1 V Congreso Europeo CEISAL de Latinoamericanistas Bruselas, abril 11-14 de 2007 Simposio: HIST/RI-4: El mundo norandino desde las reformas borbónicas hasta la actualidad Ponencia Ciudadanía y educación pública para el proyecto de nación republicana en Venezuela, 1811-18301 Dra. Belin Vázquez V. Universidad del Zulia Centro de Estudios Históricos Maracaibo- Venezuela E-mail: belinvazquez@cantv.net Introducción La formación histórica nacional deviene de la construcción del Estado- nación y es correlativa con las prácticas ciudadanas y educativas que interactúan como mediaciones del poder para configurar los cuerpos sociales con específicos propósitos. Desde estos fundamentos que nutrieron el surgimiento de los estados nacionales, el estudio particulariza sobre este proceso en Venezuela originado por el ideario político liberal-ilustrado que dio lugar a los Estados soberanos republicanos y funcionó en paralelo con las funciones que el ordenamiento jurídico-político le atribuyó a la educación pública y a la instrucción de los ciudadanos. Durante los últimos años, problemas atinentes a esta cuestión han ocupado la atención de los debates públicos y académicos. Precisamente, en torno a los derechos ciudadanos inspirados en los valores universales que surgieron con la razón ilustrada y consagrados en los preceptos constitucionales de las nacientes repúblicas desde los inicios del siglo XIX, su discusión se orienta a reivindicar el ejercicio pleno de los derechos de los “otros” que, por razones históricas, fueron excluidos por la sociedad diferenciada e inherente al funcionamiento del Estado moderno. Durante la naciente república decimonona, el ciudadano <<…concierne al fundamento contractual de la ciudadanía democrática y su relación con la noción de 1 Avances de investigación del proyecto “Ciudadanía, identidades y democracia desde el ser y el saber”, adscrito al Programa de Investigación: Identidades, poder y prácticas sociales”, bajo nuestra coordinación y financiado por el Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico de la Universidad del Zulia. 2 estatus>>1. Durante el transcurrir histórico de este estatus diferenciado, las prácticas ciudadanas han marchado de la mano con las inequidades y exclusiones. Por ello, los recientes debates plantean como perentorio construir una sociedad igualitaria, con fundamento en la democracia social inclusiva asumida desde el carácter ético, protagónico, humano y participativo de todos los ciudadanos en igualdad de condiciones. Un propósito explicativo sobre esta construcción histórico-social, amerita un esfuerzo de síntesis que posibilite reflexionar sobre los contextos y escenarios por los cuales han transitado estas prácticas, en asocio con los modelos educativos inscritos en las lógicas del poder inmanentes al desarrollo histórico del sistema-mundo. Se trata, en consecuencia, de aportar contribuciones orientadas a comprender porqué la relación ciudadanía-educación-nación, han funcionado coligadas a la historización de las relaciones de poder implicadas en la formación y consolidación de lo nacionalhomogeneizador, en consonancia con el sistema-mundo moderno. Asumiendo como unidad de análisis el estudio del caso venezolano, de similares características en los Estados soberanos de la América antes española, se explicará este proceso que emergió con el proyecto fundacional de construir una "república para los ciudadanos", para lo cual instruir en la moral y las luces implicaba la limpieza del cuerpo, el control de las pasiones y las virtudes públicas, instituidas como parte sustantiva del objetivo político de cultivar el patriotismo republicano implicado en la naciente opinión pública. . Estos componentes históricos que han configurado las identidades ciudadanas en Venezuela, sirven de propósito al tema propuesto en este trabajo. Su explicación posee un carácter multidimensional, pero solamente nos ocuparemos de lo atinente al ciudadano y la ciudadanía fomentada por la educación pública entre los inicios del siglo XIX y la creación oficial de la República de Venezuela. Ciudadano moderno: soberanía del pueblo y libertades públicas para la nación republicana En tiempos de la “ ciudadanía antigua”, los ciudadanos estaban insertos en una red de pertenencias comunitarias configuradas por el estatus hereditario inherente a la estructura estamental de las ciudades; en tanto que con la “ciudadanía moderna”, la calidad de ciudadano se politiza sobre los principios universalistas de las libertades instituidas por los derechos individuales, proclamados originariamente mediante los ideales democráticos del derecho a la participación política, esto es, <<soberanía de la 3 nación, en el sentido de 1789, es decir, de la nación reunida en asamblea>>2. El sentido de tal distinción lo clarifica Rousseau cuando afirma: <<Esta persona pública que se constituye por la unión de todas las otras, antes se llamaba Ciudad, pero ahora lleva el nombre de República o cuerpo político, al cual sus miembros denominan Estado cuando es pasivo, soberano cuando es activo y Poder en comparación con sus semejantes. En cuanto a los asociados, colectivamente toman el nombre de pueblo, particularmente el de ciudadanos, cuando participan de la autoridad soberana y súbditos, cuando están sometidos a las leyes del Estado>>3. La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789) originó que la política del orden antiguo fuese progresivamente