos de servir a los clientes, que las empresas ya existentes sólo pueden realizar con dificultad, debido al fuerte peso de la inercia y la resistencia que los miembros de una organización suelen tener hacia el cambio. El tercer elemento es una perspectiva acerca de la naturaleza de la rivalidad en el sector, la posible emergencia Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370 JORDI CANALS de nuevos productos sustitutivos, el papel de los proveedores y la evolución del conjunto de la cadena de valor. Este punto de vista ayuda a perfilar cómo puede evolucionar el proceso de creación de valor añadido en el conjunto del sector. El cuarto elemento de un concepto de negocio consiste en concebir el conjunto de las actividades de la empresa como un sistema integrado, es decir, como una secuencia de acciones orientadas todas ellas, no a la eficacia aislada de cada una, sino a la armonía del conjunto. A partir de este concepto, podemos concluir que un elemento del diseño de un negocio consiste en imaginar un concepto, una configuración de la cadena de valor, no sólo como una secuencia de actividades, sino como un conjunto –más que secuencia– de actividades interrelacionadas que tienden a reforzarse mutuamente8. Este enfoque tiene consecuencias importantes sobre la dirección de las personas en la organización, sobre el papel de los individuos y de los grupos de trabajo, sobre el clima y la cultura de cooperación en la empresa, sobre el propio diseño de la organización, y, especialmente, sobre los sistemas de compensación y de control que la empresa implante. Un concepto de empresa novedoso exige que cada uno de estos elementos del diseño organizativo no sólo se adapte pasivamente, sino que contribuya a consolidar la unidad de la organización. TECNOLOGÍA Y CREATIVIDAD EN EL DESARROLLO DE NUEVOS MODELOS DE EMPRESA Según hemos podido analizar en el caso de Nokia, el desarrollo de nuevos conceptos de negocio implica nuevos enfoques de servir al cliente final y organizar las actividades de la empresa. Estos planteamientos innovadores presuponen el descubrimiento de espacios de oportunidad. Los espacios de oportunidad son áreas potenciales para la expansión de la empresa que se definen mediante la anticipación de las necesidades futuras de los clientes, el descubrimiento de necesidades actuales de los clientes insuficientemente cubiertas, el reposicionamiento de ciertos pro- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370 CRECIMIENTO EMPRESARIAL: PERSONAS Y TECNOLOGÍAEN LA NUEVA ECONOMÍA ductos o servicios, o el desarrollo de procesos operativos más eficientes. La definición de espacios de oportunidad resulta relevante en el caso de aquellas empresas que han mantenido posiciones de liderazgo en un sector durante varios años. Estas empresas suelen actuar con eficiencia al plantear mejoras incrementales, pero resultan ser menos diligentes al plantear cambios importantes en su concepto de negocio. Los problemas recientes de empresas como Kodak, General Motors o Digital son prueba de este fenómeno. Estas empresas se han aferrado a un concepto de negocio que, en algunas dimensiones, ha podido quedar obsoleto. No resulta tarea fácil para los directivos de empresas como éstas desprenderse de sus hipótesis de trabajo, abandonarlas, y volver a formularlas desde cero. Esta dificultad es tanto mayor cuanto más clara es la posición de liderazgo de la empresa en su mercado. En último término, si hasta ahora ha ido bien, se preguntan sus directivos, ¿por qué cambiar? La capacidad de empresas como Nokia, o L´Oréal para anticipar la necesidad de cambio, reorganizar operaciones y acelerar el lanzamiento de nuevos productos a un buen ritmo es admirable. No hacerlo -opinan algunos de sus directivos- o hacerlo a una velocidad menos rápida, podría haber supuesto el estancamiento de la empresa. Bajo este punto de vista se esconde el supuesto de que, a menos que una organización legitime la innovación y estimule el reto de comparar nuevas ideas con viejas hipótesis, resultará difícil que pueda mantener un ritmo de innovación adecuado, especialmente en sectores en rápida evolución. El riesgo de error es alto, pero posiblemente sea aún mayor el riesgo derivado de la inacción. El desarrollo de nuevos modelos de empresa y conceptos de negocio para afrontar el futuro es una tarea que, en cierto modo, requiere un enfoque riguroso, científico, pues exige la sistemática búsqueda y evaluación de opciones alternativas. Sin embargo, por encima de otras consideraciones, es una capacidad directiva que conduce a reflexionar de manera Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370 JORDI CANALS sistemática sobre nuevos modos de servir a los clientes. De esta manera, el desarrollo de nuevos conceptos de negocio exige la singular combinación de análisis riguroso y creatividad. En este proceso, la tecnología desarrolla un papel singular. Sin embargo, resulta evidente que cualquiera que sea el uso de las posibilidades tecnológicas, el papel directivo y creativo de las personas sigue ocupando un papel central. Este es un proceso complejo, en el que interaccionan muchas personas, se produce una comunicación de ideas a diferentes niveles y permite que aspectos considerados esenciales sobre la manera de funcionar que la empresa tenía hasta el momento sean puestos en tela de juicio con el propósito de mejorar constantemente. Afrontar estas cuestiones complejas exige algo más que claridad de conceptos. Se trata de un proceso en el que la creatividad y la racionalidad de los directivos, y de todas las personas que colaboran en la empresa, deben interaccionar intensamente. En el fondo, son los directivos y sus colaboradores quienes tienen en sus manos la creación del futuro. Este no aparece como resultado del azar, la casualidad o la aplicación de unas técnicas de planificación estratégica que señalan a la empresa lo que debe hacer. No. Si detrás de cada idea en el mundo de la empresa hay una persona, detrás de todo proceso de creación de futuro, de redefinición de los ámbitos en los que la empresa operará en los próximos años, se encuentran también una o muchas personas. La responsabilidad de los directivos en este proceso consiste en saber estimular, dirigir y orientar adecuadamente este proceso, de manera que el status quo actual no llegue a frenar los procesos de renovación, cambio o mejora para la empresa. Al mismo tiempo, los directivos deben mantener ese delicado equilibrio entre la paralización de proyectos por la supuesta colisión con modos de funcionar ya establecidos y el impulso de la empresa hacia nuevos ámbitos sin un verdadero y riguroso debate sobre lo que conviene hacer. En el fondo, el papel del alto directivo es esencial en este proceso de renovación de la empresa. No se trata de un proceso que deba impulsar el Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370 CRECIMIENTO EMPRESARIAL: PERSONAS Y TECNOLOGÍAEN LA NUEVA ECONOMÍA máximo ejecutivo de una compañía, exclusivamente, –aunque sin duda su papel en esta función como en tantas otras es indispensable–, sino de un proyecto desarrollado y compartido por el equipo directivo y asumido por toda la organización. Es cierto que este proceso de renovación puede resultar más sencillo cuando la empresa se halla en una crisis profunda, estado en el cual muchas personas aceptan la necesidad del cambio. Por el contrario, cuando la empresa va bien, cuando no parece que exista la necesidad de cambiar, es cuando el proceso de creación de futuro resulta más complejo. Por el contrario, cuando las empresas se desarrollan y mejoran de manera continua, el proceso de cambio o de renovación de la empresa resulta mucho más complejo. En estos casos, es necesaria una cultura que facilite y estimule la necesidad del cambio permanente y un equipo de altos directivos que asuma como criterio de acción la renovación continua. Este es el caso de empresas como Nokia o Hewlett- Packard, cuyo proceso de renovación de productos considerados estrella forma parte de su política habitual. Si examinamos este planteamiento, podemos afirmar que resulta muy exigente, que rompe con expectativas de muchas personas de la empresa, comenzando por el equipo de ventas de aquellos productos verdaderamente exitosos. Sin embargo, si se contempla desde la perspectiva del largo plazo, de la renovación continua de la empresa, se trata de una exigencia que ayuda, sin duda, a plantear aquel proceso de manera continua. La renovación de la empresa es un proceso complejo que ha sido estudiado desde distintos puntos de vista, y que siempre ha intentado ir más allá de la mera reestructuración de actividades. Se trata de un proceso originado, guiado e impulsado por personas con una honda inquietud por la mejora continua de la empresa, por el desarrollo de un trabajo cada día más útil en servicio de clientes y empleados. El impulso de este proceso exige una capacidad para descubrir entre los acontecimientos presentes nuevas vías de desarrollo del futuro. Sin Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370 JORDI CANALS embargo, junto con esta capacidad siempre útil, no puede olvidarse la importancia de un conjunto de actitudes en los directivos y, en general, en todos los colaboradores de la empresa, que facilitan enormemente el proceso de renovación empresarial. Entre éstas, destacaríamos las siguientes. En primer lugar, una capacidad de aceptar y considerar los éxitos actuales como meramente pasajeros. El éxito empresarial no es un resultado de un conjunto de acciones planificadas: es la combinación de muchos factores, entre los cuales pueden estar aquellas acciones. Pero es también el producto de otros factores, como la reacción de los clientes y de los rivales, o la creación de una opinión pública en favor de ciertos productos, servicios o empresas. Aquellas empresas que consideran el éxito empresarial como permanente, como un resultado merecido por los esfuerzos desarrollados, están condenadas a disfrutar de él por poco tiempo. Por el contrario, aquellos directivos que adoptan una actitud realista, humilde, que admiten que el éxito hoy no garantiza el éxito mañana, son más proclives a volverlo a intentar y a volverlo a lograr. De ahí la importancia de esa actitud básica en empresas que quieran crear el futuro. Una segunda característica de las empresas que crean el futuro es que sus altos directivos no son sólo ejecutivos, sino personas comprometidas con el desarrollo de las personas que tienen a su cargo. En este proceso -mentoring-, el directivo desempeña un papel más parecido al de un asesor o entrenador que al de un ejecutivo acostumbrado a pensar y a diseñar planes de acción para que los ejecuten otros. Esta perspectiva tiene numerosas repercusiones en la empresa, no sólo en términos de fomentar permanentemente esa iniciativa individual, sino de permitir el desarrollo de numerosas potencialidades que todas las personas tenemos y que no siempre se expresan externamente, porque el contexto externo no ha permitido su desarrollo armónico. Cuando se contempla este proceso en términos de entrenamiento, el sentido del éxito o del fracaso profesional adquiere un matiz muy especial. Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370 CRECIMIENTO EMPRESARIAL: PERSONAS Y TECNOLOGÍAEN LA NUEVA ECONOMÍA Los llamados éxitos son siempre puntos de partida para nuevas metas, nunca metas de llegada que fomentan la autocomplacencia. Por su parte, los fracasos nunca son fenómenos irreversibles, sino experiencias específicas desde las que intentar construir un mejor futuro. Esta perspectiva del fenómeno del éxito –y del fracaso– ayuda, indudablemente, a fomentar un ambiente en el que vale la pena probar nuevas formas de hacer, desarrollar nuevos productos, o plantear nuevos modos de servir a los clientes. Como resultado, las posibilidades de crear y de recrear el futuro de la empresa con una cierta posibilidad de éxito son mayores. Además, este proceso ayuda a desterrar de la empresa el concepto de autocomplacencia y a imponer en ella un tipo de autoexigencia y de ambición sana para hacer las cosas cada día mejor. De hecho, estos objetivos, cuando existe un buen proceso de mentoring, se plantean no sólo como objetivos de la organización, sino que entran a formar una simbiosis vital con los procesos de mejora de los propios directivos. Así, estos directivos llegan a contemplar la organización como el ámbito de desarrollo de todas sus posibilidades profesionales y de todas aquellas capacidades relacionadas directa o indirectamente con su desempeño profesional. En este sentido, la ambición del éxito profesional se ve sustituida o, al menos complementada, con la ambición de la mejora personal, del desarrollo de todas las potencialidades que encierra el ser humano, y de extraer en el trabajo profesional lo mejor de uno mismo y proyectarlo hacia otros. Puede observarse que éste es un camino bidireccional. En otras palabras, es un proceso en el que mejoran no sólo quienes reciben el mentoring, sino aquellos que lo practican. Los primeros porque reciben la experiencia y la sabiduría de otros directivos con más horas de vuelo, quienes les animan y orientan a desarrollarse en nuevos ámbitos. Los segundos porque tienen la oportunidad de desplegar una parte de su tarea profesional no sólo haciendo, sino haciendo que otros hagan y crezcan gracias a su experiencia. Resulta indudable que el fenómeno del mentoring exige Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370 JORDI CANALS un nivel de enorme confianza en la organización, y éste nunca es un proceso espontáneo. No se puede ayudar si no se posee nada que dar (Alvira, 2000), y lo primero que pueden dar los altos directivos es confianza. Ésta exige integridad personal de los altos directivos, unas normas éticas claras, una transparencia completa, unos valores compartidos, un sentido de la equidad y de la justicia indiscutibles y una generosidad de los altos directivos hacia el resto de la organización. En este sentido, la generosidad en el tiempo, en los recursos utilizados y en los proyectos a impulsar suele ser el mejor revulsivo para conseguir un compromiso elevado del resto de empleados con la empresa. Por el contrario, la ausencia de generosidad, la percepción de que la alta dirección persigue únicamente una agenda personal, suele ser un problema en la raíz de la falta de compromiso y, en último término, un lazo sutil que ahoga las posibilidades de crecimiento de la empresa. En efecto, una organización sin compromiso por parte de sus empleados está condenada a tener una vida efímera. De ahí que cualquier proyecto empresarial deba subrayar el papel central de la persona en el desarrollo de nuevos conceptos de negocio, así como del diseño de contextos internos que favorezcan la innovación por la vía del crecimiento personal y profesional de quienes en trabajan una organización. EL CONTEXTO INTERNO DE LA EMPRESA: EL PAPEL DE LA ALTA DIRECCIÓN L CONTEXTO interno del crecimiento de la empresa consiste en aquellos factores específicos de una organización que definen el tipo de entorno profesional y que influyen en su proceso de crecimiento. Este contexto viene definido por un conjunto de factores cuya combinación tiene un impacto importante en la generación de nuevas ideas (por ejemplo, el desarrollo de un nuevo producto), en la traducción de estas ideas en proyectos concretos, en la evaluación de estos proyectos a distintos niveles de la empresa (desde el nivel técnico, al nivel de la alta dirección, pasando E Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370 CRECIMIENTO EMPRESARIAL: PERSONAS Y TECNOLOGÍAEN LA NUEVA ECONOMÍA por los distintos departamentos involucrados en el proceso), en los procesos finales de toma de decisión sobre estos proyectos y, finalmente, en el modo de implantarlos y ejecutarlos. Sin un contexto interno adecuado, el crecimiento empresarial no puede ser sostenible. En un modelo de racionalidad perfecta9, los directivos estudian diversas oportunidades existentes en el entorno, evalúan cada una de ellas de acuerdo con unos criterios preestablecidos y toman una decisión10. Sin embargo, los procesos de toma de decisiones en la vida real presentan elementos de complejidad que no son recogidos en estos modelos. No sólo se trata de que la racionalidad de los agentes es limitada, sino de que el proceso de impulso o promoción de una nueva idea, su traducción en un proyecto, su estudio y las decisiones pertinentes sobre él comprenden y suponen un conjunto de factores que tienden a complicar el proceso antes descrito. Estas observaciones son consistentes con la literatura académica sobre esta cuestión. Bower (1970), en un estudio pionero sobre los procesos de asignación de recursos en proyectos de inversión que compiten entre sí en el seno de empresas de gran tamaño, ha subrayado la importancia del contexto interno de la empresa en las decisiones que sus directivos adoptan11. ¿Cuáles son los principales factores que pueden influir en la definición del contexto interno, en particular, en su relación con las decisiones de crecimiento? Podemos identificar cuatro factores con una clara influencia: la estructura y los sistemas formales, el propósito de la organización, la cultura y los valores corporativos y, finalmente, el papel de la alta dirección de la empresa. Estos factores inciden en el proceso de crecimiento de la empresa, a través de su influencia sobre el comportamiento de los individuos y sobre la forma que adopta el proceso específico de toma de decisiones. La estructura y los sistemas formales constituyen la infraestructura organizativa básica. Su objetivo consiste, no sólo en dividir las tareas entre las distintas personas o unidades de la organización, sino también en la distribución de los derechos de decisión, la coordinación entre Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370 JORDI CANALS las diferentes unidades y el diseño de los mecanismos de compensación y control. La estructura y los sistemas formales ofrecen una referencia y un conjunto de restricciones e incentivos a los distintos miembros de la organización y tienen un impacto importante sobre su comportamiento. El propósito de la empresa constituye el segundo factor esencial en la definición del contexto interno para el crecimiento de la empresa, pues encierra las razones por las que una empresa existe y desarrolla ciertas actividades. Esta definición puede ayudar a las personas que trabajan en una organización a hacerlo por algo más que por una razón contractual y a asumir las consiguientes responsabilidades. Una empresa como GlaxoWellcome define su propósito como la intención de poner los medios adecuados para mejorar la calidad de vida de las personas mediante el desarrollo de mejores productos farmacéuticos. Por su parte, Hewlett-Packard indica que su propósito consiste en desarrollar innovaciones tecnológicas revolucionarias al servicio de las personas y de las organizaciones. El propósito de una organización pretende inspirar, fomentar, servir de referencia y enfocar las actividades de las personas hacia un determinado objetivo, de manera que puedan desarrollar un sentido y una comprensión más plenos de sus esfuerzos. Por su parte, la cultura corporativa contribuye a concretar un modo de llevar a término ese propósito corporativo. En una empresa, la cultura y los valores corporativos se resumen en un conjunto de principios considerados básicos por la organización. Entre estos principios, se pueden incluir el fomento del sentido de la iniciativa, el desarrollo de una responsabilidad social, el respeto por los derechos y dignidad de cada persona, la atención al detalle acabado y el trabajo bien hecho o el respeto por los derechos de los clientes, por citar solamente algunos principios. Collins y Porras (1995) señalan que los valores corporativos poseen un poder intrínseco y su propia validez les exime de ser justificados o demostrados ante los miembros de la organización o ante terceras personas. Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370 CRECIMIENTO EMPRESARIAL: PERSONAS Y TECNOLOGÍAEN LA NUEVA ECONOMÍA La experiencia de las empresas estudiadas muestra que los valores corporativos tienen un profundo efecto sobre el proceso de crecimiento de la empresa, como es el caso de BBVA o Hewlett-Packard, más aún que los propios procesos y sistemas formales. Además, cuando los sistemas formales refuerzan los sistemas informales, emerge una plataforma interna excelente para potenciar el proceso de crecimiento. Uno de los principios definitorios de la cultura corporativa de las empresas estudiadas es el sentido de innovación y de iniciativa empresarial. Ambos principios son sencillos de definir, pero su manifestación en la vida real encierra un conjunto complejo de elementos interrelacionados entre sí. Sin embargo, la innovación es no sólo el resultado, sino uno de los principios que mueve y estimula las actividades de los individuos en una empresa. Es un principio que se halla en la base del desarrollo de nuevos productos, de la introducción de nuevas tecnologías o de la aplicación de nuevos sistemas de distribución. Se trata, por consi- guiente, de uno de los motores del crecimiento. EL PAPEL DE LA ALTA DIRECCIÓN EN LA CONFIGURACIÓN DEL CONTEXTO INTERNO Los factores que acabamos de presentar tienen un impacto claro en la configuración del contexto interno, con distintas vías específicas de influencia. Una característica que estos factores comparten (los sistemas formales, el propósito o los valores y la cultura corporativa dominantes) es que pueden ser influenciados directamente por las acciones u omisiones de los altos directivos. En la práctica, éstos no sólo pueden cambiar los sistemas formales de control o la estructura organizativa, sino que mediante estos cambios es posible confirmar o reducir el papel del propósito de la organización, o impulsar o frenar la asunción de los valores corporativos. Por consiguiente, los altos directivos tienen una responsabilidad especial, no sólo en las decisiones últimas, de mayor impacto, que una organización adopta, sino también en la configuración del con- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370 JORDI CANALS texto en el que aquellas decisiones emergen o se estudian por vez primera, o en el clima de innovación y de mejora que existe en una empresa (Valero y Lucas, 1991). En este nuevo horizonte de la alta dirección, Ghoshal y Bartlett (1997) sintetizan en tres las nuevas dimensiones de la acción directiva. La primera consiste en avanzar más allá de la formulación de la estrategia para reafirmar el sentido del propósito que tiene la organización. La segunda consiste en avanzar más allá de las meras estructuras formales para avanzar en la configuración de la empresa como una cartera de procesos orientados a la solución de problemas y a la provisión de un mejor servicio al cliente final. Por último, señalan una tercera dimensión consistente en ir más allá de los meros sistemas formales para poner el énfasis en el desarrollo de las personas que trabajan en la empresa. La aplicación de los enfoques que proponen aquellos autores y el grado en que deban abandonarse la estructura y los sistemas formales resultan discutibles. Sin embargo, es imprescindible la definición de nuevas referencias de gestión complementarias de los sistemas formales que han imperado durante tantos años en numerosas organizaciones. Para abordar este reto, Pérez López (1993) propone una trilogía de funciones de los altos directivos que permite explicar el contenido de su trabajo y de sus acciones. Según este autor, los directivos deben reunir tres atributos esenciales: la ejecutiva (o desarrollo de una capacidad diferencial), la estratégica (o capacidad de pensar en el largo plazo de la empresa y en su relación con clientes, proveedores o empresas competidoras) y la de liderazgo (orientada a la configuración institucional de la empresa, tanto en sus mecanismos formales, como en sus sistemas informales). Estos atributos están, a su vez, relacionados con las dimensiones de la empresa (económica, sociológica y ética) y con sus objetivos (eficacia, atractividad y unidad) que hemos descrito anteriormente. Los atributos enumerados subrayan el papel crítico que la alta dirección tiene en las decisiones directas que toma y en el tipo de entornos que son capaces de configurar. Ambos tienen, eventualmente, un im- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370 CRECIMIENTO EMPRESARIAL: PERSONAS Y TECNOLOGÍAEN LA NUEVA ECONOMÍA pacto enorme en las decisiones y en el proceso de crecimiento de la empresa. ALGUNAS REFLEXIONES FINALES L PUNTO DE partida de este trabajo es la consideración de algunos de los factores que resultan esenciales en la nueva economía, caracterizada por la globalización de los mercados y de las empresas, y la explosión de la tecnología. El punto de vista implícita o explícitamente expuesto por algunos empresarios, directivos o analistas es que el crecimiento de la empresa es un factor esencial de supervivencia y que, para lograrlo, la adopción rápida de tecnologías exitosas resulta imprescindible. Este razonamiento puede ser válido, pero incompleto, porque pierde de vista dos dimensiones. La primera es que la explicación del proceso de crecimiento de la empresa exige la consideración de otros factores adicionales, además de la tecnología. La segunda es que, de acuerdo con el modelo que hemos apuntado en estas páginas, el crecimiento de la empresa depende, entre otros E factores, de la generación de nuevos modelos de empresa orientados a servir a clientes y a crear valor -en los que la tecnología sólo desempeña una parte limitada- y la definición del contexto interno de la empresa como el lugar en el que la innovación emerge como resultado de la interacción de las personas y el despliegue que éstas hacen de sus capacidades. Sólo desde una perspectiva de la empresa que contemple esta realidad humana, es posible comprender el alcance de la nueva economía, la importancia de las nuevas tecnologías y la naturaleza de los factores que influyen decisivamente en la capacidad de renovación de la empresa a largo plazo. BIBLIOGRAFÍA Alvira, R. 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Rumelt (1991) y McGahan y Porter (1997) presentan resultados empíricos de enorme interés sobre el peso del sector y de los factores específicos de la empresa. 3 Este es el enfoque desarrollado por Coase (1937). 4 Puede verse una presentación de este enfoque en Shapiro (1989). 5 Puede verse, en este sentido, la interesante discusión de Rumelt (1995). 6 Para una exposición pormenorizada de este modelo, véase Canals (2000). La relación que Rubio de Urquía (2000) plantea entre enunciados an- tropológicos y teoría económica resulta de interés en este contexto. 7 Esta sección y la siguiente están basadas en las hipótesis presentadas en Canals (2000). 8 Porter (1996) sostiene que esta interrelación es un elemento central de la estrategia de la empresa. 9 Véanse al respecto el estudio de Allison (1971) o Eisenhardt y Zbaracki (1992). 10 Simon (1993) resume perfectamente esta perspectiva del proceso de toma de decisiones. 11 El trabajo de Bower (1970) ha sido el primero de una serie sobre el proceso de toma de decisiones en distintos contextos. Véanse, por ejemplo, Burgelman (1983) o Doz (1996). Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 337-370 DESDE LA ECONOMÍA COMO RELIGIÓN HASTA LA RELIGIÓN COMO ECONOMÍAa RICARDO F. CRESPO* La economía se ha transformado en la nueva religión contemporánea. En este trabajo se intenta mostrar cómo el punto de vista económico se constituye en el criterio de análisis actual de todas las realidades humanas: la política y el derecho, la familia, el crimen, la educación y hasta la misma religión. Detrás de este ‘imperialismo económico’ subyace una postura antropológica materialista. En el artículo se presentan las corrientes ‘colonialistas’ principales que influyen hoy día. Palabras clave: economía, religión, ‘imperialismo’ económico. “Si quieres que los hombres sean humanos, oblígales a edificar una torre, pero si quieres que se odien, arrójales dinero”, A. de Saint-Exupéry, La Ciudadela “...before too long, political economists, of some sort or other, must govern the world”, Richard Whately (1767-1863), Arzobispo Anglicano de Dublin, Tratadista y Profesor de Economía. 50 AÑOS, Eric Voegelin publicó su lúcido ensayo sobre el gnosticismo como teología civil de la sociedad occidental. El término ‘gnosticismo’ requeriría muchas aclaraciones y distin- H ACE CASI ciones. El Diccionario de la Real Academia Española lo define como “doctrina filosófica y religiosa (...) que pretendía tener un conocimiento intuitivo y misterioso de las cosas divinas.” Las corrientes gnósticas ofrecían la posibi- * Ricardo F. Crespo es Profesor de Teorías Económico-Sociales en la Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, Argentina. RICARDO F. CRESPO lidad de la salvación mediante un conocimiento -la gnosisque brindaba una seguridad mayor a la de la fe. En tiempos recientes se ha aplicado el calificativo de gnósticas a corrientes de pensamiento que prometen a esta sociedad la salvación en la tierra mediante el sometimiento a un proyecto secular que va tomando diversas formas. De este modo lo usa Voegelin. En este sentido el gnosticismo está emparentado con la ideología. Sin embargo, debido a que el término ‘ideología’ también requeriría un análisis que excede el objeto de esta comunicación, preferimos continuar con el de gnosticismo, tal como lo usa Voegelin.1 Transcribimos uno de los pasajes de su libro: “... por último, con el prodigioso avance de la ciencia a partir del siglo XVII, el nuevo instrumento de conocimiento había de convertirse, nos inclinamos a decir que inevitablemente, en el vehículo simbólico de la verdad gnóstica (...) El cientifi[ci]smo ha permanecido hasta hoy como uno de los movimientos gnósticos más pujantes dentro de la sociedad occidental y el orgullo inmanentista de la ciencia es tan fuerte que incluso las cien- cias especializadas nos han dejado cada una un sedimento específico en sus diversas versiones de la salvación por medio de la Física, la Economía, la Sociología, la Biología y la Psicología.”2 Era lógico que esto sucediera, puesto que en la Edad Moderna la ciencia deviene el conocimiento racional por excelencia. Una ciencia concebida more mathematico o physico -y al estilo de la física moderna-, pretende ser la clave definitiva de la teleología de lo humano.3 Ahora bien, por la adopción de esta ciencia como forma de la gnosis, el gnosticismo no sólo desafía a la fe, sino también a la razón, pues extralimita el alcance de esa ciencia extendiéndolo a campos en los que su aplicación fuerza a esa misma racionalidad. En este trabajo trataremos de mostrar cómo, tras la caída del que algunos han considerado como el movimiento gnóstico más espectacular de nuestro siglo, el comunismo, la Economía -que venía ‘empujando’ hace varios siglos para hacerlo- ha conseguido finalmente ocupar hegemónicamente su privilegiado lugar.4 Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 371-387 DESDE LA ECONOMÍA COMO RELIGIÓN HASTA LA RELIGIÓN… En realidad, el proceso habría sido más sutil. El comunismo se había convertido en la religión materialista por excelencia, pero tenía, entre otros, el inconveniente de anular al individuo. Entonces, se habría combinado el materialismo comunista con el individualismo. De cualquier modo, independientemente de esta hipótesis acerca de su origen, la nueva religión resultante es el materialismo individualista.5 Su ‘dogma’ adquiere forma científica mediante la Economía. Esta operación constituye un falseamiento del verdadero alcance de la ciencia económica y una amenaza tanto para la fe como para la razón. A pesar de que alguna otra de las ciencias que menciona Voegelin -Física, Sociología, Biología, Psicología- podría haberse constituido en la gnosis contemporánea, prevaleció la Economía, según la vieja descripción de los hechos narrada por Aristóteles: “Así ha surgido la segunda forma de la crematística, pues al perseguir el placer en exceso, procuran también lo que puede proporcionarles ese placer excesivo, y si no pueden procurárselo por medio de la crematística, lo intentan por otro medio, usando de todas sus facultades de un modo antinatural; lo propio de la valentía no es producir dinero, sino confianza, ni tampoco es lo propio de la estrategia ni de la medicina, cuyos fines respectivos son la victoria y la salud. No obstante, algunos convierten en crematísticas todas las facultades, como si el producir dinero fuese el fin de todas ellas y todo tuviera que encaminarse a ese fin.”6 En efecto, siendo hoy día el dinero el valor principal y la medida aplicable a toda realidad, el gnosticismo del dinero ha ido tiñendo todas las actividades humanas, que son explicadas, juzgadas y normadas por sus dogmas universales. La Economía se ha asociado ocasionalmente a aquellas otras ciencias en este proyecto. Este proceso tiene sus antecedentes, su desarrollo, y su estado actual. No nos atrevemos a hacer predicciones respecto al futuro. Basta con señalar sus efectos contemporáneos. La religión del dinero termina constituyéndose en el punto de vista de todas las realidades humanas, incluida la religión misma. A lo largo de Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 371-387 RICARDO F. CRESPO este trabajo intentaremos ilustrar esta tesis, que constituye casi una evidencia, concentrándonos en presentar las tentativas de desarrollo económico ‘científico’ de realidades ajenas a la Economía. Es decir, no abundaremos más que unas palabras sobre lo que es más obvio, el hecho de que la utilidad económica se ha convertido o se está convirtiendo en el criterio último de cualquier decisión humana. La causa de este último proceso también ha sido diagnosticada por Aristóteles. La misma es, sostiene el Estagirita, la ilimitación -apeirondel apetito en la búsqueda de los medios.7 La insubordinación de la crematística respecto a la económica responde a la del apetito respecto a la razón. “La causa de esta actitud, dice en la Política, es el afán de vivir, no de vivir bien, pues siendo este apetito ilimitado, apetecen medios también ilimitados.”8 Es la situación del hombre que ha emprendido la vida de negocios, a la que se refiere en la Ética Nicomaquea.9 Se confunde la búsqueda de la mayor felicidad, con la de las mayores riquezas. Pero lo material, advierte Aristóteles, debe tener un lí- mite, ya que “todas las cosas son de tal índole que su exceso perjudica necesariamente,”10 en tanto que no sean ese bien máximamente apetecible, “y es evidente que la riqueza no es el bien que buscamos, pues sólo es útil para otras cosas.”11 En suma, la consagración actual del dinero surge por la caída de los valores propios de una moral sublime como la aristotélica. No obstante, este proceso no es sólo moral. O más bien, el problema moral depende de una crisis de fe religiosa y de la distorsión de la imagen del hombre. En la civilización occidental las concepciones morales y antropológicas han estado firmemente vinculadas a la religión cristiana. El avance gnóstico de la Economía ha sido posible por el retroceso de la fe cristiana.12 Por eso, el actual Pontífice insiste en la necesidad de una vuelta a la fe para alcanzar la verdad antropológica y moral. Cristo, enfatiza el Papa parafraseando la Constitución Pastoral Gaudium et Spes, enseña al hombre la verdad sobre el hombre.13 No hace más que recordar al ‘hombre en busca de sentido’ (Frankl) que Él es el Camino, la Verdad y la Vida.14 A su vez, Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 371-387 DESDE LA ECONOMÍA COMO RELIGIÓN HASTA LA RELIGIÓN… el retroceso de la religión está conectado con la secularización de sus contenidos. Buena parte de la religión ha abandonado los misterios y se ha dedicado a divagaciones psicológicas, sociológicas, políticas y económicas. La Economía dejará de ser religión el día que la religión vuelva a ser religión. Por otra parte, además del retroceso de la religión, la misma ciencia económica ha tomado la iniciativa de su reemplazo. Caída la fe, el único fin universal reconocido pasa a ser el bienestar material, y la Economía es la técnica para alcanzarlo. El mismo clásico manual introductorio de Paul Samuelson, cuyo primera edición data de 1948, es esencialmente una fórmula para salvar al mundo a través del progreso económico. La escasez material es el pecado original, los economistas son los nuevos sacerdotes y la Economía, el saber de salvación, “una teología secular.”15 Esta misión salvadora late inconscientemente en la mentalidad de los economistas, especialmente de la Universidad de Chicago, a donde se ha desplazado recientemente -desde Cambridge, Massachusetts- el eje de la ciencia económica norteamericana. Despejada esta referencia a la Economía como religión comenzamos a adentramos en el reino gnóstico del punto de vista económico en otras ciencias. El término que se ha acuñado es el de ‘imperialimo’ económico. El primero en usarlo fue el economista institucionalista Kenneth Boulding, quien afirma: “Ciertamente, la teoría económica de la democracia, tal como ha sido desarrollada por Anthony Downs y otros, es muy buen ejemplo de lo que algunas veces he llamado ‘imperialismo económico,’ que es un intento, por parte de la economía, de invadir el resto de las ciencias sociales.”16 No se piense, sin embargo, que esta denominación de ‘imperialismo,’ que a nosotros nos suena despectiva, frena de algún modo a los economistas. Al contrario, la mayoría de ellos están firmemente convencidos y aún orgullosos de que su ciencia sea la lógica universal de las ciencias sociales. Este programa de investigación tiene su origen y su mayor desarrollo en la Universidad de Chicago, pero se ha Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 371-387 RICARDO F. CRESPO expandido a los restantes círculos académicos. Jack Hirshleifer, Profesor de la Universidad de California en Los Angeles, llega a afirmar: “Existe una sola ciencia social. Lo que brinda a la economía su poder imperialista invasor es que nuestras categorías analíticas -escasez, costo, preferencias, oportunidades, etc.son verdaderamente universales en su aplicabilidad. (...) Por eso la economía constituye realmente la gramática universal de las ciencias sociales.”17 Hirshleifer no hace más que definir la tarea concreta que han encarado premios Nobel de Economía como James Buchanan y Gary Becker, y otros tantos economistas prestigiosos como Gordon Tullock, Robert Tollison, Dennis Mueller, Richard Posner, etc.. Se debe señalar que, a pesar de lo descaminado del rumbo, la intencionalidad de estos autores es sumamente laudable: superar la estrecha concepción del homo oeconomicus mediante la integración de nuevos aspectos en las explicaciones económicas. El problema es que su mentalidad económica se les ha hecho carne y ter- minan configurando toda la realidad bajo la misma. Este nuevo constructo ideológico toma el lugar de la razón pensante. ¿Cuáles son los rasgos y herramientas de esta gramática universal? La concepción del hombre como auto-interesado (self-interested) y provisto de racionalidad económica (que es racionalidad instrumental).18 Ante la realidad de conductas que no obedecen a estos patrones, los economistas han adoptado dos respuestas alternativas. La primera es la demostración de la reductibilidad de todo fin al auto-interés y de toda racionalidad a la racionalidad instrumental. Es el camino seguido, por ejemplo, por Ludwig von Mises.19 Esta es la postura que posibilita de mejor modo la consideración de la Economía como lógica universal. Pero es fácilmente criticable puesto que se apoya y no expresa más que una tautología: todo acto intencional es intencional. De este modo la Economía no haría más que reemplazar a la antropología filosófica con el costo de dejar de ser Economía. Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 371-387 DESDE LA ECONOMÍA COMO RELIGIÓN HASTA LA RELIGIÓN… El segundo camino ha sido reconocer que hay fines que no son económicos y un tipo de racionalidad que tampoco es la económica. Sin embargo, afirman, aunque con sus limitaciones, que la lógica económica restringida explica la mayor parte del comportamiento humano. Este programa es inicialmente exitoso. Pero luego aparecen la benevolencia, el amor, la cooperación, el voluntariado, el regalo como motivos de acciones económicas. ¿Cuál es la solución? La más rápida es reducir esos factores al auto-interés como se hacía directamente en la primera respuesta: por medio de la auto-satisfacción, del signo de status, del deseo de una retribución futura. A su vez, por medio de los hábitos, las rutinas, o la racionalización como concepto psicológico, reducimos los comportamientos aparentemente irracionales a la racionalidad económica. Pero aún puede quedar un saldo de bondad desinteresada o de irracionalidad. Abandonar este saldo, dice Hirshleifer, sería una “evasión del desafío de la ciencia.”20 Por eso debe seguir trabajando para completar los modelos. Éstos pueden servir además para explicar otras actividades en las que incide el, también en expresión de Hirshleifer, “carácter contagioso de la benevolencia.”21 ‘Interesante’ pretensión, la de cuantificar el amor, el pecado o la locura... La mejor respuesta que se me ocurre es la de los versos del poeta norteamericano E. E. Cummings: “While you and I have lips and voice which are for kissing and to sing with who cares if some oneeyed son of a bitch invents an instrument to measure Spring with?”22. La concepción subyacente del hombre y su comportamiento es materialista, un determinismo conductista o biológico.23 El Profesor de la Universidad de Bolonia Stefano Zamagni conecta el proyecto ‘colonialista’ de Gary Becker con el de la sociobiología.24 De hecho su rama económica, la bionomics, ha tenido un fabuloso desarrollo en los últimos 15 años, especialmente la corriente llamada Evolutionary Economics. Manifestaciones de la intensificación y ampliación de estas líneas de pensamiento Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 371-387 RICARDO F. CRESPO son la constitución de la Association for Evolutionary Economics en Estados Unidos, y la publicación, desde 1991, del Journal of Evolutionary Economics. Esta postura abandona la visión típicamente auto-interesada de los viejos economistas. Una reseña de este movimiento aparecida en The Economist (primer número de 1994), titulada “Evo-economics” comienza precisamente con la narración del dilema del prisionero. En esta “nueva y animante visión de la naturaleza humana”, se ha incorporado como una realidad el fracaso de la visión individualista y se sostiene tanto a nivel biológico como económico una nueva teoría del comportamiento: el tit-for-tat, o reciprocidad altruista, como conducta genética. Los individuos dejan de ser egoístas y se transforman en buscadores oportunistas de cooperación. Es decir, se ha cambiado el criterio optimizador por otro adaptativo. “La racionalidad misma, sostiene Nozick, podría ser una adaptación evolutiva.”25 Pongamos un ejemplo del modo en que razona esta alianza gnóstica EconomíaBiología. Dicen John Tooby y Leda Cosmides: “la mano invisible de la selección natural creó la estructura de la mente humana [“una computadora compleja, un sistema que toma la información sensorial como input, la transforma de varios modos, la almacena, analiza, integra y le aplica normas de decisión, y luego traduce el output de esas normas en las contracciones musculares que denominamos ‘comportamiento’”], y la interacción de dichas mentes es lo que genera la mano invisible de la economía.”26 Hirshleifer concluye afirmando que, “siguiendo sus respectivos destinos imperialistas, la economía y la sociobiología han llegado por caminos diversos al patrón maestro de la teoría social en el que han encajado hasta cierto punto y terminarán finalmente encajando completamente todos los fenómenos estudiados por las diversas ciencias sociales.”27 Sin embargo, a pesar de esta consideración de la cooperación, el Homo Beckerianus, como lo denomina Zamagni, continúa siendo profundamente solitario, pues su relación con los otros es meramente instrumental.28 En Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 371-387 DESDE LA ECONOMÍA COMO RELIGIÓN HASTA LA RELIGIÓN… efecto, como hemos mostrado en otra parte, la economía moderna adopta la racionalidad instrumental y concibe su objeto como una relación entre individuos y medios -en los que pueden incluirse también otros individuos-.29 ¿Cuáles son los campos de aplicación de la economía imperialista? Gary Becker hace un rápido repaso de algunos de los mismos en su Nobel Lecture de 1992.30 Concretamente se detiene en los siguientes: la discrimación contra las minorías, el crimen, el denominado ‘capital humano’ (educación, habilidades y conocimientos) y la familia. A estos temas hay que agregar tres importantes, la política, el derecho y la religión. Son estos últimos cinco los análisis que han tenido más influencia. La teoría del capital humano comienza con el supuesto de que la gente decide sobre su educación, conocimiento, cuidados de salud, etc. sopesando los costos y beneficios. Se han calculado las tasas social y privada de retorno de las inversiones en diversos niveles de educación de hombres, mujeres, negros y otros grupos; se han hecho correla- ciones entre años de escuela e ingresos; se ha distinguido entre educación general y específica y analizado el efecto de una y otra en el rendimiento económico. Los estudios son innumerables y han dado lugar a cambios en las políticas educativas estatales y privadas guiados por un objetivo optimizador cuantificable. Aunque se debe reconocer que muchas veces estas medidas tienen fundamento y son saludables, también se debe señalar que llegan a puntos tales que desnaturalizan la educación. Nosotros lo estamos sufriendo. El estudio fundador es Human Capital de Gary Becker.31Otros hitos importantes son los libros de Jacob Mincer, Schooling, Experience, and Earnings y de Theodore Schultz, The Economic Value of Education.32 La gente puede pensar que mejora con la educación. En cambio, en opinión de Robert Nelson, estos autores piensan que la esencia de la educación es la producción de un ítem del capital humano.33 Éste podrá ser un enfoque legítimo diverso al de la gente, pero está claro que no es esencial, ni el más explicativo. Sin embargo, ha de destacarse que estos economistas Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 371-387 RICARDO F. CRESPO valoran al hombre y la educación en el proceso económico. En cuanto a la economía de la familia, también son claves los trabajos de Gary Becker, sintetizados en su libro A Treatise on the Family.34 Según el mismo Becker, este ha constituido el esfuerzo intelectual sostenido más difícil que ha encarado en su vida.35 Encuentra explicaciones económicas a la formación, disolución y estructura de las familias. También el punto de partida es el supuesto de que cuando la gente decide casarse, tener hijos o divorciarse, está tratando de aumentar su bienestar por una comparación de beneficios y costos. Cuando alguien inicia un noviazgo, podría pensar que se está enamorando, pero en realidad está comenzando una negociación de intercambio de servicios sexuales, tareas domésticas, etc. hasta acordar el contrato matrimonial. Ya se mencionó, con Boulding, a Anthony Downs en relación al análisis económico de la política. Downs se ha centrado sobre todo en una primera línea de investigación: la aplicación de herramientas económicas para explicar las conductas de los políticos. En An Economic Theory of Democracy aborda a los políticos como agentes que tratan de maximizar sus votos, de un modo análogo al de los empresarios respecto a sus negocios.36 En su libro Inside Bureaucracy estudia a los burócratas que actúan por interés propio.37 También se destaca en esta línea Gordon Tullock con The Politics of Bureaucracy.38 Una segunda línea más general es la consideración del fenómeno político global desde la conducta de los votantes. En relación a la misma el personaje principal es el premio Nobel de Economía de 1986, James M. Buchanan, fundador de la Escuela de la Elección Pública (Public Choice School). Dennis Mueller, uno de los teóricos de la Escuela ha definido su cometido simplemente como “la aplicación de la ciencia económica a la ciencia política.”39 Buchanan ha trabajado junto a Tullock en esta tarea. Han construído, en expresión de Buchanan, “una teoría económica de la constitución política.”40 Es clásico el libro de ambos, El Cálculo del Consenso de 1962, al que continuaron varios más.41 “La elección pú- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 371-387 DESDE LA ECONOMÍA COMO RELIGIÓN HASTA LA RELIGIÓN… blica, dice Buchanan, es una perspectiva acerca de la política que surge de la extensión y aplicación de las herramientas y métodos del economista a las decisiones colectivas.”42 “La perspectiva constitucional, afirma luego, emerge naturalmente del paradigma o programa de investigación de la política como intercambio.”43 Le llama constitucional porque los resultados principales del intercambio de conductas individuales relacionadas con decisiones públicas son reglas y acuerdos constitucionales. Esta conclusión supone un marco de legitimación política bien determinado. “La economía política, dice Buchanan, tal como ha sido concebida por el paradigma constitucional contractualista, ofrece una estructura coherente para analizar las interacciones de las personas. Permite la generalización y extensión del modelo de interacción de mercado a las instituciones más comprehensivas de la política y el gobierno.”44 Douglass North ha sugerido una ampliación del concepto de racionalidad formal e individual supuesto en la propuesta de Buchanan. Como es habitual en la mentalidad neo- clásica, se trata de incluir factores tales como ideas, ideologías, mitos, dogmas y prejuicios en el modelo para que éste sea más explicativo de la realidad política.45 Pasamos ahora brevemente al análisis económico del derecho. Lo más interesante a mi juicio es que la figura más destacada en este campo, Richard Posner, es Juez en la Corte de Apelaciones de Chicago, y que ha influído con sus ideas en varios jueces de la Corte Suprema de los Estados Unidos. Con Posner la maximización de la riqueza en la sociedad se convierte en el criterio de justicia. “La ley común, dice Posner, es comprendida mejor (...) como un mecanismo de precios diseñado para alcanzar una distribución eficiente de los recursos.” Conviene aclarar que ésta y la próxima cita provienen de la Conferencia Inaugural de la Reunión Anual de la American Economic Society, encargada a Posner en 1987. Lo que sucede, afirma Posner, es que “la gente se comporta como maximizadora de sus propias satisfacciones en sus decisiones fuera del mercado, tales como casarse o divorciarse, cometer o evitar crímenes,...[etc.]”46 La ley im- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 371-387 RICARDO F. CRESPO pone precios a estas actividades. Por eso, para evitar que la fijación de ‘reglas-precios’ no sea contraproducente, se requiere una teoría económica del derecho. Obviamente, esta posición supone una postura ética consecuencialista implícita. De aquí a la idea de los sofistas más cínicos y valientes acerca de la ley como arma de los poderosos queda un trecho muy corto.47 Estos análisis no sólo reflejan la realidad de la ‘economización’ de la política y el derecho, sino que también contribuyen a moldear esa realidad brindándole un marco teórico legitimador: de este modo la religión de la Economía se va difundiendo. En efecto, la Economía se va constituyendo en el punto de vista universal, como lo es la ‘visión sobrenatural’ religiosa. En este proceso nos queda reseñar el que, por una cuestión de ‘simetría’, hemos considerado como su último paso: la constitución de la misma religión en Economía. Laurence R. Iannaccone, Profesor de Santa Clara University, ha hecho recientemente una breve reseña de los avances de esta rama de la Economía relativamente jo- ven: la economía de la religión.48 Después de un trabajo ‘fundador de Corry Azzi y Ronald Ehrenberg,49 (1975) se han escrito cerca de 200 artículos y algunos libros sobre las explicaciones económicas de las creencias y conductas religiosas y de la naturaleza de sus instituciones, y sobre el impacto económico de las mismas. En la Reunión Anual de la American Economic Association de 1996 hubo una sección dedicada a esta disciplina. La idea es que, vistos los datos estadísticos del crecimiento de las religiones, no se puede seguir pensando que estamos frente a un fenómeno irracional que supuestamente desaparecería con la difusión de la cultura. Se ha de buscar una lógica de la religión y el mejor modo de encontrarla es acudiendo a la lógica universal de la acción humana, la Economía. Surge el concepto de ‘utilidad post-mortem’. En el esquema de Azzi y Ehrenberg los individuos distribuyen su tiempo y riqueza invirtiendo en bienes seculares y religiosos para maximizar las utilidades de esta vida y la futura. Es evidente que este cálculo racional no tiene nada que ver con el verdadero espíritu religioso Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 371-387 DESDE LA ECONOMÍA COMO RELIGIÓN HASTA LA RELIGIÓN… que comporta, por definición, una generosidad opuesta a todo cálculo. Otro concepto que explica muchos fenómenos religiosos es el de ‘capital humano religioso’, un stock de experiencia religiosa acumulada que incide en las conductas presentes y futuras. También hay ‘mercados religiosos’: cuando hay diversos credos en pugna aumentan la piedad, la frecuencia de oración, la fe en Dios.50 Se llegan a plantear las ventajas de una desregulación. Las irregularidades que revelan algunos estudios empíricos empujan a un perfeccionamiento de los modelos. Pongamos finalmente el ejemplo de un reciente libro de varios economistas historiadores y expertos de la Escuela de la Elección Pública, Sacred Trust: The Medieval Church as an Economic Firm.51 En un intento, como señalan en su prólogo, de extender al máximo el paradigma del interés privado, sostienen que la Iglesia medieval funcionaba como una empresa multidivisional moderna. La Iglesia Católica medieval ‘fabrica’ y vende un producto con gran demanda: información y guía acerca de la salvación eterna. Asegura su monopolio asignnando características doctrinales dogmáticas al ‘producto’. Elimina la posible competencia mediante excomuniones y demás sanciones. Intercambia sacramentos por la colaboración de sus prosélitos. Se organiza por divisiones -parroquias, monasterios, diócesis-, tiene un Board of Directors -Cardenalesy un CEO, el Papa... Lo más interesante en esta nueva visión de la religión es que los nuevos herejes son las personas realmente religiosas: ésta, la religiosa, pasa a ser una ‘actitud sospechosa’ de constituir una máscara ideológica superficial que cubre el trabajo real de las fuerzas económicas en juego, en opinión del ya citado Nelson. La nueva religión es la Economía y la vieja religión se transforma en herejía.52 Aunque no haya una intencionalidad ni explícita ni implícita, la estrategia inconsciente parece ser la siguiente: ya que la secularización ha fracasado, es decir, ya que no podemos matar el fenómeno religioso, socavémoslo desde dentro cambiándole su sentido. Del mismo modo que se ha transformado la política en un mercado y el derecho en un negocio, mutemos también el Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 371-387 RICARDO F. CRESPO significado profundo de la religión y condenemos o marginemos a quienes pretendan conservarlo. No dudo de la bondad y de la mejor de las intenciones de estos economistas que incluso quieren defender el fenómeno religioso. Ellos están, sin saberlo, envueltos en el problema de la técnica. Son muchos los filósofos de nuestro siglo que, salvando sus diferencias especulativas, coinciden en que la técnica constituye “el tema” y la amenaza de la contemporaneidad. En este sentido, la Economía es máximamente peligrosa, pues es la técnica que permite la consagración y maximización universal de la utilidad. Por eso es tan posible que al hombre se le haya ido de las manos y se haya vuelto contra él mismo. Nosotros no queremos sostener que no haya ningún elemento económico en el fenómeno religioso. Más aún, lo religioso requiere la asistencia de lo económico. Sin embargo lo genuinamente religioso no tiene ni causas ni motivos ni fines económicos, más allá de la llamada, con un término teológico técnico que hoy podría ser casi equívoco, ‘economía’ de la salvación. No obstante, un resurgimiento de la verdadera religiosidad puede colaborar en la necesaria reubicación de la Economía. Nosotros también abogamos por una dilatación de su campo. Pero lo hacemos en otro sentido al del proyecto imperialista. Pensamos que la Economía es una ciencia prudencial que debe considerar factores institucionales, culturales e incluso morales, pero respetando su propia naturaleza, relativa a un ser libre y social. Una aplicación universal del punto de vista económico para la explicación de toda conducta humana, en cambio, no responde a la naturaleza del hombre y, lamentablemente, conduce al triste rebajamiento de su noble condición. Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 371-387 DESDE LA ECONOMÍA COMO RELIGIÓN HASTA LA RELIGIÓN… NOTAS Agradezco las observaciones y comentarios que me hicieron a este trabajo los profesores E. Albizu, H. Padrón, J. Martínez Barrera y R. Walton, con ocasión de su lectura en las Jornadas de Filosofía de la Facultad de Filosofía y Letras (UNC), y de su discusión con los profesores E. García Alesanco, P. del Bosco, J. García Sánchez, M. Paladino y A. Willi en el IAE (Universidad Austral). estudio de Hoevel, Carlos (1991), “Sobre el modo de pensar económico y sus ‘extensiones’”, Valores, 44, pp. 719. 1 Para una definición de la ideología, cfr. Massini Correas, Carlos (1984), El renacer de las ideologías, Idearium, Mendoza, especialmente los capítulos 1, 2 y 4; y Albizu, Edgardo A. (1991), “Elementos definidores del concepto ‘ideología’ ,” Anuario de Filosofía Jurídica y Social, noviembre, pp. 157-187 11 Cfr. I, 5, 1096a 5-6. a 2 (1968), Nueva Ciencia de la Política, Rialp, Madrid, p. 199. (The New Science of Politics: an Introduction, The University of Chicago Press, Chicago, 1952). La traducción que consta en el texto es ‘cientifismo’. 3 Hayek en muchas de sus obras, pero especialmente en (1952), The Counter-Revolution of Science, The Free Press, Glencoe, denuncia estos excesos. El libro lleva el sugestivo subtítulo de ‘Studies on the Abuse of Reason’, y es una exposición de la ‘scintistic hubris’. 4 Sobre el comunismo como religión secular o movimiento gnóstico, cfr., entre otros, Besançon, Alain (1981), La Confusión de lenguas, Herder, Barcelona, pp. 92-93, 143. 5 Sobre la relación marxismo-liberalismo utilitarista, cfr. el interesante 6 Política, I, 9, 1258a 2-12. 7 Cfr. Política, I, 9, 1258 a 2 y ss. 8 Pol, I, 9, 1257b 40-1 a 1258a 1. 9 Cfr. I, 5, 1096a 5-6. 10 Pol IV, 1, 1323b 7-10. 12 Cfr. Marías, Julián (1979), Problemas del Cristianismo, BAC, Madrid, passim. 13 Desde el mismo Discurso Inaugural de su Pontificado (17-X-78), pasando por la Encíclica Redemptor Hominis, ha sido un estribillo habitual de Juan Pablo II. Cfr. “Constitución Pastoral del Concilio Vaticano II”, Gaudium et Spes, nº 22. 14 Juan XIV, 6. 15 Cfr. el estudio de Nelson, Robert H. (1998), “Economic Religion and Christian Values”, Journal of Markets & Morality, 1/2, pp. 142-157. Esta expresión, ‘teología secular’, está en la p. 154. 16 (1969), “Economics As a Moral Science”, American Economic Review, LIX/1, 1-12, p. 8. 17 (1985), “The Expanding Domain of Economics”, The American Economic Review, LXXV, Dec., pp. 5368. 18 “La racionalidad es un concepto instrumental”, afirma Hirshleifer, op. cit., p. 59 (cursivas en el original). Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 371-387 RICARDO F. CRESPO 19 En mi “Controversy: Is Economics a Moral Science?” con Peter Boettke, he mostrado cómo Mises reduce toda racionalidad a racionalidad instrumental: Journal of Markets & Morality, 1/2, pp. 222-223. 20 Op. cit., p. 59. 21 Op. cit., p. 57. 22 Cummings, Edward E. (1969), Selected Poems 1923-1958, Faber and Faber, Londres-Boston, p. 23: “Mientras tú y yo tengamos labios y voces para besar y cantar, a quién le importa si un tuerto hijo de perra inventa un instrumento para medir la Primavera.” 23 No puedo resistir la tentación de consignar la crítica de Roger Backhouse a un trabajo mío: “The starting point [of your paper] is that economics must allow for an underlying conception of humans as free acting beings. Everything stems from this. This may seem a surprising question, but Why should we allow for this conception of human beings? You are taking it for granted that economics should be based on an answer to what is a difficult philosophical question.” (carta al autor, 1-VI-99). 24 “On the Role of the Religious Dimension in Economic Discourse: Relational vs. Individualistic Paradigm”, trabajo leído en el “Simposium Internacional Economía y Religión”, Universidad de Navarra, 6-7/V/99. 25 (1994), “Invisible-Hand Explanations”, American Economic Review, 84, 2, p. 315. 26 Cosmides, L. y Tooby, J. (1994), “Better than Rational: Evolutionary Psychology and the Invisible Hand”, American Economic Review, 84, 2, p. 328. 27 Op. cit., p. 66. 28 Op. cit. 29 Cfr., e. g., “Economía, libertad y participación”, Seminario del Instituto Empresa y Humanismo, Universidad de Navarra, Pamplona, España, 27-IV-99. 30 (1993), “Nobel Lecture: The Economic Way of Looking at Behavior”, Journal of Political Economy, 101/31, pp. 385-409. 31 Columbia University Press, 1964. 32 Columbia University Press, 1974 y 1963, respectivamente. 33 Cfr. Robert H. Nelson, op. cit., p. 147. 34 Harvard University Press, 1981. 35 Cfr. op. cit., p. 395. 36 Harper and Bros, Nueva York, 1957. 37 Little, Brown, Boston, 1967. 38 Public Affairs Press, Washington, 1965. 39 (1989), Public Choice II, Cambridge University Press, Cambridge, p. 1. 40 Buchanan, James M. (1979), What Should Economists Do?, Liberty Press, Indianapolis, p. 154. 41 University of Michigan Press, Ann Arbor. 42 (1989), Essays on the Political Economy, University of Hawaii Press, Honolulu, p. 13 43 Ibidem, p. 18. Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 371-387 DESDE LA ECONOMÍA COMO RELIGIÓN HASTA LA RELIGIÓN… 44 “Political Economy and Social Philosophy”, en Koslowski, Peter (ed.) (1985), Economics and Philosophy, J. C. B. Mohr (Paul Siebeck), Tübingen, p. 32. 45 Cfr. (1994), “Qué queremos decir cuando hablamos de racionalidad?”, Estudios Públicos, 53, pp. 5-11 (traducción del artículo publicado en Public Choice, 77/1, 1993). 46 (1987), “The Law and Economics Movement”, American Economic Review, 77/2, p. 5. 47 Cfr. Jaeger, Werner (1982), Alabanza de la Ley, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, pp. 50 y ss. Cfr. también Platón, Gorgias, 483b ss. y República, 338d ss. 48 (1998), “Introduction to the Economics of Religion”, Journal of Economic Literature, XXXVI, September, pp. 1465-1496. 49 (1975), “Household Allocation of Time and Church Attendance”, Journal of Political Economy, 83/1, pp. 27-56. 50 Cfr. Iannaccone, op. cit., p. 1486. 51 Ekelund, Robert B; Hèbert, Robert F; Tollison, Robert D; Anderson, Gary M. y Davidson, Audrey B. (1986), Oxford University Press, Nueva York. 52 Cfr. Robert H. Nelson, op. cit., p. 148. Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 371-387 EL ENIGMA DE LA INNOVACIÓN MIGUEL ALFONSO MARTÍNEZ-ECHEVARRÍA* Sostiene este artículo que las razones del crecimiento y la innovación se escapan a las visiones positivistas de la acción humana, y que es conveniente adoptar otras perspectivas. Para defender esta tesis se realiza una breve exposición de las dificultades que encontraron Marshall, Weber y Schumpeter a la hora de explicar el origen de la innovación, y más en concreto la acción del empresario. La tesis del autor es que sólo desde un enfoque humanista, que entiende al hombre como lo inesperado, es posible alcanzar un sentido más amplio de la racionalidad, que permite descubrir el verdadero sentido de la innovación, y el camino adecuado para fomentarla. Palabras clave: desarrollo, innovación, racionalidad. ¿SE PUEDE PLANIFICAR LA INNOVACIÓN? sobre el desarrollo económico, que se presentan como “rigurosamente científicas”, suelen describir el fenómeno, pero mantienen un obstinado silencio sobre sus causas. En ese sentido son coherentes con los principios positivistas que las inspiran. Se limitan a contemplar los sínto- L AS EXPLICACIONES mas del desarrollo económico, sin realizar ninguna hipótesis sobre sus orígenes. Lo único que pretenden es establecer relaciones funcionales, “objetivas”, entre una magnitud representativa del crecimiento económico global, generalmente el producto interior bruto (PIB), y otras magnitudes, que se supone influyen en el crecimiento económico. Posteriormente, mediante técnicas econométricas, tratan de comprobar si esas relaciones * Miguel Alfonso Martínez-Echevarría es Catedrático de Economía Aplicada y Profesor Ordinario de Historia del Pensamiento Económico en la Universidad de Navarra. MIGUEL ALFONSO MARTÍNEZ-ECHEVARRÍA funcionan. Es decir, si las variables se mueven en el mismo, o distinto sentido. Un repaso a la gran variedad de modelos de crecimiento económico desarrollados en los últimos años pone de manifiesto que ese esquema explicativo es común e invariable. Lo único que cambia de unos modelos a otros es el conjunto de magnitudes que actúan como argumentos de la función de producción. Entre estas últimas se puede incluir desde el capital físico o infraestructura productiva, la mano de obra disponible, la tasa de crecimiento de la población, los gastos en investigación y desarrollo, etc. Los factores no cuantitativos, como por ejemplo la tecnología, la preparación cultural de los obreros, el marco institucional, etc., se suponen quedan de algún modo reflejados en la forma de la función de producción. De este modo se logra que un problema tan extraordinariamente complejo como es el crecimiento económico, quede constreñido al lecho de Procusto del enfoque neopositivista de la teoría económica. Debido a su carácter no cuantificable, y por exigencias metodológicas, todas las causas de naturaleza cultural e histórica deben ser ignoradas. Un modo de proceder que, como suelen decir los anglosajones, le sucede lo mismo que al que después de lavar al bebé, lo arroja junto con el agua de la bañera. Cuantificar es quedarse con lo pasado, dejando fuera la causa vital de lo ocurrido. Si se suponen inalterables las condiciones culturales e institucionales, la función de producción puede entonces considerarse lo suficientemente estable como para predecir la tasa de crecimiento de la economía, en términos del PIB, a partir de la tasa de crecimiento de alguna de las magnitudes determinantes. Por ejemplo, considerando todo lo demás constante, a mayor tasa de acumulación de capital, mayor será la tasa de crecimiento del PIB. Según esos modelos, ante sucesivos aumentos de capital, el PIB seguirá creciendo, pero cada vez menos. Es decir, que la productividad marginal del capital decrece. Por ejemplo, si no hay mejora en la tecnología, o en la organización, o en la calidad del trabajo, etc., los sucesivos aumentos de capital, no sólo no impulsan cada vez Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 389-410 EL ENIGMA DE LA INNOVACIÓN menos el crecimiento, sino que pueden llegar a ser contraproducentes. En consecuencia, no se puede asegurar que sea el aumento de capital el factor que explica el crecimiento económico. Este tipo de limitaciones explicativas, ha motivado que estos modelos hayan sido calificados de exógenos, en cuanto dejan fuera factores, que como hemos señalado, podrían ser precisamente los que determinan el crecimiento de la economía. Estos modelos son esencialmente estáticos, en la medida en que no incluyen la génesis del crecimiento, sino que se limitan a determinar las proporciones óptimas, el equilibrio entre magnitudes, para unas condiciones de contorno dadas. ¿Es posible mantener modelos racionalistas de crecimiento, que permiten una apariencia de predicción, y al mismo tiempo dar entrada a los factores que se revelan como verdaderas causas del desarrollo? En otras palabras, ¿es posible construir modelos endógenos de desarrollo? Las respuestas que hasta ahora se han dado a esta pregunta han consistido en dar reflejo cuantitativo a los factores no cuantificables que influyen en el creci- miento. Así, conscientes de que la mejora en la tecnología contrarresta el descenso de la productividad marginal del capital, se ha tratado de establecer un índice que exprese el progreso de la tecnología, por ejemplo, midiendo el número de patentes industriales registradas en un país durante un periodo determinado, e incluyéndola entonces como variable explícita en la función de producción. Suele suceder que después de la adición de ese nuevo argumento, la explicación del desarrollo no mejore sustancialmente, pero los promotores de este tipo de modelos no se desaniman, sino que insisten en que la falta de potencia predictiva es achacable a que “todavía” hay factores determinantes del crecimiento que no han podido cuantificarse e introducirse en el modelo. Es evidente que, por ejemplo, la riqueza de un país y la cantidad de recursos que dedica a la investigación caminan en la misma dirección. Pero el problema no consiste en detectar y medir esa covariación, sino en explicar el sentido de la causalidad. No se puede asegurar si es la riqueza la que crea la investigación, o al re- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 389-410 MIGUEL ALFONSO MARTÍNEZ-ECHEVARRÍA vés. Tampoco está claro que sean precisamente esas dos magnitudes las que haya que tener en cuenta a la hora de estudiar el enriquecimiento de las naciones. Desde la rigidez de los esquemas positivistas está vedado ir más allá de lo simplemente descriptivo. Apenas se puede superar el estudio comparativo de series estadísticas, donde se mide lo que dedican a Investigación y Desarrollo (I&D) los países ricos, y lo que dedican los países pobres. Estos modelos de desarrollo económico no tendrían mucha importancia si se quedaran en el plano teórico, pero el problema es que sirven para elaborar políticas de desarrollo. Muchos gobiernos, por no decir la mayoría, suelen inspirar sus políticas de apoyo al desarrollo en estas visiones simplistas y macroeconómicas. Es muy normal, por ejemplo, que se diseñe la política de investigación de un país siguiendo estos modelos: si nuestro país tiene tal nivel de PIB, teniendo en cuenta las estadísticas internacionales, nos correspondería tal nivel de inversión en I&D, con lo que habría que dedicar todos los esfuerzos presupuestarios a alcanzar el nivel de investigación que corresponde. Lo único importante es, dentro de un horizonte previsto, cumplir lo que es de rigor según las estadísticas internacionales para ser considerado un país rico con todas las de la ley. Si hay que dedicar un punto o punto y medio del PIB para llegar al nivel que corresponde, es cuestión de aumentar las respectivas partidas presupuestarias. Podría dar la impresión de que exagero, pero a los hechos me atengo. Puede que ese modo de proceder sea el acertado, pero puede que no. En cualquier caso sería prudente proporcionar una explicación un poco más convincente del fundamento de esas políticas. Hay que salir de ese circulo vicioso donde no se sabe si los países ricos dedican una gran parte a I&D porque son ricos, o son ricos porque dedican muchos recursos a potenciar la I&D. Mientras no se pase de ese escalón, las políticas del desarrollo no dejarán de tener la apariencia del siguiente tipo de argumento: los países más ricos son los que tienen mayor número de teléfonos, y los que tienen mayor número de teléfonos son los más ricos. Luego, un país que quiera ser rico Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 389-410 EL ENIGMA DE LA INNOVACIÓN debe hacer un notable esfuerzo por tener más teléfonos. Afortunadamente, la realidad es más sensata que la teoría, y el desarrollo se produce por factores que tienen su propia vitalidad, y en muchos casos están a salvo de las medidas de “apoyo” del gobierno. En otros casos, las políticas gubernamentales de fomento de I&D suelen generar corrupción e ineficiencia, pues gran parte de ese “chorro de oro” que el gobierno destina a que las universidades y centros de investigación generen ideas novedosas, es decir, productos de mercado, no suelen acabar en ganancias para empresarios, sino en alimentar un pesado aparato burocrático, cada vez más ineficiente. No es difícil oír a empresarios quejarse de que a pesar de los crecientes esfuerzos presupuestarios, a la hora de la verdad, no surgen muchas patentes, y son muy pocas, una insignificancia, las que finalmente se convierten en productos de mercado. Lo interesante de la postura de los empresarios es que puede ayudar a descubrir el fondo del problema: cómo se genera eso que se llama innovación. Por supuesto, no pretendo que se retire la ayuda a la investigación y a la docencia, en todo caso solicitaría que se aumentara, pero sí quisiera contribuir a un debate que aclare a qué fines habría que destinar ese dinero. Posiblemente se lograría que muchos más recursos fueran destinados a la investigación, y de un modo más eficiente. Lo que quiero mantener en este artículo es que las razones del crecimiento y la innovación se escapan de las visiones positivistas de la acción humana, y que es conveniente adoptar otras perspectivas. Para defender esta tesis voy a realizar una breve exposición de las dificultades que encontraron Marshall, Weber y Schumpeter cuando trataron de explicar la innovación, y más en concreto, la acción del empresario. En mi opinión, sólo desde un enfoque humanista, que entiende al hombre como lo inesperado, es posible alcanzar un sentido más amplio de la racionalidad, que permita descubrir el verdadero sentido de la innovación y el camino para fomentarla. Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 389-410 MIGUEL ALFONSO MARTÍNEZ-ECHEVARRÍA LA DUDA DE MARSHALL ENTRE EQUILIBRIO E INNOVACIÓN de su vida, Alfred Marshall libró una dura batalla metodológica por mantener la economía en el seno de la historia. Sólo pasando por encima de las instituciones y de la historia, eliminando la dimensión cultural, la economía podía quedar reducida, como había hecho Walras, a un puro problema matemático. Su empeño era buscar un método propio para la economía, que no fuese ni pura matemática, ni simple teoría política. Por eso, y por la impresión que le causaron las nuevas teorías del evolucionismo biológico, consideraba que éste podía ser el nuevo paradigma que ayudara a construir ese tipo de ciencia económica que buscaba. En su opinión, había que abandonar el viejo paradigma de la física newtoniana, que obligaba a prescindir de la dimensión histórica, y buscar algo parecido a la biología evolucionista, donde se tuviesen en cuenta las fuerzas de la vitalidad y la mortandad, del crecimiento y del agotamiento. A LO LARGO Su lema “natura non fecit saltum”, la naturaleza no procede a saltos, pone de manifiesto tanto sus convicciones evolucionistas, como su inclinación marginalista. Todo lo vital procede por evolución lenta y progresiva. Ni en la vida práctica, ni en las teorías económicas existían novedades radicales, sino modos más precisos y ajustados de resolver y analizar los mismos problemas. La biología evolucionista era la nueva ciencia que podría compaginar predicción con innovación, lo más adecuado para elaborar una ciencia de la acción humana. La competencia no podía entenderse como un estado de equilibrio fuera del tiempo, como pretendía Walras, sino como un proceso dinámico que se desarrolla en el tiempo, donde caben la pugna, el conflicto y el pacto. Conlleva desigualdad de poder, e implica tener presente la dependencia del camino recorrido. Ciertamente, al eliminar el poder, la competencia perfecta facilitaba el cálculo, pero mutilaba la acción humana al excluir la dimensión histórica. El equilibrio en economía no podía ser un concepto ab- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 389-410 EL ENIGMA DE LA INNOVACIÓN soluto, como sucede en la mecánica, sino que es función del horizonte temporal desde el que se defina. A largo plazo todo es variable, ya que el hombre no para de construir su propio entorno. Sin embargo, a corto plazo el entorno cultural que actúa como telón de fondo, puede considerarse en equilibrio estable. Mediante esta distinción entre largo y corto plazo pretendía Marshall destacar la dinámica del proceso económico, sin prescindir de la estabilidad y del equilibrio. La sociedad entera se comporta como un proceso creativo en continuo cambio, donde no todo se mueve al mismo ritmo. Los cambios diarios actúan como pequeños desequilibrios, innovaciones, que introducen los agentes sobre un trasfondo que parece no moverse, pero que, poco a poco, por acumulación de esas innovaciones, y con el paso del tiempo, también resulta modificado. Las decisiones a corto plazo, como suelen ser las de consumo, vienen influidas por el marco cultural heredado y, a su vez, influirán en la configuración del marco cultural de ma- ñana. En la economía hay que tener presente tanto la decisión de consumo, que afecta a la demanda a corto plazo, como la decisión de inversión, que afecta a la producción a largo plazo. La conjunción de ambos tipos de decisiones exige enlazar diversos horizontes temporales, diversas estructuras sociales, y configura la idea marshalliana de oferta y de demanda que, conjuntamente, determinan el equilibrio dinámico de la economía. Para Marshall, sólo en el seno de la empresa era posible la conexión entre el corto y el largo plazo, entre el proceso competitivo y el proceso productivo, entre la demanda y la oferta. La empresa no se limitaba a desempeñar una función pasiva, un instrumento al servicio del equilibrio general, como sucedía en el modelo de Walras, sino que resolvía los problemas que conectan las necesidades presentes con las soluciones futuras, lo cual exige unas especiales condiciones por parte de los empresarios. La economía era un sistema compuesto de una multitud de pequeñas empresas que competían para satisfacer la demanda de los consumidores. Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 389-410 MIGUEL ALFONSO MARTÍNEZ-ECHEVARRÍA Cada una de ellas estaba dirigida por un hombre emprendedor e ingenioso que, a su propio riesgo, experimentaba continuamente las combinaciones de factores productivos que en un horizonte temporal le podían dar ventaja sobre sus competidores. Sólo mediante este modo de dividir la oferta entre pequeñas empresas se hacía posible mantener incentivos para la innovación y el cambio, superando el aletargamiento y la pasiva adherencia a los métodos rutinarios de hacer. A Marshall no le interesaba tanto el equilibrio como la marcha y el progreso de la sociedad, algo que sólo puede llevarse adelante mediante la iniciativa y la creatividad humanas. Tenía Marshall una viva conciencia de la incompatibilidad existente entre competencia y eficiencia en la división del trabajo. Las empresas, buscando mayores beneficios, tienden a aumentar de tamaño y a lograr cuotas crecientes de mercado, poniendo en peligro la igualdad de poder imprescindible para mantener la competencia. Además, una vez que se han apoderado del mercado, pierden incentivo para la innovación y el cambio. Se convierten en rígidas organizaciones burocráticas, que facilitan su toma de control por parte del Estado, contribuyendo a la implantación del socialismo. Siguiendo la larga tradición liberal británica, defendía Marshall la libre iniciativa de empresa como garantía de la libertad política. Era necesario un diseño que compatibilizara la libertad de iniciativa personal con la eficiencia productiva. Inspirándose en Montesquieu, no trató de eliminar el poder de las empresas, sino de establecer un sistema de contrapesos que limitara unas a otras, que frenase el crecimiento del tamaño de cada una de ellas, que pusiera límite a su productividad. Empleando la metáfora biológica, que tanto gustaba a Marshall, cada empresa se comportaba de modo parecido a como lo hace un individuo perteneciente a una población de una determinada especie. El equilibrio global de una población no era incompatible con la variación y el cambio en los individuos. Si bien un bosque se compone de un número grande pero más o menos estable de árboles, cada árbol concreto nace y muere, si- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 389-410 EL ENIGMA DE LA INNOVACIÓN guiendo su propio ciclo biológico. Puede ser grande o pequeño, viejo o joven, etc. Todos compiten por los mismos elementos nutrientes, y al mismo tiempo se favorecen mutuamente por procesos de simbiosis. Algo parecido sucedía en las “industrias”: todas las empresas pugnaban por una misma demanda y, al mismo tiempo, por el hecho de compartir un mismo mercado y una misma tecnología, se apoyaban mutuamente. Esta simbiosis toma la forma de lo que Marshall denominaba “economías de escala”, desarrolladas en el interior de las industrias, y que pueden afectar por igual a todas las empresas, o de modo desigual a cada una de ellas. Como los árboles de un bosque, una empresa puede encontrase en distinta fase del típico ciclo vital, teniendo además sus aspectos idiosincráticos, de tal modo que las economías de escala internas a la industria pueden afectarle de diferentes modos. La historia de un hombre concreto no puede confundirse con la historia de la humanidad, ni la historia de una empresa puede resumirse en la historia de toda la industria. Para Marshall los precios vienen dados por el equilibrio del mercado, pero cada empresa, según la fase del ciclo vital en el que se encuentre y de sus aspectos propios, dispone de ventaja diferencial competitiva. Una holgura respecto de los costes productivos medios de la industria, propia e inseparable de cada empresa. El análisis estático resultaba adecuado para el estudio de la “industria” a largo plazo, pero el estudio del comportamiento dinámico de la empresa individual a corto plazo debía situarse en un plano similar al de los organismos vivos, que evolucionan continuamente en un marco global de estabilidad. La idea era sugerente, pero el problema es que mientras el desarrollo de instrumentos para el análisis estático es relativamente sencillo, el desarrollo de instrumentos para el análisis dinámico resultó ser más complicado que lo que en un principio había pensado Marshall. Quizás, el recurso a la vaguedad propia de las metáforas biológicas para describir los aspectos dinámicos de su estudio de la empresa sea la causa de que, mientras el aspecto estático de su análisis, que él no consideraba el más importante, tuvo continuidad, Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 389-410 MIGUEL ALFONSO MARTÍNEZ-ECHEVARRÍA el análisis dinámico, que lo juzgaba esencial, pronto quedó en el olvido. Siguiendo la tradición de Hume, Smith, Burke y muchos otros, Marshall sostenía que el funcionamiento de la economía de mercado dependía del progreso moral, del aumento de civilización. La competencia, entendida como un uso equilibrado del poder, era un medio excelente para la formación de las virtudes y el carácter, especialmente de los empresarios. Para Marshall el progreso consistía en que la razón vaya dominando el modo de crear y satisfacer las necesidades. La evolución social, historia del desarrollo de la libre empresa, consistía en la emancipación de la comunidad tradicional mediante la aplicación de la racionalidad instrumental a la acción económica. Capitalismo y libre empresa venían a ser una misma cosa: idea evolutiva y racionalista que no obstante le llevó a insistir en la función del empresario como protagonista de la economía. El empresario, tal como lo entiendía Marshall, desempeñaba una importante función en la configuración dinámica del orden social. La sociedad comercial sólo sería viable si se apoyaba en virtudes heredadas de los ideales de la vieja caballería, en el prototipo de “gentleman” victoriano, con su manifiesto sentido de elitismo y liderazgo social. Ser empresario era otro modo de desempeñar una función social y de adquirir un carácter. El empresario era, para Marshall, un determinado tipo de carácter. Probidad, honradez, seriedad comercial, orden y método en el trabajo. Está obligado a ser racional por un motivo ético utilitarista. El desarrollo progresivo de su carácter va unido a una economía individualista de libre empresa que se orienta al bienestar común. Debe consagrase al servicio de ese ideal de racionalidad progresiva. La similitud entre biología y economía tiene su raíz en la estructura de la división del trabajo que conlleva especialización y organización. La base de todo el proceso de creación de riqueza es la acumulación de conocimiento, que da forma y organización a los procesos sociales, potenciando la producción. Conocimiento y organización son, para Marshall, los factores esenciales de la producción y el desarrollo, Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 389-410 EL ENIGMA DE LA INNOVACIÓN tanto de la economía, como del hombre mismo. Mediante el conocimiento y la organización, la empresa se adapta de manera dinámica a las cambiantes condiciones del mercado, dando lugar a la aparición de nuevos productos, nuevos procesos o nuevas formas organizativas. Innovaciones y cambios que, según Marshall, dependen de la actitud de la persona que realiza el papel de líder en el seno de la empresa. La esencia de la función empresarial consiste en tomar ventaja de las oportunidades que se presentan al incrementar el beneficio. Requiere un tipo especial de personalidad que, con el ánimo de mantener la continua marcha de la empresa, es capaz de introducir novedad en un entorno estático. El éxito de una empresa depende de una personalidad de ese tipo, capaz de identificar la oportunidad en medio de la diversidad y de diseñar una organización que permita hacerla efectiva. Para Marshall, de un modo muy característico a la mentalidad de la época victoriana en la que le tocó vivir, el éxito de la empresa es inseparable de una determinada y vigorosa personali- dad, de alguien singular e irrepetible. La importancia de la función empresarial llevó a Marshall a destacar el aspecto idiosincrático del ciclo vital de la empresa. El éxito de una empresa depende no sólo de las oportunidades que existen en el mercado, sino, más importante todavía, de la realización de la función empresarial. La habilidad para competir, fijar