desplazada por los derechos contractuales individuales formalizados en las leyes de la nueva república. Uno de sus grandes ideólogos fue John Locke (1632-1704) quien planteaba que por la ley divina del estado de naturaleza, todos los hombres nacían libres e iguales y, como tal, eran poseedores de derechos inalienables, por lo cual el gobierno civil debía asegurarles y garantizarles el disfrute y preservación de la libertad y la propiedad 4. Estos <<Derechos del hombre>> fueron confirmados años más tarde por Rousseau al fundamentar que, por el pacto social, los <<Derechos del ciudadano>> establecen <<…una igualdad tal que todos se comprometen bajo las mismas condiciones, y deben gozar todos de los mismos derechos>>. En este sentido, advertía que por el derecho natural de gentes los hombres nacían libres y eran poseedores de derechos inalienables y lo que se traspasaba a la comunidad política era la parte de sus derechos naturales, cuyo uso importaba a la comunidad. Con este contrato social -añadía- se producía un cuerpo moral y colectivo que encerraba un compromiso reciproco entre el hombre público o ciudadano y los particulares, a partir de una doble relación: <<…primero: como miembro del soberano para con los particulares; y segundo, como miembro del Estado para con el soberano>>5. Esta distinción entre homme y el citoyen fue fundamental pues, desde entonces, el ciudadano sintetizó las dos condiciones antes separadas de súbdito y de soberano. Por consiguiente, los derechos que comportaban la condición natural de los hombres fueron anteriores al contrato social, en tanto que los derechos del ciudadano derivaron de este acto contractual o de asociación6. Entonces, ¿Quién era el pueblo para estos Estados soberanos que imitaban el republicanismo de los antiguos, el proyecto jacobino de los franceses y el constitucionalismo de los ingleses?. Para ellos, el pueblo eran los ciudadanos, a quienes 4 se les delegaba la <<soberanía>> mediante un pacto social; por lo tanto, el pueblo soberano eran los <<los ciudadanos con derecho a sufragio por medio de sus apoderados legalmente constituidos>>. De este modo, en las jurisdicciones de la América antes española, las sucesivas declaratorias oficiales en Estados soberanos para instaurar el proyectado cuerpo de la nación con su gobierno y leyes7, el poder soberano de los pueblos fue delegado a los ciudadanos electores en quienes, por la naturaleza del pacto social, recaía la voluntad general de la soberanía del cuerpo social para procurar el goce de la felicidad y de los mismos derechos; Estado de derecho que fue plasmado desde los inicios del siglo XIX en las Constituciones de las nacientes repúblicas oficialmente ordenadas. En tal sentido y acopiando lo planteado por Chiaramonti 8, en las ciudades, estados o provincias soberanas que desde 1777 integraron formalmente el territorio de la Capitanía General de Venezuela, al igual que en otras hispanoamericanas que se proponían afirmar su independencia del gobierno despótico en las autoridades hispanocoloniales, el ciudadano hace parte sustantiva de la soberanía reasumida que emergió encarnada en los ayuntamientos, los cuales se abrogaron su representación política en la figura del diputado de la nación que durante las primeras décadas del siglo XIX se formulaba en términos contractualistas. Los actores políticos aspiraban forjar una nación para los ciudadanos, en correspondencia con una civilidad idealizada en la moral y las luces inspiradas en el espíritu de libertades y de virtudes para conducir a la prosperidad de utilidad pública. Con fundamento en este ideario liberal-ilustrado, el pensamiento educacional y su discurso pedagógico fueron conectores de este proyecto político para generar lealtades hacia la naciente república imaginada desde las bases doctrinarias de la <<Proclamación de los derechos del pueblo>>9, los cuales instituían la delegación de la soberanía en los ciudadanos electores. Al marchar de la mano con el utilitarismo y el iusnaturalismo, el ciudadano que idealizaban los ilustrados opuestos al despotismo absolutista, se institucionalizó con las libertades que conferían los derechos civiles (opinión, reunión, igualdad jurídica y política, trabajo, propiedad, seguridad), la pertenencia a una comunidad política y el ejercicio de derechos políticos. Estas libertades políticas y civiles, así como la garantía de los derechos, delimitaron formalmente la diferencia entre la ciudadanía para los antiguos y modernos, aunque en el imaginario pervivió la tradición del lenguaje político republicano premoderno. 5 Por otra parte, igual que entre los antiguos, la patria también se significaba en la res publica, aunque para los modernos se le concebía como una comunidad autogobernada por individuos que vivían juntos en justicia bajo el gobierno de la ley; así como la política republicana era entendida como buen gobierno y autogobierno. Contrario al antiguo patriotismo republicano del gobierno ejercido desde arriba por los regímenes despóticos y tiránicos, para los ilustrados se entendía como la sumisión a las leyes, la obediencia a las autoridades constituidas, la libertad e igualdad y el servicio y amor a la patria modelada por la moral pública, consagrada en <<…la práctica de las virtudes privadas y domésticas>>10. Villori nos recuerda que para los modernos, <<El patriotismo es el afecto que el pueblo siente por su patria, entendida ésta no como la