el tamaño de la empresa y la diversidad de productos depende de la originalidad, versatilidad, poder de iniciativa, perseverancia, tacto y buena suerte de su creador e impulsor. Pero, como en todo lo biológico, siempre llega el momento en el que, como sucede con los árboles en el bosque, la función empresarial ligada a una persona decae; desaparece la fuerza vital que mantuvo el impulso inicial. Los discípulos de Marshall, enfrentados con las ambigüedades que se ocultaban bajo las confusas metáforas biológicas del maestro, iniciaron un largo debate sobre lo que había querido decir. Debate, que acabaría dando lugar a una posición ecléctica, conocida como teoría neoclásica de la empresa, habitual en la mayoría de los Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 389-410 MIGUEL ALFONSO MARTÍNEZ-ECHEVARRÍA textos intermedios de microeconomía. Había que optar o por el rigor de la matemática, y construir la economía como una ciencia dura, como la física, que permite la predicción y el diseño, o mantenerse en la ambigüedad de una supuesta nueva ciencia, guiada por una matemática que estaba por descubrir. Deslumbrados por el prestigio del positivismo, se dedicaron a lo que Samuelson ha llamado la tarea de “depurar a Marshall”. Es decir, a suprimir lo más original y valioso, pero más difícil de entender, para dejar un modelo puramente matemático, fácil de manejar, pero mucho menos rico y sugerente. WEBER O LA RACIONALIDAD FRENTE AL CARISMA de Weber sobre la progresiva racionalización de las organizaciones expresa su postura sobre las limitaciones de la explicación de la acción humana basada en modelos estáticos y cerrados. Ésta genera estructuras sociales rígidas, incapaces de explicar las causas del valor y de proponer nuevos fines. Se trata de un mero ins- L A TEORÍA trumento específico orientado a la eficiencia en el logro de unos fines fijados de forma exógena. Esa primacía de la eficiencia y del control es la razón última de que las burocracias, bien sea el Estado o una empresa capitalista, sean incapaces de “dirigirse” a sí mismas, de descubrir nuevos fines y oportunidades. Ni saben, ni pueden separarse del fin para el que fueron diseñadas. La conclusión de Weber es que sin la irracionalidad de una pasión, que las impulse y las dote de nuevos fines, las burocracias están destinadas, más pronto o más tarde, al colapso de su propia eficiencia. Para que eso no suceda, necesitan del “carisma”, ese soplo de vida llegado desde fuera, que impulsa nuevos modos de hacer. La tarea de crear valor, de llevar adelante la innovación es, pues, la esencia de eso que Weber llamaba “carisma”, algo situado más allá de las posibilidades de la racionalidad instrumental. En la medida en que una burocracia se hace más racional, mayor es su eficiencia en el logro de su fin específico, o lo que es lo mismo, mayor es la tendencia a seguir comportamientos rutinarios y sin imaginación. De Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 389-410 EL ENIGMA DE LA INNOVACIÓN este modo, mayor es la necesidad de un nuevo carisma que la dote de nuevos fines y nueva vida. El problema es que la progresiva racionalidad de la burocracia la hace cada vez más resistente a la acción renovadora del carisma. Según este esquema, no corresponde a los gerentes, ni a nadie en la empresa, plantear preguntas radicales sobre la innovación y la posibilidad de fines alternativos. El conflicto entre fines alternativos no puede ser racionalmente resuelto. Los valores se suponen creaciones humanas, y su justificación es puramente subjetiva. Cada conciencia humana es irrefutable. De tal modo que en el seno de las burocracias sólo queda el poder, la imposición de relaciones sociales manipuladoras. Nadie puede librarse de servir al poder. La autoridad burocrática no es otra cosa que el poder triunfante. Weber sigue al pie de la letra a Nietszche, y ambos proporcionan la clave teórica del orden social positivista. Como dice Macintyre, el gobernante weberiano se ve obligado a condicionar los móviles de los gobernados y asegurarse que se comporten según lo establecido. Debe considerar los fines como algo exógeno, como situados más allá de su perspectiva. Su compromiso es sólo técnico, tiene que ver exclusivamente con la pura eficiencia. Ni puede ni debe entrar en el debate moral, que es sobre el sentido de los fines. Debe tener claro que su acción se restringe a dominios en los que el acuerdo racional es posible, es decir, al reino de la eficiencia, donde sólo hay soluciones únicas. Si la racionalización impulsa el individualismo igualitario, condición básica del principio democrático, podría parecer que la democracia sería la forma ideal para el gobierno de la burocracia. Sin embargo, para Weber, democracia y burocracia son incompatibles. La democracia no es más que la racionalización del proceso de toma de decisión en el seno de grandes colectivos. Un proceso que no juzga sobre los fines objeto de esas decisiones. Mientras la burocracia se orienta al logro de la eficiencia del conjunto, y exige la implantación de normas y jerarquías, la democracia se orienta al logro de la igualdad en la toma de decisión, elimina toda clase de jerarquía que impida a los individuos el control de sus Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 389-410 MIGUEL ALFONSO MARTÍNEZ-ECHEVARRÍA decisiones. Son instrumentos al servicio de fines opuestos. Ni en el Estado, ni en el seno de la empresa capitalista, cabe democracia. Weber se opuso tanto al socialismo como a las empresas capitalistas de gran tamaño, ya que inexorablemente exigían la tiranía de unas elites cada vez más reducidas. En las grandes empresas, enormes burocracias productivas, para que la producción a gran escala sea cada vez más eficiente, se hace necesaria una creciente racionalización, una fuerte individualización de sus miembros y, en consecuencia, una pérdida del “espíritu” y de vitalidad creativa de los inicios. Si buscando el espíritu de los orígenes se pretendiera dar mayor participación a los empleados, recurriendo a una toma de decisión democrática, ni tan siquiera se lograría mayor conciencia de participación, sino posiblemente todo lo contrario. Las burocracias parecen estar destinadas a ser gobernadas por la dictadura de una minoría carismática, pero a su vez estas últimas se enfrentan con el problema del “despotismo burocrático”, o “dictadura de los funcionarios”, que las hacen cada vez más ingobernables. La creciente racionalización convierte la toma de decisiones en un asunto “técnico”, algo que se rige por la lógica del sistema, y que corresponde a los “expertos” o “profesionales”. En el mundo empresarial, el “despotismo del sistema” se manifiesta en la tendencia de los llamados “ejecutivos” a irse apoderando progresivamente del gobierno real de las empresas. La burocratización tiende a ser eficiente no sólo en la generación de reglas y conductas, sino en la misma generación de decisiones, que se convierten en subproductos de esas reglas. Es decir, la propia dinámica burocrática genera una rutina de decisiones, que lleva a un crecimiento funcional, que acaba en metástasis que colapsan y destruyen la eficiencia. No deja de ser paradójico que empresas progresivamente más grandes y eficientes sientan cada vez mayor necesidad de contar con empresarios carismáticos e innovadores, capaces de eliminar el “despotismo de las burocracias”, que es el cáncer que las destruye. Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 389-410 EL ENIGMA DE LA INNOVACIÓN SCHUMPETER O LA INNOVACIÓN DESTRUCTORA declarado admirador del paradigma walrasiano, Schumpeter se había formado en la rica tradición historicista alemana. Conocía y admiraba la filosofía de Hegel, Marx y Nietzsche, la economía de Menger y la sociología de Weber. Esta multiplicidad de influencias puede explicar la tensión patente en su obra entre lo estático y lo dinámico, entre el equilibrio y el crecimiento, entre el economista y el empresario. Su objetivo era lograr una teoría económica que diera entrada a lo dinámico y a lo innovador en el paradigma walrasiano. Para Schumpeter, la economía era un proceso evolutivo tendente al equilibrio, un flujo circular, no regular, pero estacionario. Si no hay innovación, ese flujo circular permanecerá estable, comportándose de modo perfectamente previsible. Todo está determinado por el contorno institucional establecido. El único modo de alterar esa tendencia al equilibrio es mediante la aparición de la innovación. Esa es la ra- A UNQUE zón de la existencia del empresario, alterar la estabilidad del flujo, creando una ventaja momentánea, una oportunidad de conseguir beneficio. La innovación, una vez introducida en el seno del proceso circular, provoca la aparición de fuerzas de reacción que progresivamente van restaurando la estabilidad, y llevan a una nueva situación de flujo circular, configurada por un nuevo entorno institucional. La conducta gregaria de los que no son verdaderos empresarios, de los que se limitan a imitar y difundir la innovación, acabará por convertir lo novedoso en rutina y modo habitual de hacer. Existe, por tanto, en el seno de la economía schumpeteriana una tendencia a la imposición de los modos más eficientes de producir, que eliminaría las oportunidades de beneficio y llevaría al mínimo tipo de interés. Según la visión de Schumpeter, el empresario se convierte en una especie de demiurgo del capitalismo. Su misión es agitar las aguas periódicamente, para mediante un proceso de “destrucción creadora”, hacer surgir continuos motivos para la inversión y el beneficio. El capitalismo es por naturale- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 389-410 MIGUEL ALFONSO MARTÍNEZ-ECHEVARRÍA za una forma de cambio económico que nunca puede ser estacionario. Por eso hace falta un demiurgo encargado de golpear el cuerno de la abundancia para que vuelque nueva riqueza y progreso. No se puede decir que el empresario schumpeteriano se ajuste a los requisitos del modo científico de obrar. No se apoya en lo que conoce, sino en lo que desconoce. Actúa como un ser excepcional, un artista o un mago, elegido de los dioses, que no necesita mirar a lo consolidado y repetitivo, a la vida vulgar y cotidiana, sino que se siente iluminado y llamado a enfrentarse con lo desconocido, apostando por un futuro que sólo él parece adivinar. Lo que cuenta es la audacia y la voluntad de poder, no el continuo análisis de los datos en un entorno que se supone perfectamente conocido. Desempeña un papel heroico que le hace destacar sobre los demás hombres. Lo suyo no es la competencia, actitud gregaria del hombre masa, de los que viven en la vulgaridad y carecen de la capacidad de innovar. La verdadera fuente del beneficio es para los elegidos de los dioses, para los que ven lo que todavía está oculto. Lo que nadie puede todavía imitar. Una visión del empresario esencialmente elitista, antagónica de la masa colectivista, del mundo gris del mercado y los consumidores. Mientras el consumo tiende a la uniformidad, al aumento continuo de entropía, a la anulación de oportunidades, la producción, convertida en innovación, es la única que tiene capacidad para disminuir la entropía, creando singularidad y nuevas formas de hacer. Contra lo que pensaba Walras, este empresario ni se preocupa de coordinar la producción bajo los requerimientos del equilibrio, ni de ajustarse a las exigencias de la competencia perfecta, sino que actúa como antagonista de la competencia y del equilibrio. Constituye una barrera que impide que las fuerzas del mercado lleven el sistema al equilibrio, donde sólo habría estancamiento. Ahora bien, al igual que la figura del “subastador walrasiano” carece de explicación racional, constituye un “deus ex machina”. ¿De dónde procede esa misteriosa capacidad de innovación?, ¿por qué sólo se tiene en cuenta la innovación beneficiosa, la que lleva a la mejora continua y no al Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 389-410 EL ENIGMA DE LA INNOVACIÓN retroceso y al empobrecimiento? Schumpeter no presta atención al verdadero trabajo humano, al realizado en común, al que requiere sociabilidad y da lugar a la organización y a la empresa. Sólo parece interesado en el empresario como individuo heroico, aislado y excepcional. Ni siquiera Schumpeter considera empresario a quien hace que la organización productiva funcione día a día, al administrador. Sólo lo es propiamente el que innova, el que por su propia genialidad es capaz de superar la rutina de su entorno. El administrador se limita a ganar su sueldo, mientras que el empresario gana el beneficio. La experiencia y el saber mandar nada tienen que ver con el beneficio. El empresario es tan sobrehumano, tan alejado de la rutina del directivo, que no tiene que enfrentarse con la pequeña incertidumbre de lo cotidiano, ni tan siquiera con el riesgo, ni mucho menos con la responsabilidad de organizar la producción, o de conseguir los recursos financieros. Lo suyo, lo que verdaderamente le caracteriza, es su capacidad para introducir la innovación benéfica y revolucionaria. Se trata de un ser excepcional que sabe lo que hay que hacer y que destaca sobre una masa de consumidores que siguen una conducta gregaria de adaptación al medio. Toda la complejidad de la empresa queda reducida a la inexplicada innovación, que parece venida desde lo alto, sin apoyarse en la experiencia cotidiana. Schumpeter no se preocupa de las razones de existencia de la empresa. Ni siquiera se detiene a comentar lo peculiar de sus modos de organización y funcionamiento. En este sentido sigue siendo un walrasiano, que considera la empresa poco más que como una función de producción. Detrás de este modelo de empresario está el individualismo romántico alemán. Está el modo de pensar de autores como von Humboldt, Novalis, Schlegel y Schleiermaier. El culto al genio desarrollado por Goëthe. Es patente la adoración a la originalidad, a la autorrealización e irrepetibilidad de las grandes figuras que dirigen la marcha de la historia. Un modo de entender el individuo que contrasta con lo que Ernst Troelstch ha llamado individualismo “europeo occidental”, en el que prima la Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 389-410 MIGUEL ALFONSO MARTÍNEZ-ECHEVARRÍA igualdad y lo vulgar. Un tipo de individualismo que los románticos despreciaban en lo más hondo de su corazón. Frente al individualismo utilitarista británico, que explicaba la sociedad como resultado no previsto de la acción de una multitud de individuos iguales e indistinguibles, el romanticismo alemán levantaba la figura de “una mente históricamente creativa que se hace presente en la tierra, a través de sus sucesivas encarnaciones en individualidades excepcionales”. Schumpeter lleva al seno de la teoría económica el individualismo elitista del romanticismo alemán, como un modo de dar sentido y grandeza a ese modelo de sociedad de masas que se esconde en el diseño del equilibrio walrasiano, donde lo que importa es el individualismo democrático e igualitario. En la figura del empresario de Schumpeter se trasluce la rebelión y el desprecio de Nietszche por la sociedad de masas. El hombre es para Nietszche un animal sin acabar, que sólo puede entenderse como deseo de afirmación, como ambición de poder. Surgido del mundo animal, perdido el control de sus instintos, convertido en una especie tensísima de animal, necesita continuamente probar, tentar y fallar. Si se le reprime, se debilita y se convierte en animal gregario y decadente, en un hombre masa. Si por el contrario se afirma su voluntad de poder, surgirá el superhombre, el artista genial, la innovación incesante, el verdadero hombre. Frente al consumidor neoclásico, que representa la nimiedad del hombre masa, sometido a las exigencias de la totalidad, se levanta la figura del empresario innovador, el “Führer” que emerge vigorosamente de la masa y rompe con lo establecido. El ser excepcional que impone las nuevas condiciones que ha de seguir la totalidad. Una “personalidad que tiene en sí misma las reglas de su acción”, dotada de una especial resistencia interior y fortaleza psicológica, puede “triunfar sobre el resto”. Ante la pregunta por el origen de este ser tan excepcional, responde Schumpeter, influido por el positivismo de Ernst Mach, que no es misión de la economía explicar, ni intentar una hermeneútica de la conducta de los agentes, sino simplemente describir. El em- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 389-410 EL ENIGMA DE LA INNOVACIÓN presario debía considerarse como un fenómeno exógeno a la economía. En cualquier caso, no pueden evitarse serias dudas sobre la racionalidad de este tipo de empresario: ¿qué racionalidad es aquella que se guía por motivos desconocidos que van más allá de los límites del conocimiento? HUMANISMO E INNOVACIÓN STE LIGERO repaso de las posturas de Marshall, Weber y Schumpeter, parece sugerir que la raíz de las dificultades de los modelos neoclásicos de crecimiento reside efectivamente en su incapacidad metodológica para afrontar la naturaleza esencialmente cultural de las causas del desarrollo económico. Sus mismos intentos de superación del problema ponen de manifiesto que la solución sólo puede proceder desde fuera de los esquemas racionalistas. No es la riqueza la que crea la cultura, sino exactamente al revés. Ya desde los tiempos de Ricardo se conoce que lo que crea valor es la singularidad y la diferencia. Por tanto, las fuentes de valor, por su propia E naturaleza, pertenecen a lo singular y a lo idiosincrático, y no a lo universal ni a lo abstracto. Esa es la causa de que permanezcan invisibles a una visión positivista que pretende, en la pobreza de sus esquemas, haber agotado la riqueza del ser que se esconde en lo irrepetible de cada situación concreta. Es un grave problema confundir la riqueza con su dimensión cuantitativa. Del mismo modo que Smith había acusado, injustamente, a los mercantilistas de confundir las riquezas con el “bullón”, cabría acusar a los nuevos modelos de desarrollo económico de no distinguir entre la causa y el efecto de las riquezas. Ya en el siglo XIV los humanistas italianos habían dicho que para que las repúblicas fuesen fuertes y permitiesen una vida verdaderamente humana y civil, era imprescindible poner en práctica políticas encaminadas a la participación, al compromiso de todos con los objetivos comunes. Lo que perseguían no era primariamente enriquecerse, sino lograr mejores ciudadanos y mejores personas. Es cierto que daban importancia a las riquezas de la ciudad y a los modos de incre- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 389-410 MIGUEL ALFONSO MARTÍNEZ-ECHEVARRÍA mentarlas, pero sabían que esto era un efecto, no una causa. No buscaban la riqueza por la riqueza, sino que la consideraban una consecuencia natural de una mejor cultura política de los ciudadanos. Su objetivo principal era lograr un ideal de vida humana, gentes comprometidas con la tarea común de vivir en libertad. Sólo entonces, como efectivamente sucedió, la riqueza sería lo propio de la ciudad: una riqueza que por su origen era solidaria, surgida del servicio a un ideal común, sin desigualdades destructoras. Eran las obras propias de la virtud las que hacían posible la gloria y el bienestar de la ciudad. Los humanistas entendían que el hombre no alcanza su perfección en el cerramiento de la reflexión racionalista, como diría Vico, en la “barbarie de la reflexión”, sino en la continua y serena aceptación del reto que plantea la inagotable riqueza de la realidad. La práctica de la prudencia, donde los hombres templan sus espíritus, donde descubren la riqueza de la singularidad y lo concreto, donde es necesaria la contemplación y el ingenio, es la fuente de la verdadera inno- vación, la manifestación del hombre mismo. Nada hay más alejado del concepto de desarrollo e innovación que el intento de la derivación racionalista de todo lo que existe a partir de un esquema rígido y prefijado. El pensamiento racionalista se muestra como una cadena de razones que se engancha al punto de partida, que pretende haber agotado la verdad. Todo se supone implícito en esa verdad inicial. Desde ese punto de vista la misma novedad vendría a ser sospechosa, en cuanto pondría en duda la suficiencia del punto de partida. El racionalismo se declara enemigo de todo humanismo que intente trascender el pensamiento formal, que quiera prestar atención a lo singular y a lo inesperado, a lo más propio del hombre. Para salvaguardar su carácter científico, el discurso racionalista se ve obligado a ser declaradamente inhumano. Se convierte en monólogo, que ni siquiera admite la interrupción, pues como le sucede a Casandra, el racionalismo ha quedado incapacitado para entender las palabras comunes. Su rigor exige que nada sorprendente pueda ocurrir. En- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 389-410 EL ENIGMA DE LA INNOVACIÓN frentado con el mundo de la acción humana, como es el caso del crecimiento económico, sólo puede captar lo más burdo: la acumulación. Por contraste, para el humanismo la invención es previa a toda demostración, el descubrimiento es anterior a la prueba y la innovación al desarrollo. Innovar no puede ser tarea de la deducción lógica, sino que es lo propio del ingenio. Esa grandiosa facultad humana capaz de descubrir la similitud en lo diverso, de percibir la universalidad que se esconde en la singularidad, de poner al descubierto la riqueza del ser que se oculta en las cosas más sencillas. El ingenio se ahoga en el cerramiento de la reflexión lógica, sólo aparece cuando se sale al campo abierto de la plenitud de la acción humana, cuando no queda más remedio que buscar nuevas soluciones a nuevos problemas. El ingenio brota cuando se experimenta en toda su hondura el misterio de la alienación del hombre respecto de la naturaleza, cuando se vive la angustia de no disponer de pautas fijadas que señalen el modo de satisfacer unas necesidades siempre cambiantes. Por eso el ingenio es lo específicamente humano, lo que surge del “misterio” de la naturaleza, o lo que es lo mismo, de su propio “misterio”. El acto radicalmente humano, la primera manifestación de ingenio, fue la decisión consciente de modificar la naturaleza, de darle un nuevo sentido. Sólo con su trabajo, puede el hombre dotar de sentido a la naturaleza y acercarse al misterio de su propia identidad. En el ejercicio del ingenio vive el hombre la experiencia de un poder arrollador, de una misteriosa capacidad de trastornar la serena paz de la naturaleza, de darle un nuevo e inesperado sentido poniéndola al servicio de sus intereses y diseños. Con su trabajo, el hombre crea nuevas relaciones, un nuevo orden nunca perfecto y acabado, siempre diferente, siempre guiado por las luces que emanan de las cosas concretas, que brotan en el aquí y ahora. Un proceso que no deja de ser abstracto, pero que no es de naturaleza racional. Es dentro de la estructura ingeniosa del trabajo, y no dentro de la esfera del pensamiento racional, donde funciona originariamente el senti- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 389-410 MIGUEL ALFONSO MARTÍNEZ-ECHEVARRÍA do común, donde aparece la innovación. La vida del hombre es respuesta a la acuciante demanda del ser que se esconde y se revela en las cosas cotidianas y concretas. El mundo humano y la historia surgen como expresión del intento original de diálogo con el poder escondido del ser. Un poder siempre esquivo, que no deja de irrumpir en la historicidad humana con formas nuevas e inagotables, que el hombre originariamente sólo puede captar en la palabra poética y fantástica. El desarrollo y la innovación no admiten explicación racionalista, sería como pretender la cuadratura del círculo. A lo más que se puede aspirar desde el enfoque del racionalismo es a modelos históricos o estadísticos que describan a posteriori en qué ha consistido el desarrollo y la innovación. Las causas del desarrollo y la innovación pertenecen, por su propia naturaleza, al enfoque del humanismo. Algo que tiene que ver con el desarrollo de una virtud que los griegos llamaron phronesis, y los romanos prudentia, que permite elevarse con facilidad desde lo particular y concreto a lo universal y abstracto. Es necesario recuperar el sentido común y la prudencia, que señalan al hombre lo que en cada momento necesita, y que son esenciales para la acción, pues lo particular y concreto nunca puede deducirse de premisas universales. El sentido común tiene sus raíces en la actividad ingeniosa y fantástica, irradia espiritualidad humana, y es consecuencia de la experiencia fundamental de la ausencia de analogías o modelos entre las necesidades humanas y la naturaleza, y de la inevitable necesidad de buscarlas. El trabajo es el ámbito concreto y originario del sentido común. El mundo puramente racional naufraga, como lo sintió Weber, por falta de espiritualidad, o de lo que él llamaba carisma. Puede que la “muchacha tracia” vuelva a sonreír una vez más, y considere que todo esto no es más que poesía e imaginación. No me queda más remedio que darle la razón, pero su misma sonrisa me anima a quedarme al lado del ingenio. Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 389-410 RACIONALIDAD ÉTICA EN LAS DECISIONES EMPRESARIALES DOMÈNEC MELÉ* Tomar una decisión en la empresa implica la voluntad de resolver un problema mediante una elección voluntaria y el compromiso de realizarla. En la decisión concurren juicios de diversa índole, y entre ellos uno de carácter ético. En este artículo se revisan críticamente algunos enfoques actuales en relación con el papel de la ética en la decisión, incluyendo la insuficiencia de los sentimientos, la tesis de separación, que considera que hay decisiones puramente económicas y otras sólo éticas, y la aplicación de éticas de “tercera persona” en la toma de decisiones. Como alternativa se defiende la necesidad de la racionalidad ética en todas las decisiones y la validez de un enfoque neoclásico de la racionalidad humana de raíces aristotélicas. Palabras clave: racionalidad, toma de decisiones, ética empresarial, prudencia, teorías éticas. INTRODUCCIÓN N LAS EMPRESAS continuamente se toman decisiones. Algunas son complejas o de largo alcance como cerrar una planta, salir a bolsa o una fusión de empresas. Otras, en cambio, son más sencillas y apenas necesitan reflexión, como cuando un operario decide poner en marcha una máquina siguiendo las instrucciones recibidas, o un comercial decide vender E ante un cliente con garantías de pago. Entre unas y otras existe un amplio abanico de decisiones intermedias, pero todas tienen algo en común: elegir una acción, o todo un plan de acción, con vistas a un determinado fin. Una decisión empresarial es algo más que expresar una preferencia sin mayores consecuencias, como ocurre al responder una encuesta y en otras circunstancias. Tomar una de- * Domènec Melé es profesor ordinario de Ética Empresarial en el IESE (Barcelona). DOMÈNEC MELÉ cisión en la empresa implica la voluntad de resolver un problema mediante una elección voluntaria y el compromiso de realizarla. En otras palabras, la decisión empresarial es “un compromiso específico para la acción”1. La elección, que constituye el centro de la decisión, va precedida de una deliberación, más o menos profunda según los casos, en la que se analiza la situación, se fijan objetivos y se generan y evalúan alternativas para conocer cuál es la mejor de ellas. Una vez elegida la mejor alternativa posible, se procede a su implantación, que incluye su puesta en marcha y seguimiento, control de los resultados y, en su caso, reajustes y resolución de los nuevos problemas que puedan surgir con la implantación de la acción. Afirmar que las decisiones empresariales exigen racionalidad no parece exigir demasiadas justificaciones, pero al hablar de racionalidad pueden significarse realidades muy diversas. Un modo de racionalidad en la decisión es la que lleva a formular juicios morales, aunque hay también quienes afirman que los juicios morales no son más que una simple manifestación de sentimientos. Muchos otros, en cambio, coinciden en afirmar que las decisiones en la empresa exigen racionalidad ética, aunque entendiendo la racionalidad de modos muy diversos y, a nuestro juicio, no todos igualmente plausibles. En este artículo nos proponemos discutir esas cuestiones con especial énfasis en algunos planteamientos actuales en relación con el papel de la ética en la decisión, incluyendo la insuficiencia de los sentimientos, la tesis de separación y las éticas de “tercera persona”. Al propio tiempo, defenderemos la necesidad de la racionalidad ética en las decisiones y la validez de un enfoque neoclásico de la racionalidad humana de raíces aristotélicas. Aunque lo que se expone es válido para cualquier decisión humana, el lenguaje y los ejemplos utilizados se centrarán en el ámbito empresarial. INSUFICIENCIA DE LOS SENTIMIENTOS L OS SENTIMIENTOS pueden ayudar a percibir contenidos éticos que llevan a plantearse proble- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437 RACIONALIDAD ÉTICA EN LAS DECISIONES EMPRESARIALES mas que requieren una decisión. También pueden ayudar a sensibilizar de la bondad o de los inconvenientes éticos de una determinada alternativa de acción antes de tomar una decisión. Tal ocurre cuando se siente compasión, simpatía, benevolencia, solidaridad y otras formas de sentimientos altruistas. De hecho, no han faltado filósofos como David Hume y Adam Smith, entre otros, que han tomado estos sentimientos, o alguno de ellos, como base de sus respectivas teorías éticas. De este modo el juicio racional acerca de la moralidad de la decisión queda relegado a favor del sentimiento: “la moralidad —escribió Hume— es más propiamente sentida que juzgada”2. Estos autores suponen que los actos son buenos en la medida en que son desinteresados. Es una concepción que nace en el suelo cristiano del amor al prójimo, pero poco tiene que ver con la moral cristiana que lleva a amar no tanto por sentimientos, sino por el amor que merecen todas las personas, por su dignidad y por ser queridas por sí mismas por el propio Dios. Difiere también de la ética clásica de la vida lograda y de los “bienes honestos” captados por la razón a partir de las inclinaciones naturales. Adam Smith, cuya influencia en el mundo económico y empresarial es bien conocida, considera como clave de los sentimientos morales la simpatía. El motivo para el comportamiento moral es la satisfacción que se experimenta al actuar con simpatía y el malestar que surge al ser antipático. Sin embargo, para este autor, la simpatía que lleva a compartir los sentimientos de aquellos con los que nos relacionamos no tendría aplicación en las decisiones en el ámbito económico, las cuales han de tomarse buscando el propio interés (self-interest). Se establece así una dicotomía entre el propio interés, que debería aplicarse a lo económico, y el altruismo, basado en la experiencia de la simpatía, sobre todo, para las demás relaciones humanas. Para saber dónde está el bien, según Adam Smith, tenemos que escuchar la voz de la simpatía, ya que el bien despierta simpatía y el mal antipatía. Al establecer una comunidad de sentimientos con el Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437 DOMÈNEC MELÉ prójimo se otorga un juicio totalmente imparcial y desinteresado. Este enfoque se complementa señalando que cada uno ha de aplicarse a sí mismo las reglas que aplicaría a otros; para ello sugiere considerar que los actos propios son juzgados por un “espectador imparcial”3. Hoy, pocos aplican directamente y en su totalidad estas ideas tan simples de Adam Smith, pero el enfoque de fondo, que considera los juicios morales como algo que no pertenece a lo racional sino al mundo emocional, sigue ejerciendo no poca influencia. Desde mediados del siglo XX, el principal sucesor de las éticas de los sentimientos es el emotivismo, cuyos más destacados representantes son A. J. Ayer y Ch. L. Stevenson. Según esta teoría, los juicios morales simplemente son la expresión de emociones personales -no un juicio racional sobre el bien y el mal-, y un modo de querer influir en los interlocutores para que adopten la propia actitud. Son, pues, juicios sin contenidos cognoscitivos (non-cognitive contents). La simpatía y el altruismo han dado paso a aquello que les daba soporte: el estado emo- cional de cada uno y, como consecuencia, el más absoluto subjetivismo y relativismo moral. Los sentimientos, y los estados emocionales, no han de despreciarse en ética ya que, como señalábamos al principio, ayudan a percibir contenidos éticos. Pero los sentimientos y las emociones no pueden ser lo definitivo para establecer juicios morales. Hay situaciones que impresionan más que otras y no por ello significa que lo justo sea ocuparse de ello despreciando otras cosas más importantes en sí mismas, pero que no causan tanta impresión. Tampoco es justo decidir por la simpatía que surge espontáneamente hacia una persona y en detrimento de alguien que cae menos simpático pero que tiene mayores derechos. Por otra parte, hay impresiones a las que uno se va acostumbrando, con lo que pierden su efectividad como motivador ético. En la empresa, a veces hay que decidir asumiendo el dolor que causan ciertas consecuencias inevitables pero justas y necesarias. Por otra parte, si bien la simpatía u algún otro sentimiento altruista puede es- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437 RACIONALIDAD ÉTICA EN LAS DECISIONES EMPRESARIALES tar presente en la decisión, también hay otros sentimientos nada altruistas y, a menudo, muy fuertes, como el afán de lucro o de éxito y la ambición de poder, que entran en conflicto con los primeros. Sin una referencia objetiva y racional al bien, la lucha de fuerzas entre sentimientos encontrados puede dar lugar a cualquier decisión que esté ajustada no tanto al bien como a los deseos del sujeto o al valor relativo que cada uno conceda a los diversos sentimientos. Sentimientos que pueden variar, además, según se trate de acciones en la empresa, en la familia, entre amigos o situaciones sociales más o menos próximas. Adam Smith, al menos implícitamente, asume la necesidad de cumplir unas mínimas exigencias éticas en los negocios (cumplimiento de contratos y leyes, evitar fraudes, etc.). Sin embargo, junto con otros filósofos de los “sentimientos morales”, dejó preparado el terreno a hombres de empresa, relativamente abundantes en el siglo XIX y parte del XX, duros, severos y acaso injustos en los negocios, pero que después, sus sentimientos altruistas les llevaban a hacer dona- ciones a hospitales, universidades y otras instituciones con el abundante dinero que habían ganado en los negocios. La insuficiencia de los sentimientos y, sobre todo, del emotivismo ha sido severamente criticada por MacIntyre4. FALACIA DE LA “TESIS DE SEPARACIÓN” relacionado con la anterior está lo que suele denominarse la “tesis de separación”. Según esta tesis, lo económico y lo ético corresponden a decisiones separadas e independientes. Algunas decisiones empresariales serían exclusivamente económicas, mientras que algunas otras sólo serían éticas. Idéntica separación se aplica también a otros campos, de modo que, según la citada tesis, habría también decisiones puramente políticas, sociales o técnicas. En el origen de esta tesis, sin duda, está la separación cartesiana entre la res cogita (lo pensado por un sujeto) y la res extensa (lo material exterior al sujeto). A partir de la tradición cartesiana, el estudio del mundo material adquiere un gran desarrollo: se somete a experi- E STRECHAMENTE Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437 DOMÈNEC MELÉ mentos y mediciones, se crea una prestigiosa ciencia experimental, y se alcanzan notables avances técnicos. En cambio, la ética sufre un notable retroceso. Se supone que pertenece exclusivamente al ámbito de lo pensado y con esta hipótesis aparecen nuevas teorías que desvinculan la ética del bien humano (aquello que conviene al hombre para desarrollarse como ser humano). Las nuevas teorías son elaboraciones racionales que siguen dos líneas: se presentan como imperativos categóricos o reglas de conducta, cuyo seguimiento hace que la acción sea correcta, o bien abogan por una ética de sentimientos y valores subjetivos, que el sujeto ha de aplicar a su arbitrio. Esta separación y desunión entre el mundo fáctico y el pensamiento encerrado en sí mismo pasará a las ciencias sociales y, posteriormente, a la dirección de empresas, sobre todo, a través del positivismo, con su radical separación entre valores (pensados) y hechos (constatados). Durante muchos años ha sido muy frecuente entender que hay una ciencia de la dirección que debía basarse exclusivamente en los hechos, considerados como lo único digno de un estudio serio y riguroso para la toma de decisiones. En cambio, los valores, por ser de carácter subjetivo y muy difíciles de manejar, muchas veces han quedado marginados de teorías y modelos organizativos y, en definitiva, de la dirección de empresas5. En otros casos se han considerado ciertos valores para la dirección, pero no tanto como una exigencia de la realidad humana que es la empresa, sino por los resultados fácticos que la adopción de ciertos valores podían reportar. A partir de estas premisas no es de sorprender que hayan surgido teorías económicas y de la dirección que pretenden quedar libres de valores (freevalues) y que llevan a conclusiones orientadas a la toma de decisiones, en las que la ética queda excluida. En el mejor de los casos, las “valoraciones éticas” acuden a la mente del sujeto que decide, pudiendo dar lugar al dilema de mantener la decisión surgida de una “racionalidad de los hechos”, o de tomar otra basada en exigencias éticas. De este modo, si el sujeto tiene sensibilidad ética, las exigencias éticas modificarán la decisión, aunque generalmente como limitación vo- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437 RACIONALIDAD ÉTICA EN LAS DECISIONES EMPRESARIALES luntaria a la citada racionalidad de los hechos. Por el contrario, si falta esta sensibilidad o existen presiones a favor de lo económico, se prescindirá de la valoración ética o, si se hace, quedará subordinada al juicio económico. Un caso extremo, bien conocido, nos ayudará a comprender la aplicación práctica de la tesis de separación. A finales de los años setenta, la compañía Ford, presidida por aquel entonces por Lee Iaccoca, decidió lanzar un coche utilitario que pudiera competir con modelos europeos y japoneses de bajo consumo. El resultado fue el modelo FordPinto que fue diseñado y construido en un tiempo récord. Quizá por la premura de tiempo, apareció pronto un grave defecto debido a la ubicación y diseño del tanque de gasolina y a otros elementos que fácilmente ocasionaban un incendio si se producía una colisión en la parte trasera del vehículo. Al advertirlo, se tomó la decisión inicial de no incorporar un elemento de seguridad en el vehículo, que hubiera podido evitar esos incendios y las consiguientes quemaduras y muertes. Esta decisión, al parecer, se tomó basándose en un análisis coste-beneficio, que consideraba el coste de la incorporación del citado elemento de seguridad frente al beneficio de no cambiar dicho elemento. Para ello se asignó un valor económico a las indemnizaciones estimadas por lesiones y defunciones6. El juicio económico fue determinante y todos los demás aspectos fueron traducidos a valor económico, incluyendo las vidas humanas y el dolor de las víctimas y familiares. Esta decisión, en realidad, ni siquiera fue muy inteligente, ya que supuso un notable desprestigio para la empresa, multitud de juicios y, finalmente, la retirada del modelo del mercado hasta hacerlo más seguro. La tesis de separación, con frecuencia asumida de modo acrítico en la empresa y en otros ámbitos, es atractiva por su simplicidad, pero adolece de un grave error: considerar que la ética es algo separable e independiente de las decisiones referidas a aspectos económicos. En consecuencia, tampoco considera cuál es la correcta relación de dependencia entre economía (u otros aspectos) y ética. Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437 DOMÈNEC MELÉ Cada decisión incluye, en efecto, contenidos de diversa índole, que exigen juicios valorativos que se alcanzan mediante criterios apropiados. En la empresa hay, al menos, tres aspectos concurrentes a considerar en cada decisión: los resultados buscados (aspectos económicos o técnicos), las circunstancias sociales y las consecuencias previsibles que pueden afectar a la aceptación de la decisión y a la gobernabilidad de la organización (aspecto social y político) y la calidad moral de la decisión (aspecto ético). Estos tres aspectos aparecen con bastante claridad en el citado caso Ford-Pinto o en decisiones como despedir a una parte del personal, instalar una planta contaminante o vender un producto alimenticio adulterado. A poco que se reflexione, se advierte que cada una de estas decisiones inciden en estos tres aspectos: llevan a unos resultados económicos, tienen una componente ética (cómo afecta al bien de las personas) y generarán reacciones sociales (desmotivaciones, quejas, litigios, hostilidad, manifestaciones, ...). Parece claro que la tesis de separación no es correcta, al menos, en decisiones como éstas. Pero tampoco lo es en otras decisiones que, a primera vista, parecen sólo técnicas, económicas, políticas o éticas. Las tres dimensiones antes citadas están siempre presentes, aunque no siempre se tengan en cuenta. Consideremos, por ejemplo, la decisión de bajar el precio de un producto. Seguramente se bajan precios porque se estima que con ello se venderá más y se obtendrán mayores beneficios. Es muy probable que la decisión se haya tomado de acuerdo con este juicio económico, o por lo menos dándole mucho peso. Pero en esta decisión hay otros juicios, quizá no explicitados, que también deberían haberse considerado. La decisión necesita ser aceptada por quienes tienen que llevarla a cabo, de otro modo podría tener menos éxito del esperado y, en casos extremos, incluso ser un fracaso. ¿Cuál sería la reacción de los vendedores que trabajan a comisión sobre el precio, si este aumento de ventas les supone mucho mayor trabajo, o si no ven claro que se venderá más con sólo bajar el precio? Responder a esta cuestión implica un juicio Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437 RACIONALIDAD ÉTICA EN LAS DECISIONES EMPRESARIALES sobre la aceptabilidad social. La decisión de bajar el precio conlleva también un juicio moral, que seguramente será positivo. Bajar el precio seguramente supone hacer el producto más asequible a un mayor número de personas y, si este producto presta un verdadero servicio y no existen otros argumentos en contra, tal decisión sería éticamente impecable. Pero bajar precios también podría hacerse vendiendo a pérdidas para hundir al principal competidor y adquirir así una situación de monopolio que posteriormente permita elevar mucho más los precios y obtener un beneficio mucho mayor. En este último caso, el juicio moral ya no podría ser tan positivo. Algo parecido ocurre con otras decisiones que tienden a confundirse con un juicio técnico, aunque tampoco son decisiones puramente técnicas porque incluyen intencionalidad. Así, por ejemplo, decidir verificar las especificaciones de un producto químico mediante técnicas analíticas implica una valoración técnica (se considera útil), pero incluye también un aspecto ético. Seguramente se trata de algo bueno y será realizado por al- guien que tiene la obligación moral de hacerlo porque es empleado de una empresa y tiene ese encargo, o quizá es otra persona o empresa que se ha comprometido a hacerlo mediante un contrato. Es un juicio moral que ordinariamente no ofrecerá dificultad y se dará por supuesto que es positivo. Sin embargo, no siempre es así. Tal es el caso de una joven farmacéutica empleada en el laboratorio dónde, a finales de los años 80, se investigaba la píldora abortiva RU-486. Al saber de lo que se trataba tomó la decisión de no hacer los ensayos que le encargaban alegando objeción de conciencia. En definitiva, podemos concluir que cualquier decisión tiene un aspecto ético que requiere un juicio moral, al igual que incluye otros aspectos que deben ser también tomados en consideración y valorados. Pero queda el problema de la dependencia: ¿ha de priorizarse el juicio ético sobre el económico o, por el contrario, ha de subordinarse el aspecto ético al económico, como en el caso Ford-Pinto? De ello nos ocuparemos a continuación. Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437 DOMÈNEC MELÉ RACIONALIDAD INSTRUMENTAL Y RACIONALIDAD DIRECTIVA L SER HUMANO posee una única potencia o facultad a la que solemos denominar inteligencia o razón, pero que puede tener distintos usos o formas de empleo. Uno de ellos está orientado a la transformación racional del mundo exterior. Es una racionalidad “instrumental”, adecuada para lograr resultados. La ciencia y la técnica se apoyan ampliamente en ella. Al hacerlo se formulan hipótesis, se analiza la realidad exterior, se cuantifican hechos y se hacen cálculos para predecir qué resultados se obtendrán si se toma una determinada decisión. Este modo de racionalidad busca determinar qué es lo más eficaz para alcanzar unos determinados objetivos. Pero esto no asegura que la decisión sea la mejor. En el caso FordPinto, la decisión tomada fue la más eficaz para maximizar beneficios a corto plazo, pero no puede afirmarse que fue la mejor en un sentido global. La racionalidad instrumental está pues ordenada a la eficacia, pero eso no es suficiente E para tomar una buena decisión. Se precisa otro modo de racionalidad que guíe la racionalidad instrumental hacia lo conveniente. En la empresa, continuamente aparecen ambas racionalidades con sus respectivos cometidos. Un estudio técnico-económico de iluminación exterior, pongamos por caso, nos dirá cuál es el sistema más adecuado para iluminar la carretera de acceso a una fábrica, pero antes habrá que considerar si es conveniente iluminar por alguna razón (mejorar de la seguridad, una exigencia legal, motivos estéticos, imagen corporativa,....). Pero lo conveniente puede serlo en cierto modo o de un modo absoluto. Y lo conveniente en sentido absoluto, no puede ser más que el bien humano. Hay fines que pueden ser interesantes para algo, pero sólo si son acordes con el bien humano son verdaderamente convenientes. A esa racionalidad que dirige la acción hacia lo verdaderamente conveniente se puede denominar “racionalidad directiva”7. La existencia y la diferenciación de las dos racionalidades citadas fue ya advertida por Aristóteles al considerar que una cosa es la producción Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437 RACIONALIDAD ÉTICA EN LAS DECISIONES EMPRESARIALES (poiesis) y otra la acción (praxis), observando a continuación que “la disposición racional apropiada para la acción es cosa distinta de la disposición racional para la producción”8. Añade que la producción exige una disposición racional que denomina “técnica” (en griego, techné, traducido también a veces por “arte”). Tener técnica o arte expresa la capacidad de hacer o producir objetos que respondan a una cierta utilidad. “Toda técnica -escribe- versa sobre el llegar a ser, y sobre el idear y considerar cómo puede producirse o llegar a ser algo de lo que es susceptible tanto de ser como de no ser y cuyo principio está en el que produce y no en lo producido”9. La acción es regida por otra disposición racional distinta de la técnica que denomina prudencia (frónesis), que la define del siguiente modo: “La prudencia es una disposición racional verdadera y práctica respecto de lo que es bueno para el hombre”10. Quienes poseen técnica en algo (los “expertos”, diríamos hoy) discurren correctamente acerca de lo que se debe hacer para conseguir algún fin particular (fabricar un coche con ciertas características, obtener la máxima rentabilidad de unos fondos de inversión, conseguir un nombramiento, etc.); en cambio, quienes son prudentes “pueden ver lo que es bueno para ellos y para los hombres”11, porque discurren correctamente acerca de lo que es conveniente no para un fin particular, sino para vivir bien en general, discerniendo cómo se debe actuar para orientar la acción hacia el perfeccionamiento o desarrollo humano. La relación entre la decisión y desarrollo humano del sujeto que decide raramente es considerada en los tratados sobre la toma de decisiones, que suelen basarlo todo en las preferencias del sujeto que decide12. Sin embargo, es claro que al decidir no sólo se ocasionan resultados externos, sino que también afecta al que decide. Al decidir no sólo elegimos qué queremos hacer, sino también qué clase de persona queremos ser. En cierto sentido podría decirse que somos lo que decidimos hacer. Si uno decide actuar con justicia se hace justo, igual que si uno decide mentir se hace mentiroso o si decide robar se hace ladrón. Esta sencilla observación, conocida desde antiguo13, relaciona la toma de decisiones con el de- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437 DOMÈNEC MELÉ sarrollo o deterioro humano que se produce en el sujeto que toma la decisión. Ciertamente, las preferencias son importantes y, de hecho, indican lo que se quiere y, por tanto, son ellas las que dirigen la racionalidad instrumental. Pero, si sólo hablamos de preferencias nos olvidamos de algo primordial: valorar si tales preferencias son buenas para quien toma la decisión y para los demás. Muchos suponen que esto es una cuestión subjetiva en la que nada puede afirmarse ni negarse, o que debe eludirse por falta de acuerdo y para evitar polémicas. Sin embargo, esta postura no parece muy rigurosa. Se apoya en el “dogma” heredado de la modernidad que menosprecia o elimina el concepto de “bien humano” y en su lugar coloca la noción de “correcto”, entendiendo por correcto aquello que es conforme con algún principio racionalista, propuesto por algún autor o escuela. De este modo, se reduce la ética a unas normas extrínsecas desvinculadas del perfeccionamiento o desarrollo humano a través de la acción. En realidad, el concepto “preferencia” es bastante equívoco. Puede significar deseos o apetencias, sin más, o puede denotar elecciones a las que se ha llegado tras una ponderada deliberación racional. Esta deliberación racional puede, a su vez, basarse en otras preferencias o ir al fondo, tratando de averiguar si una determinada acción es buena o es mala, es decir, si nos mejorará como personas o más bien nos va a corromper en nuestra humanidad. Seguir las preferencias espontáneas, sin más, es evidente que no siempre es lo más adecuado para mejorar como seres humanos. Todo dependerá de la calidad de las preferencias. Y eso es lo que ha de conocerse mediante la racionalidad directiva antes de tomar una decisión. La racionalidad directiva considera los sentimientos y también los intereses existentes para realizar una acción. Pero va más allá, ya que atiende al bien de la persona y analiza si los sentimientos y deseos concurrentes son adecuados o no para lograr un verdadero desarrollo humano. Dicho de otro modo, la racionalidad directiva orienta, ante todo, la calidad ética de la acción. A partir de la conveniencia de la acción para el desarrollo o plenitud humana, podrá Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437 RACIONALIDAD ÉTICA EN LAS DECISIONES EMPRESARIALES analizarse si otros fines son o no realmente convenientes para la mejora de quien decide. Ganar dinero, acceder al poder o tener prestigio será conveniente si esto está ordenado a la mejora personal. En muchas ocasiones, se da por supuesto que ganar dinero es conveniente, como lo es hacer carrera o cualquier otro interés particular. Pero esta “conveniencia” es conveniencia sólo en sentido utilitario, y no en sentido absoluto. Muchas veces, ganar dinero o tener poder será conveniente, pero otras no. Hay casos extremos, que están en la mente de todos, en los que se hace patente un afán desmedido de ganar dinero o de adquirir poder, que ha llevado a algunos a embrutecerse como personas, a destrozar la propia familia, a quedarse sin auténticos amigos y a alejarse de Dios. En definitiva, la racionalidad instrumental ha de subordinarse a la racionalidad directiva porque esta última es la que responde a un fin absoluto. Como escribe Aristóteles, “el fin de la producción es distinto de ella, pero la acción (praxis) no puede serlo: la buena actuación misma es un fin”14. La racionalidad directiva no debe, sin embargo, invadir lo que es propio de la racionalidad instrumental, sino que, como señala el Aquinate “es necesario que el arte (técnica) sea rector del hacer y no de la acción, de la cual la prudencia es la rectora”15. Sin embargo, tampoco puede afirmarse que los resultados sean completamente independientes de la prudencia con que se ha tomado una decisión. La prudencia no lleva directamente a la eficacia en los resultados, ni mucho menos excluye la técnica, pero indirectamente ejerce una beneficiosa influencia sobre ellos. En primer lugar, la prudencia exige hacer las cosas bien, también en el aspecto técnico. Por tanto, una persona prudente procurará adquirir competencia técnica. Por otra parte, la calidad ética de la actuación influye en el entorno humano que recibe sus efectos y, por consiguiente, en la reacción que se genera. Actuar buscando el bien humano tiende a generar confianza, atracción y cooperación, lo cual indudablemente incide en la eficacia de próximas decisiones sobre interacciones con ese entorno e incluso con otros a los que Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437 DOMÈNEC MELÉ alcance la buena reputación del agente. FUNCIÓN DE LA RACIONALIDAD ESPECULATIVA ANTO LA racionalidad instrumental como la directiva están directamente orientadas a la acción. Son pues dos expresiones de “racionalidad práctica”. Pero hay otro uso de la razón, de tipo teórico, que también incide en la racionalidad ética de la decisión. En efecto, tradicionalmente se distingue entre racionalidad teórica y práctica, como dos usos de la razón que persiguen respectivamente el conocimiento racional de la realidad y una actuación racional. La razón teórica, llamada también especulativa (de speculor, observar) porque surge de la observación, tiene por fin conocer la verdad de las cosas, y versa por tanto sobre lo universal y necesario. En cambio, la racionalidad práctica trata de aplicar el conocimiento verdadero de la realidad a la acción; su fin es actuar en lo particular y contingente siguiendo la “verdad práctica”, es decir aquello que se adecua a lo efi- T caz (racionalidad instrumental) y al bien (racionalidad directiva). Puede pues afirmarse que la verdad práctica es causa y regla de la acción, mientras que la racionalidad especulativa actúa al conocer los seres. Los seres son de una determinada manera y la razón descubre su modo de ser. La racionalidad especulativa está orientada al conocimiento verdadero de la realidad, mientras que la racionalidad práctica busca trasformar esa realidad de acuerdo con lo que es verdaderamente eficaz y ético. La primera busca conocer por conocer, mientras que la segunda conoce cómo actuar en una determinada situación. Surge aquí la cuestión de si la racionalidad ética es exclusivamente racionalidad directiva o si tiene alguna relación con la racionalidad especulativa. En los últimos años, han surgido algunas corrientes que pretenden fundamentar la ética exclusivamente en la razón práctica. Una de ellas es la iniciada por G. Grisez, J. Finnis y J. Boyle16, quienes se basan en los bienes fundamentales del hombre captados por la razón práctica17. Sin embargo, tal Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437 RACIONALIDAD ÉTICA EN LAS DECISIONES EMPRESARIALES propuesta ha encontrado fuertes críticas18. A nuestro juicio, la racionalidad ética exige, a la vez, las racionalidades directiva y especulativa. La racionalidad directiva capta qué conviene al sujeto en cada situación particular, lo cual presupone un conocimiento práctico de los bienes fundamentales del hombre, aunque uno no haya pensado demasiado en por qué esos bienes contribuyen al fin del hombre. Quizá no se haya planteado siquiera si el hombre tiene algún fin. Por tanto, la racionalidad directiva no se puede considerar una simple deducción de la racionalidad especulativa. Sin embargo, tampoco puede afirmarse que la racionalidad directiva sea completamente independiente de la racionalidad especulativa ya que esta última, con su conocimiento del hombre y de lo que conviene a la plenitud humana, justifica esos bienes y ayuda a profundizar en su fundamentación y contenidos. Un ejemplo puede aclararlo un poco más. La razón práctica capta como un bien humano respetar a las personas y actuar con justicia. Al propio tiempo, orienta la acción para que ésta sea justa, pero sólo al razonar sobre el hombre reconoce a la justicia como algo necesario para la perfección integral del hombre y a la cual está llamado. Y esta reflexión es propia de la razón especulativa. Algo parecido cabe afirmar acerca del conocimiento de la naturaleza y finalidad de la sociedad, la empresa y demás realidades humanas implícitas en el proceso de toma de decisiones. La reflexión teórica sobre estos temas se hace especialmente necesaria para orientar los enfoques de algunas teorías relacionadas con la dirección. Consideremos, por ejemplo, la teoría de la dirección financiera. Esta teoría toma como premisa que el fin de la empresa es maximizar el valor de la acción, esto es, aumentar la riqueza de los accionistas. Si se acepta esta hipótesis, al aplicar esta teoría se conoce qué decisión será más adecuada para maximizar la riqueza de los accionistas. Pero a partir de ella no se puede concluir que la mejor decisión es aquella que toma como criterio supremo maximizar la riqueza de los accionistas. La teoría de la dirección financiera utiliza la racionalidad instrumental, pero contando Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437 DOMÈNEC MELÉ sólo con esta racionalidad no puede afirmarse que el fin último de la empresa sea maximizar el valor de la acción (aunque, en rigor, tampoco puede afirmarse lo contrario). Para contestar a esta cuestión, ciertamente crucial, es necesario captar qué bienes humanos están en juego en esta decisión, pero se requiere además una aproximación racional teórica que ayude a entender cuál es la misión de la empresa en la sociedad19. La racionalidad ética en la toma de decisiones requiere, pues, la racionalidad especulativa y la directiva. La razón práctica va más allá de la razón especulativa o teórica, pero presupone el conocimiento del hombre y la sociedad proporcionado por esta última forma de racionalidad. SUPERAR LAS TEORÍAS ÉTICAS DE “TERCERA PERSONA” TRO PROBLEMA que aparece en la racionalidad ética en la decisión es la aceptación de teorías denominadas de “tercera persona”. Esas teorías proporcionan unas normas de actuación moral impersonales, con inde- O pendencia de quien decida. Pretenden lograr juicios morales desprovistos de toda subjetividad, pero sólo consiguen un peligroso reduccionismo ético. Hace ya bastantes años, Ambscombe20 hizo una certera crítica a este planteamiento, que olvida al agente en la formulación de juicios morales. Posteriormente, MacIntyre denunció cómo estas teorías han llevado al olvido de la virtud21. Se ha dicho con acierto que “hablar de ética sin mencionar las virtudes morales es como hablar de mecánica sin mencionar la gravitación”22. Y, por sorprendente que parezca, esto es lo que ha ocurrido durante largo tiempo. Aunque en los últimos años la consideración de las virtudes en ética empresarial va en aumento, sin embargo, las teorías éticas de “tercera persona”, hijas de la racionalidad ilustrada, siguen teniendo mucha influencia práctica. Por ello, parece obligado hacerles alguna referencia, por breve que sea. Entre esas teorías destacan los consecuencialismos, los deontologismos formales y las teorías procedimentales23. Como se sabe, y dicho de modo muy conciso, el consecuencialismo propone valorar la mo- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437 RACIONALIDAD ÉTICA EN LAS DECISIONES EMPRESARIALES ralidad de una acción por un cálculo aplicado a las consecuencias externas de la acción. En particular, el utilitarismo —la teoría consecuencialista más influyente— valora como éticamente aceptable una acción cuyas consecuencias produzcan la mayor satisfacción para la mayor parte de quienes son afectados por ella. En el fondo, el utilitarismo más que una teoría ética es una regla para balancear intereses en juego. No busca tanto el bien humano como la satisfacción para la mayoría. Los deontologismos formales proponen deberes universales que se imponen a priori a la razón como regla moral. Son enunciados formales (“imperativos categóricos”, en la terminología kantiana), sin contenidos específicos o materiales, que todo individuo debería aplicar. Kant propugna actuar de tal modo que la forma de conducta de cada uno se pueda convertir en norma universal. Por último, están las teorías procedimentales que presentan procesos a seguir para actuar con justicia en las distribuciones (Rawls) o para consensuar normas éticas mediante un proceso comunicativo o dialó- gico (Habermas). Estos enfoques, más que buscar el bien y la calidad moral de una acción, se limitan a proponer un procedimiento para resolver conflictos de intereses o a consensuar acuerdos morales a partir de posiciones diversas mediante un proceso comunicativo, siguiendo las reglas del procedimiento. Tampoco esta propuesta garantiza la calidad humana -ética- de lo que resulta del consenso. No pretendemos analizar aquí estas teorías, ni presentar las críticas mutuas que se hacen los defensores de cada una de ellas. No obstante, es de remarcar que en todos estos enfoques suele haber aportaciones interesantes que suponen un reto para profundizar en la reflexión ética. Sin embargo, por lo general, estas teorías fallan en muchos puntos e incluso se quedan muy cortas ante la realidad del mundo actual, dentro y fuera de la empresa. En las teorías de “tercera persona”, el juicio moral se deja a cargo de “expertos” y no de quien toma la decisión. Sin embargo, la conciencia moral, que aprueba o desaprueba determinadas acciones, es de común experiencia. La conciencia moral es siempre personal Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437 DOMÈNEC MELÉ y por ello la responsabilidad en la toma de decisiones recae, en último término, en el sujeto que decide. En otras palabras, las éticas de “tercera persona” prescinden de la singularidad y subjetividad de quienes formulan juicios morales y toman decisiones. Nótese que hablamos de subjetividad y no de subjetivismo. El subjetivismo ético niega que existan principios y normas éticas universales. Con este enfoque se olvida que “tenemos libertad para decidir lo que vamos a hacer. Pero no somos libres para hacer que cualquier cosa que elijamos sea buena”24. Si todo dependiera de la “creación” subjetiva del bien y el mal, habría muy pocas garantías de que el juicio moral fuera correcto. La persona prudente no inventa qué es lo bueno, sino que reflexiona para descubrir en qué consiste ser bueno. Como señala Aristóteles, “parece propio del hombre prudente el poder discurrir bien sobre lo que es bueno y conveniente para él mismo, no en un sentido parcial, por ejemplo para la salud o la fuerza, sino para vivir bien en general”25. La función de la prudencia es, pues, ayudar a descubrir en cada momento lo que se debe hacer para crecer como persona. Por lo demás, muchas de las teorías éticas de “tercera persona” no pasan de ser “éticas de mínimos” que, básicamente, se ocupan de acciones prohibidas. En ética hay acciones prohibidas, pero esto no significa que la ética se reduzca a prohibiciones. Más bien ocurre todo lo contrario. La ética busca, ante todo, la excelencia humana. Por ello, la racionalidad directiva no se limita a evitar lo inconveniente, sino que busca lo más conveniente en cada situación. Hay que evitar lo que está mal, pero, ante todo, hay que hacer el bien26. Incluso Kant, que tiene formulaciones muy razonables, no pasa de presentar una ética más enfocada a acciones prohibidas que a orientar la acción humana hacia el bien. Además, al afirmar que todos han de actuar con una norma que pueda ser universal, no tiene en cuenta que las personas tienen distintas capacidades, ni tampoco que las circunstancias pueden condicionar algunas decisiones. No puede pues erigirse en norma universal el modo de conducta de cada uno. La racionalidad Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437 RACIONALIDAD ÉTICA EN LAS DECISIONES EMPRESARIALES directiva, apoyada en la prudencia, tiene en cuenta unos mínimos universales, pero también, y sobre todo, considera la condición del sujeto y las circunstancias de cada situación, buscando lo mejor. Es importante remarcar que el énfasis en la subjetividad no ha de llevar a rechazar la existencia de principios universales y de acciones que son malas en cualquier circunstancia. Por el contrario, las personas prudentes descubren principios y normas éticas universales, como la “regla de oro”, así como acciones moralmente ilícitas, sean cuales sean los intereses que se persigan porque son contrarias a la dignidad y bien del hombre y, por tanto, degradan a quien las realiza en su humanidad. Maltratar a otras personas, esclavizarlas o utilizarlas como simples instrumentos para los propios intereses son acciones ilícitas en cualquier situación. Estas y otras acciones son “absolutos morales” que nunca deben realizarse. Son acciones denominadas “intrínsecamente malas”. Todo lo anterior hace pensar en la necesidad de una ética de “primera persona”, en la que los juicios morales los rea- liza quien decide con ayuda de la prudencia. Tiene en cuenta los bienes humanos y los deberes que éstos implican, pero también las particularidades de cada situación, que son evaluadas con sabiduría práctica. LAS DISPOSICIONES PERSONALES EN LA TOMA DE DECISIONES A IMPORTANCIA de las disposiciones personales en la toma de decisiones es confirmada por la práctica directiva. Cada decisión, de alguna manera es única y personal. Trataremos de explicarlo, empezando por distinguir tres tipos de decisiones. En la empresa y en otras organizaciones suelen distinguirse tres grandes tipos de decisiones empresariales: estratégicas, tácticas o administrativas y operativas. Las decisiones estratégicas se refieren a objetivos y planes de gran alcance. Las tácticas o administrativas tratan de concretar las anteriores mediante decisiones que afectan a la asignación de recursos y personas para llevarlas a cabo, a la organización del trabajo y al modo de seguir o controlar su ejecución. Por úl- L Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437 DOMÈNEC MELÉ timo, las decisiones operativas proporcionan reglas, métodos y procedimientos a seguir. Hace más de treinta años, Ansoff27 asignaba las decisiones estratégicas a la alta dirección, las administrativas a los directivos intermedios y las operativas a los directivos inferiores. Estas últimas serían programas o rutinas que los operarios deberían seguir sin apenas ninguna capacidad de decisión. Sin embargo, la realidad no es tan rígida, al menos en muchas empresas actuales. Los procedimientos y normas dejan ciertos márgenes de libertad para actuar de uno u otro modo. Además, como señala Mintzberg28, sobre la base de una investigación empírica, bastantes decisiones estratégicas surgen como resultado de muchas decisiones tomadas en niveles organizativos bajos. En realidad, el trabajo de todos, directivos y operarios, incluye una dimensión directiva y otra operativa29. A medida que las organizaciones pierden burocracia y se da mayor poder de decisión a los empleados (empowerment), esta dimensión directiva adquiere una mayor importancia. Con todo, es evidente que no todas las decisiones exigen igual grado de deliberación. Desde esta perspectiva, es interesante seguir una antigua distinción entre dos grandes tipos de decisiones. Peter Drucker30 las denomina “genéricas” y “únicas”, mientras que otros autores, en términos muy parecidos, se refieren a problemas de decisión programados y no programados31, o estructurados y no estructurados32. Las primeras son repetitivas y rutinarias, con procedimientos claros, canales de información determinados, criterios de decisión bien definidos y relaciones causa-efecto predecibles. Se conoce una secuencia de operaciones que resuelve el problema. Es lo que ocurre al fabricar automóviles, al efectuar cálculos técnicos para diseños normalizados o al manejar una máquina. En cambio, en el segundo tipo de decisiones no se puede predeterminar qué hacer, por no disponer de ningún método para resolver un problema -que ni siquiera está bien definido- y tomar una decisión. Se parte de unos síntomas que pueden responder a diversas causas y que, ante todo, exigen un correcto diagnóstico. Son decisiones, en cierto modo, únicas, generalmente complejas, caracteriza- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437 RACIONALIDAD ÉTICA EN LAS DECISIONES EMPRESARIALES das por su incertidumbre y con información incompleta. En las decisiones genéricas, teniendo en cuenta su determinación en el modo de tomar la decisión, la calidad moral del decisor se manifiesta en aceptarla o rechazarla o en sugerir cambios, y poco más. En la decisiones únicas, en cambio, las cualidades personales del decisor tienen una importancia primordial. Estas últimas, requieren unas cualidades personales en quien toma la decisión, que se relacionan con la virtud de la prudencia33. Entre otras, pericia, apertura de mente, perspicacia, creatividad e imaginación y sensatez34. Al tomar decisiones de forma reflexiva se desarrolla un aprendizaje en el modo de proceder que proporciona cierta habilidad para tomar otras decisiones parecidas. Este aprendizaje es el que convierte a uno en experto. La pericia del experto no surge por la repetición mecánica de operaciones, sino por la reflexión sobre lo que se hace y el intento de hacerlo cada vez mejor. No viene de la antigüedad en el cargo, ni de la repetición rutinaria, sino de la resolución reflexiva de problemas singulares. La apertura de mente ayuda a aprender del pasado, cambiar perspectivas y escuchar y valorar opiniones, sugerencias, comportamiento y comentarios de otros. La perspicacia lleva a observar la realidad descubriendo necesidades, problemas o nuevas oportunidades. Otras cualidades que hace falta tener desarrolladas para tomar decisiones únicas son la creatividad, para generar soluciones, y la imaginación, que hace ver lo que todavía no existe pero podría existir y ser eficaz para solucionar un determinado problema. Especial importancia reviste la sensatez para descubrir qué es lo más conveniente en cada situación. La sensatez ayuda a emitir juicios valorativos apropiados, de modo que se distinga lo relevante de lo irrelevante, lo importante de lo accesorio, lo justo de lo injusto, lo bueno de lo malo y para buscar la mayor excelencia posible en cada momento. Sensatez es firmeza y equilibrio de juicio, sin dejarse llevar del estado de ánimo ni de la última impresión. Estrechamente unida a la sensatez está la sabiduría prác- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437 DOMÈNEC MELÉ tica, que ayuda a discernir lo bueno de lo malo en su sentido más profundo. Todo esto, al confirmar la singularidad y carácter personal de las decisiones, reafirma la importancia de la ética de primera persona. APORTACIONES AJENAS EN LA TOMA DE DECISIONES de las éticas de “tercera persona” no significa prescindir del parecer ajeno. Por el contrario, una correcta deliberación lleva a buscar informaciones relevantes, conocimientos técnicos y sabiduría práctica de otras personas. En dirección de empresas es manifiesta la imposibilidad del directivo de verificar por sí mismo toda la información que le llega y la necesidad de aconsejarse en asuntos que desconoce, o de los que duda. Se hace necesario entonces conocer quién es la persona más idónea para consultar y saber si lo que le recomiendan es lo mejor. Es necesario juzgar si alguien es o no creíble para aceptar sus apreciaciones, recomendaciones, consejos o mandatos. Eso tiene también L A SUPERACIÓN que ver con la racionalidad directiva. Para llevar a cabo este juicio hay que comprobar que quien aconseja es competente en la materia objeto de consulta o que la información recibida es verdadera. Pero, eso no basta. Hay que cerciorarse también de la rectitud de intención de la persona que aconseja. Hay que saber si su consejo busca sólo sus intereses particulares o si recomienda lo que entiende que es mejor para quien lo recibe. Del conocimiento y trato con las personas surge la confianza o la desconfianza en ellas. Se llega al convencimiento de que dicen la verdad y sus actuaciones buscan favorecernos, o quizá todo lo contrario. Hay una confianza calculada o funcional, como la que se considera en la teoría de juegos, que es propia de la racionalidad instrumental, pero hay otra confianza que surge del conocimiento de las personas y de su modo de actuar a lo largo del tiempo. Es una confianza que descubre la racionalidad prudencial valorando la competencia en la materia y la intención de quien presenta la información o a quien se acude en busca de consejo. Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437 RACIONALIDAD ÉTICA EN LAS DECISIONES EMPRESARIALES Hay, pues, un conocimiento por creencia que surge de la confianza o crédito que alguien nos merece. Estos conocimientos no siempre son evidentes en sí mismos (en realidad, pocas cosas hay que lo sean), pero tampoco pueden ser algo absurdo u opuesto a la razón. De otro modo, obviamente, ya no estaríamos ante algo racional, sino ante una actitud crédula, desprovista de fundamento racional de credibilidad. La fe y la teología moral entran en la toma de decisiones a través del conocimiento por creencia35. Coinciden con la razón y la sabiduría práctica al confirmar la necesidad de lograr un verdadero desarrollo humano. Además, amplían los horizontes con la llamada a seguir, imitar e identificarse con Cristo36. En otras palabras, la moral cristiana viene a enriquecer la racionalidad para orientar correctamente la acción. Aparte del consejo que se pueda pedir, en la empresa, como en otros ámbitos, con frecuencia las decisiones implican el concurso de otros para su aprobación o ejecución. Por ello es necesario saber escuchar y valorar qué aportan los demás, ya sea para refutarlo o para confirmarlo. No sería prudente encerrarse en uno mismo sin escuchar el parecer de los demás, especialmente cuando por sus conocimientos y situación están en condiciones de tomar parte en una buena decisión. Atendiendo a la ejecución, las decisiones han de poderse argumentar de un modo convincente y transmitirlas con claridad y persuasión, aunque sin subordinar la verdad a la persuasión. En este sentido, como ya advertían los clásicos, el ejercicio retórico debe ser veraz pero, al mismo tiempo, ha de considerar la personalidad del oyente y el modo de expresarse, sin limitarse a una mera transmisión de información. A MODO DE CONCLUSIÓN A TOMA DE decisiones es uno de los puntos cruciales de la actividad empresarial. A veces se olvida que en toda decisión empresarial, y en general en toda decisión humana, hay un aspecto ético primordial. No considerarlo sería ignorar la realidad en aquello que más L Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437 DOMÈNEC MELÉ atañe a las personas y a su desarrollo humano y también al propio funcionamiento de la empresa. En buena lógica, una decisión ha de tomarse después de una adecuada deliberación que incluya juicios morales, técnicos, económicos y políticos. Una recta ordenación exige, además, que lo instrumental se someta a lo conveniente -y no al revés- y lo conveniente lo sea respecto al bien humano, ya que sólo eso es lo verdaderamente conveniente. Los juicios morales han de ser racionales, y no sentimentales. Los sentimientos pueden dar una primera pauta, pero no han de ser el único ni el más importante criterio para evaluar la calidad moral de una acción. Por otra parte, la racionalidad que emplean las teorías éticas de “tercera persona”, cuyos juicios son impersonales y no consideran la prudencia o sabiduría práctica de quien decide, o la singularidad de cada situación. Ciertamente hay principios universales y acciones intrínsecamente malas, que llevan a toda persona sensata a excluir alternativas de acción por ser moralmente ilícitas, pero para decidir bien hay que tratar de determinar qué es lo mejor atendiendo tanto a los principios universales como a las condiciones particulares de cada decisión. Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437 RACIONALIDAD ÉTICA EN LAS DECISIONES EMPRESARIALES NOTAS 1 Mintzberg, Henry; Rasinghani, Duru y Théarêt, André (1976), “The structure of unstructureddecision processes”, Administrative Science Quarterly, vol. 21, p. 246. 2 Hume, David (1738), Treatise on the Human Nature, III, 1, 2. 3 Smith, Adam (1941), Teoría de los sentimientos morales, El Colegio de México, México. 4 MacIntyre, Alasdair (1987), Tras la virtud, Editorial Crítica, Barcelona, pp. 19ss. 5 Guillén, Manuel (2000), “El lugar de la ética en la dirección de empresas. Los retos de la racionalidad”, Empresa y Humanismo, vol II, nº 1, pp. 75-108. 6 Cf. Matthews, John B., et al. (1985), Policies and Persons. A Casebook in Business Ethics, McGraw-Hill, Nueva York, pp. 301 ss. y Woffman, W. Michael (1995), “The Ford Pinto”, en W. M. Woffman y R. F. Federick, Business Ethics. Readings and Cases in Corporate Morality, 3ª ed., McGraw-Hill, Nueva York, pp. 552 ss. 7 En otras palabras, lo verdaderamente conveniente no siempre coincide con aquello por lo que se siente interés. Si lo que rige la racionalidad instrumental es un interés contrario al bien humano, entonces la racionalidad directiva ya no dirigirá bien: será una “directividad distorsionada” y, en consecuencia, dejará de ser una verdadera racionalidad directiva. 8 (1994), Ética a Nicómaco, 6ª ed., Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, lib. II, art. 1, 1103a-b. Trad. M. Araujo y J. Marías. 9 Ibidem. 10 Ética a Nicómaco, op. cit., VI, 5, 1140b. 11 Ibidem. 12 Así se observa, por ejemplo, en un libro reciente publicado por profesores de la Harvard Business School (Hammond, John S., Keeney, Ralph L. y Raiffa, Howard (1999), Smart Choices (1999), A practical Guide to Making Better Decisions, Harvard Business School Press, Boston) que recoge lo mejor de los últimos cien años en la enseñanza y los escritos sobre la toma de decisiones. Es un libro elogiable por su claridad, rigor y sencillez, pero en el que nada dice acerca de la calidad moral de la decisión. Sólo se dan recomendaciones para ayudar a decidir lo más conveniente según las preferencias que tenga quien decide. 13 Aristóteles ya observaba que “lo que hay que hacer después de haberlo aprendido, lo aprendemos haciéndolo; por ejemplo, nos hacemos constructores construyendo casas y citaristas tocando la cítara. Así también, practicando la justicia nos hacemos justos, practicando la templanza, templados, y practicando la fortaleza, fuertes” (Ética a Nicómaco, op. cit., II, 1, 1103a-b). 14 Ética a Nicómaco, op. cit., VI, 5, 1140a. 15 Tomás de Aquino (1983), Comentario a la Ética a Nicómaco, Ediciones CIAFIC, Buenos Aires, VI, III, n. Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437 DOMÈNEC MELÉ 1158. Traducción y nota preliminar Ana Maria Mallea. Etica en la actividad financiera, Eunsa, Pamplona. 16 Ver, Grisez, Germain (1965), “The First Principle of Practical Reason: A Commentary on the Summa Theologiae, 1-2, Question 94, Article 2”, Natural Law Forum, vol. 10, pp. 168-20; Finnis, John (1980), Natural Law and Natural Rights, Clarendon Press, Oxford, pp. 19, 33-48; Grisez, German (1983), The Way of the Lord Jesus. Vol. One: Christian Moral Principles, Franciscan Herald Press, Chicago, pp. 104-106; Grisez, Germain y Shaw, Russell (1993), Ser persona. Curso de ética, Rialp, Madrid, pp. 7989. 20 Anscombe, G. Elisabeth M. (1958), “Modern Moral Philosophy”, Philosophy, vol. 33, reproducido en Crisp, Roger y Slote, Michael (eds.) (1997), Virtue Ethics, Oxford University Press, Oxford. 17 Para ello emplean una original interpretación de un artículo de la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino (I-II, q. 94, a.2) en el que, entre otras cosas, afirma que “el bien es lo primero que se alcanza por la aprehención de la razón práctica” (cuerpo de dicho artículo). 18 Veatch, Henry (1980-1981), “Natural Law and the ‘Is’-‘Ought’ Question”, Catholic Lawyer, vol. 26, pp. 251-265; Bourke, Vernon (1981), “Review of “Natural Law and Natural Rights” by John Finnis”, The American Journal of Jurisprudence, pp. 247259; Hittinger, Russell (1987), A Critique of the New Natural Law Theory, University of Notre Dame Press, Notre Dame; MacIntyre, Alasdair (1990), Three Rival Versions of Moral Enquiry, Notre Dame Press University, Notre Dame, pp. 133-135. 19 Para una discusión más detallada de este punto, ver Melé, Domènec y Fernández, Pablo (1998), “Teoría de la dirección financiera y misión de la empresa”, en Melé, Domènec (ed.), 21 MacIntyre, Alasdair (1987), Tras la virtud, Editorial Crítica, Barcelona. 22 Pérez López, Juan A. (1993), Fundamentos de la dirección de empresas, Rialp, Madrid, p. 179. 23 Para una presentación más detallada y asequible a no especialistas en ética puede verse Fontrodona, Juan, Guillén, Manuel y Rodríguez, Alfredo (1998), La ética que necesita la empresa, Unión Editorial, Madrid. 24 Grisez, Germain y Shaw, Russell (1993), Ser persona. Curso de ética, Rialp, Madrid, p. 70. Una discusión de la posición contraria puede verse en esta misma obra, en las páginas siguientes a la cita presentada en el texto. 25 Ética a Nicómaco, op. cit., VI, 5, 1140a. 26 A nuestro juicio, como ya hemos señalado en otras ocasiones, la ética empresarial es, ante todo, excelencia moral en la empresa. Lo más característico de los principios morales no consiste en constituir una barrera para los negocios: más que evitar algunos males se orientan a conseguir los mejores resultados posibles (Melé, Domènec (1991), “Ética y empresa”, Información Comercial Española, vol. 691, pp. 122-134; Melé, Domènec (1995) “Dimensión ética de la estra- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437 RACIONALIDAD ÉTICA EN LAS DECISIONES EMPRESARIALES tegia empresarial”, Boletín AECA, 35). En esta misma línea se sitúa Solomon (Solomon, Robert C. (1992), Ethics and Excellence. Cooperation and Integrity in Business, Oxford University Press, Nueva York), aunque con un enfoque con el que no coincidimos plenamente. La primacía de la acción positiva queda bien reflejada en las siguientes palabras del filósofo Leonardo Polo: “Por los primeros principios el hombre conoce su puesto en la realidad y desde allí se da cuenta, ante todo de que debe tener iniciativa. A veces se dice que el principio que se conoce como la sindéreris es ‘haz el bien y evita el mal’. Prefiero formular este principio simplemente así: ‘Haz el bien, actúa’; actúa todo lo que puedas y mejora tu actuación. El mal, ya se sabe, está prohibido. Evitar el mal es un no, pero la negación no es lo primero en moral.” (Polo, Leonardo (1996), Ética: Hacia una versión moderna de los temas clásicos, Unión Editorial, Madrid, p. 163). 27 Ansoff, H. Igor (1969), Business Strategy, Penguin, Harmondsworth. 28 Mintzberg, Henry (1987), “Crafting Satrategy”, Harvard Business Review, July/Aug., pp. 66-75. 29 Llano, Carlos, “El trabajo directivo y el trabajo operativo en la empresa”, en Llano, C. et al. (1990), La vertiente humana del trabajo en el empresa, Rialp, Madrid. 30 Drucker, Peter (1967), The Effective Executive, Harper & Row, Nueva York. 31 Cf. Simon, Herbert (1960), The New Science of Management, Harper & Row, Nueva York, p. 6. 32 Cf. Mintzberg, Henry, Rasinghani, Duru y Théarêt, André (1976), “The Structure of Unstructured Decision Processes”, Administrative Science Quarterly, vol. 21, pp. 246275. 33 Sobre esta virtud, ver Sellés, Juan F. (1999), La virtud de la prudencia según Santo Tomás de Aquino, Cuadernos de Anuario Filosófico, Pamplona. 34 En la siguiente descripción sigo, en parte, a Carlos Llano (1998), La enseñanza de la dirección y el método del caso, Ipade, México, pp. 8 ss). 35 Las verdades de la fe y de la moral se aceptan por la confianza que merece su origen. La fe y la moral cristiana tienen su origen en la Revelación contendida en la Sagrada Escritura y la Tradición e interpretada auténticamente por el Magisterio de la Iglesia (Cf. Concilio Vaticano II, Const. Dei Verbum, (18 Nov. 1963), nº 10, 34º ed., BAC, Madrid, 1979). Quienes tienen la fe cristiana aceptan seguir a Cristo, que es “el fundamento esencial y original de la moral cristiana”, adhiriéndose a la persona misma de Jesús ( Juan Pablo II (1993), Veritatis Splendor (6 agosto 1993), nº 19. Palabra, Madrid), quien “pide que le sigan y le imiten en el camino del amor, de un amor que se da totalmente a los hermanos por el amor de Dios” (Ibidem, nº 20), hasta hacerse conforme a Él, lo cual es fruto del Espíritu Santo (Ibidem, nº 21). 36 Sobre la armonía entre fe y razón puede verse, Juan Pablo II (1998), Fides et Ratio (14 septiembre 1998), Palabra, Madrid. Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 411-437 HUMANIZAR EL MERCADO: PROPUESTAS PARA LA SOCIEDAD POSTINDUSTRIAL STEFANO ZAMAGNI* Este ensayo se propone dar una contestación a un doble interrogante. Por un lado, qué significa hoy en día humanizar la economía, es decir, ¿es posible concebir una sociedad de mercado en la que los individuos de la sociedad civil, portadores de cultura, puedan perseguir objetivos libremente elegidos? Y por otro, ¿qué vía seguir para que este objetivo se pueda conseguir? Palabras clave: mercado, sociedad civil, economía civil, humanización. ¿ ES POSIBLE humanizar la economía? Y si así fuese, ¿qué camino habría que recorrer para hacer creíble un eventual proceso de transición? En las condiciones históricas del momento, el único modelo de economía existente es el del mercado, ya que ni la economía planificada, ni la celebre economía mixta constituyen alternativas dignas de tenerse en cuenta. El interrogante planteado puede formularse también en los siguientes términos: ¿es posible humanizar el mercado? Dicho de otra forma, ¿tiene sentido esforzarse en configurar un modelo de mercado, entendido como institución social y no como mero mecanismo económico, capaz de incluir, por lo menos de modo tendencial, a todos los hombres y de valorar (en el sentido de dar valor) a todo hombre, con sus múltiples dimensiones? * Stefano Zamagni es profesor de Economía Política en la Universidad de Bolonia, Adjunct Professor en la John Hopkins University y profesor visitante en la Universidad L. Bocconi de Milán. STEFANO ZAMAGNI Las apremiantes invitaciones de Juan Pablo II parecen dar una contestación afirmativa a esta pregunta. El Pontífice escribe en la Bula de Indicción del Año Santo 2000, Incarnationis Mysterium: “una de las finalidades del Jubileo es contribuir a crear un modelo de economía al servicio de la persona” (nº 12, cursiva propia). Este texto tiene algo verdaderamente excepcional: no había ocurrido nunca, en su larga historia, que un Pontífice hubiese planteado como finalidad de un jubileo –y no como su consecuencia indirecta– una función similar. De manera aún más explícita, en el mensaje papal de 1 de Enero de 2000, titulado Paz en la tierra a los hombres que ama el Señor, puede leerse: “En esta perspectiva es preciso interrogarse también sobre el creciente disgusto que, hoy en día, muchos estudiosos y expertos en Economía sienten cuando reflexionan sobre el papel del mercado, sobre su invasora dimensión monetario-financiera, sobre el distanciamiento entre lo económico y lo social. Tal vez ha llegado el momento de hacer una nueva y exhaustiva reflexión sobre el sentido de la economía y sus fines. Quisiera invitar a los estudiosos de la economía, a los trabajadores del sector, así como a los responsables políticos, a que tomen conciencia de que es urgente que la praxis económica y las medidas políticas aspiren al bienestar de cada hombre y de toda la humanidad” (nos. 15 y 16). La novedad sorprendente de este texto se encuentra en la invitación que hace el Papa a discutir el problema en el ámbito de sus fundamentos teóricos, o mejor, de sus presupuestos culturales. En otras muchas ocasiones, al tratar cuestiones socio–económicas, el actual Pontífice había denunciado fallos, injusticias y carencias de la economía de mercado, aunque siempre quedándose en el interior, por decirlo de algún modo, del “universo cultural”. Esta vez, el mensaje, dirigido de modo significativo y explícito a los estudiosos y expertos de la ciencia económica, anima a una “nueva y exhaustiva reflexión sobre el sentido de la economía y de sus fines”. Es en este sentido como deben leerse las páginas que siguen, que tienen un doble propósito. Por un lado, hacer una crítica –aunque sea sintética– de las dos concepciones de Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467 HUMANIZAR EL MERCADO. PROPUESTAS PARA LA SOCIEDAD POSTINDUSTRIAL mercado dominantes hoy en día: la del mercado como un mal necesario y la del mercado como un instrumento para solucionar el problema político. Por otro, aportar argumentos a favor de la tesis de que es posible acordar que la economía civil es la vía más idónea para humanizar el mercado. El carácter expositivo de este texto, intenta, por una parte, conjurar el peligro de caer en la tentación de ir más allá de la realidad y convertirse en utopía, y, por otro, de quedarse en mero pesimismo y resignación. DOS CONCEPTOS ALTERNATIVOS DE MERCADO OMO SE HA anticipado en la introducción, una vez constatada la inviabilidad de reeditar el antiguo modelo de economía mixta, aunque se ponga al día, son dos las concepciones de mercado que hoy pugnan por la victoria en los ámbitos cultural y político1. La primera se refiere al concepto de mercado como “mal necesario”, o sea, como institución de la que no se puede prescindir porque es garantía de progreso y de éxito económico, aunque en sí mis- C ma es un “mal” del que hay que protegerse y al que, por tanto, hay que tener bajo control poniéndole límites. Esta es la posición adoptada por los teóricos de la “tercera vía”, para quienes es necesario separar la esfera de la economía del resto de la sociedad, y utilizar la primera como instrumento de la segunda. En esta línea se encuentra la proposición central del documento suscrito por T. Blair y G. Schröeder en el mes de junio de 1999, Europe, the Third Way: “Apoyamos la economía de mercado, pero no la sociedad de mercado”. La segunda concepción del mercado alude a éste como medio de resolver los problemas políticos (el concepto de mercado entendido únicamente como economía privada). Se trata de una visión en sintonía con el espíritu –aunque casi nunca con la praxis– del liberalismo clásico, que puede entenderse como la solución al problema político a través de los medios económicos. El reto actual consiste en superar estas dos visiones antagónicas del mercado, ambas reductoras y limitantes, aunque por razones distintas. Se trata, por tanto, de inventar –según la acepción latina del Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467 STEFANO ZAMAGNI término– un modelo de mercado que funcione como estructura civilizadora de la sociedad, que sirva para humanizar la economía. Por humana entiendo una economía capaz tanto de incluir a toda la humanidad como de valorar al hombre en sus múltiples dimensiones. Significa que hay que concebir el mercado no solamente como un mecanismo, sino también como un mundo vital que ha de cumplir tres funciones interrelacionadas. En primer lugar, ser una institución capaz de producir riqueza de manera eficiente y de redistribuirla de acuerdo con los cánones de equidad fijados en el ámbito político. En segundo término, ser un lugar en el que puedan operar también, de manera autónoma e independiente, aquellos sujetos económicos que, aunque no tengan como fin el beneficio, estén igualmente en posición de generar valor, o sea, riqueza. La tercera función concibe el mercado como espacio en el que el consumidor es ciudadano, es decir, portador de derechos respecto al producto de la actividad económica –bien o servicio– y al proceso que conduce a dicho producto. Es un hecho que hoy en día, a igual calidad, el precio no es el único factor determinante para los consumidores. De ello da prueba el llamado consumo crítico, que afecta a las empresas que en sus procesos de producción pisotean los derechos fundamentales del hombre. (Piénsese en recientes campañas de boicot a ciertas compañías). Antes de continuar, es necesario explicitar las razones por las que los dos conceptos de mercado arriba indicados me parecen inaceptables. En primer lugar, ¿por qué resulta peligroso separar la economía de mercado de la sociedad de mercado? Como observa Dahrendorf, en un mundo como el actual, en el que conviven distintos modelos de capitalismo –recuérdese la famosa tipología de M. Albert– así como diferentes formas de socialdemocracia, resulta conceptualmente impropio e irresponsable hablar de tercera vía. No es suficiente afirmar, como Giddens2, que la tercera vía contiene seis áreas de realización: una nueva política relacionada directamente con la ciudadanía; una política económica de inversiones sociales centrada en la oferta; nuevas relaciones entre estado, mercado y socie- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467 HUMANIZAR EL MERCADO. PROPUESTAS PARA LA SOCIEDAD POSTINDUSTRIAL dad civil; un nuevo bienestar basado en el equilibrio entre riesgo y seguridad; una modernización ecológica más intensa, y en último lugar, fuertes iniciativas transnacionales. De hecho, la primera o la segunda vía podrían tener esos mismos objetivos, en caso de que se especificase el modelo más apropiado para llevarlos a cabo. Prueba de ello es que, sin conocer la fuente, un lector difícilmente podría notar las diferencias entre los programas políticos de Aznar en España y los de Blair en el Reino Unido. En segundo lugar, una afirmación como “el estado no debe remar, pero sí estar al timón”, recogida en el documento de Blair y Schröeder anteriormente citado, constituye una toma de posición decisiva en contra del concepto de Estado–emprendedor, es decir, del Estado asistencial más allá de las intenciones y, por otro lado, oculta el riesgo de dirigismo. (En la época de la globalización, los riesgos de autoritarismo, innatos al diseño de toda transformación tecnológica guiada por sistemas autorregulados, son ya un hecho: piénsese en el modo en que instituciones como el Consejo de la OTAN, el Fondo Monetario Internacional, el Consejo de Ministros de la UE, etc. toman sus decisiones, sin que haya un verdadero control democrático). Es obvio que quien está al timón traza las rutas, una tarea que corresponde –según la perspectiva personalista– a la sociedad civil. Pero hay más. El argumento principal que sostiene la tesis “sí a la economía de mercado, no a la sociedad de mercado” es la lucha contra las desigualdades: solamente un fuerte intervencionismo redistributivo por parte del Estado puede reducir el abismo entre los individuos y los grupos sociales. Sin embargo, las cosas no son así. Las desigualdades económicas en los países avanzados, que se habían reducido a partir de 1945, han vuelto a crecer escandalosamente durante los últimos veinte años y no hay ningún signo de inversión en esta tendencia. Entre otras, hay que buscar las causas en las nuevas tecnologías, en la competencia exacerbada en los mercados globales o en la fuerte terciarización de la economía actual. Pero la cuestión no es ésta; se trata más bien de saber por qué hoy en día las Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467 STEFANO ZAMAGNI desigualdades siguen creciendo, a pesar de las intervenciones estatales en la economía. (En el caso de Italia, el Estado es intermediario de aproximadamente el 50% de la riqueza generada en el país, y es sabido que la presión fiscal ha alcanzado niveles máximos, un 44% aproximadamente). Una reciente investigación de Richard Posner, que ha analizado la correlación entre las medidas de estabilidad política y las de reducción de las desigualdades en Estados Unidos, perfila una posible respuesta en este sentido. Para Posner, la estabilidad política es un objetivo que no se alcanza con la redistribución sino con el crecimiento económico. La permanencia de un gobierno viene determinada mucho más por su capacidad de acrecentar el nivel de riqueza, que por su habilidad para redistribuirla de modo ecuánime entre los ciudadanos. Tristemente, la realidad demuestra que los pobres –los marginados, los discriminados– no votan, no tienen voz que les represente. Mientras no se defrauden las expectativas de los ciudadanos respecto al crecimiento del PIB, y hasta que su número no supere un cierto umbral críti- co, las desigualdades sociales, aunque sean fuertes, no pondrán en peligro la estabilidad política. El estancamiento es hoy en día el verdadero peligro para la estabilidad de los gobiernos. Esto explica por qué, por ejemplo, una sociedad como la americana tolera más de 35 millones de pobres en sentido absoluto (aproximadamente el 15% de la población) –que son aquellos cuyo nivel de ingresos no sobrepasa la línea de la pobreza– y aproximadamente 45 millones de ciudadanos sin ningún tipo de cobertura ni seguro sanitario. Mutatis mutandis, la situación italiana y la europea en general son también preocupantes. Por ese motivo no tiene sentido contraponer la sociedad de mercado a la economía de mercado, si con ello se quiere expresar que “el mercado produce riqueza, pero no genera ni solidaridad, ni valores, ni objetivos, ni significados. El capitalismo es una fuerza que se mueve, pero que no se sabe a dónde va”, como afirmó L. Jospin en un seminario que tuvo lugar en Florencia en noviembre de 1999. Si nos obstinamos en pensar que la redistribución tiene que ser una tarea exclusiva del Estado, reali- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467 HUMANIZAR EL MERCADO. PROPUESTAS PARA LA SOCIEDAD POSTINDUSTRIAL zada solamente a través de la imposición fiscal, asistiremos inertes y tal vez hipócritamente desconsolados al aumento de las desigualdades y de las injusticias. Esta es la razón por la que es necesario intervenir también en la producción de la riqueza y no solamente en su redistribución; si no será demasiado tarde. Esta última consideración da pie a una tercera crítica a la idea del mercado como un mal necesario, como un lugar en el que los individuos sólo se mueven por el interés privado, y por él están dispuestos a todo, tal como sucedía en la selva de la que hablaba Hobbes: mors tua, vita mea. Esta teoría niega que en el mercado pueda haber sitio para comportamientos de otro tipo, inspirados en valores diferentes a los del propio interés. De este modo, el altruismo no sería otra cosa que un egoísmo enmascarado o, como máximo, un egoísmo iluminado, en ningún caso mezquino –tal y como había afirmado lapidaria y cínicamente Nietzsche: “Vuestro vecino alaba la ausencia de egoísmo porque de ella obtiene un beneficio”. Según esta visión, quien está dentro del mercado debe, obligatoria- mente, buscar el embeleco, el engaño, la explotación y otros vicios. (Nótese que aquí no se discute si en contextos especiales o en periodos históricos determinados, el mercado ha funcionado o no de manera morbosa o perversa; sino si la institución del mercado, para funcionar, debe incorporar necesariamente la norma hobbesiana). Este modo de pensar ha conducido a una doble consecuencia negativa. Si la sola motivación que induce a los individuos a actuar en el mercado es la búsqueda del interés privado, está claro que el único juicio de valor al que éste puede someterse es el de la eficiencia, o sea, si admite o no la máxima realización posible de los intereses de aquellos que toman parte en él. No es posible atribuir al mercado otros fines, como la justicia económica. Pero es evidente que cuanto más se difunde esta idea entre los individuos, más se les induce a actuar según ese canon: un efecto de contagio descrito por sociólogos y antropólogos. La otra consecuencia negativa es la atribución al Estado de la tarea de reordenar la realidad según el principio de moralidad. Si el Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467 STEFANO ZAMAGNI mercado por naturaleza es injusto, no satisface las auténticas necesidades humanas y tiende inexorablemente a mercantilizar toda relación humana, la moralidad corresponde solamente a la sociedad política, que debe dar órdenes sobre lo que hay que hacer y sujetar fuertemente “el timón”. De ello resulta que, en vez de sostener que el Estado y el mercado son dos instituciones capaces de perseguir, con distintos métodos, los fines morales que la sociedad necesita, y en vez de favorecer la simbiosis de los elementos positivos de ambas, se acaba afirmando la primacía moral de una sobre la otra: el mercado como mal necesario. La crítica al concepto liberal–individualista del mercado, difundido y teorizado por el pensamiento único del one best way es, en cierto sentido, similar a la anterior. Como ya he aclarado3, sus defensores entienden el mercado como una institución contextualizada que se basa en un substrato normativo bien definido. Evidentemente, las normas legales vigentes no son suficientes para regular la interacción económica. La cultura y la competencia –“los dos agentes de- terminantes del mercado”, según la expresión de J. S. Mill– actúan de acuerdo con las necesidades y dentro del cuadro normativo existente. Está claro que el peso específico de estos dos agentes no ha sido el mismo durante los distintos momentos históricos: en las sociedades tradicionales (en buena parte, las pre-capitalistas), el agente con más pujanza es la cultura (entendida como conjunto de normas sociales y convenciones); mientras que en las sociedades modernas, las fuerzas que prevalecen son las competitivas, en la medida en que éstas acaban por erosionar de manera progresiva la actividad económica basada en convenciones y normas sociales. Esta teoría prevé, por tanto, que conforme pasa el tiempo, la competencia regulará las relaciones económicas casi integralmente. Podría decirse que la modernidad, entendida como una etapa en el proceso de evolución cultural, tiende de modo inexorable a sustituir las relaciones interpersonales por las leyes anónimas e impersonales del mercado. Naturalmente, los partidarios de la one best way tienen también que admitir que esa sustitución nunca será com- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467 HUMANIZAR EL MERCADO. PROPUESTAS PARA LA SOCIEDAD POSTINDUSTRIAL pleta. La “competencia” jamás podrá reemplazar por completo a la “cultura”, pues siempre existirán ámbitos de actividad económica en los que no funcionará el principio de intercambio que regula las transacciones de mercado, tal y como se describe en los manuales. Siempre quedará en pie, incluso en la más moderna sociedad de mercado, una esfera de relaciones económicas regulada por las convenciones y normas sociales, con independencia de que se hagan o no a través del mercado. Se trata de la esfera de actividad propia del sector no lucrativo. De todas maneras, será una esfera de relaciones con carácter residual, de escasa importancia cuantitativa y que no cuestionará la lógica de funcionamiento de la competencia. Tanto es así que, cuando las organizaciones sin ánimo de lucro sobrepasan un determinado umbral y salen de su propio nicho, comienzan a tener dificultades: sus beneficios fiscales y su actividad se reducen, y se les pone bajo tutela política o mercantil. Existen algunos valores –tal y como reconocen los partidarios de la línea de pensamiento individualista– que el mercado debe tener en cuenta y que son necesarios tanto para su existencia como para su correcto funcionamiento. Piénsese en valores como la libertad, la honestidad y la confianza. Ciertamente, sin libertad para la iniciativa empresarial y sin libertad de intercambio, el mercado no podría existir. Del mismo modo, si los agentes económicos no respetasen los compromisos adquiridos ni las normas legales vigentes y, sobre todo, si no se estableciera entre ellos una tupida red de relaciones de confianza, el mercado no podría prosperar. Además, estos presupuestos deben existir antes de que el mercado empiece a actuar, y constituyen un patrimonio indestructible al paso del tiempo. La one best way no ha surgido de la duda sobre si el proceso de mercado podría terminar erosionando los valores en los que se basa y sin los que ninguna economía de mercado podría permanecer. Por ejemplo, si los resultados del mercado conculcan los más elementales criterios de justicia distributiva, ¿podría pensarse que la honestidad y la confianza siguen constituyendo el soporte del mercado? San Agus- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467 STEFANO ZAMAGNI tín aporta en este sentido una respuesta convincente y con extraordinaria frescura: “¿Qué es una comunidad de ciudadanos sino una multitud de personas unidas entre sí por el vínculo de la concordia? En el estado, lo que los músicos llaman armonía, es la concordia: la concordia civil no puede existir sin la justicia” (Civ. Dei, 2,21). De hecho, ¿por qué los agentes económicos confían unos en otros y respetan los compromisos contractualmente adquiridos, si tienen conciencia de que el juego de mercado es manifiestamente injusto? ¿Qué les sucede a los que, por una razón u otra, no consiguen tomar parte en el juego del mercado o quedan fuera de él por haber perdido o por estar demasiado lejos de los vencedores? La solución que se propone está en el conocido modelo dicotómico de orden social, según el cual el Estado se identifica con el lugar común de los intereses públicos (o sea de la solidaridad) y el mercado con lo privado (o sea, con la persecución de los objetivos individuales). En la esfera pública, el Estado es quien debe ocuparse de la solidaridad en favor de los que no consiguen seguir el ritmo de los vencedores: para ello se necesita el welfare, que tiene que ser selectivo y no universalista. En el ámbito privado, el mercado debe ocuparse de la eficiencia, de la producción de riqueza en condiciones óptimas o, como mucho, de la filantropía o de la “caridad”. ¿Qué es lo que no se mantiene en pie en esta representación, aparentemente persuasiva, de las sociedades de mercado? En primer lugar, no es cierto que cuanto mayor sea la extensión del mercado mayor será el bienestar de todos. Es decir, no es verídica la metáfora que afirma que “cuando la marea sube, levanta todos los barcos”. Ésta es la imagen preferida por los principales exponentes de la más reciente elaboración liberal–individualista. Ellos piensan que al ser el bienestar de los ciudadanos una función de la prosperidad económica, y al estar esta última ligada a la extensión de las relaciones de mercado, la verdadera prioridad de la acción política consistirá en asegurar unas condiciones fiscales favorables y una adjudicación óptima de los derechos de propiedad que garanticen el florecimiento de los mercados. Des- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467 HUMANIZAR EL MERCADO. PROPUESTAS PARA LA SOCIEDAD POSTINDUSTRIAL de este punto de vista, en el momento en que el estado social redistribuye la riqueza, quedándose fuera de los mecanismos de su producción, cuanto más voraz sea (generando graves efectos distorsionadores en el mercado), y cuanto más se utilicen sus instrumentos con fines políticos (alterando de este modo la normal dialéctica democrática), mejor actuará como factor de crecimiento económico. De aquí la sugerencia de que el sistema de welfare se ocupe solamente de aquellas personas a las que la competencia del mercado deja de lado. El resto, es decir, quienes consiguen quedarse dentro del círculo virtuoso del crecimiento económico, deberán velar por sí mismos por medio de seguros privados. ¿Por qué semejante línea argumental es débil? Por la sencilla razón de que la igualdad de oportunidades para todos es una condición que debe prevalecer durante toda la vida de los individuos y no solamente una tantum, en el momento en que entran en el juego económico. Dicho de otra forma, no es suficiente asegurar la igualdad de oportunidades al principio de la competi- ción para garantizar a todos los ciudadanos el disfrute de idénticas condiciones de libertad. De hecho, la competencia en el mercado es muy diferente a la deportiva. En esta última, gana el más dotado, el más hábil, si bien ello no le da derecho a partir de una posición ventajosa en la siguiente competición: todos salen de idénticas situaciones en cada fase del juego. No ocurre lo mismo en la competencia de mercado, en la que el vencedor de la primera vuelta puede modificar a su favor las reglas del juego. En este sentido, la historia económica es generosa en ejemplos: piénsese en cómo se han formado muchos monopolios y oligopolios a lo largo del tiempo. La cuestión es que, tal y como Adam Smith4 había advertido, el emprendedor privado siente aversión por la libre competencia, pues como individuo sólo puede salir perdiendo de ella. De hecho, la teoría económica enseña que en los mercados perfectamente competitivos los beneficios tienden a desvanecerse a largo plazo. Si esto no se produce, como de hecho sucede, es porque los vencedores momentáneos consiguen modificar las reglas del juego, creando posiciones fa- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467 STEFANO ZAMAGNI vorables a sí mismos tanto en los aspectos legales, como en los financieros y tecnológicos. Es decir, los animal spirits de la economía capitalista abundan en la fase inicial del juego de mercado, aunque tienden a apoltronarse en etapas posteriores. En este sentido, lo mejor que el Estado podría hacer es crear las condiciones más adecuadas para garantizar una competencia efectiva entre los agentes económicos, en vez de ejercer él mismo como empresario con la ilusión de actuar como contrapeso. Como se sabe, lo que ha pasado es justamente lo contrario: la colisión, a menudo tácita y de vez en cuando patente, entre la economía pública y la privada. Una vez más, la experiencia italiana resulta muy elocuente en este aspecto. La novedad más preocupante de la era de la new economy –la economía del conocimiento y de las redes– es la emergencia de una nueva forma de competencia, la posicional. Su principal característica es que “quien gana, lo gana todo, y quien pierde, lo pierde todo”: se trata del llamado “efecto superstar”, como lo ha definido el economista americano Shermin Rose. No se requiere mucho esfuerzo para comprender que la igualdad inicial de oportunidades sirve de muy poco cuando se está frente a fenómenos de competencia posicional. De hecho, los resultados están a la vista de todos: nunca como en estos últimos veinte años se había producido –como ya he mencionado– una explosión similar de desigualdades sociales horizontales (las que existen entre un grupo social y otro) y verticales (entre un individuo y otro), mientras que la riqueza en el ámbito mundial ha ido aumentando con unas tasas nunca vistas hasta ahora. Ésta es la gran aporía del actual modelo de desarrollo que el concepto liberal–individualista no consigue resolver: el extraordinario crecimiento económico (sostenido aumento de la riqueza) y el progreso civil (dilatación de los espacios de libertad de las personas) no consiguen caminar de la mano. En estas condiciones, el aumento del bienestar (welfare) no va acompañado por el aumento de la felicidad (well being). Reducir, o incluso anular, la capacidad de participar en el juego económico de quien, por una razón u otra, queda fuera del mercado, pro- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467 HUMANIZAR EL MERCADO. PROPUESTAS PARA LA SOCIEDAD POSTINDUSTRIAL duce un racionamiento de la libertad que resulta siempre nocivo para la felicidad de todos. LA ECONOMÍA CIVIL COMO ESTRUCTURA DE HUMANIZACIÓN DEL MERCADO ¿ QUÉ HACER para que el mercado vuelva a ser –como lo era en sus principios, en el Renacimiento- un medio para consolidar el vínculo social, a través de la promoción de políticas de distribución de la riqueza, y de la creación de un espacio económico en el que los ciudadanos puedan regenerar aquellos valores (confianza, solidaridad, simpatía) sin los que el mercado no podría ni existir, ni funcionar bien?5. Buscar respuesta a esta pregunta significa reconocer, por lo menos implícitamente, que existe una pluralidad de modelos de sociedad de mercado, cada uno compatible con una cultura particular, o sea, con un sistema de valores compartidos por los individuos. También significa reconocer que la elección del modelo es para la sociedad civil una cuestión prioritaria y, seguramente, no menos noble que tratar de adaptar un modelo determinado, heredado del pasado o importado del extranjero. La condición que hay que satisfacer para contestar positivamente a la pregunta planteada anteriormente es que pueda establecerse dentro del mercado –y no fuera o al lado de él– un espacio económico formado por individuos cuyo comportamiento tiene razón de ser con referencia a un sistema de valores preciso, o sea, a una cultura bien definida. Las actividades desarrolladas en este espacio no pueden separarse del vínculo que las ha motivado; además, encajan dentro del comportamiento económico de la reciprocidad, entendida en toda la rotundidad de su significado. Esta aclaración es importante porque, lamentablemente, en mi país el principio de reciprocidad sigue confundiéndose con el de intercambio, hasta el punto de contraponerlo a la gratuidad o a la donación. Ello se debe al hecho de que nuestra cultura está tan impregnada de economicismo que cada vez que se habla de una relación entre dos o más individuos, se piensa inmediatamente en el intercambio: te doy al- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467 STEFANO ZAMAGNI go o te hago un servicio y tu me das el contravalor en dinero o en especie. Solamente de este modo podemos explicarnos afirmaciones como ésta: “si el paradigma de la vida fuese solamente el intercambio, la perfecta reciprocidad o la onerosidad de toda relación humana, no se podría fundar una comunidad, sino como mucho un mercado. La absoluta inadecuación de la vida humana, de los valores que crean una comunidad, a cualquier forma de transacción en cierto sentido económica, coloca la gratuidad y la donación en una posición central”. Pero el intercambio no puede confundirse con la reciprocidad, cuyo aspecto esencial es que las transferencias que genera son indisociables de las relaciones humanas: los objetos de las transacciones son inseparables de los individuos que las crean; es decir, en el ámbito de la reciprocidad el intercambio deja de ser anónimo e impersonal. En otros textos6, me he detenido a ilustrar las considerables diferencias analíticas que existen entre el principio de intercambio, en el que se basa la esfera de la economía privada, y el principio de reciprocidad, que es la base de la eco- nomía civil. (La expresión “economía civil” apareció por primera vez en el léxico político–económico en 1753, año en que la Universidad de Nápoles instituyó la primera cátedra de Economía del mundo, nombrando como titular a Antonio Genovesi, cuya obra fundamental se titula Lezioni di economia civile). Aquí me limito a recordar que la relación de reciprocidad viene dada por un conjunto de transferencias bidireccionales, cada una de ellas voluntaria de forma independiente, aunque todas unidas entre sí. Esa independencia implica que cada una de las transferencias es libre en la medida en que ninguna de ellas es condición para que se dé la otra, pues no hay ninguna obligación externa por parte del individuo transferente. Por el contrario, las transferencias generadas por el intercambio sí son condición unas de otras, hasta el punto de que la fuerza de la ley siempre puede intervenir para exigir que se lleven a cabo las obligaciones contractuales. En este sentido, hay más libertad en la relación de reciprocidad que en la de intercambio, porque en este último la transferencia en una dirección viene obliga- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467 HUMANIZAR EL MERCADO. PROPUESTAS PARA LA SOCIEDAD POSTINDUSTRIAL da por la opuesta. La otra característica de la reciprocidad –la unión de las transferencias– es lo que la distingue de la filantropía (o puro altruismo), que consiste en una serie de transferencias unidireccionales y aisladas. La reciprocidad postula, por tanto, un cierto equilibrio entre lo que se da y lo que se espera obtener a cambio (pero que no se exige), un equilibrio que no se manifiesta en un contravalor, sino en formas y modos que dependen de los parámetros culturales y de las normas sociales imperantes en cada sociedad. Es precisamente esta característica la que nos permite comprender cómo se genera esa correlación y, en consecuencia, cómo surge una nueva sociabilidad. En el altruismo puro, sin embargo, siempre se esconde la dependencia: si quien recibe no está en condición de corresponder, acabará por sentirse humillado y, con el tiempo, por odiar a su benefactor, como recuerda Séneca en la Carta X a Lucilio: “La locura humana ha llegado al punto de que hacer grandes favores a alguien puede resultar peligroso: puesto que quien los recibe considera vergonzoso no corresponder y quiere quitar del medio a su acreedor. No hay odio más amargo que el que nace de la vergüenza de haber traicionado a un benefactor”. Para evitar posibles errores, quisiera precisar que no comparto la tesis de que el comportamiento humano se guíe tan sólo por motivaciones intrínsecas (aquellas que tienen su origen en la constitución moral de los agentes), sino que éstas simplemente contribuyen a explicar las actuaciones del hombre y son parte integrante de la definición de sus normas de racionalidad. Es más, no pretendo de ningún modo sostener que sea posible gobernar una economía moderna solamente con el principio de reciprocidad como alternativa al de intercambio: más bien deseo afirmar que una sociedad de mercado que sepa estimular, en lugar de mortificar, los comportamientos pro–sociales, tenderá a actuar de manera más eficiente, reduciendo sustancialmente los costes de transacción relacionados con su actividad, y a funcionar de forma más satisfactoria para todos. En resumen, la idea central de mi exposición es que el hombre no es en sí mismo, só- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467 STEFANO ZAMAGNI lo o fundamentalmente individualista, como afirma el individualismo axiológico, ni solamente “socializador” como sostiene el comunitarismo, tan en boga hoy en día en los Estados Unidos, sino que tiende a desarrollar las inclinaciones más incentivadas en el contexto social en el que actúa. La tesis según la cual la pro–socialidad y la reciprocidad son “excepciones” que deben explicarse a la luz de la “primacía natural e histórica” del propio interés, parece tan extrema como la contraria. En su extraordinaria complejidad de comportamiento, el hombre puede guiarse por una gran variedad de motivaciones. La eficiencia y la justicia de una sociedad de mercado compleja dependen de su capacidad de estimular las mejores motivaciones individuales, dejando libertad a los agentes económicos para que busquen al mismo tiempo el mayor bienestar para sí mismos y para los demás, a través de una “razonable” mediación entre las dos instancias. Mediación que nace de la práctica recurrente de la interacción personal como valor en sí mismo. Es esta continua capacidad de mediación, que también acepta el “self–interest ilustrado”, aunque no la desarrolla, la que permite mantener las indispensables redes de confianza y de ayuda recíproca que “sostienen” las actividades de producción y de intercambio. La importancia del reto de tener en cuenta la categoría de la reciprocidad puede captarse reflexionando sobre los siguientes interrogantes. Por comodidad, supongamos que en el mercado actúan solamente dos tipos de individuos, los motivados por el interés propio y los que practican la reciprocidad: ¿cómo interaccionan entre ellos? Por ejemplo, en el caso del suministro privado de bienes de uso colectivo, ¿la interacción de los dos tipos de individuos lleva al free–riding generalizado, o es cierto que la existencia de agentes que actúan recíprocamente puede inducir a los autointeresados a portarse como si no fuesen tales, aunque sea por razones egocéntricas? En segundo término, ¿en qué circunstancias las actuaciones de los individuos que funcionan recíprocamente influyen en el resultado final del sistema económico –que los economistas llaman equilibrio agregado– y en qué otras lo Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467 HUMANIZAR EL MERCADO. PROPUESTAS PARA LA SOCIEDAD POSTINDUSTRIAL hacen las de los autointeresados? Por ejemplo, sabemos que si los contratos fuesen siempre completos, el resultado final sería igual al de una economía caracterizada por la única presencia de agentes autointeresados. Y viceversa, cuando los contratos no están completos –como ocurre en la mayoría de nuestras economías– el comportamiento recíproco de los agentes es el que produce resultados eficientes (first best). En tercer lugar, cuando en el mercado actúan distintos tipos de agentes, ¿cuál es el papel de las instituciones económicas? Como se sabe, las instituciones definen las reglas de interacción entre los individuos. Piénsese en las que regulan el funcionamiento del mercado de trabajo, de crédito, o de las empresas, entre otros. Si los individuos autointeresados y los que actúan recíprocamente intervienen en estos mercados, y puesto que las reglas del juego económico nunca son neutrales por naturaleza, es decir, indiferentes a la motivación que empuja a los individuos a la acción, está claro que se plantea un problema de diseño en el orden económico institucional. ¿Debe éste privilegiar o favorecer la labor económica de uno u otro tipo de individuos? Puesto que no existe ningún criterio indiscutible para establecer que la tesis antropológica del homo oeconomicus merezca más atención y más dignidad científica que la del homo reciprocans, es evidente que la dinámica evolutiva de nuestras sociedades dependerá de cómo se realice la coexistencia entre ambas formas de acción económica en el proyecto institucional. Por decirlo de otra manera, puesto que las motivaciones en que se basa la economía civil son (por lo menos) tan legítimas como las autointeresadas, en el momento en que una sociedad verdaderamente liberal va a forjar un cierto orden institucional, no puede impedir a priori el crecimiento y la difusión de las primeras sobre las segundas, como hoy en día está sucediendo de manera estúpida. ¿Es común la práctica de la reciprocidad en la realidad actual? A diferencia de lo que podría parecer, se trata de un fenómeno relativamente difundido en las sociedades avanzadas. La reciprocidad no actúa solamente bajo distintas formas y grados -en la familia, en pequeños grupos informales, en las asociaciones de vo- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467 STEFANO ZAMAGNI luntariado-, sino que está presente en todas las modalidades empresariales: desde la cooperativa, en la que la reciprocidad asume la estructura particular de la mutualidad, hasta las organizaciones sin ánimo de lucro y las no gubernamentales, en las que la reciprocidad llega a ser pura gratuidad, pasando por las más de setecientas empresas que apoyan el proyecto de economía de comunión. La evidencia empírica de los resultados económicos alcanzados hasta ahora por la economía civil y por sus modalidades concretas es amplia y muy exacta7. No es cuestión, por tanto, de ocupar aquí más espacio con este asunto. Basta recordar que, como muchos de los estudios sobre el desarrollo económico italiano han subrayado, el así llamado modelo de “nueva competencia” presupone, por su operatividad, tanto la disposición a cooperar por parte de los agentes, como una densa red de transacciones relacionales cuya estructura es muy similar a la que caracteriza las relaciones de reciprocidad. Es exactamente ahí donde se encuentra el secreto del éxito de nuestros distritos industriales, que no cesan de recibir atención por parte de estudiosos y empresarios extranjeros, y al mismo tiempo causan frustración por su dificultad de aplicación en otros lugares, sobre todo en el sur de Italia. Un hecho ampliamente documentado es la consolidación del modelo de nueva competencia en mi país, que ha prosperado en aquellas regiones que, en siglos pasados, desarrollaron fuertes estructuras de reciprocidad. En este sentido, hablar de mera correlación o de simple coincidencia histórica resultaría demasiado superficial y reductivo. Por esta razón no sirve de nada plantear la elección entre el principio de reciprocidad y el de intercambio. Puede que, además, resulte dañino porque una economía moderna necesita que ambos principios encuentren una realización concreta. A largo plazo, el mercado no puede basarse solamente en el principio del beneficio, como ya habían argumentado claramente Bernardino de Siena (¡en 1427!), Antonino de Florencia, Leonardo Bruni y Antonio Genovesi. La idea de basar todo tipo de transacción en la cultura del intercambio, y además con éxito, es muy ingenua. Si esta cultura llegase a Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467 HUMANIZAR EL MERCADO. PROPUESTAS PARA LA SOCIEDAD POSTINDUSTRIAL ser hegemónica, la responsabilidad individual coincidiría con lo pactado contractualmente. Cada uno actuaría siempre sólo según aquello que es de “su competencia”, con unas consecuencias fácilmente intuibles. Si la cultura del intercambio no se integra con la de la reciprocidad, se resentirá la capacidad de progreso. Por poner un ejemplo, la esfera privada de la economía no puede apreciar dos segmentos específicos de la población, como los minusválidos y las personas mayores, estas últimas cada vez más numerosas en nuestra sociedad, sin humillarlos. Sin embargo, y como es obvio, estas personas pueden producir valor, pero no dentro de empresas cuyo objetivo sea maximizar el beneficio. Por otro lado, un partidario del personalismo nunca podría aceptar que el asistencialismo estatal mantuviera a estos individuos, porque ello les quitaría parte de su dignidad y les haría sentirse insignificantes económicamente, algo que está pasando en Italia con los “trabajos socialmente útiles”. De ahí la urgencia de poner en marcha la esfera de la economía civil. La libre e igual competencia entre la econo- mía privada y la civil determinará qué bienes o servicios se abastecerán según la modalidad del intercambio y cuáles según la de la reciprocidad, tal y como estimen más conveniente o eficaz los propios ciudadanos. Todo ello sin ninguna clase de paternalismo. Sustancialmente, la posición que estoy defendiendo es que el pluralismo es necesario no solamente en lo político –cosa obvia– sino también en lo económico. Es plural y, por tanto, democrática la economía en la que caben varios principios de organización económica –el intercambio, la reciprocidad, la redistribución– sin que el orden institucional existente favorezca a ninguno de ellos. En una sociedad verdaderamente liberal, la efectiva (y no solamente virtual) competencia de oferta de muchos tipos de bienes (desde los privados a los públicos, los meritorios y los relacionales) entre distintos sujetos, establece qué modelo de abastecimiento prefieren los ciudadanos. En definitiva, la verdadera revolución copernicana es demostrar con los hechos que es posible estar dentro del mercado y en el mercado, guiando las acciones Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467 STEFANO ZAMAGNI económicas con una lógica distinta a la del beneficio. SENTIDO DEL TRABAJO Y PLENA OCUPACIÓN hasta ahora desarrollado encuentra una aplicación interesante en el ámbito del trabajo. La doctrina social de la Iglesia -a partir de la Rerum Novarum (RN)– se ha interesado por el tema del trabajo y su relación con la persona, con intervenciones en distintos ámbitos: desde el pontificio, al de las iglesias locales, pasando por el de los obispos. Sin embargo, es posible captar una interesante novedad: el cambio dado por el pontificado de Juan Pablo II en la más reciente doctrina social de la Iglesia. El enfoque se ha desplazado –por decirlo de algún modo– desde las problemáticas tradicionales (la explotación del trabajador y los criterios de determinación del salario justo; las relaciones entre el trabajador y el empresario; las cuestiones sindicales; la participación de los trabajadores en la gestión o en los beneficios de la empresa) a la gran cuestión del empleo y del “trabajo E L ARGUMENTO para todos”. En realidad, ya en la Laborem Exercens (LE) se habla del carácter distintivo del trabajo, que le permite jugar un papel especial en la sociedad porque une a las personas y crea la comunidad (LE, 20). Es decir, el trabajo es el creador de la sociedad humana y, por tanto, es necesario edificar una “cultura del trabajo” capaz de sintetizar sus distintas dimensiones: la familiar, la personal, la económica y la comunitaria. Recuérdese la rotunda afirmación de Juan Pablo II en la LE: “El trabajo es para el hombre y no el hombre para el trabajo”. De ahí, la invitación a pensar en términos de una “ecología social del trabajo” (Centesimus Annus, 38), para cuya realización, Juan Pablo II alude a la “subjetividad de la sociedad civil” (CA, 49). Este no es el lugar apropiado para profundizar en las razones del mencionado cambio. Me limito a indicar que, aunque no constituya un fenómeno nuevo en el mundo occidental, el hecho de que la Iglesia tenga en cuenta que el problema del empleo ha adoptado hoy formas y caracteres diferentes, no es ajeno a esta reorientación. Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467 HUMANIZAR EL MERCADO. PROPUESTAS PARA LA SOCIEDAD POSTINDUSTRIAL Hace cincuenta años, J. M. Keynes pensaba que el desempleo masivo en una sociedad rica era algo absurdo y vergonzoso, algo perfectamente eliminable. Hoy en día, nuestras economías son tres veces más ricas que las de antes. Keynes tendría razón al considerar el desempleo actual tres veces más absurdo y peligroso, porque en una sociedad tres veces más rica, la desigualdad y la exclusión social provocadas por él son, por lo menos, tres veces más disgregadoras. No debe olvidarse, además, que en los años treinta se sufrían los efectos de la crisis más grave experimentada por el capitalismo industrial, que redujo a la mitad el sector en Alemania y Estados Unidos. Hoy en día, sin embargo, parece que el desempleo es un instrumento para conseguir la prosperidad económica: no hace despidos la empresa que está en crisis sino la que está sana, porque quiere ampliar su margen de competitividad. Justamente eso es lo que crea el problema: el desempleo no es tanto un efecto o un síntoma de crisis, como una estrategia para competir con éxito en la época de la globalización. La doctrina social de la Iglesia, “que cami- na con la humanidad”, advierte que un orden social que incorpora ese uso estratégico del desempleo entre sus mecanismos de funcionamiento no es moralmente aceptable, y yo añadiría, no es económicamente sostenible. Debemos preguntarnos, entonces, si en lugar de discutir la cuestión poco a poco, proponiendo sugerencias y medidas válidas, pero por debajo de las necesidades, no sería más importante reflexionar sobre las características fundamentales del actual modelo de crecimiento, para conseguir con ello líneas de intervención menos resignadas e inciertas. La tesis que voy a exponer, sin llegar a argumentarla plenamente, es que hoy en día el desempleo es consecuencia de una organización social que es incapaz de articularse en el modo más adecuado para valorar los recursos humanos de que dispone. Es un hecho que las nuevas tecnologías de la Tercera Revolución Industrial liberan del proceso productivo un tiempo social que el actual orden institucional de nuestras sociedades transforma en desempleo. Por otro lado, el aumento de la disponibilidad de tiempo en el sistema producti- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467 STEFANO ZAMAGNI vo –utilizable para una gran cantidad de usos diferentes– sigue empleándose para producir mercancías (o servicios para la producción de mercancías) de las que podríamos prescindir, mientras que, por contraste, no se producen ni los productos ni los servicios que quisiéramos consumir. Ello demuestra que se malgastan demasiados esfuerzos en ideas y proyectos ilusorios, que sólo crean trabajo efímero o interino, en lugar de emplearlos en rediseñar la vida de la sociedad post–industrial. Sociedad que, afortunadamente, puede encargar las tareas más repetitivas a las “nuevas máquinas”, para que se pueda utilizar el tiempo libre en empleos que aumenten los espacios de libertad de los ciudadanos. Hoy en día sabemos que la competitividad es el horizonte más idóneo para proponer la creación de nuevos puestos de trabajo. Sólo las empresas competitivas pueden nacer y crecer y, por ello, crear empleo: los puestos de trabajo aumentan con los márgenes de competitividad de las empresas. Ésta es la nueva regla de oro del empleo, que supone una gran novedad respecto al pasado más reciente, cuando podía asegurarse (casi) el pleno empleo con el mantenimiento de las “ramas secas” de la economía. Sin embargo, ésa es una regla muy difícil de seguir en la práctica. En primer lugar, porque las nuevas tecnologías aumentan la productividad media del sistema por encima de la producción de bienes y servicios. Se ha constatado que la productividad media en los países de la OCDE aumenta un 3% al año. Por el contrario, es evidente que resulta prácticamente imposible incrementar la demanda media anual de bienes en un 3%. Piénsese en lo que ocurrió primero en el sector agrícola y más tarde en el de la industria de base (siderurgia, cemento, química): el aumento de la productividad fue acompañado de un incremento menor de la producción y, por tanto, de una drástica reducción del empleo. De hecho, si una sociedad que registra aumentos constantes y elevados de la productividad media, quiere mantener invariable su nivel de empleo –no estoy diciendo de ocupación– tendrá que aumentar su consumo en la misma medida en que ha acrecentado la productividad. Y, puesto que, el consumo de Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467 HUMANIZAR EL MERCADO. PROPUESTAS PARA LA SOCIEDAD POSTINDUSTRIAL bienes y sobre todo de servicios necesita tiempo, hay que consumir aún más frenéticamente para conservar invariable el nivel de empleo. Ya Linder, en un célebre ensayo de 19708, había indicado que el aumento de la intensidad del consumo llevaba a un resultado paradójico: el consumo cada vez mayor de bienes en una misma unidad de tiempo, disminuye, en lugar de aumentar, la utilidad de los individuos, algo que precisamente los agentes racionales tendrían que intentar maximizar. De hecho, aunque el incremento de la intensidad del consumo resulta útil en las primeras fases de desarrollo industrial, en las que aparece la producción en masa, tiende a producir una disminución de la utilidad conforme el proceso se va completando. Una segunda e importante razón por la que es prácticamente imposible respetar la nueva regla de oro del empleo, es que acabaría por desencadenar en nuestras sociedades una nueva forma de competencia, la que Hirsch9 llamó competencia posicional. El aspecto verdaderamente inquietante de la competencia posicional radica en lo que supone de competencia destructiva: agrava el bienestar tanto individual como social porque, si por un lado genera desperdicio de opulencia, por otro daña el tejido social. Como Tocqueville había anticipado brillantemente, la competencia posicional “nace de la igualdad como presupuesto y acaba por superarla: la igualdad de principio pone en movimiento la búsqueda de la desigualdad de hecho”10. A diferencia de lo que ocurre en las competiciones deportivas y en el mercado, donde sí hay vencedores y perdedores, pero es posible retomar el juego en fases sucesivas, aunque sea en condiciones distintas, en la competencia posicional el perdedor lo es para siempre11. En definitiva y para concluir. Hoy en día, no es el desconocimiento de posibles remedios ni la falta de instrumentos operativos lo que dificulta la solución al problema del empleo. La consecución del objetivo que identifica plena ocupación con pleno empleo choca frontalmente con la de otros fines igualmente lícitos e importantes: un crecimiento ecológicamente sostenible; un modelo de consumo que no aliene, distorsionando las preferencias individuales; Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467 STEFANO ZAMAGNI una sociedad no estratificada y tendencialmente “incluyente”. Por decirlo de otro modo, el límite insuperable de todas las propuestas destinadas a aliviar la plaga del desempleo, incluso de las más sutiles, es generar en nuestras sociedades peligrosos trade–offs: para distribuir el trabajo se impone un modelo de consumo neo–consumista. O bien se legitiman nuevas formas de pobreza (las llamadas nuevas pobrezas), o bien se reducen los espacios de libertad de los ciudadanos. Todo ello es inaceptable desde el punto de vista de la ética. Soy de la opinión de que cuando se alcanzan tales niveles, hay que atreverse a explorar vías nuevas. Sintetizando, es necesario intervenir en la frontera que hasta ahora ha mantenido separada la esfera del trabajo, como puesto de trabajo, de las demás actividades laborales, en el sentido de favorecer la ampliación de la segunda respecto a la primera. De hecho, la industria seguirá aumentando su producción y sobre todo su productividad. Pero estos aumentos no podrán constituir el motor del crecimiento. En particular, la industria no podrá acoger a todos los trabaja- dores obligados a marcarse otros objetivos por los continuos incrementos de productividad. Como se puede comprender, el exceso de trabajadores puede utilizarse de dos formas: degradando el trabajo sobrante en desempleo y/o en sub–remuneración, o bien redistribuyendo el trabajo necesario entre todos los individuos, mediante unas medidas de reducción del horario de trabajo. La primera vía es inaceptable; la segunda insuficiente. La cuestión es que quedarse tan sólo en el ámbito del mercado de los bienes privados –en el sector privado de la economía– hace impensable dar trabajo a todos los “liberados” por los aumentos de productividad, sin que ello desencadene problemas de sostenibilidad y compatibilización, de los que ya se ha hablado en el párrafo anterior. Lo que propongo es favorecer con políticas adecuadas la transferencia del trabajo liberado del sector privado de la economía al civil. El producto de la economía civil posee dos características. La primera es que los bienes producidos por el sector civil de la economía, con clara ventaja comparativa respecto a los demás, pertene- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467 HUMANIZAR EL MERCADO. PROPUESTAS PARA LA SOCIEDAD POSTINDUSTRIAL cen a la categoría de los bienes relacionales (servicios para las personas; bienes meritorios; algunos tipos de bienes públicos), o sea, aquéllos que sólo se producen y se disfrutan de manera óptima cuando se hace conjuntamente entre productores y consumidores, a través de las relaciones que los unen12. La segunda característica es que el trabajo que se desarrolla en las organizaciones que forman el variado mundo de la economía civil presenta unas propiedades distintas a las del trabajo asalariado, al que antes he llamado empleo. Sustancialmente, si es cierto –como parece– que la calidad de vida se mide por la libertad, entendida como posibilidad de autorrealización (mientras que el aumento de la renta per–cápita indica simplemente una mayor capacidad de gasto), entonces, todo lo que favorece el surgimiento de bienes relacionales en los ámbitos legislativo, administrativo y financiero, permite una ampliación de los espacios de libertad del ciudadano. En este sentido puntual, una estrategia auténticamente liberal es todo lo contrario de una estrategia “liberista”, dado que deja a los individuos de la sociedad civil, portadores de cultura, que determinen qué bienes y servicios desean que se produzcan y distribuyan según la regla del mercado privado (la regla del beneficio) y cuáles, por el contrario, se oferten según la regla del mercado civil (la regla y el principio de reciprocidad). EN LUGAR DE UNA CONCLUSIÓN L SENTIDO ÚLTIMO de esta exposición es que la actuación de la democracia en una sociedad avanzada lleva consigo una demanda de relacionalidad, que debe interpretarse y satisfacerse con atención si se quieren evitar efectos perversos de gran importancia. La cuestión central de la transición hacia el post–fordismo radica en saber cómo actuar para que sean los ciudadanos quienes decidan con libertad qué modalidades de oferta de bienes demandan. Lo que está en juego no es tanto la libertad de decidir qué bienes se van a producir (privados, públicos, meritorios o relacionales), como la libertad de decidir sus modos de abastecimiento. Ésta es la razón por la cual no se puede invocar E Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467 STEFANO ZAMAGNI al principio de eficiencia para decidir qué producir y cómo hacerlo. Los admiradores acríticos del mercado como institución social olvidan que es justamente la expansión hegemónica de las relaciones a las que he llamado economía privada, la que destruye, lenta pero inexorablemente, las normas y convenciones sociales que están en la base de la economía civil y, de este modo, preparan el camino para la afirmación de nuevas formas de estatalismo. Hoy en día, es urgente tener en cuenta que el crecimiento hipertrófico del Estado y del mercado privado no es algo secundario en la explicación de los numerosos problemas que preocupan a nuestras sociedades. Si así fuese, el remedio no se encontraría en la radicalización de la alternativa entre economía pública y privada, o sea, entre neo–estatalismo y neo–liberalismo, sino en el vigoroso “florecimiento” de las formas de organización que caracterizan a toda economía civil moderna. Lo que se pretende es que se actúe rápidamente para superar el concepto de economía de mercado, que una determinada divulgación de la tradición del pensa- miento liberal y marxista nos ha transmitido desde mediados del siglo XIX, un concepto según el cual el mercado existe únicamente en la esfera de las empresas privadas, o sea, de las organizaciones que actúan por el beneficio. El efecto más nocivo del concepto restringido (y obsoleto) del mercado es hacernos creer que un comportamiento que se inspire en valores diferentes de los del interés propio lleva inexorablemente al desastre económico. Animándonos a esperar lo peor de los demás, este concepto acaba por hacer aflorar lo peor de nosotros mismos. Y no sólo eso; acaba también por limitar enormemente el recurso a capacidades como la fantasía, la benevolencia, la reciprocidad, puesto que las considera meramente intrínsecas al carácter humano y no unidas al proceso de civilización de la sociedad. Voy a concluir con la referencia a un pensamiento antiguo y por eso mismo actual. Ambrosio veía en la auténtica cultura dos movimientos: nova semper quaerere (“buscar siempre lo nuevo”) y parta custodire (“conservar lo que se ha conseguido”). Un proyecto cultural debilita su función si se limita a conservar y no se preocupa Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467 HUMANIZAR EL MERCADO. PROPUESTAS PARA LA SOCIEDAD POSTINDUSTRIAL de buscar lo nuevo, de explorar las res novae. Pero también va a menos cuando por perseguir lo “nuevo” pierde el contacto, o incluso corta la unión, con sus raíces. Por tanto, hay que buscar la vía para unir las alas con las raíces. Es cierto que las raíces sin alas se convierten en un freno, en un obstáculo para el desarrollo, pero no es menos cierto que las alas sin raíces, es decir, sin la capacidad de orientación que de ellas proce- de, corren el peligro de transformar al hombre en la ingenua paloma de la que hablaba Kant en su Crítica de la razón pura: “La ligera paloma, mientras hiende el aire que le ofrece resistencia durante el vuelo libre, podría imaginar que volaría mucho mejor en un espacio sin aire”. Pero moverse en un “espacio sin aire” lleva sólo a la utopía, o sea, literalmente, a “ninguna parte”. Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467 STEFANO ZAMAGNI NOTAS 1 Para un tratamiento más exhaustivo del argumento desarrollado en este párrafo, consultar mi libro (2000), Sui rapporti tra società civile, societá di mercato e società politica, Mimeo, Bolonia. Un enfoque de tipo antropológico y sociológico del tema en Donati, P. (1992), Teoria relazionale della società, Laterza, Bari. 2 Giddens, A. (1999), La tercera vía, Il Saggiatore, Milán. 3 Zamagni, S. (2000), “Economia civile e società globale: elementi per un progetto sostenibile”, en Umanizzare l’economia, Monti, Saronno. Véase también Zamagni, S. (1999), “Social paradoxes of growth and civil economy”, en Gandolfo, G. y Marzano, F. (eds), Economic Theory and Social Justice, Macmillan, Londres. 4 En su célebre obra La riqueza de las naciones, de 1776, Smith está tan preocupado por salvaguardar las razones de la libertad, que despotrica contra el espíritu monopolizador de comerciantes y manufactureros, quienes, en su opinión, no son ni deberían ser jamás los gobernantes de la humanidad (p. 483). 5 He desarrollado el tema de este párrafo, aunque desde una perspectiva distinta, en el ensayo (2000), Humanizing the Economy: on the Relationship Between Catholic Social Thinking and Economic Discourse, Mimeo, Bolonia. Véase también Oakeshott, M. (1993), Morality and Politics in Modern Europe, Yale University Press, Nueva York. Una interesante historia de los distintos conceptos de estado en la época moderna en Toulmin, S. (1990), Cosmopolis, Chicago Univer- sity Press, Chicago. Toulmin distingue entre dos tipos de modernidad: el humanismo escéptico del Renacimiento tardío, unido a los nombres de Montaigne, Erasmus o Shakespeare, y el racionalismo de los últimos años del siglo XVI, representado por Descartes y, más tarde, por Newton. Toulmin demuestra que el proyecto racionalista encuentra un gran impulso en el desarrollo del estado-nación después de la paz de Westfalia, y cómo llega a su fin en los años sesenta del siglo XX, tras el asesinato de J. F. Kennedy, acontecimiento a partir del cual empezó el proceso de erosión de la autoridad moral de los estados nacionales. 6 Zamagni, S. (1997), “Economia civile come forza di civilizzazione per la società italiana”, en Donati, P., La società civile in Italia, Mondadori, Milán. Véase también Bauman, Z. (1999), La sociedad de la incertidumbre, Il Mulino, Bolonia. 7 Una puesta al día, desde el punto de vista conceptual, de los resultados alcanzados por el proyecto de la economía de comunión en Bruni, L. (2000), Economia di comunione, Città Nuova, Roma. Para la evidencia empírica de las realizaciones del principio de reciprocidad véase también Fehr, E. y Gachter, S. (1998), “Reciprocity and economics: the economic implications of homo reciprocans”, European Economic Review, 42. 8 Linder, S. (1970), The Harried Leisure Class, Columbia University Press, Nueva York. Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467 HUMANIZAR EL MERCADO. PROPUESTAS PARA LA SOCIEDAD POSTINDUSTRIAL 9 Hirsch, F. (1976), The Social Limits to Growth, Oxford University Press, Oxford. 10 Citado en Orsini, P. (1976), “La domanda posizionale e le risposte del mercato”, Rivista Internazionale di Scienze Sociali, sept. 11 En cierto modo es lo que S. Rose llama “el efecto superstar”, según el cual, en muchos ámbitos de la actividad económica quien gana, lo gana todo y quien pierde lo pierde todo. Ello explica el incremento progresivo en los últimos veinticinco años de la desigualdad que va unida al aumento de la riqueza media, auténtica paradoja (y escándalo) de nuestra época de desarrollo. 12 A diferencia de un bien privado, del que se puede disfrutar a solas, y a diferencia de un bien público, del que pueden disfrutar conjuntamente varios individuos, un bien relacional presenta una doble connotación. En lo que a su producción se refiere, exige la coparticipación de todos los miembros de la organización, sin que sus términos sean negociables. Ello implica que el incentivo que empuja a unos individuos a tomar parte en la producción del bien relacional, no se extiende a la relación que los une: la identidad del otro cuenta. (Piénsese en lo que ocurre en una cooperativa social o en una asociación de voluntariado). En cuanto al consumo, la función de un bien relacional no puede perseguirse prescindiendo de la historia de los individuos, porque la relación con el otro es constitutiva del momento del consumo y, por tanto, determina su utilidad. Sobre la temática de los bienes relacionales véase Gui, B. (1994), “Interpersonal relations: a disregarded theme in the debate on ethics and economics”, en Wameryd, L., Ethics and Economic Affairs, Routledge, Londres. Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 439-467 ¿HA EXISTIDO UN MALENTENDIDO HISTÓRICO ENTRE LA IGLESIA Y LOS LIBERALES? UN DEBATE ENTRE CARLOS RODRÍGUEZ BRAUN Y RAFAEL TERMES Va siendo largo el debate sobre la compatibilidad entre los principios de la doctrina social de la Iglesia y los llamados principios liberales, acerca de la condición humana y la organización social. Tengo que confesar que cuando Carlos Rodríguez Braun amablemente aceptó la invitación a colaborar con esta revista, me sorprendió al proponer tan debatido y delicado tema. Después de leerlo, me pareció que precisamente por ser una cuestión debatida sobre un aspecto tan sensible, algunos lectores de la revista podrían pensar que no era justo dar cabida a sólo una de las posibles posturas. Además, sin ese contraste, también podría suceder que, aparte de los entendidos, el resto de los lectores no tuvieran una perspectiva del núcleo de ese interesante debate. Comenté esa posibilidad con el autor, que como corresponde a un buen liberal, aceptó encantado. En su artículo Rodríguez Braun hace referencia a Lucas Beltrán y a Rafael Termes, dos autores que se confiesan liberales, pero que en ese tema mantienen posturas, si no discrepantes, al menos distintas a la sostenida por el autor. Desgraciadamente ya no es posible contar con la valiosa opinión del profesor Lucas Beltrán, pero sí con la del profesor Termes. Con la amabilidad y juventud de espíritu que le caracterizan, el profesor Termes, buen amigo de Rodríguez Braun, aceptó el reto que le proponía. Espero que la lectura de estos dos artículos constituya una valiosa aportación a la clarificación de la cuestión disputada. Miguel Alfonso Martínez-Echevarría Director de la Revista Empresa y Humanismo TENSIÓN ECONÓMICA EN LA CENTESIMUS ANNUS a CARLOS RODRÍGUEZ BRAUN* Este artículo analiza el humanismo cristiano de la Doctrina Social de la Iglesia explorando ampliamente la encíclica Centesimus Annus de Juan Pablo II. Reflexiona sobre la contradicción fundamental que representa su respaldo a la economía de mercado y simultáneamente a su limitación, y critica la equívoca equidistancia entre el Estado y el mercado. Palabras clave: Doctrina Social de la Iglesia, economía de mercado, Estado. L HUMANISMO cristiano se expresa de forma articulada en la Doctrina Social de la Iglesia. Mi tesis es que, a pesar de sus indiscutibles avances en el reconocimiento de la libertad de mercado, dicha doctrina, tal como aparece en su versión más renovada en la Centesimus Annus, comparte la tensa ambivalencia del intervencionis- E mo económico más o menos moderado que ha prevalecido durante el siglo XX, porque defiende la libertad pero también justifica su limitación. Este ensayo intentará probar dicha ambigüedad recorriendo con detalle la encíclica que a propósito del centenario de la Rerum Novarum publicó Juan Pablo II en 1991. * Carlos Rodríguez Braun es catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la Universidad Complutense. CARLOS RODRÍGUEZ BRAUN INTERPRETACIONES DE LA ENCÍCLICA practicante, pero me interesan mucho los problemas religiosos y morales, habitualmente mal tratados por el vano relativismo ético que caracteriza nuestro tiempo. He sido y soy un defensor de Juan Pablo II, que me parece un pensador muy fino; no sólo suele atinar en sus juicios morales y políticos sino que también emite en ocasiones mensajes económicos sumamente acertados1. Conozco también, por mi profesión, la tradición del pensamiento económico católico, que es larga y rica, pero también tensa y contradictoria. Incluye indudables elementos de reconocimiento y respeto a la libertad, y en particular a la libertad económica, pero también nociones muy hostiles al mercado, desde que el primer Concilio, el de Nicea, condenó el turpe lucrum ya en el año 325. En estas condiciones y especialmente tras el colapso visible del comunismo en 1989 era natural que los liberales católicos saludaran a la Centesimus Annus como el comienzo de una fértil jornada que iba a N O SOY aproximar a los liberales y la Iglesia Católica, tras siglos de mutua incomprensión y recíproco recelo. Sus esfuerzos pueden verse en un interesante volumen (Pham 1998) publicado recientemente sobre la encíclica pero que, a pesar de estar editado por el Vaticano, y de incluir a los más destacados pensadores del catolicismo liberal, no deja de definir nítidamente la tensión entre ambos, reflejada en las opiniones de las autoridades eclesiásticas. En este volumen, donde se nos recuerda el interés del Papa por conocer las doctrinas económicas (Mejía 1998, pp. 43-44) y donde el reputado católico liberal Michael Novak compara la fecha de publicación de La riqueza de las naciones de Adam Smith y la Revolución Francesa, y nos asegura que: “Mejor que ningún otro papa anterior, Wojtyla percibe que 1776 ofrece a la Iglesia un sendero muy distinto del de 1789” (Novak 1998, p. 231), el presidente del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz, François-Xavier Nguyen van Thuan, pone las cosas claras: el Papa no es liberal, y lo que aconseja es un “sistema tripartito donde la política democrática y una cultura moral di- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 473-492 TENSIÓN ECONÓMICA EN LA CENTESIMUS ANNUS námica disciplinan y templan el mercado libre” (Thuan 1998a, p. x)2. Abordaré más adelante la cuestión “tripartita”, pero cabe apuntar que el pensamiento intervencionista moderno parte de esa mezcla de mercado y controles políticos, que ha dado lugar a los graves problemas que conocemos de paro, impuestos, desincentivos de todo tipo y fomento de la irresponsabilidad individual. Me detendré unos instantes en este hombre, porque me parece admirable, y es cualquier cosa menos un simpatizante de las ideologías anticapitalistas. Cuando los comunistas tomaron Vietnam del Sur en 1975, Nguyen van Thuan fue arrestado y encarcelado hasta 1988; de estos trece años pasó nueve en una celda aislado. Esta víctima del comunismo no quiere aceptar el capitalismo; algo parecido parece sucederle al propio Papa, que también vio los horrores del socialismo “real”. Van Thuan empleó la Doctrina Social de la Iglesia para defenderse del comunismo, que la atacaba; nos relata que durante los interrogatorios, la polícía criticaba esa doctrina. El desenlace es que este individuo de extraordinaria dignidad afirma seriamente que el problema de Vietnam es mantenerse al margen tanto del comunismo como del capitalismo: “Mi país estaba (y aún está) frente a un doble peligro: el del comunismo que a pesar de todo sigue bramando, y el del capitalismo y consumismo de Occidente, que amenaza con ahogar a nuestro pueblo” (Thuan 1998b, pp. 4, 7). Él, que había visto al monstruo del comunismo en sus propias entrañas, ¿cómo pudo decir eso, cómo pudo plantear una equidistancia entre capitalismo y comunismo, cómo pudo pensar que se trataba de dos males equivalentes? Otros textos de este volumen recogen también los lugares comunes del intervencionismo, la alabanza de la economía intervenida europea, la crítica al “liberalismo egoísta”, los “abusos del mercado” y la necesidad de limitarlo o el poder de la publicidad3. Pero nada resulta más impresionante que el testimonio de este religioso encarcelado por el comunismo que una vez en libertad habla del “doble peligro” del comunismo y el capitalismo. Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 473-492 CARLOS RODRÍGUEZ BRAUN Esta distorsión —no le cabe otra definición— de monseñor van Thuan prueba que persiste la brecha que separa a católicos y liberales, aquello que Rafael Termes llama el “malentendido histórico” entre la Doctrina Social de la Iglesia y el espíritu del capitalismo, malentendido porque según Termes “no hay nada en la doctrina social católica que se oponga, desde el punto de vista moral, al sistema capitalista” (Termes 1997, pp. 102, 113). La Iglesia, sin embargo, continúa viendo al liberalismo como hostil o en el mejor de los casos ajeno a la moral, igual que lo ha visto siempre el intervencionismo de izquierdas y derechas. Me pregunto si no sobrevive entre personas religiosas y liberales el dilema de elegir entre la autoridad espiritual y la razón; ha escrito el padre Sirico que esto es algo que los escolásticos tardíos habrían visto como un grave quebrantamiento de las enseñanzas de su maestro Santo Tomás (Sirico 1998, pág. 259). Pero vayamos ahora a lo que Juan Pablo II tiene que decirnos “a todos los hombres de buena voluntad”. LA CENTESIMUS ANNUS ESDE EL principio el Papa sostiene que va a recoger pero también a actualizar la visión de la Iglesia sobre un problema que ha sido objeto de numerosas actualizaciones: tras León XIII celebraron también diversos aniversarios de su encíclica Pío XI, Pío XII, Juan XXIII y Pablo VI, es decir, virtualmente todos los pontífices que le sucedieron. En el capítulo 1, “Rasgos característicos de la Rerum Novarum”, se observan los errores en los que cayó León XIII, por su énfasis en los problemas del capitalismo, la pobreza, la explotación y la discriminación, precisamente en el siglo que empezaba a dejarlos atrás. Por desgracia, la Iglesia se apuntó al carro de la demonización del siglo XIX, fantasmagoría que impidió y aún impide la comprensión de la ruptura que significó esa centuria, en términos no sólo de libertades civiles y políticas sino también de una prosperidad económica que por vez primera en la historia alcanzó a grandes masas de la población. En vez de ello, el Papa parece repetir el dogma mar- D Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 473-492 TENSIÓN ECONÓMICA EN LA CENTESIMUS ANNUS xista con las propias palabras de Marx, algo que resultaría asombroso en un conocido anticomunista, cuando lamenta que “el trabajo se convertía en mercancía, que podía comprarse y venderse libremente en el mercado” (1.4)4. También sigue la prédica socialista al hablar de “la pobreza de la inmensa mayoría” (1.5), que era lo que había regido antes. Ataca la lucha de clases pero la paz que propicia requiere una justicia intervencionista; volveré sobre ello. Juan Pablo II matiza con acierto opiniones de su predecesor. Los condicionamientos que la encíclica leoniana adjudica a la propiedad privada, por ejemplo, son menos subrayados que su defensa de la misma, que hay que reivindicar hoy “tanto frente a los cambios de los que somos testigos, acaecidos en los sistemas donde imperaba la propiedad colectiva de los medios de producción, como frente a los crecientes fenómenos de pobreza o, más exactamente, a los obstáculos a la propiedad privada, que se dan en tantas partes del mundo, incluidas aquellas donde predominan los sistemas que consideran como punto de apoyo la afirmación del derecho a la propiedad privada”(1.6). Es un texto notable, porque efectivamente el problema de la pobreza es de falta de propiedad privada, de falta de seguridad en la misma y de posibilidad de su libre aprovechamiento, utilización o intercambio, es decir, la pobreza se debe al intervencionismo que dificulta u obstaculiza la propiedad. El pontífice expone otros aspectos confusos de la Rerum Novarum, como cuando habla del “salario justo” y rechaza que pueda ser el de mercado, pero indica que ese salario es el de subsistencia y sobre todo que no es justo si ha sido fijado coactivamente; pero la coacción es incompatible con el mercado. Recoge la apuesta de León XIII por la “justicia distributiva”, una idea que transformada en “justicia social” ha amparado la masiva invasión por el poder político de la libertad y los bienes de los ciudadanos, y critica tanto al liberalismo como al socialismo. Juan Pablo II observa que su predecesor no dedica una sección especial a criticar al liberalismo y llama la atención que se le reserven críticas “a la hora Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 473-492 CARLOS RODRÍGUEZ BRAUN de afrontar los deberes del Estado”, que no debe limitarse a favorecer a una parte de los ciudadanos, los ricos, y descuidar a las mayorías; si lo hace, “viola la justicia, que manda dar a cada uno lo suyo”. Esta no es, por supuesto, la justicia distributiva sino la conmutativa, o genuina. Y es muy interesante, porque ¿cómo hace el Estado para dar a cada uno lo suyo? Lógicamente, debe dejar a las personas en paz sin intervenir en sus tratos y contratos, es decir, precisamente lo contrario de lo que hace hoy. Pero el Papa, en lo que se convertirá en la norma de la Centesimus Annus, cambia de tercio y a continuación afirma que los pobres son los que “más necesitan el apoyo y el cuidado de los demás, en particular la intervención de la autoridad pública” (1.10). Tras esta invitación al intervencionismo, el Papa recupera el liberalismo y termina el primer capítulo así: “Si León XIII apela al Estado para poner un remedio justo a la condición de los pobres, lo hace también porque reconoce oportunamente que el Estado tiene la incumbencia de velar por el bien común y cuidar que todas las esferas de la vida so- cial, sin excluir la económica, contribuyan a promoverlo, naturalmente dentro del respeto debido a la justa autonomía dentro de ellas. Esto, sin embargo, no autoriza a pensar que según el Papa toda solución de la cuestión social deba provenir del Estado. Al contrario, él insiste varias veces sobre los necesarios límites de la intervención del Estado y sobre su carácter instrumental, ya que el individuo, la familia y la sociedad son anteriores a él y el Estado mismo existe para tutelar los derechos de aquél y de éstas, y no para sofocarlos” (1.11). El capítulo 2 analiza las “cosas nuevas” de nuestro tiempo, alude a la caída del Muro de Berlín y rescata a León XIII por haber criticado al socialismo y previsto “los males de una solución que, bajo la apariencia de una inversión de posiciones entre pobres y ricos, en realidad perjudicaba a quienes se proponía ayudar”. Es muy buena su crítica al socialismo y a su error antropológico fundamental: “considera a todo hombre como un simple elemento y una molécula del organismo social, de manera que el bien del individuo se subordina al funcionamiento Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 473-492 TENSIÓN ECONÓMICA EN LA CENTESIMUS ANNUS del mecanismo económico-social”. Defiende la libertad y la propiedad privada, y las organizaciones que montan las personas libremente, la “subjetividad de la sociedad”, y se opone al ateísmo pero también al “racionalismo iluminista” (2.13). No acepta los conflictos sociales que no estén limitados “por consideraciones de carácter ético o jurídico” (2.14). Aspira a un equívoco equilibrio entre lo bueno del mercado y lo pretendidamente bueno del Estado, porque afirma que al Estado le corresponde determinar el marco institucional “y salvaguardar así las condiciones fundamentales de una economía libre, que presupone una cierta igualdad entre las partes, no sea que una de ellas supere talmente en poder a la otra que la pueda reducir prácticamente a esclavitud” (2.14). Esta es una de las grandes equivocaciones con que ha crecido el intervencionismo: la idea de que el Estado debe recortar la libertad y los bienes de los ciudadanos para lograr igualarlos. El Papa apoya un amplio abanico de tareas para el poder político, como el seguro de paro y la formación profesional para que el Estado pueda “defender al trabajador contra el íncubo del desempleo” (2.15). Este argumento ignora las causas del paro, que no es un fruto demoníaco sino político, debido a mecanismos que el Papa parece no comprender, puesto que ve al Estado como solución, no como problema. De ahí que no le parezca preocupante pedir en aras del principio de la solidaridad “algunos límites a la autonomía de las partes que deciden las condiciones de trabajo”(2.15). A este lenguaje impreciso le sigue otra imprecisión fundamental que es la identificación del mercado con el egoísmo: “la libertad se transforma en amor propio, con desprecio de Dios y del prójimo; amor que conduce al afianzamiento ilimitado del propio interés y que no se deja limitar por ninguna obligación de justicia” (2.17). Es importante destacar que el intervencionismo ha sido fomentado a través de estas argumentaciones de carácter ético y paternalista: como los hombres son egoístas y sólo se fijan en su propio interés, es mejor que las autoridades les quiten su dinero y lo administren en bien de la sociedad. Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 473-492 CARLOS RODRÍGUEZ BRAUN El paralelismo de las ideas del Papa con el credo socialdemócrata reluce hacia el final del capítulo: rechaza las dictaduras que se oponen al marxismo y que destruyen la libertad, una clara referencia a Iberoamérica al mencionar la doctrina de la seguridad nacional, pero también la sociedad de bienestar o de consumo, que “tiende a derrotar al marxismo en el terreno del puro materialismo” sin moral y sin derecho y sin religión, y que “coincide con el marxismo en el reducir totalmente al hombre a la esfera de lo económico y a la satisfacción de las necesidades materiales” (2.19). Su apoyo al consenso democristiano-socialista-conservador que edificó el Welfare State europeo no puede ser más claro: “una sociedad democrática inspirada en la justicia social, que priva al comunismo de su potencial revolucionario, constituido por muchedumbres explotadas y oprimidas. Estas iniciativas tratan, en general, de mantener los mecanismos de libre mercado, asegurando, mediante la estabilidad monetaria y la seguridad de las relaciones sociales, las condiciones para un crecimiento económico estable y sano, dentro del cual los hombres, gracias a su trabajo, puedan construirse un futuro mejor para sí y para sus hijos. Al mismo tiempo, tratan de evitar que los mecanismos de mercado sean el único punto de referencia de la vida social y tienden a someterlos a un control público que haga valer el principio del destino común de los bienes de la tierra. Una cierta abundancia de ofertas de trabajo, un sólido sistema de seguridad social y de capacitación profesional, la libertad de asociación y la acción incisiva del sindicato, la previsión social en caso de desempleo, los instrumentos de participación democrática en la vida social, dentro de este contexto deberían preservar el trabajo de la condición de ‘mercancía’ y garantizar la posibilidad de realizarlo dignamente” (2.19). Es interesante apuntar que a estas alturas el Papa no se haya referido a algunas consecuencias problemáticas del intervencionismo en campos económicos, como la subida de los impuestos, e incluso morales, como la irresponsabilidad. El capítulo 3 se titula “El año 1989”. En su reivindicación del papel de la Iglesia en Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 473-492 TENSIÓN ECONÓMICA EN LA CENTESIMUS ANNUS la caída del comunismo sin violencia escribe el pontífice unas líneas coherentemente liberales: “Donde la sociedad se organiza reduciendo de manera arbitraria o incluso eliminando el ámbito en que se ejercita legítimamente la libertad, el resultado es la desorganización y la decadencia progresiva de la vida social…donde el interés individual es suprimido violentamente, queda sustituido por un oneroso y opresivo sistema de control burocrático que esteriliza toda iniciativa y creatividad” (3.25). Se aparta nítidamente de la teología de la liberación censurando a los creyentes que buscaron “un compromiso imposible entre marxismo y cristianismo. El tiempo presente, a la vez que ha superado todo lo que había de caduco en estos intentos, lleva a reafirmar la positividad de una auténtica teología de la liberación humana integral” (3.26), y reconoce la moral del mercado al ponderar las “virtudes relacionadas con el sector de la economía, como la veracidad, la fiabilidad, la laboriosidad” (3.27). No obstante, solicita ayudas para el desarrollo y otras consignas caras al socialismo. El extenso capítulo 4, “La propiedad privada y el destino universal de los bienes”, refleja el eclecticismo de la Doctrina Social de la Iglesia, que el Papa hace explícito al hablar de una “doble afirmación: la necesidad y por tanto la licitud de la propiedad privada, y así como los límites que pesan sobre ella” (4.30). Con esta ambivalencia se difumina la cuestión central del Estado de derecho: los límites del poder. Es muy interesante su reconocimiento de la división del trabajo: “Hoy más que nunca trabajar es trabajar con otros y trabajar para otros: es hacer algo para alguien” (4.31). También alude al justo precio como al “establecido de común acuerdo después de una libre negociación” (4.32), lo que se inscribe coherentemente en el extenso debate que recoge la historiografía del pensamiento económico. Y vuelve a subrayar las “importantes virtudes” económicas como la diligencia, la laboriosidad y la prudencia, y enlaza la economía de empresa y la libertad de la persona. Pero acto seguido apunta “los riesgos y los problemas” relacionados con la empresa y habla de los pobres que “aunque no explotados Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 473-492 CARLOS RODRÍGUEZ BRAUN propiamente, son marginados ampliamente” (4.33). La presunta lucha contra la marginación y la exclusión es uno de los pretextos utilizado por los socialistas para la ampliación del poder político a expensas de las libertades ciudadanas. Repite el error de hablar de los momentos oscuros de la industrialización (como si la historia no industrial previa hubiese sido brillante) y de la “explotación inhumana”, cuando dice: “A pesar de los grandes cambios acaecidos en las sociedades más avanzadas, las carencias humanas del capitalismo, con el consiguiente dominio de las cosas sobre los hombres, están lejos de haber desaparecido; es más, para los pobres, a la falta de bienes materiales se ha añadido la del saber y de conocimientos, que les impide salir del estado de humillante dependencia” (4.33). Estas son las ideas que han justificado el crecimiento estatal. El Papa respalda la integración de los mercados mundiales y rechaza el proteccionismo; habla del mercado libre como instrumento “más eficaz” pero a continuación aclara: “Sin embargo, esto vale sólo para aquellas necesidades que son ‘solventables’, con poder adquisitivo, y para aquellos recursos que son ‘vendibles’, esto es, capaces de alcanzar un precio conveniente. Pero existen numerosas necesidades humanas que no tienen salida en el mercado. Es un estricto deber de justicia y de verdad impedir que queden sin satisfacer las necesidades humanas fundamentales y que perezcan los hombres oprimidos por ellas” (4.34). Aunque la excusa de que algunas cosas no se pueden comprar y vender sólo ha servido para que sea el poder político el que las compre y las venda, aquí cabría argumentar que el pontífice se está refiriendo a la garantía de los mínimos de subsistencia; no es así, porque alude específicamente a la seguridad social, los salarios “suficientes”, y la “adecuada tutela”. No hay límite para el Estado del Bienestar que se puede construir con estos mimbres, como se vio en Europa. Se aparta del “predominio absoluto del capital”, pero la alternativa no es el socialismo sino “una sociedad basada en el trabajo libre, en la empresa y en la participación”. ¿Apunta el Papa a una sociedad liberal? Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 473-492 TENSIÓN ECONÓMICA EN LA CENTESIMUS ANNUS Su objetivo parece ser la socialdemocracia, y ningún intervencionista podría resumirlo mejor que el propio Juan Pablo II: “Esta sociedad tampoco se opone al mercado, sino que exige que éste sea controlado oportunamente por las fuerzas sociales y por el Estado, de manera que se garantice la satisfacción de las exigencias fundamentales de toda la sociedad” (4.35). Condena el Papa la deuda exterior y el consumismo, y pone como ejemplo la droga (4.36), lo cual llevaría a pensar que la Iglesia no entiende la racionalidad del fenómeno del consumo. Las doctrinas intervencionistas se apoyan en esa misma idea: como la gente no sabe elegir, alguien deberá elegir por ella. No podía faltar la mención a la ecología y su relación con la torpeza de las personas y su “consumo de manera excesiva y desordenada” (4.37). Más frases antiliberales: “La economía es sólo un aspecto y una dimensión de la compleja actividad humana. Si es absolutizada, si la producción y el consumo de las mercancías ocupan el centro de la vida social y se convierten en el único valor de la sociedad, no subor- dinado a ningún otro, la causa hay que buscarla no sólo y no tanto en el sistema económico mismo cuanto en el hecho de que todo el sistema sociocultural, al ignorar la dimensión ética y religiosa, se ha debilitado, limitándose únicamente a la producción de bienes y servicios” (4.39). En vez de pensar en cómo el intervencionismo ha relativizado la moral, y en cómo el liberalismo la ha defendido siempre, el pontífice se alinea con el discurso intervencionista, que alega que como los ciudadanos se ofuscan por la economía, entonces la salida es arrebatarles la libertad. El Papa carga de misiones al poder político: “Es deber del Estado proveer a la defensa y tutela de los bienes colectivos como son el ambiente natural y el ambiente humano, cuya salvaguardia no puede estar asegurada por los simples mecanismos de mercado. Así como en tiempos del viejo capitalismo el Estado tenía el deber de defender los derechos fundamentales del trabajo, así ahora con el nuevo capitalismo el Estado y la sociedad tienen el deber de defender los bienes colectivos”. Y condena la “’idolatría’ del mercado, que ignora la Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 473-492 CARLOS RODRÍGUEZ BRAUN existencia de bienes que, por su naturaleza, no son ni pueden ser simples mercancías” (4.40). Todo este lenguaje es característico del intervencionismo, incluso del más extremo. Pero Juan Pablo II da un nuevo viraje al preguntarse si la caída del comunismo comporta el triunfo del capitalismo. Esta es su notable contestación, que ha alborozado con toda lógica al catolicismo liberal: “La respuesta es obviamente compleja. Si por ‘capitalismo’ se entiende un sistema económico que reconoce el papel fundamental y positivo de la empresa, del mercado, de la propiedad privada y de la consiguiente responsabilidad para con los medios de producción, de la libre creatividad humana en el sector de la economía, la respuesta ciertamente es positiva, aunque quizá sería más apropiado hablar de ‘economía de empresa’, ‘economía de mercado’ o simplemente de ‘economía libre’. Pero si por ‘capitalismo’ se entiende un sistema en el cual la libertad, en el ámbito económico, no está encuadrada en un sólido contexto jurídico que la ponga al servicio de la libertad humana integral y la considere como una particular dimensión de la misma, cuyo centro es ético y religioso, entonces la respuesta es absolutamente negativa” (4.42). Es una declaración liberal impecable, aunque es menester subrayar que no hay liberalismo que sea sólo económico y que no esté encuadrado en un contexto institucional al servicio de la libertad del hombre y su moral. Pero el Papa parece arrepentirse de esta concesión y en el mismo apartado, aunque reitera que el marxismo ha fracasado, vuelve a referirse a que “ingentes muchedumbres viven aún en condiciones de gran miseria material y moral” y a criticar “una ideología radical de tipo capitalista, que… confía su solución al libre desarrollo de las fuerzas del mercado”. Tras lo visto hasta aquí, lo más asombroso de Centesimus Annus es esta conclusión del Papa: “La Iglesia no tiene modelos para proponer” (4.43). Y lo afirma pocas líneas antes de defender el mercado y la empresa pero añadiendo que “éstos han de estar orientados hacia el bien común”. Tal ha sido la norma del intervencionismo, pero el liberalismo pos- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 473-492 TENSIÓN ECONÓMICA EN LA CENTESIMUS ANNUS tula que el mercado y la empresa en libertad ya están orientados al bien común y no necesitan ningún conductor que los dirija a esa meta. Algunos pensadores católicos liberales, en la línea ya comentada de monseñor van Thuan, siguen a Michael Novak y conciben un sistema tripartito: económico-político-cultural. De este modo, intentan presentar al liberalismo como un esquema primordialmente económico y material, capaz de funcionar en entornos políticos y ético-culturales muy diferentes, y que requiere ser complementado con libertades políticas y criterios morales; Rafael Termes aporta un buen análisis en este sentido (Termes 1992, cap. VI, especialmente pp. 172-181). El padre Sirico, al comentar la referencia del Papa al capitalismo “radical”, que acabamos de citar, también cree que lo que está haciendo Juan Pablo II es criticar a los que sostienen que el mercado posee una ética (Sirico 1998, p. 258). Comprendo que esta argumentación sea atractiva para los católicos, porque parte de negar al liberalismo la ética, precisamente aquello en lo que la religión ostenta evidentes ventajas comparativas. Pero se trata de una interpretación quizá algo forzada, puesto que el mercado no es un artefacto, y es peligroso razonar como si lo fuera. La idea de que para casar las dos cosas, religión y mercado, es necesario que el mercado sea axiológicamente neutral, con lo que basta con inyectarle la religión para completarlo, acarrea el riesgo de ver al mercado sólo como un instrumento, y este es el argumento intervencionista: como el mercado no lo es todo y además es un instrumento, cabe desmontarlo y dirigirlo en aras del interés general. Sin negar que no es lo mismo el mercado que la moral, los seres humanos concurrimos a los mercados con nuestra moral y con ella lo influimos. Hay mercados de biblias y mercados de asesinatos, pero sólo un reduccionismo extremo sostendría que, como ambos son mercados, como ambos comportan compromisos y transacciones, no median entre ellos diferencias apreciables porque apenas reflejan el funcionamiento de un mecanismo puramente técnico. El capítulo cuarto de la encíclica termina así: “La propiedad de los medios de produc- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 473-492 CARLOS RODRÍGUEZ BRAUN ción, tanto en el campo industrial como agrícola, es justa y legítima cuando se emplea para un trabajo útil; pero resulta ilegítima cuando no es valorada o sirve para impedir el trabajo de los demás u obtener unas ganancias que no son fruto de la expansión global del trabajo y de la riqueza social, sino más bien de su compresión, de la explotación ilícita, de la especulación y de la ruptura de la solidaridad en el mundo laboral. Este tipo de propiedad no tiene ninguna justificación y constituye un abuso ante Dios y los hombres. La obligación de ganar el pan con el sudor de la frente supone, al mismo tiempo, un derecho. Una sociedad en la que este derecho se niegue sistemáticamente y las medidas de política económica no permitan a los trabajadores alcanzar niveles satisfactorios de ocupación, no puede conseguir su legitimación ética ni la justa paz social. Así como la persona se realiza plenamente en la libre donación de sí misma, así también la propiedad se justifica moralmente cuando crea, en los debidos modos y circunstancias, oportunidades de trabajo y crecimiento humano para todos” (4.43). El pontífice aprovisiona a la vez a liberales e intervencionistas. El capítulo 5, “Estado y cultura”, empieza con la defensa por León XIII de la división de poderes, “lo cual constituía entonces una novedad en las enseñanzas de la Iglesia”, y del Estado de derecho, donde mandan las leyes y no los hombres (5.44). Censura al totalitarismo y destaca el papel de la Iglesia en el combate contra él, una Iglesia que ampara al hombre y la familia y “diversas organizaciones sociales y las naciones, realidades todas que gozan de un propio ámbito de autonomía y soberanía” (5.45). Apoya la democracia y la participación de los ciudadanos pero no “la formación de grupos dirigentes restringidos que, por intereses particulares o por motivos ideológicos, usurpan el poder del Estado” (5.46). Reivindica la ética frente al relativismo: “Una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto, como demuestra la historia”. Se aparta del fundamentalismo, “la fe cristiana no pretende encuadrar en un rígido esquema la cambiante realidad sociopolítica”, y repite que la Iglesia “no posee título Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 473-492 TENSIÓN ECONÓMICA EN LA CENTESIMUS ANNUS alguno para expresar preferencias por una u otra solución institucional o constitucional” (5.46). Aquí aborda directamente el papel del Estado en la economía. Asevera con razón que la economía necesita un marco institucional que garantice la libertad, y la estabilidad monetaria y la seguridad. En el apartado número 48 aparecen varias muestras de eclecticismo. El Estado, asegura el pontífice, vigila los derechos humanos en el sector económico, “pero en este campo la primera responsabilidad no es del Estado sino de cada persona y de los diversos grupos y asociaciones en que se articula la sociedad. El Estado no podría asegurar directamente el derecho a un puesto de trabajo de todos los ciudadanos sin estructurar rígidamente toda la vida económica y sofocar la libre iniciativa de los individuos”. De inmediato, el Papa cambia de rumbo: “lo cual, sin embargo, no significa que el Estado no tenga ninguna competencia en este ámbito, como han afirmado quienes propugnan la ausencia de reglas en la esfera económica”. Esta caricatura del liberalismo es inaceptable, porque el liberalismo no propugna la ausencia de reglas. El esfuerzo de quienes han buscado incompatibilizar al Adam Smith moralista y al Adam Smith economista es fundamentalmente vano (Rodríguez Braun 1997, pp. 20-3; Termes 1992, pp. 111-132). Es cierto que algunos liberales han sido antirreligiosos y han fomentado el citado “malentendido” del que habla Rafael Termes, pero la alternativa a esa posición no puede ser un retrato descontextualizado de un liberalismo que en realidad ha defendido simultáneamente el mercado, la justicia y la moral desde Smith hasta Hayek. Asimismo, la imagen del liberalismo como anárquico ha servido para apuntalar el intervencionismo, igual que otras ideas que el Papa expone: “el Estado tiene el deber de secundar la actividad de las empresas, creando condiciones que aseguren oportunidades de trabajo, estimulándola donde sea insuficiente o sosteniéndola en momentos de crisis”. También recomienda intervenir para evitar el monopolio, pero además “ejercer funciones Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 473-492 CARLOS RODRÍGUEZ BRAUN de suplencia en situaciones excepcionales, cuando sectores sociales o sistemas de empresas, demasiado débiles o en vías de formación, sean inadecuados para su cometido”, intervenciones que “en la medida de lo posible deben ser limitadas temporalmente…para no ampliar excesivamente el ámbito de la intervención estatal”. Otra vez, una cosa y la contraria. Sólo en este punto admite el Papa que ha habido “excesos y abusos” en el Estado del bienestar, pero la solución es el principio de subsidiariedad: “una estructura social de orden superior no debe interferir en la vida interna de un grupo social de orden inferior, privándola de sus competencias”, y a continuación un nuevo zigzag, “sino que más bien debe sostenerla en caso de necesidad y ayudarla a coordinar su acción con la de los demás componentes sociales, con miras al bien común”. Esta segunda mitad de la oración puede justificar una vasta intervención política. Más cambios. El Papa critica el intervencionismo: “Al intervenir directamente y quitar responsabilidad a la sociedad, el Estado asistencial provoca la pérdida de energías humanas y el aumento exagerado de los aparatos públicos, dominados por lógicas burocráticas más que por la preocupación de servir a los usuarios, con enorme crecimiento de los gastos”. Esto es lo más cercano que hay en la encíclica a una protesta por el incremento de los impuestos, palabra que el Papa no utiliza, y está por ello detrás de León XIII, que sí habló de la “tributación excesiva” en la Rerum Novarum5. Pero a continuación pide más Estado: “promover iniciativas políticas no sólo a favor de la familia, sino también políticas sociales que tengan como objetivo principal a la familia misma, ayudándola mediante la asignación de recursos adecuados e instrumentos eficaces de ayuda, bien sea para la educación de los hijos, bien sea para la atención de los ancianos” (4.49). Parece apuntarse el Papa, a pesar de haberla negado en el apartado número 41 de la Sollicitudo rei socialis, de 1987, a la tercera vía: “El individuo hoy día queda sofocado con frecuencia entre los polos del Estado y del mercado”. El error, que se repite en varias oportunidades, estriba en que Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 473-492 TENSIÓN ECONÓMICA EN LA CENTESIMUS ANNUS no se trata de extremos igualmente nocivos, de los que haya que mantenerse equidistante. La idea de que lo mejor es un equilibrio entre la libertad y la coacción no sólo es errónea, sino que abre la puerta a una expansión del poder político de difícil delimitación, sobre todo cuando se juega con ideas reduccionistas como que el hombre es sólo productor y consumidor de mercancías, o condenando el economicismo que tantas justificaciones ha prodigado para el intervencionismo. No falta una mención a la cooperación para el desarrollo, otra excusa para la expansión estatal: “así como a nivel interno es posible y obligado construir una economía social que oriente el funcionamiento del mercado hacia el bien común, del mismo modo son necesarias también intervenciones adecuadas a nivel internacional” (4.52). En el capítulo final, el sexto, “El hombre es el camino de la Iglesia”, sostiene Juan Pablo II que el valor de las encíclicas sociales deriva de que son documentos del magisterio, insertados en la misión evangelizadora de la Iglesia. ”Solamente bajo esta perspectiva” (6.54) se ocupa la Iglesia de lo demás, lo que es cómodo pero cuestionable. No se trata, por supuesto, de caer en lo que Gabriel Zanotti llama “neosaduceísmo de derechas…[que] pretende que en lo temporal haya una única y sola solución específica, derivada directamente de los datos teológicos” (Zanotti 1988, p. 17). Es clara y correcta la actitud de la Iglesia al reivindicar competencia específica en lo religioso y no en lo temporal, pero eso no quita para que sus mensajes temporales tengan un contenido confuso ni para que estén abiertos a la crítica. No acierta, pues, Rafael Termes, al subrayar como hemos visto que nada se opone en el Magisterio de la Iglesia al liberalimo económico. Son numerosas las opiniones de dicho Magisterio que se oponen, matizan o condicionan la doctrina liberal. El hecho de que estas opiniones acompañen a otras manifestaciones que propician un nítido liberalismo no puede ser sólo saludado como signo de finura intelectual, sino también lamentado como muestra de un pensamiento, en este único aspecto, incoherente6. Un ejemplo de esta tensa contradicción, como espero haber demostrado, es la propia Centesimus Annus y lo que sos- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 473-492 CARLOS RODRÍGUEZ BRAUN tiene el Pontífice a continuación. Alega que tras el derrumbe del comunismo “los países occidentales corren el peligro de ver en esa caída la victoria universal del propio sistema económico, y por ello no se preocupen de introducir en él los debidos cambios” (6.56). No hay elementos suficientes en esta encíclica, y probablemente en ninguna otra, para calibrar esos peligros ni para ponderar esos cambios “debidos”, menos aún cuando repite el Papa que “cada día se hace más grave” el problema de la pobreza y el subdesarrollo, lo que es discutible. El Papa pide un cambio de valores a todos, sin percibir hasta qué punto él puede haber contribuido a distorsionarlos, por ejemplo con declaraciones que vinculan la pobreza mundial con el hecho de que “se siente cada día más la necesidad de que a esta creciente internacionalización de la economía correspondan adecuados órganos internacionales de control” (6.58), que es lo que piden los intervencionistas de izquierda y derecha, que también coinciden en el rechazo al liberalismo como si fuera un extremo nocivo del que hay que mantenerse apartado. El Papa procura definir otra vez una Iglesia no programática: “Para la Iglesia el mensaje social del evangelio no debe considerarse como una teoría, sino por encima de todo, un fundamento y un estímulo para la acción”. Pero no es razonable postular que la doctrina de la Iglesia pretende impulsar exclusivamente la acción y no la intelección. Quizá reconociendo las contradicciones que afectan a su texto y que he intentado poner de relieve en estas páginas, Juan Pablo II termina Centesimus Annus con esta reveladora declaración: “Hoy más que nunca la Iglesia es consciente de que su mensaje social se hará creíble por el testimonio de las obras, antes que por su coherencia y lógica interna” (6.57). Y así es, en efecto. Ninguna desconexión lógica, ninguna tensión económica empañará jamás la ejemplar, extraordinaria y abnegada labor de la Iglesia católica en pro de los desfavorecidos y de toda la humanidad. Pero ello no es óbice para sostener, primero, que la Iglesia está defendiendo (entre otras) una teoría, y segundo, que es una teoría equivocada. Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 473-492 TENSIÓN ECONÓMICA EN LA CENTESIMUS ANNUS BIBLIOGRAFÍA Beltrán, Lucas (1986), Cristianismo y economía de mercado, Unión Editorial, Madrid. Juan Pablo II (1991), Centesimus Annus. La problemática social hoy, Ediciones Paulinas, Madrid. Matte Larraín, Eliodoro (ed.) (1988), Cristianismo, sociedad libre y opción por los pobres, Centro de Estudios Públicos, Santiago de Chile. Mejía, Jorge (1998), “Aspects of the preparation and reception of Centesimus Annus”, en Pham, John-Peter, Op. cit. Novak, Michael (1998), “Six years after Centesimus Annus: what remains to be done?”, en Pham, John-Peter, Op. cit. Palladino, Giovanni (1998), “Centesimus Annus: the reception in the industrial community”, en Pham, John-Peter, Op. cit. Pham, John-Peter (ed.) (1998), Centesimus Annus. 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Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 473-492 CARLOS RODRÍGUEZ BRAUN NOTAS a Agradezco la ayuda y los comentarios de Isabel Gómez-Acebo y Rafael Termes, con quienes comparto siempre amistad pero no siempre ideas. Por eso, los errores que contienen estas páginas no derivan de sus consejos sino de mi contumacia. 1 Pueden verse las páginas que dedico al pontífice en Rodríguez Braun (1999). 2 Thuan, François-Xavier Nguyen van (1998ª), p. xi, también alude a las “desigualdades sociales y económicas intolerables”, habitual excusa del intervencionismo para recortar las libertades. 3 Véanse en Pham, John-Peter, Op. cit., las pp. 15, 18, 38, 89, 91, 119, 126, que rezuman intervencionismo. Son destacables, desde la otra perspectiva, los textos de Novak, D. Antiseri, J. Roback Morse y muy especialmente el de George Gilder. 4 Las cifras entre paréntesis corres- ponden a los capítulos y números de la encíclica, Juan Pablo II (1991). 5 Y lo hizo cuando sólo el 2 por ciento de la población pagaba impuestos directos, Palladino (1998), p. 35. 6 En correspondencia privada, Rafael Termes me recuerda una frase que ambos escuchamos más de una vez en boca de nuestro querido amigo común, Lucas Beltrán: “moriré católico penitente y liberal impenitente”. Está claro que el pensamiento de Lucas apuntaba a convencer a los católicos de que, precisamente como católicos, deben preferir el modelo de economía de mercado, porque es el mejor sistema para el bienestar y la libertad de los hombres (véase, por ejemplo, Beltrán 1986). Con todo, y arrimando el ascua a mi sardina intelectual y a mi tesis de la “tensión”, no puedo evitar subrayar una palabra notable en esa frase de Lucas Beltrán, la palabra “impenitente”, a saber: “que se obstina en el pecado”. Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 473-492 LA ECONOMÍA DE MERCADO Y LA DOCTRINA DE LA IGLESIA CATÓLICA RAFAEL TERMES* Contrariamente a lo sostenido por el profesor Rodríguez Braun, Rafael Termes mantiene en su texto que el magisterio de la Iglesia no se opone a la defensa de los tres pilares fundamentales en los que se basa el capitalismo: la propiedad privada, la utilización del mecanismo de los precios como elemento óptimo para obtener una eficiente asignación de recursos, y la libertad de las personas. Palabras clave: Doctrina de la Iglesia, mercado, liberalismo económico. l profesor Carlos Rodríguez Braun ha elaborado un interesante trabajo que, bajo el título Tensión económica en la Centesimus Annus, publica este número de Empresa y Humanismo y en el que reiteradamente me cita. Por eso, no es extraño que el director de la Revista haya tenido la idea de acompañar el artículo de Carlos con algunos comentarios míos que, ama- E * Rafael Termes es Director del IESE de Madrid. blemente, me ha invitado a redactar. Conozco al profesor Rodríguez Braun desde hace tiempo y con frecuencia hemos dialogado sobre el tema que en esta ocasión aborda y, de hecho, así ha sucedido con ocasión del artículo en cuestión, diversos borradores del cual he tenido el privilegio de conocer y comentar con el autor. De aquí que me sienta cómodo al redactar estas líneas, que no des- RAFAEL TERMES cubrirán nada nuevo a Carlos pero que, tal vez, puedan servir para que los lectores de Empresa y Humanismo perciban una interpretación distinta de la que él hace de la Centesimus Annus y puedan así sacar sus propias conclusiones al respecto. Advierto, de entrada, que no me propongo contestar, una a una, las críticas de mi amigo a la Centesimus Annus. Mi intención es, más bien, afirmar que, por las razones que diré, estas críticas no han logrado apartarme del convencimiento, que profundamente abrigo, de la compatibilidad entre la doctrina de la Iglesia y el liberalismo económico; máxime tratándose, como es mi caso, del liberalismo iusnaturalista1. Mi convencimiento sobre la compatibilidad entre la Doctrina Social de la Iglesia y el sistema de economía de libre mercado que, sin duda con poca fortuna, llamamos capitalismo, ha sido sometido a intenso ataque tanto desde el lado socialista como desde el lado liberal. Los unos me dicen que no puedo ser católico puesto que soy liberal, los otros afirman que no puedo ser liberal puesto que soy católico. Con una interpretación forzada del aforismo “in medio, virtus”, podría decir que esta oposición desde ambos extremos del pensamiento económico me garantiza la posesión de la verdad. Ya sé que no es así, pero, en cierto sentido, me refuerza en mi postura. Viniendo al tema, recordaré que cuando, hace ya nueve años, en los cursos de verano de la Universidad Complutense, pronuncié una conferencia con el título “La Doctrina social y el espíritu del capitalismo: crónica de un malentendido”2, me apoyé en la Centesimus Annus de Juan Pablo II y en la doctrina de los Papas que le precedieron, para demostrar que nada hay en el Magisterio de la Iglesia que se oponga a la defensa de los tres pilares básicos en que se asienta el capitalismo: la propiedad privada, incluso de los bienes de producción; la utilización del mecanismo de los precios como instrumento óptimo para la eficiente asignación de recursos; y la libertad de las personas para que todas ellas, responsables de su futuro, puedan decidir las actividades que deseen emprender, asumiendo el riesgo del fracaso a cambio de Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 493-505 LA ECONOMÍA DE MERCADO Y LA DOCTRINA DE LA IGLESIA CATÓLICA la expectativa de apropiarse el beneficio si se produce. Añadí entonces, y lo mantengo, que en el modelo capitalista, el Estado no debe interferir en la mecánica del mercado, ni intervenir, salvo para el ejercicio de un reducido papel subsidiario, en aquellas actividades de los ciudadanos que el propio mercado encauza. Lo cual no quiere decir que se niegue el papel del Estado, sino más bien afirmar que, al lado de sus primigenias funciones como guardián del orden y administrador de la justicia, compete al Estado, como servidor que debe ser de la sociedad, velar por la pureza del funcionamiento del mercado, creando y manteniendo un marco legal para que la actividad económica encuentre sus propios objetivos y solvente por ella misma los conflictos que puedan existir. Mi tesis fue, y sigue siendo, que, entendido el capitalismo tal como, ni más ni menos, lo he definido, este sistema produce, tanto desde el punto de vista material como desde el punto de vista moral, mejores resultados que su contrario, el sistema socialista o de economía centralizada y planificada. Esta es una cuestión que la Iglesia deja a la libre elección de sus fieles, ya que, como reiteradamente ha afirmado el Magisterio, no tiene competencia técnica para entrar en ello. Entiendo que no estoy en contra, ni en lo más mínimo, de la doctrina social de la Iglesia, ya que ella me otorga plena libertad para defender y propagar, como lo hago, el liberalismo económico, al tiempo que insisto en que este sistema dará mejores resultados cuando las personas que actúan en el marco del mismo más se comporten de acuerdo con los valores morales congruentes con la dignidad de la naturaleza humana. Mi opinión en favor de la solución liberal es compatible con el respeto que me merecen otros cristianos que piensan que la fórmula intervencionista es mejor, aunque este respeto no me impide decir que, a mi juicio, valdría la pena que consideraran que su opinión, tal vez válida técnicamente en un modelo de economía cerrada, de suma cero, en el cual lo que uno tiene lo ha quitado a otro, puede dejar de serlo en un sistema de economía abierta, de suma creciente, en el que la distribución del producto se Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 493-505 RAFAEL TERMES produce en forma aumentada para todos. Sin embargo, al final de aquella conferencia del año 1991, terminé reconociendo que mis reflexiones eran el resultado de la lectura de la Centesimus Annus que yo había hecho desde mi óptica liberal y que, desde luego, admitía que otros podrían extraer de la Encíclica conclusiones distintas de las que yo me había permitido aportar. La verdad es que, al decir esto, estaba pensando en los que se llaman, a sí mismos, católicos para el socialismo, para los cuales todo cristiano, de acuerdo con el Magisterio -interpretado por ellos- no tiene más remedio que ser socialista. La sorpresa para mí es que la lectura discrepante ha venido de un liberal tan eximio como Carlos Rodríguez Braun que, de esta forma, se ha constituido en una de las pocas excepciones dentro de los pensadores liberales que, en su gran mayoría, recibieron con gran regocijo la Centesimus Annus. Juan Velarde Fuertes, en el trabajo con que participó en el ciclo sobre la Encíclica, organizado por la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas3, termina diciendo: En 1981, ante la Re- rum novarum, el economista Anatole Leroy-Beaulieu declaró que esta Encíclica suponía “la vuelta al mundo de uno de los grandes actores de la historia, el papado”. En 1991, es éste el que, situándolo en sus adecuadas perspectivas, hace volver al seno de un mundo importante siempre, el de la Iglesia católica, a la economía de libre mercado o, si se prefiere, al capitalismo. Se ha dicho que esta Encíclica (Centesimus Annus) “quizá sea el documento más sutil y mejor escrito de Juan Pablo II hasta hoy”4. Por supuesto, pero también el más revolucionario, porque abre la puerta a un capitalismo católico. *** Entrando ya en el trabajo que debo comentar, quiero, en primer lugar, señalar el respeto, rayando en simpatía, que Carlos Rodríguez Braun siente por Juan Pablo II, puesto de manifiesto no sólo en el artículo que nos ocupa, sino en muchas otras ocasiones. También merecen anotarse las frases de elogio que el autor dedica a la “ejemplar, extraordinaria y abnegada labor de la Iglesia católica”. Lo cual quiere decir que el profesor Rodríguez Braun critica la doctrina Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 493-505 LA ECONOMÍA DE MERCADO Y LA DOCTRINA DE LA IGLESIA CATÓLICA de la Iglesia por razones que no tienen nada que ver con los espurios motivos que inducen a los mal llamados progresistas a pronunciarse, casi siempre desde la ignorancia, en contra de la Iglesia católica. Su discrepancia es fruto de un trabajo serio, que merece todos mis respetos, aunque el resultado del mismo a mí me parezca erróneo. Desde este respeto, intentaré indagar las causas que explican la crítica que Carlos Rodríguez Braun, desde su pensamiento liberal, dedica a la Centesimus Annus. A mi juicio, estas causas son por lo menos tres. La primera es que Rodríguez Braun, en vez de enjuiciar la Encíclica por su tenor global, realiza un despiece de la misma, poniendo de relieve las frases, incluidas en algunos párrafos, de las que parece que pueda deducirse una condena moral del liberalismo o una defensa de la necesidad del intervencionismo estatal. No niego que sea así. Pero ello es debido a que el Papa no habla como economista, sino como pastor de almas, y, a veces, esta preocupación por los fallos morales que se observan en las sociedades contemporáneas -que él mismo afirma que no son atribuibles al sistema económico, sino al sistema éticocultural- le lleva a proponer soluciones que, técnicamente hablando, no son correctas, lo cual no tiene nada de extraño, puesto que, en repetidas ocasiones, el Magisterio ha afirmado que la Iglesia carece de competencia en el aspecto técnico. El propio Juan Pablo II en la Encíclica Sollicitudo rei socialis, anterior a la Centesimus Annus, afirma que la Iglesia no propone sistemas o programas económicos y políticos, ni manifiesta preferencias por unos o por otros, con tal de que la dignidad del hombre sea debidamente respetada y promovida. Ya sé que Rodríguez Braun dice que esto es lo que afirma la Iglesia, pero, en realidad, sí propone un sistema, al oponerse -según élal libre mercado. No es así. Lo que pasa es que -como sigue diciendo Juan Pablo II- la Iglesia es experta en humanidad, y esto le mueve a extender necesariamente su misión religiosa a los diversos campos en que los hombres y mujeres desarrollan sus actividades (...). Por esto la Iglesia tiene una palabra que decir (...) y a este fin utiliza como instrumento su doctrina social. Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 493-505 RAFAEL TERMES La doctrina social de la Iglesia -concluye el Pontífice- no es, pues, una tercera vía entre el capitalismo liberal y el colectivismo marxista, y ni siquiera una posible alternativa a otras soluciones menos contrapuestas radicalmente, sino que tiene una categoría propia. No es tampoco una ideología, sino la cuidadosa formulación del resultado de una atenta reflexión sobre las complejas realidades de la vida del hombre en la sociedad y en el contexto internacional, a la luz de la fe y de la tradición eclesial. Su objetivo principal es interpretar esas realidades, examinando su conformidad o diferencia con lo que el Evangelio enseña acerca del hombre y su vocación terrena y, a la vez, trascendente, para orientar en consecuencia la conducta cristiana. Por tanto, no pertenece -la doctrina social- al ámbito de la ideología, sino al de la teología, y especialmente de la teología moral5. No parece, pues, adecuado esperar que todas y cada una de las frases de la Centesimus Annus resistan el examen crítico, desde el punto de vista del pensamiento económico liberal, para que pueda afirmarse que esta Encíclica, que sintetiza y pone al día la centenaria doctrina social de la Iglesia, no se opone a que los católicos se adhieran al sistema capitalista de organización social, si estiman que éste es, como yo pienso, el que mejor y más rápidamente logra el bienestar de los pueblos. Basta, a mi entender, que el Documento lo diga, aunque en algunos párrafos, por defectos de expresión, parezca contradecirlo. Que esta postura es correcta, puede ayudar a verlo el razonamiento aportado, a contrario sensu, por Gabriel Zanotti, bien conocido del profesor Rodríguez Braun, cuando, para defender a Mises y Hayek, cuya “sola mención causa hoy, en ambientes eclesiales, más recelo que el anticristo”, dice: “no les pidamos que compartan una cosmovisión cristiana en la cual, y no por mala voluntad, nunca estuvieron. Pidámosle, sí, sus aportes técnicos al análisis de la economía de mercado, y descubriremos (...) que el mercado es un proceso que, bajo determinadas condiciones institucionales -libre acceso; ausencia de privilegios y prebendas a los emprendimientos privados- conduce los recursos escasos hacia las necesidades de la demanda, conduciendo ello a la función social de la propiedad, la subsidiariedad del Estado y la primacía del bien común6, bien común que, Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 493-505 LA ECONOMÍA DE MERCADO Y LA DOCTRINA DE LA IGLESIA CATÓLICA añado yo, es precisamente el objetivo que dicen buscar los citados ambientes eclesiásticos hostiles. No pidamos tampoco al Papa que no cometa ningún error en economía; basta que nos diga que la economía de mercado, ajena al error antropológico -desaparición del concepto de persona como sujeto autónomo de decisión moral- que el Papa achaca al socialismo7, si la empleamos bien, es una vía que conduce al verdadero progreso económico y civil8. *** Otra de las razones que, a mi juicio, explican la crítica negativa, desde la óptica liberal, que el profesor Rodríguez Braun dedica a la doctrina de la Iglesia católica es que se apoya en declaraciones de personajes eclesiásticos que, por prestigiosos que sean, no representan el magisterio Universal de la Iglesia que compete, en exclusiva, al Papa y al Concilio Ecuménico convocado y presidido por Él. Que el arzobispo François-Xavier Nguyen van Thuan, admirable víctima del comunismo vietnamita, hable del doble peligro del comunismo y el capitalismo, equiparando ambos “ma- les”, es un error a él sólo imputable, pero no compromete la doctrina de la Iglesia. Cuando monseñor Van Thuan, según nos relata Rodríguez Braun, afirma que el Papa no es liberal, dice, sin duda, una verdad, desde el punto de vista político-económico, porque el Papa, como Vicario de Cristo y Cabeza de Su Iglesia, no es, no puede ser, ni liberal ni socialista, ni socialdemócrata, ni partidario de la tercera vía, ni de ninguna otra forma de organización político-social. Su papel, como sucesor de Pedro, es “confirmar en la verdad”, señalando a los fieles de la Iglesia y a todos los hombres de buena voluntad, aquello que en estos sistemas es o no conforme a la dignidad de la persona y que, en consecuencia, les acerca o aleja de su último fin. Lo que importa, al objeto que nos ocupa, es que del Magisterio del actual Papa, en concordancia con el de sus predecesores, se deduce claramente el derecho que asiste a todos los católicos a optar por el sistema capitalista, sin traicionar por ello la doctrina de la Iglesia. Lo que importa es la compatibilidad entre catolicismo y capitalismo, que, sobre todo, en la Centesimus Annus, Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 493-505 RAFAEL TERMES en mi opinión, está claramente declarada, siempre que el capitalismo se entienda en la forma que el Papa lo describe9 y que coincide con la definición que di al principio y tal como, a mi juicio, se practica al día de hoy. Por otra parte, puestos a citar testimonios sobre el pensamiento económico de Juan Pablo II, podemos buscar otros autores y, entre ellos, el padre Robert Sirico, sacerdote católico norteamericano. En el III Simposium Internacional sobre Economía y Religión, organizado, en mayo de 1999 por la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Navarra, y en el que tanto el profesor Rodríguez Braun como yo participamos, el profesor Sirico desarrolló una ponencia bajo el título: “La economía en el pensamiento de Juan Pablo II”, que él mismo resumió diciendo que había resaltado la importancia del librecambio, de la libertad de asociación, de la empresa, de la propiedad privada, del sistema de precios y beneficios, de la caridad voluntaria y de la provisión del bienestar; así como del papel limitado del Estado, tanto según el pensamiento del Papa como según la tradición de la teoría económica en el ámbito general10. Como se ve, esto suena en forma muy distinta de lo que, citando a monseñor Van Thuan, nos aporta Rodríguez Braun. Para no hacerme prolijo, diré simplemente que, en el capítulo de testimonios, difícilmente podemos obviar al de todos conocido profesor Michael Novak quien, en sus muy numerosas publicaciones, desde The Spirit of Democratic Capitalism (1982)11 hasta The Catholic Ethic and the Spirit of Capitalism (1993)12, no ha cesado de demostrar la verdad de la misma tesis que yo sostengo, es decir, la compatibilidad y hasta coincidencia entre capitalismo y catolicismo. Coincidencia digo, porque de su conjunción salen los mejores resultados, tanto en términos económicos como en términos morales. Novak es el autor de lo que Rodríguez Braun, en el artículo que estoy comentando, llama la “cuestión tripartita”. Y esta “cuestión” me lleva a la tercera explicación, y última que quiero comentar, de la crítica del profesor Rodríguez Braun a la Iglesia que, según él, continua viendo al liberalismo como hostil o en el mejor de los casos ajeno a la moral, igual Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 493-505 LA ECONOMÍA DE MERCADO Y LA DOCTRINA DE LA IGLESIA CATÓLICA que lo ha visto siempre el intervencionismo de izquierdas y derechas. *** Y esta tercera explicación es que Carlos Rodríguez Braun, a pesar de citar el sistema tripartito, económico-político-cultural, no profundiza en el sentido que atribuye Novak a lo que, desde 1982, llama “capitalismo democrático”. Las características de este modelo, que su autor califica de uno y trino, vienen dadas por la conjunción de un sistema económico de libre mercado; un sistema político respetuoso con los derechos individuales a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad; y un sistema moral cultural pluralista y, en el más correcto sentido de la palabra, liberal. La razón última de esta configuración radica en que el capitalismo es un sistema económico que tiene sus leyes propias e invariantes, aunque esto no quiera decir que sea amoral, ya que el sistema, en sí mismo, no presupone ninguna necesaria vinculación con concepciones filosóficas rechazables desde una antropología correcta. Es más, el mercado, propio del sistema capitalista tiene su moral, como resultado del propósito de descubrir y atender las necesidades de los demás, lo cual, en ausencia de violencia, fraude o dolo, y sin merma de la búsqueda del legítimo interés propio, es una manifestación del espíritu de servicio inherente al capitalismo. Pero el capitalismo no se desarrolla en el vacío; vive en el entorno constituido por un determinado sistema éticocultural y un concreto sistema político-jurisdiccional que, respectivamente, motiva y enmarca la actuación de los agentes del sistema económico. Por ello, distintas axiologías y distintas organizaciones político-jurídicas producirán resultados económicos y morales distintos, por la mera operación de las mismas leyes económicas generales. Entendidas las cosas de esta forma, me parece que resulta sencillo concluir que, sin intentar interferir en el núcleo invariante de las leyes económicas, es decir, renunciando a la intervención gubernamental de los mercados, podemos y debemos intentar mejorar, desde el punto de vista ético, los resultados del proceso económico de asignación de recursos, perfec- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 493-505 RAFAEL TERMES cionando el sistema de valores y el sistema institucional. Y esto es precisamente lo que quiere Juan Pablo II, y a lo que se dirigen sus advertencias para que el capitalismo merezca la respuesta positiva que le otorga en el tan citado punto 42 de su Centesimus Annus. El Papa, hablando del capitalismo o, como él prefiere, de la economía libre o de mercado, no dice que sea necesario cambiar el sistema económico que constituye la primera “pata” del sistema tripartito. El Papa, simplemente apunta a la mejora de las otras dos “patas” del modelo y, refiriéndose a una de ellas, el sistema institucional, propugna un sistema en el cual la libertad, en el ámbito económico esté encuadrada en un sólido contexto jurídico que la ponga al servicio de la libertad humana integral13, afirmando que la actividad económica, en particular la economía de mercado, no puede desenvolverse en medio de un vacío institucional, jurídico y político14. Y, por lo que respecta a la tercera “pata”, el Papa, después de censurar numerosos rasgos de comportamiento degradado que se observan en las sociedades occidentales, dominadas por la cultura del poseer y gozar, en vez de orientarse por la del ser y valer, aclara que estas críticas van dirigidas no tanto contra un sistema económico, cuanto contra un sistema ético-cultural15. Por lo tanto, si queremos que nuestro sistema capitalista sea el capitalismo bien entendido al que se refiere el Papa, no es necesario precisamente cambiar el sistema económico liberal que lo sustenta, sino, visto el deterioro de los sistemas cultural e institucional que lo enmarcan, intentar regenerarlos. En esta necesaria regeneración moral de nuestras sociedades y sus instituciones, el principal recurso del hombre, dice Juan Pablo II, es el hombre mismo. El hombre, con sus creencias y con su comportamiento. Es su inteligencia la que descubre las potencialidades productivas de la tierra y las múltiples modalidades con que se pueden satisfacer las necesidades humanas. Es su trabajo disciplinado, en solidaria colaboración, el que permite la creación de comunidades de trabajo cada vez más amplias y seguras para llevar a cabo la transformación del ambiente natural y la del mismo ambiente humano. En este proceso están comprometidas importantes virtudes, como son la diligencia, la laboriosidad, la pru- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 493-505 LA ECONOMÍA DE MERCADO Y LA DOCTRINA DE LA IGLESIA CATÓLICA dencia en asumir los riesgos razonables, la fiabilidad y la lealtad en las relaciones interpersonales, la resolución del ánimo en la ejecución de decisiones difíciles y dolorosas, pero necesarias para el trabajo común de la empresa y para hacer frente a los eventuales reveses de la fortuna16. Siguiendo a Michael Novak, diré que creatividad y cooperación son los términos en que cabría sintetizar las virtudes enumeradas por el Papa. Pero creatividad y cooperación son, precisamente, las virtudes propias del capitalismo. La profunda justificación moral del sistema capitalista no radica tan sólo en que -imperfecto como es- sirva a la libertad mejor que cualquier otro conocido; ni siquiera en que sea la manera práctica de realizar la opción por los pobres, ya que eleva sus niveles de vida más que ningún otro sistema; ni en que mejore el estado de salud de los seres humanos y mantenga el balance entre los hombres y su entorno mejor que en las socialistas o tradicionales sociedades del tercer mundo. Todo esto es cierto, pero la verdadera fuerza moral del capitalismo -que es descubrimiento, innovación e inversión- radica en su capacidad para promover la creatividad humana mediante la cooperación. *** Siendo todo esto así, concluiré diciendo que la relectura de la Centesimus Annus de la mano crítica de Carlos Rodríguez Braun, no me ha descubierto en la Encíclica nada que me suponga la tensión que él acusa y, mucho menos, que me obligue a abdicar de mi liberalismo. No creo que la doctrina social de la Iglesia, reactualizada por el Pontífice, sea hostil al liberalismo económico. Respetando su postura, mi más ferviente deseo es que Carlos llegara a verlo también así. En cuanto a mí, siguiendo el dictado de nuestro común amigo Lucas Beltrán, me mantendré liberal impenitente, luchando, dentro de mis flaquezas, por comportarme como un buen católico. Precisamente esta condición es la que me hace pensar que el cristianismo tiene un papel decisivo en las economías de mercado. Ciertamente que el cristianismo no es un simple código de conducta. El cristianismo es esencialmente, y ante todo, la adhesión personal a Jesucristo, confesado como Dios y Hom- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 493-505 RAFAEL TERMES bre verdadero. Pero la fe entraña un compromiso de comportamiento, de seguimiento por un camino basado en las enseñanzas y las obras de Cristo. Los primeros cristianos, provenientes tanto del pueblo judío como de la gentilidad, dice también Juan Pablo II en su posterior Encíclica Veritatis Splendor, se diferenciaban de los paganos no sólo por su fe y su liturgia, sino también por el testimonio de su conducta moral, inspirada en la Ley Nueva. En efecto, la Iglesia es a la vez comunión de fe y de vida. Ninguna laceración debe atentar contra la armonía entre la fe y la vida: la unidad de la Iglesia es herida no sólo por los cristianos que rechazan o falsean la verdad de la fe, sino también por aquellos que desconocen las obligaciones morales a las que los llama el Evangelio. Los Apóstoles rechazaron con decisión toda disociación entre el compromiso del corazón y las acciones que lo expresan y demuestran17. Por lo tanto, si los cristianos que operan en el sistema capitalista, cualquiera que sea el lugar que en él ocupen, viven, en el ejercicio de su respectiva actividad, las virtudes cristianas; si los no cristianos viven las virtudes morales de acuerdo con la ley natural, que a todos obliga y a todos los que con sinceridad la buscan les es dado conocer, en forma que no podrá diferir de la auténtica interpretación del Magisterio; entonces el tripartito sistema que hemos estado contemplando funcionará satisfactoriamente y producirá los mejores resultados, tanto económicos como morales, que cabe esperar en esta tierra. Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 493-505 LA ECONOMÍA DE MERCADO Y LA DOCTRINA DE LA IGLESIA CATÓLICA NOTAS 1 En nota a pie de página, Rodríguez Braun se refiere a la frase de Lucas Beltrán -”moriré católico penitente y liberal impenitente”- que yo le recordaba para definir mi propia posición. A pesar de la ingeniosa pirueta interpretativa de Carlos, es evidente que Lucas quería decir que, si bien, como católico, se arrepentía de sus pecados, no se arrepentía de ser liberal, precisamente porque no lo consideraba pecado. 2 Los problemas sociales cien años después de la Rerum Novarum, Cursos de verano de la Universidad Complutense, 31 de julio de 1991. 3 VV. AA. (1991), Acerca de Centesimus Annus, Espasa-Calpe, Madrid. 4 La frase es de Richard N. Ostling en “Mopping up after Marx”, Time, 13 de mayo, 1991. 5 Juan Pablo II, Sollicitudo rei socialis, nº 41. 6 Zanotti, Gabriel J. (1999), Doctrina Social de la Iglesia y Liberalismo: ¿Antagonismo o malentendido?, Uni- versidad Francisco Marroquín, Guatemala. 7 Juan Pablo II (1993), Centesimus Annus, nº 13. 8 Ibidem, nº 42. 9 Cfr. Juan Pablo II (1993), Centesimus Annus, nº 42. 10 Ravina, Luis (ed.) (2000), Economía y Religión, Eunsa, Pamplona, p. 246. 11 Novak, Michael (1984), El espíritu del capitalismo democrático, Ediciones Tres Tiempos, Buenos Aires. 12 Novak, Michael (1983), The Catholic Ethic and the Spirit of Capitalism, The Free Press, Nueva York. 13 Juan Pablo II (1993), Centesimus Annus, nº 42. 14 Ibidem, nº 48. 15 Ibidem, nº 39. 16 Juan Pablo II (1993), Centesimus Annus, nº 32. 17 Juan Pablo II (1993), Veritatis splendor, nº 26. Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 493-505 RECENSIONES Dirigir los envíos de libros a la Secretaría del Instituto Empresa y Humanismo. COMPETING ON INTERNET TIME. LESSONS FROM NETSCAPE AND ITS BATTLE WITH MICROSOFT D. YOFFIE Y M. CUSUMANO, THE FREE PRESS, NUEVA YORK, 1998 Los profesores Yoffie, de la Harvard Business School, y Cusumano, de la Sloan Management School del MIT, han escrito un libro que se ha convertido desde su aparición en la referencia más sólida hasta el momento acerca de las estrategias empresariales en la era de Internet. El mercado está inundado por volúmenes que versan sobre la nueva economía (¿hay otra? Como dice Howard Frank, creador de Internet, es la única que hay y ha venido para quedarse), la era digital, el e-marketing, o las organizaciones virtuales, por citar algunos ejemplos. Sin embargo, a mi juicio, la obra que nos ocupa merece una mención singular, pues afronta con calidad académica y desde una perspectiva práctica las cuestiones que preocupan a los directivos y empresarios que se asoman a las vueltas y revueltas de la red: ¿qué ha cambiado en el mundo de la empresa desde hace un par de años?, ¿cuáles son los modos más eficaces de responder a esos cambios?, ¿cómo estar a la altura del presente?, ¿es necesario un nuevo pensamiento estratégico?, ¿cómo competir? En un lapso de tiempo fugaz se han producido cambios radicales en las tecnologías y en los mercados; se han desencadenado innumerables carreras por adquirir cuotas de mercado dirigidas por los efectos de la red (el fin de los portales electrónicos no es otro que captar el mayor tráfico posible); los sectores se mueven con rapidez hacia una convergencia desconocida en la historia económica; y por si esto no fuera bastante, el nivel de competitividad se ha disparado: todos compiten contra todos por el mismo botín, gigantes corporativos y startups comparten idénticos objetivos. Detrás está la aparición de algo que no es más que un RECENSIONES medio, pero un medio colosal: Internet. “Una red de redes, levantada sobre un conjunto de tecnologías de software que permite que el hardware envíe, reciba y localice paquetes de información que viajan a la velocidad de la luz por una autopista electrónica mundial”. Y lo que es todavía mas sorprendente, barato y fácil de usar. Uno de los efectos de Internet es que ha comprimido el tiempo. Ahora bien, competir en la red exige, de modo inexorable, ser flexible de forma estratégica, estructural y operativa, así como aprovechar todos los puntos para multiplicar las ventajas competitivas, consiguiendo la fidelidad de los clientes o sacando partido de las debilidades del competidor. Estar atentos a las oportunidades y moverse velozmente es un requisito esencial; llegar tarde en este mundo significa no llegar. En definitiva, lo que hace Internet es acelerar permanentemente el flujo de nueva información, nuevos productos y servicios a lo largo y ancho del planeta. Como consecuencia de ello, de los directivos se espera que dispongan sus organizaciones y las capacidades de sus miembros para cambiar con agilidad continuamente. Yoffie y Cusumano analizan en este libro la batalla competitiva que se desató entre Netscape, un recién nacido, y Microsoft, el monopolio gigante del sector, con motivo de sus navegadores por la red. Aunque se trata de una obra con una gran cantidad de contenidos técnicos, su lectura permite adentrarse en cómo evolucionan las estrategias en la Era Digital y reflexionar sobre las políticas que funcionan y las que desembocan en un callejón sin salida. Competir siempre ha sido difícil y competir con rivales fuertes y agresivos, más; sin embargo, ahora se añade que hay que hacerlo con la velocidad que marca el medio. Esto abre ventanas de oportunidad interesantes para los pequeños, si las saben distinguir y aprovechar. Las nuevas empresas pueden aprender de Netscape a: - Crear una visión ilusionante y viva de productos, tecnologías y mercados, estrechamente ligada a la acción. - Contratar y adquirir experiencia de gestión que se sume a los conocimientos técnicos. Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 509-512 RECENSIONES - Construir los recursos internos propios de una gran empresa organizándose como las pequeñas. - Construir relaciones externas que compensen la limitación de los recursos internos Yoffie acuña en estas páginas una expresión que probablemente le haga merecedor de una estrella en el firmamento de los gurús: la estrategia de judo (judo strategy), que combina rapidez (en el tránsito de la visión a la acción, llevando al contrincante al propio terreno y evitando la confrontación directa), flexibilidad (al compatibilizar la planificación estratégica con los constantes ajustes tácticos) y “apalancamiento” (leverage), en la búsqueda de las valiosas economías de escala y de red (tráfico), así como en la lealtad a una marca por la satisfacción de los clientes. Planificar en tiempos de Internet no supone acortar el horizonte de la planificación, sino incluir la disponibilidad para realizar ajustes con rapidez; en definitiva, se trata de comprimir el tiempo para llegar antes. Las sendas que conducen a la deseada flexibilidad se caracterizan por evitar la buro- cracia, bajar la responsabilidad al nivel más operativo, crear equipos pequeños y variados (gente con y sin experiencia), invertir en arquitecturas modulares, tanto en el diseño como en la fabricación del producto, así como conseguir adaptarse al ritmo de aparición de novedades tecnológicas y de deseos imprevistos de los clientes. Por último, el “apalancamiento”. La estrategia de judo estriba en transformar la fortaleza del contrincante en debilidad: “usa el tamaño de tu competidor, su base instalada y su flujo de ingresos como el terreno sobre el que emprender tus acciones, de modo que le sea gravoso el contrarrestarlas. Usado eficazmente, el apalancamiento inmoviliza al contrincante por temor a socavar su propio éxito. Mientras que la rapidez y la flexibilidad son mecanismos estratégicos para evitar la confrontación con competidores más grandes y poderosos, el apalancamiento ofrece una oportunidad de ganar”. Seguramente, Internet no es un medio que vaya a durar para siempre; no obstante, sólo lo sabremos con certeza dentro Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 509-512 RECENSIONES de unos años. Hoy parece que hay que jugar su juego. El viejo sentido común, tan apreciado en los negocios, y la ilusión por aprender, tan rejuvenecedora, pueden servir de acompañantes. Guido Stein Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 509-512 FILOSOFÍA DE LA VIDA COTIDIANA RAFAEL ALVIRA, RIALP, MADRID, 1999 Este libro intenta llevar a cabo una tarea metodológicamente difícil: ser breve y claro, procurando, a la vez, tener la deseable profundidad filosófica. No pretende ser, pues, un libro de divulgación, sino un acercamiento en lenguaje filosóficamente sencillo a una temática peculiar: la vida cotidiana. En relación con el tema, el libro parte de la idea de que toda realidad está llena de transcendencia y profundidad, y que, en concreto, los aspectos más aparentemente simples de la vida cotidiana esconden riquezas dignas del mejor estudio. Lo cotidiano, lejos de ser el mero pasar de los días, es la sustancia de nuestra vida, el lugar en el que forjamos nuestra existencia, donde nos humanizamos. Lo que se recoge en sus páginas no es una teoría general de la vida cotidiana, aunque dicha teoría se pre- supone –y el autor remite a una obra suya anterior que la trata, La razón de ser hombre-, sino un conjunto de figuras de dicha vida. Y así, en abanico, aparecen desplegados el habitar, la invitación, el juego y el deporte, el aburrimiento, la finura de espíritu, la felicidad y el corazón. Según una vieja tradición que en el mundo hispánico tiene su representante señero en Séneca, el autor quiere hacer filosofía práctico-práctica. Es decir, que aunque la obra implica “subliminalmente” un diálogo y hasta una discusión con muchas posiciones teóricas de la actualidad filosófica, busca, sin embargo, como fin principal, hacer eficaz la filosofía, sacándola del puro criticismo y del fárrago en los que, no infrecuentemente, se expresa hoy. Montserrat Herrero HUMANISMO CÍVICO ALEJANDRO LLANO, ARIEL, BARCELONA, 1999 En el mundo de la economía y de los negocios ha irrumpido con una fuerza inusitada la ola de Internet. Las nuevas tecnologías marcan su impronta virtual en una época que se ha dado en llamar la Era Digital. El e-business es una realidad que agiganta su importancia con tanta rapidez que los participantes en la vida económica corren el riesgo constante de sentirse fuera de juego; incluso los competidores más grandes y poderosos se ven desbordados por “startups” que ayer no eran nada. Nunca antes se había cambiado tanto y tan rápido: el año cibernético dura noventa días y los planes de negocio se rehacen radicalmente cada pocos meses; si no, carecerían de valor. La vida empresarial se incardina en un ámbito de actuación más amplio: la sociedad a la que sirve y de la que se nutre, también económicamente, aunque no sólo. Igno- rar la retroalimentación empresa-sociedad denotaría falta de visión y talento directivo; además, entrañaría un riesgo elevado de gestión: en definitiva, la sociedad la forman los clientes, los accionistas, los proveedores, los empleados, y, también, los directivos. Cualquier responsable empresarial necesita orientarse en la maraña de relaciones y datos virtuales, es decir, reales, que configuran su día a día. Esas pistas de sentido no se suelen encontrar en los manuales de dirección y gestión al uso, que están pensados para otro fin. Sin embargo, los ejecutivos hispanohablantes tienen una oportunidad feliz: leer el último libro del filósofo y escritor Alejandro Llano, conocedor de las corrientes de pensamiento que tejen la textura de la sociedad del conocimiento y de la información de nuestros días, a lo que se añade el interés del autor por interpretar el RECENSIONES papel que desempeña la acción directiva en el mundo social. Las 218 páginas de esta obra se dividen en cuatro capítulos y una conclusión: ¿Qué es el humanismo cívico?; La razón pública; Democracia y ciudadanía; Imagen humanista del hombre y del ciudadano; y El valor de la verdad como perfección del hombre. “El humanismo cívico no es, ciertamente, una fórmula política... es un nuevo modo de pensar que cuadra con las exigencias de la sociedad del conocimiento y con las percepciones de la sociedad postmoderna mucho mejor que el rancio y agotado esquema del estado nacional. La idea netamente cívica de comunidad política posee la apertura y versatilidad suficientes como para revitalizar las fronteras y universalizar las culturas, sin dejarse fascinar por la brillante vaciedad de un cosmopolitismo que aplana las diferencias culturales y arrincona más aún a los ya marginados... El antídoto contra esta paradójica enfermedad que podría llamarse “democracia totalitaria” no viene dado, ciertamente, por un proceso de privatizaciones de empresas y servicios públicos, ni por la aplicación de esa metáfora cuantitativa que es la “disminución del tamaño del estado”. Como dijo Hannah Arendt, “el aislamiento individualista es pretotalitario” (p. 21). El inmenso y blando poder tutelar del estado conduce al desánimo del individuo y a la anorexia espiritual y política. Tampoco los simulacros del mercado sacian los anhelos personales: “Nos ha costado sudor y sangre aprender que el yo humano no se puede amueblar como se decora el apartamento de un nuevo rico. Tampoco es muy sabio hacer con él experimentos psicológicos que acaban desembocando -como poco- en la cultura del prozac. El yo humano no es un recinto cerrado y agobiante: es un vector de proyección y de entrega. En cierto modo es un vacío que clama por su plenificación” (p. 87). Un hilo del que tirar para desenredar la madeja que constriñe a la persona en su desarrollo ciudadano es el que enlaza, más que separa, la vida pública y la vida privada; si es que tiene algún sentido esta dicotomía. Al fin, la vida sólo es susceptible cabalmente de ser vivida; cualquier fragmen- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 515-517 RECENSIONES tación es artificial. “Desde un punto de vista antropológico, la presunta separación entre lo público y lo privado difícilmente se sostiene. Porque a la propia condición de la persona humana le corresponde la vocación ciudadana, y el ciudadano, a su vez, sigue en todo momento siendo una persona privada, dotada de derechos individuales y cívicos igualmente inalienables”(p. 94). Cabe preguntarse si la complejidad y globalización de la sociedad del conocimiento admiten vicios privados frente a las virtudes públicas. Llano también ofrece al lector unas páginas muy suculentas acerca del sentido del trabajo, toda vez que en la sociedad digital no importa tanto el “hombre del trabajo”, cuanto el “trabajo del hombre”. “La superación del economicismo se halla en la línea de la interpretación antropológica del trabajo. El valor añadido de cualquier labor es, ante todo, la ganancia en perfección humana que en ella se obtiene, más allá de su posible -y conveniente no pocas veces- determinación económica... El valor fundamental del trabajo es el perfeccionamiento antropológico, el incremento inte- lectual y ético que en él se gana y con él se expande. Porque la esencia del trabajo consiste en la realización de una aportación personal. Si este aspecto subjetivo del trabajo se margina sistemáticamente, se produce una ausencia de tensión teórica, de entusiasmo ético, de coraje cívico y de afán de emprender. Disminuye la creatividad y aumenta el conformismo: todo tiende entonces a pararse. Acontece una suerte de equilibrio inercial entre nuestras crecientes apetencias de bienestar y nuestra estancada productividad cualitativa. Tal es hoy la patología más notoria en las sociedades de consumo” (pp. 138-139). Humanismo cívico ofrece una síntesis certera y fecunda de aquello que nutre una ciudadanía con vocación de libertad y aversión a entregar a los “tecnosistemas” polítizados y economicistas lo que pertenece al núcleo más específico de la persona. Un libro actual que invita al lector a plantearse un modo renovado de pensar la sociedad y, por consiguiente, a reflexionar sobre sí mismo. Guido Stein Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 515-517 EL ARTE DE GOBERNAR SEGÚN PETER DRUCKER. LAS IDEAS CLAVES QUE ESTÁN TRANSFORMANDO EL MUNDO Y LA ACTUACIÓN DE LOS DIRECTIVOS GUIDO STEIN, EDITORIAL GESTIÓN 2000, BARCELONA, 1999 “Para poder someter las ideas a prueba hay que verlas actuar sobre la cuerda floja”: con la alusión al aforismo de Oscar Wilde el autor apunta ya desde el principio a una de las características más llamativas de la obra de Drucker. La amplitud de su horizonte hace pensar, en efecto, en un equilibrista. Con un enorme bagaje humanístico adquirido en los tiempos de esplendor de la escuela media y superior austroalemana antes de Hitler, Drucker se ha convertido ya hace tiempo, primero en los EE.UU. y después en el mundo entero, en un clásico del management; un clásico que es además el pionero indiscutible de esa disciplina. No es que sus ideas fueran aceptadas sin más por las partes interesadas. Stein pone de relieve no sólo los asombrosos éxitos de su autor sino también sus esfuerzos a veces fallidos: empezando porque, por poner el ejemplo más notable, tanto el presidente de la General Motors como los sindicatos americanos en general, se opusieron, cada cual a su modo, al informe que esa misma compañía le había pedido. El primero, ignorando no sólo sus propuestas de rebajar en lo posible la pirámide de la organización de la empresa, y los sindicatos en el fondo por eso mismo: porque veían en la propuesta específica de formar obreros imbuidos en el espíritu de responsabilidad e iniciativa (lo que después Drucker llamaría “obreros de conocimiento”) un atentado a su propia influencia. Lo cual no impidió que aquel informe, transformado después en libro, sentara las bases para la asombrosa carrera del ignorado. Drucker previó en muchos casos, efectivamente, el futuro. No porque fuera también un precursor de la entre tanto abortada supuesta ciencia de la RECENSIONES futurología; más bien por el modo que siempre ha tenido de mirar al presente: atendiendo a los fines que, sobre todo dirigentes de empresas, tendrían que perseguir más que a las causas supuestamente determinantes de sus acciones y de la acción humana en general. En esto aflora la raíz quizá más filosófica de los planteamientos de Drucker. Como éste expone en su libro de más vasto horizonte intelectual (The New Realities: In Government and Politics, in Economics and Business, in Society and World View, de 1989), el modelo mecanicista cartesiano de la res cogitans y la res extensa, que llevó a tantos logros sobre todo en las ciencias naturales, ya ha pasado. Ahora, lo que se impone como modelo general es, en todo caso, el modelo de los sistemas diseñados originariamente para la investigación de organismos vivos -una investigación que difícilmente puede prescindir del concepto de fin-. A propósito de una obra anterior considerada por él más sólida que Las nuevas realidades (Landmarks of Tomorrow), Stein enumera las cuatro realidades que han generado los nuevos retos, tareas y oportu- nidades ante los que nos encontramos hoy día: “la sociedad educada (educated society), el desarrollo económico, la decadencia de la nación-estado y la occidentalización de oriente.” (pág. 57). Esto da ya una idea del amplio marco en el que se integran los detallados análisis particulares de Drucker. Una breve reseña no puede sustituir la lectura del libro de Stein, como tampoco éste, claro está, hace superflua la de los de Drucker. Yo me voy a limitar aquí a unos pocos aspectos críticos: en especial a uno que se refiere más bien al libro de Stein y a otro que se refiere más bien a los libros de Drucker. La escrupulosa exposición de los logros de Drucker no impide a Stein criticarle cuando lo cree oportuno -sobre todo, por la superficialidad de algunos de sus planteamientos filosóficos-. No le falta razón. Qué duda cabe que las brillantes síntesis conseguidas por Drucker (entre innovación y tradición, individualidad y corporatividad, humanismo y especialización, descentralización y control, por citar sólo unas pocas), sin una más profunda reflexión, pueden llegar a veces a dar más la impresión Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 519-524 RECENSIONES de brillantes equilibrismos que de verdaderas síntesis. Pero, por otra parte, el mismo Stein no nos hace olvidar que se trata en todos los casos de un equilibrio inestable en el que, además, Drucker hace inclinar la balanza una y otra vez por uno de los miembros de esas alternativas; en especial, por cada uno de los que tienen que ver con la discontinuidad (riesgo, incertidumbre, flexibilidad, etc.) a expensas, si es preciso, de la continuidad. Sintomática a este respecto es la frecuencia con que Drucker hace intervenir el prefijo “post” -hasta el punto de haber sido él el primero en hablar de “post-modernidad”, precisamente en relación con el fin del modelo mecanicista para dar lugar a lo que Drucker llama también “post-cartesianismo”-. Es lógico que un autor como Stein, que además de directivo ejecutivo es filósofo de profesión, hubiera deseado análisis más profundos a este respecto. Un ejemplo. Stein alude al concepto de “divisorias topográficas” sobre el que reproduce dos textos significativos de Drucker. El primero dice: “La historia conoce este tipo de divisorias. Tienden (...) a no ser espectaculares y rara- mente constituyen noticia importante en su época. Pero, una vez cruzadas, cambia el panorama social y político.”; y el segundo: “Cincuenta años más tarde hay un nuevo mundo y quienes nacen entonces no pueden siquiera imaginar el mundo en el que vivieron sus abuelos y en el que nacieron sus padres.” Pues bien: cuando Drucker escribió esas líneas (en 1998 y en 1993), muchos de los fenómenos que hoy día están revolucionando visiblemente el mundo, y entre los que la revolución que está introduciendo Internet en los negocios tanto como en nuestras propias vidas es sólo el más llamativo, apenas estaban entonces en ciernes. Y, sin embargo, bajo el mismo título de la “postmodernidad”, filósofos, sobre todo franceses, ya habían analizado bajo el psicoanalítico título de “bucle temporal” la estructura fundamental de tales fenómenos. Stein aplica a Drucker el dicho orteguiano de que pensar es exagerar. Dicho también aquí simplificadamente: el “bucle temporal” consiste en que el futuro puede llegar a crear el pasado. La paradoja encerrada en esta simplificación concuerda con la primacía que Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 519-524 RECENSIONES Drucker otorga a los fines frente a las causas. En esa misma línea, filósofos postmodernos no dudan en rectificar el dicho de Hegel según el cual lo esencial es lo que ha sido (en pretérito perfecto); para ellos, lo esencial es más bien lo que va a haber sido (en pretérito anterior). También esto concuerda con la primacía que da Drucker a las contigencias de la finalidad frente a la predeterminación a que llevaría una férrea causalidad mecánica. Es muchas veces sólo a posteriori como las cosas adquieren su sentido y su necesidad. En una palabra, en un mundo de incertidumbre como el nuestro, es más realista el que apuesta por cien pájaros volando que el que se conforma con el que tiene ya en mano. El futuro le dará la razón -si se la da-. Pero desde luego no al otro. El primer aspecto crítico de los dos que anuncié (el dirigido a Stein), podría ahora rezar así: ¿no se extralimita el filósofo Stein al echar de menos en Drucker análisis menos someros de cuestiones tan básicas como la del “bucle temporal”, detectado por teóricos filosóficos de la postmodernidad? (del ejemplo, por cierto, no es él el res- ponsable) ¿No es pedir peras al olmo?¿No hay en ese punto de malestar por parte de Stein algo de deformación profesional? Paso a una posible crítica dirigida esta vez a Drucker. La extraordinariamente sugestiva y polifacética imagen que de la obra de Drucker resulta del libro que comentamos, se podría resumir precisamente con ayuda del giro que la postmodernidad propiamente filosófica da al dicho de Hegel para explicar el paradójico efecto retroactivo del prefijo “post”. Sin embargo, después de leer el libro, uno se pregunta si el profeta Drucker no se equivocó por lo menos en uno de sus vaticinios. La segunda de las citas suyas que dimos más arriba procede de su libro Post-capitalist Society. Ahora bien, ¿no es la sociedad en que estamos empezando a vivir -precisamente debido a las muchas revoluciones detectadas en sus inicios por Drucker como, por ejemplo, la caída del imperio soviético- una sociedad capitalista elevada al cubo? Por poner otra vez sólo un ejemplo: ¿qué se ha hecho del manager, de cuyo papel rector en las empresas, y a través de ellas en la sociedad, todos nos dimos cuenta, aunque con Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 519-524 RECENSIONES bastante retraso con respecto a Drucker? Y para concretar un poco más este otro ejemplo: ¿qué mejor manager que Klaus Esser? Todavía sigue en su puesto después de que su incomparablemente bien llevada gigantesca empresa Mannesmann fuera comprada por Vadofone; pero algunos no le dan mucho tiempo en el puesto. ¿Por “culpa” de quién? ¿Del manager Chris Gent, ante el que al final tuvo que rendir sus armas? No tanto por su culpa como por la de la mayoría de los accionistas del mismo Mannesmann: capitalismo más puro y más duro es apenas imaginable. En estas condiciones ¿qué queda también de la insistencia druckeriana en el primado de la cualidad o de la calidad, representada en este caso por los managers, sobre la cantidad, representada en este y tantos otros casos por el querer más y más, por la pleonexía, de los accionistas? Por otra parte y para seguir con el mismo ejemplo, Mannesmann contaba con una larga tradición de más de un siglo mientras que sus pocos años de vida hacen de Vadofone todavía un imberbe. Y eso habla a favor de muchas de las descripciones que, avant la lettre, hizo entonces Drucker del precario mundo de la potmodernidad. Por no hablar de que siempre estuvo convencido de que el miembro, sí, el miembro más importante de una empresa es siempre el cliente. Y ¿quién es en ese capitalismo puro y duro el principal cliente de la empresa sino el accionista? ¿Y quién, si no Drucker, se dio cuenta a tiempo de la inmensa influencia que iban cobrando hace tiempo los fondos de pensiones y los managers que los administran? Por no hablar de todo esto y por no hablar tampoco de que el concepto de management no se limita en Drucker a las empresas de lucro, sino que abarca toda la amplia gama de organizaciones desde las comunidades religiosas o caritativas hasta -para tocar el campo específico de las actividades de Stein- las universidades. Aunque en eso del postcapitalismo se hubiera equivocado, quedaría aún mucho en pie del profeta Drucker. Además, ¿se equivocó en eso realmente? Se dice que el modelo renano de la economía social de mercado ha muerto a manos del neoliberalismo. Pero el mismo desasosiego que provoca la descarnada realidad de- Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 519-524 RECENSIONES trás de este ambiguo término, no excluye que también aquí se impongan con el tiempo correcciones dirigidas a nuevos equilibrios inestables con una inclinación u otra de la balanza: uno más de los muchos equilibrios descritos por el equilibrista Drucker. La razón principal de ese desasosiego (una economía globalizada sin el marco institucional de una verdadera sociedad mundial) tiene que ser poco menos que una pesadilla para él. Una de las constantes en la larga carrera de este autor es precisamente la integración de la economía en un adecuado marco institucional y hasta constitucional. Como Stein señala, si la planeada trilogía sobre tres pensadores alemanes del siglo XIX preocupados por ese tipo de problemas quedó en torso, eso no se debió sólo a los azares de la política que llevaron al joven Drucker a la emigración; se debió también a que una vez en los EE.UU., éste se dio cuenta de que el marco general de un estado de derecho que un Friedrich Julius Stahl, un Wilhelm v. Humboldt o un Joseph v. Radowitz buscaban, ya se había plasmado antes a escala nacional en la mudable constitución de su nuevo país. Afortunadamente, su obra da mucho que pensar no sólo a filósofos ni sólo a hombres de negocios. El inconveniente es que ni los unos ni los otros, ni tampoco los demás, tienen siempre tiempo para leer tantas páginas. Si hubiera que recomendar una sola de entre sus muchas obras, yo me inclinaría por la ya citada Nuevas realidades, de la que Stein dice que es una de las dos más conocidas en España, pero también, como ya indiqué, que no es precisamente una de sus mejores obras. Como sugestiva y sólida introducción a todas ellas, yo no me podría imaginar nada mejor que el libro de Stein mismo. Publicado con una carta de Drucker, recomendado por eminentes personalidades de la política y de la empresa y prologado por Pedro Nueno, el libro -aparte de una introducción, unas breves conclusiones y una extensa bibliografía de y sobre Drucker- consta de cuatro partes: I. Aproximación a Peter F. Drucker; II. Teoría de la sociedad; III. Teoría de la corporación; IV. Teoría del Management. Fernando Inciarte Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 519-524 EL PODER POLÍTICO SHAKESPEARE EN LOS DRAMAS DE FEDERICO TRILLO-FIGUEROA, ESPASA CALPE, MADRID, 1999 ¿Por qué las obras de Shakespeare siguen teniendo tanto interés para los lectores, espectadores e internautas del siglo XXI? ¿Cuál es la razón de que sigan provocando investigaciones más o menos profundas, películas muy galardonadas, nuevas versiones teatrales o innumerables páginas web con contenidos de lo más variopinto? Sus obras se emplean incluso para adiestrar a futuros managers: en la Columbia Business School se imparte un curso que lleva por título “Shakespeare and Leadership”. En él, el profesor John Whitney utiliza el ejemplo de Ricardo II para mostrar cómo ciertas motivaciones distraen del trabajo, pregunta a sus alumnos si Falstaff debiera haber sido despedido, describe cómo las lecciones de Enrique IV le ayudaron a sanear Pathmark, una cadena de supermercados que estaba en bancarrota o, en fin, muestra al desventurado Kent, del Rey Lear, como si fuera uno de los despidos más brutales en la historia de la dirección de personal. Tenía razón Pope cuando decía que el autor de Stratford-upon-Avon era al tiempo maestro de lo trágico y lo cómico que hay en la naturaleza humana, del más profundo sentimiento de ternura y de las más vanas flaquezas; de nuestras más intensas emociones y de nuestras sensaciones más frívolas. Su capacidad de describir las constantes de la naturaleza humana, sus motivaciones y sus acciones es asombrosa. En cuanto al autor, no es extraño que a Federico Trillo le interese el tema del poder: su biografía le ha llevado a tenerlo en su mano desde hace tiempo. Por eso no es sorprendente que se haya interesado por él como objeto de estudio (aunque no sea tan común que los políticos se preocupen de investigar, ni siquiera de pensar, en realidades que les tocan RECENSIONES tan de cerca día a día). El propósito de su libro es desentrañar el significado profundo del poder político en el conjunto de las obras dramáticas de Shakespeare, estudiar si responden a un pensamiento político unitario de su autor y conseguir, a través de él y de ellas un poco más de luz sobre ese fenómeno tan apasionante, misterioso y terrible. La obra de Trillo es una tesis doctoral rigurosamente trabajada, con un aparato crítico muy completo, escrita de forma clara y amena. Aborda el tema del poder político desde numerosos campos de investigación: la antropología, la sociología, el derecho, la crítica literaria. En todos ellos alcanza sus objetivos hasta las últimas consecuencias. Demuestra una gran capacidad para hacer llegar al lector tanto la explicación de los diversos conceptos que van surgiendo al hilo de la exposición, ya sean jurídicos, metafísicos, o de psicopatología; como la recreación histórica, lo cual resulta aún más meritorio, porque es fácil “ambientar” con los medios de Hollywood, pero no tanto con 434 páginas, una detrás de otra, en las que se reflexiona sobre la legitimi- dad de origen, la legitimidad de ejercicio, el deber de obediencia, el derecho de resistencia.... Cada tema que aborda el libro queda “liquidado”. Equilibrio, sentido común, medida a la hora de juzgar, son rasgos que resaltan en la forma que el autor tiene de enfrentarse a asuntos que resultan un bocado suculento para las fantasías y las tesis arriesgadas: si William Shakespeare existió o no, el papel de las brujas y, en general, de lo misterioso en relación con el poder, el papel secundario de la mujer en las obras del autor inglés, la locura del gobernante, la figura del tirano…. El poder político en los dramas de Shakespeare se divide en cuatro capítulos. El primero encuadra el tema y se ocupa del planteamiento, el objeto y la metodología que Trillo va a utilizar en su investigación. El capítulo segundo trata sobre el contexto histórico y político. El tercero se dedica al poder y el derecho en los dramas históricos. En el cuarto se acomete la tarea de esclarecer la antropología del poder en las tragedias. Las conclusiones a las que llega el autor permiten captar hasta sus más profundos matices el fenómeno del Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 525-527 RECENSIONES poder como pasión, como fuerza, como afán, como tensión y como conflicto humano. Si el mundo es un gran teatro en el que, por alguna razón misteriosa, unos pocos mandan y otros muchos obedecen, nada mejor que una obra de teatro para mostrar con personajes inolvidables las distintas formas que el hombre tiene de comportarse ante el poder. Shakespeare escribió muchas: tanto Julio César, Macbeth, Otelo, Hamlet o el Rey Lear, como las dos Tetralogías, Ricardo II, Ricardo III, Enrique IV, Enrique V, Enrique VI, son un ejemplo de cómo se puede enseñar y aprender sobre política a partir de la buena literatura. Marina Martínez Revista Empresa y Humanismo, Vol. II, Nº 2/00, pp. 525-527 PUBLICACIONES DEL INSTITUTO EMPRESA Y HUMANISMO 1. LIBROS Nº1 FILOSOFÍA DEL DINERO Vittorio Mathieu Nº2 LA VERTIENTE HUMANA DEL TRABAJO EN LA EMPRESA George Gilder, Carlos Llano, Juan Antonio Pérez López y Leonardo Polo Nº3 ETICA EMPRESARIAL: TEORÍA Y CASOS Rafael Gómez Pérez Nº4 LAS CLAVES DE LA EFICACIA EMPRESARIAL Tomás Melendo Nº5 LA UNIVERSIDAD COMO EMPRESA: UNA REVOLUCIÓN PENDIENTE Tomás Calleja Nº6 TEORÍA DE LA ACCIÓN HUMANA EN LAS ORGANIZACIONES Juan Antonio Pérez López Nº7 EL HUMANISMO EMPRESARIAL Alejandro Llano, Rafael Alvira, Miquel Bastons, Tomás Calleja, Cruz Martínez Esteruelas, Ignacio Miralbell Nº 8 ESTRATEGIA EMPRESARIAL ANTE EL CAOS Felipe Gómez Pallete Ed. Nº 9 ECONOMÍA SOCIAL DE MERCADO. SU VALOR PERMANENTE Ludwig Erhard Nº 10 LA CULTURA DEL TRABAJO EN LAS ORGANIZACIONES Leticia Bañares Nº 11 CULTURA EMPRESARIAL EN ESPAÑA Y SU POTENCIAL ESTRATÉGICO María Teresa del Val Nº 12 CABALLEROS Y EMPRESARIOS. EL HOMBRE DE NEGOCIOS VICTORIANO Jesús Mª Zaratiegui Nº 13 ETICA DEL CAPITALISMO Peter Koslowski Nº 14 CIENCIA Y PRÁCTICA EN LA ACCIÓN DIRECTIVA Joan Fontrodona Nº 15 LIBERALISMO ECONÓMICO Y LIBERTAD. ORTODOXOS Y HETERODOXOS EN LAS TEORÍAS ECONÓMICAS ACTUALES Ricardo F. Crespo 2. CUADERNOS Nº 1 ASPECTO FINANCIERO Y ASPECTO HUMANO DE LA EMPRESA Vittorio Mathieu Nº 2 LA INTERPRETACIÓN SOCIALISTA DEL TRABAJO Y EL FUTURO DE LA EMPRESA Leonardo Polo Nº 3 LA RESPONSABILIDAD SOCIAL DEL EMPRESARIO Enrique de Sendagorta Nº 4 EL SENTIDO DE LOS CONFLICTOS ÉTICOS ORIGINADOS POR EL ENTORNO EN EL QUE OPERA LA EMPRESA Juan Antonio Pérez López Nº 5 EMPRESA Y CULTURA Fernando Fernández Nº 6 HUMANISMO Y EMPRESA Cruz Martínez Esteruelas Nº 7 MORALIDAD Y EFICIENCIA: LÍNEAS FUNDAMENTALES DE LA ÉTICA ECONÓMICA Peter Koslowski Nº 8 LA ESTRATEGIA SOCIAL DE LA EMPRESA Manuel Herrán Romero-Girón Nº 9 EL TRABAJO DIRECTIVO Y EL TRABAJO OPERATIVO EN LA EMPRESA Carlos Llano Nº 10 EL ALTRUÍSMO EN LA EMPRESA George Gilder Nº 11 RICOS Y POBRES. IGUALDAD Y DESIGUALDAD Leonardo Polo Nº 12 EL UTILITARISMO EN LA ÉTICA EMPRESARIAL Joan Fontrodona Nº 13 LA EMPRESA EN LA HISTORIA Agustín González Enciso Nº 14 LA EMPRESA ENTRE LA ECONOMÍA Y EL DERECHO José Antonio Doral Nº 15 LA EMPRESA ANTE LA NUEVA COMPLEJIDAD Alejandro Llano Nº 16 EMPRESA Y LIBERTAD Jesús Arellano Nº 17 ¿QUÉ ES EL HUMANISMO EMPRESARIAL? Rafael Alvira Nº 18 EL RENDIMIENTO SOCIAL DE LA EMPRESA Jose M. Basagoiti Nº 19 ELEMENTOS CONFIGURADORES DE LA ACTUAL VALORACIÓN DEL TRABAJO Tomás Melendo Nº 20 DIRECCIÓN Y SISTEMAS DE MANDO Manuel López Merino Nº 21 LA ÍNDOLE PERSONAL DEL TRABAJO HUMANO Tomás Melendo Nº 22 LA REVOLUCIÓN SOCIAL DEL MANAGEMENT Tomás Calleja Nº 23 INDICADORES DE LA MADUREZ DE LA PERSONALIDAD Enrique Rojas Nº 24 EMPRESA Y SISTEMAS DE COOPERACIÓN SOCIAL Ignacio Miralbell Nº 25 HUMANISMO PARA LA DIRECCIÓN Miguel Bastons Nº 26 ACTUALIDAD DEL HUMANISMO EMPRESARIAL Alejandro Llano Nº 27 NOTAS SOBRE LA CULTURA EMPRESARIAL Rafael Gómez Pérez Nº 28 LA IMPORTANCIA DE LA DINÁMICA POLÍTICA PARA EL DIRECTIVO Manuel Alcaide Castro Nº 29 EL PODER...¿PARA QUÉ? Juan Antonio Pérez López Nº 30 LA EMPRESA Y EL AMBIENTE SOCIO -POLÍTICO EN EL UMBRAL DEL NUEVO SIGLO Daniel Bell Nº 31 LA GESTIÓN DEL CAMBIO EN LA EMPRESA Juan A. Díaz Alvarez Nº 32 HACIA UN MUNDO MÁS HUMANO Leonardo Polo Nº 33 ESTUDIO HISTÓRICO SISTEMÁTICO DEL HUMANISMO Higinio Marín Nº 34 HUMANISMO ESTAMENTAL Higinio Marín Nº 35 CONSIDERACIONES SOBRE EL ACTIVO HUMANO DE LA EMPRESA Tomás Calleja Nº 36 SER EL MEJOR. HACER QUE OTROS TAMBIÉN LO SEAN (SÓLO PARA EMPRESARIOS) José María Ortiz Nº 37 LA ETICA DE LA SOCIEDAD DE CONSUMO Antonio Argandoña Nº 38 HACIA UNA ECONOMÍA POLÍTICA HUMANISTA Ludwig Erhard Nº 39 LAS REFERENCIAS SOCIALES DE LA EMPRESA Tomás Calleja Nº 40 MÁXIMO BENEFICIO Y MÁXIMA RACIONALIDAD José María Ortiz Nº 41 LA INSERCIÓN DE LA PERSONA EN LA EMPRESA Armando Segura Nº 42 HUMANISMO PERICIAL Higinio Marín Nº 43 DIMENSIÓN HUMANISTA DE LA ENERGÍA Tomás Calleja Nº 44 LA EMPRESA ENTRE LO PRIVADO Y LO PÚBLICO Miguel Alfonso Martínez-Echevarría Nº 45 COMPETITIVIDAD Y COOPERACIÓN COMO VALORES INSTITUCIONALES DE LA EMPRESA Santiago García Echevarría Nº 46 FILOSOFÍA DE LA ECONOMÍA I- METODOLOGÍA DE LA CIENCIA ECONÓMICA Alejo J. Sison Nº 47 LA LÓGICA DEL DIRECTIVO: EL CONTROL NECESARIO Y LA CONFIANZA IMPOSIBLE Pablo García Ruiz Nº 48 LA 'REVOLUCIÓN' INSTITUCIONAL DE LA EMPRESA. EL RETO AL DIRECTIVO Y A LOS RECURSOS HUMANOS Santiago García Echevarría Nº 49 FILOSOFÍA DE LA ECONOMÍA II- EL ÁMBITO AUSTROGERMÁNICO Alejo J. Sison Nº 50 VALORES ÉTICOS DE LA EMPRESA Juan Cruz Nº 51 LA EMPRESA VIRTUOSA José María Ortiz Nº 52 LAS DECISIONES EN LA EMPRESA: CÁLCULO Y CREATIVIDAD Miguel Bastons Nº 53 FILOSOFÍA DE LA ECONOMÍA III. LOS FUNDAMENTOS ANTROPOLÓGICOS DE LA ACTIVIDAD ECONÓMICA Alejo J. Sison Nº 54 LA FAMILIA: UN IMPERATIVO PARA LA EMPRESA Ramón Ibarra Nº 55 VARIACIONES SOBRE UNA CRISIS Tomás Calleja Nº 56 POBREZA, PRODUCTIVIDAD Y PRECIOS Paolo Savona Nº 57 LO COMÚN Y LO ESPECÍFICO DE LA CRISIS MORAL ACTUAL Rafael Alvira Nº 58 LA ÉTICA EMPRESARIAL: UNA APROXIMACIÓN AL FENÓMENO Manuel Guillén Nº 59 LA DIMENSIÓN POLÍTICA DE LA ECONOMÍA Miguel Alfonso Martínez-Echevarría Nº 60 SOBRE LA COOPERACIÓN COMPETITIVA Ana Fernández y Carmelo Lacaci Nº 61 ORGANIZACIONES INTELIGENTES EN LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO Alejandro Llano Nº 62 LA ECONOMÍA SOCIAL DE MERCADO DE LUDWIG EDHARD Y EL FUTURO DEL ESTADO DE BIENESTAR Ana Fernández y Carmelo Lacaci Nº 63 LA PERSONA HUMANA EN LA EMPRESA DE FIN DE SIGLO Carlos Llano Nº 64 ESTADO, SOCIEDAD CIVIL Y EMPRESA Tomás Calleja Nº 65 SOBRE LA CONFIANZA Richard Brisebois Nº 66 EL PROTAGONISMO SOCIAL DE LA EMPRESA Tomás Calleja Nº 67 DIMENSIONES ESTÉTICAS DE LA EMPRESA Rafael Alvira Nº 68 LA EMPRESA COMO REALIDAD ESTÉTICA Ana Fernández Nº 69 DE LA ESTÉTICA A LA ÉTICA DE LA COMUNICACIÓN INTERNA Iñaki Vélaz Nº 70 LA RESPUESTA EMPRESARIAL A UNA NUEVA DINÁMICA DEL EMPLEO: ¿EFICIENCIA ECONÓMICA VERSUS EFICIENCIA SOCIAL EN CLAVE ÉTICA? Santiago García Echevarría Nº 71 LA PROFESIÓN: ENCLAVE ÉTICO DE LA MODERNA SOCIEDAD DIFERENCIADA Fernando Múgica Nº 72 EL EMPRESARIO SERVIDOR-LÍDER Enrique de Sendagorta Nº 73 PETER DRUCKER (I): HACIA UNA BIOGRAFÍA INTELECTUAL Guido Stein Nº 74 PETER DRUCKER (II): SOBRE EMPRESA Y SOCIEDAD Guido Stein Nº 75 LA NARRATIVA ANGLO-AMERICANA DE LA PROPIEDAD Alejo Sison Nº 76 LA EMPRESA COMO SUJETO DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES Javier Herrero Nº 77 CLIMA Y CULTURA EMPRESARIAL Iñaki Vélaz Nº 78 VALORES BURGUESES Y VALORES ARISTOCRÁTICOS EN EL CAPITALISMO MODERNO: UNA REFLEXIÓN HISTÓRICA Agustín González Enciso SERIE EN INGLÉS Nº9 MANAGERIAL WORK AND OPERATIVE WORK WITHIN ENTERPRISE Carlos Llano Nº10 THE ALTRUISM OF ENTERPRISE George Gilder Nº15 BUSINESS AND THE NEW COMPLEXITY Alejandro Llano Nº17 ENTERPRISE AND HUMANISM Rafael Alvira Nº22 THE SOCIAL REVOLUTION OF MANAGEMENT Tomás Calleja Nº30 THE SOCIO-POLITICAL ENVIRONMENT THAT ENTERPRISE MAY FACE Daniel Bell 3. NUEVAS TENDENCIAS Nuevas Tendencias es una Newsletter cuatrimestral que recoge las nuevas tendencias que tienen lugar en el ámbito empresarial y académico. Hasta la fecha se han publicado 40 números.