tierra natal, sino como una comunidad de hombres libres que viven juntos por el bien común>>11. Según estas bases doctrinarias de los ilustrados modernos, una buena constitución política y un buen gobierno eran el fundamento del patriotismo republicano consagrado en las libertades y los derechos políticos y civiles. De este modo, los ciudadanos pasivos disfrutaban de los derechos civiles o sociales, en tanto que los derechos políticos eran atributo de los ciudadanos activos, <<…y éstos consisten en el derecho para el pleno ejercicio de la civilidad expresada en la función pública para legislar y administrar los asuntos públicos…>>12. Principios que también fueron inspirados en el Espíritu de las Leyes de Montesquieu, quien en 1735 advertía: “Hay que tomar consciencia de lo que es la independencia y de lo que es la libertad. La libertad es el derecho de hacer todo lo que las leyes permiten, de modo que si un ciudadano pudiera hacer lo que las leyes prohíben, ya no habrá libertad”13. De conformidad con estos preceptos, la felicidad pública descansaba en los derechos y deberes del ciudadano, condición que se alcanzaba mediante las libertades civiles, atributo de los hombres virtuosos, instruidos, con modo honesto de vivir y templanza. Idea de ciudadanía que la hará suya la comunidad de individuos en un Estado de derecho democrático, que sustenta el cuerpo político de la soberanía en el nuevo credo liberal. De este modo, con la universalización de la calidad o el estatus de la ciudadanía, se le asocia en el imaginario colectivo con la conquista de la soberanía del pueblo, están por ligadas por su misma naturaleza al Estado-nación en el seno del espacio público. 6 Afirmamos con Alfredo Cruz Prados14, que bajo el influjo doctrinario de la Revolución Francesa, el sujeto moral del nuevo orden social recaía en la proyectada nación política que poseía como patrimonio político la libertad, la igualdad, la seguridad, la propiedad y la fraternidad. Al ser la nación una creación política, la comunidad constituida generó un nacionalismo político, pues se luchaba contra los políticamente diferentes y no contra los culturalmente diversos. Instrucción pública en la moral y las luces para el ciudadano republicano Para la fundación republicana moderna, la distinción entre el homme y el citoyen fue fundamental en la propuesta político-pedagógica, respecto al proyecto educativo del Estado liberal republicano que debía velar por su función pública y obligatoria. El debate originado sobre la obligación del servicio público estatal para con los ciudadanos, a fin de garantizar la igualdad de los derechos para el ejercicio de la libertad y soberanía, tuvo su concreción en la propuesta de instrucción pública divulgada por el Marqués de Condorcet ante la Asamblea Nacional francesa, al presentar un proyecto de decreto15 para que el poder público, en acto de justicia, dispusiese de los medios que garantizaran la igualdad civil y política entre todos los ciudadanos, pues se trataba de universalizarla para: <<Ofrecer a todos los individuos de la especie humana los medios para atender sus necesidades, de asegurar su bienestar, de conocer y ejercer sus derechos, de comprender y de cumplir sus deberes; Asegurar a cada uno de ellos la facilidad de perfeccionar su industria, de capacitarse para ejercer las funciones sociales a las que tiene derecho a ser llamado, de desarrollar toda la extensión de los talentos que ha recibido de la naturaleza, y de ese modo establecer entre los ciudadanos una igualdad de hecho, y hacer real la igualdad política reconocida por la ley; Este debe ser el primer objetivo de una instrucción nacional y, desde ese punto de vista, la instrucción nacional es para el poder público un deber de justicia>>16. Esta propuesta de una instrucción pública nacional a cargo del Estado, para cultivar durante toda la vida el espíritu libertario mediante el desarrollo de las facultades morales, físicas e intelectuales, estaría imbricada en el cuerpo político de la nación cívica, en razón de lo cual se estableció que los ciudadanos también debían disponer de medios indirectos de instrucción, como los espectáculos, desfiles solemnes y la celebración de las fiestas nacionales y particulares, de manera que lograsen conocer y 7 amar los valores patrios, al consagrar la memoria de épocas históricas y de hombres ilustres por ser gloriosas para la libertad. << […] para recordar vivamente épocas en las que es útil fijar la atención de los pueblos, para alimentar en ellos, para excitar hasta el entusiasmo los sentimientos generosos de la libertad, de la independencia, de la devoción a la patria; para grabar, en fin, en los espíritus un pequeño número de principios que forman la moral de las naciones y la política de los hombres libres>>17. En tiempos tempranos de esta fundación de la nación cívica en Venezuela, el proyecto liberal- ilustrado de república se formalizó en sus primeras constituciones denominadas por sus redactores Federal para los Estados de Venezuela (1811), de Cúcuta (1821, precedida por la Ley Fundamental de Colombia) y de Venezuela (1830)18 . Estos ordenamientos jurídico-políticos liderados por la intelectualidad liberal-ilustrada, transitaban entre el discurso del antiguo régimen, las luces de la razón, la moral cristiana y la moral republicana. Sin embargo, la desestabilización en todos los órdenes fue lo característico de estos años fundacionales de la nación republicana, con los consecuentes intentos fallidos por designar un mismo gobierno regido por sus leyes. A partir de 1830, con la instauración oficial de la República de Venezuela, uno de los muchos problemas sin lograr resolver fueron las virtudes cívicas y políticas, dictaminadas desde el ideario que habría de conducir a la ciudadanía patriótica republicana. Por tanto, la instrucción pública ocupaba la atención entre los ideólogos durante este proceso de construcción del Estado-nación, pues era una convicción heredada del pensamiento de los antiguos por el moderno político-liberal, edificado sobre las bases de los derechos conforme a la igualdad, la propiedad, la seguridad y las libertades políticas. Investidas de honrar el cumplimiento de los << derechos del hombre y el ciudadano >> conforme a lo cual fueron plasmados en las Constituciones sancionadas, las máximas republicanas establecían que para ser virtuoso el ciudadano de la república debía ser <<… buen padre, buen hijo, buen hermano, buen amigo y buen esposo >>19. Con fundamento en lo postulado por Montesquieu20, al afirmar que <<…cuando la virtud deja de existir, la ambición entra en los corazones capaces de recibirla y la codicia se apodera de todos los demás>>, construir la virtud política requería de los ciudadanos un patriotismo encarnado en la igualdad democrática, que solo era posible si se doblegaban los deseos de poseer bienes exclusivos para uno mismo y para su familia. 8 En este sentido, se entendía que la educación era depositaria de la libertad política para obedecer, controlar las pasiones y los placeres exclusivos al servicio del bien común. Se trataba de una moral ciudadana, que transitaba entre las pertenencias reales y simbólicas del iusnaturalismo escolástico. En 1819 exponía Bolívar ante los delegados del Congreso de Angostura, que la observancia de las nobles pasiones de un ciudadano exigía que la república, además de libre y fuerte, fuese virtuosa con el progreso de la ilustración y las facultades morales emanadas <<…del espíritu público, las buenas costumbres y la moral republicana>>. De allí que planteara la necesidad de una instrucción popular nacional con sus dos pilares y regida por el Estado: <<La educación popular debe ser el cuidado primogénito del amor paternal del Congreso. Moral y luces son los polos de una República, moral y luces son nuestras primeras necesidades>>21. Con la naciente nación republicana, se legitimó la homogenización cultural implicada en la nación moderna de esencia unitaria, de modo que las Constituciones en Hispanoamérica sólo reconocieron como oficial el idioma castellano o español y la religión católica. La historiadora Rossana Barragán, nos muestra cómo la igualdad jurídica sólo era practicada entre los iguales de la elite masculina. Entre los legisladores el respeto de los derechos civiles, mantuvo los criterios estamentales para continuar y legitimar las prácticas cotidianas de la segregación étnica. Esta república restrictiva apostaba por los notables para ejercer la libertad política, ya que se les consideraba más capacitados para no caer en el vicio de la embriaguez, vagancia y comportamiento indecente. En virtud de su educación, riqueza, poder y prestigio, se les consideraba, capaces no sólo de ejercer el derecho de sufragio, sino también de actuar como árbitros de un futuro proceso de ampliación ciudadana, a través de una reforma de la educación. En suma, al igual que ocurrió en toda Latinoamérica, la elite propuso para Bolivia una sociedad desigual y jerárquica, en la que la ciudadanía era un privilegio de los individuos reconocidos socialmente. Los que quedaban excluidos eran catalogados de salvajes, infames, analfabetos, de mala reputación y desconocidos, a la vez que incapaces de comprender la ley de la igualdad ni el derecho de la propiedad. Se oficializó una república "fundada con individuos libremente asociados", mientras que los otros, los diferentes, debían permanecer al margen de lo público, hasta que por medio de la educación eliminaran sus taras22. 9 Se trataba de una “república de las letras” con los derechos consagrados para el “pueblo”, personificado en los “ciudadanos iguales”. Desde entonces, el principio de “excluir para ser” quedó anclado y legitimado constitucionalmente en los inicios del siglo XIX. Si bien se sustentó en la igualdad formal de derechos y obligaciones, la garantía para su ejercicio y la pertenencia a una comunidad política (no solamente el Estado), lo común han sido las inequidades manifiestas entre deberes y derechos. En buena medida, esto se explica porque la "universalidad" moderna de los derechos ciudadanos, ha invisibilizado a los sectores excluidos del modelo hegemónico, representado en el pensamiento blanco occidental. De este modo y, acopiando el sentido democrático de una comunidad política de hombres libres e instruidos, se consagró el Estado Constitucional como el espacio político de la libertad para los iguales en el que, abandonando la condición de súbditos, se convertían en ciudadanos y protagonistas en la gestión y custodia de los asuntos públicos; por lo cual los valores de la civilidad quedaban establecidos para que los sentimientos patrióticos pudieran ser coherentemente integrados en el proceso político del demos. También la intelectualidad liberal hizo suyo este ideario que proclamaba las libertades públicas. Persuadido de ello, en 1822 argumentaba Tomás Lander, editor de El Venezolano, que la república nacía de la virtud e ilustración y la condición para ser libres estaba en la formación del espíritu público obtenido por la instrucción, la educación patriótica y moral, el establecimiento de imprentas y el desarrollo del comercio, la industria y comunicaciones23. En la propagación de estos ideales como objetivo político esencial, para las libertades consagradas en la opinión pública y la educación, fue decisivo el proyecto educativo impulsado por el maestro don Simón Rodríguez, quien en 1828 publicaba en Arequipa (Perú) su obra intitulada Sociedades Americanas. En ella expresaba el carácter formativo de la Escuela Primaria, popular, nacional y pública; y que el gobierno republicano, en su función educadora fuera <<…protector de las Luces Sociales, porque sus Instituciones saben que sin luces no hay virtudes>>24. En su concepción socio-racionalista de la libertad humana, planteaba el carácter social de la escuela para edificar el sistema republicano liberal, pues a la escuela se le relaciona con la civilidad. De este modo, exponía que la política republicana, <<…en cuanto a instrucción es formar hombres para la sociedad>>25, pues la instrucción debía 10 preparar al goce de la ciudadanía, mediante la adquisición de conocimientos de carácter social, corporal, técnico y científico. Esta idealizada república para formar a los ciudadanos en las virtudes patrióticas republicanas, la propuso Simón Bolívar cuando decretó en 1825: 1º Que el primer deber del gobierno es dar educación al pueblo. 2º Que esta educación debe ser uniforme y general. 3º Que los establecimientos de este género deben ponerse de acuerdo con las leyes del Estado. 4º Que la salud de una República depende de la moral que por la educación adquieran los ciudadanos en su infancia26. Al siguiente año fue decretada la Ley orgánica de Educación Pública (1826) para asimilarla al pensamiento liberal-ilustrado de los constitucionalistas, ideólogos y libertadores. Esta ley establecía instruir a los ciudadanos en el seno de la comunidad política, en los valores morales para la industria productiva, a la par de las virtudes cívicas para cultivar el patriotismo que se tradujera en lealtad hacia la república, entendida como el amor a la patria, a las instituciones, a la Constitución y a la soberanía. Esto implicaba la observancia de las máximas republicanas sobre la limpieza del cuerpo, el control de las pasiones y modo honesto de vivir, según rezaban los Deberes del hombre en sociedad, con los cuales el patriotismo exigía la sumisión a las leyes, la obediencia a las autoridades constituidas, la libertad e igualdad y el servicio a la patria. Así, en nombre de la lealtad a la patria, por precepto constitucional y por decreto de instrucción, en sus inicios la educación pública estaba dirigida a los ciudadanos blancos activos, requeridos de ser virtuosos e instruidos, pues sus propiedades y bienes les garantizaba la representación del pueblo en las urnas, además de estar obligados a procurar la felicidad general, aumentar su trabajo, la industria, las riquezas para alcanzar la prosperidad. En observancia de ello, en 1829 José Antonio Páez como Jefe superior, civil y militar de Venezuela, decretó la Creación de la Sociedad Económica de Amigos del País, con el propósito de reunir a los hombres de inteligencia, poseídos de amor patrio y 11 de un espíritu nacional, que promovieran <<…los progresos de la agricultura, del comercio, de las artes, oficios, población e instrucción>>27. Por tratarse de fines políticos de primer orden para los notables miembros de esta sociedad de pensamiento ilustrada, era de obligatorio cumplimiento, que los ciudadanos se instruyeran para fomentar el trabajo y la riqueza de utilidad pública. Así lo confirma uno de sus miembros, Tomás José Sanabria quien exponía ante la Junta General de la Sociedad celebrada el 3 de febrero de 1833, que en el trabajo, la industria y la instrucción estaban las bases del progreso y el aumento de la producción. A favor de ello, argumentaba: <<…alentemos sus virtudes y talentos, y de este modo no sólo crecerá la industria y la labor, sino que se aumentará la producción y se mejorarán nuestros artefactos>>28. Sin embargo, los forjadores de esta moderna nación republicana no prosperaron en sus intentos de poner en marcha la obra instruccionista invocando la moral y las luces para la república unitaria idealizada, pues además de la inestabilidad política reinante en todas las jurisdicciones de la República de Colombia, la ley promulgada en 1821 para organizar la educación establecía que todas las Escuelas de primaria estarían a cargo de los gobiernos provinciales y en ellas debían obtenerse conocimientos de aritmética, leer y escribir, conocer el catecismo y sus deberes y derechos ciudadanos. Fue a partir de 1830, con la creación de la República de Venezuela ante la desmembración de Colombia, cuando tímidamente el gobierno de la nueva república se ocupara de construir la nación cívica al proyectar un orden <<civilizatorio>> por intermedio de la Dirección de Instrucción Pública, creada en 1838 y encargada de vigilar la aplicación de un pensum uniforme para todas las escuelas de la república. Funcionarios del gobierno republicano y hombres de la notabilidad ilustrada, elevaban sus voces para instruir los talentos mediante los conocimientos útiles; pero, además, para que los ciudadanos asumieran las prácticas de comportamiento propias de la moral cristiana y la moral republicana. En esta naciente sociabilidad liberal-ilustrada, el proyecto político apelaba a construir una república de notables, fueran éstos letrados, hacendados o comerciantes. Cabe señalar que si en el imaginario emancipador, si la nación denotaba una construcción de inclusión- propia de los principios de las libertades consagradas en la 12 soberanía republicana-, esta dimensión se fue esfumando cuando se impuso el proyecto de construir una república de ciudadanos propietarios con fundamento en <<…el modelo utilitarista del individuo industriosos e ilustrado que persigue sus propios intereses y cuya máxima fidelidad, como ciudadano virtuoso, sería al Estado civil>>29. En aras de la construcción del Estado-nación republicano, el surgimiento del modelo educacionista fue afín con estas prácticas y la obtención de conocimientos elementales para el futuro manejo de los asuntos públicos. La cuestión no era si <<…debía haber indios, criollos, mulatos o mestizos, sino 'pobres y ricos'>> 30, pues la sociabilidad moderna dejaba como enseñanza que <<…el cuerpo 'bárbaro' (…) se debe contener en beneficio de un ceremonial 'decente'>>31. De acuerdo con este propósito, característico de los procesos fundacionales republicanos, la educación debía fabricar ciudadanos para cumplir la misión patriótica que promovían los Amigos del País, los catecismos políticos y los manuales de civilidad. La escuela elemental fue esencial para este proyecto educacionista en el naciente Estado-nación que pudiéramos denominar de formación de la ciudadanía republicana y tuvo en los libertadores y librepensadores ilustrados de la capital con sede en Caracas, a sus representantes pioneros y en las Diputaciones Provinciales a los ejecutores de las reglamentaciones en materia educativa. Su plataforma fue la Constitución de 1830, generadora de instituciones en la recién instalada república, la cual disponía en su artículo 161 el deber de promover y establecer las escuelas primarias en las provincias de Venezuela con enseñanzas comunes en todas ellas. Valga citar, a modo de ejemplo, el <<Reglamento de Escuelas Primarias>> elaborado en 1834 por la diputación Provincial de Maracaibo, para regir en todas las escuelas de la ciudad maracaibera y que ordenaba en su Art. 2: En las escuelas de la capital se enseñará a leer y escribir según el método combinado de Bell y Lancaster; las reglas elementales de aritmética; el compendio de la Gramática y ortografía de la lengua castellana; el de Doctrina cristiana y principales fundamentos de la religión; las máximas de moral y principios de urbanidad y cortesía práctica32. . Este modelo educacionista que rigió para las provincias venezolanas, como ocurrió en toda Hispanoamérica, en nuestro caso venezolano, dio comienzo en la década del 30, debido a que <<…se colectivizaba una concepción de la moral que no había sido consensualmente aceptada en años anteriores: la que se asociaba a la formación de la ciudadanía>>33. A partir de entonces, la nación cívica en construcción, tuvo sus voceros directos en los órganos de opinión pública, como publicaciones periódicas y libros 13 impresos y otras tantas lecturas que impregnaban el discurso político-educativo, los cuales predicaban normas e instrucciones para disciplinar y regular comportamientos y vicios que debían ser transformados, o más bien ordenados, de conformidad con la naciente sensibilidad orientadora de la civilidad34. Además de ordenanzas municipales y decretos emanados desde las respectivas diputaciones provinciales sobre el orden público en general, proliferaron las lecturas sobre doctrinas, leyes y catecismos para instruir a la ciudadanía en los principios de las virtudes cívicas, la rectitud moral, religión, limpieza del cuerpo y de las pasiones 35, de conformidad con el proyecto de la nación cívica preconizada por el discurso ilustradoliberal heredado de la modernidad occidental. Reflexiones finales: Es preciso puntualizar que desde las nacientes repúblicas modernas, los criterios de inclusión/exclusión, fueron inherentes al tiempo histórico del capitalismo liberal, que estuvo implicado y anclado en todos estos procesos fundacionales republicanos occidentales, y no puede ser atribuida su responsabilidad a los hombres de armas y letrados que descollaron en este proceso. Con estas reflexiones deseo afirmar que el liberalismo y, con éste, el patriotismo constitucional, encarnado en el Estado moderno, contribuyó a la formulación de una ciudadanía universal excluyente, basada en la concepción que los derechos de ciudadanía son de competencia jurídica y que tuvieron su edificación ideológica en el surgimiento de la instrucción pública. En este sentido, la civilidad quedó consagrada a los iguales, así como instruir a los ciudadanos equivalía a incluirlos de manera uniforme; esto es, incluir a los iguales para servir a la homogeneización. Aquí radica la razón de ser del imaginario de la nación y la identidad nacional, que amerita de un tratamiento aparte del propósito que anima estas reflexiones. Si los incluidos eran los ciudadanos, es lo mismo que afirmar que esta inclusión construyó prácticas identitarias que implicaban la exclusión de los otros, de los diferentes, todo lo cual tenían efectos de poder y eran efecto de las relaciones de poder. Esta educación bajo la protección del Estado, además de orientar las prácticas que rigieran en armonía con la sociedad disciplinaria, debía servir a los fines de consolidar la ideología política del liberalismo, por lo cual se requería instalar en las 14 conciencias ciudadanas la cultura racional fundada en el progreso material dentro del orden instituido. En este mismo sentido, el Estado constitucional, por intermendio de la instrucción pública, debía velar porque se cumplieran un conjunto de dispositivos identitarios para que los ciudadanos fijaran un régimen de pertenencias y legitimaran la normatividad de las relaciones sociales en el cuerpo de la nación, por ello, el sistema educativo debía servir a principios reguladores, homogéneos y lineales para construir el espacio-tiempo nacional y las identidades quedaron territorializadas y temporalizadas dentro del Estado-nación unitario. Asimismo, el modelo educativo se construyó sobre estos universos simbólicos, tradiciones y memorias colectivas36. Desde estas bases fundantes de las inequidades construidas por la implosión del sistema-mundo moderno, como esencia negadora de una ciudadanía inclusiva de esencia pluralista, tenemos que la diferencia fue asumida en la alteridad inmersa en la universalidad de la Modernidad que, en palabras de Dussel, comenzó al final del siglo XV con la conquista y la colonización, pues el nuevo mundo originario y mestizo fue el primer <<bárbaro>> que el sistema-mundo de la Modernidad necesitó para su definición37. Como quedó demostrado, las relaciones de poder han sido intrínsecas a la ciudadanía moderna en los inicios del siglo XIX, pues surgió en condiciones de profunda inequidad, al tratar a los diferentes como desiguales. Por ejemplo, la dimensión política y civil de los derechos ciudadanos, se instituyó para el pueblo soberano, representado en los ciudadanos letrados y propietarios, con exclusión de los diferentes (indígenas, mestizos, negros, mujeres, analfabetos, mendigos, entre otros). Referencias Bibliográficas 1 Etienne BALIBAR, Derecho de ciudad. Cultura y política en democracia, Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión, 2004, p. 56. 2 Ibidem, p.50. 3 Jean-Jacques ROUSSEAU, El contrato social, Bogotá, Panamericana Editorial, 1996, pp. 22-24. 4 Véase John LOCKE, Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil. Un ensayo acerca del verdadero origen, alcance y fin del Gobierno Civil, Madrid, Alianza Editorial, 2004. 5 ROUSSEAU, op. cit., pp. 12, 25 y 51. 6 José Luis ARANGUREN, Etica y política, Madrid, Editorial Biblioteca Nueva, 1999, p. 107. 7 ROUSSEAU, op. cit. p. 51. 8 José C. CHIARAMONTE, “Estado y poder regional: constitución y naturaleza de los poderes regionales”, En Josefina VAZQUEZ y otros (eds.), Historia General de América Latina, Vol. VI, La construcción de las naciones latinoamericanas, París, UNESCO/Trotta, 2003, pp. 150-154. 9 <<Proclamación de los derechos del pueblo>>, Caracas, 1 de julio de 1811, en Documentos que hicieron historia. De la Independencia a la Federación (1810-1864), Tomo I, Caracas, Presidencia de la República, Edición Conmemorativa Sesquicentenario de la Independencia, 1962, p. 38. …, p. 38. 10 Ibidem. 11 Mauricio VIROLLI , Por amor a la patria. Un ensayo sobre el patriotismo y el nacionalismo. Madrid, Acento Editorial, 1997, pp. 86-87 y 80. 12 Omar NORIA, La teoría de la representación política del abate Sieyès, Caracas, Universidad Católica Andrés Bello/Universidad Simón Bolívar, 1999, p.73. 13 MONTESQUIEU, Del espíritu de las Leyes, Madrid, Editorial Tecnos, 5ª Reimpresión, 2002, p.106. 14 A. CRUZ PRADOS, El nacionalismo. Una ideología, Madrid, Editorial Tecnos, 2005, pp.17-18. 15 En su proyecto propone la división para la instrucción pública en cinco grados: Las escuelas primarias formarán el primer grado; en ellas se impartirán los conocimientos rigurosamente necesarios a todos los ciudadanos. Las escuelas secundarias, en las ciudades, formarán el segundo grado y en ellas se enseñará lo necesario para ejercer los empleos en la sociedad y cumplir las funciones públicas. Las escuelas de tercer grado se llamarán institutos, donde se impartirán conocimientos para el desempeño de funciones públicas y para el perfeccionamiento de la industria. El cuarto grado estará formado por los liceos, donde se enseñarán las ciencias y las artes y el último grado de instrucción será la sociedad nacional que dirigirá la enseñanza y se ocupará del progreso de las ciencias y de las artes y del perfeccionamiento de la razón humana. Jean- Antoine- Nicolas de Caritat CONDORCET: Informe y proyecto de decreto sobre la organización general de la instrucción pública presentados a la Asamblea Nacional, en nombre del Comité de Instrucción Pública los días 20 y 21 de abril de 1792, en: Cinco memorias sobre instrucción pública y otras escritos. Madrid, Ediciones Morata, 2001, p. 316. 16 Ibidem, p.281. 17 Ibidem, << Tercera Memoria sobre la instrucción común para los hombres>>, p.194. 18 Inspirada en los Derechos y Deberes de Hombre y del Ciudadano (1789), la Declaratoria de los Derechos del Pueblo, aprobada por el Congreso de Venezuela el 1º de julio de 1811, en su capítulo <<Derechos del hombre en sociedad>>, diferenció a los ciudadanos en sufragantes y no sufragantes, este criterio del voto censatario se estableció con base a la cualidad de propietarios y residenciados en la república. Las Constituciones de 1821 y 1830 distinguieron a los ciudadanos en activos o de primera categoría y pasivos. Se combinó la condición de saber leer y escribir con poseer propiedades o elevados ingresos. Estos debían poseer una propiedad raíz no menor de 500 pesos, o una renta de ingresos anuales de 300 pesos, un grado militar o que ejerzan alguna ciencia, arte liberal o mecánica (Título 3, Sección Primera, Artículo 4º). Estos ciudadanos con derecho de sufragio tenían la potestad de nombrar a sus representantes (Artículo 2º). Se les obligaba a procurar la felicidad general, aumentando su trabajo, talentos o industrias, riquezas y comodidades propias para la prosperidad nacional (Sección Segunda, Artículo 6º). Constitución de Cúcuta, 30 de agosto de 1821, en José GIL FORTOUL, Historia Constitucional de Venezuela, Vol. III, México, Editorial Cumbre, 1976, pp. 334-367. 19 <<Proclamación de los derechos del pueblo>>, Op. cit., p. 38. 20 MONTESQUIEU, Op. cit., p.20. 21 <<Discurso de Angostura>>, Angostura, 15 de febrero de 1819, en Simón BOLIVAR, Doctrina del Libertador, Caracas, Fundación Biblioteca Ayacucho, Vol. 1, 1985, p. 121. 22 Citada en Marta IRUROZQUI, “Ciudadanía y clientelismo en Bolivia. Los artesanos de la paz, 1880-1925”, CSIC, Madrid en http://www.ucm.es/info/cecal/encuentr/areas/politica/1p/irurozqui 23 Tomás LANDER, <<Política>>, El Venezolano, Nº 28, 23 de diciembre de 1822, en Tomás LANDER, Pensamiento Político Venezolano del Siglo XIX, Textos para su estudio, Nº 4. La Doctrina Liberal, Caracas, Presidencia de la República, Ediciones Conmemorativas del Sesquicentenario de la Independencia, 1961, pp. 20-22. 24 Simón RODRIGUEZ, Sociedades Americanas, Caracas, Biblioteca Ayacucho, vol. 150, 1990, p.199. 25 Rosario HERNANDEZ DE SANCHEZ, Libertad de opinión y educación en el pensamiento político de Simón Rodríguez, Caracas, Fondo Editorial de la Facultad de Humanidades y Educación, Universidad Central de Venezuela, 2000, p.304. 26 <<Decreto sobre el sistema educativo de la nueva Nación Boliviana>>, Chuquisaca, 11 de diciembre de 1825, en BOLIVAR , op.cit., p.208. 27 <<Creación de la Sociedad Económica de Amigos del País>>, Caracas, 26 de octubre de 1829, en Documentos…Op. cit., p. 351. 28 Salvador YANNUZZI RODRIGUEZ, “La Sociedad Económica de Amigos del País: Sueños e ideas para la transformación de Venezuela”, En Montalbán, Caracas, Universidad Católica Andrés Bello, 1998, Nº 31, p. 56. 29 Ch. A., HALE, El liberalismo mexicano en la época de Mora, 1821-1853, México, Editorial Siglo XXI, 1977, p.177, citado por QUIJADA, Mónica, “Qué nación?. Dinámicas y dicotomías de la nación en el imaginario hispanoamericano”, en Antonio ANNINO y Francois-Xavier GUERRA (Coords.), Inventando la nación. Iberoamérica. Siglo XIX, México, Fondo de Cultura Económica, 2003, p. 309. 30 Ibidem. 31 Elías PINO ITURRIETA, Fueros, civilización y ciudadanía, Caracas, Universidad Católica Andrés Bello, 2000, p. 163. 32 <<Reglamentos de Escuelas Primarias>>, Maracaibo, 19 de noviembre de 1834. Archivo Histórico del Estado Zulia (en adelante, AHZ), año 1834, t. 4, 1-11. Según lo establecía el Reglamento en su artículo 3, para la lectura en todas las escuelas de Venezuela, fueron designados las siguientes cartillas de silabarios impresos: <<…la traducida por Don José Méndez del Yermo, por el Abate Sabatri, por Pedro Blanchard. Para la escritura las muestras de Palomares, o de Torio de la Rivee, o las de letras extranjeras. Para la aritmética cualquiera de los catecismos de este ramo, que se imprimen en Caracas; para la religión y doctrina cristiana, los catecismos de Henri y Ripalda; para la moral y urbanidad el de Pbro. Santiago Delgado o el de don José de […] y para la Gramática y ortografía el de Luis de Mata y Araujo>>. 33 Mirla ALCIBIADES, La heroica aventura de construir una república. Familia-nación en el ochocientos venezolano (1830-1865), Caracas, Monte Avila Editores Latinoamericana/Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos, 2004, p.63. 34 A este respecto, apuntaba el Presidente de Venezuela José María Vargas la necesidad de uniformar <<…toda la masa de los venezolanos en sentimientos idénticos de libertad y adhesión a las leyes tutelares que aseguran su bienestar, ir desarrollando en todos el espíritu del orden, y el amor al trabajo, y haciendo la transformación efectiva de las costumbres del antiguo régimen colonial por las muy diversas que deben constituir la esencia del gobierno que hemos proclamado>>. <<Mensaje del Presidente de Venezuela al Congreso de 1836>>, Caracas, 20 de enero de 1836. En Pensamiento conservador del siglo XIX, Caracas, Monte Avila Editores, 1991, p.469. 35 Ibidem, pp. 63 y ss. Entre los más divulgados para instruir en la lectura sobre las virtudes cívicas y morales, citamos los siguientes: Catecismo político arreglado a la Constitución de la república…para uso de las escuelas de primeras letras del Departamento del Orinoco de José Grau; el Manual del colombiano ó Explicación de la ley natural. Van añadidos los deberes y derechos de la nación y del ciudadano, publicado por Tomás Lander; Manual político del venezolano ó Breve exposición de los principios y doctrinas de la ciencia social que deben ser conocidos por la generalidad de los ciudadanos de Francisco Javier Yanes (1839), entre otros. 36 Boaventura DE SOUSA SANTOS, Reinventar la democracia. Reinventar el Estado. Quito, Ediciones Abya- Yala, 2004, pp. 8-9. 37 Enrique DUSSEL, Etica de la liberación en la edad de la globalización y de la exclusión, Madrid, Editorial Trotta, 1998, p.63.